6
[♦️🪽]
— Así que ¿vas a contarme todo lo que yo quiera saber? —preguntó Angel.
Husk ya había llevado a la asotea algunas mantas limpias. Las extendió en el suelo, igual que algunos cojines que se había encontrado en el departamento. A Angel le llamó la atención que tuviera cojines. Eran suaves, aterciopelados... Y tienen marquitas de garras esparcidas por todas partes. No pudo evitar imaginarse a Husk aplastando las almohadas con sus patas y enterrando las garras en el cojín antes de dar círculos sobre la cama y finalmente quedarse dormido enroscado entre las almohadas. Esas imágenes mentales ablandaban su corazón al instante.
Pero también le dio algo de tristeza... Porque el Angel de antes le habría hecho muchos chistes sobre eso. Claro, lo habría jodido sin parar y le habría preguntado alguna estupidez como si también entraba en celo igual que los gatos... Sí, los machos no hacían eso, pero seguramente habría hecho enojar a Husk y eso le divertiría.
Desgraciadamente no podía. Intentó decir una broma pero la garganta se le cerró y se sintió estúpido antes siquiera de poder hacerlo.
— Siempre que no te pases de listo —respondió Husk
Había distancia entre los dos. Husk estaba acosatado mirando al cielo, con los brazos debajo de la nuca. Movía la cola lentamente.
Angel estaba sentado en el otro extremo. Veía en su dirección y tenía las piernas abrazadas con ambos pares de brazos. Se sentía ansioso. Quería apretar la pequeña muñeca rosa con el nombre de Sally bordado, pero no la había llevado, ahora que lo pensaba, no estaba seguro de si eso era bueno o malo.
— ¿Vivías solo aquí? —Angel comenzó la ronda de preguntas.
— Completamente. Pero ya sabes, no siempre estaba aquí o no siempre estaba solo.
— Traías... ¿Compañía? —lo que Angel realmente quería preguntar es si llevaba personas a follar al departamento.
— A veces organizba noches de apuestas. Eran perfectas para atraer novatos al juego. Eran los que caían más fácil —respondió Husk, una sonrisita maliciosa se había posado en sus labios.
— Buena respuesta, gatito —dijo Angel con una pequeña sonrisa.
— O una pregunta muy obvia —respondió Husk y giró levemente su rostro para verlo.
— No cuentes mucho con que siga así —Angel respondió.
— No lo hago, en realidad no tengo idea de qué más vas a preguntar y qué es lo que podría responder. —confesó mirándolo directamente a los ojos. Su cola se movió suavemente en el aire.
— ¿Cuál fue la peor parte? —preguntó Angel.
Esta vez Husk no estaba preparado para esa pregunta pero estaba dispuesto a responder. La sonrisa de su rostro desapareció y pensó algunos segundos antes de hacerlo.
— Todo. Era emocionante, adictivo. Pero cuando las cosas se me fueron de las manos, no hubo más que desesperación. Una sensación de estar metido en un círculo tormentoso del que no podía escapar. Fue así desde mucho antes de que Alastor llegara.
Angel se quedó en silencio. Quería preguntar cómo había sido. Cómo terminó vendiendole su alma.
Angel no odiaba a Alastor. Valoraba de cierta forma lo que había hecho por el hotel, aunque eso seguramente tuviera un precio, aunque había fallado contra Adán. Sin embargo, tenía la sensación de que si preguntaba, obtendría respuestas que odiaría y probablemente le harían odiar a Alastor.
— ¿Tuviste familia? —preguntó de pronto—. Antes de morir...
Husk pareció volverse más pequeño y débil después de eso. Angel quería retractarse porque los recuerdos de las cosas hechas en vida nunca eran sencillas, pero fue más fuerte su deseo de conocerlo.
— Sí. Tuve una esposa. Tuve hijos... Dos... No he visto a mis hijos aquí. No sé si siguen vivos o murieron ya. Si lo hicieron, ojalá no hayan terminado en el infierno —Husk dijo con una voz áspera y apagada.
