Restauración
Los dos reploides apostados en la entrada de la planta de energía vieron a las dos figuras que se aproximaban, y de inmediato sacaron sus armas, pero no dispararon, al menos no todavía.
– ¡Alto! – gritó uno de ellos. – ¡¿Quiénes son?!
– Tranquilos. – dijo uno de los que se aproximaban, detrás del cual una figura inesperada venía ocultándose. – Sólo somos nosotros.
Los dos guardias bajaron sus armas. La vista familiar de una armadura azul y un rostro juvenil con ojos verdes les alertó que no había peligro. Al menos no en el presente.
– ¿X? – preguntó uno de ellos en voz alta, antes de notar a la humana que lo seguía. – ¿Qué hace ella aquí?
– No fue exactamente mi elección traerla aquí. – respondió el Hunter azul. – Y no es que cuestione que ustedes sean buenos en sus trabajos, pero ¿no habrán visto por casualidad a alguien merodear por aquí? ¿Alguien que podría haber eludido la seguridad?
– Imposible. – argumentó el otro guardia. – No hemos visto a nadie. Y además, no seríamos tan tontos como para dejar que alguien simplemente nos pase de largo.
– Oh, creo que este sujeto tiene sus maneras. – contraatacó X, mirando el edificio que había tenido que limpiar antes. – Logró colarse en la fábrica que estaba en las afueras. Puedo imaginarme que encontraría sus métodos para sortear este lugar también.
– Perdón, pero eso lo encuentro improbable. – dijo el primer guardia. – Ahora, si son tan amables de volver a la ciudad... – Se detuvo al recibir una notificación en su comunicador. – ¿Hm? ¿Sí, qué sucede?
Tras unos momentos de silencio entre los tres, sin que Chiyo dijera una sola palabra, pero escuchando atentamente a la conversación, el mensaje terminó, y el guardia volvió otra vez su atención de X.
– ¿Qué pasa? – preguntó X.
– Bueno, parece que tu teoría tenía algo de credibilidad después de todo. – respondió el primer guardia. – El Thunder Slimer ha desaparecido.
Adentro de la planta de energía...
Electricidad. Su combustible, su sangre de vida, le estaba siendo devuelta.
¿Pero de dónde venía? No podía discernir la fuente, y había sido separado de su conexión principal en la batalla anterior. Así que ¿cómo...?
– ¿...des...me...?"
Un momento. Algo más estaba fuera de lugar.
– ¿Puedes... me...?
No estaba solo.
– ¿Puedes oírme?
El mecaniloide al que le fue otorgada inteligencia se encontró lentamente recuperando su visión, y el mundo a su alrededor mostraba que había vuelto a la cámara previa donde había sido encerrado, sólo que esta vez no podía formar su burbuja, y estaba prácticamente drenado de casi toda su energía, excepto la carga de arranque que le fue dada. ¿Pero quién lo había hecho, y más todavía, por qué?
No pasó mucho tiempo durante estas interrogantes antes de darse cuenta que el que se dirigió a él no estaba detrás de un escudo protector, sino en la habitación con él. Y por su aspecto, se parecía a un preadolescente humano o adulto joven envuelto en una gruesa capa a quien superaba enormemente en tamaño.
Pequeños chispazos de electricidad salían de sus dedos, alertando al mecaniloide que este niño había sido el que lo revivió, aunque lo había hecho a duras penas.
– ¿Y por qué debería responderte? – cuestionó el mecaniloide. – ¿Por qué has hecho esto, traerme aquí? ¿No sabes quién soy?
– En realidad sí lo sé. – replicó la máquina encapotada. – De hecho, tengo algunas preguntas que necesitan respuestas, y no veo a alguien mejor que tú para respondérmelas... Thunder Slimer.
Los ojos del mecaniloide se ensancharon de shock, sin saber qué hacer de lo que acababa de oír. A pesar de todo, al parecer tenía razón. – ¿Quién eres tú?
