Reconocimiento (1)
Cuatro horas habían transcurrido desde que X regresó a las ruinas de Abel City, luego de la exterminación de Chill Penguin. A su llegada, todos rápidamente notaron sus mejoras, y fue enviado directamente al ala médica para ser analizadas. Aunque el reploide azul insistía en que no eran peligrosos, las órdenes vinieron de Zero en persona, así que no podían discutir. Así que ahora se encontraba aquí, situado en una cápsula mientras un sensor por encima de su cabeza escaneaba sus piernas, haciendo aparecer un diagrama de su cuerpo en la pantalla junto a él. Los ojos verdes de X observaban detenidamente las botas blancas que ahora habían reemplazado sus anteriores azules, y varias estadísticas aparecían en la pantalla alrededor de los componentes de sus piernas.
– Hm. – Uno de los miembros de la unidad Lifesaver se frotaba la barbilla, mientras sus receptores ópticos leían los hallazgos presentes en el monitor. – Muy interesante.
– ¿Qué cosa? – cuestionó X.
– Parece ser que tus mejoras son precisamente eso. – respondió el Lifesaver.
– ¿Qué quieres decir?
– Tu velocidad se ha incrementado, y también tu armadura externa ha sido reforzada. Actualmente, esta porción de tu cuerpo es más fuerte que el resto de ti.
– ¿En serio? – X se levantó, observando la pantalla. Sus ojos se enfocaron en su buster. – ¿Qué hay del chip de arma?
– Si lo que las entradas que dejó Fujiwara son ciertas, entonces creo que te conviene conservarlo, junto con cualquier otro que te encuentres. – respondió el Lifesaver.
– ¿Entradas?
– Trinity te lo explicará. – Fue en ese momento que X se dio cuenta que alguien más había ingresado al cuarto. – Me alegra que hayas vuelto en una pieza, X.
– Zero.
El rubio de armadura roja, ahora comandante, estaba de pie en la puerta con los brazos cruzados y sus ojos azules fijos en X. – ¿Qué noticias hay? – preguntó al Lifesaver.
El reploide más alto se giró para dirigirse a su comandante. – Hasta ahora, los sistemas de X están en buenas condiciones, dado que su calefacción interna tuvo que ponerse al límite para mantenerlo caliente y en movimiento.
– Sí. Quedar atrapado en un bloque de hielo te hará eso. – Zero asintió. X vio la mirada de su amigo; no parecía enfadado, pero sí decepcionado. El reploide azul suspiró, sabiendo que pronto iba a recibir otra "charla". Zero dirigió su atención de vuelta al Lifesaver. – ¿Ya está en condiciones de moverse de nuevo?
– Oh sí. – respondió el médico verde y blanco. – Todo está en perfecto orden.
Zero miró a X, esperando a que se levantara de la cápsula. – Ya sabías que esto iba a suceder. Ven conmigo.
Una vez que X se puso de pie, siguió a Zero hasta una sala pequeña y aislada al final del corredor. En la habitación había algunas cápsulas de reserva por si acaso eran necesarias. Una vez que estuvieron los dos adentro, Zero cerró la puerta y se giró para encarar a X.
– Entonces, escuché que tuviste éxito en tu misión. Y que gracias a ti hemos logrado asegurar la base arriba de las montañas. En este momento, es uno de los territorios que hemos logrado recuperar de las manos de Sigma.
X se sacudió un poco donde estaba, presintiendo que, pese a las noticias positivas, Zero no estaba muy complacido con él. – Qué bien, eso es bueno.
– En efecto. Es una cosa que va a nuestro favor. – asintió Zero. – Aunque... escuché que hubo muchas cosas que no salieron a tu favor en relación a tu desempeño.
El reploide azul se mordió el labio. – Así que, ¿ya te enteraste de...?
– Sí, lo hice. – replicó Zero. – Ya sé cómo dejaste que Penguin se aprovechara de ti, y te atrapara con la guardia baja. Y cómo ese descuido casi te cuesta la vida. – X bajó la cabeza avergonzado. El Hunter rojo suspiró. – Ya hemos pasado por esto. El propio Sigma ya pasó por esto contigo. Tus dudas podrían costarte si no te atreves a disparar.
– ¡Pero Penguin era nuestro amigo! – espetó X. – ¡¿Eso no significa nada para ti?! ¡¿Para nadie?!
– ¡Marth también lo era! – respondió Zero gritando. – ¡Él conocía los riesgos de ir allá arriba, pero él sabía que tenía que aprehender y exterminar a cualquier fuerza enemiga a toda cosa!
– ¡Pero Marth tampoco quería matarlo! – argumentó X. – ¡Penguin no era malvado! ¡Fue manipulado por Sigma! ¡Igual que los demás!
– Eso ya no importa. – replicó Zero.
– ¿Qué dices? – preguntó X. – ¿Cómo puede no importar? ¡En este momento debería ser lo único que importa!
– ¡Y por eso fue que casi te derrotan fácilmente! – replicó Zero, haciendo que X se quedara en silencio. Zero entonces se calmó. – Mira, X, por mucho que deteste admitirlo, Sigma dio algunos buenos consejos. Antes de decidir hacer todo esto. Hay veces en las que no puedes dudar antes de jalar el gatillo. – Siseó de rabia. – En este momento, nosotros somos los únicos que pueden evitar que Sigma siga causando más daño. Y dudo mucho que se detenga allí.
X bajó la mirada hacia el suelo. El reploide azul solemnemente tuvo que aceptar lo que decía. – No, no lo hará. Pero aun así, ni Chill Penguin ni Marth tenían por qué morir. Tampoco ninguno de los demás en la Unidad Polar.
– No, claro que no. – respondió Zero. – Por eso tenemos que continuar peleando para recuperar el control de esta isla. Para ponerle fin a cualquier otro plan que Sigma pueda tener. Y para hacerlo... – desvió la mirada por un momento – ... podríamos tener que pelear contra aquellos que alguna vez fueron nuestros camaradas.