— ¿Y tu esposa? —la pregunta había salido casi automáticamente. Y de ello no se arrepentía. Angel de verdad quería saber que había sobre eso.
Contó los segundos que Husk tardó en responder. Treinta y seis segundos. Estaba claro que no era un tema en el que deseara ahondar.
— Está aquí. La vi una vez, no hablé con ella —Husk respondió y Angel pudo notar como cada músculo de su cuerpo se tensaba—. Ella era... De ese tipo de mujeres que crees que tienen ganadas las puertas del cielo. Iba a la iglesia cada domingo, hacía reuniones cada miércoles para estudiar la biblia. No dejaba que nuestros hijos faltaran un solo día a la escuela dominical.
Angel apoyó el mentón sobre sus brazos.
— ¿Qué crees que pasó para que ella terminara aquí?
— Yo —dijo Husk sin dudarlo ni un segundo—. No puedes retener la bondad dentro de ti cuando estás casado con un ludopata alcohólico que le grita a toda la comunidad que se vaya al diablo. Ella se volvió hostil. Además era extremadamente conservadora. Más de una vez arruinó la vida de alguna chica que había abortado o fue cruel cuando un miembro de la iglesia se declaraba gay. Nadie conocía su lado áspero mejor que yo.
— Entonces no fue tu culpa —Angel quería consolarlo de alguna manera, pero no conocía tan bien la situación como para decir algo verdaderamente creíble.
— No lo sé. No me acerqué a ella para preguntarle. Seguramente me diría que yo arruiné su vida y arruiné también la vida después de esa.
— La vida es una mierda. Luego la muerte es una mierda... ¿Dónde está ella ahora? —cuestionó Angel con voz suave.
— ¿Crees que te diré dónde está ella? Eso fue hace años. Ni siquiera estoy seguro de que haya sobrevivido los exterminios desde entonces —se sintió cruel al confesar el poco interés que tenía por la mujer que había sido su compañera por casi cincuenta años.
Angel se quedó en silencio. Miraba de reojo a Husk tratando de adivinar si estaba bien con la conversación, si pensar en el pasado le hacía sentir algo... Claro que debía sentir algo. No por nada lo mantenía oculto de todos. Aun así su rostro no parecía reflejarlo. Husk se veía tranquilo y Angel no sabía si era por hablarlo después de tanto tiempo o era el lugar en sí el que le proporcionaba esa calma.
— ¿Por qué dices que te confundo? —preguntó Husk de pronto, sin mirarlo siquiera.
Angel se vio sorprendido por esa pregunta, dió un pequeño brinquito. Se sonrojó al recodar todo lo que había dicho en ese pequeño momento de crisis.
— ¡Púdrete, gatito! No me vas a hacer cambiar de tema —gruñó Angel y desvió la mirada, con la esperanza de que eso fuera suficiente para acabar con en asunto.
Pero no lo fue.
Husk se levantó del suelo y se inclinó hacia él buscando la mirada de Angel. Él pudo sentirlo, pero se rehusaba a mirarlo de vuelta.
— ¿Cómo estoy confundiendote? —insistió Husk.
Angel podía sentir sus latidos desbocados, como si su corazón fuera a salir por su boca en cualquier momento a la vez que él mismo se volvía cada vez más pequeño.
— No quiero hablar de eso.
— Parece que hay muchas cosas de las que no quieres hablar.
— Te recuerdo como me aseguraste que no intentarías obligarme a hacerlo —Angel murmuró.
Husk puso la mano sobre su cuello. Luego lo acarició. Angel no esperaba ese toque pero ahora se sentían tan familiar. Notaba que el contacto físico era algo muy propio de Husk, siempre se las arreglaba para encontrar una manera de tocarlo, asi fuera con un simple roce de sus manos. A Angel le encantaba que fuera así. Que él lo tocara solo porque quisiera y no poque buscará algun tipo de contacto sexual. Relajó sus hombros de inmediato y volteó a ver a Husk. Sus ojos oscuros lo miraban de cerca. Le hacía sentir algo encaramandose en la boca del estómago.
