Justo antes del final
4:30 pm...
Cuando Chiyo finalmente llegó a una salida del piso donde estaba, se abrió paso a la fuerza y se retiró hacia el exterior, donde casi la arrolló un auto. Mientras chequeaba si había moros en la costa, salió del cuartel general. Había salido cerca de la parte trasera del edificio, donde las otras estructuras que la rodeaban obscurecían su visión de lo que pasaba en las calles. La humana se movió lentamente, asegurándose de dar cada paso con cuidado y chequear sus alrededores, pero rodeó por el lado izquierdo del cuartel para ver qué le aguardaba en la ciudad. Y haciendo honor a las palabras de Mammoth, el mundo exterior no era mucho mejor.
Todo se había vuelto un completo e infernal pandemónium, con los cielos llenos de mecaniloides mientras los que estaban abajo gritaban y corrían por sus vidas.
– ¡Atención, ciudadanos de Abel City! – La voz de Trinity resonó desde la Base Hunter, siendo ahora la única navegadora disponible para enviar este crucial mensaje. – ¡Por favor, mantengan la calma, y diríjanse a un punto de entrada designado! ¡Tendremos a varios reploides para guiarlos en esas áreas a la brevedad, pero les pedimos que por favor se desplacen de manera ordenada!
Chiyo continuó observando el abrumador caos frente a ella, mientras Trinity trataba en vano de guiar a los civiles afuera hacia un lugar seguro. No era que quisiera atacarla, pero Chiyo sabía que la navegadora pelirrosa estaba perdiendo su tiempo. – "Ya es demasiado tarde para que haya algún orden aquí."
Los reploides dirigían a todos hacia una entrada disponible que llevaba al refugio subterráneo. Aun así, la mayor parte de los humanos, o bien los ignoraban, o los estaban usando como medios para adelantarse a todos los demás. Hombres y mujeres corrían desesperadamente hacia la seguridad o en un frenesí de locura, con sus mentes incapaces de comprender totalmente lo que estaba sucediendo. Niños gritaban por sus padres al verse separados en medio del caos. Una niña, en particular, estaba llorando mientras llamaba a su padre para que viniera a salvarla, pero en poco tiempo, sus llantos se apagaron. Chiyo no quería saber si esto fue debido a que la obligaron a moverse en medio de la oleada de gente que buscaba ponerse a salvo, o algo mucho peor y desagradable.
Pero la voz de la niña le recordó algo que no podía creer que se le había olvidado. – Kenichi.... – murmuró en una terrible comprensión. – ¡Fumiko....!
Adentro del cuartel general...
– ¿Todavía no te das cuenta? ¡Agitarte y forcejear no te servirá de nada!
Roll todavía estaba siendo sujetada por Sting Chameleon, mientras Mandrill y Kuwanger observaban. Kuwanger se giró luego de observar a la prisionera por unos momentos, lo que confundió a Mandrill.
– ¿Huh? Espera, ¿a dónde vas? – preguntó el primate metálico.
– Acabo de recibir un mensaje del Comandante. – respondió el escarabajo de pinzas. – Todos los miembros de la Unidad 17 deben reportarse de vuelta en el cuartel.
¿Cuartel? Roll tuvo la extraña sensación de que el bicho gigante no se refería a su ubicación actual.
– Entonces ¿por qué no me llamó en persona? – cuestionó Mandrill a Kuwanger.
– Lo hizo; es sólo que tienes tu sistema de comunicaciones apagado. Y hablando de eso, ¿por qué hiciste algo tan estúpido? Todos tenemos instalado un sistema inalámbrico de comunicaciones.
– Bueno, ¿eso no querrá decir que cualquiera podría escuchar lo que estoy pensando? – volvió a preguntar el simio al escarabajo.
A pesar de la disposición generalmente calmada de Kuwanger, todo mundo se sorprendió de ver el cambio en su expresión. – No puedes hablar en serio, ¿verdad? – le preguntó a Mandrill, que sólo se confundió todavía más ante su pregunta.