El androide azul bajó la cabeza, sabiendo que no había forma de zafarse de ello. Lo que pasó con Chill Penguin tendría que pasar con otros. Pero todavía quedaba una pregunta que debía hacer sobre esta infortunada realidad.
– ¿Y quiénes crees que sean?
Zero negó con la cabeza, con expresión sombría. – No puedo decirlo con certeza. Casi todos los nuestros fueron exterminados o se unieron a Sigma. Por la forma en que lo veo, podríamos enfrentarnos casi a cualquiera.
– Sí, pero... – X no tuvo oportunidad de terminar, Zero recibió una llamada de alguien de fuera del Cuartel General.
– Habla Zero. Reporte. – respondió el Hunter rojo. X discretamente se acercó, para tratar de escuchar lo mismo que Zero. – ¿Tu equipo vio qué? ¿La planta de energía en las afueras de la ciudad? ¿Qué pasa con ella?
Efectivamente, ¿qué pasaba con la planta de energía? X tenía poca información, así que no podía construir ninguna teoría plausible, pero Zero continuó escuchando al Hunter bajo su mando.
– De acuerdo. – asintió el comandante rojo. – Voy en camino.
– ¿Quién era? – preguntó X una vez que terminó la llamada.
– Firefly. – respondió Zero. – Está revisando las secciones exteriores de la ciudad, y le pareció ver algo de actividad en la planta de energía.
– ¿Qué clase de actividad? – preguntó X.
– Desde que la ciudad fue bombardeada, nadie se atreve a salir por la noche. – le dijo Zero al reploide azul y más bajo. – Nadie que esté hecho de metal, e incluso entonces, tienes que tener cuidado. – Se giró hacia la puerta. – Ahora tengo que irme. Entre más pronto verifiquemos eso antes que el sol se ponga, mejor para nosotros.
– ¿Por qué dices eso?
Zero miró a su amigo. – Porque en ese momento los nuevos juguetes de Sigma saldrán a jugar.
Antes que X pudiese cuestionarlo más al respecto, ya se había ido.
Después de poco tiempo, X había vuelto a la sala principal de la base subterránea, mientras Trinity tecleaba en la enorme computadora que mostraba varias vistas de Abel City. O al menos, lo que quedaba de ella. Muchas de las estructuras pequeñas habían sido totalmente destruidas, pero los edificios más altos permanecían de pie, tales como el cuartel general original antes que todos se vieran forzados a huir bajo tierra. Resultaba irónico que el impacto de los misiles no la hubiese destruido por completo, considerando lo que Sigma había declarado desde su fortaleza, dondequiera que estuviese.
– Entonces, ¿por qué? – preguntó X a Trinity, que observaba la ciudad. – ¿Por qué iba a bombardear Abel City, pero sin tomarse las molestias de destruirlo todo?
Trinity negó con su cabeza. – Por la misma razón que apagó los fuegos que estaban ardiendo luego del impacto de los misiles. Quiere vivos a los que quedan, tanto humanos como reploides.
– ¿Pero por qué? – X se quedó aún más perplejo. – Creí que había comenzado esta campaña porque supuestamente quería derrocar a los humanos, ¿no? – No dijo el resto de su sentencia, pero sí recordaba lo que había visto en la transmisión de Sigma, su primer acto de violencia contra aquellos que lo construyeron.
– Eso me preguntaba yo al principio. – dijo Trinity. – Pero poco después de que sucedió el impacto y se apagaron los incendios, Sigma envió un mensaje a esta base subterránea.
– ¿Un mensaje? – preguntó X.
– Sí. – respondió Trinity. – Mientras te estabas recuperando de las heridas que sufriste en tu batalla contra Vile. Algo que Ai dijo que fue extremadamente tonto y descuidado.
X bajó los hombros cuando ella lo miró. Pero luego se acordó de lo que Trinity acababa de decir. – ¿Cómo está ella?
– Aún sigue funcionando. Y sus reparaciones están casi completas. – replicó la navegadora pelirrosa, luego suspiró. – Sting Chameleon no le tuvo piedad, pero aun así dice que ya quiere volver al trabajo. Está sirviendo como navegadora del equipo de Zero. – Luego se quedó callada por un momento. – Yo diría que eso le da algo de motivación extra a Firefly para volver a oír su voz de nuevo.
X se quedó en silencio. En el gran esquema de las cosas, a pesar de las tragedias y pérdidas, el hecho de que algunos de ellos seguían con vida era, de cierta manera, un milagro. Pero X dudaba que ese sentimiento fuera bien recibido por sus colegas reploides.
– Como sea, de vuelta a lo que decía. – continuó Trinity, volviendo al tema que estaban hablando. – Mientras te estaban reparando, recibimos un mensaje desde una locación desconocida. No tuvimos la oportunidad de aceptar o negarnos, ya que se abrió sola. – Se fijó en la metrópolis dañada que aparecía en la pantalla. – Sigma tenía un mensaje para nosotros que no podía esperar.
...
Al ver la imagen del antiguo Comandante de los Maverick Hunters, todos en la sala principal del menos espacioso cuartel general subterráneo se quedaron congelados. Algunos estaban paralizados del miedo, otros por el shock, y unos cuantos temblaban de rabia. Los ojos azules de Sigma cayeron sobre el pequeño número de reploides que estaban frente a él, observando a cada uno. Trinity, que previamente estaba en el monitor, rose se levantó de su asiento y se echó para atrás, abrumada por la visión del imponente reploide.
– ¿Son todos los que quedan? – cuestionó, aunque nadie le respondió. Emitió un chasquido con su lengua. – Qué desperdicio. Desafortunadamente, los sacrificios son necesarios.