— No quiero confundirte —dijo Husk suavemente.
— Lo estás haciendo ahora mismo —suspiró Angel.
Todo se apagaba. La angustia que sentía hace unos momentos empezaba a bajar su intensidad pero aun estaba ahí, aun estaba enredandose en cada parte de Angel pero eso era precisamente lo que hacía que necesitara tanto de Husk.
Lo necesitaba, más de lo que quería admitir. Lo necesitaba tanto que dolía. Le dolía ver esos ojos dijos en los suyos porque aunque estaba tan cerca no lo estaba lo suficiente.
— Entonces soy pésimo en esto ¿No? —dijo dejando salir una risita ronca con esa voz grabe que tenía.
Angel también rió y esta vez su risa se sintió natural.
— Lo eres. Pero no todo es tu culpa.
— Eso ya lo sé. Es culpa tuya —Husk susurró.
A Angel no le parecieron mal intencionadas esas palabras, por el contrario, en tono en el que Husk hablaba, la manera en que acariciaba su cuello mientras lo hacía y esa mirada tan dulce en sus ojos, hizo que Angel se estremeciera, que estuviera a punto de lanzarse a él pero aun no tenía el coraje para hacerlo. Aun se sentía demasiado roto para intentar cualquier cosa.
— Vamos a casa —dijo Husk y se apartó. Angel cerró los ojos.
— Claro
Lo único que quería es todo dejara de doler tanto.
[♦️🪽]
Al día siguiente…
Bien, el día estaba despejado. Lucifer no había visto la estúpida cara de Alastor en todo el día. Todavía no entendía qué es lo que el idiota cara de ciervo había querido hacer la noche anterior. Claramente no tenía intenciones de descubrirlo. Luego de la salida de Alastor de su habitación, ahora sí que prefirió salir de su torre para evitar una cosa como esa. Aún le daba un no sé qué en la espalda cada vez que a su descarriada mente se le ocurría recordar eso.
Había visto llegar a Angel y Husk la noche anterior. Algo raro estaba pasando entre ellos pero ni de broma podía Lucifer descifrar lo que era.
Ahora iba caminando por el hotel, solo intentando mantener la mente ocupada aunque tampoco es que su cerebro tuviera muchos momentos de inactividad a pesar de que todo el mundo creyera eso.
De hecho no paraba y eso era estúpidamente estresante. Lidiar con todos los pensamientos que se formaban a la vez era peor cuando se adentraba en las masas, como ahora. Había personas por todas partes. Detestaba las multitudes, detestaba todos esos sonidos extraños que hacían. Al hablar, al respirar, al masticar. Pasar entre la gente era una tortura pero era el Rey del infierno, estaba apoyando a Charlie y estaba evitando encontrarse a solas con Alastor.... No, eso no. No estaba haciendo nada que tuviera que ver con Alastor porque él no era relevante, ni él, ni su sonrisa, ni su estúpido monóculo inutil y...
— Papá
— ¿QUÉ? —gritó Lucifer, alterado como si temiera que su hija estuviera urgando en su mente y leyendo sus pensamientos... ¿Ella podía hacer eso? Oh, eso sería terrible... Se relajó de inmediato y le mostró a su hija una sonrisa—. Charlie, perdón. Pensé qué.... Hola.
Charlie tenía una ceja arqueada por su reacción pero rápidamente volvió a adoptar esa expresión adorable y emocionada tan propia de ella. Tomó las dos manos de su padre.
— Finalmente te decidiste a participar en las actividades. ¡Es tan emocionante! Estuve pensando en lo que hablamos ayer y tengo algo en mente para aliviar la tensión.
Lo único que recordaba del día anterior eran las manos de Alastor sobre sus caderas. Qué puta mierda, no podía decir eso. Y definitivamente no podía sentir ese calor en el rostro. Luego recordó la conversación con Charlie sobre el muy importante tema del contrato de Angel Dust.
— Ah... Qué bueno ¿Qué tienes pensado?
Charlie soltó sus manos y caminó llevándolo del brazo.