– ¿Qué no todos podemos hacer eso? ¿Leer nuestros pensamientos? – replicó Mandrill.
Roll no entendía totalmente lo que estaba sucediendo, pero Sting Chameleon se rio ante la idiotez de Mandrill. – Quienquiera que le haya ajustado el procesador a este debe haberse dormido en el trabajo. – Se rio de nuevo antes de llamar a sus dos camaradas. – ¡Hey, ¿qué hacemos con ella?!
Roll siguió en silencio mientras veía a Kuwanger encogerse de hombros. – Lo que quieras. De todas maneras, ya no le es de utilidad a nadie. – dijo despreocupadamente el escarabajo.
– ¡¿Quién dice?! – gritó Roll, pero el reptil que tenía encima la mantuvo donde estaba.
Kuwanger y Mandrill se marcharon, y Chameleon comenzó a mirarla de arriba abajo, observando cada parte de ella. Como si estuviera tratando de decidir qué era lo que más le gustaba, como si la quisiera para otra cosa que no fuera la muerte. La mirada de la lagartija verde la hacía sentirse asqueada, así que rápidamente apartó esos pensamientos y dejó de preguntarse qué querría con ella.
– ¿Por qué? – preguntó finalmente. – ¿Por qué están haciendo todo esto?
Chameleon sacudió su larga lengua detrás de sí mismo, y Roll evitó mirarlo de frente ya que no soportaba ser vista de una manera tan depravada por la lagartija. – ¿Haciendo qué? ¿Haciéndote esto a ti, o en general? Porque sólo una de las dos puedo respondértela fácilmente.
Roll seguía sin entender del todo lo que estaba diciendo, pero si eso significaba mantenerse con vida por un poco más de tiempo, seguiría hablando. – Empecemos con lo que está sucediendo ahora. ¿Qué sentido tiene bombardear toda la ciudad? ¿Por qué Sigma fue y asesinó al Dr. Fujiwara?
– ¡Diablos, otra vez con ese tipo Fujiwara! – Sting Chameleon rodó sus ojos. – ¡Por como hablan tú y todos los demás, uno creería que era igual de importante que el Presidente! O más bien, en el caso de este país, el Emperador. ¡Jajajajajajaja! Es gracioso cómo ustedes los humanos todavía necesitan un "rey" que los gobierne, incluso aunque los títulos de la realeza ya no significan nada. De nuevo... – aún con lo limitado del movimiento debido a su forma, la boca de Chameleon se curvó en una sonrisa – ... Sigma pronto será mucho más grande que cualquiera de sus líderes mundiales. Y cuando finalmente haya conquistado este mundo para nosotros, nunca más volveremos a necesitar autoridades humanas.
Roll se mordió el labio. Ciertamente, si era honesta, el Dr. Fujiwara no era su persona favorita, pero seguía siendo humano. Aunque no tuviesen un significado espiritual o religioso, las Tres Leyes eran prácticamente sagradas para toda vida mecánica, incluso desde la época donde ella sólo era un robot. Aunque hubiera cambiado de cuerpo, las leyes no lo habían hecho, especialmente la primera. Sin ella, todas las demás no significaban nada. Y de no haberlo visto con sus propios ojos, seguro habría declarado que era imposible.
– Responde a mi pregunta. – Roll trataba de mantener la conversación con el lagarto. – ¿Por qué están haciendo esto?
– ¿Tú no crees que tenemos el derecho de hacerlo?
– ¡No! ¡Por supuesto que no! ¡Las máquinas se supone que deben vivir en armonía con la humanidad! ¡¿Cuál era el propósito de matar a Fujiwara?! ¡¿Cuál es el propósito de todo esto?!
– ¡¿El propósito?! ¡¿Hablas en serio?! – Chameleon volvió a carcajearse. – Si crees que todo lo que Sigma tiene planeado involucraba matar al doctor y bombardear una ciudad, tristemente te equivocas. – Roll pudo ver brevemente un destello de rosa dentro de su boca. – No. Lo que va a pasar aquí es que enviará un mensaje al mundo entero, y a los reploides que todavía creen que pueden seguir coexistiendo con las bolsas de carne. Si me lo preguntas, deberías sentirte agradecida. Nunca más tendrás que ser una mucama, o seguir cuidando de esa mocosa.