Ray B. sonrió bajo su bufanda amarilla. – Dame algunas respuestas, y tal vez te dé algunas pistas.
Calles de Abel City...
– Entonces, ¿tienes alguna idea de a dónde se fue? – le preguntó Firefly a Roll, y la reploide femenina asintió en respuesta.
– Ai dijo que algunos Hunters vieron una figura dirigirse hacia la planta de energía, ¿correcto? – le preguntó. – Puedo asumir que ese sería el lugar más probable a dónde se dirigen.
– Dicho eso, ¿qué tiene eso que ver con que estés tú aquí? – añadió Firefly.
Roll's apretó los labios, y sus ojos turquesas se desviaron a los lados, tratando de buscar una respuesta.
– Vine aquí para buscar a la hija de Fujiwara. – le respondió. – Lo que quería era saber quién de ustedes sabía la dirección correcta de la planta de energía.
Planta de energía, cámara del Thunder Slimer...
– Te lo preguntaré de nuevo, ¿quién eres? – cuestionó el mecaniloide a su nuevo acompañante. – ¿Y por qué me sacaste de aquel almacén?
Ray B. empezó a caminar por el lugar. – La teletransportación es un poco impredecible ahora, pero al parecer puede transportar más de un individuo. – observó. De inmediato decidió enfocarse en por qué estaba aquí. – Pero eso no tiene importancia ahora. Fuiste creado por el Dr. Fujiwara y luego te fuiste con Sigma, ¿verdad?
El Thunder Slimer se quedó callado por unos momentos, como si no estuviera seguro de cómo responder. – ¿Cómo sabes esto?
– Leí tu archivo. – replicó Ray B. – Leí todo sobre ti, los mecaniloides a los que Fujiwara contribuyó en su producción. También sé que él decidió experimentar con algunas programaciones de mayor nivel en relación a algunos de ustedes.
El Thunder Slimer permaneció en silencio, pero su procesador seguía girando, debido a la cantidad de información que estaba recibiendo a la vez. De haber estado en una condición más estable, habría con gusto estrangulado a esta forma de vida para exigirle respuestas, pero, por el momento, se veía incapaz de tomar represalias.
Al menos, físicamente. – No sabes nada.
Ray B. se ajustó la bufanda que ocultaba su boca. – Sé que tu amigo, el Mole Borer, fue una vez como tú. – le dijo. – Una vez tuvo una vez similar a la tuya, que también se la otorgó Fujiwara.
– Y que se la quitaron. – replicó el Thunder Slimer. – Seguía quejándose de no poder salir, para ver el sol... él fue la razón por la cual nunca mencioné el sol en absoluto.
La máquina más pequeña apretó su puño. – Los humanos pueden ser... de todas clases, lo admito. Pero lo que Sigma planea hacer es simplemente... inconcebible. – O más bien, no lo era. Esta no era la primera vez que veía algo como esto, pero siempre provenía de una fuerza externa, no desde adentro. Al menos, cuando no se contaba a sí mismo.
– Es por el bien de todos nosotros. – replicó el Thunder Slimer. – Sin ellos, ya no habrá nadie que pueda lastimarnos nunca más.
– ¿Es eso lo que Sigma te ha llevado a creer? – cuestionó Ray B.
– Es lo que he experimentado y visto de primera mano. – respondió el mecaniloide. – No puedo decirte nada, y no podrás convencerme de lo contrario.
Abel City...
La entrada al enorme edificio estaba a poca distancia, y Firefly la vio mientras avanzaba en su vehículo y aparcaba en la ubicación deseada, con Roll en el asiento trasero de su moto sujetándose de él. Usualmente, el asiento estaba reservado para Ai, pero las circunstancias actuales demandaban que se quedara temporalmente lejos de un extraño.
– De acuerdo, ¿aquí está bien? – cuestionó Firefly, mientras Roll se bajaba de la moto.
– Sí, gracias. – le respondió. – ¿Puedo confiar en que Zero vendrá también?