— Tenemos que empezar por lo que sí podemos hacer. Los miembros de nuestro hotel. Todo será más fácil si Angel y Keith descubren que están del mismo lado...
— Oh, eso no es para nada una buena idea —atajó Lucifer y este sí que fue un pensamiento sensato—. No puedes forzarlos a convivir. Vas a hacer que explote una bomba ahí...
— Para eso estamos nosotros. Para apoyarlos en lo que necesiten.
— Charlie...
Entraron al salón. Vaggie estaba ahí y la verdad es que tampoco se veía demasiado convencida por la idea de Charlie, ella tenía las manos sobre las caderas y miraba fijamente a los pecadores ahí reunidos. Entre ellos Keith, quien estaba de pie, en silencio sin hablar ni mirar a nadie. A simple vista no parecía alguien peligroso, sino un flaco e insignificante sujeto. Angel no estaba ahí.
— Vaggie, mira quién va a ayudarnos con esto.
Vaggie bajó las cejas a los costados como si con la mirada le pidiera a Charlie que parara.
— Amor ¿segura que quieres hacer esto?
— Tengo que intentarlo —respondió Charlie y luego procedió a explicarle a su padre cuál era el plan—. Cité a Angel y Keith a la misma hora. Haremos una dinámica sencilla en la que hablaremos de los miedos que nos impiden alcanzar nuestros objetivos. Y ellos…
— Suena horrible —dijo Lucifer de manera espontánea. Sí, controlar lo que salía de su boca no era para nada su fuerte—. ¿Te volviste loca?
— ¡Papá!
— Es que no es...
Ojalá se hubiera equivocado pero en ese momento vio a Angel y Husk caminando lado a lado. Conversaban animadamente mirándose entre ellos hasta que entraron a la sala. Angel descubrió rápidamente la presencia de Keith. Desde dónde estaba, Lucifer pudo ver como Angel se tensaba, fruncía el ceño y apretaba los puños.
— No —dijo simplemente Angel y se dió la media vuelta.
— ¡Angel, espera! —gritó Charlie. Keith se veía completamente incómodo.
Lucifer podía registrar varios eventos sucediendo al mismo tiempo ¿Parte del encanto o de la falta de concentración? Incluso notó cómo una chica hacía una gran bomba de chicle rosa que explotó haciendo un sonido asqueroso y luego de lo volvió a meter a la boca lo que fue todavía más desagradable.
— ¡Olvídalo, Charlie! Una cosa, te pedí una sola cosa. Si no puedes hacerlo ¡Bien! Pero no me arrastres contigo a esto.
Keith musitó.
— Yo me voy.
Charlie lo miró también a él.
— No puedes irte —le pidió ella pero Vaggie puso una mano sobre el hombro de Charlie haciendo que ella volteara a verla.
— Es demasiado pronto.
— Vaggie...
— ¡Eso! Lárgate y mejor no regreses aquí —le gritó Angel a Keith.
Keith no dijo nada al respecto. Solo lo miró en silencio. Lucifer notó algo en esa mirada. Algo perverso, misterioso. Su silencio era quizá lo más inquietante.
Luego una vocecita aguda robó la atención de todos.
— Hola —Nifty estaba a los pies de Keith. Su gran ojo lo miraba como si fuera a saltarle encima comerselo en cualquier momento—. ¿Chico malo?
Lucifer notó como Angel palideció y dio un paso adelante con evidente intención de apartar a Nifty de él. Pero no fue necesario.
Una nube oscura se formó entre Nifty y Keith y ahí, de la nada misma, apareció Alastor con una sonrisa amenazante observando directamente a los ojos de Keith.
Alastor... Lo único que le faltaba. Estaba ahí tan sonriente y firme. La piel se le puso de gallina cuando su mirada fue a dar a las manos del overlord. Esas malditas manos que sujetaba firmemente el micrófono detrás de su espalda.
