03. Madre


Me desperté al escuchar el alarma a distancia, miré a madre que estaba dormida en el suelo del baño como yo al haberme quedado con ella, mi vista se dirigió al excusado al verlo completamente manchado, me masaje los párpados tratando de despertarme teniendo una molesta sensación al escuchar la alarma que no se detenía.

Madre produjo unas quejas de dolor, yo preocupada puse mi mano en su frente y me sobresalté al sentirla ardiendo.

—Madre —dije con preocupación levantándome y le sujeté de sus brazos tratando de convertirme en Sansón arrastrándola a su cuarto para acostarla en su cama.

—Me...me...siento bien...no te preocupes...por mí, vete...al colegio —dijo ella con una voz demasiado débil que ni debe tener razón para haber dicho que sigo en el colegio.

Llegue a la cama, gruñendo como fiera logré cargarla acostándola sobre la cama, la acomode de un modo que la cobija estuviera sobre su cuerpo y agarre de mi almohada poniéndosela como su segunda.

Corrí a la cocina, abrí el congelador sacando la bolsa de plástico con hielos práctica para estos casos, como si el tiempo tuviera límite llegue con mi madre en menos de segundos poniéndole de la bolsa sobre su frente y ella se sobresaltó un poco al sentir el golpe repentino helado.

—Gemma...ya me encuentro bien... —yo ignorando sus incoherencias por la temperatura abrí el cajón del buró sacando el termómetro— Gemma... —dijo ella haciendo una mueca casi enfadada, pero después se quejó del dolor cerrando sus ojos con gran presión.

Le bajé un poco su cobija, con facilidad levante de su brazo poniendo el termómetro sobre su axila, soltaba el brazo asegurándome que estuviera sujetando del objeto para checar su temperatura, agarre mi celular apagando la alarma antes que lo aventara por la ventana por los repentinos sonidos y puse algo útil del momento como el cronómetro.

—Acaso...me escuchas... —dijo ella al aire con los ojos cerrados como si la única fuerza que pudiera utilizar por el momento era su voz.

Yo con lastima me hinque enfrente de ella tomándole de su mano y con ese pequeño acto cause que abriera poco sus ojos, esa mirada apagada me observaba, una mirada que por el momento no era el de mi madre, es como si la enfermedad poseyera su cuerpo volviéndola otra persona.

—Quiero...que te vayas...

Escuché la pequeña alarma avisando que era hora de checar el termómetro, se lo quitaba de su axila poniéndolo enfrente de mis ojos, pero una mano me pegaba de la mano haciéndome soltar de la herramienta hacia la sucia alfombra.

—Te estoy hablando, estoy enferma, no soy una estúpida para que me ignores de este modo —dijo ella usando todas sus fuerzas para hablarme de ese modo tan enfadada y yo iba mostrando tristeza.

—38.5 de temperatura, no me iré hasta que se te baje, no me importa si tengo que faltar al trabajo.

Ella se cubrió de su rostro negando con la cabeza viendo toda su desesperación.

—No tiene caso...no tiene caso... —se repite a ella misma y detuvo sus manos sobre su cabeza casi encajando sus uñas por el dolor, yo le tomaba de sus muñecas sin querer que se hiciera daño a ella misma, pero ella hizo un movimiento brusco separándolas de mi— Quiero que te vayas.

Yo negué con la cabeza repitiéndolo varias veces y ella iba dejando caer lágrimas por el dolor o no sé si las estaba confundiendo con el sudor.

—Que estés aquí...no me curaras Gemma, ni las medicinas lo harán...solo pierdes el tiempo...si realmente me quieres ayudar... —ella dirigió su mirada al techo sin querer verme dejando incompleta la frase— Deja al...menos que sufra... sola.

—¿Es lo que quieres realmente? —pregunte tomándole de sus manos que se sentían tan heladas por el sudor frío que corre por su cuerpo, ella cerró sus ojos con temblores en sus labios y sacó un suspiró como el de un sollozo.

—No ...quiero...que me veas así, ya...no quiero ser un estorbo...

—No, no, no —dije espantada levantándome y rodeaba la cama para acostarme en su lado, pegaba mi cabeza en su hombro y ella soltaba sollozos sabiendo que tiene toda la libertad para hacer ello conmigo— Sé que no soy una enfermera o una doctora para poder lograr que los dolores sean leves o que las medicinas qué consigo, al ser de ese precio...deben estar hechas con agua o con harina, no soy lo demasiado inteligente para darme cuenta si realmente me están dando verdaderas medicinas. Ni siquiera puedo tener una cantidad decente de dinero para estos casos para llevarte con un doctor.

—Ya no quiero...que sufras por esto, ya no ...quiero seguir así...Gemma...no quiero dejarte sola, pero...es la única opción...