– ¡¿Sacrificios?! – gritó de repente una voz. Firefly emergió de entre todos y comenzó a marchar hacia la pantalla que mostraba el rostro de Sigma. – ¡¿Crees que asesinar a los tuyos es un sacrificio?!
– Un sacrificio, por definición, significa que debes sufrir adversidades y dolor. – replicó Sigma al furioso reploide verde. – No creas que esto es fácil para mí. Muchos buenos Hunters cayeron porque no pudieron hacer los sacrificios necesarios, ni descartar su lealtad a los humanos.
– ¡Al diablo con eso! – rugió Firefly. – ¡Tus hombres mataron a casi todos! ¡Mataron a varios de mis amigos! ¡Tus amigos! ¡Y casi mataron a Ai! – Su voz casi se quebró al mencionar a la navegadora rubia.
La cara de Sigma permaneció inmutable. Simplemente dejó de lado la rabia y decepción de Firefly para continuar hablando. – Como sea, dado que me encuentro ausente, ¿a quién han elegido para tomar mi lugar?
– A mí. – Zero dio un paso al frente, encarando al antiguo comandante.
Esto le sacó una reacción al recientemente autoproclamado Maverick. Sigma le lanzó al reploide de cabello largo y armadura roja una pequeña sonrisa.
– Bueno, esto es una sorpresa. – le dijo a Zero, aparentemente divertido por este giro de eventos. – Dado tu historial respecto a las órdenes, no esperaba que ascendieras a la posición en lugar de darlas tú mismo.
– Oh, claro que estoy dando órdenes. – gruñó Zero. – Y todas tienen que ver con encontrarte y acabar contigo.
– No puedo esperar. – replicó el enorme ex-Hunter. – Pero para completar lo segundo, primero deberás completar lo primero. Lo que significa que tendrás que encontrarme primero.
– Y lo haremos. – replicó Firefly, habiéndose calmado un poco. Unos pocos reploides se le fueron encima para sujetarlo y evitar que cometiera alguna tontería. – ¡Voltearemos toda esta isla de cabeza para encontrarte si tenemos que hacerlo! ¡Y créeme que PODEMOS hacerlo!
– Oh, eso no lo dudo, Firefly. – respondió Sigma al motociclista verde.
– ¡No te atrevas a llamarme por mi nombre! – ladró Firefly. – ¡Ya no tienes ese derecho!
– Muy bien, ya basta. Tu furia no sirve de nada aquí, guárdatela para cuando estés en el campo. – le dijo Zero al otro Hunter. Aunque su furia no se disipó totalmente, el cuerpo de Firefly se relajó, y los demás pudieron soltarlo. – Como sea, ¿a qué debemos tu llamada, Sigma?
– Directo al punto. Una buena cualidad en un líder en ascenso. – le dijo Sigma a Zero, que estaba inmutable ante los falsos halagos del otro. – Pero sí, estoy seguro de que muchos de ustedes están al tanto a estas alturas, de que lo que ha ocurrido aquí ya es noticia por todo el mundo. Nuestro movimiento de independencia resonará por toda la civilización y dará luz a un nuevo mundo. Un mundo apto para todos nosotros. Y si son sensatos, todos ustedes podrán ver pronto que están arriesgando sus vidas en vano.
– ¿Y tu punto es? – cuestionó Zero, sin estar de humor para teatros.
– Paciencia, estoy llegando allí. – respondió Sigma. Luego se dirigió a todos los que estaban observando y escuchando. – Son libres de encontrarme, si lo desean. Pero incluso si lo hacen, sus esfuerzos no servirán de nada. Lo que he hecho cambiará al mundo para siempre. Incluso si me matan, sólo retrasarán lo inevitable. – Su sonrisa se ensanchó al ver la mueca de disgusto de Zero. – Sin embargo, eso no les impedirá intentarlo. Así que les voy a avisar del desafío que presentaré a tus hombres, Comandante Zero.
Aunque se dirigiera al reploide rojo con ese título, Zero dudaba que hubiese algún respeto genuino detrás de ello. – ¿Y cuál es?
– Algunos miembros selectos de mis fuerzas han sido estacionados en varias esquinas de la isla, todas fuera de Abel City. – informó Sigma a todos los presentes. – Y las claves para su libertad estarán en descubrir estas locaciones. Pero tendrán que descubrirlos por su cuenta.
– Bastardo. – siseó Firefly.
– Sería demasiado fácil si las entrego tan pronto. – Sigma sonrió malignamente. – Les daré algunas pistas sobre dónde he estacionado a uno de mis hombres, y puede que haya una operación secundaria en curso de la cual sean parte. Lo cual les recomiendo que le pongan un alto, si es que no quieren que causen problemas después.
Zero permaneció en silencio. Trinity se encontraba en conflicto sobre qué hacer, ya que le habían arrebatado el control de los sistemas de la base y estaban fuera de sus manos.
– ¿Hay algún límite de tiempo? – interrogó Zero. Nada de esto le daba buena espina.
– Ninguno que ustedes sepan. – respondió Sigma. – Pero eso no importaría de todos modos. Todos sabrán dónde buscar cuando llegue la hora. – Luego observó a todos los presentes en la sala. – Deberán ver la verdad, o se quedarán atrás con esas bolsas de carne que sólo nos tienen atados. Depende de ustedes.
Y entonces, la cara de Sigma desapareció de la pantalla.
...
– Y poco después de eso, comenzamos a detectar los temblores que ocurrían en las montañas. – explicó Trinity a X. – Lo cual, irónicamente, sucedió alrededor del tiempo que ya estabas listo para que te dieran de alta en el ala médica.
– ¿Eso fue todo lo que Sigma dijo? – cuestionó X.
– No exactamente. – respondió Trinity. – Poco tiempo después, recibimos un documento con otro mensaje del propio Sigma. Decía que éramos libres de intentar detenerlo como quisiéramos, pero que no querría darnos falsas esperanzas. Todavía no ha disparado el resto de sus misiles.
