Noche Púrpura 🌌

Noche púrpura, me gusta
Estemos juntos un rato más
Aún es muy temprano
Y somos como una noche púrpura
Quiero estallar por los cielos
Oh querido
Aún si todo esto desaparece
Y se convierte en un desastre
Una vez que abra los ojos
Te esperaré una vez más
Esta noche
Me pregunto si es un sueño
Pero luego pienso en ti
Y sé que la noche fue real
Estoy seguro
De esa noche púrpura.

Pporappippam, Sunmi

🌌💜🌌


El campamento de las hadas púrpuras, se realizaba una vez al año. Durante la primavera, el clima era cálido y las flores estallaban vigorosas, coloridas. Los aromas naturales inundaban los valles, campos y montañas. En esa época, y si así lo deseaban, las hadas y hados que ya fuesen mayores de edad, se reunían para encontrar a su compañero de toda la vida.

Allí, las hadas encontraban a su alma gemela, y una vez que se enamoraban, el sueño más noble de un ser humano, se hacía realidad. Por supuesto, en el mundo humano había millones de personas con grandes deseos. Cumplir todos a la vez, era un gran desgaste mágico y energético para el mundo de las hadas; motivo por el que sólo unos cuantos miles de sueños se cumplían al año.

Y sólo unas cuantas hadas, arriesgaban su increíble vida llena de magia y color, por un simple y fantasioso “campamento púrpura”.

Entrar, no era fácil para ningún hada. Encontrar a su alma gemela, les podía llevar años, incluso después de tomar la gran decisión de perder sus poderes mágicos. Esa era la única condición, renunciar a la magia para encontrar a su ser amado. Algo que a veces, conllevaba el rechazo en el mundo de las hadas. Porque claro, podían quedarse con sus poderes y vivir por siempre en el mundo mágico, seguir junto a su familia, tener una propia, y hacer crecer la inmensa naturaleza con el polvillo de sus alas.

Las hadas eran muy ambiciosas, amaban las familias grandes y trabajar en sus frondosos y frutales jardines; pero, también eran conscientes de que a no ser que arriesgasen toda su vida en el campamento púrpura, jamás conocerían a su verdadero compañero de la eternidad. Jamás tendrían su corazón lleno del misterioso pporappora. Un dulce que decían los ancestros, era parecido a las moras, tan tierno como el verdadero amor.

El corazón de aquellos que permanecían en el mundo de las hadas, se mantenía contento cada día gracias al perfume procedente de un hechizo simulador del amor: el ppippam. La frase mágica invocaba la soledad de la noche, y así, las hadas sin pareja, se unían en un fuerte lazo que florecía lento. La naturaleza se encargaba de equilibrar los días tristes, con grandes dosis de aromas embriagantes que iluminaban sus mentes.

Todo lo que le quedaba a un hada luego de aceptar las condiciones del campamento púrpura, era volar gracias a sus luminosas y puntiagudas alitas, las cuales formaban parte de su cuerpo y brillaban en la inmensidad de las noches, para encontrar a su fiel compañera en caso de que se hallase cerca. El alma gemela de las hadas, era algo destinado. Pero pocas se animaban a correr el riesgo. Las diferencias de personalidad entre las dos y únicas especies: de alas rojas y alas azules, eran grandes. Por lo que en los campamentos, siempre predominaba una en específico.

Y Do KyungSoo, pertenecía a esa mayoría. Él era un hado pequeñito, pero con un par de alas rojas y chispeantes, que significaban la pasión e ímpetu con la que se lanzaban hacia sus sueños. Acababa de cumplir su mayoría de edad, ni más ni menos que cien jóvenes años de hada, que por cierto, se le habían pasado como una ráfaga de viento. Entre sus campos acolchonados, aromáticos y violáceos de lavanda, y las colgantes y jugosas parras de uvas de su casa, el tiempo se deshacía como un caramelo en boca.

