5
[🪽♦️]
Lucifer Morningstar veía a su hija pasear de un lado a otro por la habitación mientras ella le contaba todo sobre el tema con Angel Dust.
Y Lucifer quería ponerle atención, en realidad se esforzaba porque era su hija y también lo que más le importaba. Pero carajo, que ser su padre a veces era más difícil de lo que le gustaría.
"Ya, concéntrate Lucifer, Charlie te necesita ahora mismo. Ahora mismo. Y la necesitan a ella ¿Por qué siempre la necesitan? ¿No pueden por una vez arreglar su mierda ellos mismos? Uh.. ¿y si hiciera un patito que si funcione? Podría ponerle rueditas y hacer que vaya por el hotel recordandoles a esos pendejos pecadores que una de las razones por las que están en el infierno es porque no afrontaron las consecuencias de sus propios actos... Sí, bueno, sería cool si le pongo luces neon en las llantas del patito.... No, Charlie. Concéntrate en Charlie".
— Por eso tenemos que hacer algo —dijo Charlie justo en el momento en que se volvía hacía Lucifer y le daba una de esas miradas esperanzadas, casi suplicantes—. Tú tienes que hacer algo.
Si bien, no había puesto total atención, retuvo algunas palabras para saber de qué iba la cosa. Quería que interviniera en el trato de Angel Dust y Valentino. Charlie tenía una mirada vibrante, que seguramente esperaba algo bueno del mismísimo Rey del Infierno, del poder máximo del Inframundo. Lucifer odiaba demasiado desilusionarla.
— Ah, Charlie. Lo lamento pero sabes bien que ni siquiera yo puedo romper un pacto —le respondió Lucifer suavemente, mientras daba un pasito en su dirección—. Los contratos son lo único constante e incorruptible dentro del infierno. Angel vendió la mitad de su alma, no hay nada que pueda hacer.
Justo como lo esperaba, la mirada de Charlie se apagó y esa pequeña sonrisa en sus labios se fue desvanecido poco a poco.
— Te lo dije, en realidad esto es una pérdida de tiempo —mierda, esa puta voz estática. Había olvidado que estaba ahí también en la habitación. Prefería volver a olvidarlo. Fingir que no estaba ahí, no en el hotel. De hecho pretender que no existía estaba bien para él. Pero Alastor dio un par de pasos al frente hasta colocarse a un lado de Charlie y ahora sí que resultaba imposible fingir que no estaba ahí. Alastor volvió a hablar—. Sí creyera que el Reyesito podría hacer algo al respecto, ya hubiera tenido una profunda conversación con él.
— No digas eso —Charlie intervino con gentileza, gentileza que solamente ella tenía—. Tal vez no pueda anularlo, pero entre todos podemos pensar en algo. Juntos somos más fuertes que estando solos.
Odiaba ser el pesimista. Odiaba ser él quien mantuviera a Charlie con los pies en el suelo mientras Alastor le daba ideas locas. Sí... Quizás a veces Charlie tenía razón y a Lucifer no le habría venido tan mal el brindarle más apoyo... Pero ahora...
— Los pactos son importantes. Inquebrantables. A menos que el amo deslinde a los prisioneros de forma voluntaria —se acercó más a Alastor y Charlie, su mirada estaba principalmente fija en Alastor y era una mirada desafiante que venía bien con esa sonrisa altanera ahora en los labios de Lucifer—. En todo caso, tenemos aquí al mismísimo Alastor que bien podría mostrar el ejemplo, liberando a las almas que tiene atadas.
Lucifer, alzó una ceja repetidamente. Charlie esperó en silencio. Alastor ni siquiera parecía inmutarse, no cedió a la presión.
— ¡Ja! ¿Las almas que he puesto a disposición del hotel para ayudar a lograr sus objetivos? ¿Almas que incluso han sido cambiadas por Charlie y que de no ser por mí jamás habrían venido al hotel? —respondió Alastor, dándole un completo giro al argumento.
