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Me encontraba en el comedor del instituto.
Como siempre; sola.
La gente me temía y nadie se atrevía a acercarse.
Tenía sentido.
No sabía el qué me pasaba, ni por qué, pero sabía que no podía controlarme y era peligrosa.
Los libros eran mi única compañía, y no podía estar más agradecida.
Ellos no te juzgaban, no te analizaban, no te llamaban monstruo y normalmente te mostraban a gente extraordinaria que hacia de sus increíbles capacidades un gran poder.
- Hola - una voz llegó a mis oídos desde mi espalda y aguanté el aliento.
No me giré. De seguro que no me hablaban a mí.
Miré mi libro fingiendo leer, pero en verdad sólo quería que el emisor de la voz se marchara.
No quería meterme en problemas. No está vez.
- ¿Hola?
Aquella persona se puso delante de mi mesa y se sentó en la silla de enfrente.
Miré incrédula hacia delante y le vi.
Era un chico de mi edad. Pálido, mejillas rosadas, con el pelo castaño y los ojos marrones claros.
Era lindo, bastante lindo.
Aparté la mirada cuando sonrío.
- ¿No tienes miedo? - pregunté fría mientras seguía leyendo.
- ¿Por qué debería? - dijo sin quitar esa linda sonrisa de su cara.
Todos los estudiantes nos miraban atentamente.
- ¿No has oído los rumores?
- Se supone que por eso son rumores. ¿Debería creerlos? - este chico comenzaba a caerme bien.
Sonreí un poco pero enseguida volví a una cara neutral.
- Me gusta tu sonrisa -alagó y tapé mi rostro con el libro-, deberías dejar de esconderla y enseñarla más a menudo.
- ¿Por qué? - pregunté molesta - No tengo razones por las cuales sonreír.
- Eso podría cambiar si te hicieras mi amiga. Soy súper divertido - dijo moviendo su tupé exageradamente. - reí ante su comentario - ¿Ves? Funcionó. - Sonreí. - me llamo Zach, Zach Herron. Y tú eres...
- Allison Williams.
- Encantado Allison - me tendió su mano y la miré fijamente sin llegar a aceptarla. Al final él la retiró incómodo -. Espero poder ser tu amigo.
- Igualmente.
- ¿De dónde eres? - preguntó desenvolviendo su sándwich.
- Pues de aquí -suspiré aburrida y moví distraída los cubiertos en mi mesa - Pero antes de ser adoptada vivía en Vancouver.
- ¿Adoptada? - preguntó sorprendido.
- Sí. - asentí - Mis verdaderos padres me abandonaron a los dos años.
- Oh... Lo siento. - dijo culpable por la precipitada cuestión.
- No pasa nada. No fue tu culpa. - le miré - ¿Y que hay de tí?
- Pues yo siempre he vivido en Texas. - sonrió - Aunque he viajado mucho por el mundo.
- ¿Cuántos años tienes? - pregunté curiosa.
- 17. ¿Tú?
- Igual. - él sonrió.
Un ruido hueco en el suelo sonaba cada vez más cerca. Cómo tacones.
Rodé los ojos y me centré en la comida lo antes posible.
Zach me observó con el ceño fruncido ante mi expresión, pero solo le ignoré.
Sabía que sería peor si se lo comentaba, siempre era peor.
Sabía lo que venía a continuación.
- Hola guapo. - me giré y la miré mal intentando intimidarla sin éxito.
Era Sarah y su grupito de víboras.
- ¿Qué haces aquí solo? - cuestionó ella con un puchero y enredó sus dedos en el pelo de Zach. Me había ignorado completamente.
- No estoy solo - me miró apartado con delicadeza las manos de Sarah de su pelo - Estoy con ella.
- ¿Ella? - me observó de arriba a abajo y rió sarcásticamente - Cielo, eso que miras es un monstruo, no deberías acercarte, podrías acabar chamuscado.
Un nudo en la garganta me hizo imposible tragar más comida.
Cerré los ojos fuertemente intentando no derramar ninguna lágrima.
Sarah tenía razón.
Era un monstruo y no debería tener amigos a los que podría lastimar.
No entendía porque lo siquiera lo seguía intentando.
Mi destino era estar sola.
Me levanté de la silla, cogí mis cosas y salí corriendo.
- ¡Allison! - oí como Zach gritaba.
Me fui al patio y me senté apoyada en la pared del gimnasio.
Los ojos me ardían y no pude aguantar más. Lloré desconsoladamente mientras acercaba las rodillas a mí pecho.
¿Por qué me pasaba todo lo malo a mí?
No tenía amigos y si alguien decidía acercarse, Sarah y las otras se aseguraban de contarles toda la mierda sobre mí.
Sentí calor al lado de mi pierna y levanté la mirada para ver.
El libro que tenía en la mano comenzaba a arder.
Otra vez no.
Aparté la mano rápidamente y cogí el agua de mí mochila.
Lo tiré encima del libro y el fuego se apagó.
Las páginas estaban chamuscadas y la cubierta del libro destrozada.
Este era el décimo libro que quemaba en la semana. Y aún no sabía el porqué pasaba.
- ¿Allison? - oí la voz de Zach acercándose.
Limpie mis lágrimas y escondí el libro debajo de la mochila.
- Hey, estás ahí - dijo sentándose a mi lado - No las hagas caso. - miraba al frente con la voz calmada - No merecen tus lágrimas. - me miró.
- Tienen razón - dije en susurro - Soy un monstruo.
- Puedes pensar todo lo que quieras. - agarró mi mano - Pero yo no me lo creo.
Aparté mi mano rápidamente y me levanté.
La campana sonó.
El instituto se había acabado.
- ¿Te veo mañana? - preguntó levantándose.
Asentí y cogí mis cosas sin atreverme a mirarle a los ojos.
- Adiós. - dije algo tímida.
Él sonrió y simplemente me abrazó.
Quedé paralizada, pero después de un rato le seguí el abrazo.
Hacía bastante tiempo que no abrazaba a alguien por miedo a lastimarlo.
Pero Zach hacía que todo pareciera más fácil.
Me alejé bruscamente cuando noté mis manos arder y me fui de allí con rapidez, bajo la atenta mirada de Zach.
Miré mis manos preocupada, pero no había nada.
Entonces... ¿Qué mierda me pasaba?
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