KyungSoo tenía un cuerpito corto y rechonchito, vestía un suéter hecho de hebras de jazmines rosas y un pantalón blanco hasta sus rodillas. Su piel era blanca como la luna llena, y sus labios rellenitos como las frambuesas que su madre cosechaba para los pasteles. Además, de sus ojos redonditos y brillantes, como los arándanos del Valle de la Nieve. Durante toda su vida, se había dedicado a espolvorear su magia en cada rincón del inmenso jardín Do. Y su familia, ya muy antigua en esas tierras, y también en el mundo mágico, era muy sabia y respetada. Lo único que querían, era que sus hijos fuesen felices y cumpliesen sus sueños.

Aún si eso, significaba cumplir los sueños de los humanos.

Él, al igual que sus hermanos, lo había dado todo en su propio mundo, por lo que entró al campamento púrpura, muy decidido. Ya llevaba un mes dentro, revoloteando entre campos de rosas violetas, por arriba de copas de árboles de manzanas rosa pastel, y específicamente esa madrugada, sobrevolaba el campo de girasoles lilas. Éstos se abrían con plenitud en cada noche. Cuando la luna comenzaba a asomarse, la claridad los atraía hacia ella, y giraban suave y delicadamente.

Esa noche, KyungSoo se sentía como otro girasol nocturno: feliz y danzante, respondiendo al magnetismo lunar. Hasta que una luz titilante en las lejanías, y el sonido de un resoplido constante, le robaron la atención. Voló con agilidad y lo notó de cerca. No era la brisa primaveral susurrándole a la naturaleza. Era la respiración agobiada de otro hadito, sentado sobre la punta de un largo y enorme pétalo.

KyungSoo se escondió detrás del tallo, y lo contempló a la distancia. El chico tenía alitas azules, así que, en primera instancia, eran opuestos complementarios. Podrían llevarse muy bien. Las haditas de alas azules, eran las más indecisas, pero también las más sensibles e intuitivas. Obviamente, eran de las que menos habían en el campamento, la gran mayoría prefería la seguridad del mundo mágico.

Quería hablarle, pero no se atrevía a sacarlo de su meditación. El hadito parecía muy concentrado, suspirando y con la cabeza en alto, mirando hacia la luna. Entre hadas y hados, eran muy respetuosos de su espacio y poco expresivos, sobre todo cuando eran de colores opuestos. No querían ser inoportunos ni pecar de antipatía. Sin embargo, KyungSoo sentía que había algo inquietante en aquel hado. Sus alitas brillaban poco, estaban más apagadas de lo normal, y su aura titilaba lento, como una luciérnaga perdida.

—Papá y mamá tenían razón —susurró la voz, mirando hacia el cielo—. No tendría que haber entrado nunca. Ahora ellos, están enfermos, y es mi culpa, ¿verdad, Luna? No tengo magia hace décadas, y eso hace que tengan que esforzarse más... Debería haber hecho como mis hermanas y quedarme a cuidar el campo de tulipanes para siempre... Entonces, todos seríamos felices... —se abrazó a sus rodillas y se envolvió con sus propias alas—. O al menos ellos.

KyungSoo se sintió extraño al oír eso. Nunca imaginó que las hadas pudiesen enfermar por tales razones. Sus padres siempre le habían incentivado a lanzarse al campamento, tanto a él como a sus hermanos. Y aunque ellos no lo habían logrado en el primer año, sus padres nunca habían enfermado por tenerlos en casa sin magia, seguían siendo fuertes como madera.

—No es tu culpa... —murmuró.

Ante la sorpresa, el hado en el otro extremo, extendió sus alas azules y se elevó por lo aires. Entonces, la claridad de la luna se reflejó en él con esplendor. KyungSoo se asombró por su belleza. El hado era flaquito, vestía una remera celeste pastel y un short lila como los girasoles. Tenía piernas largas, cabellos revueltos y caramelizados, y su piel era almendrada. Sus ojos risueños, parecían un par de tiernas castañas, y sus labios de mora, estaban abultados en molestia.

—¿Quién eres tú?