Roll trató de levantarse, pero Sting Chameleon la mantuvo cautiva, con la misma mirada hambrienta en sus receptores ópticos.
– Por supuesto... – La mucama dio un respingo, al sentir que la lengua de la lagartija viajaba desde su tobillo izquierdo hasta su rodilla. Y luego, para su shock y disgusto, dicha lengua empezó a toquetear con sus puntas afiladas la parte inferior de su muslo. – Dada tu línea de trabajo, no tendrías mucho lugar en el nuevo mundo de Sigma.
– ¿Q-qué cosa? – Roll comenzó a forcejear más, pero no podía igualar la fuerza de la lagartija. No con ese cuerpo hecho de materiales baratos en el que habitaba, el mismo que el Dr. Fujiwara se limitó a ensamblar y nunca se molestó en mejorarlo. Ya podía sentir algunas de sus partes sucumbiendo a la presión que le aplicaba Sting Chameleon. – ¡E-espera! ¡A-ahh!
Roll comenzó a gritar, sintiendo que el peso del reptil se le hacía demasiado doloroso para soportarlo.
– Oh, ¿qué vas a hacer ahora? ¿Lloriquear para que tu hermanito te salve? – se burló Chameleon. – Mala suerte para ti, él está bien encerrado en la Base de Misiles. Junto con ese otro tipo al que pareces tenerle cariño.
Los ojos turquesas de Roll se abrieron de terror. – ¿Qué pasó con él? – preguntó, con sus circuitos helándose al ver la sonrisa de Chameleon. – ¡Si le hacen algo, te juro que-GAH! – Se detuvo bruscamente al sentir que le aplastaban las muñecas.
– ¡Oh cállate, él está bien! – dijo el lagarto sacudiendo su cresta. – Sigma no planea dejarlos que se desperdicien. Ellos son cruciales para rehacer este planeta. – Se acercó más a su cautiva, con su cuerno facial a pocos centímetros del puente de la nariz de ella. – De hecho, deberías preocuparte más por ti misma.
El agarre sobre sus muñecas se hizo más fuerte, y el metal color marfil comenzaba a doblarse hacia adentro. Su mirada ahora parecía inescapable.
– Vendo que ya no tienes una razón para existir, básicamente estás libre para que cualquiera de nosotros haga lo que quiera contigo. Y resulta que se me acaba de ocurrir una forma en la que puedes ser útil después de todo.
Base de misiles...
Bueno, esto era grandioso. En ese momento estaba de pie frente al monitor dañado, que mostraba a los mecaniloides haciendo de las suyas en las calles y los cielos.
– Lo sabía. Le advertí que era un error mantenerlos con vida. – gruñó Vile. Luego azotó con fuerza ambos puños sobre el teclado, desencajando algunas de las teclas fuera de sus lugares. – ¡Ese idiota acaba de darles a dos de nuestras mayores amenazas la oportunidad de escapar!
Entretanto, A-1 estaba escondiéndose fuera de la vista del ex-Hunter, pero no dejaba de escuchar todo lo que decía. – "X, más te vale que estés fuera del área para este momento, de lo contrario..."
Vile se quedó en silencio, con los ojos ocultos bajo la sombra de su casco mientras observaba el caos que tomaba lugar en Abel City. Podía entender por qué Sigma utilizó los huecos legales para hacer esto posible, y también podía entender su razonamiento al haber matado a Fujiwara, ya que ambos, humanos y reploides, necesitaban ver los resultados de cualquier intento de resistencia. Pero se quedó lívido ante el hecho de dejar vivi Zero, y darles a los habitantes de la ciudad tiempo para buscar refugio. Vile le dijo a Sigma que esos eran errores, pero sus advertencias no fueron atendidas. Y aunque el destino de la ciudad ya estaba sellado, había demasiados cabos sueltos por atar.