—Cállate, ya no hables más —dije con enfado incorporándome mirándola con enfado— Tú me cuidaste tu sola, sin ayuda de alguien más, me diste la oportunidad de vivir bajo un techo, me diste alimento, cuando me enfermó tu siempre estás ahí para mí, te dañaste a ti misma por mí, porque crees que al ser mi madre yo no pueda hacerlo al ser tu hija.

Madre abrió sus ojos sorprendida viéndome, pude sentir gotas tibias recorriendo mi mejilla, ella me miraba con gran culpa y ponía sus manos en mis mejillas quitándome las lágrimas volviendo a tener esa mirada que solo era de ella.

—Ven tesoro —dijo ella ahora extendiendo sus brazos, yo la abrazaba pegando mi rostro en su hombro, empezó acariciar mi espalda— Perdóname...no era mi intención...

—Lo entiendo perfectamente, madre, no tienes que explicarme nada —dije mirándola usando su hombro como almohada— Déjame traerte tus medicinas —dije apenas teniendo la intención de levantarme, pero ella hacia un lado su cabeza pegando sobre la mía impidiéndomelo.

—La única medicina que necesito eres tú, además de ser mi piedra más preciosa, eres una curativa.

Yo sonreí con algo de gracia, abrazaba a mi madre cerrando los ojos, ella me empezaba a hacer piojitos en la cabeza empezando a cantar, a pesar que su voz estaba ronca, no le daba importancia.

—Canta conmigo...

Yo sin repelar, empezaba a cantar con ella sabiendo la letra de la canción, sintiendo una fuerte conexión en nuestras voces convirtiéndose en una sola.

***

Pasando el tiempo asegurándome que madre ya se encontraba mejor, entraba al club estando preparada para el regaño, Ned vino conmigo golpeando el reloj de su muñeca casi queriéndoselo romper por el pecado que había cometido al llegar a estas horas.

—Lo sé, lo sé, pero mi madre amaneció enferma —dije con enfado dirigiéndome a los vestidores— Hola chicas —dije apresurada agarrando mi vestuario.

—Escuche lo que sucedió, ¿Ya se encuentra mejor tu mami?, muñequita —dijo Eiza estando sentada en su tocador esperando su turno.

—Sí, la he dejado a cuidado de la señora Miriam —dije metiéndome al vestidor desvistiéndome y empezando a vestir con prisa— Tengo que juntar dinero para que le diagnostique un doctor, en estos días ha tenido episodios muy constantes y eso me preocupa.

—Como me gustaría ayudarte, pero como tú tienes a tu madre, yo tengo a mis dos niñas —dijo Piper y me salí del vestidor.

—No se preocupen, mi madre me ha dejado trabajar en la noche, le diré a Ned que trabajaré hasta muy tarde para reponer mi tiempo perdido.

—Gemma —dijo Eiza con algo de espanto— Sabes que a esas horas no es muy seguro para ti.

—Escucha a Eiza, Gemma, tu madre lo acepta porque piensa que estás en una cafetería, pero aquí salir muy noche es diferente y lo sabes, pareciera que fueras turista.

—Tomaré un atajo para cuidarme, no se preocupen, pero necesito dinero —dije sentándome en el tocador maquillándome con prisa.

Las chicas se miraban entre sí, pero levantaban sus hombros dejándome a mi propio riesgo.

***

Terminaba dejándome caer en el tubo dando vueltas alrededor y haciendo un split, recibía aplausos y la lluvia de billetes iban bailando enfrente de mis ojos, yo me levantaba dando mi pequeña reverencia caminando a los vestidores, al entrar Ruby vino conmigo nerviosa teniendo mi celular.

—Gemma tu celular sonó, contesté y era la señora Miriam —dijo ella angustiada y yo me tensaba— Tienes que irte, dice que tu madre está muy mal.

Yo sin importancia empecé a correr con el celular en la mano saliendo del club sin importar mi vestuario o los gritos molestos del señor Ned. Marque el número de la vecina esperando que me contestara.

"¿Gemma?" preguntó la señora Mirian angustiada y notando miedo en sus palabras.

—¿Cómo está? —pregunté haciendo un lado a la gente sin importar una mierda de sus maldiciones o señas ofensivas.

La señora Miriam se arrancaba a llorar "No deja de toser con sangre, tiene bastante fiebre...yo le he hablado a emergencias..." podía escuchar la tos de madre desde el fondo y como la señora Miriam respiraba con gran profundidad "Ya no sé qué hacer, por favor...llega lo antes posible"

Yo sentía un sudor frío por mi cuerpo sintiendo que iba perdiendo fuerzas, ahorita no es el maldito momento, obligue a mi cuerpo a tener fuerzas corriendo mucho con más prisa.

