La erradicación
1:30 pm...
Cuando el mensaje de Sigma terminó, nadie en toda la isla tuvo algo que decir. ¿Qué habría que decir? ¡Habían visto a su Comandante asesinar a un hombre! ¡A un humano! ¡La primera y más crucial de las Tres Leyes! ¡Y su líder, el hombre a quien admiraban como símbolo de soporte y esperanza, había traicionado la ley que debía proteger!
Y lo más perturbador, había sido lo fácil que se le hizo hacerlo.
– Desháganse de esto. – ordenó Sigma.
Un reploide salió y se llevó el cadáver de Fujiwara, junto con su cabeza. A poco de haberse deshecho del científico, el reploide con capa se giró hacia la silueta más pequeña en las sombras, que miraba hacia el suelo completamente triste.
– ¿Por qué tan deprimido? – cuestionó Sigma a la figura. – No tengo intenciones de tomar su vida, Dr. Cain.
El humano capturado no dijo nada al principio, ya que era incapaz de procesar totalmente lo que acababa de ver.
– Sho... – murmuró. Cain quería tratar de razonar con Sigma que todavía había tiempo de echar marcha atrás con todo esto, y planeaba hacerlo, pero eso fue antes que el Hunter hubiera asesinado al científico japonés enfrente de toda Abel City.
– Le prometí que tendría su parte en construir este nuevo mundo. – dijo Sigma. – Sólo que no era de la forma que él pensaba.
– ¿Por qué? – preguntó Cain. – ¿Qué hice yo que él no?
– Mucho. Viendo que la especie humana sigue siendo nuestra enemiga, debería considerarse afortunado que todavía le tengo algo de aprecio. – respondió Sigma. Su tono de pronto se volvió sombrío. – Pero tenga en mente que eso está sujeto a cambio, si llega a cruzar alguna línea.
El anciano humano se quedó en silencio. Pero todavía tenía más que decir cuando finalmente volvió a encontrar su voz. – Entonces, ¿qué estás planeando hacer? ¿Cuál es el siguiente gran paso en tu plan?
– Esto es más que sólo tomar el control de la ciudad. – dijo el reploide de ojos azules. Luego hizo una pausa momentánea; de pronto había sentido una sensación de picor en la piel sintética a su alrededor. Comenzó a rascarse, recordando que era la misma área donde Zero le había dañado en su primer encuentro. – Por muy brillante que fuera Fujiwara cuando se trataba de robótica, nunca pudo ver el verdadero alcance de un mundo de reploides. Creía que la adquisición de la ciudad le ganaría notoriedad y respeto. Las máquinas inteligentes sirviéndole y presentando su genio al mundo a través de sus reploides.
El Dr. Cain suspiró. – Eso... ciertamente suena propio de Sho.
– Pero los reploides están mucho más allá de ser sirvientes de los humanos, como los robots o los mecaniloides. – continuó Sigma. – Falló en entender eso, así que su presencia no haría más que impedir el proceso.
– ¡¿Pero realmente tenías que matarlo?! – preguntó Cain, poniéndose mucho más alterado. – ¡Tiene una hija!
– Igual que muchos de los humanos a los que planeaba someter. – añadió Sigma. – ¿Por qué debería su hija recibir más protección que los demás?
El Dr. Cain bajó la cabeza. – Sho nunca planeó traerla aquí, ¿verdad? Tú enviaste a tus hombres tras ella, ¿no es así?
Sigma no respondió a eso, pero el silencio fue suficiente.
– Al principio tenía la intención de utilizarla para mantener a Fujiwara bajo control, pero me di cuenta que intentaría apoderarse de esta operación de una manera u otra. Así que tuve que hacer lo que era necesario.
– Entonces, ¿planeas que ella muera junto con el resto de los humanos y reploides allá afuera?
El anciano humano sospechaba ya el tipo de respuesta que recibiría, pero lo que le dijeron lo sorprendió.
– Planeaba que fuese una fuente de motivación, como usted, para que aquellos que se quedaron fuera vinieran a buscarme. – explicó Sigma. – Pero viendo que ahora los planes han cambiado, mientras ella y todos los demás se pongan a salvo, podrá vivir por un poco más de tiempo. Algunos se perderán antes del ataque de los misiles, pero todos son libres de tratar de buscar un refugio.
– ¿Y entonces qué? – preguntó el Dr. Cain.
Sigma observó un monitor cercano que mostraba Abel City con varios mecaniloides descendiendo sobre ella. – Entonces, es cuándo comenzará la prueba para X.
A medio camino entre Arcadia y Abel City...
Las vías que cargaban los vehículos de transporte eran muy delgadas, pero Firefly tenía plena confianza de que podría lograrlo. Tendría que hacerlo, considerando que Storm Eagle estaba peleando contra Gravity Beetle. El Hunter verde se desplazaba tan rápido como podía llevarlo su motocicleta, y la estaba empujando hasta su límite. No tenía muchas opciones, viendo que Beetle estaba justo detrás de él. Y a pesar de sus mejores esfuerzos, parecía que Storm Eagle estaba teniendo más problemas para lidiar con el bicho gigante de lo esperado.