A-1 continuó observando a Vile, esperando a medias que este tratara de buscar al navegador. Pero para su sorpresa y confusión, el reploide violeta se salió de la habitación por completo. A-1 finalmente abandonó su escondite y se quedó pensando en lo que haría a continuación. ¿Qué estaba tramando Vile? Más todavía, ¿a quiénes involucraba?
A poca distancia de allí, Vile contemplaba cómo las cosas estaban resultando y, en su mente, descubrió que había varios problemas en el plan de su ex-comandante. Especialmente su insistencia de mantener con vida a X. Con Zero, Vile podía entenderlo, ya que podría ser un aliado valioso, aunque Vile supiera que en el fondo el Hunter rojo nunca les seguiría el juego. ¿Pero X? De todos los Hunters, ¿por qué él?
Fue entonces que se acordó de lo que Sigma le había contado en relación a X, justo cuando él y el Cuarteto Skull fueron liberados del Centro de Detención.
...
Cuando la hoja del sable descendió, Vile medio se esperaba ser cortado a la mitad o decapitado por lo menos. Pero entonces vio que sus esposas habían sido cortadas, dejándolas inútiles. El reploide miró al líder Hunter, preguntándose qué había pasado. ¿Dónde estaban los guardias? ¿Por qué se fueron las luces? ¿Y por qué el generador de apoyo no se había activado para mantener la energía andando?
– Hey, ¿ese no es el mandamás de los Hunters? – Vile escuchó preguntar a uno de los del Cuarteto Skull.
Para sorpresa de Vile, Sigma le respondió. – De ustedes me encargaré a su debido tiempo. Pero primero, necesito hablar con uno de mis hombres. – dijo con voz calmada, antes de girarse hacia Vile. – O más bien, con mi segundo al mando.
Su recepción de audio estaba funcionando perfectamente, pero Vile no podía creer lo que estaba escuchando a pesar de eso. – ¿Discúlpame?
– Necesito de tu asistencia. – le dijo Sigma. – Y tal vez la de tus nuevos amigos.
Vile se quedó callado por unos momentos, todavía intentando procesar la situación en la que se encontraba ahora. – ¿Asistencia con qué?
Fue entonces que Sigma sonrió, lo que le dijo a Vile que, fuera lo que fuera que tenía en mente, el reploide violeta no estaría preparado para lo que iba a escuchar.
– Necesito que me ayudes a lidiar con X.
...
Ya había estado aquí recientemente, ya que después de hacerse cargo del Cuarteto Skull, Sigma y Fujiwara habían reubicado sus reuniones en la Base de Misiles. Pero Vile no había tenido oportunidad de explorar el lugar, así que el diseño del lugar se le hacía relativamente nuevo. Ciertamente, su CPU había recibido la descarga del mapa en sus bancos de memoria, pero todavía no había visto en persona algunas de las secciones. Por tanto, aunque sabía que se dirigía al almacén de armas, Vile todavía no tenía idea de qué clase de armas encontraría adentro.
Aunque, tras abrir la puerta con el código de acceso que Sigma le dio, el ex-Hunter podía ver lo que había adentro esperándole, mientras continuaba recordando.
...
Ahora empezaba a dudar de si su procesador estaba fallando o no. – ¿Lo dices en serio?
– Nunca he hablado más en serio. – dijo Sigma. – Me temo que él podría ser un obstáculo en el progreso y futuro de nuestra especie.
Vile estaba perplejo. – ¿De qué hablas?
– Hablo de crear un nuevo mundo. – respondió Sigma. – Un mundo para nosotros, sin las restricciones de las leyes que la humanidad impuso sobre nosotros, donde ascenderemos al lugar que la evolución nos ha otorgado para progresar.
Vile no quiso hablar al principio. Pero finalmente estalló en carcajadas.
– ¡No puedes hablar en serio! ¿Qué clase de tontería es esta? ¡Entonces, ¿lo que estás diciendo es que quieres apoderarte del mundo?!
