Unidad K-9
Sus ojos se encontraban fijos en el orbe de luz brillante, y los rayos de la gran estrella acariciaban su carcasa de metal mientras el amanecer comenzaba la transición gradual hacia el día.
Otro día. Otro día más cerca del final de toda esta odisea.
El Thunder Slimer desvió la mirada hacia las dos máquinas como él, y luego hacia la única forma de vida orgánica entre ellos. – ¿En serio eres la hija de Fujiwara? – le preguntó. – ¿En serio te engendró?
Chiyo asintió como respuesta, aunque estaba algo perpleja. – Hasta donde yo sé. – le respondió. – ¿Por qué?
El mecaniloide desvió sus receptores ópticos de la humana hacia el sol, todavía procesando el hecho de que debido a las acciones de quienes estaban frente a él, esta humana, que le permitió lograr una cosa muy simple que siempre le había sido denegada. Y con eso, también se dio cuenta de otro aspecto en el que se había equivocado. – No, no es sólo tu padre. – le dijo. – Sino los humanos en general.
– ¿Qué pasa con ellos? – le preguntó Chiyo. Ray B. y X permanecieron atentos en caso de que necesitaran intervenir.
– Desde el momento de mi concepción hasta el final de mi construcción, lo único que conocía era el interior de cualquier lugar donde los humanos confinaban. – respondió el Thunder Slimer. – Ya fuera un edificio, una unidad de contención, o cualquier lugar de almacenamiento para máquinas desechadas que luego serían desmanteladas, dondequiera que estuviera, siempre me encontraba lejos de la fuente de vida de la cual dependen las criaturas orgánicas.
El reploide y el robot se quedaron de pie, observando la expresión del otro. Aunque X podía simpatizar con el deseo de ver el mundo exterior, ya que pasó los primeros meses de su existencia siendo confinado a un laboratorio, Ray B. parecía poseer conocimiento y experiencia que le permitía relacionarse más con las palabras del Thunder Slimer. Aun así, cualquiera que fuese esa experiencia compartida, no la articuló en palabras, resignándose a mantenerla en secreto.
– Es cierto, los seres orgánicos dependemos mucho del sol y su relación general con el planeta. – confirmó Chiyo. – Pero, aunque no es que sea exactamente vital para los que son como tú, no veo razón por la cual se te deba negar ese placer tan simple. El sol es gratis, después de todo. No le pertenece a nadie en este mundo.
El Thunder Slimer miró hacia afuera, mientras los rayos matutinos caían sobre su coraza de metal, y sus ojos se giraron hacia las calles abajo. Ahora mismo estaban vacías, pero recordaba que normalmente estaban inundadas de gente y máquinas por igual, con el sol cayéndoles encima mientras viajaban juntos, en armonía con la simple meta de lograr sus objetivos diarios.
– Sigma me dijo que deseaba que pudiéramos caminar libres, sin miedo de ser encerrados o confinados por los humanos. – relató el masivo mecaniloide. – Y aun así, sólo estoy aquí gracias a aquellos a quien él dijo que eran mis enemigos.
Ray B. cruzó los brazos. – No sería la primera vez que a alguien le hacen falsas promesas aquellos que dicen preocuparse. – señaló con algo de amargura. – Incluso más cuando te das cuenta que aquellos que eran tus enemigos sólo lo eran por circunstancias fuera de tu control.
X se mordió el labio. Seguía sin entender totalmente el contexto de lo que hablaba Ray B. pero claramente hablaba como alguien con experiencia de primera mano en esas cosas.
El Thunder Slimer miró hacia el sol de nuevo, y luego a Chiyo. – Una humana... de todas las cosas, una humana... – murmuró en voz alta. – Chiyo, ¿ese es tu nombre? – preguntó, a lo cual la joven de cabello oscuro asintió. – Un nombre tradicional, que significa mil años o mil generaciones... generaciones que quizás no tendrías si las cosas continuaran como están.
– Entonces ayúdanos a ponerle fin a esto. – le suplicó X al mecaniloide. – Ayúdanos a detener la destrucción en lugar de agregar más a ella.
