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¿Qué? ¿Eran amigos?

Miré a Zach buscando alguna respuesta en su rostro. Tenía la mandíbula apretada y los ojos fijos en aquella chica. Alejandra.

El humo iba desapareciendo poco a poco y pude ver su cara.
Era guapa. Sus ojos eran verdes azulados, pálida y labios rosados, en los que ahora, tenía plantada una sonrisa cínica.

Era de mi altura, quizá un poco más baja, pero eso no quitaba lo intimidante que parecía.

El pelo era castaño claro, por la altura de los hombros y ondulado.

Sus ojos se clavaron en mí.

- ¿Has traído a una amiguita? - sonrió examinándome - Que mona.

Zach me puso detrás de él, sujetándome del brazo.

- Oh, ¿La proteges de mí? - rió - Osea que te importa. - sonrió - No la voy a hacer nada Zach. ¿Cómo se llama?

- Eso no te importa. - escupió Zach cortante - Déjanos ir.

- Que grosero. - se cruzó de brazos fingiendo ofensa - Ocultas algo. - afirmó y me observó por encima del hombro de Zach - Es ella ¿no?

- Te juro que si no nos dejas, esto acabará mal. - prosiguió Zach ignorando a la chica.

- ¿Me estás amenazando? - preguntó ella con una sonrisa sarcástico - Creí que éramos amigos. ¿Desde cuándo me tratas así, Zach?

- Desde que te hiciste una de ellos.

Vale, no tengo ni idea de que está pasando.

- Oh, vamos. No seas rencoroso. Fue y es, la mejor decisión que he tomado. - nos miró a los dos por segundos - Para demostrarte que yo sí sigo creyendo en nuestra amistad, os dejo quedaros en nuestra guarida. Parecéis cansados.

Zach permaneció cayado un tiempo, observándome de reojo.

- Aceptamos. - exclamó Zach con voz potente.

- ¡Genial! - celebró - Andando.

Caminábamos por el bosque que descendía por la montaña, detrás de aquellas personas.

Alejandra estaba algo más delante de nosotros, detrás de su grupo.
Zach me seguía sujetándome del brazo y ocultándome tras él.

Si tenía tanto miedo de que me hicieran daño... ¿Por qué nos íbamos a quedar con ellos?

- Zach. - susurré llamándole la atención - ¿Qué está pasando? ¿Quienes son estas personas?

- Extremistas. - susurró de vuelta.

Esa palabra me provocó un escalofrío en la columna vertebral y me callé de pronto, sin ganas de seguir la conversación.

Alejandra se acercó atravesando los arbustos con gran facilidad.

- ¿Cómo te llamas? - preguntó ignorando la mirada asesina que le otorgaba Zach.

Miré a Zach sin saber qué contestar. Él la conocía mejor que yo, y debía guiarme en cómo interactuar con ella.

Zach asintió un poco indeciso.

- Allison. - contesté algo tímida.

Ella miró a Zach algo sorprendido y después a mí.

- ¿Allison Sangster? - preguntó con emoción en su voz. Asentí débilmente extrañada por oír aquel apellido. No estaba acostumbrada. - ¡Oh dios! Aquí te amamos. Eres la revolución en persona. - la miré algo confusa - Todos los humanos te tienen miedo. ¡Eres de lo único que se habla en la televisión! - siguió fantaseando - ¡Es increíble!

Sonreí extrañamente.
A mí eso no me agradaba.

- Sí, sí, escandaloso - se burló Zach mientras rodaba los ojos.

Sonreí divertida y pude observar la mirada atenta de Alejandra sobre mí.

- No jodas. - susurró para sus adentros - ¿Estáis... Juntos?

- Yep. - contestó Zach con una sonrisa.

- ¡Eres un suertudo! - exclamó Alejandra con una sonrisa - Yo querría a alguien como ella. Tan... Revolucionaria.

- Quédate con su hermano. - comentó Zach desganado - Es igual de traidor que tú.

- ¿Tienes un hermano? - iba a responder cuando se dió cuenta de lo dicho por Zach - ¡Ey! ¿Cuándo vas a dejar eso atrás?

- Nunca. - susurró y caminó más rápido, alejándose de nosotras.

- Alejandra...

- Ale. - me corrigió ella mirándome atenta.

- Ale, ¿Qué pasó entre Zach y tú?

- Bueno, creo que eso te lo debería contar él.

Asentí volviendo mi mirada al frente.

Después de unos otros 10 minutos caminando entre rocas, árboles y arbustos, llegamos a un valle, escondido entre las montañas.

Un gran edificio derruido se posicionaba en el centro.

Parecía una central en ruinas. Muy, muy vieja.

- ¿En serio? - exclamó Zach con algo de molestia en la voz - ¿Está es vuestra guarida?

- Tétrico pero cierto. - contestó Ale posicionándose a su lado - Así siempre recordaremos lo que esos monstruos hicieron.

Zach gruñó y agarró mi mano alejándome de la castaña.

- ¿Qué pasa?

- Eso. - señaló el edificio - Es con lo que comenzó está guerra. El edificio donde la Liga experimentó y mató a Cameron.

Tragué saliva aterrada y apreté la mano de Zach mientras observaba aquel monumento alzándose con potencia hasta el cielo.

Entramos al edificio detrás de los extremistas. Era bastante mejor por dentro que por fuera.
Paredes grises con alguna que otra grieta y agujeros, pero limpia e iluminada.

- Bien. - Ale se puso enfrente nuestra - Os prepararé una habitación. La mejor que tengo. - sonrió  pícaramente- También es la más alejada, así que no os preocupéis por hacer "ruido".

Mi cara se puso roja como un tomate.

- Emm... Ale. - comenzó Zach.

- ¿Si?

- Cállate.

Ella rodó los ojos y nos guió a la habitación.
Nos dejó dentro y se retiró.

- Vale. Cuéntame todo. - exigí sentándome en la cama.

Él suspiró, negando con la cabeza divertido y se sentó a mi lado.

- Ale y yo éramos amigos desde que ella tenía 8 años, después de que tus padres borrarán mi mente. Cuando cumplió 14 años, comencé a entrenarla para que controlará su poder, la electricidad. Ese mismo año, la guerra comenzó y llegó a la ciudad. Mataron a su padre y, pese a mí insistencia, se fue con el grupo de extremistas que llegó a la ciudad la semana siguiente.

- ¿Por eso no la perdonas? - cuestioné algo impresionada por su historia.

- Sí. La avisé de qué no todos los humanos eran así, pero no me creyó. - miró a la habitación algo melancólico - Desperdició y rompió nuestra amistad.

- Entiendo, pero deberías darle una segunda oportunidad. - agarré su mano y me miró - Nadie puede controlar sus sentimientos después de la muerte de algún familiar.

Suspiró profundamente y tras varios segundos de reflexión, dijo:

- Lo intentaré.

Sonreí ampliamente y le abracé.

- ¿Quieres hacer un poco de ruido? - susurró en mi oído.

- No. - reí sonrojada - Quiero dormir. - corrí hacia el baño y me encerré en él con la ropa que nos había otorgado Ale.

- ¡Mala! - gritó desde el otro lado de la puerta.

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