– ¡Maldito pajarraco! – gritó Gravity Beetle. – ¡Sólo estás perdiendo tu tiempo, ¿sabes?!
– ¿Oh, de verdad? – preguntó Storm Eagle. – ¿Cómo?
– No te equivoques, no me agradas. – explicó el escarabajo rinoceronte azul. – Pero al Comandante Sigma sí, de modo que asumo que no le agradará perderte.
– Y tú también eres un guerrero brillante, y un hermano. – respondió Storm Eagle, extendiendo su mano izquierda. – Así que por tu propio bien y el de tu hermano, ríndanse ahora para que el Comandante no tenga que venir a buscarlos.
Para sorpresa de Eagle, Gravity Beetle se destornilló de risa, casi perdiendo su concentración para mantenerse en el aire. – ¡¿Todavía crees que el Comandante está de tu lado?!
Eso hizo que Firefly, a pesar de la prisa con la que iba, frenara de golpe. Colocando la motocicleta en modo flotante, miró hacia arriba donde estaban Beetle y Eagle, el segundo totalmente confundido de lo que hablaba el insecto gigante.
– ¿De qué diablos hablas? – preguntó desde abajo el motociclista verde.
Gravity Beetle dejó de reírse, y centró la mirada en Firefly. – Oh, ¿es que no lo sabes? – preguntó el insecto más grande. – Él...
El insecto gigante estaba a punto de continuar, pero entonces vio algo muy peculiar. Él, Eagle y Firefly, todos vieron cómo, desde arriba, descendían decenas de mecaniloides sobre Abel City, dejando a dos de los tres Hunters perplejos y confundidos.
Pero al parecer Beetle sabía precisamente lo que estaba sucediendo. – Bueno, bueno. – dijo mientras cruzaba los brazos, y luego miraba a Eagle. – Parece ser que ya decidió empezar la fiesta sin ti.
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Abel City, Cuartel General de los Hunters, 1:30 pm...
Estaban llegando de todas partes, aparentemente. Desde donde estaba, Trinity vio la multitud de mecaniloides, voladores y terrestres, invadiendo la metrópolis. Todo con la intención de cumplir las órdenes de Sigma.
– ¡¿Qué vamos a hacer?! – oyó gritar a otra navegadora, mirando hacia ella en busca de dirección.
Trinity estaba tratando de encontrar palabras que decir, pero se quedó en seco. La situación ahora estaba totalmente fuera de su control. Hasta donde ella supiera, no habría forma de detener a los mecaniloides, igual como no había forma de detener los misiles que serían lanzados dentro de las próximas horas.
– Nosotros... – dijo la navegadora en jefe, tratando de sacarse a sí misma del shock – ... debemos preparar el refugio subterráneo para entrada. – Sus ojos azules observaron con horror cómo venían llegando más y más mecaniloides. – ¡Rápido! ¡Dirijan a la población humana y reploide hacia la entrada más cercana! ¡No podemos perder más tiempo!
– Espera un momento. – intervino de repente Blu, chequeando la pantalla que estaba observando. – ¡Los sistemas de seguridad del cuartel general han sido activados!
– ¡¿Por quién?! – cuestionó Ai. Justo después, todos en la cámara vieron cómo una coraza protectora comenzaba a cubrir el domo transparente que estaba por encima de ellos para soportar ataques masivos. Sólo que esta vez, nadie tuvo una sensación de seguridad al ver cómo el sol desaparecía de la vista al cerrarse los paneles. – ¡¿Qué diablos es esto?!
– ¿Qué sucede? – le preguntó Trinity a la rubia.
– ¡No puedo desbloquear la entrada! ¡Todas las rutas de escape me están negando el acceso! – exclamó Ai.
Fue entonces que Trinity se dio cuenta, para su gran horror, que todos los Hunters presentes en el edificio estaban atrapados. Luego, oyó cómo la entrada de la cámara era destrozada violentamente, y dos de los suyos entraban: Spark Mandrill y Flame Mammoth, aunque nadie se sintió seguro ante su presencia. Los enormes reploides se encontraban enfrente del umbral de la puerta, bloqueando la única salida de escape.
Entonces, Kuwanger empezó a hablar. – Imagino que muchos de ustedes se sentirán confundidos. Y tal vez un poco asustados. Los humanos afuera ciertamente están cayendo en el pánico.
– Kuwanger, ¿qué significa esto? – preguntó Blu, notando lo sorprendentemente calmado que estaba. – Mandrill, ¿sabes dónde se encuentra ahora el Comandante?
– Se encuentra muy lejos de aquí. – dijo Spark Mandrill. – Pero eso no es importante. Lo que importa ahora es que todos ustedes deberán tomar una decisión.
Ai se quedó rígida. ¡¿En dónde se encontraba A-1?! – ¿Y esa sería...?
– Es muy simple. – explicó Kuwanger. – Nuestros camaradas se encuentras entregando el mismo mensaje a los reploides combatientes que se encuentran aquí. – En ese momento sacó un pequeño Rolling Cutter, girando el peligroso instrumento alrededor de su dedo como si fuera un simple juguete. – Si desean ser parte del nuevo mundo, vendrán con nosotros y jurarán su lealtad al Comandante Sigma. Así no saldrán lastimados.
