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[♦️🪽]
Angel salió del elevador. Finalmente Valentino apartó las manos de su cuerpo. Miraba al rededor con los ojos cristalizados. Era una habitación con las paredes pintadas de negro, al igual que el suelo. Un negro mate y liso. En el centro había una cama y había una persona ahí.
Sintió un nudo apretando su garganta. Era una persona con rasgos caninos, era un hombre. No demasiado fornido pero tampoco delgado. Estaba inconsciente.
"Snuff" había dicho Valentino. Angel cerró los ojos y trató de tomar aire. Todo a su alrededor lo abrumaba, resultaba imposible estar ahí sin sentir que se ahogaba.
— Alguien más puede hacerlo. Yo no.. yo no... —Angel comenzó a retroceder dando pequeños pasos hacía atrás. Veía al tipo sobre la cama, sabía que él terminaría muerto esa noche y que Angel tendría que hacerlo—. No exagero. Ni siquiera podré comenzar, esto me da tanto asco que jamás conseguirás que se me pare.
Valentino se rio, todavía le quedaba paciencia. Parecía que sus excusas ni siquiera lo inmutaban.
— Lo solucionarás. Eres un actor.
— No puedo hacerlo cuando yo realmente odio esto —replicó Angel mientras seguía a Valentino que ya había comenzado a andar por el set. Algunos camarógrafos y técnicos corrían a sus lugares.
— Tienes razón, por eso pienso en todo —Valentino le hizo una señal a uno de los tipos del staff
El hombre se acercó por detrás de Angel y antes de que éste pudiera siquiera reaccionar, el tipo ya le había clavado una jeringa en el cuello. Angel dejó escapar un pequeño grito y se giró pero no lo suficientemente rápido como para evitar que el tipo inyectara una droga en él.
Logró apartarse y miró al sujeto, con cierta confusión antes de volver su atención a Valentino.
— Eres demasiado marica para este trabajo —dijo Valentino con una sonrisa arrogante en el rostro. Angel frotaba sus dedos en la zona dónde la aguja se había clavado—. Por eso tomé las medidas necesarias.
— Hijo de... —murmuró Angel con una voz bastante débil, sentía el ardor de la droga filtrandose en su sangre.
— ¡Keith! ¡Zorra estúpida! ¿Dónde estás? —gritó Valentino, ignorando completamente a Angel.
Angel lo observaba pero no tenía idea de a quien le hablaba. Era difícil pensar con esa sustancia en su sistema. Su entorno parecía verse más deslumbrante, como si cada cosa, cada objeto y cada persona emitiera luz propia. Los sonidos se volvieron algo lejanos y con un sutil eco.
— ¿Qué fue lo que me diste?
— Ah, ahí estás —Valentino le dijo a alguien más, ignorando las palabras de Angel.
Angel volteó para ver a esa persona pero fue inútil. Tenía un traje de cuero que cubría su cuerpo por completo, incluso su rostro. Solo hubo tres cosas que logró registrar sobre él: tenía complexión delgada y pequeña, era más bajo que él; tenia el cabello castaño y rizado que llegaba hasta sus hombros y sobresalía de la máscara; y finalmente, sus ojos. Eran negros. Había vendido su alma.
Valentino le puso una mano en el hombro al tip y lo acercó violentamente a él.
— Angel, conoce a Keith, mi nuevo juguete. Él va a ayudarte con esto. Es mucho mejor que tú cuando se trata de este tipo de trabajo. Él si tiene pelotas —Valentino le dió un empujón a Keith para que se acercara a Angel.
Angel sin embargo, no podía concentrarse de verdad. Su respiración comenzaba a sentirse más acelerada al igual que el golpeteó en el pecho.
— Angel Dust, es un placer... —comenzó a decir el extraño.
— Ahórrate tus pendejadas —le interrumpió Angel—. Me da lo mismo quién carajos seas.
Valentino dio la orden y ambos se acercaron escenario. El hombre que estaba sobre la cama comenzaba a despertarse, no parecía saber muy bien en dónde estaba.
— Yo solo quería decirle que admiro su trabajo —insistió Keith, de una manera extrañamente educada. Una cordialidad que estaba fuera de lugar en esa pocilga que olía a sexo y muerte.
— ¡A sus lugares! ¡Acción!
Más tardó Valentino en dar la orden que Keith en comenzar.
