Thunder Slimer


– Ai, ¿puedes oírme? – preguntó X por el comunicador, manteniendo la voz baja para evitar atraer atención indeseada.

Fuerte y claro, X. – respondió Ai. – Huh, tomaste la iniciativa de llamarme. Usualmente es Zero quien se asegura de que mantenga un ojo sobre ti cuando estás en una misión.

X no respondió a su declaración, aunque no pudo evitar sentirse algo avergonzado por eso. – Me he encontrado una especie de barricada aquí.

Tanto Ai como Roll, estaban escuchando, y ninguna de las dos entendió del todo. – Descríbela, por favor. Necesito detalles. – le dijoAi al Hunter azul.

X observó la barrera frente a él, analizando la pared a la cual estaba pegada, junto con las otras cuatro paredes que rodeaban el obstáculo. Había una puerta masiva cerrada enfrente del Hunter, impidiéndole seguir progresando. Pero el problema no era si podría o no entrar por esa puerta, sino lo que podría estar aguardándole detrás de ella.

– Sólo es una puerta enorme. – informó X a la navegadora rubia. – ¿Está el generador localizado en este lugar? Me encuentro en un túnel al que se llega bajando por una escalera. ¿Eso ayuda?

Déjame ver. – dijo Ai, haciendo una pausa momentánea para obtener una señal. – Parece que no puedo entrar en ella. Tendrás que atravesarla tú mismo.

X estuvo a punto de responder, pero como si le leyera a la mente, escuchó un fuerte *CLICK*, y entonces, la puerta comenzó a abrirse. La cámara detrás de la ahora abierta barrera estaba totalmente a oscuras. Era enorme y estaba mayormente cubierta de baldosas, pero estaba muy lejos de sentirse acogedora.

¿Qué sucedió? – cuestionó Ai.

– Creo que ya encontré una forma de entrar. – respondió X. – Aquí voy.

Recuerda, no dudes. – le dijo Ai al Hunter azul. – Zero espera que me asegura de que regreses con vida.

...

Desde los confines del cuartel general, Ai y Roll aguardaban una al lado de la otra respirando ansiosas, y la segunda se paseaba de un lado a otro. No sólo su hermano menor podría estar a punto de meterse en problemas, sino que Chiyo ahora había desaparecido.

– Esto es terrible. – dijo. – ¡¿Qué la habrá poseído para que saliera de ese modo?!

– Zero y su escuadrón están afuera, ellos la encontrarán. – le dijo Ai a la otra rubia. – Hay un grupo de humanos que sospechamos que se dirigen hacia el faro, así que tal vez haya decidido unirse a ellos.

– Tengo que discrepar con eso. – respondió Roll, y de inmediato procedió a explicar. – Chiyo no es alguien muy sociable, incluso X dijo que la encontró sola en la carretera. Para ser honesta, los únicos con quienes tenía algún apego profundo eran Patarche y Fumiko.

– ¿Patarche? – cuestionó Ai, preguntándose qué clase de nombre era ese.

– Su perro. – le dijo Roll a la navegadora. – Lo tuvo desde que su edad era de un solo dígito.

– ¿Una de las cosas más importantes de su vida era un animal? – inqurió Ai. – ¿Acaso no iba a morir eventualmente?

– No sólo murió. – le dijo Roll. – Le dispararon cuando intentó proteger a su dueña de ese ex-Hunter, Vile.

– Aun sigue siendo un animal. – dijo Ai. – No es que sea de tu misma especie.

Roll quiso argumentar, pero terminó por contener su lengua. Ella consideraba que la muerte de un animal tendría el mismo peso que la de un humano, ya que para ella Rush era parte de la familia tanto como Rock y Light. Aun así, tuvo que reconocer que muchas máquinas no eran como ella y Rock, mucho menos como X. Los reploides a su alrededor desarrollaban sus propias personalidades y emociones, pero aún seguían siendo algo mecánicos en sus reacciones y respuestas. Aunque la habían mejorado, la robot reformateada todavía se sentía algo fuera de lugar entre aquellos que se suponía que eran de su misma especie.

– Bueno, Fumiko ES de su misma especie. – le dijo Roll a Ai. – Y lo último que supe fue que ella y su familia estaban en Abel City cuando se cortó el acceso a la isla del resto del mundo. – En ese momento, lanzó un grito ahogado de realización. – ¡Claro!

– ¿Qué cosa? – inquirió Ai.

– ¡Todo tiene sentido! ¡¿Por qué no lo vi antes?! – exclamó Roll. – ¡Fumiko! ¡Chiyo salió para buscar a Fumiko! – De inmediato empezó a correr para salir de la cámara.

– ¡Espera! ¡¿A dónde vas?! – Ai se levantó de su silla, llamando a Roll.