– Nos alcanzará en poco tiempo. – respondió el motociclista verde girándose. – No sé qué habrá puesto su creador en él, pero ese sujeto es casi superhumano, incluso para nuestros estándares no humanos.
Diciendo esto, se marchó, y Roll quedó a poca distancia de la entrada. Pero antes de poder dar un paso al frente, otra figura pasó zumbando cerca de ella, atrapándola con la guardia baja y retrocediendo para protegerse de lo que venía. Por fortuna, sus preocupaciones resultaron estar infundadas al ver que quien acababa de aparecer no representaba un peligro para ella.
Algo irónico, considerando cómo se conocieron.
Zero miró al frente, notando que el camino de entrada había sido abierto, pero no por los que cuidaban la puerta. – Quédate cerca. – le ordenó a Roll, dirigiéndose hacia la planta de energía y viendo exactamente lo que andaba mal.
– ¿Qué pasa? ¿No se supone que este lugar es seguro...? – empezó a decir Roll, siguiéndolo de cerca y acercándose a lo que acababa de descubrir el Hunter.
Los dos reploides que habían estado haciendo guardia habían sido mordidos y desgarrados, como si un animal salvaje los hubiese atacado a juzgar por las marcas de dientes y garras.
– ¿Qué podría haber hecho esto? – murmuró la rubia, temblando al ver el daño hecho a cada uno de los seres mecánicos.
– Definitivamente no fue algo con un arma de fuego. – notó Zero. Sus ojos entonces se dirigieron hacia la entrada destruida. – Y definitivamente es algo que está acechando a alguien más.
Adentro...
– Entonces, ¿qué fue todo eso sobre que Ray B. era un... qué cosa de nuevo? – le preguntó X a Chiyo. La humana iba caminando a su lado, apretando fuertemente su arma. Aunque tenía sus propias razones para venir, ella no era tan tonta como para andar por allí lejos de su única fuente de protección. Él podría haberla dejado en la entrada con los guardias, pero ella directamente declaró que lo seguiría.
Hasta cierto punto, tal vez sí era una tonta. No era diferente del hombre que la engendró.
– Un robot renegado. – le respondió la joven japonesa al Hunter azul. – Un sobreviviente de una era que ambos conocemos únicamente por fotografías y artículos viejos que detallas una historia de hace siglos. La pregunta es, ¿cómo y por qué ha sobrevivido, y más todavía, realmente es quien dice que es?
– ¿Crees que es alguien más? – le preguntó X.
– Tengo algunas... teorías. – confesó la humana. – Aunque si sacara cualquiera de ellas, no tengo dudas que intentaría negar cada una.
– Entonces dime, ¿cuáles son algunas de esas teorías?
Chiyo pensó por un momento. – Bueno, ciertamente sabe mucho sobre ti. – observó. – Y probablemente más de lo que dice. Pero aun así, eso todavía trae la pregunta de cómo logró sobrevivir por tanto tiempo. – Hizo una pausa. – Y aunque hay algo que tengo en mente, algunas cosas no encajan.
– ¿Cómo cuáles? – cuestionó X.
La joven de cabello oscuro se preguntó si debería compartir lo que pensaba con el Hunter azul, pensando que tal vez tendría algún efecto en lo que estaba intentando hacer. – Cuando lo veamos, ¿me prometes que no vas a hacer una escena con eso? – le preguntó al reploide.
– Um, sí, claro. ¿Por qué?
– Bueno, mi teoría personal... es que es una creación del Dr. Light. – declaró, fijando sus ojos oscuros en los verdes de X. – Al igual que tú.
– ¿En serio? – preguntó X. – ¿Cómo un hermano?
– ... quizás. – respondió ella. – De nuevo, no tengo más que corazonadas y teorías, pero aun así, hay muchos cabos sueltos que esas teorías parecen atar. – Se puso a pensar en el nombre que su salvador le había dicho. – Ray... como el músico, Ray Charles. – Se giró hacia X. – Y tú lo llamaste Ray B., ¿correcto?