– Pero si no lo hacen, entonces no tendremos opción... – añadió después Spark Mandrill, cuyas enormes manotas comenzaban a echar electricidad, y al parecer no le importaban en lo más mínimo las implicaciones de lo que estaba diciendo. – Aunque, Sigma nos dijo que eso probablemente pasaría con la mayoría de ustedes.
Las navegadoras se quedaron observando a sus propios Hunters, sus camaradas y compatriotas, con los ojos como platos. ¿Realmente estaba sucediendo esto?
– Entonces... – dijo Kuwanger – ¿qué harán ahora?
A medio camino entre Arcadia y Abel City...
– ¡¿Qué está pasando, Beetle?! – preguntó Storm Eagle. – ¡Respóndeme!
– ¡Estás siendo testigo del comienzo de un nuevo mundo! – dijo el masivo insecto. – Desafortunadamente, parece ser que – lanzó una bola de energía gravitatoria concentrada en la dirección de Eagle – ¡no fuiste invitado!
Storm Eagle viró fuera del camino en el último segundo, pero cuando el pequeño agujero negro se disipó, ¡el reploide aviano descubrió que un trozo de su ala izquierda había sido arrancado! Todavía podía mantenerse en el aire, ya que las vértebras más prominentes no fueron dañadas, pero ese daño podría causar problemas eventualmente.
Luego se dio cuenta de que Firefly todavía estaba abajo observando todo. – ¡Tienes que llegar a Abel City! – ordenó Storm Eagle. – ¡Ve a la Base de Misiles!
– ¡¿Por qué?! – cuestionó Firefly, todavía intentando comprender lo que estaba sucediendo.
– ¡No! – protestó Gravity Beetle. – ¡No podemos permitir que escapen!
Se lanzó en picada hacia Firefly, con el cuerno listo para atravesar al Hunter verde a través de su núcleo. Por suerte, jamás tuvo oportunidad, ya que un poderoso y recién liberado Storm Tornado sacó a Beetle de balance. La maniobra mandó a volar al insecto gigante hasta que se precipitó en el agua que estaba debajo de los rieles.
– ¡Vete! – gritó Storm Eagle. – ¡No hay tiempo que perder!
Firefly asintió y aceleró fuera de allí. Igual que Eagle, se estaba preguntando qué diablos estaba sucediendo, pero ambos ahora tenían una extrema sospecha de que, a juzgar por las palabras de Beetle, los Hunters azul y rojo de alguna manera estaban involucrados.
Al poco tiempo de que Firefly había arrancado de nuevo, Gravity Beetle emergió del agua, agitando las alas furioso. Le lanzó una mirada asesina a Storm Eagle, preparándose para crear un nuevo y más poderoso Gravity Well, con toda la intención de arrancarle por completo al pájaro una de sus alas.
Pero al llegar a medio camino, se vio interrumpido por un mensaje en su audio receptor.
– ¿Huh? ¿Sí, qué? – preguntó Gravity Beetle. – ¡¿Cómo?! ¡¿Quiere que regrese?! ¡Si estoy a mitad de una pelea ahora mismo! – argumentó. La respuesta que recibió fue fuerte y clara, y tenía que obedecerla. – Ok, ok, está bien. Sí, señor, entendido. – Con eso terminó la llamada, y miró a Eagle. – Bueno, parece que estás de suerte. El Comandante tiene un lugar para ti después de todo.
Storm Eagle se estaba impacientando. – ¡Ya basta! ¡Ve al grano! – le ordenó.
– ¡No soy uno de tus hombres, cerebro de pájaro! – le gritó Gravity Beetle. Luego miró hacia Abel City, observando el caos en la distancia que estaba ocurriendo. – Y después de hoy, me pregunto cuántos más te quedarán.
Con eso, Beetle salió volando.
– ¡Hey! ¡Espera! – bramaba Storm Eagle, pero el insecto gigante siguió adelante.
– ¡Si tienes tanta curiosidad, ven a verlo por ti mismo! – se rio Gravity Beetle, mientras volaba hacia Abel City. Más específicamente hacia el cuartel general, ya que presentía que su hermano necesitaría ayuda para deshacerse de los indeseables.
Afueras de Abel City...
Hacía mucho que había salido del perímetro de la ciudad, así que el pequeño navegador no tenía mucha idea de sus alrededores. De cualquier manera, A-1 no tenía duda de que la ausencia de X y Zero estaba conectada con algo mucho más grande. Y de una forma u otra, sospechaba que ellos serían necesarios. El reploide naranja con orejas de conejo iba montado sobre una Ride Chaser amarilla que estaba llevando a sus límites, tratando de hacer que el vehículo fuera más rápido de lo que ya iba. Tenía miedo de que le fuera a explotar, pero tenía que seguir adelante.
