Capitulo 9
Contemplaba el techo de su recamara, como si fuera lo más interesante del mundo ¿Lo era? Obviamente no, ¿Tenía ganas de hacer otra cosa? No, todo su cuerpo pesaba horrores, temblaba de frío, a pesar de estar sudando por la fiebre, sus ojitos llorosos ardían, su garganta raspaba al pasar saliva y ni hablar de su aspecto, trato de abrigarse con una de sus cobijas, sin embargo sus movimientos fueron algo torpes y sin querer, cayeron al suelo, suspiro frustrado, ni de broma se iba a levantar. Desvió su mirada hasta un rincón, el cual era adornado por una bonita mesita blanca de porcelana, un espejo de cuerpo completo y justo a lado, se encontraba un perchero negro con detalles dorados, de el colgaba una camisa blanca, con las iniciales de cierta persona, la cual se convirtió en el dueño de los pensamientos del azabache estos últimos días.
Y de nuevo Sanemi ocupaba sus pensamientos, aunque el oji azul pensara en cosas muy diferentes y poco relacionadas con el albino, este de alguna u otra forma lograba colarse en su mente, sin permiso, sin pudor, típico de el ¿Cierto? Esperaba que Shinazugawa haya llegado con bien a su casa ayer y rogaba el cielo (Cosa que era poco usual en el ) que no haya vuelto a llorar, ¿Por qué? No tenia idea, pero no deseaba ver sufrir a su chico en completa soledad, el conocía ese sentimiento a la perfección, no tener a nadie para darte un abrazo justo en el momento que más lo necesitas, estar solo y que la única compañía sea tu sombra, aunque a veces incluso ella te abandona al estar sumergido en una total y profunda oscuridad.
Sacudió su cabeza, intentando borrar esos pensamientos, retiro su vista de aquel rincón, en un intento por dejar de pensar en el chico de piel canela. Ahora sus orbes zafiro contemplaban la puerta de su habitación con curiosidad, recordando como ayer por esa misma entrada, se asomaba una curiosa cabellera blanca y el momento repentino después de eso, un leve tono carmesí adorno sus mejillas al recordar como durmieron juntos, le gusto la sensación protectora que emitía Sanemi y estar entre los musculosos brazos. Sin embargo pensar tantas cosas aumento su dolor de cabeza, cada vez era mas insoportable, presiono un poco su frente, con la esperanza que el dolor disminuyera, pero no fue el resultado.
Con las pocas fuerzas que tenia, se levanto de su cama y a pasos lentos salió de su recamara, podía pedir a alguno de sus empleados que le trajeran el desayuno y unas pastillas ¿Por qué no lo hizo? Buena pregunta, ni el sabía el motivo exacto, simplemente no deseaba quedarse en cama y sentirse un inútil, también quería desayunar junto a sus padres y no solo, como casi siempre.
Llego hasta el comedor, grande fue su sorpresa al no ver a ninguno de sus progenitores, ni siquiera estaban servidos los platos, a excepción de uno solo, lo que significaba comer a solas, su estado de animo decayó más, sintiéndose fatal.
— Joven Giyuu, buenos días, en un momento servirán el desayuno.
— ¿Y mis padres?
— Tuvieron una reunión de emergencia, se disculpan por no estar.
Rodo los ojos, claro unas disculpas arreglaban todo ¿No? Es decir, usualmente servían, pero había días en los que simplemente no bastaban, como hoy.
— No quiero desayunar, bajare al rato, no me molesten.
Todos asintieron. Los ojos azules miraban el piso, rio en sus adentros, tal vez hoy estaba más sensible que otros días, iba caminar al pequeño cuarto donde tenían todos los medicamentos y cosas para primeros auxilios, pero su acción se vio interrumpida.
— Joven Giyuu.
— ¿Qué quieres? Dije claramente que no quería que me molestaran.
— Veo que te levantaste con el pie izquierdo, príncipe.
Ni lento ni perezoso, volteo rápidamente y busco con la mirada al dueño de aquella voz, lo vio justo donde terminaban las escaleras, cruzado de brazos y una sonrisa burlesca, casi de inmediato su mal humor se esfumo.
—¿Qué haces aquí?
— Que mala memoria la tuya. Ayer me contrataste sin mi consentimiento, pero que se puede hacer.
Ah, cierto, lo olvido por completo. El albino camino directo hacia el, su cuerpo temblaba al ver como se acercaba, no sabia si era por la fiebre o por los nervios usuales provocados por el otro. De repente sintió como una de las grandes manos del oji púrpura tocaba su frente.