Vile no estaba hablando en serio, así que nada podría haberlo preparado para el silencio de Sigma.
– Tú... sí estás hablando en serio, ¿verdad?
Sigma simplemente asintió. – Podemos discutir los detalles más tarde. – El líder Hunter observó a su alrededor, en busca de cualquier señal del personal del Centro de Detención. – Por ahora, todos ustedes vendrán conmigo.
– ¿Todos? – cuestionó Vile.
– Sí. – respondió Sigma, girándose hacia las celdas que contenían a los hackers que habían trabajado con él. – Todos.
...
Y fue así como Vile pasó de ser un exterminador de Mavericks a convertirse en uno de ellos, aunque sólo bajo la clasificación que designaron los humanos.
Observó el contenido que había en la enorme habitación, evaluando todo lo que había almacenado en ese lugar. Hasta ahora, no había nada más allá de algunas partes de repuesto y equipamiento de carga. Pero fue entonces que Vile vio algo bastante interesante.
Ante él había una fila de Ride Armors, cuerpos mecánicos que podían ser manipulados por el que los pilotaba. Sus ojos rojos observaron con cautela, decidiendo cuál se veía en mejor condición en la selección que había disponible.
...
– Ok, entonces dices que necesitas mi ayuda con X. – repitió Vile, a lo que Sigma simplemente asintió. – ¿Por qué? ¿De qué hay que preocuparse? Por lo que sé, deberías estar más preocupado por sujetos como Eagle o Zero.
– También tengo planes para ellos. Pero ellos son amenazas para las que estoy preparado. – respondió Sigma, antes de hacer una pausa. – Es X de quien debo tener cuidado.
Vile no podía entenderlo. – No tiene sentido. Lo has visto en acción; ¡es un pelmazo! ¿Qué clase de amenaza podría representar?
Sigma se mordió su labio. Aún con la oscuridad que llenaba todo el bloque, Vile podía notar que, para su sorpresa, su antiguo comandante se veía algo nervioso. – Estás en lo correcto respecto a algunas cosas con respecto a él. Sin embargo, estos defectos residen dentro de X y sólo dentro de X. Es por eso que tenemos que tener cuidado.
Vile todavía seguía sin entender. – ¿De qué estás hablando? ¿Crees que un cobarde de mierda que no deja de preocuparse es una amenaza para ti? ¿Para cualquiera?
– Puede que no signifique nada para ti, pero las notas del Dr. Light fueron muy claras. Cualquiera que sea el camino que elija, a favor o en contra de nosotros, no habrá fuerza en este mundo que sea capaz de detenerlo. – dijo Sigma, para luego dirigir la mirada hacia Vile. – Su potencial de ser un gran aliado o un enemigo es ilimitado. Así, pase lo que pase, debemos estar preparados.
Vile se tomó un momento para procesar todo lo que había escuchado. Nada de ello tenía sentido, pero sabía lo suficiente como para entender que el líder de los Maverick Hunters acababa de confesarle que se había vuelto Maverick. De no ser así, ¿para qué iba a molestarse en liberar a Vile en absoluto?
Aunque todavía quedaba algo que Vile quería saber. – Aunque todo eso sea cierto, ¿para qué me quieres a mí?
Sigma sonrió, como si se esperara que Vile hiciera esa pregunta. – Necesito a alguien dispuesto a volverse Maverick por voluntad propia.
...
– "Maverick por voluntad propia..."
Vile recitó esta declaración en su mente mientras salía de la Base de Misiles, en el asiento de una Ride Armor de color azul y dorado, mientras la nave que lo trajo aquí flotaba sobre el suelo. Miró hacia el camino que lo trajo hasta este lugar.
El mismo camino por el cuál, acorde con A-1, X había seguido hacía rato para llegar hasta la ciudad.
– Lo siento, mi querido Comandante. – dijo el ex-Hunter, observando con sus ojos rojos ocultos en sombras la metrópolis en la distancia sobre esa pequeña isla artificial. – Pero si alguien va a cambiar el futuro, seré yo.