– Viendo que ya hay un Ray en Arcadia, sí. – dijo X. Eso incluso pareció tocarle una cuerda a Chiyo
– Ray B. – dijo pensando en voz alta. – Sabes, hay otro título por el cual Ray Charles fue conocido durante su vida.
– Sí, eso es correcto. – respondió X. – Quiero decir, podría averiguarlo yo mismo, pero supongo que tú ya sabrás la respuesta, ¿verdad?
– Sólo gracias a una pequeña investigación que hice la noche que lo conocí. – respondió la joven. – Resulta que esa inicial B. tal vez sí tenga un lugar en su nombre después de todo.
– Originalmente era simplemente por conveniencia. – replicó X. – ¿Pero cómo se relaciona eso con Ray Charles?
– Fácil. – respondió Chiyo. – Uno de los nombres a los que respondía era "Brother Ray".
...
Aunque la falta de obstáculos y mecaniloides para esquivar le facilitaba el viaje en relación a navegar el edificio, la vista de los salones y corredores vacíos dejaba claro que este lugar nuevamente estaba bajo el control de los Maverick Hunters, un hecho que el acechador cuadrúpedo no encontraba nada agradable.
O más bien, era su amo quien estaba decepcionado de eso, ya que él sólo hacía eco de las reservas de Sigma y su mentalidad, y utilizaba sus ojos como un enlace entre ambos, permitiéndole observar las acciones del otro.
Su objetivo estaba muy cerca, y el acechador ya estaba teniendo una buena idea de a dónde se había ido el intruso. O más bien, a quién había venido a ver, especialmente con lo que contenían los archivos que había entregado. Una parte de él se preguntaba si debería ir y tratar de conseguir eso, pero el amo le dijo que no, viendo que en última instancia no afectaría nada.
– Sólo tienen información sobre lo que está por venir. – Su voz hacía eco por el CPU del depredador mecánico. – Eso no detendrá lo inevitable.
No, claro que no, era lo que pensaba. Tal vez les ayudaría a prepararse momentáneamente, pero sus defensas no serían suficientes. Eventualmente, cada humano y obstáculo que se interpusiera ante la causa de Sigma caería.
Junto con el resto de esta isla.
...
– ¿Qué crees que podrías ofrecerme que Sigma no lo haya hecho ya? – le preguntó el Thunder Slimer a Ray B. – Finalmente tenía mi libertad y la capacidad de tener control total sobre mi vida, todo lo que los humanos me habían arrebatado... y que le han hecho aún peor a otros.
– ¿Entonces por qué no ha vuelto por ti? – le preguntó Ray B. al mecaniloide sapiente. – Después de todo, es tal como dijiste: Sigma presumiblemente reconoce tu incremento de inteligencia, pero todavía no ha hecho un esfuerzo por venir y recuperarte.
– Tal vez no esté al tanto de que estoy en custodia. – contraatacó el Thunder Slimer.
– O simplemente no le importa. – replicó el robot más pequeño. – Si yo lograra sacarte del almacenamiento, ¿entonces qué tanto problema representaría eso para él?
– Olvida tu estúpida meta de tratar de sacarme respuestas. – señaló el mecaniloide. – Además, tengo muy poca información que podría darte de todos modos.
– Tienes suficiente como para beneficiar a los Hunters en sus esfuerzos. – argumentó Ray B.
– ¿Los defensores de los humanos y sus restricciones? No gracias. – siseó el mecaniloide gigante. – Aunque esos momentos antes hayan sido mis últimos, fue mejor poder pasarlos con mi mente intacta en lugar de ser confinado y despojado de todo lo que me hace lo que soy.
– Entiendo eso, créeme, lo entiendo. – le aseguró Ray B. al Thunder Slimer. – No hay nada peor que te roben tu libertad, mucho menos estar bajo el yugo de alguien que no te considera un ser vivo. – Apretó sus labios, sin darse cuenta que estaba reflexionando en algunas de sus memorias más desagradables. Pero no podía enfocarse en eso en este momento, ahora no. – Pero te puedo asegurar que Sigma no es el salvador que crees que es, mucho menos lo que les ha hecho creer al resto de ustedes.