– ¡Volveré pronto! – gritó ella. – ¡Tendré cuidado allá afuera!

– ¡De ninguna manera! – De repente, Roll sintió que la jalaban del brazo. Ai la había alcanzado justo antes que pudiera salir. – ¿Cómo le vas a ser de utilidad a alguien si sales a que te maten?

– ¡Yo soy una reploide, Chiyo es humana! – replicó Roll. – Aunque mi cuerpo sea barato, el metal es más durable que la carne y hueso.

– Tal vez, pero sigues sin ser rival para los mecaniloides y Mavericks que hay allá afuera. – replicó la navegadora roja. – ¿Y entonces qué? ¿Quieres que X vuelva para escuchar las noticias de que su hermana está muerta? ¿Después de todo lo que Zero tuvo que pasar para salvarte?

Roll se quedó callada, mordiéndose el labio inferior. Odiaba admitirlo, pero Ai estaba en lo correcto. No le haría ningún bien a nadie, especialmente a X, si salía a exponerse a un entorno tan peligroso.

– Pero... – Aún así quería protestar ligeramente. – Chiyo...

– Ella estará bien. De hecho, creo que la mimas demasiado. – le dijo Ai a Roll. – Ya está en su último año de escuela, ¿verdad? Significa que prácticamente ya es una adulta. Claro, no le recomendaría a nadie, niño o adulto, que saliera allá afuera, pero creo que sus posibilidades son mayores de lo que crees.

– ¿Cómo puedes decir eso? – preguntó Roll. – ¿No te preocupa en absoluto el hecho de que sea más débil que nosotros?

– Por supuesto que sí. – respondió la otra rubia. – Pero por ahora está fuera de tus manos. Todo lo que puedes esperar que sea lo bastante inteligente para volver en una sola pieza.

– ¿Cómo puedes tener tanta confianza en que lo hará? – cuestionó la mucama.

Ai se quedó callada por un momento, dándole la espalda a Roll. – Porque la esperanza es todo lo que nos queda ahora. Es lo único que me queda de mi pequeño hermano.

Roll no tardó mucho en darse cuenta de quién estaba hablando. – ¿Ha habido alguna...?

– No. – respondió Ai. – No ha habido noticias suyas desde que los misiles cayeron. E incluso así, dudo mucho que haya sobrevivido si estaba en la ciudad.

– Bueno, si ese es el caso, ¿por qué dices que la esperanza es todo lo que te queda cuando no parece que tengas mucha?

– Tienes razón, no la tengo. – admitió la reploide de coleta. – Pero... aun así, si queda la más ínfima posibilidad, es... atrayente creerlo, sin importar lo improbable que sea.

Y con eso, la navegadora volvió a su silla, dejando a Roll a solas. Sus ojos se fijaron en Trinity, que estaba guiando al equipo de Zero a través de las oscuras calles de la ciudad.

Calles de Abel City...

– ¡Maldición! ¡¿Dónde se metió?!

Aunque Firefly estaba hablando de la hija de uno de sus creadores (aunque Cain había sido más un padre para él de lo que nunce lo fue Fujiwara), la pequeña mocosa se había escurrido entre los callejones y les hizo casi imposible encontrar un camino entre los tortuosos corredores. ¡¿En qué diablos estaba pensando?! ¡¿No se daba cuenta de que la iban a matar allá afuera?! ¿Acaso no tenía ningún sentido de autopreservación? No, ya que se fue por su cuenta como una tonta.

Pero, en todo caso, eso sólo volvía la misión de Firefly todavía más crucial. Aunque el hombre ya estuviera muerto, la chica seguía siendo una humana, y él tenía que obedecer las tres leyes. Aunque dichas leyes fueran más una molestia que otra cosa a veces. Eso no quería decir que su visión se alineara con la de Sigma, mucho menos la de los Mavericks que le servían, pero incluso entre aquellos que creían que debían proteger a los humanos había quienes los veían como irritantes en el mejor de los casos, y como animales irrazonables en el peor.

– Bueno, técnicamente hablando, no son más que primates sin pelo y con cerebros más desarrollados. – murmuró Firefly. Luego miró hacia las sombras de los caminos por donde todavía tenía que viajar. – Aunque son mucho más problemáticos que sus parientes primates.

Un poco más adelante, Chiyo navegaba los estrechos pasajes lo mejor que podía, pero estaba empezando a arrepentirse de haber salido de la Base Hunter. Aun así, decidió seguir adelante, pese a su miedo que iba en aumento. Si había una posibilidad de que Kenichi y Fumiko siguieran allá afuera, tenía que encontrarlos. Siguió corriendo lo más rápido que podía, mientras se mantenía alerta de cuanto espacio le quedaba para moverse. Después de un breve instante, logró pillar a una silueta moviéndose por la esquina del ojo.