El Thunder Slimer guardó silencio por un momento, contemplando lo que empezaba a saber, en dónde había terminado, rodeado por aquellos que le informaron que eran sus enemigos. Y aun así, le acababan de proveer lo que Sigma pudo haberle dado con mucha facilidad. – Los misiles liberados en la ciudad fueron sólo un precursor. – declaró el mecaniloide masivo. – Sigma desea que la población humana de este lugar sobreviva, pero sólo durante el tiempo suficiente.
Los tres que rodeaban a la máquina más grande escucharon atentamente, absorbiendo cada detalle que les relataba.
– El trabajo con el que se encontró su amigo. – dijo el mecaniloide, refiriéndose a Ray B. – Eso es sólo una porción de la ola que golpeará este lugar. Ahora que ustedes han echado un vistazo, el plan inicial podría verse comprometido, pero no hay razón para dudar que Sigma utilizará lo que tiene a su disposición, de alguna manera.
Ray B. se preguntaba qué podría significar esto. – ¿Planea soltar a todos esos mecanilodes en la ciudad?
– Correcto. – respondió el Thunder Slimer. – Sólo que lo hará desde una locación remota. Inalcanzable para todos excepto para quienes ya están estacionados allí.
– ¿La fortaleza de Sigma? – cuestionó X. – ¿En dónde está?
El Thunder Slimer suspiró. – Desafortunadamente, esa información fue borrada de mis bancos de datos para prevenir que ustedes descubran su base de operaciones. – confesó. – Dicho eso, hay una forma en que pueden llegar a ella desde la isla.
– ¿Cómo así? – inquirió de nuevo el Hunter azul.
– Cerca del perímetro, alrededor del mismo día que Sigma anunció su rebelión, una parte de la tierra se rompió y se separó, elevándose sobre una plataforma construida debajo de ella para ocultar lo que realmente es. – explicó el Thunder Slimer. – E incluso ahora, se encuentra oculta a plena vista.
– ¿Entonces cómo descubriremos dónde está? – inquirió Ray B. – ¿No da algún tipo de señal particular o firma electrónica?
– Sí, pero incluso entonces, será difícil de rastrear hasta su ubicación. – respondió el Thunder Slimer. – La fortaleza no se mantiene en un solo lugar en todo momento.
– ¿No está en un solo lugar? – inquirió X, pensando en este detalle. – ¿Quieres decir que se mueve?
El enorme mecanilode estaba a punto de responderle al Hunter azul, pero fue en ese momento que las tres formas de vida mecánica voltearon a ver debajo de ellos. Chiyo se quedó perpleja ante su fijación en el suelo.
– ¿Qué pasa? – les preguntó, a lo que Ray B. le puso una mano en el hombro, urgiéndola a permanecer callada. Con un dedo en sus labios ocultos, también le indicó que escuchara con cuidado.
Algo se acercaba a ellos desde abajo.
Debajo de la plataforma se podían oír ruidos de arañazos y metal siendo atravesado, hasta que finalmente, una silueta emergió violentamente por un espacio creado por los dientes y garras de un acechador. La figura cuadrúpeda comenzó a disparar orbes de electricidad de su hocico, directo hacia los tres que se encontraban debajo de ella.
X se apresuró a agarrar a Chiyo, pero se dio cuenta que Ray B. ya se le había adelantado, empujando a la humana a un lado mientras sacaba su buster para enfrentarse al recién llegado enemigo. El agresor aterrizó frente a ellos al fin, presentándose para que lo vieran. La figura efectivamente era mecánica, pero no era humanoide. Más bien, tenía la forma de un cánido, delgado y de diseño aerodinámico, con las articulaciones y hombros diseñados de tal forma que era claro que estaba pensado para velocidad y rastreo, asumiendo que los hubiera seguido hasta aquí. A pesar de haber sido basado mayormente en un perro grande o un lobo, X no pudo evitar notar que el sabueso robótico tenía ciertos rasgos felinos, como una cola extremadamente flexible y unas garras afiladas de metal en sus patas, en las cuales había pequeños rastros de fluido presentes.