El navegador de aspecto infantil se sintió aliviado cuando vio la Base de Misiles enfrente, pero entonces notó que había un par de Ride Chasers roja y azul destruidas junto a la entrada. Eso significaba que sí habían llegado aquí, observó A-1, pero al parecer había alguien que no quería que se fueran.
Luego se dio cuenta que la entrada estaba siendo custodiada. Dos enormes mecaniloides azules, un par de Gun Volts, para ser exactos, vieron al navegador aproximándose a la base, y le dispararon varios misiles pequeños abriendo sus paneles, todos apuntando a destruir al intruso que se aproximaba. A-1 viró hacia los lados, tratando lo mejor que podía de evadir los proyectiles, pero desafortunadamente, era mucho mejor como navegador y mandadero que como motociclista. Uno de los misiles impactó en el motor, haciendo que todo el vehículo explotara, y enviando a A-1 a volar por los aires, hasta que aterrizó deslizándose por el suelo hasta llegar a los pies de uno de los Gun Volts.
A-1 trató de coger la pistola de plasma que trajo consigo, pero el Gun Volt de la derecha levantó su pie, y el pequeño navegador se dio cuenta que lo iban a aplastar antes de siquiera tener un disparo.
Pero, para su sorpresa, eso nunca sucedió.
– ¡Hi-Yahhh! – gritó una voz masculina familiar mientras otra Ride Chaser, de color verde, chocó contra el Gun Volt en todo el centro de su amplio torso. Mientras estaba en el aire, el motociclista le disparó varios tiros que perforaron las áreas vitales de los mecaniloides, dejándolos inutilizados e incapaces de seguir funcionando.
El Hunter aterrizó enfrente de A-1, y bajó la mirada hacia el pequeño navegador.
– ¿Te encuentras bien, enano?
– ¡¿Firefly?! – exclamó A-1, volviendo a ponerse de pie. – ¡Creí que estabas estacionado en Arcadia!
– Lo estaba, pero eso fue antes de que Kuwanger y Beetle empezaran a causar problemas. – le dijo Firefly al navegador. – ¿Dónde están Roll y la hija de Fujiwara?
– En el cuartel general. – dijo A-1. Esta respuesta no le dio a Firefly ningún confort. – ¿Qué pasa?
Firefly sacudió su cabeza con resignación. – Ya no se puede hacer nada respecto a eso. Lo único que podemos hacer ahora es saca Zero de este lugar.
– ¡Espera! – gritó A-1, corriendo detrás de Firefly cuando éste se dirigió a entrar a la Base de Misiles. – ¿Cómo sabes que están aquí? ¿Y qué está sucediendo en el cuartel general?
– Respecto a la primera pregunta, Beetle me lo dijo. Se le escapó que fueron vistos por última vez aquí. – respondió Firefly. Luego miró hacia la entrada, inseguro de qué podría estar aguardándoles adentro. – Y también dijo que no podían permitirse dejarlos escapar.
– ¿Y el cuartel general?
Firefly se quedó callado al principio, inseguro de qué decir. – No es sólo el cuartel general. Se han apoderado de toda la ciudad. – dijo el Hunter verde.
Ubicación desconocida...
– Parece que ya casi es hora de que vayas a buscar a nuestros miembros más importantes. – dijo Sigma, dirigiendo su atención a Vile. – Recuerda que ninguno de los dos debe salir lastimado.
En ese momento, los dos estaban frente a una enorme pantalla que desplegaba una toma lejana de toda la isla, donde la Base de Misiles era el foco principal de la imagen.
– Sigo diciendo que estás perdiendo tu tiempo. – dijo el reploide de armadura violeta. – Zero, lo entiendo, ¿pero por qué X?
– Zero ya está donde lo necesita, en el sentido de que su mente ya es la de un reploide hecho y derecho. – respondió Sigma. – X es el que todavía necesita ser cultivado.
– No lo harán. – argumentó Vile. – Jamás van a ver tu forma de pensar.
Sigma se quedó en silencio por un momento. Aunque no lo dijera en voz alta, Vile realmente empezaba a ponerse un poco nervioso. ¿En qué estaba pensando este sujeto? Nunca podría saberlo a primera vista.
– Tal vez, tal vez no. Pero ¿cómo sabremos si todavía ni siquiera están aquí? – dijo finalmente. Vile tenía una ligera idea de a dónde iba con esto. – Tú irás a buscarlos y me los traerás aquí. – Miró fijamente a Vile a los ojos. – Ilesos y vivos.
Vile resopló, pero no trató de argumentar en contra. Excepto por una cosa. – ¿Y cómo se supone que llegue allá?
Sigma sonrió, y procedió a explicar. – Siendo que su líder no iba a entregarlo por las buenas, nos tomamos la libertad de confiscar algo de equipamiento de la Unidad Aérea Número 7.
– ¿O sea que Storm Eagle todavía NO está de acuerdo con tu gran plan? – cuestionó el antiguo Hunter.
– Todavía no. – respondió Sigma. – Pero eventualmente cooperará.
– No hay forma de que lo convenzas de ser parte de nada luego de todo lo que sucedió hoy. – se burló Vile, para luego mirar la ciudad presentada en el monitor. – Asumiendo que sobreviva a lo que sea que estás planeando para tu gran final.