– ¡Hey! ¡Espera! – llamó la humana de pelo oscuro, al ver que la pequeña silueta corría hasta desaparecer de la vista. – ¡Alto!

Chiyo corrió, tratando de seguirle el paso a los movimientos de la sombra, aunque apenas podía ver destellos muy breves en la oscuridad de la ciudad. Se estaba raspando contra los edificios, sintiendo cómo la textura de los ladrillos y concreto de que estaban construidos le rasgaban la piel, dejándole parches rojos, pero siguió adelante. Si había una posibilidad, la más pequeña posibilidad, tenía que hacerlo. Aunque se estaba arriesgando, tenía que al menos hacer un esfuerzo por encontrarlos.

Estaba desesperada por probar que estaba equivocada. Esperaba estar equivocada, no había nada que deseara más que estar equivocada, que su búsqueda no había sido en vano.

Y entonces, finalmente, vio la sombra de nuevo, sólo que esta vez, finalmente gritó un nombre.

– ¡¿Fumiko?! – gritó Chiyo, tratando de llamar la atención de la sombra, que se detuvo.

– ¿Q-quién está allí? – replicó una voz joven, de un niño pequeño.

Chiyo inmediatamente la reconoció. Corriendo hacia el sonido, la humana se encontró con un rostro familiar, cuya mano estaba aferrada a la de alguien más, pero no era de carne y hueso.

– ¿Kenichi?

El niño emergió de las sombras, dejándose ver. – ¡¿Chiyo?!

Efectivamente, era Kenichi, pero quien le acompañaba no era su hermana. El chico no llevaba puesto su uniforme, sino que llevaba un overol verde con tiras amarillas y una camiseta de rayas debajo, con un par de zapatos amarillos. El reploide que llevaba consigo a Kenichi también se reveló, y tenía un par de sensores con forma de orejas de conejo sobresaliendo desde su casco.

– ¿Hm? ¿Quién es ella? – preguntó A-1, sorprendido por la repentina aparición de la otra humana. – Espera un momento, tú eres la hija de Fujiwara, ¿no?

– Sí, soy yo. – respondió Chiyo. – ¿Quién eres tú?

– A-1, un navegador construido para la organización de los Maverick Hunters. – le respondió la máquina más pequeña a la humana. – Aunque, también se supone que estoy designado como el hermano menor de nuestra primera unidad navegadora.

– ¿Hermano? – preguntó Chiyo. – Hmm, igual que X y Roll. – Luego dirigió la conversación a lo que importaba, y se arrodilló hasta ponerse al nivel del chico. – Como sea, me alegra que estés bien, Kenichi. ¿Dónde está tu hermana?

Fue entonces que la cara del chico se tornó sombría, y luego deprimida. Pero antes de poder responderle, otra presencia se hizo notar.

– ¡Por fin, allí estás! – Firefly llegó corriendo, luego de haber visto a Chiyo. – ¡¿En qué estabas pensando?! ¡¿Estabas tratando de que te maten?! – Luego notó al niño y al otro reploide presentes. – ¡A-1! ¡Estás vivo!

– De pura suerte, sí. – respondió A-1, y luego miró a Kenichi. – Aunque, él no fue tan afortunado.

Chiyo estaba a punto de preguntar a qué se refería con eso, pero Firefly intervino antes de que ella pudiese hablar:

– Bueno, debo admitir que no sabía si podría escapar de Vile. – le dijo el reploide más pequeño al Hunter verde. – Pero después de que los misiles cayeron sobre Abel City, logré encontrar mi camino de vuelta. El camino a la base estaba totalmente destruido, así que tuve que nadar.

– Sí, sí, eso podemos discutirlo cuando volvamos al cuartel general. – dijo Firefly. – Ai necesita saberlo lo más pronto posible.

– ¿Cómo está? – preguntó A-1. – ¿Ella...?

– Recibió algunos golpes, pero está viva. – replicó el motociclista. Luego miró el prototipo en las manos de Chiyo. – No hizo mucho daño, pero esa cosa sirvió para mantener a Sting Chameleon a raya antes de que yo llegara.

A-1 bajó su cabeza. – Entonces, significa que Chameleon ahora es un Maverick.

– No me sorprende. Ese sujeto siempre estuvo muy retorcido en la cabeza, incluso desde que lo activaron. – dijo Firefly. Luego le puso la mano en el hombro a A-1. – Pero basta de eso. Tengo que llevarte de regreso con tu hermana.

