I

Los tacones eran elegantes, sus maletas extremadamente caras y por donde quiera que pasaba muchos la miraban. Su cabellera roja era larga y sumamente hermosa, sus ojos penetrantes aun que estaban escondidos por los lentes obscuros, su vestimenta justa pero no atrevida llenaban de envidia a las mujeres que pasaban por ahí.

-¿destino?- la chica subió al taxi luego de que éste se ofreciera a subir sus maletas. El asiento de atrás no era para nada de lujo tomando en cuenta que era un transporte público.

La mencionada se cruzo de piernas y prendió su teléfono móvil. El cronómetro del celular era solamente diseñado por una persona: ella.

-Escuela media Namimori- habló sin ningún tono de voz en especial.

-¿estudiará ahí?-

El motor se prendió ocasionando que el olor a combustible llegará a la nariz de la pelirroja; misma que abrió la ventana para dejar que el aire circulará libremente.

-¿conoce al demonio de Namimori?- contestó con una fría pregunta. La risa preocupada del conductor no hizo que la de lentes obscuros lo volteará a ver en lo más mínimo. La chica se quedo en silencio.

-Será mejor que no te metas con él, cariño- la voz sonaba segura, el cambio de dirección del auto estándar y la respuesta del taxista era lo único que se escuchaban dentro del auto. La pelirroja no hablaba a menos de que fuera necesario- y más si irás a estudiar a Namimori-

ella miro con nostalgia propia las calles por las que estaba siendo conducida. Pensaba que después de 5 años su bella ciudad no había cambiado en casi nada...salvo que se veía más limpia, más en orden y por supuesto pulcra.

-Hibari-san tiene fama de ser más que un demonio-

Una sonrisa de labios pálidos se dibujo en el prefecto rostro de la extranjera. Escuchar de nuevo su nombre producía en ella una sensación de cosquilleo; trabajo cinco años sin descanso sólo para volverlo a ver y así, cumplir su promesa.

-¿sólo está a cargo de la escuela?- preguntó de forma monótona.

-Esta a cargo de toda la seguridad en Namimori-

De nuevo una risa cínica de parte del taxista. Dieron vuelta en la avenida Keiken, famosa por ser de los barrios más bajos en Namimori. La chica también sonrió, era claro que no sabía con quien se estaban metiendo.

-¿Por aquí se llega a Namimori media?- preguntó con voz inocente, deslizo su pierna por su traje de cuero y se quito los lentes obscuros puesto que el sombrío lugar le limitaba la vista; era extremadamente innecesario seguir con ellos en el rostro.

-Bueno querida- explicó arrogante el conductor- Lo malo de que los extranjeros vengan por aquí es que no saben que los yakuza están empezando a tomar Namimori-

-¿Y hibari lo permite?-

-Son un dolor de cabeza; no sabe dónde esta su primer cuartel-

-¿Este lugar asqueroso?¿cómo no se le ocurre?

El carro se detuvo en el callejón poniente. La chica detuvo su cronometro personalizado: 5:45 minutos. La punta de una pistola de corto alcance choco con su cien, no había olvidado que la ventana la tenía abajo y no se arrepintió.

-Entonces trabaja para los yakuza- fulminó tranquilamente.

El hombre era gordo, su barba mal cortada invadía la mayoría de su mentón, tenía por lo menos la mitad de sus dientes hechos de cobre y los sobrantes estaban podridos.

-Trabajo para traerles chicas- se encogió de hombros. El olor que desprendía aquel lugar la pelirroja lo describía como una combinación de heces fecales y orina. -Baja si no quieres que te perforen el cráneo-

-Gracias por su tiempo- la puerta se abrió, la mirada azul recorrió rápidamente el panorama.

Por lo menos cuatro hombres la rodeaban, uno bajaba las cosas del maletero y al final sólo quedaba el conductor que acababa de cerrar la puerta del piloto. Dos con armas cortas, cada uno enfundada en cada costado; uno con escopeta en mano, el conductor con una navaja y una calibre 40, el último desarmado.

-Pero que preciosa- bufó el que la amenazaba directamente con el arma en la cabeza- ¿Italiana?-

-Alemana- contestó sin mirarle.- demasiada mujer para una escoria como tú-

Las risas de sus compañeros burlándose lo hicieron enojar más de lo que la chica había logrado. Aproximadamente 20 años, la mitad de su cuerpo tatuado, sus ojos marrones y su piel atacada por un acné juvenil eran descriptivos. La tomó del cabello y la jalo hacia él: Definitivamente el líder después de evaluar la sumisión de los sobrantes; todo esto en un breve ensayo mental de la de mirada azul.