— Tienes fiebre.
— Lo sé.
— ¿Por qué no estas en cama?
— ¿Por qué tu no estas resfriado?
— Tengo más resistencia de la que crees.
— Ya veo.
La mirada violeta buscaba conectar con los orbes zafiro, pero estos lo evitaban, temía que si, se perdía en la profundidad de aquella mirada, terminara llorando, justo ahora estaba muy sensible, por algún motivo necesitaba un abrazo y dormir en compañía de alguien.
— ¿Por qué me evitas? ¿Hice algo mal?
Una sonrisa suave se formo en sus labios, Sanemi era tierno en algunos aspectos, desde lo ocurrido ayer, pudo notar un cambio un poco drástico, pero no se quejo, al contrario, agradeció poder ver el otro lado del albino.
— No, solo me siento algo cansado.
El peli blanco lo miro no muy convencido por eso, sin embargo opto por creerle, se acerco más al azabache y sin pedirle permiso lo cargo entre sus brazos, justo como hace algunos días, el oji azul se sorprendió por tan repentino acto, sus labios formaron una "o" y quiso quejarse, pero si lo hacia, Sanemi lo iba a soltar y no quería eso.
— Si estas tan cansado no deberías caminar por ahí tu solo, yo te llevare a tu habitación.
—Pero...
— ¿Tienes algún problema?
— Yo venía por algunas medicinas.
Susurro bajito, casi con pena.
— ¿Dónde?
— ¿Eh?
— ¿Dónde están las medicinas?
— Oh, por ese pasillo, en la tercera puerta.
Señalo con su pequeña manita, indicándole a Sanemi por donde era, este simplemente se dejo guiar, se detuvo frente a aquella puerta negra, Giyuu iba a bajarse, no veía la forma de abrir la puerta mientras el estuviera siendo cargado por el albino, sin embargo Shinazugawa se las ingenio para entrar.
— ¿Dónde están las pastillas?
— Arriba, en aquel botiquín. - Estaba un poco alto, el oji púrpura lo alcanzaba perfectamente, pero sus manos estaban ocupadas sosteniendo al chico. - Sanemi...
— No te muevas.
— Pero...
— Tranquilo, yo resuelvo.
Giyuu podía observar desde su posición todos los movimiento del peli blanco, no supo como, pero cuando menos lo espero, Sanemi ya tenia en sus manos un frasco de pastillas.
— ¿Son estas?
—Si.
— ¿Necesitas algo más, príncipe?
Negó en silencio, el cicatrizado le dio el frasco de medicinas en la mano, para poder sostener mejor al azabache, salieron de aquel cuarto pequeño, caminaron hasta las escaleras, en donde Giyuu pudo visualizar algunas miradas curiosas observando a ambos desde abajo, se sintió un poco expuesto, pero no le dio tanta importancia, simplemente escondió su rostro en el pecho del de piel canela, quien al ver su acción sonrió ladino, su príncipe era una persona muy tímida aunque no lo pareciera, tal y como un gatito ¿Verdad?
Mientras tanto los pensamientos de cierto oji azul, eran un caos, es decir tener tanta cercanía estos últimos días con Shinazugawa fue repentino e inesperado, no era molesto, al contrario, pero aún así, era extraño y más cuando quería preguntarle tantas cosas, pero no obtenía una respuesta, no se quejaba, todo a su tiempo, pero el era muy impaciente, no se le daba bien esperar. Además cada día le surgía una duda nueva, como ahora, ver tan de cerca al albino, sentir el calor de su piel mezclarse con el suyo y contemplar sus cicatrices, esas que lo hacían único y jodidamente atractivo. Al principio pensó que esas marcas eran consecuencias de una pelea callejera, sin embargo, después del otro día, esa idea se disolvió, aún desconocía la causa, pero suponía que esas cicatrices tenían un motivo profundo detrás.
—¿Qué tanto miras?
—Nada.
— ¿Cuándo aprenderás a mentir bien?
— Solo miraba tus cicatrices.
—Eres un acosador, príncipe.
— No pienses mal, solo tengo curiosidad.
— Quieres saber como me las hice ¿Cierto?
— No tienes porque responder.
— No pensaba hacerlo.
— Lo sé.
— Mejor dime ¿Por qué estabas de mal humor?
—No sé de que hablas.
— No soy adivino ¿Sabes? pero veo que todavía estás molesto.
— Ves mal, ya no lo estoy.
— ¿Ves? Si estabas de mal humor, ¿Quieres decirme el motivo?
—...
— No estas obligado, yo tampoco respondo nunca tus preguntas.