– ¡Todavía no! – protestó Chiyo, luego dirigiendo su atención al navegador. – ¡Tú! ¡Ese niño contigo! – Señaló hacia Kenichi. – ¿Había alguien más con él? ¿Una chica de cabello corto y gafas? ¿Llevaba un uniforme como el mío, pero con el chaleco azul y la falda roja? Está en un grado por debajo de mí. – Ese último detalle era tal vez innecesario, pero Chiyo estaba dispuesta a dar cualquier cosa que tuviera sobre la chica desaparecida. – De nuevo, era fin de semana cuando sucedió el ataque, así que tal vez llevaba algo diferente.

– Um, no. – dijo A-1. – Aunque, sí sé de quién estás hablando.

– ¿Conoces a Fumiko? ¿Dónde está? – preguntó Chiyo. A Kenichi le temblaron los labios al oír el nombre de la chica. No, Chiyo empezó a suplicar mentalmente que no fuera lo que creía. No, no, no, no, no. – ¿Dónde está tu hermana?

Kenichi no le respondió, sólo desvió la mirada mientras unas lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos.

– Yo... lo siento. – le dijo A-1 a Chiyo. – No... tenía idea de que era tu amiga.

– Sólo dímelo. – dijo Chiyo, prácticamente suplicándolo en este punto. – ¿Está viva?

A-1 no dijo nada por un rato, y los ojos cafés de la joven mujer se agrandaban más y más a medida que continuaba el silencio. Pero entonces, antes de poder responderle, el niño lo hizo por él.

– Está muerta.

Chiyo sintió que se le helaba la sangre. Una parte de ella lo creía, sabía que era cierto. Pero aun así quería negarlo. No quería otra cosa que creer que no era verdad. – Entonces... ¿ella...?

Kenichi asintió. – Fumiko está muerta.

Planta de energía...

Al entrar por la puerta grande, X encontró que la cámara era enorme y apenas tenía color. Las luces que se extendían por las paredes apenas le permitieron poco a poco dar un buen vistazo a su entorno. Hasta ahora, parecía no haber amenazas aparentes frente a él, así que se dirigió hacia el otro lado, buscando la salida. Pero entonces, la puerta a sus espaldas se cerró, atrapándolo adentro. Y no le tomó mucho tiempo a X darse cuenta que la otra puerta también se había cerrado, dejándolo sin lugar a dónde ir.

Estuvo a punto de tratar de contactar a Ai, pero se distrajo al sentir que una substancia extraña le caía en el hombro. X observó el fluido desconocido, palpándolo ligeramente con sus dedos blancos.

– ¿Hm? Esto parece tener cierta densidad, incluso algo de espesura. – murmuró en voz alta, aunque no hubiese nadie alrededor para escucharlo. O al menos, eso era lo que creía. – Pero es muy claro, como el agua.

¿Qué cosa era esto? Y mejor todavía, ¿de dónde habría salido?

Fue entonces que X miró hacia arriba, y las luces que se extendían por las paredes iluminaron el techo de la cámara. La fuente del fluido goteante se encontraba encima de él, colgando del techo.

...

Toda su existencia nació de una simple pregunta: ¿qué tan grande podría crecer una célula si se le permitía expandirse en tamaño? Nadie conocía la respuesta, mucho menos cómo llevar a cabo el experimento con genética. Pero, cuando se trataba del reino de la robótica, algunos estaban dispuestos a hacerlo realidad, sólo que con metal en lugar de proteínas. Así fue como nació, o más bien, fue construido. Fue construido para expandirse y crecer, y así continuaría su desarrollo.

Era para continuar absorbiendo energía. Y la pequeña entidad que estaba debajo de él sería una amenaza para ello.

...

– ¿Qué demo...? – se preguntó X en voz alta, con sus ojos verdes observando el gigantesco mecaniloide que colgaba del techo.

El mecaniloide en cuestión era una enorme máquina roja con varias secciones que sobresalían de color dorado, y un par de generadores conectados a su "rostro" desde atrás. Dos enormes orbes de color azul reposaban sobre el frente, pero X no sabía si esos serían los "ojos", o si las ventilas curvadas que había entre ellos servían como su "boca". Se encontraba dentro de un contenedor esférico de un grueso fluido, con algunas gotas cayendo desde arriba y dejando charcos donde aterrizaban.

– ¡¿Qué... es eso?! – preguntó, y sin perder tiempo procedió a contactar a Ai. – Ai, ¿puedes oírme?

Aún sigues con vida, bien. – respondió la navegadora rubia. – Pero pareces estar en problemas, de nuevo.

– Acabo de encontrarme con un mecaniloide inusual en la planta de energía. – le explicó X. – Parece ser diferente de los demás que pululan en el lugar.

Eso es demasiado vago. Descríbelo por favor. – solicitó Ai.

– Es rojo, y se encuentra dentro de lo que parece una bola de fluido. – dijo X. Luego notó que comenzaba a generar energía. – Creo que está empezando a cargar un ataque.

Espera un momento. – dijo la navegadora. –¿Dijiste fluido? ¿Y que está cargando?