Pero Lucifer no creía que Husk y Nifty fueran las únicas almas sobre las que el Overlord tenía control, ni siquiera se acercaba.
— Yo creo que estás evadiendo.
— Y yo creo que tu peinado es estúpido, Luci ¿Puedo llamarte Luci?
— No.
— Luci, entonces —entrecerró los ojos con malicia mientras su sonrisa se afilaba.
Una alarma comenzó a sonar en el teléfono de Charlie. Ella lo miró: un recordatorio de su siguiente actividad.
— Mierda, tengo una sesión en diez minutos. Hablamos de esto cuando regrese — dijo ella, intentando contener otra de las características luchas de ego entre su padre y su hostess. Se despidió y salió de ahí para buscar a Vaggie.
Lucifer y Alastor se quedaron ahí, mirándose uno al otro sin parpadear, sin mover un solo músculo.
— ¿Desde cuándo te importa Angel Dust? —preguntó Lucifer.
— Me importa todo lo que le importa a Charlie. Alguien tiene que estar de su lado.
— Claro, y crees que tienes que ser tú.
— Sería una aberrante tontería asumir que tú tienes intención de cumplir ese papel, así que para eso está tu amable servidor —respondió Alastor, un tanto burlón.
— Perdón, me quedé dormido después de que dijiste aberrante —Lucifer dijo con una mueca insípida en el rostro.
No iba a nada esa conversación. Lo sabía. Nada iban a lograr nada, solamente divagar, algo que a Lucifer no solo se le daba bien sino que apenas podía controlar, en especial en los últimos días. Además, dudaba que alguien pudiera hablar con Alastor y no preguntarse por qué carajos era tan anticuado ¿Y el monóculo qué? Estaba muerto, por Dios, la miopía había quedado en el pasado. Alguien ya debía haberle dicho que se veía absurdo.
Carajo, se había perdido de nuevo, ni siquiera había escuchado lo que Alastor le respondió y no tenía idea de qué contestarle, pero el overlord esperaba un remate.
— Ah ¿qué? En serio, creo que no estás sintonizando bien. Esa vieja radio que está atorada en tu culo tiene demasiada interferencia —algo, o más bien, muy desinteresado, se miró las manos. Ah, había una manchita en su guante negro ¿De dónde había salido?
La oreja derecha de Alastor se movió como un tic. Su sonrisa estaba tensa. Y como no, era él quien acostumbraba hacer enojar a sus interlocutores pero no estaba logrando nada con un microrey que no le estaba prestando atención.
Control. Necesitaba control. Necesitaba desconcertarlo a él de alguna manera.
— Bien, hasta luego. Hay un pato con luces de neón y altavoces que ruega ser creado —anunció Lucifer y se dio la media vuelta y tomó uno de sus patitos en las manos.
— Suerte con sus pequeños juguetes, Luci...
Lucifer apretó el pato entre sus manos, tan fuerte que la cabeza de hule se infló. Los ojos de Lucifer se le encendieron en un tono rojo y se giró para mirarlo.
— No vuelvas a llamarme Luci —cuánto detestaba a ese idiota.
Ahí estaba. Esa demostración de ira que Alastor había buscado. Aunque fuera pequeña, aunque apenas si lograra percibirla, estaba ahí y eso le hacía a él el vencedor. Rió en voz alta y las sombras comenzaron a envolverlo. Luego desapareció.
[♦️🪽]
Silencio. En eso era lo que se había convertido Angel Dust, silencio puro. Husk le había preguntado una sola vez qué es lo que pasó esa noche en la grabación pero Angel se había limitado a mirarlo en silencio. Lo que vio en esos ojos fue una extraña mezcla entre la tristeza profunda y un vacío frío. De alguna manera esos dos elementos coexistian dentro de Angel.
Eso había hecho que Husk se estremeciera y no volvió a preguntar nada más al respecto. Angel evidentemente no podía hablarlo.