-¿Crees que eres mejor que yo? Perra- su aliento desprendía nicotina y alcohol de noches de fiesta.

-Soy mejor que tú; herbívoro-

Hay un dicho entre las mafias europeas; un dicho que inicio hace dos años. Llegó como una niña huérfana al centro de rescate San Rentro en Alemania; sus cuidadoras la maltrataban y la hacían sentirse peor que basura; sus castigos eran físicos causándole heridas e incluso fracturas. Pero lo que definitivamente les molestaba era que la niña jamás lloro.

El dicho era peculiar y misterioso; nadie sabe quien lo inicio sin embargo todos saben de quien habla: "Su cabello es el mismo infierno y sus ojos las gemas que nadie puede tener ".

Tres cuerpos tirados, cada uno de ellos ensangrentado a charcos, los tacones hacían eco en aquel sucio lugar y la mirada de terror de los que seguían vivos buscaban misericordia en las gemas azules. Lo sorprendente no era que aquella chica de cabellos rojos hubiera matado a tres de los suyos si no que la forma en la que lo hizo era pulcra y a la vez que sanguinaria.

El primer muerto por una bala en el ojo, su cerebro explotó pero el disparo no lo atravesó; la sangre corría a chorros por el orificio ocular tapándose de vez en cuando por pedazos de cerebro destrozado en el interior. El segundo se mató a si mismo; prefirió eso a morir lentamente ¿Quien sería capaz de aguantar la mutilación de sus genitales? la chica lo obligó a suicidarse. El tercero, perforado por su extremadamente caro tacón de diseñador.

-¿Quien eres?- un disparó rebotó en su cabeza. Un tiro perfecto en el tabique de la nariz, sus ojos quedaron en blanco y la sangre escurría por sus fosas nasales.

El taxista pedía por su vida y el último; el más joven lloraba, su cuerpo apenas estaba tatuado por lo que la joven indujo que era un novato.

-Es una lástima que mueras tan rápido.- habló con elegancia y dulzura- ¿Cuantos años tienes?-

-Acabo de cumplir dieciséis-

-Interesante- el crujido de la recarga provocó que el castaño cerrara los ojos esperando una muerte que no llegó; en su lugar un cuerpo pesado cayo a sus pierna. Era el taxista- ¿Cuantos Yakuza quedan en Namimori?-

Nada salió de sus labios. La pelirroja negó con la cabeza decepcionada, sonrió y se inclinó sobre sus cunclillas para quedar a la estatura del chico.

-Es una lástima que no cumplieras tu sueño de ser bombero; Lyn-

-¿como sabes mi nombre?-

-Solías llamarme Albóndiga Shai ¿No lo recuerdas?-

-Dios....¡Tú!...¡No puede ser!-

-Es una lástima que le causes problemas a Hibari-kun- la sonrisa que se dibujo en su rostro era en muchos aspectos escalofriante; la sangre en su interior se heló mientras veía como disfrutaba cargando su silenciador.

El grito aturdidor de un callejón vacío aún se escuchaba a pesar de que la chica tuviera el casco sobre la cabeza. La motocicleta de uno de los yakuza era más divertida de lo que ella creyó cuando la vio aparcada en una esquina no muy alejada del taxi desde que llego. Su motor era potente y no dudaba que fuera tan rápido a como ella quería; eran las dos de la tarde y sabía exactamente donde quedaba Namimori Media. Prendió de nuevo su cronómetro, lo guardo en la chaqueta de cuero y arrancó deteniéndose por un momento a lado del cuerpo del su última víctima.

-Adiós Lyn-

El sonido de un cráneo bajo las gruesas llantas de la motocicleta la hizo sentirse satisfecha pues, haberle disparado en los pulmones y que se estuviera ahogando con su misma sangre no eran algo que reconfortaran a la alemana. Por el retrovisor examinó la carnicería que hizo sin ensuciarse la ropa, disparo su última bala al tanque del taxi y este explotó con todo y sus maletas.

Ese dicho europeo estaba destinado a una mujer; mujer de corta edad que se gano una fama y un respeto por muchas mafias. Nadie la llamaba por su nombre por que nadie lo sabía aun que algunos se referían a ella como: "La princesa persa" ¿por que? ella misma se lo puso, sólo eso saben.

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