No era como que X deseara que eso sucediera, pero le hizo pensar en algo. – ¿No se supone que para eso están los refugios?
– Así sería, si no fuera porque algunos humanos y reploides los están abandonando para vagar por las calles. – replicó Trinity.
– ¡¿Qué?! – exclamó X incrédulo. ¿Acaso había escuchado mal?
– Lo creas o no, es verdad. – confirmó la navegadora pelirrosa. Una vista superior de lo que solía ser el sector residencial de Abel City apareció en el monitor. La imagen hizo un acercamiento para mostrar siluetas muy pequeñas moviéndose por la ciudad, figuras que caminaban sin rumbo ni ningún aparente sentido de dirección. Era como si estuvieran buscando algo imposible de obtener, pero eso los impulsaba aún más a tratar de encontrarlo. – Poco después que se apagaron las llamas, algunos de los humanos comenzaron a emerger de los refugios. Y pronto, más y más de ellos los siguieron.
X se quedó en silencio, sus ojos verdes observando la pantalla. – ¿No han tratado de hacerlos volver? – preguntó preocupado.
– Oh sí, ha habido varios intentos. Pero cada uno de ellos ha fracasado. – suspiró Trinity. Luego hizo una pausa por un momento. – Los humanos se están volviendo más... – su mandíbula superior mordió su labio inferior – ... agresivos.
– ¿Agresivos? – cuestionó X. – ¿Cómo?
– Parece que han decidido armarse con lo que sea que puedan encontrar, y algunos de ellos se han agrupado juntos y formado alianzas entre ellos. – dijo la navegadora. – Al principio sólo había unos cuantos, pero han estado reuniendo más y más miembros. Hay rumores de que están reuniendo provisiones y cualquier cosa que consideren de utilidad.
X se quedó callado mientras observaba las figuras moviéndose, notando cómo se obscurecían los cielos. Se estaba volviendo tarde. Y en eso, el reploide azul recordó algo que había discutido con su nuevo comandante no hacía mucho.
– Espera un minuto. Zero mencionó algo sobre los "nuevos juguetes" de Sigma. ¿A qué se refería con eso?
– Oh, eso. – dijo Trinity. Ella estaba concentrada en los humanos de las calles, viendo como algunos de ellos notaban la hora y se retiraban hacia las entradas de los refugios, mientras que otros se quedaban afuera. – Tenemos una testigo, pero incluso ella no vio mucho. Y por los que nos contó... podría haber más de qué preocuparnos que lo que está acechando por las calles durante la noche.
– ¿Quién es? – cuestionó X.
– La hija de Fujiwara. – aclaró la reploide femenina.
Oh, claro. X se acordó, ¡era Chiyo! – ¿En dónde está ahora?
– La última vez que la vi, estaba con tu hermana. – replicó Trinity. – Luego de que confirmamos que habías exterminado a Chill Penguin...
Trinity se detuvo. Aunque sólo estaba diciendo la verdad, vio como X retrocedía ligeramente. No podía evitarlo, pero incluso con sus receptores emocionales, Trinity sabía que cualquier Maverick tenía que ser detenido a toda costa.
– Fujiwara vino corriendo. Luego empezó a hablar de cómo Penguin era uno de aquellos en los que su padre trabajó.
X se quedó pensando en esto. Tenía razón, por lo que Roll le dijo, Chiyo era la que quería que él se llevara el chip del arma de Penguin. Aun así, ¿por qué quería eso? ¿Y a qué se refería con "aquellos en los que su padre trabajó"? Por esa lógica, cada reploide salvo por el propio X había sido construido por Fujiwara, o al menos utilizado sus modificaciones para futuras unidades. ¿Pero qué había de especial con Penguin en relación a eso?
– Iré a buscarlas, a ella y a Roll. – dijo X, dándole la espalda a Trinity. – ¿Dónde están?
– Hasta ahora, han estado pasando su tiempo en el ala médica con pacientes que se están recuperando. – respondió la navegadora. – Aunque no sean parte del personal, tu hermana ha decidido suplir a algunos de nuestros médicos, ya que no nos quedan tantos como antes.
Un hecho muy triste, pensó X. Aun así, antes de irse, tenía una última pregunta por hacer. – Hey, ¿por qué dejaste que Chiyo se quedara aquí?
Trinity no quitó los ojos de su monitor, pero se quedó inmóvil por unos momentos. – No vino aquí por voluntad propia. No tenía más opción. – explicó la navegadora pelirrosa.
– ¿No tenía opción? – preguntó X.
Trinity asintió. – Fue una suerte que la encontráramos cuando lo hicimos. De lo contrario, no tendríamos idea de lo que Sigma podría estar tramando.
– ¿Qué dices? – X se quedó perplejo, sin mencionar aterrado por lo que acababa de escuchar. ¿Cómo era eso?
Estuvo a punto de preguntar, pero se dio cuenta que ya había molestado demasiado a Trinity con sus preguntas. Tendría que preguntarles a Roll y Chiyo cuando las viera. La pregunta, sin embargo, era ¿cómo podría saberlo la humana?
Ala médica, cuarto de recuperación...
Roll observaba las lecturas de la reploide situada en la cápsula, cuyos componentes internos comenzaban a funcionar normalmente de nuevo.
– ¿Cómo te sientes? – preguntó. La otra mujer mecánica rubia ajustó su posición. – ¿Mejor?
– Si por "mejor" quieres decir que sigo en una pieza y sujeta por más que sólo cables, entonces sí, voy a medio camino allá. – respondió Ai. – Aunque, me pregunto cuándo me dejarán salir de todos estos chequeos.
– Recibiste mucho daño durante el ataque, así que tenemos que asegurarnos que todo esté en orden. – explicó Roll. Seguro, ella no era enfermera, pero siempre estuvo al lado del Dr. Light para reparar a Mega Man varias veces. Esas cosas no eran inusuales para ella. – Especialmente ya que tendremos que racionar los suministros por el momento.