– Sí, ¿alguna idea de lo que podría ser? – cuestionó X, tratando de no hacer movimientos bruscos. Tal vez el mecaniloide no se había dado cuenta de su presencia todavía.

Hm, déjame ver lo que tenemos en nuestros archivos. – dijo Ai, comenzando a buscar por los esquemas que tenían disponibles en el sistema del cuartel general. Después de algunos momentos, Ai finalmente tenía una respuesta para él, que le dijo en tono sombrío. – No tenemos ningún plan detallando su construcción, pero creo que sé lo que es.

– ¿Entonces qué es? – cuestionó X, todavía intentando mantenerse inmóvil.

Sólo es una corazonada, pero creo que encontré algo como lo que describes en los archivos de Fujiwara. Un proyecto secreto que se suponía que se mantendría bajo llave hasta que fue considerado demasiado peligroso para continuarlo. – le explicó Ai al Hunter. – No sé si es su nombre oficial, pero en los registros lo llaman Thunder Slimer.

– ¿Thunder Slimer?

Ya fuera por la voz de X, o quizás ya supiera que estaba allí desde el principio, el reploide azul no podía decidir cuál era la respuesta más probable. Como fuera, sin embargo, el mecaniloide rojo, supuestamente llamado "Thunder Slimer", giró su atención hacia él, registrando su presencia y locación exacta. Así que se preparó para atacar, despegándose del techo y apuntando directamente al reploide azul que tenía debajo.

Calles de Abel City...

Muerta. Era una sola palabra, pero se sintió como si uno de los muchos edificios destruidos a su alrededor se desplomara, aplastándola bajo su peso. Intentó pronunciar palabras, debatiéndose si debería preguntarle más cosas a Kenichi o dejarlo así. Pero finalmente le ganó lo primero. Por egoísta que pareciera, Chiyo necesitaba saber lo que sucedió. Tenía que saberlo, sin importar nada.

Aun así, terminó recibiendo su respuesta de alguien más.

– Encontré a Kenichi detrás de una de las puertas de los refugios. – le explicó A-1 a la humana de pelo oscuro, y luego miró al chico, que bajó su cabeza. – Por lo que me contó, ni siquiera bajó. Dijo que su hermana estaba afuera en alguna parte. La verdad... no tardamos mucho en encontrarla, o al menos lo que quedaba de ella.

Chiyo volvió a sentir que se le helaba la sangre. Incluso Firefly, pese a no tener idea de quién era la chica, sintió que el núcleo se le sobrecogía al oír al hermano menor de Ai presentar detalles como esos.

– Aunque no había nada gráfico, sólo algunos trozos de ropa destrozados que de alguna manera sobrevivieron. – continuó A-1. – Todo lo demás fue incinerado por los misiles o lo que vino antes.

– ¿Antes? – cuestiónó Firefly. Kenichi finalmente decidió hablar.

– Fumiko... y yo... nos separamos de mamá y papá. – dijo el chico. – Tratamos de llegar a Arcadia por las carreteras, pero los mecaniloides las hicieron volar todas.

– "La carretera." – pensó internamente Chiyo, recordando su anterior intento de escape. Aun así, comenzó a patearse a sí misma mentalmente por no haberlos encontrado. ¿Qué tan cerca estabande ella? ¡Podría haber alertado a X de que también estaban allí! Podría haber...

– Pero, logramos llegar hasta la ciudad. – explicó Kenichi. – Y encontramos una ruta subterránea.

– ¿Y entonces qué pasó? – preguntó Firefly. – ¿Volvieron a separarse de nuevo?

El chico volvió a morderse el labio. – Se... podría decir que sí.

Planta de energía...

Saltando fuera del camino en el último segundo, el mecaniloide, el Thunder Slimer, aterrizó en el suelo, cubriendo el suelo de fluido antes de aparentemente "rebotar" de vuelta hacia arriba, estirando su espesa cobertura hacia arriba hasta que volvió a formar una esfera perfecta de nuevo.

– No te dejaré continuar más.

La quijada de X se cayó al escuchar la voz. Cierto, sonaba más mecánica que la suya, pero aun así lo dejó en shock haber escuchado cualquier cosa salir de él.

– ¡¿Puedes hablar?! – cuestionó en voz alta, todavía en shock. Normalmente, los mecaniloides no estaban programados con la capacidad de hablar, simplemente se comunicaban a través de gestos y señales. Pero éste no sólo podía hablar, sino porque parecía tener cierto grado de conciencia.

– No te dejaré entorpecer los planes de mi maestro. – respondió el Thunder Slimer, con una voz mayormente monocorde e inexpresiva, pero había cierta firmeza en su pronunciación. – ¡Serás exterminado aquí!

