#2 Buenos días

Habían pasado dos días desde que Shazadi y Hibari limpiaron juntos el salón de clases antes de regresar a casa, la chica lo hacia por gusto mientras que Kyoya cumplía un castigo que no merecía pero igual ambos limpiaron en silencio y sin decir ni una sola palabra. Shazadi era pelirroja, regordeta, cachetona y pecosa; una niña que resaltaba entre las demás por su apariencia mientras que su acento a veces ganaba en su vocabulario y resultaba hablar muy pronunciada mente.

Ese día en especial era miércoles y todos los alumnos de 5-A estaban emocionados por escuchar su nombre salir de los labios de la maestra con melena canosa; el salón de Shazadi tenia una mascota llamada Pit: un hámster blanco con manchas cafés y ojos aceitunados que era asignado al cuidado de un niño cada miércoles llevándoselo a su casa y regresandolo sano y salvo el miércoles siguiente.

Era la última clase y todos estaban emocionados por aquel evento, niños y niñas se juntaban en el escritorio de la maestra mientras que Shazadi esperaba en silencio desde el rincón de su lugar, acto que imitó el pelinegro de a lado pues si algo tenían en común aquellos dos era su soledad.

Hibari leía un libro sin prestar mucha atención al alboroto que tenía frente a él, como siempre parecía vivir en su mundo sin importarle poco o mucho lo que ocurriera fuera de su lectura. Era cierto que más de una vez había dejado en claro a todos sus compañeros que nadie debía molestarlo pues a pesar de ser un niño su semblante era de temer; definitivamente no había advertencia vacía en aquello ojos grises.

Shazadi, a diferencia de los integrantes de su aula, se sentía tremendamente cómoda al lado de kyoya no sólo por su silencio sino porque de alguna manera su indiferencia la hacía dejar de pensar en aquella palabra que había marcado su vida estos 10 años: prejuicio.

-Chicos...- habló divertidamente la de cabello canoso mientras calmaba con paciencia el júbilo de sus alumnos, por supuesto, sin pasar por alto a esos dos integrantes que como siempre decidían alejarse del grupo. - Recuerden que el hecho de cuidar al hamster Pit no quiere decir que por ser pequeño no necesitará de muchos cuidados- explicó tranquilamente - es un ser vivo y debemos respetarlo como tal.-

¿Por qué razón ni el pelinegro ni la pelirroja se emocionaban ante tal acto? simple, no querían verse involucrados con los demás. Aunque por mucho tiempo Shazadi espero ansiosa aquel día de cuidar al pequeño hámster termino por resignarse ya que la última vez que lo intentó muchas burlas, quejas y rostros enfurecidos se giraron en torno a ella.

La maestra de quinto grado no sabía con exactitud lo que sentía por ambos niños solitarios pues sus años de experiencia no eran suficientes para entender el pensamiento de criaturas tan pequeñas cuya inocencia ya no existía más. Y es que nadie mejor que ella conocía la historia detrás de la soledad.

-Hibari-san- una voz regordeta, gruesa y un tanto pesada se dirigió al chico de cabello negro en un susurro tímido; no era muy propio de ella hablar con las personas. El mencionado la miro sin ninguna emoción- la maestra me pidió que le prestara el libro de literatura del curso pasado pues se enteró que cuando usted lo quiso comprar ya estaban agotados.- y acto seguido poso a su costado un libro pequeño con el dibujo de un gigante subiendo una enorme rama. Kyoya asintió y de nuevo se concentró en la lectura.

-¡Sugoi!- exclamo el mas alto de la clase- me a tocado- algunos aplaudían y otros simplemente hacían puchero. La campana de la salida se escuchó y los pequeños alumnos salían en orden como era de costumbre pues, en ese colegio, ya tenían una rutina específica para entrar y salir.