El azabache dudo en hablar, las palabras vacilaban en sus labios, quería expresarse por primera vez, nunca conto sus problemas a alguien, sentía que lo verían como un mal agradecido, pero el no lo era, todo esa confuso, últimamente esa confusión se incremento a niveles exorbitantes, no podía manejar tanto.
— Mis padres...
— No tienes que hablar, si no quieres.
— Quiero hacerlo.
El otro se quedo en silencio, Giyuu tuvo una ligera idea sobre lo que pensó el albino, así que con una voz calmada y suave hablo.
— Yo voy a hablar porque quiero, tú no tienes que hacerlo ahora.
Recibió un asentimiento como respuesta, el azabache no iba a contar un poco de su vida, solo para que el albino se sintiera obligado a contar la suya, ambos lo harían cuando estuvieran listos para hablarlo.
— Mis padres prometieron estar conmigo hoy, últimamente todos hemos estado ocupados y ni siquiera nos vemos, pero no están, tuvieron que salir como siempre, cosas del trabajo. - Un sentimiento amargo se instalo en su pecho, dios, como lo odiaba. - No entiendo porque me quejo tanto, ya es costumbre y es necesario, digo los pocos momentos familiares son el precio a pagar por todo lo demás, seguramente ahora mismo estas pensando que soy egoísta y un mal agradecido.
— No pienso eso, no pongas palabras en mi boca.
— Lo siento.
— Entonces estas molesto porque tus padres no te dan mucha atención, pero te sientes culpable por quejarte ¿Verdad?
— Aja.
— ¿Has intentado hablarlo con ellos?
— No. Es absurdo, solo es un capricho mío.
—No es así. Escucha, háblalo con ellos, no en forma de reclamo, solo expresa lo que sientes, tal vez ellos no ven lo que tú y como un plus, vas a mejorar la comunicación con tus padres.
— No es tan fácil.
— Puedes decírselo por medio de una carta, no es necesario hacerlo en persona siempre.
— ¿Y que les diré? Se que dan lo mejor de si, para que no nos falten nada, pero aún así me siento solo, los necesito pero nunca están.
— Por lo que veo no quieres un consejo, solo quieres desahogarte ¿Verdad?
— Yo... No te enojes, solo es la primera vez que lo hablo con alguien.
— No es tu culpa pensar así, no te castigues, creo que has sufrido lo suficiente estando solo.
— Pero...
— No eres una mala persona por sentir, incluso con todo eso, tratas de ser un buen hijo, no tengo pruebas, pero tampoco lo dudo. Giyuu, no mereces atormentarte, deja de hacerlo, suena fácil ¿No? pero no eres nada de lo que piensas, permítete sentir.
— Sanemi...
— Soy un asco en las palabras, tal vez no digo lo que quieres escuchar, pero tal y como tu me ayudaste, yo quiero hacerlo contigo, no estas solo, ya no.
—Me alegra saberlo, gracias.
De sus labios se escapo una boba sonrisa, se sintió bien expresar un poco de lo mucho que estaba acumulando. Se acurruco como un bebé en los fuertes brazos canela, de pronto todo el remolino en su interior, se lleno de calma, estando feliz consigo mismo y con la compañía del peli blanco.
Unos segundos más tarde, entraron en su habitación, el azabache fue recostado con mucho cuidado en su cama, por un momento se sintió como la cosa más frágil y delicada del mundo, definitivamente Sanemi lo cuidaba mucho o tal vez solo estaba imaginando cosas.
Sin embargo ocurrió algo que ninguno de los dos se esperaba, el brazo de Shinazugawa sufrió un calambre, justo cuando estaba por retirarse, provocando una cercanía inesperada, sus alientos fueron uno solo y ambas miradas se miraron exaltadas, pero gustosas.
—Mierda.
— ¿Estas bien?
—Calla.
Su piel se erizo y por un momento, tuvo un deja vú, ayer justamente estaban así de cerca, recordó las palabras que susurro el albino "Quiero besarte", definitivamente su mente le estaba jugando una mala pasada, ¿Por qué justo ahora recordaba algo así? Quiso desviar su mirada, pero le fue imposible, los orbes púrpura lo atraían como un imán, imposible llevarle la contraria.
—Sanemi...
—Mierda, cállate.
Y es que el albino no la estaba pasando mejor, ni de cerca, llevaba mucho tiempo soportando la tentación de probar esos lindos y esponjosos belfos y tenerlos tan cerca no ayudaba en nada. Verlos moverse al hablar, solo aumentaba sus deseos de poseerlos, pero no quería que fuera así.