Y entonces, varias gotas de fluido salieron disparadas de su cuerpo, cayendo directamente sobre X debajo de él. El Hunter azul trató de correr lo más rápido que pudo para alejarse, pero no pudo predecir dónde iban a caer, y varios le cortaron el paso mientras se esforzaba por evitarlos. Primero a la derecha, luego a la izquierda, y luego al centro. No había patrón de dónde caería el fluido, haciéndole casi imposible evitarlo por completo. Eventualmente, sin embargo, todo el cuerpo de X se vio entorpecido por el peso de la substancia, dejándolo pegado contra el suelo e inmovilizándole las extremidades en una capa babosa que lo dejó donde estaba. Estaba totalmente atrapado sin lugar a dónde ir.

Desde arriba, el Thunder Slimer se posicionó para colocarse encima del reploide atrapado, colgándose del techo y absorbiendo cantidades cuantiosas de energía, todo para encargarse del intruso rápidamente.

X intentó liberarse, sabiendo bien lo que estaba a punto de suceder, pero no había esperanza. Un estallido de luz cegadora descendió sobre él, y todo lo que pudo ver fue esa luz. La luz, y la sensación electrizante y tortuosa que vino con ella, asaltando todos sus circuitos, hasta la misma estructura de su endoesqueleto metálico.

Calles de Abel City...

– Ok, entonces, ustedes dos lograron volver a la ciudad. – Firefly repasaba todo lo que le contaron, y Kenichi asentía en respuesta a sus preguntas. – ¿Y luego qué?

El niño bajó su cabeza. A-1 habló por él. – Llegaron a la entrada de uno de los refugios, y estaban a punto de entrar. – explicó, todavía tratando de mantener un ojo sobre el niño que había estado acompañando durante el último día. – Pero fue en ese momento que eso ocurrió.

– ¿Qué ocurrió? – cuestionó Chiyo. Se arrepintió de preguntar cuando vio que Kenichi volvía a romper en lágrimas.

– Fue... muy rápido, y ella no sufrió. – le dijo A-1 a la humana de pelo oscuro. – Pero... no fue un final nada agradable en absoluto.

...

¡Deprisa! – urgía Fumiko a su hermano. Llevaba un vestido de verano azul con sandalias marrones y un sombrero blanco sencillo. Tuvo que detenerse para evitar que sus gafas se le cayeran, pero sabía que no podía permitirse perder ni un instante.

¡Fumiko! – protestó Kenichi, aunque no podía luchar contra la fuerza superior de su hermana. – ¡¿Dónde están mamá y papá?!

¡Los buscaremos cuando lleguemos abajo! ¡Sólo sigue moviéndote! – Los ojos de la chica de cabello corto miraron a su alrededor en busca de una entrada, finalmente encontrando una justo adelante. Se llevó a Kenichi de un tirón e inmediatamente comenzó a tratar de abrirla, logrando abrir con dificultad uno de los paneles con apenas espacio para que pudiera pasar uno de ellos.

Ok, Kenichi, tú entra primero. Yo... ¿Kenichi?

Fumiko no pudo escuchar la respuesta del chico. No se atrevió a dar la vuelta, pero de repente sintió un escalofrío de muerte recorrerle toda la espina dorsal. El chico no le respondió todavía. No quería hacerlo, no quería ver lo que estaba detrás de ellos, pero sabía que tenía que mirar.

A pocos metros de ellos estaba un solitario Gun Volt, un mecaniloide azul que se alzaba más alto que los dos humanos. Su tamaño y poder los superaba por mucho. La chica de diecisiete años con gafas observó con los ojos muy abiertos a la máquina, y cómo Kenichi lentamente retrocedía intentando alejarse de la amenaza inminente.

¿F-Fumiko...? – tartamudeó el chico, esperando que su hermana tuviera algún tipo de estrategia en mente.

Kenichi sintió que lo agarraban de la muñeca y lo jalaban hacia atrás. Su hermana se interpuso con su propio cuerpo entre él y el Gun Volt que estaba de pie frente a ellos, inmóvil. Y entonces, los paneles de su pecho comenzaron a abrirse, revelando varios explosivos que pronto serían lanzados en su dirección. Y fue entonces que Fumiko se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión. Y si no lo hacía rápido, les costaría a ambos sus vidas.

Había suficiente espacio para que uno de los dos pasara, pero sólo uno. El otro tendría que...

Kenichi... – dijo de repente Fumiko.

¿S-sí? – preguntó el niño, inseguro de lo que planeaba hacer su hermana.

Diles a mamá y papá, que me temo que tendrán que arreglárselas contigo sin mí, ya que no podré seguir manteniéndote en la línea.

¿Qué? – cuestionó el niño, pero no pudo ir más lejos.

Adiós.

