Ansias
Mis mejillas ardieron sin dudar. Temblé de la misma manera que cuando siento frío, pero esta vez era todo lo contrario. No esperaba que hiciera eso, pero esa sensación fue única, y ni se hable de sus palabras. Esa mirada tan profunda y lujuriosa que me dedica, estremece todo mi ser. No puedo leer su mente. No sé si en este momento me ve como una mujer, o me he convertido en su cena servida en la mesa.
No entiendo cómo mi cuerpo puede reaccionar de esta manera; no puedo culparlo demasiado, pues en situaciones como esta, la cabeza deja de pensar. Por más consciente que estés, tu cuerpo siempre reaccionará de manera contradictoria.
Dejó el pincel a un lado, acariciando pausadamente mi piel, embadurnando cada centímetro de ella, dejando sus huellas en mis pechos y abdomen. Reprimía como podía, esos gemidos que amenazaban con escapar de mi garganta.
Debía apartarlo. Sobre todo, huir y evitar esto.
La poca fuerza de voluntad, si es que en algún lado permanecía intacta, se vio en peligro cuando sus labios teñidos de sangre tomaron los míos en un beso hambriento, sediento, e intenso, arrebatándome hasta el aire.
El sabor imborrable de su saliva, combinado con el sabor peculiar de la sangre, se regó por mi boca, lo que tendría que ser desagradable, pero en el fondo, no lo repugnaba. Era algo enfermizo. Tal vez en el fondo, simplemente me rendí y dejé de luchar. En algún momento del camino, perdí el rumbo, cayendo en la tentación, por más enfermizo que se escuchara o fuese.
Nuestras lenguas entrelazadas danzaban al compás. No tengo recolección del momento exacto en que lo convertí prisionero entre mis piernas. Solo sé que sus manos usaron mi trasero como soporte para simular tomarme salvajemente. Lo único que estorbaba era su ropa.
Si en algún momento me cuestioné si algo no andaba bien en mi cabeza, definitivamente no. No puedo dejar de sentir placer por sus besos y sus juguetonas mordidas en los labios. Éramos solo dos cuerpos, entregados a nuestros más retorcidos anhelos y al calor que consumía nuestros adentros y nuestra piel.
Hubo un ligero chillido en mi oídos. Todo volvía a correr como una película en cámara lenta en mi cabeza, como si en alguna otra vida hubiera vivido esto. Tal vez es producto de mi mente que se encuentra divagando, siendo él el causante de que esté tan confundida ahora mismo.
Mis adentros estaban a punto de rebosar de excitación. En efecto, había dejado sus huellas en mi cuerpo, justo como lo dictaminó. No hubo lugar de mi cuello y pecho que su boca no recorriera. Sus dientes enterrados en mi piel me acaloraban.
La situación había escalado lo suficiente, al nivel de ser irrefrenable. No solo estábamos bañados en sangre, también de sudor. Quizá darle rienda suelta a esto, termine por acabar conmigo, pero de algo no me quedaba duda, y es que deseaba con tantas ansias, que desconocía hasta ahora, el ser devorada y tomada por él.
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