—Lo siento, soy Do KyungSoo, perdón por espiarte... —salió apenitas de su escondite, mirándole avergonzado.

—Eres muy maleducado, ¿cómo osas escuchar las confidencias de un hada hacia la luna?

—No era mi intención, estaba paseando por aquí... —voló hacia el pétalo, y se quedó flotando frente al hado—. Cuando te oí suspirar...

—Pues ya te puedes retirar —se cruzó de brazos y se giró.

—¿No me vas a decir tu nombre? —preguntó atónito—. No es muy educado de tu parte que no lo hagas.

—¿Para qué? —movió su cabeza hacia un lado y le miró con altivez por encima—. ¿Para que sigas curioseando en mi vida?

—Sí. Exactamente para eso —dijo decidido y revoloteó a su lado, entonces miró hacia el gran paisaje de girasoles lilas y extendió sus brazos—. ¡Mira! Estamos en el campamento púrpura, se supone que venimos a encontrar a nuestra alma gemela, ¿cómo piensas hacerlo si simplemente ignoras tus posibilidades? ¡Y también las mías!

El hadito castaño, tomó aire con profundidad, seguía de brazos cruzados y rostro serio. Entonces batió sus alas, y un ligero polvillo celeste y brillante se sacudió a su alrededor. Se giró hacia KyungSoo y extendió su mano.

—Soy Kim JongIn, este año, se cumplen treinta y cinco años de que vengo al campamento púrpura, y comienzo a creer, que es una completa farsa para que los humanos se queden gratuitamente con nuestra magia.

KyungSoo enmudeció ante su declaración, pero de todas formas, estrechó la mano con JongIn. Las palabras eran duras y por un segundo, se atravesaron por su cabeza las posibilidades de que acabase en la misma situación. Sin embargo, en cuantos sus pieles se rozaron, decenas de chispas se dispararon hacia los girasoles de alrededor. Sus alas temblaron por la electricidad, y en su interior, las gruesas arterias por las que corría la púrpura magia, se encendieron flameantes.

El rostro de JongIn se congeló. Una especie de terror y asombro se pintó en sus facciones. Miró hacia su alrededor, los girasoles comenzaban a dar lentas vueltas, en una especie de vals lunar. KyungSoo boquiabierto, sabía perfectamente lo que estaba sucediendo, y sonrió al ver que el hado de alas azules, también movía su boca intentando decir algo.

—JongIn, ¿sabes lo que significa esto?

—P-Pero... —le miró incrédulo y titubeó asustado—. Apenas nos acabamos de conocer, no sé nada de ti, y... Y tú no sabes nada de mi, ¡podría acabar disgustándote!

—Tranquilo —tomó su mano con fuerza y le observó con calma—. Tenemos todo el campamento para conocernos. Mejor que haya sucedido al inicio, y no al final. Sino, tendríamos que esperar al próximo campamento, para volver a vernos.

JongIn bajó la mirada hacia sus manos, ambos se sujetaban y flotaban en medio de la mágica oscuridad. Las luces nunca habían sido tan brillantes en los campos de girasoles como esa madrugada, las luciérnagas jamás se habían alborotado tanto ante su presencia. Aún si el cielo amenazaba con nublarse y ponerse rosáceo, JongIn estaba lleno de esperanza. Por primera vez, las puntas de sus alas, se estaban tiñendo de púrpura.

Todavía tenía mucho tiempo.

Conocía de sobra, casos de hadas que habían encontrado a su alma gemela en los últimos días del campamento, y luego, debían esperar. Andaban el resto del año con la alas a medio pintar, difuminadas entre rojo y azul, con el violeta esparcido en extremos; hasta que el próximo campamento los llamaba, y retomaban con el florecimiento del amor en plena primavera.

Los ojos de JongIn se empañaron, unas lagrimitas de acuarela lila bajaron por sus mejillas.

—Creí que nunca llegaría este momento... Lo vi en otras hadas, cientos de veces, pero en un punto, llegué a creer que yo... Tal vez estaba maldito.