Husk sentía una rabia creciendo dentro de él. Estaba enojado todo el tiempo porque sabía el daño que Valentino estaba haciendole a Angel.
Extrañaba tanto a esa arañita estúpida que le coqueteaba sin motivo, que decía tonterías en doble sentido y con quién discutía solo por qué sí. Extrañaba esa chillona y femenina voz con un lenguaje más colorido del que jamás había escuchado. Extrañaba su risa. Extrañaba todo.
Porque ahora solo tenía a un Angel callado que a duras penas lo miraba y que no se quejaba en absoluto. Ese no era su Angel pero a su vez se sentía tan él que no quería soltarlo.
— Valentino me dijo que si volvía a vivir con él se terminarían estas grabaciones —Angel lo soltó de la nada, mientras ambos estaban en la barra del bar, frente a frente. Estaban solos. Solos, como debía ser.
— ¿Qué le respondiste? —preguntó Husk haciendo un gran esfuerzo por no levantar la mirada de la botella que tenía en las manos. Y es que no estaba seguro de poder soportar su respuesta.
— Bueno, me ves aquí ¿No?
— Eso creo. Se podría decir.
— Sí, se podría decir.
Y de nuevo ese silencio corrosivo entre los dos. Era imposible. Había tantas cosas no dichas, Husk no quería obligarlo y Angel parecía derrumbarse más por cada segundo que luchaba en la soledad de su mente.
— ¿Sabes qué? Al diablo —Husk dijo, dejando la botella sobre la barra. Angel levantó la mirada.
— ¿Qué?
Husk sonrió. De alguna manera esa sonrisa se vio natural, quizá por el brillo de sus ojos negros. Saltó la barra con facilidad.
— Hey, minino... —Angel dijo, sonriendo suavemente.
— Vámonos —dijo Husk y sin pensarlo. Colocó su mano alrededor de la muñeca de Angel. Sintió un pequeño temblor por parte de éste, y en la mirada del actor porno había preguntas no formuladas pero fáciles de interpretar—. Solo vámonos. Hay que salir de aquí de vez en cuando.
— ¿Como a un paseó? —preguntó Angel y un diminuto destello logró aparecer en sus ojos.
La pregunta era un tanto obvia. Sin embargo, Husk no tenía eso en mente en ese momento. No porque no lo quisiera sino porque tenía que ir un paso a la vez.
Y porque bajo ningún motivo su primera cita sería en un momento tan desgarrador. Eso tenía que esperar.
— Sí, solo daremos un paseo para distraernos —respondió. Claro que vio la desilusión en él. Se preguntó si en realidad era una buena idea, si no empeoraría todo... Pero "Al diablo".
[♦️🪽]
Si Husk se hubiera tomado la molestia de preguntar a dónde quería ir, Angel habría dicho que a alguno de sus bares, dónde podría beber, olvidar y probablemente drogarse. Pero Husk no preguntó y en cierta forma Angel agradecía eso.
Una de las cosas que extrañaba de estar vivo eran los Raves al aire libre. Recordó que había ido a uno en las playas de Caligari y el dinero se le había terminado antes de meterse tantas drogas como hubiera querido. Sin embargo, gracias a ello, llegó consciente al amanecer dónde pudo ver los primeros rayos de sol elevándose sobre la costa y haciendo brillar las suaves olas del mar. Estaba solo, desde luego, porque las noches siempre había alguien para divertirse pero nadie se quedaba con él al llegar la mañana. Aquella vez se sintió incluso agradecido de no haber tenido dinero suficiente, si con ello podía presenciar la calma de aquel amanecer.
Pero no había lugares así en el infierno. No existía un lugar capaz de brindar esa paz así que no importa a dónde lo llevara Husk, dudaba mucho que pudiera hacer que su mente dejara de atormentarlo. Aun así, agradecía no estar en el hotel en ese momento. Si bien no podía olvidar el asunto por completo, al menos tampoco tenía que estar en ese constante estado de alerta y eso era un alivio parcial.