– ¡Encárgate de este sujeto! – alertó Ray B. a X. – ¡Yo cuidaré a la chica!
– ¡Claro! – El Hunter azul se enfrentó al depredador metálico, cuyos ojos rojos se desviaron de X a Ray B., luego a Chiyo, y entonces al más grande de todos. Y entonces, se lanzó de frente.
X disparó, y el canino saltó sobre su disparo, aterrizando encima del Thunder Slimer, que no podía contraatacar, mucho menos disuadir a la otra forma de vida mecánica de bajarse de allí. Tanto X como Ray B. miraron fijamente al delgado asesino, el Velguarder, que comenzó entonces a hundir sus garras en la superficie del domo del Thunder Slimer.
– ¡¿Qué está haciendo?! – cuestionó Chiyo, perpleja y a la vez perturbada al ver a la otra máquina literalmente buscando abrirse paso hacia el cerebro de la otra.
X saltó de frente y trató de lanzarse contra Velguarder, pero el canino sólo empezó a hundir más sus garras, mientras su cola generó un pequeño láser de la punta, forzando al Hunter a retroceder algunos pasos mientras completaba su trabajo. Finalmente, con un fuerte ruido de cables y alambres siendo arrancados y de metal crujiendo ante los frágiles circuitos, los ojos del Thunder Slimer empezaron a parpadear esporádicamente, incapaces de mantener una conexión con el resto de sus sentidos, y el mundo volvió a oscurecerse, desapareciendo el sol de su vista.
El Velguarder retrajo su cabeza del agujero que había creado, y en sus mandíbulas se encontraban los restos aplastados de la CPU de la máquina más grande, cortando su conexión con el mundo del presente y esta vida. Los ojos del Thunder Slimer se apagaron y se quedaron sin vida por última vez, con el reflejo de los rayos del sol brillando en la superficie del cristal.
Antes que X pudiera hacer nada para tomar represalias o incluso ayudar inútilmente al Thunder Slimer, Velguarder arrojó lo que había mordido a un lado del edificio y corrió hacia Ray B. y la única humana entre ellos, con las garras extendidas y las mandíbulas abiertas, desplegando filas de dientes hechos para destrozar cualquier material con el que hicieran contacto.
Empujando a Chiyo rápidamente hacia un lado, Ray B. evadió al canino arremetiendo, el cual saltó fuera del edificio yéndose demasiado lejos. Pero éste rápidamente corrigió su error impulsándose con sus propulsores, lo que le permitió al mecaniloide volver a ejecutar un salto triangular, para aterrizar de vuelta en la plataforma donde reposaba el ahora muerto Thunder Slimer. Chiyo observó cómo, para su shock, Velguarder la ignoraba por completo y fijaba su atención en Ray B., con la intención de hacerle lo mismo que a su víctima anterior.
Ray B. lanzó un disparo que hizo mella en el costado de la máquina canina, pero no fue suficiente para detenerla por completo. El depredador continuó moviéndose hacia el otro robot, mordiendo y acuchillando con las garras, con los ojos fijos en donde podía sentir que estaba la fuente de energía de la otra máquina.
Al ver que no tenía más opciones, salvo seguir poniendo en peligro potencial a quienes le ordeaban, Ray B. se dio la vuelta y corrió, saltando fuera del edificio y dejándose caer hacia abajo, mientras la unidad Velguarder lo seguía, con su objetivo en la mira.
– ¡Ray B.! – gritó X, y luego escuchó otro sonido desde atrás, desde el mismo lugar por donde el depredador metálico se había abierto paso con sus garras.
Para alivio del Hunter, una figura roja emergió desde el agujero, escalando como podía para ver lo que acababa de suceder.
– X, ¿qué está sucediendo? – preguntó Zero, y sus ojos azules notaron a la humana solitaria presente entre ellos. – ¿Qué hace ella aquí?
X se mordió el labio, con su atención dividida entre su amigo y el robot que acababa de escapar para desviar la atención del agresor lejos del resto de ellos. Finalmente decidió hablar: – Zero, ¿puedo pedirte un favor?
Calles de Abel City...