Por otro lado una palabra, cinco letras, jugaban en la boca del peli negro. "Hazlo" estaba totalmente seguro de lo que diría, pero los nervios se desbordaron por completo, provocando ciertas dudas, ¿Era correcto? ¿Estaba bien? ¿Por qué estaba emocionado?
Antes de que pudiera decir algo, el albino se alejo, se sintió como un tajante rechazo, ¿Dolió? Si, ¿Debía doler? No, ¿Entonces?
— Lo siento. Iré por algo para que comas, después empezare a trabajar.
— Espera...
No fue escuchado, vio como le daba la espalda y salía del lugar sin dirigirle la palabra, sintió unas inmensas ganas de vomitar y no, no eran imaginarias, tuvo que dirigirse al baño y tumbarse en el piso, temblando y con unas cuantas lágrimas adornando su rostro.
Ahora se encontraba recostado en su cama, escondido entre las sábanas, pensando en lo ocurrido hace unos minutos, sin duda actuó fuera de si, culpaba a la fiebre, si, tal vez solo era porque estaba enfermo ¿Verdad? Se removió intentando disolver esos pensamientos, le estaba dando mucha importancia, más de la que debería. Escucho la puerta abrirse, cerro sus ojos con fuerza, como si eso sirviera de algo para evitar al peli blanco.
— Traje algo de comer y también algunas cosas para bajarte la fiebre.
No dijo nada, fingió estar dormido, no sabia como mirar con normalidad al albino después de lo ocurrido.
—Giyuu, se que estas despierto.
Tímidamente se asomo, mostrando solo sus ojitos un poco rojizos y su cabello con algunos mechones desalineados, vista que Sanemi describía como preciosa, era arte, aunque eso solo quedara en sus pensamientos.
— ¿Sucede algo? ¿Quieres que llame un doctor?
Negó, no era necesario, solo debía dormir todo el día de hoy y comer bien, mañana estaría como nuevo.
— Ten, debes comer algo.
Coloco una mesita en la cama, donde estaba servido el desayuno, el cual consistía de un plato pequeño de arroz, un pescado a la plancha, unas cuantas fresas y frambuesas picadas en pequeños cuadritos y un té verde, un desayuno bastante usual en la dieta del azabache, sin embargo ahora no tenia tanta hambre, ni de broma se acabaría eso el solo.
— Debes terminarlo todo. — El otro asintió no muy convencido, de tan solo ver tanta comida se sintió asqueado. — Bueno, cuando termines puedes dormir un rato, te hará bien, yo me retiro.
— Espera.
— ¿Uhm?
— Quédate a comer conmigo, por favor.
— Yo ya desayune, además tengo que trabajar ¿Recuerdas?
—Yo soy quien te va pagar, así que hazme caso.
— ¿Ya te dije que me encanta cuando me das ordenes? Te hace ver más atractivo.
— ¡Sanemi!
— Solo bromeo, ¿Estas seguro que quieres que me quede?
— Si, no me acabare todo esto yo solo.
— Ya te dije que debes comer bien, ignora eso de hacer dieta, que se vayan a la mierda los estándares de belleza.
— No es por eso, no tengo mucho apetito.
— Bien, yo comeré el arroz, tu debes comer todo lo demás, para recuperar fuerzas.
— Esta bien, pero quédate, odio comer solo.
No sé dijeron nada más, en silencio y con cuidado, Sanemi tomo asiento justo enfrente del azabache, tomo un par de palillos y el tazón de arroz para comenzar a comer.
Giyuu estaba concentrado en su comida, mientras masticaba pequeños bocados, con sus palillos jugaba con los cuadritos de fruta picada, parecía que eso era lo más entretenido del mundo, cuando lograba atrapar con uno de los palillos algún cuadrito de fruta, una sonrisa muy tenue escapaba de sus labios. El albino se divertía con esa vista, en este corto tiempo, donde observaba detenidamente al azabache, pudo notar varias manías que este hacia sin darse cuenta, podía identificar el estado de ánimo del otro con tan solo una o dos acciones, ¿Desde cuando podía reconocer estos cambios? no lo sabía con exactitud, pero Shinazugawa siempre fue alguien muy observador y muy perceptible con su entorno, además Giyuu era una persona muy transparente, aunque claro no lo notaba.
