Te encontrabas esperando con todas tus ansias que el chico de cabello azabache por fin llegara a la casa de sus tíos.

Cada vez que podías te asomabas por la ventana, así pasabas cada cinco minutos. Una sola vez pudiste ver a alguien llegar a la inmaculada casa, pero no era quién tu querías que fuera. El chico que entró era Dudley, él no te agradaba y era porque no hace más de un mes él y su pandilla te habían jugado una muy horrible broma.

Despejaste tus pensamientos de aquel chico al escuchar el sonido de un auto. Corriste a la ventana y pegaste la nariz de esta tal cual una niña pequeña, y en ese momento tus ansias fueron contestadas.

Del auto salieron tres personas: El señor y la señora Dursley y Harry.

Tuviste el impulso de salir de tu casa, ir y besarlo, pero sabías que si lo hacías los señores Dursley te echarían.

Harry se giró disimuladamente a tu casa y tú al notarlo lo saludaste eufórica y él te devolvió el saludo con una sonrisa, para después entrar a la casa de sus tíos.

Así pasaste las semanas, los dos se escabullian al parqué infantil solo para pasar tiempo juntos, lo malo era cuando llegaba Dudley y asesinaba los momentos, Harry casi siempre terminaba echandolo.

Al caer la noche te abrigaste y saliste. Caminaste unos cuantos pasos hasta la casa donde se hospedaba Harry. Tomaste unas cuantas piedrecitas y las aventaste hacía su ventana.

Esperaste unos cuantos segundos hasta que él salió.

-¡Harry! ¡aquí abajo!- susurraste algo fuerte para que te pudiera oír.
-¿Que?-te devolvió de la misma forma.

-Tú y yo, mañana en el parqué a las cinco...no llegues tarde.-dijiste haciendo señales con tus manos, antes de que Harry pudiera contestarte se escuchó la voz del señor Dursley, provocando que la única señal de confirmación fuera dos pulgares arriba y una sonrisa,antes de que él cerrará la ventana y tú salieras corriendo hacía la seguridad de tu hogar.