Él se acercó a Angel. Tomó su mejilla de una manera delicada y la giró hacía él, le sonrió a través del pequeño hueco de la máscara que dejaba ver sus labios. Tenía colmillos filosos, luego comenzó a besarlo en el cuello.
Sujetó la cintura de Angel como si no quisiera que se le escapara. Angel era un actor porno, sabía bien de qué se trataba su trabajo. Comenzó a gemir, a dar indicios de verdaderamente estar disfrutándolo aunque seguía sintiendo la misma sensación desagradable pero Keith bajo por su vientre y su entrepierna hasta llegar al miembro y sujetarlo con su mano
— Que zorra tan caliente... —Keith murmuró y dejó caer a Angel sobre la cama. Sintió las piernas del tipo inconsciente debajo de él. Angel se giró y pudo ver el rostro de éste. Tenía los ojos abiertos y su boca se movía sin emitir sonido pero Angel fue capaz de leerlo "AYÚDAME".
Pero en lugar de hacerlo, Keith se separó y volvió tan solo dos segundos después con una navaja afilada en la mano.
Colocó la punta en el pecho de Angel. Se hundió en su pecho y tocó su piel pero no lo lastimó, sin embargo la deslizó hacia abajo. Él sentía el metal recorriendo su piel. Estaba frío, agudo pero no lo haría. Su cuerpo tenía una respuesta placentera pero Angel sólo quería quitárselo de encima. Aun así gimió para la cámara.
Luego Keith dejó de prestarle atención a Angel y finalmente le prestó atención al tipo sobre la cama. Lo sujetó del rostro y acercó el suyo hasta que sus frentes se juntaron.
— Hey, amigo ¿Sabes cuántas personas morirían por una mamada de Angel Dust?
Él tipo no reaccionó pero Angel descubrió el cuerpo del hombre al quitar la manta que lo cubría. Estaba desnudo. Tenía una erección. Probablemente le habían dado la misma droga que a él.
Angel podía sentir ese lazo invisible que lo unía a la voluntad de Valentino. Sabía lo que tenía que hacer. Se llevó el miembro del sujetó a la boca y comenzó a mamarselo.
— Tú tienes la suerte que muchos solo soñarían —le dijo Keith... y luego le clavó la navaja en la garganta.
La sangre salió salpicada a grandes chorros. Algunas gotas cayeron sobre el rostro de Angel pero él no se detuvo, siguió chupándosela aunque la sangre caliente que había brotado por su pecho y alcanzó el miembro. Los labios de Angel se llenaron de sangre amarga.
Angel abrió los ojos y lo miró. El tipo agonizaba, no podía hablar pero tampoco moverse demasiado aunque sus ojos suplicaban piedad. Angel sentía un tormento en el pecho y un torrente de culpa pero seguía mamándosela mientras lo veía luchar por mantenerse con vida.
Keith clavó la navaja en el estómago del tipo. Más sangre salpicó a Angel. Keith bajó la navaja, aun incrustada en el cuerpo y comenzó a abrir su estomago con un corte irregular.
Era tan desagradable, tan perturbador. Angel cerró los ojos, no quería ver más. Odiaba todo. A Valentino, a Keith, a sí mismo. Cuanto se odió a sí mismo.
En un arrebato de locura e ira, Angel mordió con fuerza el pene del tipo y echó la cabeza atrás con toda el ímpetu que pudo.
Cuando abrió los ojos, notó una gran mancha roja entre las piernas del hombre. Keith lo miraba, sin ser capaz de disimular lo impresionado que estaba. Angel abrió la boca y el miembro arrancado del sujeto cayó sobre la cama.
Quería vomitar, quería salir de ahí y meterse todas las drogas posibles hasta olvidar, pero ya había una droga en su sistema, una droga que parecía adormecer su juicio pero estimular su líbido. Quería más.
— Eres impresionante, cariño —dijo Keith y se acercó a besarlo. Besó sus labios y Angel respondió. No porque lo deseara, sino porque no tenía voluntad para negarse. Su alma le pertenecía a Valentino.
El tipo sin embargo no había muerto. Seguia vivo, sintiendo dolor en cada nervio de su cuerpo pero sin poder defenderse. Hacía la posible por gritar. Era un sonido desgarrador que entraba por los oídos de Angel y se enredaba en su mente.
Lo que hicieron con él esa noche, Angel no lo olvidaría jamás pero lo torturaba el hecho de que había un registro audiovisual. Una película por lo que dejaría que cualquiera con el dinero suficiente pudiera verlo.
Ver como desmembraban al hombre.