Había muchas cosas que pasaban en la mente del albino en este momento, absolutamente todas tenían algo que ver con el oji azul, cosa que empezaba a detestar, no le era de su agrado entablar una cercanía emocional con las personas, no veía la necesidad de permitirse mostrar su lado vulnerable con alguien, ¿Qué pasaba si después esa persona lo usa en tu contra? Exacto, nada bueno. Sin embargo en una ocasión el ya se mostró vulnerable frente a Giyuu y por el contrario de lo que esperaba, fue ¿Reconfortante? no esta muy seguro de lo que sintió, pero podía asegura que no le molesto, además toda la relación que tenía anteriormente con el azabache, cambió drásticamente, ahora parecían más cercanos.
— Sanemi, te estoy hablando.
—¿Eh?
—¿Me estabas ignorando?
— Lo siento ¿Qué decías?
—¿En qué pensabas?
Pregunto curioso por el motivo por el cual fue ignorado.
— Nada importante.
— Mentiroso.
— Oh vamos, no puedes decirme nada, tu igual lo eres.
— Eso es diferente.
— ¿Ah sí? ¿En que?
— ¡Ese no es el tema! ¿Qué pensabas?
— Que cada día es más difícil resistir la tentación de besarte.
—...
Tal vez fue un poco atrevido, solo un poquito, pero no mintió, no del todo. Si bien ese no era su pensamiento en ese momento, si era uno al que le estaba dando muchas vueltas últimamente.
— Mentiroso.
— ¿Ahora por qué?
—Hace unos momentos pudiste besarme y te fuiste.
De todas las respuestas, esa claramente no se la espero, el albino pensó que el azabache iba a reclamarle esos pensamientos o a pedirle que se callara, como siempre, si le estaba reclamando, pero no era lo que esperaba.
— ¿Querías que te besara?
— No dije eso.
— ¿No?
— Simplemente tus pensamientos y acciones no concuerdan.
— ¿Entonces me dejarías besarte?
—¿Lo harás? o ¿Solo vas a alardear como siempre?
Ambos se miraron a los ojos, un choque entre la amatista y el zafiro se hizo presente, sus miradas mostraban cierta provocación y un destello deseoso, un duelo de miradas silencioso, la comida paso a segundo plano, las manos del oji azul temblaban ligeramente, no logro descifrar si era por la impaciencia o los nervios, tal vez ambas, por otro lado el albino contuvo sus impulsos de acorralar al azabache entre la cama y su fornido cuerpo. Mierda, maldijo en todos los idiomas posibles, estaba perdido en la profundidad de la mirada oceánica, aunque quisiera, no podía mirar a otro lado, estaba hipnotizado y los recuerdos de estos días, se proyectaron en su mente como destellos de alguna película.
— No sabes lo que dices, príncipe.
Giyuu no pudo responder, su mente estaba en blanco, incapaz de responder cualquier cosa, sus labios entre abiertos daban a notar su nerviosismo y su nula posibilidad para dar una respuesta. Sanemi rompió la poca distancia entre ambos cuerpos, tomando con fuerza, pero también con sumo cuidado el mentón del menor, el azabache dejó escapar un pequeño quejido de sorpresa.
Estuvieron en esa posición unos segundos, Giyuu ya no tenía fuerza para nada, de sus manos resbaló el tazón (ahora vacío) de fruta. Esos segundos se volvieron eternos, ninguno se atrevía a moverse, cualquier mínimo movimiento iba a obligarlos a juntar demasiado sus cuerpos, el azabache ya no sentía algún malestar en su cuerpo, su mente estaba concentrada y perdida en esos bellos ojos malva que, todo lo demás se le olvido.
De pronto sintió sus labios rozar suavemente con los del albino, inconscientemente abrió su boca, permitiendo un mejor acceso, sin embargo este nunca llego.
— Si voy a besarte, quiero que lo desees tanto como yo.
Sus labios fueron acariciados suavemente por una de las manos del albino, una caricia superficial a simple vista, pero por dentro del oji azul, el enjambre de abejas se volvió más intenso.
— Pero...
—No está a discusión.
—...
—Duerme un rato, necesitas descansar.
— Sanemi...
—No digas nada, príncipe.
¿Qué podía decir? Su mente todavía no procesaba nada de lo ocurrido, ni siquiera noto el momento en el que se quedo solo en aquella habitación.
Miraba a través de la ventana, sus ojos zafiro se mezclaban con el azul celeste del cielo, contemplaba las nubes con curiosidad, intentaba concentrarse en cualquier cosa que no tuviera nada que ver con el albino. A lo lejos escuchaba el tic tac del reloj, el cual marcaba las dos de la tarde, habían pasado ya cuatro horas de lo ocurrido, durante todo ese tiempo, el oji azul durmió un poco ¿Cómo fue capaz de dormir? Ni el sabe, de un momento a otro el cansancio lo supero.