Base Hunter en Abel City...
De la nada, Sting Chameleon sintió un toque en el hombro. Antes de poder preguntar quién era, o decirle que lo dejaran en paz ya que estaba ocupado...
*¡SMASH!*
Un puño blanco le vino encima y destrozó el receptor óptico rojo del lagarto. El metal plateado se agrietó y se dobló por la fuerza, mientras trozos del vidrio salían volando fuera de él.
– ¡MI OJO! – chilló Chameleon al caer al lado izquierdo de Roll, sujetándose el horriblemente dañado ojo.
Roll ni siquiera tuvo oportunidad de ver quién la salvó, antes de ser agarrada de la mano y puesta de pie de un tirón. Al incorporarse, vio que su salvador era alguien que jamás habría sospechado.
– ¡Vamos! ¡Deprisa! – ordenó Zero, arrastrando a Roll mientras corría. Se vio forzada a seguirlo debido a su fuerza superior. – ¡Acabamos de recuperar el control del Cuartel General! ¡Ahora tenemos que llegar al refugio subterráneo!
– Pero... – Roll quiso protestar, hacer que Zero se detuviera por un segundo. – ¡Pero no puedo hacer eso! ¡Chiyo todavía está allá afuera!
– Firefly me dijo que logró salir. – respondió Zero. – ¡Ya debe haber llegado a un refugio a estas alturas!
– ¡¿Y qué hay de X?! – Roll continuó presionando a Zero mientras corrían. – ¡¿Dónde está él?!
– ¡No te preocupes por él! ¡Está en un lugar más seguro que cualquiera de nosotros! – le dijo Zero. En eso, ambos vieron a Firefly en la distancia, y se acercaron a él. – ¿Cuál es la situación actual?
El Hunter rojo habló con un tono que sonaba muy extrañamente formal, y Roll pensaba que sonaba como si Zero fuese el oficial superior de Firefly.
– La buena noticia es que la mayor parte de la población humana logró llegar al refugio. – informó Firefly. – Logramos asegurar el control total del cuartel general, aunque mayormente eso se debe a que casi todos los Mavericks se están retirando.
– Hasta ellos saben lo que viene. – dijo el Hunter de cabello largo. Mentalmente quiso resoplar, eran unos malditos cobardes. Dudó antes de hacer la siguiente pregunta, pero era algo que necesitaba saber. – ¿Cuántos de nosotros quedamos?
Firefly se quedó callado por un momento, pero sabía que tendría que responder eventualmente. El tiempo ya no estaba de su lado, y quizás nunca lo estuvo. Tal vez todo esto fuese inevitable.
– Los suficientes como para que quepamos todos. – dijo después de pensarlo un rato. – Si me lo preguntas, creo que somos minoría, comparando con los números humanos.
Zero no respondió al principio, pero las noticias no le cayeron bien. – Ya después podremos contabilizar nuestras bajas. Por ahora, tenemos que poner a todos a salvo.
Fue entonces que Firefly dirigió su atención hacia Roll. – Sé que tal vez no sea el momento apropiado, pero ¿has visto a Ai?
Roll desvió la mirada, temiendo darle falsas esperanzas de manera involuntaria. – Estaba con nosotras cuando tratábamos de evacuar inicialmente. Pero nos persiguió esa asquerosa lagartija. – Siseó de rabia al decir la última parte, haciendo una mueca ante la memoria de Sting Chameleon situado encima de ella.
– ¿Ella está...?
Roll suspiró. – Lo siento, no lo sé.
– ¿Todavía sigue allí? – le preguntó Zero a Roll.
– Hasta donde sé. – admitió Roll. – Pero más allá de eso, no podría decirlo.
Zero la miró, al parecer sopesando sus opciones de qué hacer. Luego se giró hacia Firefly. – Yo me haré cargo por ahora. Tú adelántate y ve a buscar a Ai.
– ¿Qué? – Firefly se sorprendió de escuchar esto. – Pero...