Ver como le abrían la piel en tajos.
Como clavaban una y otra vez las navajas sobre su cuerpo.
Como pasaron de usar una navaja afilada a un hacha.
Un hacha.
Ambos lo hicieron, tanto Keith como Angel, lo hicieron.
Al final había una masa roja sobre la cama bajo un amasijo . Angel contó el tiempo entre el primer corte hasta que el tipo dejó de vivir. 45 minutos, si su drogada mente no le fallaba. Cabía la posibilidad de que fuera más.
Le cortaron las manos.
Keith usó una de las manos cercenadas del hombre para hacerle tantas cosas a Angel. Cosas que Angel desearía olvidar por siempre. Cosas que en determinado momento lo llevaron a correrse. Keith lamió el semen mezclado con sangre.
Ketih abrió el cierre del traje de cuero, solo para sacarse el pene erecto. Folló a Angel sobre los restos del desconocido.
La grabación terminó poco después. Angel empujó a Keith tan fuerte como pudo y se levantó. Estaba hiperventilando. No tenía siquiera el valor para ver la cama ni lo que quedaba del aquel pecador que ahora era nada.
— Creo que estuvo excelente, señor Dust —dijo Keith. El tono de su voz era amable y respetuoso, extraño después de que hubiera compartido ese episodio horrible con Angel. Tampoco soportaba verlo.
— Jodete —le enseñó el dedo medio y se largó de ahí.
[♦️🪽]
No volvió al hotel esa noche.
Sentía que cada fibra de su cuerpo ardía, ardía en el verdadero fuego infernal. Los recuerdos no se desvanecían, estaban ahí repitiéndose una y otra vez, como un maldito bucle en el que cada sonido húmedo y sordo se escuchaba a la perfección.
Se duchó varias veces pero no podía sacarse la sangre del pelo por más que lo intentara. Se lavó, se frotó y aunque en cierto punto ya no había rastros de sangre ante sus ojos, Angel los seguía viendo de alguna manera. No se iba esta terrible sensación. Cerró los ojos y le dió un golpe al espejo del baño, mismo que quedó hecho añicos sobre el lavabo y el suelo. Algunos incrustados en sus manos. Más sangre.
— Si no vas a liberarme.... Al menos acaba conmigo.
[♦️🪽]
De nuevo, demasiadas personas en el hotel. Gente a la que ni siquiera conocía, todas reunidas en el lobby.
El primer rostro familiar que vio ahí fue el de Alastor, sonriente y vigilante en la cima de la escalera, contemplando el interior del Hotel como si fuera una victoria personal.
Ni Alastor le hizo caso, ni a él le interesó que lo hiciera. Quería pasar desapercibido, en ese momento ni siquiera podía soportar mirar a los ojos a Husk, así que se fue discretamente rumbo a su habitación.
— ¿Dónde putas estuviste cabrón? —la voz de Cherry Bomb lo sacó de sus pensamientos cuando ella se interpuso en su camino—. Qué hijo de puta, tú ni siquiera llegaste a dormir anoche ¿Estuviste de fiesta sin mí toda la noche? Que desgraciado.
Ella lo sujetó del cuello y alborotó su cabello. Estaba feliz de verlo.
— Por ti vine a esta jodido hotel y te das el lujo de hacerme a un lado, perra —Cherry dijo y luego lo dejó libre.
— No es eso. En realidad no importa —Angel hizo un puchero y se acomodó el cabello.
— ¡Ay, mierda! Cuéntamelo todo ¿Te tiraste a uno de esos desquiciados?
— Solo dejalo ¿Si?
— Ay vamos ¿No vas a decirme dónde estuviste? Ok, te diré donde estuve yo. Soportando a la perra esa de Charlie hablando sobre cómo no debemos decir mentiras y un juego estupido con hojas de papel. ¡Me aburrí a muerte! Así que me debes….
— ¡CÁLLATE! ¿Quieres? ¡No quiero hablar! ¡No te tengo aquí secuestrada ni nada! Puedes largárte cuando quieras pero deja de joder con eso de que lo haces por mí —le gritó Angel.
Cherry se le quedó mirando. En realidad todos lo hicieron. Angel había hablado tan fuerte que llamó la atención de todos. El bullicio se había detenido y solo estaba ese incómodo silencio.
Cherry frunció el ceño y lo miró duramente.
— Besame el culo, Angel Dust —lo tomó de la muñeca y jaló de él hasta llevarlo arriba, lejos de los demás. No habló durante todo el trayecto.