– No tengo que convencerlo de nada. – respondió Sigma. – Todo lo que necesito hacer es ponerlo en una situación donde no tenga alternativa. Pero volviendo al tema, irás y me traerá Zero aquí.
Vile odiaba el hecho de que le asignaran esa tarea. – Entonces, ¿dónde está mi medio de transporte?
El reploide con capa señaló hacia el elevador situado en la esquina más alejada en el ala este de la sala. – Ven conmigo.
Tras darle la orden a Vile, se tomó el tiempo de disfrutar cómo este criminal rebelde y desquiciado se veía forzado a seguirlo a donde iba. Ambos abordaron el elevador que los llevó a las profundidades de su nuevo cuartel general, su base oculta, y tras lo que Vile sintió que fue una eternidad, se detuvieron.
Una vez que salieron, Sigma señaló a la gigantesca nave que se encontraba oculta mayormente por las sombras. – Tu carruaje te espera.
Adentro de la Base de Misiles...
– "Un humano..." – era lo que X pensaba en ese momento. La imagen del sable de su comandante atravesando a Fujiwara se repetía infinitas veces en su mente. Junto con su subsecuente decapitación. Había matado a un humano. Había quebrantado la Primera Ley.
Aunque hubiese tres leyes que toda la vida mecánica debía seguir, las dos que seguían a la primera serían inútiles sin ella. La Primera Ley era la esencial de todas, tan crucial para algunos reploides que rozaba en la reverencia y devota consideración. La misma ley que X había recibido en el segundo en que el Dr. Light lo construyó. Y de manera irónica, también era la única ley que, técnicamente, tenía permitido romper.
Y Sigma acababa de mostrar a todos cómo hacerlo, y más todavía, lo fácil que era hacerlo. Fujiwara nunca tuvo oportunidad, y tampoco la tendría el Dr. Cain, si acaso seguía con vida. Pero si así era el caso, ¿qué planeaba hacer Sigma con él? ¿Y qué pasaría con los que estaban en el cuartel general? ¿Ai, Trinity, A-1, Roll?
Al pensar en Roll, los circuitos internos de X se congelaron. Roll, ella jamás tendría una oportunidad. Tampoco Chiyo. E incluso si solo estuviera especulando, X no encontraba razones para creer que a las fuerzas de Sigma les temblara el pulso enfrente de Chiyo, viendo lo que le sucedió a su padre.
Tenían que salir de allí, pero la pregunta era ¿cómo?
En ese momento, X y Zero oyeron ruidos de disparos, pese a que no veían dónde se estaban disparando las balas. Antes que cualquiera de los dos pudiera cuestionar lo que pasaba, la puerta de la habitación donde los tenían encerrados se abrió de golpe. Un Gun Volt lleno de agujeros por disparos de una pistola de plasma cayó al suelo, seguido por su exterminador poco después.
– ¡¿Firefly?! – exclamó X, pero antes de poder hacer preguntas, vio otra cara familiar. –¡¿A-1?!
– Sí, somos nosotros. – dijo el navegador, generando un pequeño láser proveniente de su dedo índice derecho. Procedió a destruir con él las cerraduras de las celdas. – Tuve un mal presentimiento sobre lo que les había sucedido a ustedes dos. – Una vez que las cerraduras se derritieron, Firefly abrió las puertas, y A-1 procedió a remover las esposas, comenzando con las de X. – ¿Quién los encerró en este lugar?
A-1 no estaba preparado para la respuesta de X. – Sigma.
– Espera... ¿qué?
– Sigma. – repitió X. – Él... está detrás de esto. Detrás de todo.
La última parte la dijo como si hubiese estado lamentando este descubrimiento durante horas. La expresión de Firefly se tornó sombría.
– Entonces, es cierto. – murmuró. Al parecer Gravity Beetle decía la verdad.
A-1 estaba a partes iguales confundido y sorprendido. – ¡¿Cómo dices?! Yo... ¿estás seguro?
– Y el Dr. Fujiwara. – continuó X. – Él...
– ¿Qué pasa con el Dr. Fujiwara? – preguntó Firefly.
– ¿Quieres decir que no lo saben? – le preguntó Zero al Hunter verde. A-1 acababa de terminar con las esposas de X y procedió a remover las de Zero.
– ¿Saber qué? – preguntó A-1 al Hunter más alto.
Una vez que terminó de cortar y desactivar las esposas de Zero, este cerró sus ojos azules y suspiró. – Fujiwara está muerto.
Afuera de la Base de Misiles, minutos después...
– ¡Es decir que todo esto, lo que le pasó a Fujiwara, el escape de Vile, los mecaniloides Mavericks, ¿todo fue orquestado por nuestro propio comandante?! – preguntaba A-1, todavía esperando que hubiese alguna clase de malentendido.
– Si eliges creerlo o no, eso no importa. Es lo que está pasando ahora. – le respondió Zero al navegador en lugar de X. Luego miró a Firefly. – ¿Qué tan mal está la ciudad?