– Y por eso deberían dejar de perder el tiempo conmigo y encargarse de los demás. – dijo Ai. – Algunos de nosotros seguimos aquí por lo que pasó hace algunos días.
Se quedó en silencio. Para ser sincera, no sabía si algunos de ellos seguían o no con vida.
– Bueno, si los médicos pudieron repararte a ti, los demás también tienen una oportunidad de sobrevivir, ¿no? – cuestionó Roll. Ai hizo una mueca.
– Es muy obvio que eres la hermana de X. Los dos son extremadamente ingenuos. – Luego desvió la mirada. – Debo admitirlo, yo nunca tuve mucho en común con A-1.
Ah, sí. Roll se acordó de A-1, el pequeño navegador construido para los Maverick Hunters. Lo último que supo de él fue que había ido a la Base de Misiles y que liberó a X y Zero, pero nadie lo había visto desde que se fue antes del asedio de Sigma.
– Él debe estar bien. – le aseguró Roll a la otra rubia. – ¿Ha habido alguna señal suya?
Ai negó con la cabeza, y respondió sombríamente. – Nadie podría haber sobrevivido a la caída de los misiles. Cualquiera que esté en el radio del impacto terminaría muerto. Y eso fue sólo por unos cuantos, Sigma todavía no los ha soltado todos.
– ¿Entonces quizás siga en la base? – sugirió Roll.
– Si lo estuviera, se le haría muy difícil llegar a la ciudad. Muchas de las carreteras hacia el exterior fueron destruidas. – Ai suspiró. – Dondequiera que esté, ahora está fuera de mis manos.
Roll no quería echar más sal en la herida, pero podía empatizar con la navegadora. Aunque no podía hacer mucho, y lo odiaba, si algo le llegaba a suceder a X, igual como le sucedió a Rock, ella...
En ese momento, alguien estaba entrando. Girándose, la reploide con lazo vio a un Hunter azul entrando a la habitación, que inmediatamente atrapó su atención.
– ¡X! ¡Volviste! – gritó Roll, corriendo hacia su hermano (menor). Antes que él pudiera responder, ella inmediatamente lo miró de pies a cabeza. – Y parece que ya estás en buena forma, me alegro. – Sus ojos turquesas se fijaron en los componentes de las piernas del otro androide. – ¿Hm? ¿Y esto qué es?
X se quedó callado por un momento antes de hablar. – Bueno, primero, ¿será que me dejas decir algunas palabras?
– Oh, claro, lo siento. – se disculpó Roll. – ¿Qué sucede?
X miró a la otra navegadora detrás de su hermana. – Para empezar, ¿cómo está Ai?
– Oh, está bien. – respondió Roll. – Pero está más preocupada por A-1 que por sí misma de momento.
– Ya veo. – X asintió. Una imagen del reploide con orejas de conejo se manifestó en su mente. – A-1, espero que estés bien, dondequiera que estés. – Habló en voz baja para no alertar a Ai. Luego volvió a centrar su atención en Roll, y le preguntó: – ¿Dónde está Chiyo?
– Oh, no está lejos. – respondió la reploide rubia. – Por fin pudo dormir un poco. Pero si es importante, yo puedo...
– No, todavía no. – dijo X. Hizo una pausa por un segundo. – Creo que tú necesitas saber esto primero.
– ¿Saber qué? – dijo Roll, quedándose perpleja. Luego sus ojos volvieron a fijarse en las piernas de su hermano. – ¿Sobre cómo obtuviste esas mejoras?
– Sí, más o menos. – X miró a su alrededor, notando que había varias otras personas en la sala con ellos. – Hay demasiada gente aquí, ¿hay algún lugar más privado donde podamos ir?
– Bueno, sí, ¿pero por qué?
X movió sus ojos verdes, sin querer atraer demasiada atención, pero sentía que Roll merecía saberlo ya que, hasta donde ambos lo sabían, eran los únicos dos que quedaban. Se acercó discretamente y le susurró en su audio receptor.
– Lo vi. – le dijo. – Vi al Doctor.
Ubicación desconocida...
El Dr. Cain sentía dolor en su estómago, pero no tenía ganas de comer. Apenas había tocado lo que le daban, y cuando lo hacía, era sólo cuando su cuerpo se desesperaba por sustento. Incluso ahora, pese a su situación, sabía que a comparación de otros había tenido mucha suerte. Especialmente comparado con Fujiwara. Y aun así, la imagen del hombre siendo atravesado por el sable de Sigma todavía lo atormentaba, y lo que siguió después le dificultaba conciliar el sueño.
Con todo, a pesar de eso, si él seguía vivo, tal vez otros también lo estaban. Sigma aún no había descargado todos sus misiles en la ciudad, aunque dudaba que hubiera sido por amabilidad. El Dr. Cain no pudo creer que alguna vez estuviera pensando en algo así, pero no podía negar que Sigma se había vuelto Maverick por completo, dándole la espalda a la humanidad. Y por ende, le dio la espalda a Cain. El hombre seguía allí, vivo, pero encerrado en una jaula.
Justo entonces, el anciano individuo se dio cuenta que alguien se aproximaba a su celda.
– Así que, ¿tú eres el anciano que nuestro glorioso líder insiste en conservar como mascota?
Cain giró su cabeza y vio a un reploide de armadura violeta, con un casco que le cubría toda la cara y un impresionante cañón sobre el hombro mirándole.
– ¿Vile? – preguntó el anciano, con los ojos muy abiertos de sorpresa.
– ¿Qué pasa? ¿Te sorprende verme aquí? – preguntó Vile, algo divertido por la reacción del humano. – Me echaron de los Hunters, ¿recuerdas? Este era el curso más natural que podía tomar.