— ¡Bienvenidos, queridos huéspedes del hotel! —Alastor dijo al aire, a todos los presentes pero sus ojos estaban clavados en Keith. Éste último retrocedió lentamente como si temiera darle la espalda—. Lamento informarles que la reunión se pospone —se inclinó de una manera amenazante hacía Keith, entrecerró los ojos de tal forma que hizo temblar al hombrecillo—. Espero que TODOS vuelvan a sus habitaciones ahora mismo.
Ketih asintió. Se veía molesto pero lejos de decir algo, solo se marchó. Nifty trepó por la espalda de Alastor hasta llegar a su cabeza.
— Te hice un regalo con los gusanos que encontré en la basura —le anunció la mucama.
— Adoro tu creatividad, querida —respondió él.
Charlie suspiró. No había salido como ella esperaba. Vaggie le acarició el hombro tratando de consolarla.
— Debo hablar con Angel. Sobrepasé sus límites de nuevo —declaró ella.
[♦️🪽]
Su hija se marchó y dado que Lucifer estaba NO evitando a Alastor porque NO se la pasaba pensando en él, pero ahora estaba ahí haciéndola de salvador del día (otra vez) se dio la media vuelta para marcharse.
¿Es que acaso Alastor no podía escoger un maldito lugar del castillo y quedarse en él para que Lucifer no tuviera que verlo? Maldito sea. Malditos sean sus hijos. No los tenía, pero si los tuviera los habría maldecido.
— ¡Qué fortuna de verlo, pequeño reyesito microscópico! —Alastor había aparecido justo delante de él, en el pasillo desierto que llevaba a su Torre.
En la mente de Lucifer hubo un millón de respuestas ácidas para contrarrestar los insultos de Alastor. Horribles insultos ingeniosos y despiadados hacían fila dentro de su cerebro para salir como balas de los labios de Lucifer.
Sin embargo, su cerebro era un caos, literalmente, y los pensamientos eran como uno de esos juegos de los programas de televisión donde cientos de pelotas flotaban de un lado a otro y solo la suerte sabía cuál de ellas ibas a atrapar.
Así que lo que Lucifer dijo fue:
— No estoy pensando en tus manos tocándome.
Silencio. Un muy incómodo silencio.
Alastor se quedó estático con un tic en el ojo como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
Lucifer por su parte se había puesto completamente rojo, la cara le ardía y el corazón se le iba a salir por la boca. ¿Por qué mierda, de todas las cosas, había dicho eso?
Lentamente bajó la mirada y se llevó las manos al rostro para cubrirse. Ojalá se lo tragara la tierra en ese momento.
— Eso es... Intrigante...
— Solo vete al diablo —respondió Lucifer y luego recordó que él era el diablo y que solo estaba hundiéndose más en las arenas de la humillación—. Pero no EN el diablo.... Carajo. Alguien dispareme en la cabeza.
Alastor pareció totalmente extasiado con el azoro de Lucifer.
— De manera que el grandioso y poderoso Lucifer no puede dejar de pensar en mí —dijo Alastor con una voz cantarina, arrogante mientras alzaba la mano derecha y jugaba con sus dedos.
— ¡Yo nunca dije eso! —Lucifer se defendió alzando la mirada sobre sus manos.
— Es porque está implícito en las palabras de nuestro encantador reyesito.
— Eso quisieras.
Y Alastor se acercó nuevamente a él. Tan confiado y seguro invadiendo de nuevo su espacio personal. Y se tomó el atrevimiento de llevar la mano al mentón de Lucifer para levantarlo lentamente. El rostro del overlord estaba tan cerca que era imposible no ver la oscuridad en sus ojos. Lucifer tembló ante el movimiento tan repentino, y por el tacto de sus manos (esas manos en las que no había podido dejar de pensar -al fin lo reconocía- en todo el día).
Resultaba complicado explicar el razonamiento de Lucifer porque de hecho brincó de una idea a otra. Comenzó pensando en lo obsesionado que parecía estar ese día con Alastor y continuó pensando en la facilidad que Alastor tenía para aprovecharse de eso. Se burlaba en su cara como si fuera algo insignificante pero... ¿Por qué un demonio como Alastor iba a subestimarlo al grado de intentar ridiculizarlo aunque jamás había hecho eso con otros poderosos del infierno? No de esa manera...