Firefly sacudió su cabeza. – Apenas logré llegar a tiempo para salvarlo a él de ser aplastado. – señaló a A-1. – Y también me doy cuenta que sólo tenemos un medio de transporte.
Se refería a su propia Ride Chaser, considerando que las de X y Zero habían sido destruidas, y la de A-1 había sufrido daños irreparables en el motor.
– Yo iré contigo. – dijo Zero. – X se quedará aquí con A-1.
– ¿Qué? – protestó X.
– ¿No prefieres ir en mi lugar? – le preguntó Firefly al Hunter azul. – Porque si significa tanto para ti, yo me puedo quedar aquí.
Antes de que X pudiera responder, Zero lo interrumpió. – Dije que iré yo. – Luego se giró para encarar a X. – Alguien tiene que quedarse a cuidar a A-1.
De inmediato procedió a subirse en la Ride Chaser de Firefly, que se quedó perplejo de ver a alguien más subiéndose al asiento delantero.
– ¿Y bien?
– Ok, de acuerdo. – dijo Firefly, aceptando de mala gana subirse en el asiento trasero. Zero procedió de inmediato a encender el motor.
– No me sigas. – le dijo a X.
– Pero Zero... – X quiso protestar, pero el Hunter rubio no le dio oportunidad.
- No. Me sigas.
Y con eso, aceleró a fondo, dejand A-1 a solas en la base, inseguros de qué hacer ahora, si acaso quedaba algo que pudieran hacer.
Cuartel general de los Hunters en Abel City,1:56 pm...
Tras el anuncio de Sigma (y de la transmisión en vivo de la muerte del Dr. Fujiwara), los Hunters comenzaron a atacarse unos a otros de la nada. Nadie tuvo oportunidad de suplicar o exigir respuestas, ya que una voz entre el caos gritó:
– ¡Acaben con todos los que se opongan! ¡Maten hasta al último de ellos!
El Hunter en cuestión había sido Flame Mammoth. Aquellos que entendieron lo que estaba pasando rápidamente comenzaron a pelear contra cualquier nueva oposición, o a proteger a aquellos que no podían defenderse. Todos los que podían ayudar saltaron a la acción, pero no fue suficiente. Por cada reploide bueno que estaba en contra de todo lo que dijo Sigma, había dos que decidieron aceptar su mensaje. Y por cada dos que eran leales, había cuatro rebeldes.
No, no eran rebeldes. Eran Mavericks.
Roll no tuvo la oportunidad de preguntar si era porque Sigma los quería vivos o muertos, ya que se vio obligada a seguir corriendo. Corriendo, corriendo más, y luego todavía más. No podía permitirse parar, ya que el menor error o paso en falso resultaría en su muerte o la de Chiyo. Más probablemente ambas. Y una vez más, Roll se sentía totalmente impotente al no poder hacer nada.
Se había traído a Chiyo desde Arcadia por su seguridad, ¡pero en vez de eso la trajo directo a una trampa mortal! El pequeño grupo de Hunters y médicos continuaban tratando de huir por sus vidas; la única humana entre ellos miró atrás para ver que, milagrosamente, no había nadie siguiéndolas.
– ¡Allá! – gritó un Hunter.
Chiyo miró al frente y vio que se aproximaban a una puerta cerrada que llevaba a la cámara de comunicaciones. Aunque no lo había utilizado desde que escapó de Arcadia, se aferró al agarradero de su prototipo y no quiso soltarla.
La puerta fue derribada mientras la solitaria humana miraba atrás. De nuevo, no vio a nadie siguiéndolas, pero no podía sacarse de encima la sensación de que estaban siendo observadas. La puerta estaba a punto de abrirse, pero unas chispas empezaron a colarse por entre la delgada abertura que se había creado entre los paneles de la puerta.
La fuerza de la electricidad separó los paneles de la puerta violentamente, haciendo que quienes estaban enfrente de ella salieran volando a varios metros antes de detenerse. Spark Mandrill y Boomerang Kuwanger estaban de pie frente a la puerta, y entre los dos prominentes Hunters se encontraba el cuerpo caído de Blu, cuyo pecho había sido atravesado de lado a lado por la cuchilla curva de Kuwanger. Roll y Chiyo se mantuvieron atrás, pero ambas podían ver a Blu arrastrándose por el suelo tratando de salvarse, pero era claro que no le quedaba mucho tiempo de vida.
- H-huyan... ¡a-ah! – La navegadora peliazul comenzó a toser antes de sufrir espasmos.
Aunque no podía ver mucho, Chiyo vio cómo los ojos de Blu cambiaban; el brillo en ellos desapareció, siendo reemplazado por una mirada inerte y vacía. Sus receptores ópticos quedaron fríos y sin vida, parecidos a los de un humano, como pudo notar. No haría falta decir que se quedó paralizada e insegura de qué pensar. Para ser un reploide, una máquina, había imitado muy bien el cuerpo humano en sus últimos momentos muy bien. Tal vez demasiado bien, ya que incluso aunque en ese momento era un torbellino de emociones, Chiyo pensaba que la imagen de los ojos sin vida de Blu era muy perturbadora.