Cómo era de esperarse los últimos en irse fueron aquellos solitarios de la clase. Hibari tardaba en salir ya que se tomaba el tiempo necesario para guardar sus cosas con suma tranquilidad mientras que Shazadi no era capaz de empacar tan velozmente sus cuadernos con aquellas manos torpes que poseía además, prefería evitar a todos aquellos compañeros que siempre la molestaba y ese día no fue la excepción.

El chico alto que gano el cuidado de Pit salió tras la maestra que a su vez, se despedía con una sonrisa del pelinegro y la pelirroja. Mientras que el de mirada gris no respondió ante aquella salids la de mirada azulada reverencia reverenciaba con respeto a su superior.

Yuki se quedó al final junto con cuatro de sus amigas. Al parecer el miedo hacia hibari había pasado en esos dos días y molestar a la regordeta pelirroja era algo que les faltaba en su rutina así que no dudaron en acercarse en cuanto el pelinegro se había ido.

-Albóndiga Shai, supe que ayer tu abuela te dejo afuera de tu casa- se burló una de ellas cuya mirada asimilaba el color violeta.-¿tampoco te quiere?-

-fue al doctor- explicó aquella chica que fue rodeada sin darse cuenta, de nuevo comenzó a jugar con su dedos y la mirada fue agachada.

-no es cierto, te dejo afuera por que eres gorda y fea- fue Yuki la que rió esta vez- ¿verdad albóndiga Shai?- la chica cuyo objeto de burla era se quedo en silencio- ¡te estoy hablando tonta!- el azote contra unas bancas se escuchó en el aula, la niña molestada no era capaz de conservar muchos el equilibrio por lo que el empujón de la castaña de ojos verdes fue suficiente para encontrar el suelo.

Las lágrimas salieron, no era la primera vez que la trataban así y sabia que tampoco seria la ultima.

-Si yuki- de sus labios por fin salieron unas palabras temerosas. -tienes razón-

-lo se, siempre la tengo- hablo orgullosa frente a sus amigas.- Ya que estas en e suelo que es donde debes estar, limpia mis zapatos con tu suéter enorme.-

-Si yuki-san- asintió la pelirroja. Sus maltratos eran algo con lo que vivía mientras que esta vez le aliviaba saber que su cabello no resultaría mojado o cortado.

La tortura siguió durante otros diez minutos mas pues las chicas pronto se aburrieron y después de mojar toda la maleta de la de mirada azulada optaron por irse alabando a su líder. Shazadi ya no lloró, se quedo en silencio en cuanto las risas se transformaron en eco y ese "vaya albóndiga tonta" de quedara en los pasillos de la primaria, luego tomo una escoba y arreglo su aula como si nada hubiera pasado.

La tarde llego y aquel salón de 5-A estaba reluciente, Shazadi salio de la escuela colgando tras de si una maletas escurriendo a chorros provocando que su uniforme se mojara de igual manera. El camino a su casa era tranquilo, nadie la molestaba por que las miradas de otras personas se enfocaban en cosas mas interesantes.
Namimori nunca le gusto no por que fueran crueles con ella si no por que le hacían falta sus padres, los ojos azules siempre se clavaban en aquellas figuras fotográficas que posaban en el estante de la chimenea; si padre tan alto, su cabello tan sedoso color miel y sus ojos coló verde eran de admirar mientras que si madre...era una mujer hermosa con un largo cabello pelirrojo que se rizaba desde la mitad de su espalda y esos ojos azul celeste que la hacían parecer una princesa ¿por que no era tan hermosa como ella?.

-Hija, haz llegado- kurenai era su abuela, su aspecto reflejaba muchos años de pesar, su piel era pálida y su voz muy dulce- ¡pero que empapada estas! ¿que a pasado?.- preguntó una angustiada abuela.

-de nuevo me caí y la ventisca me gano-

-Shazadi te e dicho que no juegues en el agua- la niña asintió con expresión triste- anda, ve a secarte que preparé buñuelos. Tus favoritos- la mirada de la ojiazul se iluminó y por arte de magia aquella expresión triste desapareció.

Era cierto, la abuela de aquella niña nunca supo cuanto sufría cada día de su vida.

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