Cuando al fin pudo detenerse por un breve momento, Ray B. se permitió dejarse caer contra una pared que encontró en un callejón cerrado, analizando el daño que había recibido a raíz de las maniobras rápidas como el rayo del mecaniloide perseguidor. Por lo que veía, su capa había sido desgarrada, pero su bufanda seguía mayormente intacta, afortunadamente. Aun así, la tela rota le permitió ver la abolladura cuadrada donde residía su núcleo. O más bien, donde alguna vez había residido.
Ahora, algo incluso más preciado ocupaba su lugar, un regalo hecho sólo para él. Un regalo de ella.
Ray B. suspiró, sabiendo que no podía quedarse ni distraerse por mucho tiempo, y que necesitaba ir a alguna parte donde pudiera recuperarse a salvo, pues sus niveles de energía por desgracia estaban agotándose luego de no haber tenido oportunidad de recargarse en un largo tiempo. Por supuesto, dado el gruñido bajo que acababa de escuchar, dicha tarea requería salir vivo de este predicamento primero.
...
– ¡¿Dónde están?! – exclamó X abiertamente mientras se paraba en una de las pocas estructuras elevadas que sobrevivieron a los misiles unos días antes, tratando de ver cualquier señal de Ray B. o Velguarder.
Aunque no los había visto en acción, X estaba al tanto de las unidades Velguarder, o por lo menos de lo que iban a ser, considerando que su concepto y construcción no habían ido más allá de un prototipo. Dicho prototipo desapareció luego de completar sus pruebas y no fue redescubierto hasta ahora. El Hunter azul no pudo evitar preguntarse por cuánto tiempo Sigma había estado ocultándolo de la vista, igual que el Thunder Slimer. Sólo que este parecía ser más leal y obediente por voluntad propia a las órdenes de su superior.
Juzgando por el aullido reverberante que hizo eco abajo, al parecer no tenía intención de detenerse hasta que su tarea de eliminación hubiera terminado.
...
Quizás debió haber hablado con Quick Man antes de venir a este lugar, considerando que esta bestia metálica estaba esquivando y maniobrando sin problemas entre todos sus disparos. Cierto, aunque Ray B. no fuera malo, disparar y moverse en respuesta a los constantes intentos de abrirlo con sus mandíbulas y garras, acuchillándole y tratando de morderlo salvajemente cada vez que lograba ponerse a tiro. Su capa quedó atrapada entre las garras del mecaniloide, y la tela se vio rasgada por un lado hasta que apenas quedó algo colgando en la porción izquierda, y la pierna de sus pantalones quedó prácticamente arrancada revelando una pierna metálica de color gris oscuro con una bota roja conectada en la articulación de la rodilla.
Al ver que no logró atrapar nada de valor, Velguarder atacó de nuevo, alzando sus garras para hacerlas caer de nuevo sobre su objetivo, con los ojos fijos en el pequeño panel centrado en el pecho del robot. Abriendo su boca, una oleada de llamas ardientes salió de su hocico, viajando en un arco que apenas rozó la cara oculta de Ray B., cuya bufanda amarilla apenas escapó del fuego, pero el calor la dejó con algunas manchas oscuras.
De todas las cosas que la prenda había sobrevivido, este perro rabioso parecía estar determinado a ser el que la terminara de una vez por todas.
Al verlo separando las dos partes de su boca, Ray B. se preparó para dispararle de nuevo, pero en lugar de lanzar una ráfaga de fuego, tres orbes de electricidad salieron de ella, volando de frente hacia el robot bípedo que sentía su fuerza agotándose cada vez más y más a cada segundo. Y por supuesto, a diferencia de antes, no había Fumiko que se diera cuenta de ello.
Percibiendo su momento de debilidad, la unidad Velguarder se lanzó, atrapando con sus quijadas a Ray B. por el brazo y, tras un breve pero violento forcejeo, el miembro fue arrancado de su cuerpo, con alambres y chispas eléctricas saliendo de la herida creada mientras arrojaba su brazo hacia un lado, y la manga rasgada reveló un antebrazo rojo con una mano del mismo color. Velguarder mordió el cañón de su buster, pero esto resultó ser un error ya que Ray B. liberó un disparo que se fue directo a la garganta del canino, dañando algunos de sus mecanismos internos en el proceso.