– ¡Mientes! – rugió el Thunder Slimer, atrayendo la atención de dos figuras que se aproximaban rápidamente a la misma cámara donde la enorme máquina había peleado antes. – ¡Sigma planeaba devolverle al Mole Borer su mente! ¡Iba a hacer lo mismo por el resto de nosotros!
– ¿Y esto cómo lo sabes? – inquirió el robot más pequeño. – Dada tu posición, alguien como Sigma podría manipularte de cientos de maneras diferentes, todas las cuales resultarían en tu detrimento.
– Ya ha demostrado ser más digno de confianza que aquellos que me construyeron. – protestó el Thunder Slimer. – Una vez que la ciudad estuviera bajo nuestro control yo sería libre, ¡junto con el resto! Él planeaba dejarme a mí y a Spark Mandrill controlar esta área de la isla, ¡y lo estábamos haciendo perfectamente bien hasta que los Hunters decidieron intervenir!
– ¿Y sabes qué le pasó a Spark Mandrill después de que fue derrotado? – cuestionó una voz. El Thunder Slimer y Ray B. dirigieron su atención hacia la fuente, encontrando no una, sino dos caras nuevas con ellos, para su shock colectivo.
...
– ¿Y a dónde crees que irán? – preguntó Roll. Zero, entretanto, estaba buscando algo en los monitores que tenía frente a él, pues el puesto de seguridad aún mostraba todas las áreas de la planta de energía, incluyendo las que inicialmente habían estado bloqueadas por Mandrill.
– No estoy totalmente seguro. – confesó el otro rubio, mirando a través del metraje grabado apenas unos minutos antes de que llegaran. – Pero podemos confirmar que X y la humana están aquí. – agregó, y estas noticias le dieron a Roll algo de alivio.
– Aun así, eso todavía no explica exactamente qué... le hizo eso a los guardias afuera. – señaló la reploide desarmada, girando su cabeza hacia la entrada por donde llegaron.
– No exactamente. – argumentó Zero, sacando un metraje particular que detallaba lo que parecía una cámara que fluctuaba entre encenderse y apagarse, plagada de estática contra una vista clara en varios intervalos. Durante dichos intervalos, se podían ver breves imágenes de un forcejeo, un borrón morado se movía por la pantalla y rápidamente despachaba a los dos Hunters que guardaban la entrada. – Creo que ya tenemos algo.
Roll se acercó para verlo con sus propios ojos, e inmediatamente notó el color. – ¿Crees que sea el mismo que tú y X enfrentaron en la Carretera Central?
– No, este no coincide con los patrones de ataque de Vile. – observó Zero, mientras veía los escasos trozos de metraje claro de nuevo, captando detalles como garras y dientes. – Es salvaje y descontrolado, pero es casi como si fuera un animal.
Roll asintió estando de acuerdo, y miró los otros monitores, viendo lo que parecía un breve destrello rojo en uno de ellos. De inmediato señaló a la pantalla.
– Hey... ¿qué es eso?
Zero también se giró para verlo, y se dio cuenta de lo que estaba señalando: de alguna manera, otra figura se había metido en el área de almacenamiento del edificio donde se guardaban la mayoría de mecaniloides destruidos y sus partes, especialmente los restos del Thunder Slimer. Una silueta más pequeña con una capa y una bufanda, con lo que parecía ser un sombrero aparentemente se manifestó en la habitación de la nada, sin evidencia aparente de su llegada salvo por un destello rojo que se apoderó del lugar. El cadáver no funcional del avanzado mecaniloide al que se le dio la mente de un reploide descansaba en una esquina, con algunos cables regados en el suelo peligrosamente, mientras la figura se le aproximaba. Colocó una mano en uno de los tentáculos metálicos, luego el resplandor rojo lentamente envolvió totalmente a la máquina.