Dándole la espalda al Gun Volt, Fumiko empujó a su pequeño hermano por el espacio de la entrada. El niño cayó por las escaleras debido a la fuerza del empujón, pero para el alivio de Fumiko parecía estar bien.

– "Qué bueno"pensó ella. – "Al menos puedo hacer eso."

Cerró la puerta, y el Gun Volt de inmediato le disparó. La chica apenas pudo girar su cabeza en el último segundo para ver los proyectiles dirigiéndose hacia ella. Luego, por el más breve momento, hubo fuego, y luego, ya no hubo nada.

Planta de energía...

La cegadora luz se había detenido, pero los sistemas de X todavía estaban fritos. En contraste con el frío abrasador de la región polar, el ataque del Thunder Slimer dejó sus entrañas ardiendo, y un siseo brotaba de cada agujero por el cual podía salir el humo. A pesar de esto, sin embargo, sus sistemas de enfriamiento comenzaron a trabajar, intentando desesperadamente regular su temperatura corporal para contener el calor, y prevenir cualquier posible combustión espontánea. X todavía seguía atrapado en la espesa substancia, y sus forcejeos eran inútiles. Si el fluido fuera más sólido, ¡entonces tal vez podría liberarse!

Fue entonces que lo entendió. Sus sistemas de enfriamiento... endurecer el fluido... enfriarlo. O más bien, congelarlo. Pero eso significaría tener que utilizar el chip del arma de Chill Penguin, un pensamiento que todavía que lo hacía sentirse inseguro. ¿Podría hacerlo? ¿Sería capaz de usar las habilidades de su viejo amigo, como si fuera todo para lo que servía?

La culpa subsecuente terminó dando paso a un modo de supervivencia, cuando X se dio cuenta que el Thunder Slimer se estaba preparando para soltarle otra descarga de electricidad. Y en este momento, el reploide azul dudaba poder sobrevivir una segunda vez. Su buster estaba atrapado en el fluido, pero su unidad de contención de armas activó el chip insertado, y desde el cañón salió disparado un rayo congelador. El plasma concentrado a baja temperatura inmediatamente comenzó a congelar la substancia alrededor del buster, y el fluido pronto se convirtió en un poco más que una masa cristalizada alrededor de su brazo. Luego, volvió a cambiar a su arma estándar y disparó, destruyendo el hielo y con eso liberando su brazo.

Ya con buster libre, X procedió a disparar hielo al resto del fluido que lo tenía atrapado en ese lugar, y luego balas de plasma para romper la substancia congelada de sus miembros hasta que se liberó. El Thunder Slimer se soltó del techo y bajó de nuevo, forzand hacer una retirada rápida. Durante los breves momentos que el masivo mecaniloide se encontraba en el suelo, el Hunter azul lanzó disparo tras disparo a la enorme máquina, pero estos fueron absorbidos por la densa esfera de fluido que rodeaba al ser mecánico. Esto no estaba funcionando, necesitaba una estrategia diferente. ¿Pero qué?

Luego pensó en cómo se había liberado, y su mirada se dirigió hacia el fluido que rodeaba al Thunder Slimer. Las gotas desprendidas se congelaban rápidamente, pero X sospechaba que le llevaría más de un disparo lograr lo que tenía en mente. Pero, si podía lograrlo, tal vez podría encargarse de este enemigo más pronto de lo que se imaginaba.

– No permitiré que llegues al generador. – dijo el Thunder Slimer, preparándose para otro ataque. – No llegarás hasta el guardián de esta instalación.

– Lo siento. – dijo X, apuntándole con su arma. – ¡Pero tendré que congelar tus planes!

Disparó de nuevo, y el Thunder Slimer inmediatamente sintió el drástico cambio de temperatura. Sus receptores ópticos notaron que una porción de su revestimiento protector comenzaba lentamente a ser envuelta por los químicos que iban cargados en el disparo. A pesar de que sus circuitos no estaban seguros de procesar los estímulos emocionales y las subidas de sensaciones, el mecaniloide de pronto comenzó a preocuparse. ¿Acaso su diminuto oponente había encontrado un método para derrotarlo?

El Thunder Slimer dispersó más gotas de fluido, pero a diferencia de antes, X les disparó a cada una de ellas antes que cayeran, congelándolas y dejando que se hicieran pedazos al chocar contra el suelo. El Thunder Slimer se volvía cada vez más desesperado, y el revestimiento protector que rodeaba su cuerpo vulnerable pronto se estaba transformando en su prisión, restringiendo su movimiento y causando que sus sistemas se sobrecargaran tratando de calentar sus componentes internos. Esto no era bueno, ya no podría soportar mucho más de esto. Unos cuantos golpes más, y no sería capaz de mantenerse a sí mismo. En su desesperación, intentó soltar una última descarga de electricidad, pero las chispas murieron antes de siquiera poder comenzar, ya que toda la esfera de fluido que rodeaba al mecaniloide se había convertido en un orbe de cristal de hielo parcialmente transparente.