Esto le permitió al robot huir, pero su perseguidor no tenía intenciones de dejarlo escapar. Otra ráfaga de orbes electrificados salió volando de las mandíbulas de Velguarder, que su objetivo evadió agachándose y deslizándose hacia los lados, pero el último logró golpearlo de lleno en el pecho, enviando un ardor por todo su cuerpo. Luego de unos momentos de sufrir espasmos por la fuerza intensa del shock, Ray B. cayó al suelo de espaldas, y su agresor colocó su pata metálica encima de su pecho, manteniéndolo allí e inmóvil.
El canino violeta mordió y arrancó un trozo del pecho del robot, esperando encontrarse un núcleo funcional o algún otro tipo de dispositivo que le diera poder a la otra máquina, pero lo que encontró en su lugar sólo trajo más confusión, y también frustración. Lo que parecía ser un topacio amarillo agrietado conteniendo en su interior un cristal de picos rojo dentro de los componentes como una especie de batería. ¿Acaso quienquiera que hubiese construido esto lo hizo para que la maquinaria se encontrase dentro de la gema?
Esto ameritaba más estudio.
Removiendo el extraño y desconocido dispositivo, Velguarder se dio cuenta que el topacio era un material que cedería más fácilmente a la presión de sus quijadas si se enfocaba en las grietas. Luego, descubriría lo que era ese extraño artefacto que residía adentro y para qué servía, y luego de qué estaba compuesto.
Por la esquina de sus ojos rojos, el mecaniloide asesino vio una fuente de luz que se aproximaba hacia ellos, y el destello que vino en su dirección le obligó a abandonar a su presa, ya que el responsable de lanzar el disparo ya había llegado, usando sus potenciadores en las piernas para alcanzar a la unidad y a su objetivo.
La unidad Velguarder saltó hacia las paredes, tratando de saltar de vuelta para reclamar lo que había decidido llevarse. X no perdió el tiempo en recogerlo momentos después de que pudiera descender, cogiendo el topacio agrietado y colocándolo en un espacio debajo de su pectoral izquierdo, donde la armadura color púrpura pálido servía como tapadera apropiada para guardar tesoros, cualesquiera que fueran.
Viendo que le habían quitado su presa, el mecaniloide arrojó una ráfaga de fuego que X apenas logró evadir deslizándose hacia un lado, al tiempo que se dirigía hacia Ray B. para volver a poner el topacio en la cavidad que estaba en su pecho. Era extraño, pensó X, ya que el espacio en cí mismo parecía haber sido diseñado para contener algo mucho más grande. Esta pequeña gema y lo que fuera que tenía dentro no ocupaban ni siquiera un cuarto de su capacidad.
¿Qué se suponía que debía estar allí?
Sin embargo, justo cuando empezaba a colocar el objeto en su interior, X sintió un repentino y poderoso choque en sus sistemas, y su CPU se llenó con imágenes y memorias que no eran suyas, mientras aún tenía la gema en su mano y el núcleo en su interior parecía resplandecer.
– "¡ÉL ME REEMPLAZÓ!"
– "¡Ya no quiero volver a verte!"
– "¡Eres la única con quien he hablado de todo esto!"
Voces. Voces que nunca antes había escuchado, mucho menos podía reconocer. Una masculina, y una femenina. Iban de ida y vuelta una con el otro, pero los eventos que estaban conectados a las palabras volaban demasiado rápido para que el Hunter pudiera procesar por completo lo que estaba viendo. Pero en ellos, podía sentir las emociones conectadas a esas palabras, mayormente una fuerte sensación de dolor y sufrimiento.
– "¿No confías en mí?"
– "No lo sé."
– "Desearía poder... porque..."
El Velguarder permaneció en su lugar, perplejo ante la falta de acción del otro reploide, como si su cuerpo se hubiera convulsionado totalmente.
– "¡Lo arruinaste todo, para todos!