—Llegaré en tres minutos, pero no me...

Me tropecé sintiendo como se me dobló el tobillo, solté el celular al darme un golpe duro en la frente contra el suelo.

Me quedaba en el suelo al sentir como mis sentidos se habían apagado por un leve momento, sentía dolores agudos y graves por diferentes zonas de mi cuerpo, mi vista se hacía oscura, respiraba hondo y suspiraba, la gente pasó por mi lado, solo faltaba que me pasaran encima mío.

"Gemma..."

Pude escuchar una leve voz, yo miré mi celular que se encontraba a poca distancia de mí, extendí mi mano tratando de alcanzarlo. Escuché a las sirenas a lo lejos, y en eso yo iba teniendo la razón reaccionando.

—Madre —dije llevando todo mi peso a mis manos y me quejaba al sentir un dolor muy agudo cuando apoyé mi pie izquierdo al suelo, lo miraba angustiada quitándome estos malditos tacones— Madre —dije con un miedo en mi voz— Vamos, vamos, tu puedes.

Apoye mi pie sano en el piso, sintiendo como mi cuerpo me temblaba, usando todas mis fuerzas para levantarme, la gente se apartó de mí dirigiéndome una mirada de espanto o rareza al verme, yo me sujete de la frente calmando el dolor del golpe. Cojeando a toda prisa dejando mi celular por completo queriendo llegar a mi departamento.

—Madre...

No dejaba de repetir su nombre, era la única manera para poder recordar mi propósito de vida, haciendo un lado mis dolores y así teniendo fuerzas para seguir adelante, era como un hechizo, ¿Puede ser posible?, que un amor tan grande se vuelva mágico para ocasionar esto.

Pasaba al lado de un grupo de tres hombres que se encontraban en grupo al lado de un pequeño callejón, escuchaba que uno de ellos me chiflaba. Yo seguí avanzando cojeando, solo unos diez pasos para llegar.

—Hey, ¿Necesitas ayuda?, muñeca —dijo uno de los hombres bloqueando el camino y yo traté de pasar al lado de él, pero se movía siguiendo mis movimientos— Se ve que necesitas ayuda.

—No, gracias... —dije con prisa sujetándome de su hombro tratando de hacerlo a un lado, pero se mantenía firme, empecé a llorar angustiada— Por favor...mi madre, me necesita.

—Yo te conozco —dijo otro hombre poniéndose a lado de su amigo sujetándose la barbilla sonriendo— Eres la chica del tubo, joder, pero ¿La han visto en acción?

—No, pero no necesito verlo para creerlo, con ese atuendo me lo dice todo —dijo el otro hombre mirando mi vestuario.

Me paralice al ver como la ambulancia se estacionaba enfrente del edificio, los enfermeros iban bajando con prisa entrando al edificio. Yo quería correr, pero el hombre ponía su mano en uno de mis pechos deteniéndome.

—Hey, no se ve que estés en estado para que vayas a tu casa tu solita lastimada, sobre todo a estas horas de la noche, podemos ayudarte —dijo él sonriéndome que con solo esa sonrisa ya me sentía amenazada.

—No, mi casa se encuentra aquí enfrente, por favor, déjenme ir —dije con enfado empujándolo usando todas mis fuerzas y ellos se reían tomando esto como un juego.

—¿Cuál es la prisa? —preguntó uno tomándome la muñeca arrastrándome al callejón y yo me quejaba de que me esté obligando apoyar mi tobillo.

—¡Mi madre está enferma, por...

Me cubrían la boca, yo hacía todos mis esfuerzos para gritar, el hombre me empujaba contra la pared teniendo su mano aun pegado a mi boca y me mostraba su navaja, yo cerraba los ojos muy asustada sollozando y gritando con todos mis intentos.

Me aparté con brusquedad al sentir como uno de ellos me acariciaba de la entrepierna, abrí los ojos al escuchar el ruido de unas pequeñas ruedas, me sobresaltaba al ver como los enfermeros iban llevando una camilla con un cuerpo envuelto con las cobijas de mi cama.

Las caricias junto con los chupetones en el cuello que me daban, el temor que tenía por estos hombres, no se compara con el miedo que me invade en cada zona de mi cuerpo al ver ese cuerpo envuelto, exterior e interior causando que la variedad de manos que se encontraba en cada parte de mi cuerpo, ya no sintiera tacto alguno.

Era como sentir un río helado corriendo por mi cuerpo, ya no podía sentir mi propio rostro, no sabía que el miedo puede causar el mismo dolor que la muerte, ser que acaba de llevarse a mi madre...no...no puede ser posible...

Mire entre la oscuridad de este callejón como los enfermeros subían de la camilla dentro de la camioneta, escuchaba los sollozos de la señora Miriam mientras que al parecer un hombre le hacía un cuestionario.