Al ver dentro de la cámara, varios cuerpos de reploides habían sido cortados en pedazos, o electrocutados al punto de combustión espontánea.
– ¡Llévense a los no-combatientes a un lugar seguro! – ordenó un Hunter.
– ¡Entendido! – El grupo que ya de por sí era pequeño se redujo a la mitad, y Roll y Chiyo eran guiadas fuera de la escena mientras otra batalla se ponía en marcha. – ¡Vamos, deprisa!
El Hunter saltó de frente para defender a los que estaban detrás de él, pero a pesar de su valentía, no tenía esperanza de enfrentarse a ellos.
– ¡KYLE! – gritó uno de los otros Hunters que lo acompañaban, pero el reploide azul y verde terminó siendo acribillado por una ráfaga de disparos láser. Terminó cayendo al suelo cuando uno le dio en toda la cabeza.
El responsable por exterminar a Kyle dio un paso al frente, siendo un reploide violeta y magenta con un rifle de plasma en las manos. Si hubiera sido solamente él, Roll tenía la confianza de que los Hunters que la rodeaban podrían haberse hecho cargo. Pero no estaba solo; varios otros que se le unieron eran el problema. Aquellos que peleaban por mantener el orden eran ampliamente superados en número.
Roll mentalmente le lanzó una maldición al asesino de Kyle, pero no podía quedarse allí fulminándolo con la mirada para siempre; tenía una humana a la cual cuidar.
– ¡Corran! – gritó otro Hunter entre el ya de por sí pequeño grupo. – ¡Yo me encargaré de ellos, tú ve a buscar a las navegadoras!
– ¡¿A dónde?! – gritó una reploide médica rubia; ella, junto con Chiyo y Roll, eran las únicas que quedaban a las que el Hunter intentaba defender. – ¡Todas las salidas están bloqueadas!
En efecto, cuando algunos reploides intentaron escapar del cuartel general, encontraron todas las entradas y salidas bloqueadas desde afuera, impidiendo que nadie pudiera salir. No había forma de escapar: las ventanas estaban selladas, y sería la última vez que algunos de ellos verían la luz del sol. Todo lo que existía era la guerra que se había desatado entre todos. Era casi imposible saber quién era amigo o enemigo hasta que era demasiado tarde.
– ¡Hey! – gritó una voz familiar. Todos se giraron para ver a Trinity y Ai asomándose por el corredor, urgiendo a la pequeña banda de sobrevivientes a acercarse.
– U-ustedes dos... – tartamudeó Roll, corriendo hacia las dos navegadoras. – ¿Cómo fue que...?
– Al diablo con eso; después podemos hablar. – dijo Ai. – Pero díganme, ¿cómo está Blu?
Roll no dijo nada, pero sus ojos lo decían todo. Ai bajó la cabeza, y luego se fijó en Chiyo.
– ¿Qué está haciendo ella aquí? – Luego pensó por un momento. – ¿Sabes qué? No importa, podemos hablar de eso cuando salgamos de aquí.
– ¿Salir? – preguntó la reploide médica. – ¡Pero todas las salidas están bloqueadas!
– Por eso es que tenemos que llegar al procesador central del cuartel. – dijo Trinity. – Odio echarte esto encima, ¿pero te importaría si...?
– No, para nada. – dijo el Hunter que protegía al pequeño grupo. – Ya de por sí estamos bajos de números.
Trinity suspiró de alivio. – Gracias.
– ¿Dónde está el procesador central? – preguntó Roll.
– Es el núcleo de todo el cuartel general, donde se monitorean y se controlan todos los dispositivos tecnológicos. – explicó Trinity. – Si podemos entrar allí, tal vez podamos desactivar el sistema de seguridad.
– Bueno, si ese es el caso, ¡entonces guíanos! – dijo el Hunter, aunque se estaba poniendo por delante de Trinity y Ai.
Luego de localizar un elevador cercano, el grupo de reploides (y la humana) se metieron en él y comenzaron a descender hacia los niveles inferiores del cuartel general. Con todo, aunque no podía ver casi nada, la respuesta natural de Chiyo a huir o pelear no iba a disminuir. Como si el peligro estuviese presente con todos ellos, ¡y nadie más lo sabía! Pero incluso con esa realización, ¿qué podía hacer al respecto? Saber que había una amenaza al acecho, pero no poder verla empezaba a volverla loca, pero se mantuvo en silencio.
– Entonces, ¿cómo escapaste? – preguntó la reploide médica a Ai.
La navegadora rubia bajó la mirada y suspiró. – Kuwanger y Mandrill nos dijeron sobre el ultimátum de Sigma, y los que se rehusaron fueron exterminados. Blu nos guio hasta la parte de atrás donde había una ventila. Estuvo a punto de entrar con nosotros, pero la atraparon en el último segundo.
La visión de la navegadora peliazul siendo arrastrada a la fuerza por su tobillo todavía le daba escalofríos a la reploide de armadura roja.
– Llegar al procesador central fue su idea. – añadió Trinity. – Sólo espero que nadie más lo haya descubierto.