— ¿A dónde vamos? Mira, si quieres secuestrarme y eliminarme, hazlo con estilo. Méteme en una de esas bolsas negras, llévame en tu hombro y no me hagas caminar.
Husk no rio. No lo culpaba, su voz había sonado más amarga de lo normal.
— Siempre preguntando ¿No? No necesitas saberlo todo. Eres un jodido neurótico a veces.
Angel frunció el ceño. Qué bueno que eso no era una cita porque no quería lidiar con un idiota en una cita.
Como si Angel Dust tuviera muchas citas...
— Bueno, cuando un gato alcohólico te arrastra por el puto infierno, puede ser normal hacerse esa pregunta.
— Pues dejasela a las personas normales —Husk tenía esa sonrisa traviesa y algo altanera que era tan familiar para Angel. No pudo discutir con él. Con una sola sonrisa ganaba cualquier contienda.
— Acabas de llamarme anormal —Angel casi sonrió también. Casi. Porque ese atisbo de sonrisa se desvaneció casi al instante. Era como si su cuerpo estuviera en la perpetúa misión de eliminar cualquier asomo de alegría. Deseó con todas sus fuerzas que terminara algún día.
— No serás tan idiota como para decir que eso no es cierto —respondió Husk, mirándolo cálidamente por encima del hombro. No había soltado su mano.
Llegaron a una calle vacía. Como todas las calles en el infierno. Estaba sucia, había gente merodeando, vidrios rotos esparcidos en el suelo, algunas jeringas usadas en el suelo.
— ¿Dónde estamos? —preguntó Angel, paseando la mirada por el lugar.
— Solo ten cuidado y ven.
Husk lo dirigió hasta la puerta de un edificio. La abrió y lo dejó entrar. No había más que unas escaleras mal iluminadas, las paredes pintadas de verde añejo cuya pintura ya se había levantado. Lo condujo escaleras arriba. El lugar olía a gasolina.
— Ok, Bigotes, esto empieza a darme miedo. No sé que estás...
— Cállate, llegamos.
— Que emocionante —sí, eso fue sarcasmo.
Husk abrió la puerta con una llave que llevaba en el bolsillo. Antes de echar un vistazo al interior, sintió que Husk soltaba su mano y la colocaba en su cintura. Angel se estremeció al sentirla ahí. Era cálida y estaba presionada con firmeza. Pudo sentir como el corazón le latía con más fuerza.
Ambos entraron al lugar. Ahí no olía a gasolina, quizás un poco a alcohol pero en general tenía un aroma agradable y familiar. El lugar olía a...
— Yo vivía aquí... —confesó Husk. Angel abrió mucho los ojos y lo miró. Husk tenía una pequeña sonrisa—. Lo sé, no es impresionante.
Aunque tampoco era pequeño ni de mal gusto, era espacioso pero tenía un aspecto tétrico propio del abandono. Y el aroma de Husk impregnado hasta en las paredes
— Aun así quiero mostrarte algo —dijo Husk y lo empujó de nuevo por la cintura.
— Antes de Alastor. Vivías aquí antes que Alastor —aventuró Angel. Era extraño estar en ese espacio tan lleno de él. Ahora que lo pensaba, jamás había estado en un lugar que fuera propio de Husk. Su habitación en el hotel ni siquiera la había pisado, siempre estaba en el bar así que ahí es dónde se encontraban.
Husk abrió la puerta que llevaba a una pequeña terraza. Angel salió. La vista hacia la ciudad era mejor desde ahí.
— Antes de Alastor. Tenía esto y no era una mierda tan jodida como ahora —Husk arrastró una escalera jalandola con su paraguas y haciendola bajar al balcón. Comenzó a trepar y luego le dio a Angel una mano.
— ¿Esperas que suba por ahí?
— No voy a cargarte y subirte volando.