Estaba aburrido, no tenía nada interesante por hacer, ya se sentía un poco mejor, la fiebre se había ido y solo quedaba un ligero dolor de cabeza, nada de qué preocuparse, así que opto por salir de la cama e ir en busca del oji púrpura.
Bajo las escaleras un poco apresurado, su mirada escaneo toda la sala en busca de su chico, pero no lo vio por ningún lado, hizo una mueca algo desanimado. Uno de sus empleados se acerco hasta el, para preguntar si necesitaba algo, así que aprovecho para preguntar donde estaba Sanemi. Se dirigió al jardín, al salir una fresca y suave brisa golpeó su rostro, por instinto sonrió, fue una sensación agradable, a unos cuantos metros pudo visualizar al albino, pero sin duda la escena que este protagonizaba fue inesperada.
—¿Qué haces?
—¿Podando?
—Créeme que estás haciendo de todo, menos podar a la pobre planta.
—Yo te dije que no sabía nada.
— Pensé que bromeabas.
—Puedes darte cuenta que no.
— El rosal que culpa tenia.
— Lo siento.
— Descuida, podemos culpar al perro de mi hermana.
— Dudo mucho que te crean.
— Puedo intentarlo.
Ambos rieron, desde otro punto de vista la escena era una muy graciosa, tal vez el albino tenía que pulir algunas cualidades.
— ¿Qué tanto has hecho?
— Me pusieron a barrer el jardín y a bañar a tu perro y una que otra cosa extra.
— Oh, ¿Qué tal tu primer día?
— Bien, los demás son muy amables, me agradan.
— ¿A Sanemi Shinazugawa le agradan las personas? Que sorpresa.
— Muy gracioso.
— Solo digo la verdad, durante mucho tiempo me trataste como una piedra en el zapato.
— Lo eres.
— ¿Gracias?
— Mejor dime ¿Cómo te sientes?
— Estoy mejor, me hizo bien tomar la pastilla y dormir, te dije que solo era algo leve.
— Me da gusto, pero aun así no deberías estar al aire libre, hoy está fresco el día, puedes recaer.
— A veces creo que tu eres más mandón que yo.
El cicatrizado rodó los ojos con fingida molestia, mientras que el otro soltaba una risita risueña, hablaban como si nada hubiese pasado, muy usual de su parte.
— ¿Y dejarás a la pobre planta?
— Supongo que si, no quiero empeorar las cosas.
- Le diré a mi madre que serás mi empleado personal, definitivamente eres un peligro en el jardín, no quiero imaginarme cómo eres en la cocina.
— ¿Tu empleado personal?
— ¿Te molesta?
— En lo absoluto, estoy acostumbrado a recibir tus ordenes siempre, nada inusual.
— ¿Te estas quejando?
— Para nada.
— Me estas dando por mi lado.
— ¿Tú crees?
— ¡Shinazugawa!
—Solo bromeo.
El de piel canela tomo algunas cosas de aseo y se dirigió al otro extremo del jardín, Giyuu simplemente lo siguió en silencio, pero curioso.
— ¿Qué vas hacer?
— Limpiar la piscina.
— Ah, ¿Puedo hacerte compañía?
— La fiebre va volver si te expones mucho al aire libre.
Shinazugawa fue ignorado por el azabache, pues este simplemente se había sentado en una de las sillas que estaban a unos metros de la alberca, afortunadamente había una sombrilla que lo cubría del sol.
— Me encanta lo obediente que eres.
—Cállate y ponte a trabajar.
Antes de empezar con su labor, Sanemi se dirigió hacia el azabache y antes de que este pudiera reaccionar, lo abrigó con su sudadera, era muy delgada, ya que el albino no era alguien friolento, todo lo contrario, sin embargo cubría perfectamente al menor, quien solo pudo sonrojarse por el acto, tal como una pequeña cereza.
— Gracias.
El otro asintió levemente, mientras se dirigía a hacer lo que le habían ordenado. La curiosa mirada azulina lo seguía en silencio, observando cada uno de sus movimientos, no estaba para nada cómodo sentado en aquel lugar, pero ignoraba este hecho, porque desde ahí, tenía una vista perfecta para contemplar al otro. Ver las expresiones del albino debido a sus esfuerzos y las pequeñas gotas de sudor resbalar por su sien hasta caer delicadamente al piso, por algún motivo esa escena provocaba que su rostro se volviera rojo, se regaño internamente por esos pensamientos, para nada apropiados. Escondió su rostro entre sus manos, para evitar evocar esas ideas a su mente, sin embargo cuando volvió a mirar, el albino estaba sin camisa, mostrando orgulloso su torso bien trabajado y sus cicatrices alrededor de este.