– Trinity tiene que reunir a todos para poder bajar al refugio, y tal vez necesite ayuda. – dijo Zero. – Además, alguien tiene que asegurarse por si todavía quedan Mavericks rondando por aquí.
Firefly se quedó en silencio por un rato, antes de darle a Zero una sonrisa de gratitud, y asintió. – Claro. – Luego le echó una última mirada a Roll antes de marcharse. – Gracias.
Luego de que Firefly se marchó, Zero estaba a punto de llevarse a Roll donde Trinity estaba dirigiendo a todos, pero entonces recibió una llamada proveniente desde la Base de Misiles que lo atrapó con la guardia baja.
– ¿Qué diablos...?
– ¿Qué sucede? – preguntó Roll.
Zero no le respondió, optando por recibir el mensaje que provenía desde la base. – X, este no es un... – habló, sólo para sorprenderse de que no estaba hablando con el reploide azul – ¿A-1? ¿Qué está pasando? ¿Dónde está X?"
– "Eso quisiera yo saber." – pensó Roll, pero no lo dijo en voz alta. Siguió escuchando la conversación aunque sólo pudiera oír el lado de Zero.
Y entonces, cuando todo se quedó en silencio, la voz de Zero lo rompió totalmente. – ¿Vile está dónde?
Su voz sonaba conmocionada, y aunque Roll no lo diría en voz alta, también muy preocupada.
– ¡¿ESTÁ DÓNDE?!
5:03 pm, Abel City...
El sol había comenzado a descender en el cielo, pintando el horizonte de varios tonos amarillos y magentas, con algunos trazos de un ligero malva. La gran estrella que daba calor alplaneta aparentaba ser una esfera brillante de color rojo naranja, que lentamente se iba poniendo en calma tranquila mientras el mundo al que brindaba su luz estaba en completo caos. Pese a los esfuerzos de aquellos que buscaban mantener algún nivel de control y estabilidad, de alguna manera todos, tanto hombre como máquina, sabían que estaban condenados. Sigma había considerado todo y se aseguró de tomar medidas para destruir cualquier medio de escape. Por su decreto, nadie saldría de la isla artificial, no con vida, al menos.
No había sido su intención meterse en este predicamento. Aun así, en su búsqueda por Fumiko y Kenichi, Chiyo navegó por la ruta que llevaba fuera del eje central de la ciudad y se encontró viajando por una larga carretera, agarrándose de un lado para evitar tanto a los humanos como a los vehículos que trataban de escapar. Los rieles por donde viajaban las unidades de transporte habían sido completamente demolidos, dejando a muchos de los que habían venido a Abel City varados. Pero para aquellos que habían conducido sus vehículos hasta aquí, todavía estaban seguros de tener una oportunidad de pelear. Docenas de humanos saltaron sobre su medio de transporte y sin perder tiempo bajaron por los caminos que conectaban Abel City y Arcadia.
Sin embargo, al darse cuenta de esta pequeña esperanza, varios intentaron quitarles los vehículos a sus dueños, empezando forcejeos cada vez más violentos, y los humanos se atacaban unos aotros por apropiarse de un medio de escape.
Chiyo trataba de mantener tanta distancia como fuera posible de los disturbios y la violencia, con los ojos muy abiertos por cualquier señal de una chica de su edad con un hermano mucho más pequeño. Intentó llamar a Fumiko varias veces, pero todavía no recibía respuesta. Las teorías de por qué sucedía esto inundaban su mente, muchas de las cuales involucraban la posibilidad de muerte. Y aunque la preocupación por otros no disminuía, fue esa realización que la hizo entender que bien podría estar viviendo sus últimos momentos. Esto hizo que cada gota de sangre que fluía por su cuerpo se helara, y el único sonido que podía escuchar era el latido acelerado de su corazón. Las palabras y todo lo demás parecían ser ahogados por un omnipresente y rítmico latido que le indicaba a Chiyo que, al menos por ahora, seguía con vida.