– No, no tiene por qué ser así. – le dijo el Dr. Cain a Vile. – La ciudad está dañada, pero puede reconstruirse. Si se entregan ahora, tal vez el Consejo...
– ¡Oh, ya cállate! ¡Y yo que pensaba que los lloriqueos de X eran un fastidio! – gruñó Vile. – Métete esto en la cabeza, anciano: no hay nada que tú, X, o cualquier otra persona pueda hacer para hacer que Sigma cambie de opinión. Ya dijo que les quitará este mundo a ustedes los humanos, y es exactamente lo que hará.
El Dr. Cain se quedó en silencio por un momento. – Y... ¿cómo planea hacer eso?
– Oh, ya lo verás. – Vile cruzó sus brazos y soltó una pequeña risita. – De hecho, hay una razón por la que dejó que la mayoría de la población sobreviviera. Pero no es porque repentinamente haya sentido pena por ustedes.
– ¿Entonces por qué?
Un ojo rojo brilló desde debajo del casco de Vile. – Porque los quiere vivos al menos por ahora. Pero será sólo temporal. Cuando llegue el momento, planea usar a Abel City como ejemplo.
El Dr. Cain no podía ver nada detrás de la oscuridad del casco del antiguo Hunter, pero el anciano podía imaginarse una sonrisa formándose allí debajo.
– Y no tiene pensado permitir que nadie salga de esta isla con vida.
...
– "Tiene que ser exterminado."
Sigma se sentaba en su trono, mientras el monitor frente a él desplegaba todas las secciones ocupadas de la isla artificial. Como se había enterado, Chill Penguin había sido derrotado. Esto no perturbó a Sigma, ya que no confiaba en que ese pajarraco durara mucho, pero sí le sorprendió saber quién había sido el que eliminó a Penguin.
– Pero... él es el origen de todos nosotros. – dijo Sigma, aunque no había nadie en la habitación con él. Nadie que otros pudieran ver, al menos. – No sólo Fujiwara, sino que incluso las notas del Dr. Light hablan sobre su poder. Un poder al que ni siquiera le han arañado la superficie.
– "¡Y por eso es que tienes que destruirlo ahora! ¡No puedes permitir que continúe! ¡Si lo haces, te eliminará!"
Si alguien se topara con el antiguo comandante de los Maverick Hunters en ese momento, habría asumido que hablaba consigo mismo, respondiendo a voces que nadie más podía oír. Pero para el reploide, la voz era perfectamente clara, y se estaba volviendo cada vez más vocal.
– ¡Pero eso puede ser útil! – protestó el enorme reploide de ojos azules. – Se supone que su poder nunca deja de crecer. Es una fuente ilimitada de energía, ¿por qué desperdiciarla?
– "No servirá de nada si puede destruirte. Confía en mí, lo sé por experiencia. Y cualquier cosa que haya hecho Thomas Light se volverá un peligro si la dejas por su cuenta."
Efectivamente, Sigma estaba de acuerdo en eso. Cierto, no era que le tuviera miedo, pero el hecho de que X había sido el que exterminó a Penguin le trajo algo de preocupación. De todos los reploides, jamás habría creído que X sería el que tomaría acciones tan decisivas. ¡Y en contra de Penguin! ¡Un reploide que sólo se unió a Sigma porque estaba quejándose de que todos se reían de él! Habría sido gracioso si no fuera tan patético.
– Aun así – dijo Sigma en voz alta, conversando abiertamente con la voz, inseguro de si alguien más podría escucharlo o no – no creo que sea sensato dejar a X tirado de lado así nada más. Si no podemos convencerlo de unirse a nuestra causa, podrá servirnos de otra manera.
– "Servirá para provocar tu destrucción. Eso es lo que hacen las creaciones de Light. Tomarán todo lo que has hecho, y lo destruirán antes que dé sus frutos." – replicó la voz, sonando casi como un gruñido entre dientes, pero no se parecía a un animal u otra criatura viviente en la Tierra. Sonaba gutural, casi como una máquina. – "Por eso es que no puedes dejarlo continuar. Encontrará esas cápsulas, derrotará a tus hombres y VENDRÁ por ti. Siempre es así como sucede."
Fue entonces que Sigma sonrió con orgullo. – X nunca se atrevería a dispararme. Ni siquiera es capaz de hacerlo contra otros reploides, mucho menos con su propio comandante.
– "Mega Man peleó contra su propio hermano. No estaba al tanto de su relación en ese momento, pero aun así peleó porque era su deber. Y cuando creyeron que ese robot había traicionado a la humanidad, Mega Man fue a detenerlo." – La voz se detuvo, volviendo a gruñir. – "Y entonces, metió las narices y como siempre, lo arruinó todo."
– Eso no va a pasar. – aseguró Sigma. – No tengo intenciones de revelar mi ubicación. Y en el caso de que se den cuenta de donde me encuentro, ya será demasiado tarde. – Observó la isla desplegada sobre la pantalla. – Todo sigue bajo nuestro control.
– "Eso era lo que el Doctor pensaba. Y no fue sino hasta sus últimos momentos que finalmente tuvo éxito."
El Doctor. Aunque la voz se dirigía a él como tal, Sigma dudaba que estuviera hablando de Light. Tampoco estaban hablando de Fujiwara, pues ese hombre había perecido por su propio fallo. Aunque siempre lo había cuestionado, finalmente tuvo que hacer la pregunta.
– ¿Qué eres? – interrogó Sigma, sin estar seguro de cómo debía llamar a la fuente de la voz. – ¿Cuál es tu verdadero nombre?
– "¿Yo? No tengo un nombre." – le respondió. – "Y tampoco tengo un cuerpo, pero he estado presente por un largo tiempo. Desde los días en que Mega Man seguía activo en el mundo."
– ¿Todo ese tiempo? – cuestionó Sigma. – Entonces, debes haber existido desde antes de mi época.