Por un segundo, Angel vio a Husk en el bar. Husk parecía querer saltar la barra e ir tras ellos, pero no lo hizo, en cambio Cherry apretó más su mano y no lo soltó hasta que ambos estuvieron solos en la habitación de Angel.
— Escúchame, maldita perra, si tú vuelves a levantarme la voz frente a los demás voy a rebanarte el cuello ¿Entendido? —gruñó levantando un dedo y amenazandolo con él. Avanzó, haciendo a Angel retroceder hasta topar con la cama y caer sobre el colchón.
Cherry suspiró. No suavizó la mirada, pero se sentó en la cama junto a él.
— Eres un maldito cabrón… pero eres mi cabrón —ella ladeó la cabeza. Intentó encontrar su mirada pero Angel la evadió de inmediato—. Si no quieres hablar, lo entiendo pero al menos díme si alguien te hizo algo.
Cherry se puso de pie de inmediato, apretando los puños a los costados.
— ¿Fue Valentino? ¡Ese hijo de perra otra vez!
— Cherry, no tengo ánimos para esto —Angel se abrazó a sí mismo. Su voz era temblorosa, vacía y mantenía la vista mirando al suelo.
— Angel, terminaremos con esto ¿sí? Esta mamada de Charlie sobre redimirse es una porquería —lo tomó le las mejillas y levantó su cara—. Pero si alguien puede lograrlo, eres tú. Lo lograrás y…
— ¿Y qué? —espetó Angel, sus ojos enrojecieron y se cristalizaron—. Estoy atado a Valentino. Una parte de mí le pertenece a ese pendejo y no importa lo que haga, no importa cuanto quiera alejarme, sigo siendo suyo.
— Si —coincidió ella—. El alma del pecador le pertenece a Valentino, pero si te redimes… tal vez…
Tres golpes sordos y continuos se dejaron escuchar en la puerta de su habitación.
— ¿Quién mierda viene a interrumpir? —Cherry se quejó, se irgió en esa pose agresiva tan suya y miró a la puerta—. Te juro que si Morningstar entra aquí con una puta canción…
— Yo me encargo —Angel se limpió la cara y se acomodó la ropa. Caminó a la puerta y la abrió.
Pero no era Charlie.
Era Husk.
Fue como si alguien le diera un gran puñetazo en el pecho, como si lograran alcanzar corazón y estrujarlo con fuerza con la intención de destrozarlos.
Husk estaba en el umbral de su puerta, en silencio, mirándolo con esos ojos oscuros que dejaban en claro lo preocupado que estaba por él.
Le preocupaba, lo sabía bien. Y sabía también que no era digno de que Husk se preocupara por alguien como él.
— ¿Qué quieres? —su voz fue áspera y ocultó perfectamente el deseo que Angel tenía de abrazarlo y llorar en su pecho hasta que el mundo no doliera como lo hacía.
Husk dejó salir una risa indignada.
— ¿Qué quiero? Saber cómo estás. Te volviste loco hace un rato en el lobby —respondió él, duramente.
— No me pasa nada.
— Te conozco lo suficientemente bien para saber que mientes. ¿Qué pasó en el set?
Angel se llevó dos manos al rostro y lo frotó.
— No —fue todo lo que dijo.
Era demasiado. Tener a Husk delante de él, mirándolo con una comprensión que no merecía le hacía sentir la peor basura del infierno. Husk había visto en Angel algo maravilloso pero ahora estaba convencido de que era una mentira. Husk le hacía sentir algo indescriptible cada vez que lo miraba y ahora le aterrorizaba la idea de que si supiera las cosas que había hecho y lo poco que se había resistido; él jamás lo mirara igual.
— Vete —le dijo Angel aunque las palabras salieron como un lamento de su garganta—. Quiero que te vayas. Lo que me pase o no, no es asunto tuyo ¡Solo alejate! Deja de actuar como si yo te necesitara porque no es así. Estoy bien sin ti y así quiero seguir.
Y Angel cerró la puerta en la cara del pasmado Husk antes siquiera de que él pudiera hablar.
Hubo silencio. Angel no soltaba el pomo de la puerta. Podía sentir a Husk del otro lado. Recargó la frente en la madera. La vista estaba fija en el suelo y entonces vio una carta deslizándose debajo de ella: una reina de corazones.
Angel se quebró. Comenzó a llorar en silencio mientras escuchaba los pasos de Husk alejándose. El silencio pronto se inundó de pequeños sollozos.