Tras esto, los dos desaparecieron totalmente de vista.
...
Los ojos del Thunder Slimer se ensancharon pese a su tamaño restrictivo, al ver que su asesino estaba dando pasos hacia ellos.
– Tú. – le dijo, con la voz chorreando de desdén. – Defensor de los humanos y su tiranía.
– Si ese es el caso, ¿por qué crees que vine aquí para ayudarte ahora? – cuestionó X, pero el mecaniloide permaneció imperturbable.
– No necesito ninguna ayuda que puedas darme. – El mecaniloide notó a la inusual acompañante que el Hunter azul había traído con él. – ¿Qué es esto, alguna clase de broma? ¿Trajiste a una de esas criaturas aquí?
– No exactamente. – confesó X abiertamente. – Pero eso no significa que tenga intenciones de hacerte daño. Sólo hemos venido aquí para hablar.
– ¿Hablar?
– Así es.
– ¿De qué? Si estás considerando utilizarme para los propósitos de tu organización, entonces prefiero desconectarme de línea aquí mismo y ahora. – amenazó el mecaniloide.
– No hay necesidad de eso. – le aseguró Ray B. a la máquina más grande. – Sé que nuestro primer encuentro no fue exactamente el mejor, algo que más o menos puedo entender. – añadió entre dientes. – Pero si tan solo nos escucharas...
– ¿A quién? ¿A un asqueroso simpatizante de los humanos? – espetó el Thunder Slimer. – Ustedes dos no son más que esclavos de los simios sin pelo.
Chiyo miró detrás, notando un panel de control que se notaba algo destrozado, muy probablemente debido a la batalla anterior de X, pero se dio cuenta que parecía relativamente salvable. Tal vez esta conversación le daría algo de tiempo para ver con qué podía juguetear y si había algo que pudiera serle útil. Pero primero, necesitaba saber algo.
– ¿Qué es esto, exactamente? – preguntó, dirigiéndose tanto al reploide como al robot. – Esta habitación, ¿para qué es?
Ray B. se mordió el labio, algo irritado de que X hubiera traído a una no combatiente con él en primer lugar. A pesar de todo, le respondió:
– Según el esquema del edificio, esto era para almacenar al Thunder Slimer, un mecaniloide construido originalmente para mantener y almacenar energía, pero hubo algunos... cambios de planes por el camino.
– ¡Quieres decir que Fujiwara decidió experimentar con algunos de nosotros dándonos las mentes de reploides, sólo para robárselas a algunos porque expresaron sus preocupaciones! – ladró el Thunder Slimer. – Yo me salvé sólo porque él tenía planes para mí después. – La máquina se quedó en silencio. – ... No es que ser encerrado y aislado del mundo sin nada de luz sea mucho mejor.
Ray B. se quedó en silencio por un momento. – Lo que el Dr. Fujiwara hizo en contra tuya y los otros mecaniloides está mal. – le dijo a la máquina más grande. – Pero vengarte contra todos los humanos no resolverá el problema de tu dolor, ni le traerá alivio a nadie más.
– ¿Quién dijo que siento dolor? – señaló el Thunder Slimer.
– Debes sentirlo. – intercedió X. – Sabes, si dependiera de mí, no hubiese peleado contra ti en absoluto, simplemente habría buscado una forma de escapar la habitación. Cuando descubrí que estabas vivo, igual que yo...
– Aun así progresaste. – interrumpió el mecaniloide al Hunter azul. – No es el hecho de que me mataste lo que me causa rencor hacia ti. Simplemente estabas tratando de cumplir con tu objetivo, y yo el mío. Pero Sigma me otorgó libertad, la capacidad de moverme como quisiera.
– Entonces ¿por qué estabas encerrado aquí la primera vez que nos encontramos? – inquirió X, cruzando los brazos.
Ray B. entretanto se dio cuenta que Chiyo parecía estar concentrada en el panel que estaba a un lado, al parecer jugando con los cables y el teclado. Se le acercó, observando los contenidos en el monitor semi agrietado.
