II

Hibari posaba la espalda en su cómoda y fiel silla que era testigo de todo el papeleo que tenía que hacer; miro los ventanales de su oficina en busca de una respuesta que lo había estado atormentando por muchos días y eso, definitivamente, lo cabreaba de sobre manera. Las respiraciones del pelinegro se sincronizaban perfectamente con las cosas que pensaba a la vez en busca de una solución fiable, las paz dentro del individuo se esfumaba al descartar pistas que al final del día valían nada y lo frustraban en gran manera por que atrasaban su trabajo.

Suspiro y se reincorporo de nuevo en su escritorio. Miro la pantalla de su computadora tal cual estuviera la respuesta que tanto buscaba. Tenía mapas, números de seguro social, fotografías, expedientes, pasaportes, multas...y a la vez no tenía nada.

Es cierto, los Yakuza ya habían tomado gran parte de Japón y el gobierno lo permitía en base a los acuerdos que beneficiaban a cada lado por igual; pero Namimori no lo permitiría por lo menos estando Hibari a cargo. Tenía superiores en la ley por mas que costaba aceptarlo pero eso no quería decir que los mismo acuerdos que tenían en mayoría se volvieran en minoría. La mafia japonesa ya estaba sobre pasando los límites que se habían establecido años atrás y Namimori que, por muchos años se mantuvo intacta, era ahora el centro de atención principal.

La pregunta aquí era ¿quien tiene mas posibilidades de sobrevivir? ¿La mafia o un demonio? Hibari sonrió, le interesaban los retos y definitivamente lo tomaría y lo estrangularía hasta sacar los resultados esperados. Tecleo con determinación a la par que miraba la información que aparecía frente a el, la examinaba y la analizaba como si estuviera bajo la presión de un cronómetro; dio enter para capturar los datos obtenidos y volvió a dejarse caer en la silla. Fue así como se encendió un interruptor invisible para que su celular comenzara a sonar, el himno de Namimori media se dejo sonar para que el líder del comité disciplinario entendiera la urgencia de la llamada pues el sistema era sencillo y práctico. Bufo arrogante cuando el celular seguía sonando y la mitad del himno estaba por concluir, levanto su aparato tecnológico con indiferencia y miro el número en el identificador de llamadas; apretó el botón de contestar unos segundos antes de que la llamada fuera transferida al buzón, se poso el celular en el oído y no dijo nada, solo dejo hablar.

El silencio en la oficina no era extraño, siempre tuvo un lugar cómodo y pacífico para hacer sus labores así que era sencillo interpretar los sonidos de enojo que de vez en cuando se escuchaba del carnívoro.

Colgó. Apago su computadora y tomó su sacó casi en el mismo acto, camino hasta la puerta de su oficina y tras tomar las llaves de su motocicleta que guardaba dentro de un bowl. El sonido de la puerta cerrándose fue suficiente para saber que el demonio ya no se encontraba dentro y el chasquido de la llave deslizándose quería reflejar una puerta asegurada por si alguien tenía en suficiente coraje de invadir su privacidad.

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No eran ni las cinco de la tarde cuando el infierno se desató en las calles de mala reputación en Namimori. Gran parte de sus subordinados en conjunto con la seguridad publica del estado tenían asignadas las partes en un radio de 10 kilómetros como mucho para monitorear el constante choque fe bandas comunista y adolescentes rebeldes pertenecientes a la pelea del territorio comúnmente conocido como el centro de apuestas.

Hibari no estaba acostumbrado a estar ahí; apenas la motocicleta dejo de hacer ruido con su potente motor los presentes se tensaron de sobremanera, los pasos ligeros pero determinados guiaban lo que seguro se convertiría en toneladas de papeleo y seguramente una investigación con muchas noches en vela. Nada perfecto para lo que veían obvio.

-Si no fuera tan importante no lo habría llamado Hibari-san- el nombre del osado era kusakabe, en otras palabras, la mano derecha del joven mas temido en esa zona.-tenía que ver esto-

El de mirada gris no dijo nada, paso por alto su advertencia y camino por los charcos de sangre que terminaban de secarse, los cuerpos no le interesaban tanto de lo que esperaba suponiendo que la historia sería de las mas comunes en esa zona...o eso sería lo mas objetivo.

-cinco cuerpos Hibari-san, asesinados perfectamente- siguió hablando a la par que seguía los pasos de su líder. No era experto en esos temas pero sabia las causas de muerte por los analista que poseían en el sistema.

-Los mismos en cualquier enfrentamiento de este lugar- sentencio seguro de si mismo y con tono filoso. Kusakabe que se caracterizaba por ser alto, imponente y de peinado extraño negó con la cabeza lo cual era sorprendente no solo por que retaba a la autoridad si no por que su autoridad era de las personas mas temidas a su corta edad

-Uno de ellos era estudiante de Namimori media- se apresuro a decir y, como si aquellos fuera un imán de atención los ojos grises lo hicieron sudar- No solo es eso- murmuro con desconfianza.

Kyoya se inclinó en cunclillas e identifico a la víctima que tenía cubierta gran parte de la cara con sangre, definitivamente era alumno de su jurisdicción. Se cabreo por la cantidad de papeles que tendría que hacer en causa de eso; sin embargo su expresión cambio drásticamente cuando con una de sus tonfas movió el cuerpo y dejo ver sus tatuajes.

-Yakuzas- definió con veneno en sus palabras

-Cada uno de ellos- apoyo con pesar su mano derecha.-Pero no fue una masacre entre ellos- se adelanto ante su posible hipótesis.- los vecinos llamaron por un incendio con olor a gasolina, consideraron que había una fuga y los bomberos informaron a investigación de los asesinatos que, a su vez, nos llamaron a nosotros.-

-Los asesinaron con intención de que nosotros los encontraramos- bufo interesado-

-Muertes pulcras dignas de una tortura con mano limpia-

El pelinegro no hizo nada mas que sonreír y pararse, se sacudió el sacó y camino en dirección contraria como si nada de eso hubiera pasado, tomo el casco donde lo había dejado para que al final solo se subiera en camino a su oficina. Tal vez esa noche tendría mucho papeleo en cuestión a su responsabilidad como prefecto y encargado del alumnado; sin embargo los asesinados eran los más buscados como informantes de la mafia que apenas comenzaba a asentarse. Verlos muertos le facilitaba las cosas por unos meses ya que ellos eran los primeros y hasta donde sabia los únicos de la zona. La única pregunta era ¿Quien los asesinos?.

El rostro tan serio del demonio de namimori combinaría a la perfección con la sonrisa satisfactoria de la pelirroja que lo veía entrar a la escuela  desde la punta del árbol mas alto esperando pacientemente el momento perfecto para pararse frente a el y jurarle fidelidad hasta la muerte...después de todo hizo una promesa.

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