— Shinazugawa.
— ¿Uhm?
— Cúbrete.
— ¿Por qué?
— Solo hazlo.
— ¿No te gusta la vista?
Ese era el problema, la vista era tentadora, demasiado para su gusto, no le desagradaba en lo absoluto, pero le avergonzaba la idea de que el otro se diera cuenta de esto.
— No es eso.
— ¿Entonces?
— Solo hazlo, no preguntes.
— Me niego.
Su expresión cambió a una ofendida, aunque solo era una fachada, una parte de sí, agradecía ser ignorado por el albino.
— Sanemi.
— ¿Ahora que?
— ¿Puedo preguntar algo?
— Puedes.
— ¿Cuál fue tu primera cicatriz?
— La de mi rostro.
Se sorprendió un poco al obtener una respuesta, tentó un poco a su suerte y siguió preguntando.
—¿Cómo te la hiciste?
— Mi padre me la hizo.
— ¿Que? ¿Por qué?
— Si te respondo, ¿Te quedaras callado el resto del día?
— Si.
— Una vez él llegó ebrio, fue la primera vez en llegar en ese estado. Se volvió muy agresivo con mi madre, ella intentó detenerlo, pero su nula fuerza y su baja estatura no sirvieron de mucho. Yo baje a ver que pasaba, vi a mi madre tirada en el suelo, intente protegerla, pero padre golpeó mi rostro con una botella de vidrio, pude sentir el cristal desgarrar parte de mi piel, el impacto fue muy fuerte, daño la mitad de mi rostro y algunos cristales se incrustaron en mi cara, no recuerdo más.
— Lo siento.
— Ambos sabemos que no.
— Es decir, siento preguntar, yo no pensé que ese fuera el motivo.
— Supongo que algún día ibas a saber.
— Tu padre es una mala persona.
— Lo es.
— ¿No te sientes mal por eso?
— ¿A qué te refieres?
— Cuando me contaste de tu padre la primera vez, cuando fueron a la playa, en tus ojos pude ver algo de alegría, no parecías tenerle odio, pero ahora si.
— Lo odio.
— Aun lo quieres.
— Eso no hace la diferencia, mi padre no va cambiar sin importar lo que yo sienta.
— Sanemi.
—¿Uhm?
— Cuando tu padre se comporte así, ven conmigo y olvídate de él un momento.
-...
No obtuvo respuesta, pero en su interior supo que el albino lo haría, vendría a el para compartir su dolor y aligerar la carga, porque ambos se conocieron para eso, para dejar de estar solos, aunque fueran tan diferentes, eran compatibles. Ninguno iba a estar solo de nuevo, porque de alguna u otra forma se encontrarían, eran como dos imanes, imposibles de separar.
Pasaron un rato más hablando, desviaron totalmente la conversación, ninguno volvió a tocar el tema, eso estaba bien, para ambos. Aunque después de un rato se quedaron en silencio, necesitaban sumergirse un poco en sus propios pensamientos y emociones, con miradas fugaces que se daban de vez en cuando le hacían saber al otro un poco de lo que cruzaba por su mente, algo superficial, pero lindo, la forma en la que se entendían era linda, al menos para ellos.
El sol comenzaba a ocultarse, eran las seis de la tarde, afortunadamente Sanemi termino todos sus labores de ese día, así que sin nada más que hacer, se dirigieron adentro, en busca de algo de comer. Para su fortuna la comida no tardo mucho en ser servida, ambos tomaron asiento uno frente al otro, en el mismo sitio, si bien existía un comedor para empleados, eso fue algo que ninguno de los dos tomo en cuenta.
— Sanemi.
— Giyuu, prometiste dejar de hacer preguntas el resto del día.
— En mi defensa, no te dije "Lo prometo". Solo te dije que si.
— Uhm.
— Además no iba preguntar nada.
— Bien.
— ¿Alguna vez te has enamorado?
— Dijiste que no ibas a preguntar nada.
—Si me respondes, prometo quedarme callado.
— No.
—¿No? No te creo.
— Me han gustado dos personas, pero nunca me imagine algo con ellas.
— Entonces si te has enamorado.
—No, esas personas solo se me hicieron atractivas y me atraían una o dos cualidades suyas, pero nunca quise estar en una relación.
—Uhm.
—Miento.
—¿Eh?
— Tal vez solo una persona ha llegado a ocupar mis pensamientos, pero ambos sabemos que no se dará nada.