Cherry miraba a su alrededor, confundida. No tenía idea de qué hacer. Había estado en cientos de batallas al lado de Angel, en otras tantas noches desenfrenadas pero nunca nada como esto.
Al final, ella se acercó, lo abrazó por detrás y apoyó su rostro en la espalda de Angel. No dijo nada, solo lo dejó llorar.
[♦️🪽]
— ¿Qué fue lo que te dijo? —preguntó Vaggie. Ella y Charlie se habían acercado a la barra preocupadas por la reacción de Angel y ahora trataban de sacarle información a Husk. Alastor estaba de pie, detrás de ellas, como siempre erguido y sonriente.
— Nada —respondió Husk, secamente. Le dió un gran trago a su botella.
— Tuvo que decirte algo —dijo Charlie—. Cualquier cosa. Si alguien aquí sabe qué le pasa eres tú.
Husk sintió eso como una puñalada en el pecho.
— ¿Yo? ¿Por qué yo? —dijo desafiante mirando a Charlie y luego a Vaggie.
— Porque él confía en ti —respondió Charlie.
Hasta hace unos minutos él también lo creía, que confiaba en él pero no, no lo suficiente. Y eso se sentía tan decepcionante y doloroso.
Y le enojaba. No con Angel sino con él mismo, por qué no entendía por qué le importaba tanto.
— ¿Quieres saber lo que me dijo? Ok. Dijo que me fuera. Que estaba bien sin mi y quería seguir así. ¿Qué más necesitas que te diga? —respondió Husk pero el resentimiento estaba impregnada en cada sílaba.
Charlie se encogió en hombros e intercambió una mirada con Vaggie.
— No creo que hablara en serio —dijo Charlie—. Ya sabes cómo actúa cuando lo presionas de más.
— Entonces déjalo en paz —gruñó Husk y le dio otro gran trago a la botella. Ardía en su garganta—. Si él dice que no te quiere cerca, es porque no te quiere cerca.
Se dio la media vuelta para dejar de verlas. Frunció el ceño sopesando sus propias palabras. A quien no quería cerca era a él, al menos eso es lo que Angel dijo antes de azotarle la puerta en la cara.
Giró lentamente la cabeza y se encontró con la mirada de Alastor que lo observaba con esa enorme sonrisa indescifrable. Le dio escalofríos, como siempre.
Las puertas del hotel se abrieron. Agradeció que de pronto todos prestaran atención a ellas pues quién había entrado no era otro que Lucifer.
Lucifer entró con ese aire de diva, con clase, acomodado el cuello de su abrigo mientras alineaba el sombrero. Tenía los ojos entrecerrados y un pequeño puchero en los labios mientras miraba con cierto desagrado a los demás habitantes del hotel.
— ¡Papá! Volviste —una alegre Charlie, dejó su lugar al lado de Vaggie para ir a su encuentro con el Rey del Infierno.
— ¡Charlie! Este lugar está repleto, hija ¡Felicidades! —él extendió los brazos y la abrazó en cuanto Charlie lo alcanzó. Ambos sonrieron.
Vaggie le dio una mirada más a Husk, parecía querer decir algo pero optó por no hacerlo. Hizo un gesto con la mano y luego se apartó de la barra para ir con Charlie.
Así de fácil se olvidaban de Angel, pensó Husk. Gruñó, no estaba siendo justo. Ellas no sabían lo que él, que Valentino lo obligaría a hacer algo que realmente detestaba. Además del hecho de que Lucifer no había aparecido desde la reconstrucción del hotel. Era comprensible que Charlie quisiera recibirlo.
— Es divertido cuando estás aterrorizado —Alastor seguía ahí, mierda. Era el único que quedaba, seguía observándolo agudamente, con la cabeza ligeramente ladeada.
— Estás demente.
— Si eso te hace sentir mejor. Pero estás muerto de miedo y lo sabes. Curioso, realmente curioso cómo tratas de fingir que no te importa —entrecerró los ojos.
Husk suspiró y dejó la botella vacía en una superficie. Se dio la media vuelta y lo enfrentó.
— No tengo miedo, lo sabes. No puedes tener miedo cuando ya no tienes nada más que perder.
Alastor clavó los ojos en él. La diabólica sonrisa estaba más pronunciada que antes.
— Por supuesto, pero ahora solo me interesa saber si él tiene algo más que perder. Averigüemoslo —y dicho ésto, Alastor se marchó.
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