MASTER

— Siéntate — le ordena al dueño de aquellas perlas doradas con el ceño fruncido en una señal de enfado que le ocasiona dolor de estómago al joven. No dice nada, ni siquiera se toma el tiempo para meditarlo y actúa como un reflejo instintivo. Su cuerpo reacciona tan pronto como la orden es dada y se deja caer en el sofá tras de él, adoptando una postura tensa que parece buscar desaparecer de la vista de su adorada señorita.

Sabe que está molesta, no le gusta verla así y no quiere aumentar su furia. No quiere que Momo se enfade con él. No siendo algo tan preciado para Kazutora. Teme que en cualquier momento la joven se desprenda de su relación; esa a la que tanto se ha aferrado desde que fue rescatado por la señorita de la casa y lo aleje. Ese sería el peor final para alguien como Hanemiya, quien ha decidido pasar el resto de su vida sirviéndole. Protegiendo a la muchacha de cualquier persona que tenga la gallardía de si quiera mirarla de mala manera.

No, no está permitido. Primero pasan por sobre su cadáver antes de tocarle algún sedoso cabello a Momo.

— Déjame ver — le pide con suavidad, sin dejar el enojo de lado en su tono o mirada.

— No es nada, señorita — se apresura a decir en un susurro, corriendo el rostro y ocultando parte de este con su cabello ya algo largo.

— No te estoy preguntado. Déjame ver. Es una orden, Kazutora.

Sin poder hacer nada más, temeroso de hacerla enfardar, deja que su rostro sea manipulado por la cálida mano de la castaña. Sus ojos se fijan en las delicadas facciones frente a él con un amor tan incandescente que es incapaz de ser oculto por más que se intente.

— Dios, Kazutora... ¿Qué diablos sucedió? ¿Por qué te metiste en una pelea con esos tipos? Te he dicho que no busques problemas — murmura sin dejar de arrugar su entrecejo mientras toma un paño húmedo para comenzar a limpiar el ligeramente herido rostro del hombre.

No es como que Kazutora Hanemiya haya perdido la pelea. En lo absoluto, ellos le ganaban en número, sin embargo, el chico de igual forma logró declararse como el irrefutable campeón en esa repentina pelea dentro de la zona de entrenamiento del palacio imperial. Sí, se llevó algunos moretones por delante como era de esperarse, pero aquello no era nada comparado a como quedaron sus contrincantes que ahora, al igual que él, debían estar recibiendo algún tratamiento médico, aunque más especializado que el de él teniendo en cuenta sus estados.

— ¿No piensas responderme?

Se encoge en su lugar bajo la mirada de Momo. Si hubiera podido, se habría callado todo lo sucedido, pero fue justamente la señorita en compañía de su hermana mayor, quienes lo pillaron enfrentándose con todos esos hombres por lo que no había hacia dónde correr.

— Ellos... insultaron a mi señorita — La rabia de recordar las palabras de aquellos sucios cerdos le calienta la sangre y, para contener sus emociones, tensa los puños que descansan sobre sus muslos.

La expresión de Momo se suaviza al escuchar sus palabras.

— Aún si lo hacen, no debes lanzarte a pelear de esa forma. Te pueden llevar arrestado por iniciar tal escándalo.

— No me interesa. No puedo dejar que cerdos como esos manchen el nombre de mi señorita. Prefiero morir antes de deja que eso pase.

Lo primero que pasa por la expresión de Momo es sorpresa que luego se convierte en tierna resignación. No es la primera vez que Hanemiya se lanza de cabeza a defender su honor en contra de otras personas, sin importarle las posibles consecuencias en el futuro. Ella es su botón detonador y, a pesar de que ha intentado persuadirlo de que le tome menos interés a las malas lenguas que siempre la han perseguido, este solo hace oídos sordos. Lo cual es irónico teniendo en cuenta que cualquier otra orden es obedecida al pie de la letra y de forma inmediata.

Sin saber qué más decir al respecto, sabiendo que sus palabras caerán dentro de un saco roto, prefiere irse por el lado contrario y dedicarle una sincera sonrisa de agradecimiento que deja encandilado al chico.

— Muchas gracias por defender mi nombre, Kazu.

— Lo haré hasta el día en que dé mi último respiro — asegura con severidad, sus ojos brillando con una convicción única que remueve el corazón de Momo. — Señorita...

— ¿Sí?

— ¿He sido un buen chico?

La ilusión desoladora le impiden decir algo malo.

— Sí, Kazu. Lo has sido.

— Entonces prémieme. Por favor, señorita — le ruega, tomando una de sus manos y le incita a acariciar su rostro, luciendo como un adorable gatito falto de cariño. — Prémieme por ser un buen chico, por favor, señorita... — susurra nuevamente, tomándose el atrevimiento de tomarla por la cintura para hacerla sentarse sobre él, aproximando tanto sus cuerpos como sus rostros.

— Primero deberíamos curar tus heridas... — dice mientras las yemas de sus dedos delinean el masculino rostro que parece ansioso de recibir algo más de ella.

— Estoy bien, señorita. No es necesario — Niega, acariciando su nariz con la contraria de una forma lenta y tierna, muriendo por los labios color rosa que claman ser tomados por los suyos como en ocasiones pasadas. 


Sí, ando obsesionada con los manhwas. Sorry not sorry.

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