Ai le echó una mirada a Roll. – Probablemente no lo hayas hecho, pero... ¿has visto a A-1 por casualidad?
– Sí, de hecho. – respondió Roll, y los rasgos de Ai se iluminaron de inmediato. – Dijo que iría a la Base de Misiles. Escuché que allí es donde habían sido despachados X y ese otro reploide.
– ¿Se fue? – preguntó Ai. – ¿Cuándo sucedió esto?
– Antes que Sigma... – comenzó a decir Roll, pero se detuvo al recordar que Chiyo también estaba presente, así que no se atrevió a mencionar al Dr. Fujiwara. – Antes de que todo esto sucediera.
– Entonces está a salvo. – dijo Ai. – Eso es bueno.
– Hm, qué raro. – intercedió Trinity. – Creí que no lo soportabas.
Ai evadió los ojos azules. – No es que lo odie. Fue sólo que... me lo echaron encima como si esperaran que tuviera una relación con él. – aclaró. – Me hicieron un hermano pequeño, pero no se sentía genuino.
– ¿Ahora sí? – preguntó Trinity.
Ai no le respondió. El elevador se detuvo, y todos salieron. El área donde habían entrado estaba muy oscura, apenas iluminada por la enorme máquina que estaba en el centro.
– ¿Ese es...? – preguntó Roll, a lo que Trinity asintió.
– Sip, el procesador central.
Todos se reunieron a su alrededor. El procesador era un objeto cilíndrico con varios monitores sobre su superficie curva, cada uno desplegando varias imágenes capturadas por las otras computadoras de la base.
– De acuerdo. – dijo Trinity, mirando a Ai. – Hora de crackear algunos códigos.
Las navegadoras se pusieron a trabajar, tomando uno de los cuatro asientos alrededor del procesador, y comenzaron a abrirse paso en el sistema, mientras el Hunter, la médica, Chiyo y Roll observaban detenidamente. La reconstruida DLN estaba bastante fascinada con lo rápido que ambas reploides podían teclear, y se debatía si sería un buen momento para hacerles o no una pregunta. A pesar de la situación, era algo que quería saber, y tal vez después, sería algo que necesitaría saber.
– Siempre me he preguntado... ¿qué hace falta para convertirse en una navegadora? – preguntó Roll finalmente.
Trinity y Ai continuaron con su trabajo, pero la navegadora rubia le respondió a Roll. – ¿Por qué? ¿Tienes ganas de entrar? Ahora mismo no es exactamente el mejor momento para entregar tu resumen.
– No es eso; sólo tengo curiosidad. – dijo Roll.
– No es un proceso tan complicado. – explicó Trinity, todavía abriéndose paso por el sistema. – Los navegadores ya tenemos instalada la habilidad de mantener comunicaciones con los Hunters afuera en el campo.
– ¿Es decir que es como un despachador para las autoridades humanas? – cuestionó Roll.
– Algo así. – dijo Ai. – Por supuesto, dado que todos somos máquinas, podemos obtener acceso a distintos medios de información, como los esquemas del área, territorio enemigo sospechoso, y cualquier información disponible. Podemos buscarlo y retransmitirlo.
– ¿Y cómo se hace eso? – siguió interrogando Roll.
– ¿Sabes cómo se ingresa una contraseña para tener acceso a internet? – preguntó Ai. – Básicamente es lo mismo. Solicitas la entrada de acceso a un reploide con código registrado, y una vez que lo obtienes, eres libre de hablar con ellos y darles lo que sea que necesiten.
Roll se quedó pensando en todo lo que le dijeron, procesando cada palabra en sus bancos de memoria. ¿Sería egoísta sacar ese tema a colación? Hasta cierto punto, sí. Pero sentía que necesitaba saberlo, si no en este momento, tal vez para después.
– Muy bien, sólo un poco más. – dijo Trinity, atravesando los últimos obstáculos antes de acceder al programa de seguridad. – ¡Sí! ¡Estamos dentro! – dijo finalmente, y sin perder tiempo comenzó a trabajar para abrir las salidas.
– Oh sí, están adentro, claro que sí.
La sangre (o aceite) de todos se heló; la única humana entre las máquinas sintió que algo duro y liso le rozaba la oreja.
– ¡Cuidado! – gritó el Hunter, empujando a Chiyo fuera del camino.
Fue en ese instante que el asaltante oculto lanzó el tiro fatal. Un objeto largo atravesó el pecho del reploide, arrancándole su núcleo que todavía pulsaba en la punta. Luego, la ilusión se disipó, revelando una larga cola verde que llegaba desde el centro hasta un lagarto cornudo que estaba colgado del techo. Una lengua rosa salió de la boca del reptil y sujetó el núcleo del Hunter, enroscándose a su alrededor. Luego procedió a aplastarlo, echando chispas antes de que su brillo blanco desapareciera. El Hunter atravesado por la cola se quedó flácido, y el lagarto arrojó su cuerpo inerte a un lado.
Sting Chameleon saltó desde arriba, mirando fijamente a sus indefensas víctimas. – ¡Están aquí adentro, conmigo!
Esta historia continuará...
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