—¿Cómo lo sabes? ¿Ya le dijiste y te rechazo?
— Algo así.
—Ya veo.
— ¿Qué hay de ti?
—Pues actualmente no se si me guste alguien.
— ¿No sabes?
—Solo una vez en mi vida, había tenido esas mariposas en el estómago al estar con alguien, pero ahora parecen abejas.
—¿Qué clase de descripción es esa?
— No lo sé, es decir lo que siento por esta persona es mucho más intenso, es confuso.
—Entiendo.
— Pero me preocupo por el, me gusta su compañía y quiero que su atención sea solamente mía, quiero conocerlo en todos los aspectos posibles, ¿Eso es amor?
—Supongo.
—¿Supones?
— ¿Si? Eso de las cursilerías no es lo mío, pero si para ti eso significa amor, esta bien ¿No?
Giyuu estaba apunto de responder, pero unas voces en la entrada principal captaron su atención, sin esperar mucho, se encamino a la sala, Sanemi lo siguió, pero se limito a quedarse recargado en el marco entre el comedor y la sala.
— Madre, padre, bienvenidos.
— Gracias, lamentamos no estar aquí, te vamos a recompensar ¿Si?
— Descuiden.
—¿Qué tal tu día, hijo? ¿Algo nuevo?
—Me fue bien, tuve buena compañía.
— Nos alegra saber eso.
— Pediré que les sirvan la cena, tengo algo que hablar con ustedes.
—Será en otra ocasión, tenemos que salir de viaje, iremos a empacar, lo sentimos Giyuu.
— Oh, está bien.
— Gracias por entender, corazón.
— Que tengan buen viaje.
Recibió una corta sonrisa por parte de su padre, quien se fue sin decirle nada. Su madre en cambio dejó un suave beso en su frente, ¿reconfortante? Si, pero necesitaba más que eso, sentía ahogarse por dentro, de tantas lágrimas que estaba acumulando, tal vez exageraba un poco, pero cada día era más difícil estar solo.
— Giyuu.
No quiso voltear, apenas y podía contener las lágrimas, si veía los bonitos ojos malva que lo llenaban de paz seguramente rompería a llorar.
— No lo retengas, déjalo salir.
Negó levemente, para el seria humillante llorar frente a algunos de sus empleados por algo absurdo. El albino logro captar aquello, así que sin pedir permiso, cargo entre sus brazos al azabache (Acción que ya se convirtió en costumbre).
— Sanemi...
Lo llevó hasta la seguridad de sus cuatro paredes, Giyuu agradeció el gesto con una sonrisa dulce y al saber que tenían más privacidad, logró estar tranquilo.
— Gracias.
— No es nada.
Ambos se quedaron rodeados de un silencio bastante cómodo, al menos durante unos segundos.
— Sanemi, no pienses mal, pero ¿no deberías irte a tu casa?
—¿Me estas corriendo?
— No, pero es domingo y ya es algo tarde, supongo que quieres pasar algo de tiempo con tu madre y hermanos.
— ¿Estarás bien?
— Por supuesto.
— Bien, nos vemos mañana.
Asintió leve, vio una sonrisa ladina en el rostro del albino, inconscientemente hizo lo mismo a modo de despedida, pero antes de que el otro saliera del cuarto, hablo.
— Sanemi, cuídate ¿Si?
— ¿Te preocupas por mi?
— Más de lo que crees.
— Es mutuo.
Y sin más el albino salió del lugar, dejando atrás a un emocionado oji azul y su enjambre de abejas desbordado de alegría, porque ya no estaba confundido, estaba seguro que le gustaba ese hombre, Sanemi Shinazugawa se instalo en su corazón y no planeaba salir de ahí pronto.
HOLAAAA, nueva actualización, denle amor o lloro.
¿les gusto el cap?
Espero que si, porque lo hice con mucho amor. Por cierto, perdonen la demora, pero tuve una semana ocupada, no tenia mucho tiempo para editar el capitulo jsjsjs, pero aquí esta el noveno cap de esta historia.
El próximo capitulo hay besooo, por fin jaja.
Lamento mucho demorar en el beso del Sanegiyuu, pero necesitaba primero establecer una conexión emocional, si no, no me gusta jssj espero entiendan a lo que me refiero.
No olviden dejar comentarios, amo leerlos, lo saben ¿Verdad?
Cuídense, los tqm<3
Por cierto ¡Muchas Gracias por las mil vistas! y los 100 votos, me alegro mucho entrar y ver esto, sin ustedes no seria posible, gracias por darle apoyo y leer mi historia, me alegran mi día.
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