Angel enrojeció. Se había imaginado eso más de una vez, volar en los brazos de Husk y odiaba el hecho de que lo atrapara en sus pensamientos.
— Pendejo —Angel tomó su mano, pero solo para subir el primer escalón. Luego la soltó y subió él solo.
Poco tiempo después, llegaron a la terraza. La vista desde ahí era mucho mejor. Era una ciudad oscura, violenta, contaminada... Pero de alguna manera era también hermoso. Porque ahí, en esa azotea, con Husk a su lado, era como si nada pudiera tocarlos. El viento sopló y movió el cabello de Angel.
— Cuidado, mantente lejos de la orilla... —dijo Husk algo nervioso.
Angel bajó la mirada. Estaba alto.
— ¿Por qué? ¿Si cayera no irías por mí, como superman o algo así?
— Te dejaría aplastarte contra el suelo.
— Por supuesto que lo harías —Angel subió un pie al borde de la azotea y subió a ella. Husk se sobresaltó, como si de verdad pensara que iba a saltar—. Tranquilo, minino. Tengo un equilibrio increíble.
La casa de Husk, antes de Alastor. De pronto le vinieron cientos de preguntas a la mente. ¿Cómo era su vida antes de venderla? ¿Qué cosas hacía, con quienes convivía?... ¿Cómo era cuando estaba vivo?
Sally otra vez apareció en su mente. La chica que se parecía a Husk. ¿Por qué no se preguntó cómo era su vida antes de llegar al set de Valentino?
Detuvo su andar. Se quedó en silencio al borde de la azotea. Todo lo que sabía de ella es que se llamaba Sally Matheson, tenía alrededor de quince y una muñeca rosa con su nombre bordado. Una muñeca que alguien debió regalarle y que probablemente ese alguien ahora la estaba buscando.
— ¿Angel? —la voz de Husk lo trajo de nuevo al presente.
Lo miró, lo observó durante un largo rato sin hablar. Creyó notar en su rostro preocupación.
Y entonces sintió enojo. Tanto enojo que comenzó a temblar y en su garganta un nudo se formó.
Husk...
— ¿Qué es lo que pretendes? ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Por qué te importa? —cuestionó Angel y se dió cuenta de que su voz temblaba.
Frente a él, Husk lo miraba sin ser capaz de entender qué clase de respuesta es la que Angel esperaba. Por supuesto, él no podría entender. Porque no sabía lo que Angel había hecho, ni todo lo que estaba sintiendo, ni la guerra que se desataba en su interior por la decisión que había tomado.
No era culpa de Husk, lo sabía. Y aun así una parte de él no podía evitar preguntarse si hubiera tomado una elección diferente si no existiera esa incertidumbre sobre lo que podría pasar entre él y Husk.
— ¿De qué estás hablando? —Husk fue cauteloso al preguntar. Dio un paso al frente, tenía las alas extendidas. Lo ponía nervioso ver ese cambio de humor en Angel, cuándo él se encontraba tan cerca de la orilla.
— Yo tampoco lo sé.... —la voz se le quebró. Hizo lo posible por no soltarse a llorar, luego miró el precipicio—. No entiendo nada. No te entiendo a ti. Me mareas con tus palabras y tus acciones. Y es un puto caos, todo esto es un maldito caos. Estoy cansado de no saber qué debo hacer. Estoy harto de hacer cosas sin saber por qué las hago. Es un maldito bucle del que no puedo salir y no entiendo por qué mierda estás aquí...
El vacío delante de él era tentador. Pero se preguntaba si era suficiente. Sí esa altura bastaba para matar a alguien que ya estaba muerto. Tal vez sí, tal vez no. ¿Cómo saberlo?
— Angel... No debí traerte... No aquí arriba, no sabiendo que estabas tan mal. Baja de ahí...