Ahora la voz femenina vociferaba con furia, mientras la visualización de unas lágrimas comenzaban a bajar por sus mejillas mientras hablaba se infiltraban a los pensamientos de X.
– "¡Las cosas habían estado bien si el apagón nunca hubiera ocurrido! ¡Si no hubieras ayudado a Wily!"
Demasiado fuerte, como si esta ira y rabia fuesen recientes y nuevas, envolviendo y nublando cualquier otro pensamiento o tema potencial que X pudiera traer a su mente. Nada podía salvarlo de hundirse más y más en la mente de quienquiera que estuviera hablando esas palabras tan cargadas de odio. De dolor, y desesperación, como si su dueño hubiese perdido cualquier razón para continuar.
– "Desearía haber podido tal vez confiar en ti." – dijo la voz femenina, cuya voz seguía llena de furia, pero con un cierto deje de tristeza también presente. – "Porque el pensamiento de que alguien más supiera lo que estás experimentando... la posibilidad... se sintió muy bien."
Un fuerte gruñido finalmente logró sacarlo de este estado. X volvió a la realidad mientras todavía sujetaba el pequeño topacio, y Ray B. seguía tendido en el suelo, con Velguarder todavía activo y listo para atacarlos de nuevo.
Justo cuando el canino se preparaba para otro ataque, sintió otra presencia acercándose hacia ellos, viendo un objeto pequeño pero que se aproximaba rápidamente en la distancia. De color rojo y preparado para tomar represalias contra el mecaniloide sin importar qué intentase. Viendo que lo superaban en número, y que su objetivo parecía no estar respondiendo, Velguarder saltó hacia un lado de la pared cercana, pateando en ella para llegar hacia otra, y luego a otra hasta navegar todo el camino hasta la cima, viajando por las azoteas de los edificios hasta desaparecer de la vista, pues ya había cumplido con su tarea por el momento.
Habiendo llegado a la escena, Zero se aproxim al inconsciente Ray B., fijando sus ojos azules en el topacio que estaba en posición de su amigo.
Cuartel general subterráneo...
– Ten en cuenta, que sólo le permitimos estar aquí gracias a sus contribuciones a nuestra causa hasta ahora. – le advirtió Zero a X. Se encontraba hablando con el Hunter azul mientras colocaban a Ray B. en una mesa de operaciones médicas, con un enorme agujero en su pecho totalmente vacío salvo por la gema agrietada que encontraron en él. Zero miró al robot inmóvil. – Nuestros recursos no se van a reabastecer pronto, asumiendo que haya algo que podamos hacer por él.
X se mordió el labio, deseando que su amigo no hubiese dicho eso, pero en última instancia era la pura verdad. Tenían pocas provisiones, no sólo para sí mismos, sino también las reservas que habían conseguido para los dos humanos a los que tuvieron que acoger. Y viendo que todavía no tenían idea de dónde estaba Sigma, mucho menos en dónde podría estar su fortaleza, seguían atrapados teniendo que encargarse de lo que fuera que les arrojara, sólo para mantener las amenazas a raya.
– No está en la mejor condición en este momento. – observó Zero, escaneando con sus ojos azules al todavía inmóvil Ray B. – Me hace preguntarme cómo es que sobrevivió todo este tiempo, y más todavía de dónde vino.
– No estoy muy seguro. – añadió X. – Pero parece tener mucho conocimiento acerca de las cosas que sucedieron antes que nos encontraran a ti y a mí. Chiyo piensa que él proviene de ese tiempo, y aunque no parece ser un reploide, me hace preguntarme si una máquina podría sobrevivir tanto tiempo por su cuenta.
– Tú lo hiciste, ¿o no? – cuestionó Zero.
– Sí, pero el Dr. Light me mantuvo sellado en animación suspendida. Tenía una protección completa de los elementos externos. – El Hunter observaba las extremidades de la máquina estacionaria, tanto aquellas que tenía acopladas como las que le fueron arrancadas durante la escaramuza con Velguarder. – Quiero decir, hay una posibilidad, pero eso significaría vivir durante todo ese tiempo en el cual los seres como nosotros no tenían permitido existir.