Soló había una explicación lógica.
Lucifer sostuvo la mirada de Alastor y no le costó mucho hacerlo a pesar de que tan solo unos segundos antes sentía que se desvanecía ante ella.
— ¿Sabes qué empiezo a creer? —Lucifer alzó una ceja, en un movimiento rápido atrapó la muñeca de Alastor con firmeza—. Que solo eres un idiota hablador. Que en el momento en que hay que dejar de hablar y pasar a la acción eres un cobarde.
Lucifer dio un paso al frente y a su vez Alastor lo retrocedió. Bajo la presión de su mano, sintió el pulso de Alastor debilitándose.
Lucifer levantó su bastón e hizo que la puerta detrás de Alastor se abriera sin necesidad de tocarla. Era un armario común.
— Para un locutor de mierda que nunca deja de parlotear, te has quedado demasiado callado —condujo a Alastor al armario, entró con él y cerró la puerta detrás.
El espacio era pequeño, apenas cabían los dos. Lucifer se impulsó más adelante y ahora era él quien tenía acorralado a Alastor.
— ¿Y bien? ¿Qué se supone que querías conseguir con tu jueguito?
No, Alastor no podía dejar que eso terminara así. No podía permitir que Lucifer le ganara en su propio juego. Aún cuando realmente no tenía el más mínimo interés en él.
Entrecerró los ojos, su sonrisa desafiante se incrementó.
— Ah, no estés tan seguro.
Alastor respondió con una voz ronca aún a pesar de esa distorsión sonora que siempre había en ella. Con su mano libre apretó el delgado cuerpo de Lucifer, atrayéndolo a él hasta que sus pechos se tocaron. A pesar del espacio reducido, se las arregló para darse la vuelta de manera que ahora era Lucifer quien estaba contra el estante de la limpieza.
— ¿Esto es algo así como decir que el primero en detenerse es gay? —preguntó Lucifer con el ceño fruncido.
— ¿De qué mierda estás hablando? —preguntó Alastor, confundido.
— Funciona para mí —Lucifer había respondido a su propia pregunta, ignorando la de Alastor porque él tampoco tenía claro de qué estaba hablando pero igual sonrió y luego llevó la mano a la entrepierna de Alastor.
Y se llevó una colosal sorpresa al darse cuenta de que había una erección ahí. Lucifer no sabía qué hacer con esa información aunque su mano parecía saber exactamente qué hacer con lo que estaba sujetando. Comenzó a acariciarlo suavemente. A pesar de que estaba envuelto entre la ropa, se sentía grande y duro. Fue entonces que se dió cuenta de que Alastor no era el único con una erección.
Alastor gimió y ese sonido fue más provocativo de lo que Lucifer esperaba. De hecho jamás había esperado escucharlo gemir. Sintió las manos de Alastor apretando su trasero ansiosamente. Hacía mucho, mucho que nadie lo había tocado y algo tan sencillo como eso logró conseguir una reacción en su cuerpo.
Dejó de pensar en el objetivo de todo eso. En el control, en esa batalla de egos, en cualquier cosa porque por mucho que le costara aceptarlo, esa situación se había vuelto excitante. Metió las manos dentro del pantalón... Sujetó el miembro de Alastor desnudo. Era caliente, duro y estaba húmedo. Alastor lo apretó más contra él y ahora ya no podía ver su rostro porque Lucifer tenía la frente apoyada en el hombro del overlord. Sentía un calor envolviendo todo su cuerpo.
— Parece que te gusta lo que encontraste —murmuró Alastor, en voz baja.
— Carajo, solo cállate, imbécil —respondió Lucifer. Había cierta presión entre el miembro que masturbaba y el suyo propio. Alastor tiraba más de las caderas de Lucifer para que el roce fuera mayor. Pero no era suficiente. Las ropas de Lucifer estorbaban.