— ¿Alguna vez te has preguntado por qué sigues aquí en esta vida? ¿Qué estamos esperando, Husk? ¿La redención? No sabemos si llegará y las otras alternativas son vivir en esta mierda o morir otra vez. Esto es el infierno ¿Por qué nos aferramos a vivir? — Angel dió un paso al frente. Su cuerpo inconscientemente sintió el vértigo en el estómago. Le dieron ganas de vomitar.
— ¿Qué fue lo que pasó esa noche? Angel, es obvio que te jodió. Puedes hablar conmigo.
— No puedo hacerlo —respondió y cerró los ojos. Quizá si no veía nada sería más fácil solo saltar.
— Es mejor si lo dejas salir. Te está envenenado.
— ¿Quieres saber? Podrías ver el video —Angel tomó su celular. Lo desbloqueó, buscó entre sus archivos y, sin comenzar la reproducción, lo lanzó al aire. Husk lo atrapó sin el menor problema—. Si quieres saber todo lo que hice puedes reproducirlo y verlo por ti mismo.
Angel no quería ver su expresión cuando lo mirara. Le dolería demasiado ver la decepción en su rostro. No era algo con lo que pudiera vivir. Cerró los ojos y le dió la espalda. Suspiró lentamente. Había un vacío en su pecho.
No era culpa de Husk. Era culpa suya. Todo lo que había hecho era solo culpa suya.
No lo esperaba, ni siquiera se dió cuenta de cómo pasó, solo sintió los brazos de Husk envolverlo con determinación, aferrándose a él como si temiera que fuera a escapársele de las manos. Ahora era imposible para Angel respirar, todo lo que estaba sintiendo era demasiado.
— No voy a verlo. No lo necesito. Tampoco te voy a hacer hablar, carajo. Solo quiero que bajes de ahí porque me está volviendo loco. Seré yo quién hable. Seré yo quien te cuente todo lo que quieras saber pero por favor —Husk agitó las alas. Comenzó a elevarse. Sus pies dejaron de tocar el piso y no soltó a Angel así que lo levantó también—. Solo quédate conmigo —retrocedió lo suficiente para alejarlo de la orilla. Volvió al suelo y dejo a Angel ahí.
Lo soltó por completo cuando consideró que estaba fuera de peligro.
— ¿Por qué te traje? —empezó a decir Husk—. Porque quiero darte un lugar. Pero quiero estar seguro de que será un lugar para que te sientas vivo y no para que mueras. Quiero que mires allá, esa ciudad, y entiendas que nada de eso puede hacerte daño aquí. Es tu lugar seguro.
Angel todavía respiraba forzosamente. Entendía el punto y lo que Husk quería decir. El lugar era hermoso a su propia forma, el tipo de hermosura que solo puede encontrarse dentro del infierno. Pero quería decirle que estaba equivocado. Ni la azotea ni el departamento eran su lugar seguro. Husk era su lugar seguro.
[♦️🪽]
Si, sin lugar a dudas un pato a control remoto con altavoces y luces neón en las ruedas era la mejor idea. ¿Por qué no lo había pensado antes? Estaba en su mesa, Lucifer seguía trabajando en él. Todo a la antigua, sin magia, solamente sus manos y herramientas para armarlo lo mejor posible.
La puerta de su habitación sonó. Apretó el desarmador en su mano ¿Qué necesidad de interrumpirlo? Bueno, quizás era Charlie de nuevo. Tendría que dejar ese pato en espera un momento más.
Se impulsó con los brazos. El banco en el que estaba sentado tenía rueditas y de esa manera se apartó del escritorio. Dió un saltito porque sí, el banco era demasiado alto para él.
Fue a abrir la puerta. No era Charlie.
En su lugar, estaba la estúpida y sonriente cara de Alastor ahí.
— ¿Qué putas? ¿Otra vez tú? ¿Crees que quiero venir a abrir las puertas para ver tu cara de pendejo aquí?
Alastor inclinó la cabeza.
— Podría haber aparecido ahí directamente pero habría sido completamente descortés —respondió el overlord.