KyungSoo sonrió, ¿así de emocionales y dramáticas eran las hadas azules? Ablandaban su corazón de una forma que jamás lo hubiese imaginado. Cerca de sus tierras abundaban las hadas rojas, con ellas todo era risas, diversión y grandes enchastres de guerra de moras. Pero al ver a JongIn, sólo quería cubrirlo con sus alitas y abrigarlo en el fuego de su pasión.

—Tus lágrimas, son como pequeñas uvas... Seguro que son ácidas...

—Sí... Y cuando estamos tristes, muy saladas.

—Las nuestras son amargas, y cuando estamos muy felices, extremadamente dulces.

JongIn rio y agachó la mirada, los ojos y labios de KyungSoo, le recordaban las cerezas de la mermelada que preparaban sus hermanas. Eso era lo más dulce que podía tolerar para alegrar sus días, pero KyungSoo estaba poniéndole a prueba rápidamente, y le avergonzaba no poder ser capaz de aguantar a abrazarlo. Era pequeñito, chiquito como una semilla, y quería cuidarlo, nutrirlo, y en el futuro besarlo, para que estuviese rojo como una granada.

—KyungSoo, ¿cuál es tu lugar favorito en el campamento?

—Hasta hace un rato, el jardín de hortensias cerca del río... Ahora, este girasol lila...

—Entonces, ¿quieres... Descansar aquí hoy? —murmuró con timidez y llevó sus manos tras la espalda—. Mirando la luna...

—No creo que pueda dormirme después de este chispazo... —se miró su palma y la llevó hacia su corazón—. Así se siente ese hechizo...

—¿Cuál?

Pporappippam...

—Después de tantos años sin esperanza... —exhaló hacia el cielo—. Ya había olvidado esa leyenda...

—¿Crees que sea cierta?

—Ahora que te conocí... —le contempló y sonrió—. Todo puede ser cierto.

KyungSoo se sonrojó, pero era normal cuando alguien le decía algo bonito. Se elevó muy alto, tanto como el cielo se lo permitía. Quería alcanzar la luna, otros planetas, quería ver todo el campamento tan alto como fuese posible y llenar su vista de los colores azulados, teñidos en rojo; y los rojos salpicados en azul. Quería mirar los campos de flores violetas, las frutas moradas, y el cielo cada vez más nublado. Quería vivir eternamente en esa noche púrpura y palpitante, donde la magia verdadera se había hecho presente.

Donde su corazón latía veloz y JongIn lo perseguía. Donde volaban por los campos, esparciendo brillitos rojos y azules, y viendo crecer perfumadas flores lavandas. Donde a cada minuto y segundo, recordaban la leyenda pporappippam.

Haciéndola realidad hasta el último día.

Lanzarse al campamento, era una aventura. Encontrar a su alma gemela, conllevaba que sacrificasen la magia de ese mundo. Pero un beso púrpura y transformador, al pie de un pétalo de girasol, valía completamente la pena.

Un beso los sumergía en una nebulosa, les daba la certeza de que la verdadera magia, nunca se había extinto.

Arriesgarse por el amor de sus vidas, era morir en otro beso en el punto más alto del cielo. Toda la energía se invertía en un sueño humano. Entonces, las hadas, se hacían partículas de oro, se liberaban de las cadenas del mundo mágico y de sus hechizos banales. Se convertían en estrellas fugaces. Volaban por el espacio, a toda velocidad, hasta llegar al gran reloj universal, donde nadie sabía qué pasaba, pero la leyenda pporappippam, lo decía muy claro...

«Cuando un hada se sumerge en la noche púrpura y encuentra el amor:

un humano cumple su sueño,
una estrella atraviesa el cielo;

y las almas, otra vez, en rojo y azul,

renacen con esplendor».

Fin.

🌌💜🌌


Muchas gracias por leer 💜 Me encanta Sunmi, y esta canción es tan linda me hace sentir en un cuento de hadas literal 🧜🏻‍♀️🌌

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