– ¿Qué intentas hacer?
– Esta habitación tiene un elevador, ¿correcto? – preguntó la humana.
– A juzgar por los planos, sí. – respondió la máquina.
– ¿Y qué hora es en este momento?
– Alrededor de las 5:30 AM. ¿Por qué?
– Bueno, si ese es el caso, creo que tengo una solución a tu problema. – dijo ella, asegurando el último de los cables rotos con las piezas que encontró alrededor de la computadora. – Pero primero, debo asegurarme que la conexión siga estable.
Antes que Ray B. pudiera cuestionar a lo que se refería, la máquina más baja se volteó para ver a X, todavía conversando con el Thunder Slimer.
– Entonces, ¿no hay nada que podamos hacer para cambiar tu opinión? – preguntó el Hunter azul al mecaniloide avanzado.
– A menos que me liberen de mi confinamiento actual, no veo forma alguna de negociación posible. – replicó el más grande de los dos.
– Ya no estás en una bodega o centro de almacenamiento. – observó X. – ¿Qué es lo que quieres ver?
El mecaniloide hizo una pausa, debatiéndose si debería o no decirlo. No que eso hiciera mucha diferencia, especialmente viendo que no había forma de que estos opresores pudieran cumplir con su petición de todas maneras.
– Muéstrenme el amanecer. – dijo el Thunder Slimer en tono seco. – Déjenme ver el sol naciente en su estado natural con mis propios ojos, y que sus rayos toquen mi coraza. Hasta entonces... no tendré nada que decirles.
De repente, un zumbido empezó a reverberar por la habitación, y todos se sorprendieron al oírlo, excepto una.
– ¿Chiyo? – preguntó X, notando que la humana se acercaba a él y al mecaniloide gigante sin dudar, y se volteaba hacia Ray B.
– Bueno, ¿vienes o qué? – le preguntó.
El robot estaba a punto de inquirir a qué se refería, pero entonces se dio cuenta al ver dónde había sido colocado exactamente el Thunder Slimer. Asintiendo, se aproximó, y las tres figuras junto con el mecaniloide se situaron en el centro de la habitación.
– Chiyo, ¿qué está sucediendo...? – empezó a decir X, pero se interrumpió debido a un pequeño movimiento debajo de sus pies. El piso empezó a dividirse en patrones geométricos antes que un grupo de paneles se formara en una plataforma, que a su vez comenzó a ascender del suelo y a través de la abertura en el techo.
El elevador continuó ascendiendo, pasando por un pasaje algo estrecho (estrecho al punto que el Thunder Slimer apenas cabía por él) que continuaba hacia arriba. Más y más alto hasta que, finalmente, llegó a su destino, y el techo se abrió para revelar al mundo fuera del edificio.
– ¿Q-qué...? – empezó a hablar el mecaniloide, sin saber qué estaba experimentando. Sus ojos se centraron en la única humana que estaba allí. – ¿Qué acabas de hacer? – le preguntó, sin estar en posición de amenazar, pero se condenaría si le daba la satisfacción de dejarse someter por ella.
– Sólo estaba concediéndote tu deseo. – le respondió ella. – Según tu amigo aquí, todavía tenemos... ¿qué hora es de nuevo?
– Son las 6:15 AM, ¿por qué? – replicó X. Y en cuanto preguntó, fue que se dio cuenta.
El horizonte estaba teñido de varios tonos suaves de azul, amarillo y naranja, con algunos rastros de líneas rosas en las nubes sobre ellos. Los ojos oscuros de la humana se giraron hacia el este, sin ver nada, pero sabía que ese no sería el caso por mucho tiempo.
– Aún tenemos algunos minutos antes del amanecer, pero para cuando llegue, podrás verlo. – le informó al Thunder Slimer, que todavía seguía evidentemente en shock por lo que ella acababa de hacer. – Ahora, ¿te importaría responder algunas de nuestras preguntas?
Esta historia continuará...
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