Yo iba apretando los puños con enfado, de sorpresa le mordía la mano al que me la estaba cubriendo la boca y este se apartó maldiciendo agarrando su mano herida.

—Maldita perra —dijo él con mucho enfado agitando su mano.

—¡Ayuda, por favor! —gritaba con todas mis fuerzas.

—¡Gemma?

La señora Miriam se asomó al callejón se cubría la boca al verme, uno de los enfermeros que debió ser quien estaba hablando con ella miró con seriedad a los hombres, los enfermeros de la camioneta se bajaron del camión juntándose con su compañero mostrándose amenazantes ante los hombres.

El hombre con la navaja me miró con gran furia, movió su mano con un movimiento ágil, la señora Miriam dio un grito, pero uno de los enfermeros me tomaba de la muñeca jalándome evitando que la navaja del hombre se clavara en mi vientre.

—Vámonos —dijo uno de los hombres empezando a correr por el callejón agarrando un atajo para su escape.

—Sé dónde trabajas y donde vives, zorra, no sabes con quién te has metido, recuérdalo bien —dijo el hombre con enfado empezando a correr e iba alcanzando a sus amigos.

Yo me apartaba de los enfermeros sin ni siquiera agradecerle al haberme salvado, sin mostrar miedo a la amenaza del delincuente, yo corrí histérica hacia el camión de la ambulancia, no dejaba de repetir "Madre" como disco rayado.

—¡Espera! —gritó el enfermero al saber mis intenciones cuando me subí al camión y le quitaba la cobija encima al cuerpo.

Me cubrí la boca al verla con la boca manchada de sangre aún fresca, sus ojos se encontraban cerrados pareciendo que después de tanto tiempo está descansando en paz, yo negaba la cabeza sin querer eso, aunque sonara egoísta, le tomaba de sus manos al ya no sentir su calidez.

Las lágrimas se derramaban por mis mejillas como si ya no hubiera fin, me tomaban del hombro queriéndome apartar de ella, pero yo hacía un movimiento brusco zafándome de ellos lanzándome abrazarla empezando a gritar con gritos de agonía pegando mi rostro al de ella.

***

Tenía mi mirada perdida viendo la máquina de snacks del hospital, sentada en una de las sillas abrazando mis rodillas, teniendo mi tobillo vendado, sin apartar mis ojos al parpadeo en unas luces de la de la máquina.

Sentí como una sombra me cubrió, alcé la vista para ver un hombre alto con algo de sobrepeso, llevaba puesto de un traje con un reloj de marca en su muñeca, su calvicie resplandecía a la gran intensidad de las luces del pasillo, él tenía una mirada muy fría en mí, pero sin mostrar mínima importancia volví con las luces parpadeantes de la máquina.

—Tenía VIH —dije con un tono frío como su mirada— Por si no lo sabía.

El solo se quedó quieto, mostrando mínimo movimiento, en silencio que solo se escucha de un zumbido molesto que ocasionan las lámparas del hospital.

—Si no fuera por ti... —dijo él con una voz casi quebrada con odio en su tono, yo voltee a verlo con gran enfado— Ella no se hubiera prostituido, no se hubiera contagiado...

Yo me levanté del asiento sin apoyar mi pie herido quedando enfrente de este señor encajando mis uñas en mi palma con tanta fuerza que pude sentir como me causaba daño a mí misma.

—Y usted, ¿Qué fue lo que hizo?, dejarnos a la suerte, sin aceptar una llamada, visita, sin darnos ni siquiera cien dólares de préstamo, no trate de culpar a otros, cuando sabe que la única culpa la tiene usted —dije con enfado pegando mi índice a su pecho, pero él movía su brazo apartando mi mano de él.

—Tu padre y tu son para cual, arruinaron la vida de mi hija, me la mataron, no me detendré en buscarlo y hacer que se pudra en la cárcel por el daño que le hizo y respecto a ti quiero que sufras lo mismo que sufrió ella.

Yo me reí con histeria que él se apartaba de mí con poco temor a ello.

—Suerte con lo de mi padre y lo que se respeta de mí, seguiré viviendo sin su ayuda o la maldita de mi tía, como así ha sido desde el día de mi nacimiento, viejo gordo.

—No permitiré que pongas un pie en su funeral, para mi estas muerta como tu madre lo está por culpa tuya —dijo él con gran ira haciendo un ademán brusco.

Yo me di la vuelta mostrándole la espalda, levante mi mano teniendo el dedo del medio levantado dándole un claro mensaje a él, que su pudran, no los necesito, yo podré salir de esto yo sola, me convertiré en alguien mucho más superior a ellos, haré orgullosa a madre.

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