– "Oh, por mucho más que eso. Y la verdad, si es que alguna vez tuve un nombre, ya no lo recuerdo, pero por ahora... – La voz cambió. Era la misma, pero sonaba más terráquea, casi parcialmente humana. Con un ligero acento, quizás alemán, aunque Sigma no estaba seguro de por qué. – "Sí recuerdo que yo también fui un Doctor alguna vez."
Sigma no podía verla, pero si la voz tuviera una forma propia, se imaginaba que debería estar formando una sonrisa en ese momento.
Abel City, cuartel subterráneo...
– ¿Y luego qué?
– Y luego... nada. Simplemente desapareció.
Roll se quedó de pie allí, insegura de cómo procesar lo que acababa de escuchar. – De... ¿de verdad lo viste? ¿Viste al Doctor Light?
X asintió. Roll bajó su cabeza, ahogando algunos sollozos que salían de su boca ligeramente temblorosa. Incluso sin tener lágrimas, eso no hacía que lo que sentía se viera menos real. Y más todavía, gracias a las mejoras de los sistemas de un reploide, quizás eso lo hacía todavía peor.
– ¿Qué... aspecto tenía? – preguntó, luego de finalmente recuperar la compostura. – ¿Se veía sano al menos?
– Eso creo. – respondió X. – Aunque no puedo decir si lo estaba cuando grabó ese mensaje o construyó esa cápsula.
Miró a su hermana mayor en busca de alguna respuesta posible, pero ella negó con la cabeza. – No hay nada en mis bancos de memoria de eso. Y yo fui la que lo ayudaba en todo lo que trabajaba. Así que si yo no lo supe, debió ser porque él no quería que lo supiera. – Hizo una pausa. – Aun así, ¿por qué no me lo dijo? ¿O al menos a Rock?
Algo de tensión cayó por unos momentos entre los dos DLNs antes que Roll volviera a hablar, cuando el suspenso se le hizo insoportable. – Oh, si puedo preguntar, ¿dónde está Zero? – preguntó la rubia. – Yo... admito que tengo algunas palabras que debo decirle.
X no estaba totalmente seguro de qué querría decir en eso, pero los rasgos del rostro de su hermana parecían estar más suaves que cuando usualmente discutía al Hunter rojo. Incluso después de todo este tiempo, Zero todavía no se ganaba la confianza de Roll, y X seguía sin entender del todo por qué. Fuera lo que fuera, sin embargo, era un asunto entre ellos, así que él no tenía por qué interferir en ello.
– Salió. – le dijo X a su hermana. – Aparentemente estaban sucediendo cosas muy extrañas en la planta de energía.
– ¿La planta de energía afuera de la ciudad? – preguntó Roll. – Sí, he escuchado de ella. Poco después que te capturaron, todos estos sitios por toda la isla comenzaron a cobrar vida. Era como si los muertos comenzaran a alzarse de nuevo y empezaran a invadir la tierra.
Dijo la última parte en voz baja, ya que no quería imaginarse el sombrío espectáculo. En ese momento, Roll escuchó algo que no se esperaba.
– ¿Dónde está Chiyo?
– ¿Chiyo? – Roll recuperó la concentración al oír el nombre de la chica. – Oh, ella está bien, si es lo que te preguntas. – Hizo una breve pausa. – Bueno, no realmente. No creo que lo esté. Nadie está bien en este momento.
– ¿Cómo se encuentra, en general? – aclaró X.
– Físicamente está bien, si es lo que quieres decir. – respondió Roll. – Pero no puedo decir lo mismo de los demás.
X se preguntaba si estaría bien o no preguntar más al respecto, pero necesitaba saberlo. – Trinity mencionó algo de que no tenía más opción. Y de que sabe algo sobre algunas entradas.
– Oh, sí, eso. – dijo Roll. – La verdad es que no estoy muy segura de eso. Lo siento, pero ya que no soy parte de la organización, no están obligados a informarme de, bueno, de nada en realidad. Sólo me enteré de que habías desaparecido porque A-1 me lo contó. – Giró su cabeza. No les echaba la culpa a los Hunters, pero tampoco podía negar su frustración. – Pero, de lo que logré sacarle de información a Ai...
– ¿Ai? – preguntó X sorprendido. – A Trinity, te creería si le sacaras algo de información, ¿pero Ai?
– Es mucho más agradable de lo que la mayoría piensa. – le aseguró Roll. – Es sólo que... es muy sensible con respecto a su fecha de producción, y si realmente se ve como los modelos más recientes. – Aunque sus situaciones no fueran exactamente las mismas, la mucama podía empatizar con la navegadora rubia hasta cierto punto. – Pero sí, Ai me dijo que, cuando trajeron a Chiyo aquí, comenzó a revelar muchas cosas.
– ¿Como cuáles?
– Mayormente concernientes a su padre. Lo que planeaba hacer, con muchos de nosotros. – respondió Roll, mordiéndose el labio. – Incluyéndote a ti. De hecho, por eso fue que Chiyo quería que trajeras contigo el chip del arma.
– ¿En serio? – preguntó X. – ¿Para qué?
– Bueno, ya conoces las habilidades de mi hermano, que también es tu hermano, ¿correcto? – preguntó Roll. X asintió, aunque realmente nunca llegó a conocerlo, el reploide sabía quién era Mega Man. – Bueno, parece ser que el Dr. Light te diseñó de manera similar a ti.
– Quieres decir... – X se detuvo en seco, y Roll asintió.
– Puedes usar las armas de tus enemigos como si fueran tuyas.
(-0-)
Era más que solo un asunto de noche y de día. Fue casi como si toda su realidad se hubiera hecho añicos. Las otrora brillantes y activas calles de Abel City ahora no eran más que corredores desolados llenos de edificios destruidos y el omnipresente hedor de cosas que se quemaban. Era un asalto a todos sus sentidos, pero a Chiyo no le importaba. No podía permitirse que le importara, no si quería salir con vida de aquí.