Como si Alastor hubiera pensado exactamente lo mismo, desabotonó su ropa y con cierta torpeza bajó sus pantalones, liberando también el miembro de Lucifer. Éste último no esperó, tomó los dos penes con su mano y los juntó, presionando uno contra el otro. El placer que sintió fue tan envolvente que soltó un par de maldiciones en voz baja. Masturbó ambos miembros a la vez.
Soltó pequeños jadeos. Su rostro se había enrojecido. Se preguntaba si el de Alastor también había adoptado otra expresión, no podía verlo porque seguía con el rostro escondido en el hombro de él. Así que levantó la mirada para descubrirlo.
Otra cosa que Alastor no iba a hacer era dejar que Lucifer fuera testigo de su expresión. Había iniciado eso como una burla pero en este punto no era fácil retractarse. Su cuerpo estaba temblando, su miembro se retorcía y crecía cada vez que Lucifer lo presionaba contra el suyo. Pero cuando notó que Lucifer tenía intención de mirarlo a la cara, se vió obligado a actuar. En cuanto tuvo el espacio suficiente, lo besó en los labios.
Sintió como el Rey se estremeció entre sus brazos al sentir el beso. Notaba la manera en que contenía los suspiros mientras sus lenguas se encontraban y jugaban. Lucifer aumentó la velocidad de sus manos. Alastor escabulló sus manos bajo los pantalones del Rey y recorrió ese trasero perfecto. Sus caderas comenzaron a moverse.
— Mierda… mierda… —murmuró Lucifer con una voz entrecortada sin detener el beso.
— Quieres correrte ¿No? —Murmuró Alastor y bajó encontrando el cuello de Lucifer. Lo besó y dejó algunas mordidas en él mientras Lucifer jadeaba—. Te ves encantador intentando controlarte.
Alastor llevó su mano a la entrada de Lucifer. La acarició suavemente por fuera y luego lentamente introdujo dos dedos en él. Y, maldición, qué bien se sentía eso.
Lucifer apretó la nuca de Alastor para hundirlo más en su cuello. Sintió los colmillos de Alastor enterrándose en la unión entre su hombro y su cuello. No pudo contener ese grito extasiado que dió al momento de correrse. Los espasmos de su cuerpo apretaron los dedos de Alastor. Lucifer sintió el semen caliente del overlord cayendo sobre sus manos y su vientre.
Los dos quedaron apoyados uno contra el otro. Respirando pesadamente, manchados por los fluidos del otro. Y eso había sido…
— No sé qué fue eso… —dijo Lucifer en voz alta, luego apartó al Overlord de un empujón. Buscó entre las cosas del armario. Era un armario de limpieza ¿Por qué era tan difícil encontrar toallas ahí?
— ¿Buscabas esto? —las toallas estaban en la cima del estante. Alastor las había alcanzado fácilmente y ahora se burlaba agitándolas sobre su cabeza.
— Eres un imbécil —exclamó Lucifer con los ojos entrecerrados.
— Eso no te importó hace unos segundos —Alastor tenía el pecho inflado y una sonrisa triunfal en el rostro. Tomó un par de toallas y luego lo dejó caer en el aire. Lucifer lo atrapó. Alastor estaba presentable antes de que Lucifer lograra sujetar correctamente una de las toallas de papel.
— Ja, ja. Ahora lárgate de aquí y si se te ocurre contarle a alguien lo que pasó —los ojos brillaron con una luz roja y ardiente—. Te voy a torturar por toda la eternidad.
— Adoro los secretos. Uno nunca sabe cuando puedes usarlos en contra del otro —afirmó el overlord sin intimidarse ni un poco.
— Ya vete, desaparece con tus trucos de humito como siempre haces ¿Por qué sigues hablando? —Lucifer sabía que seguía sonrojado, sobre todo porque estaba acomodando su ropa frente a Alastor. Era tan humillante. ¿En qué carajos pensaba cuando se le ocurrió meterse a ese armario con él?
— A sus órdenes —Alastor rió y se marchó tal como se le ordenaron.
¿En qué diablos se había metido?
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