Y entonces, el Thunder Slimer se vino abajo, estrellándose contra el suelo y causando un fuerte daño con el impacto de su cuerpo congelado. Varias partes de su cuerpo se desacoplaron de sus lugares y trozos se desprendieron. El contenedor helado se empezó a astillar y a agrietarse, revelando la forma vulnerable del mecaniloide alguna vez protegido por el revestimiento ahora congelado. Y entonces, el Thunder Slimer notó a X, que estaba listo para dispararle y ponerle fin.

– Yo... no permitiré que triunfes. – le dijo, todavía intentando reunir energía para liberar al menos alguna forma de ataque. – Tú... no impedirás a mi maestro...

Estaba a punto de dispararle, habiendo recargado un disparo en el interior de su arma. Aun así, no lo liberó, no todavía.

– ¿Quién es tu maestro? – le preguntó. – ¿Acaso es Sigma?

– No. – respondió el Thunder Slimer. – Él es mi Comandante, ya que asistió en mi liberación, pero mi maestro es el que lo convenció de liberarme.

X se mordió el labio. – ¿Cómo es que puedes hablar? Creí que los mecaniloides no estaban programados con IA avanzada.

– No lo están. – respondió el Thunder Slimer. – Yo soy una excepción.

– ¿Cómo? – preguntó X. No era exactamente inteligente, pero necesitaba saberlo.

– Fujiwara... – dijo el mecaniloide, sintiendo que sus sistemas comenzaban a ralentizarse. – Mi conciencia... él la expandió. Para ver si un mecaniloide podría manejar la complejidad de la programación en un reploide. Pero... el consejo juzgó que mi existencia era demasiado peligrosa, aunque Fujiwara no estaba dispuesto a desecharme. Así que... me ocultó.

X permaneció en silencio. ¿Lo ocultó? A decir verdad, X no estaba seguro de si era un "él", pero le parecía más respetuoso que referirse a la máquina como si fuera una cosa, especialmente ya que parecía presentarse como un ser inteligente.

– Me colocaron en un lugar donde sólo había oscuridad. – explicó el Thunder Slimer. – Nunca vi el sol, o las estrellas, ni sentí el viento, o vi cómo cambiaban los cielos. No vi nada de esto durante un tiempo que desearía no recordar.

X permaneció en silencio por unos momentos antes de preguntar. – Y entonces... ¿cómo saliste?

– Después de unirse a la rebelión de Sigma, Fujiwara planeaba liberarme de mi confinamiento para ponerme al servicio de Sigma. Pero él desafortunadamente ya no será parte del plan. Así que ahora soy libre de obedecer sólo a quienes considero dignos de mi servicio.

Incluso ahora, la sola mención de la muerte del científico hacía temblar a X. Aun así, mantuvo la compostura y preguntó: – ¿Y acaso Sigma es digno de eso?

– Él es mi líder, pero no es mi maestro. – respondió el mecaniloide rojo. Su visión se empezaba a tornar borrosa y distorsionada, y la imagen del Hunter azul frente a él se volvía cada vez menos visible. – Mi maestro... él convenció a Sigma de liberarme. Me permitió ver el sol por primera vez.

X se quedó en silencio, incapaz de decir nada. Estaba dividido entre disparara o tratar de ofrecerle algún confort a la extremadamente dañada máquina, pero dudaba que ninguna de las dos opciones hiciera algún bien. Sin embargo, una de ellas pondría fin a su sufrimiento.

– Mi tiempo aquí habrá terminado... pero no me arrepiento de nada. – dijo el mecaniloide. – Ya que, con tu ayuda, seré verdaderamente libro.

Los ojos verdes de X se ensancharon. – Tú... ¿quieres decir que...?

– Hazlo.

Un silencio mortal cayó entre los dos, y el Hunter azul se quedó indeciso de qué acción tomar a continuación. Estaba listo para disparar en cualquier momento, pero de nuevo las dudas se apoderaron de él.

– Termínalo. – insistió el Thunder Slimer. – Ya no queda nada más.

Los segundos se alargaron en minutos. X seguía en posición y apuntándole a su enemigo, pero nada salía de su arma. Aun así, tras un breve instante, se dio cuenta de lo que tenía que hacer. No sólo porque fuera su deber, sino para otorgarle al menos un acto de amabilidad al mecaniloide al que tenía que asesinar. Al menos, podría aliviar el sufrimiento del mecaniloide.

– Espero... que hayas disfrutado del tiempo que fuiste libre. – murmuró X, antes de soltar la energía que había almacenado.

Esta historia continuará...

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