No estaba segura de cuánto tiempo habría estado navegando por ese camino sobre el Mar de las Filipinas, pero en un momento de claridad donde su corazón latiendo no bloqueaba todo a su alrededor, escuchó el grito de "¡La carretera! ¡Están bajando por la carretera!". Y entonces, el mar de gente que se quedó atrás se dispersó, descendiendo por los caminos bifurcados que llevaban hacia las afueras de la ciudad.
Con poco más que pudiera hacer, siguió al grupo que sintió que sería mejor y viajó con ellos, pero se quedó mayormente a un lado, deslizándose por la barandilla que evitaba que cayera hacia el agua de abajo. Los vehículos que habían pasado ya estaban fuera de vista, pero entre más avanzaban, más alivio sentían todos de ver que todavía quedaba un camino por el cual viajar. Si cualquiera había podido llegar conduciendo hasta este punto, tal vez habría podido cruzar hasta el otro lado.
Esta esperanza continuó empujando a todos hacia adelante; por un tiempo, parecía improbable que el impacto de los misiles fuese a fallarlos del todo; y tal vez podrían alejarse lo suficiente hasta llegar a un punto donde no sería fatal. No podían cubrir tanta distancia como los que fueron suficientemente afortunados para coger un vehículo, pero lo intentaban.
Chiyo una vez más llamó al número de Fumiko, sólo para no recibir respuesta. Maldijo en silencio, pero sabía que no podía hacer nada por ellos. La carretera por donde viajaba supuestamente llevaba hacia los límites de la ciudad, pero si llevaba o no fuera de la ciudad, nadie lo sabía. De cualquier manera, aunque llegar hasta Arcadia era el desenlace deseado, salir del camino de los misiles era el objetivo principal. El grupo de humanos estaba demasiado lejos de cualquier entrada a los refugios, así que no había más opción que seguir adelante.
Aun así, Chiyo se preguntaba, asumiendo que alguien llegara hasta la tierra principal, ¿qué haría después? Mejor todavía, ¿se les permitiría entrar en Arcadia en absoluto? Lo que Sigma había hecho con su padre demostraba lo que le sucedería a cualquiera que se le opusiera, fuese humano o no, así que ¿quién le decía que no trataría de tomar su intento de escape como una acción en su contra?
Todas esas preguntas y más nublaban la mente de Chiyo constantemente, y la joven adolescente se debatía entre aceptar si esta era o no su realidad actual. Si su vida y las de los demás realmente estaban o no en en las manos de un Maverick.
– ¿Qué son esos? – escuchó a alguien gritar, obviamente en pánico.
Viniendo hacia la pequeña banda de humanos venía desde arriba un grupo de tres mecaniloides voladores, cuyas aspas rotantes los mantenían en el aire mientras un par de sensores ópticos azules vigilaban el entorno. Tenían una coraza amarilla que protegía un domo violeta lleno de circuitos, y un par de receptores auditivos en ambos lados les alertaban de cualquier ruido. Pero su rasgo más notable era la sección inferior, la cual los humanos presintieron que las máquinas planeaban usar para infligir destrucción.
Como si un interruptor se encendiera, pasaron de estar en espera a activos, y las secciones llenas de picos de los mecaniloides se dejaron caer, destruyendo el único suelo sobre el que los humanos podrían haber usado. No había nada más debajo que millas y millas de puro océano.
Sin que ninguno de ellos lo supiera, sin embargo, más allá del paso superior, aquellos que tuvieron la suerte de obtener un vehículo pronto descubrieron que ni así estarían a salvo. Varios de esos mismos mecaniloides fueron tras ellos de la misma forma que con los otros. Trozos enteros de la carretera fueron destrozados, causando que las ruedas se atascaran en las grietas. Y algunos conductores se vieron obligados a abandonar sus vehículos cuando los Crushers dejaban caer la pesa que les daba el nombre llena de picos, doblando y destruyendo sus transportes debajo de su fuerza. Cualquier salida hacia la tierra principal había sido cortada.
Pero había un cierto y solitario reploide azul que no estaba intentando salir. En vez de eso, estaba tratando de entrar.
Esta historia continuará...
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