Amistad

Nuestra amistad fue fortaleciéndose con el paso de los meses. Es la primera mujer con quién no he tenido contacto físico o sexual en nuestros encuentros. No lo niego, siento muchísimas ganas de darme un buen revolcón con ella, pero de algún modo, he podido batallar conmigo mismo. Eso sí, no sé hasta cuando. Me agrada estar cerca de ella, considero que tenemos mucho en común. Hay ciertos temas que evito mencionar, como lo es la curiosidad sobre quién es el papá de su hija. 

Nos pasamos de arriba para abajo con nuestras hijas. Mi princesa ahora tiene con quien jugar. Solo se llevan dos meses de diferencia. 

Todavía no presento a Marjorie a mis padres y ellos están muy curiosos por saber quién es esa chica misteriosa que, según alegan ellos, me ha recogido a buen vivir. No sé qué es lo que me frena. 

Mi reina se pasa haciendo malabares, así es como le llamo cuando se cambia de posición y se queda bocabajo sobre su pancita. Siento que el tiempo pasa extremadamente rápido, ella crece y crece, aprende y hace cosas nuevas, está más activa, y me emociona eso, pero al mismo tiempo, siento que se me escapa de las manos y es menos el tiempo que podré tenerla. No sé por qué he estado pensando en esas cosas, pero me agobia el simple hecho de que crezca y nada sea lo mismo. 

Dejé de hacer muchas cosas que hacía antes, he sustituido la calle y mis amigos, por una vida más recogida al lado de mi hija. Dejé los estudios, pero estoy satisfecho con hacer lo que me apasiona, como lo es el arte. He creado varias obras de arte de mi Valery y las he colgado en su habitación. 

Cada vez que ella amamanta a su hija, no puedo evitar ver sus pechos e imaginarlos en mi boca. He estado bajando la calentura con Marce cada vez que puedo, pero en mis pensamientos muchas veces ella se cruza. Además de eso, me gusta lo buena madre que es, la manera en que cuida y trata a mi hija. Lo mejor de todo, es que, al igual que yo, se abstiene de mencionar o indagar sobre las pasadas administraciones, refiriéndome a nuestros exs. 

Hoy le di libre a Marce, para que hiciera lo que quisiera. Sé que tiene más familia y no suele ir a visitarla con frecuencia. Marjorie y yo nos encontrábamos con nuestras hijas, sentados en el mueble de la sala viendo una película para niños. Habíamos preparado el ambiente de cine, con palomitas y toda la cosa. Estamos conscientes de que ellas aún no le prestan atención del todo a esas cosas, pero supongo que es más un pretexto para seguirnos viendo. 

Luce tan entretenida y concentrada viendo la película que no la he interrumpido en ningún momento, solamente me he descubierto varias veces mirándola y examinando con detalle sus gestos o lo que pueda ver de su cuerpo. 

No sé lo que piensa de mí. No sé si me ve como un crio o como un “pobre hombre que perdió a su mujer después del parto y necesita asistencia con su hija para todo”. No puedo descifrar lo que piensa. 

—¿Estás bien? — su pregunta me llevó a asentir—. Te he visto mirándome, pensé que te ocurría o querías preguntar algo— sonrió. 

—No han tenido la siesta juntas que suelen tener durante la tarde. 

Fui a la cocina a preparar el biberón de Valery, luego regresé a la sala para dárselo con calma y después sacarle los gases. Empieza a parpadear mucho cuando le doy su biberón. Cae rendida fácilmente. A Marjorie se le hace un poquito más fácil, pues simplemente se baja la camisa y listo. Ambas cayeron rendidas en la cuna, así de juntas parecen hermanitas. 

—Les gusta estar juntas — soltó. 

—Y a ti, ¿te gusta que estemos juntos? 

Mi pregunta la llevó a mirarme. 

—Hemos estado jugando a la mamá y al papá. Cada vez nos confunden en la calle y piensan que somos pareja, pero entre los dos no está ocurriendo nada, ¿o sí? 

—No comprendo tu comentario. 

—Me gusta la amistad que hay entre los dos y tal vez con tal de no cagarla es que he estado haciendo un esfuerzo sobrehumano por hacer las cosas “bien”. Quizás, en gran parte me contengo, por no recibir una patada en los huevos con esas botas que sueles usar. 

Sonrió ladeado. 

—Pero hay límites para todo y siento que estoy a punto de llegar al mío. 

—¿Qué se supone que significa eso? 

—Que desde que te conocí, te he traído unas ganas hijas de puta que no tienes ni idea. No te hagas la desentendida, que sé muy bien que tonta no eres y ciega tampoco. 

—Te levantaste muy directo. 

—Siempre he sido directo, pero como te dije, he querido mantener esta amistad que hemos forjado entre los dos. Tú no tienes a nadie, yo tampoco tengo a nadie, por lo que, ¿qué nos impide comernos? 

Me miró sorprendida por unos instantes y luego sonrió. 

—Me gustan los hombres como tú, que van directo al grano y saben lo que quieren, por eso considero que para hombres como tú, hay mujeres como yo.

Mi espalda chocó contra la pared por su empujón. Sus pechos quedaron a la altura de mi barbilla y estaba indeciso en si mirarla a la cara o evidentemente a lo que tenía enfrente. 

—Ni creas que no te he visto ligándome. Todo el tiempo estás viendo mis pechos, como si quisieras estar entre ellos, o tal vez es que quieres probarlos. 

Desconocía esta faceta suya, pero me gusta su agresividad. Me pone como roca nuestra diferencia de tamaño y estatura. 

—Quiero ser alimentado por ti— le confesé—. Eso quiero. 

—Eres muy bueno con las palabras, pero ¿realmente tendrás lo suficiente como para poder con todo esto? 

—¿Estás retándome? No sabes con quién te estás metiendo, preciosa.

—Tú tampoco — respondió con seguridad y arrogancia. 

¿Con que así va la cosa? Hoy se cena, y de qué manera...

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