Estaba convencida de que era la única alma lo bastante desesperada o tonta como para estar allí fuera, dando tumbos en la oscuridad sin sentido alguno de orientación. Pero ¿qué más podría hacer? Tenía que huir de ese lugar, tenía que alejarse. Si descubrían la verdad, si la encontraban, sería su final. Su vida podría estar en riesgo.
Todas estas cosas y más seguían inundando el cerebro de la chica de dieciocho años mientras no se fijaba en lo que estaba haciendo, tropezándose con un trozo de concreto agrietado. Cayó al suelo y se quejó del dolor, llevándose la mano hacia la sien. Había un corte pequeño, pero nada serio; podría sobrevivir. Tenía que hacerlo a partir de ahora. La única pregunta era, ¿cómo iba a hacerlo? ¿A dónde podría ir?
Los de su propia especie la matarían si supieran quién era.
Era patético, realmente patético, pero Chiyo se encontró incapaz de hacer mucho más que permitirse un momento de autocompasión que la invadía. Lágrimas frescas rodaban por sus mejillas, las primeras que había derramado en un largo tiempo. Nunca solía llorar de manera natural, aparentemente, un rasgo que compartía con su padre. Pero cuando sucedía, era porque había sido empujada más allá del punto de quiebre.
Chiyo se sostuvo a sí misma mientras lloraba en silencio por sí misma y por el estado en que estaba el mundo a su alrededor. ¿Por qué estaba pasando esto? ¿Qué hizo para merecer esto? ¿Qué hicieron las demás personas? ¡No era justo!
– ¡¿Qué hicieron Kenichi y Fumiko?
Kenichi y Fumiko, ¿acaso seguirían con vida? Su padre ciertamente ya no.
Y luego, en el medio de sus lamentos, Chiyo sintió que la tierra temblaba bajo sus pies. Le tomó algunos momentos, pero tras algo de tiempo dedujo que los temblores se debían a pisadas. Pisadas que se aproximaban detrás de ella. Sobresaltándose, Chiyo se encontró cara a cara con un Gun Volt totalmente cargado y armado, listo para dispararle.
Se odiaba a sí misma por ello, pero su cuerpo se quedó congelado. Chiyo se quedó paralizada al ver al mecaniloide renegado frente a ella. Dio un respingo al prepararse para lo inevitable, llegando a la terrible realización de que terminaría igual que los otros a quienes Sigma y sus Mavericks se habían llevado. Y, a diferencia de ellos, dudaba que nadie llorase su muerte. Especialmente si supieran con quién estaba emparentada.
...
Se levantó con un grito, con el corazón golpeándole en el pecho.
– Ese maldito sueño. – siseó, tratando de calmarse.
Odiaba agitarse tanto, ya que hacía que todos sus esfuerzos por permanecer fría e indiferente se vinieran abajo. Se sintió agradecida de que nadie más pudiera verla. No era muy grande, pero una sala separada en la parte trasera de la Base Hunter había sido despejada para ella, y había algunas comodidades esparcidas alrededor para que las utilizara. Nada excepto algo de comida, y una cama donde dormir, se sentía más como una mascota que como una humana.
– Patarche.
Tal vez fuese ridículo, tal vez su padre tenía razón. Tal vez Patarche, sin importar lo que ella pensara de él, sólo era un perro. Diablos, ¡su padre quería que ella simplemente metiera su cuerpo en una bolsa de basura! Casi se había puesto violenta con él aquella noche, pero afortunadamente Roll pudo calmar la tensión. A medida que se hacía mayor, sus relaciones se volvían más y más distantes. Y desafortunadamente, su propia familia era el mayor ejemplo de eso.
Su padre. Él era la razón por la cual éste era el único lugar donde podía ir. Él fue la razón por la que se dio cuenta de que, si se quedaba con los demás humanos, estaría en peligro. Sonaba algo egoísta de su parte, debía admitirlo, pero Chiyo había comenzado a moverse totalmente en modo de supervivencia. Hasta ahora, su padre no había sido más que una plaga para él, ¡y era en parte su culpa que todo esto estuviera sucediendo! ¡Él era la causa de su miseria, igual que siempre!
Y aun así, cuando vio a Sigma atravesándolo, Chiyo no se lo esperaba, pero sintió que el estómago se le revolvía al ver eso. Así de rápido, tal como se había ido Patarche, también lo había hecho el Dr. Fujiwara. Y a manos de aquel a quien ayudó a crear. Comenzó a preguntarse por el Dr. Cain, si seguiría o no con vida. Incluso aunque no lo conocía tan bien, parecía ser una persona decente. No alguien que mereciera ser asesinado.
– "Entonces, ¿eso significa que tu padre merecía ser asesinado?"
Chiyo no se atrevió a decirlo en voz alta, pero la sangre se le heló cuando ese pensamiento cruzó por su mente. Y con todo, por enfermizo y grotesco que fuera, las preguntas comenzaron a surgir en su cabeza sobre si realmente lo era. ¿Acaso era alguien que merecía morir? ¿Acaso su muerte posiblemente serviría para prevenir las de otros? ¿Acaso su muerte significaría algo de esperanza para Kenichi y Fumiko?
– Fumiko... – La imagen de la chica de anteojos destelló en la mente de Chiyo. Incluso ahora, la separación y la incertidumbre hacía que le doliera el pecho. – Quiero que estés aquí. Quiero verte desesperadamente.
Justo entonces, la joven mujer fue alertada de que alguien acababa de entrar a su habitación. Al principio, esperaba ver a Roll, ya que la reploide venía a comprobar cómo estaba a cada hora más o menos. Pero el que vino a verla no fue quien ella creía.
En su lugar, era aquel a quien su padre quería utilizar como el arma definitiva.
Esta historia continuará...
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