– Lo cual significaría que podría simplemente haber vagado por el mundo libremente. – añadió Zero. – Acorde con lo que te dijo Armadillo en relación a este evento llamado "Retiro de los Robots" que ocurrió mucho antes que cualquiera de nosotros existiera, tendría que haber mantenido un perfil bajo y asegurarse de no atraer la atención de ningún humano.
X cerró sus ojos verdes. – Que vida tan triste.
– Será muy triste para todos los demás si esta crisis no es resuelta pronto. – señaló Zero. – Por lo que les dijo ese mecaniloide con el que él y tú hablaron, la base de Sigma está cerca, pero fuera del perímetro de la isla, ¿correcto?
X asintió. – Eso fue lo que logró decirnos antes que... – Se detuvo, al recordar el momento en que Velguarder le arrancó los sistemas al mecaniloide indefenso, fuera de su cavidad cerebral.
– Eso al menos reduce enormemente el área que tenemos que buscar. – señaló el comandante rubio. – Aun así, eso nos deja abiertos a interpretar qué tan cerca de la isla podría estar, más allá de Arcadia, no puedo ver nada fuera de los límites de la isla.
– ¿Quizás esté utilizando algún tipo de tecnología para ocultar o camuflar dónde se encuentra? – sugirió X. – ¿Tal vez está usando algo que dejó Fujiwara?
– Eso no me sorprendería. – Zero estuvo de acuerdo, reconociendo la posibilidad. – Aun así, necesitamos mantener los ojos abiertos en caso de cualquier actividad inusual fuera de la isla. Voy a pedirle a Ai que lo examine, y también esa cosa que tiene en su pecho, sea lo que sea. – Se giró hacia la salida de la sala médica. – Mientras tanto, quizás puedas ayudar a Firefly a explorar los sectores externos.
Con eso, se marchó, X dejando a X ahora solo con el todavía durmiente Ray B., ¿o quizás fuera más permanente que eso?
El reploide azul observó la forma sin vida sobre la mesa, con sus ojos verdes fijos de nuevo en el topacio amarillo, cuyo peculiar objeto rojo en el centro volvía a atraer su atención.
Más tarde...
– Estos componentes están totalmente desfasados, no sé si tengamos materiales incluso para reparar los daños menores. – señaló Ai, suspirando de frustración mientras veía las provisiones al lado de Ray B. que parecían ser inútiles. – ¿De qué línea temporal viene este sujeto?
X no dijo nada, concentrándose en el paciente y luego en los instrumentos que se suponía que debían curarlo. – Quizás la teoría de Chiyo tenga más sustento después de todo. Aun así, si se trata de un robot, ¿cuál es? – murmuró para sí mismo.
– Esto no es bueno. – señaló la navegadora rubia, mientras tomaba lecturas de Ray B. con un lector de energía. – No responde en absoluto. Es como si hubiera sido desactivado por completo.
Los ojos de X se ensancharon. – ¿Quieres decir que está...?
Ai estuvo a punto de responderle, pero hizo una pausa, pensando de nuevo en sus palabras por un momento antes de clarificar. – Bueno, no exactamente. En este momento, las lecturas indican que sus sistemas están estacionarios. En esencia, se encuentra en modo de suspensión. Sólo necesitamos darle un arranque para despertarlo, y tal vez su CPU se conecte con el resto de él y pueda volver a funcionar de nuevo.
– Pero el problema es que su cuerpo no es compatible con nuestro equipamiento, ¿verdad? – preguntó X, a lo cual Ai asintió en respuesta, antes de quedarse callada.
– Por el momento, tendremos que ponerlo en soporte vital. Pero incluso entonces, no hay garantía de que el descanso por sí solo sea suficiente. Y si no vuelve al mundo dentro de las próximas dos horas, no estoy segura de que podamos permitirnos mantenerlo en línea.
X no argumentó en contra, sabiendo que no tenía más opción en el asunto. En todo caso, debería sentirse agradecido de que estuvieran viendo a Ray B. en primer lugar. Pero seguía siendo otra situación donde se sentía impotente para hacer nada. – Gracias a pesar de todo, Ai.