— O podrías no venir.
— Pero ahora que abriste la puerta... —Alastor se desvaneció y apareció justo detrás de Lucifer—. Puedo tomarlo como una invitación a pasar.
— Ja ja. Yo no... —empezó a decir Lucifer de manera sarcástica pero entonces Alastor se acercó a él. Acercó su rostro hasta su oreja, por encima del hombro de Lucifer. La cercanía lo dejó paralizado. No pudo seguir hablando y por unos segundos tampoco pudo seguir pensando.
— Exacto, tú no vas a decir nada ahora —susurró sobre su oreja. Lucifer sintió la vibración de su voz chocando contra su oreja y su cuello. Tembló y no sabía por qué.
Lucifer quería decirle que se largara, que alejara su puta cara de cervatillo de él pero era incapaz de moverse, de hablar o de cualquier cosa. Solo estaba ahí, petrificado mientras notaba como su latido se volvía más y más intenso.
— Ya ha sido suficiente de discusiones en círculos ¿no crees? ¿No te parece que es algo con lo que Charlie no tendría que estar lidiando? —Alastor dijo en un susurro suave, algo que solamente Lucifer podría escuchar. Luego sintió las manos del overlord posarse decididamente en sus caderas.
El pálido rostro de Lucifer se puso completamente rojo. Su respiración se volvió más gruesa. Tragó duro y se dió cuenta de que su puerta estaba abierta aún. Si alguien pasaba por ahí y los viera, no podría soportar tal humillación. Solo la cerró con un movimiento lento, cuidando de no llamar la atención de nadie.
— Lárgate de aquí —logró decir Lucifer con una voz entrecortada.
— No creo que realmente quieras que me vaya —respondió Alastor y de pronto sus manos comenzaron a recorrer las caderas y la cintura de Lucifer.
Eso era lo que Alastor quería. Por supuesto. Al Rey del Infierno sin poder hablar, sometido por completo a él. Y lo mejor es que estaba teniendo un mejor resultado del que esperaba. Él solo quería desconcertarlo pero esa reacción le demostraba que era más débil de lo que había pensado. No se apartaba, no hacía nada. Dejó que sus manos explotaran la curva de su delgada cintura. Cuando vio a Lucifer bajar la cabeza con los ojos cerrados, supo que tenía la victoria total ¿Qué más necesitaba?
— ¡Basta! —Lucifer gritó de pronto y extendió sus grandes alas, apartándolo de él. Se dio la media vuelta para mirar a Alastor. Su rostro seguía completamente rojo, acalorado y avergonzado—. ¿Qué carajos te pasa?
Pero Alastor ya se había recuperado del empujón, y estaba de pie de forma elegante con su bastón apoyado en el suelo y sus manos descansando sobre él. Él siempre sonreía y esa sonrisa esta vez transmitía orgullo.
— Podría preguntarte eso a ti, Luci. Mírate nada más. Hasta mi pobre oído puede escuchar ese latido incesante de tu corazón.
— ¡Que te den por el culo, cabrón!.—gritó Lucifer alterado.
Y estaba alterado porque era cierto. Su corazón no paraba de golpear su pecho con violencia. Aún estaba temblando.
— Por tu manera de decirlo, deduzco que en este momento quisieras ser tú quien lo haga —señaló Alastor aunque en su interior reía porque sabía bien que eso nunca, nunca pasaría. Pero la expresión en la cara de Lucifer, valía todo.
Los ojos de Lucifer se encendieron de color rojo vivo. Alastor supo que había tocado el límite... Por ahora.
— Largo —ordenó Lucifer con una voz gruesa, inhumana. Incluso Alastor reconocía lo intimidante que podía llegar a ser Lucifer cuando las cosas se ponían serías pero aun así Alastor no le temía.
— Nos vemos de nuevo muy pronto —Alastor desapareció entre las sombras. Su sonrisa fue lo único que Lucifer alcanzó a ver.
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