Ai asintió, aunque su expresión habitualmente neutral pareció ganar un pequeño deje de calidez en sus rasgos. – Escuché decir a Zero que te enviará con Firefly a explorar los sectores externos. Creo que ya están a punto de salir pronto.
– Claro, ya me voy. – respondió X.
– Iré a verlo antes de que partan. Incluso con esas mejoras en tus piernas, ¡yo llegaré con él antes que tú! – Con eso, la navegadora roja salió corriendo, pasando a través de la puerta para ver al motociclista verde y a quienesquiera hubiesen sido asignados a su equipo.
X se giró para ver al inmóvil Ray B. y el topacio que brillaba bajo la luz en el techo. Aproximándose hacia su cuerpo, el Hunter azul se encontró extendiendo la mano hacia él y tomando la gema para examinarla de nuevo, todavía incierto de qué era el dispositivo que tenía adentro, mucho menos cómo fue hecho. Pero mientras lo sostenía, no pudo evitar sentir una pequeña fuerza que residía en el pequeño objeto. Como si tuviera vida propia.
– "Tómalo."
X se congeló, girándose de golpe para ver a quién había escuchado, sólo para darse cuenta que no había nadie en la habitación con él.
– "Colócalo en tu pecho."
Había una voz, pero de dónde venía, no tenía idea. Se atrevería a decir que parecía no venir de ninguna parte. Aún más, se parecía mucho a la voz femenina que oyó cuando agarró la gema.
– "Un momento... ¿acaso...? No..." – pensó mientras fijaba los ojos en el topacio. – "¿No es posible que...?"
– "Colócalo en tu núcleo."
¿Su núcleo?
– "Date prisa."
Un momento, ¿qué rayos era esto? ¿Qué estaba ocurriendo? ¡¿Qué era lo que estaba experimentando en este momento?!
– "Por favor. Ayúdalo."
El pánico de X se disipó al oír esa súplica, y sus ojos verdes volvieron a fijarse en Ray B. tendido sobre la mesa, viendo su cuerpo desgastado y destrozado, y las herramientas que, pese a ser las versiones más actualizadas que tenían, no servirían de nada para ayudar en su recuperación. Si acaso eso era posible.
– "Yo ya no puedo hacerlo." – La voz parecía hacer eco en su mente. – "Pero tú sí puedes."
El Hunter azul sostuvo la gema, mirando el espacio vacío en el pecho de la máquina más antigua, y luego en el suyo propio. El silencio se apoderó de la cámara, mientras X reflexionaba en su siguiente movimiento, y preguntándose si realmente estaba escuchando todo eso. Aun así, luego de unos momentos, activó los compartimientos de su pecho, separando sus pectorales y permitiéndose acceder a sus mecanismos internos. Más específicamente, su núcleo.
Su propio núcleo era idéntico al de cualquier otro reploide, lo cual tenía sentido al haber sido él quien sirvió de base original para todos ellos, pero al analizarlo más de cerca, no pudo evitar sentir una especie de atracción magnética entre su propia fuente de vida y la piedra agrietada que sostenía en su mano. Al introducirlo, se dio cuenta que, aunque quedaba apretado, el topacio lograba quedar en el centro del pequeño espacio circular que reposaba encima de su procesador principal. Esperó y esperó, pero no ocurrió nada.
– ¿X?
La repentina voz de Zero lo sacó de sus pensamientos, cerrando rápidamente su pecho y volviendo a sellarlo. – S-sí, lo siento. Ya voy.
Zero levantó una ceja. – ¿Estás bien?
– Uh, sí, claro. – respondió X. – Perdón por hacerte esperar. Iré enseguida.
Salió corriendo de la habitación, dejando a su comandante a solas, estudiando el cuerpo que descansaba en la mesa por unos momentos antes de darse la vuelta para unirse al resto de sus hombres. Aun así, aunque tenía otros asuntos que atender, el Hunter rubio no pudo evitar preguntarse a dónde se había ido esa piedra amarilla que tenía antes en el pecho.
Esta historia continuará...
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