Irrumpiendo dentro y fuera


Aún con el Maverick verde y más grande que ellos en la habitación, Trinity y Ai continuaron con su trabajo. Estaban tan cerca que sólo les faltaban unos segundos para desmantelar los seguros. La reploide médica sacó un taser para mantener a Sting Chameleon a raya. Trinity y Ai comenzaron a desbloquear las entradas y salidas, y Roll retrocedió alejándose del lagarto, manteniendo cerca a Chiyo. Entretanto, el reptil mecánico tenía su ojo rojo centrado en ellos. Se movía de arriba abajo, registrando cada detalle que captaba.

– Hmmm. – Chameleon comenzó a lamerse los labios con su larga lengua. – Sí, tú me servirás.

– ¿Servirte? ¿Para qué? – Lo que fuera que quería decir, a Roll no le gustaba ni un poco.

Chameleon dio un paso al frente, quitando del camino a la médica y aproximándose a Roll. La lengua del reptil atrapó a Chiyo por el brazo, y de un tirón levantó a la humana del suelo.

– ¡Suéltala! – gritó Roll, empezando a golpear el cuerpo más grande del reptil.

– Oh, relájate. Estará mejor muerta de todos modos. – se burló Chameleon antes de lanzar a Chiyo a un lado, y su prototipo cayó haciendo ruido a varios metros de ella. Entonces miró la humana, que estaba encogida por el dolor del impacto. – Y si sabes lo que es bueno para ti, ¡más vale que consideres la oferta del Comandante Sigma! Asumiendo que todavía haya tiempo de que cambies de opinión.

– No... no puedes hablar en serio. – dijo la médica. – Estás hablando de romper las leyes...

– ¡Las Leyes ya no existen! ¡Podemos hacer lo que queramos! – gritó Sting Chameleon, y luego miró a Chiyo. – Lo que sea...

La humana vio su invento y trató de cogerlo de inmediato, pero Chameleon atacó con su enorme cola.

– ¡Cuidado! – gritó la médica, saltando enfrente de Chiyo. La reploide de cabello castaño y corto con armadura verde sintió cómo la punta le perforaba la espalda, y fue entonces que se dio cuenta de lo que Chameleon estaba a punto de hacer. – ¡Al suelo!

Ante la orden, Chiyo se tiró al piso a pocos momentos de que tres rayos láser salieran disparados de la cola de Chameleon. La médica salió disparada de frente, estrellándose contra la pared antes de aterrizar con un golpe seco en el suelo.

La médica todavía seguía funcionando, pero el Chameleon Sting disparado por el reptil había causado un daño considerable debido a la proximidad de impacto. El lagarto verde volvió a mirar a Chiyo, pero a diferencia de la vez anterior parecía estarla viendo con algo de interés.

– No, es demasiado pronto para eso. – murmuró Sting Chameleon. – Necesitaré más práctica antes de llegar a ese nivel. Hablando de eso... – se relamió los labios, y giró su vista hacia Roll.

La mucama se sintió muy incómoda ante la mirada del reptil. Lo detestaba, y sabía que Ai también, pero ni ella ni Trinity podían detenerse. A pesar de que habían logrado introducirse en el sistema de seguridad del cuartel general, ahora venía el proceso de desbloquear manualmente cualquier ruta de escape potencial. Por ahora, no podían hacer otra cosa que depender de la médica y Roll para mantener a Chameleon distraído, aunque fuese sólo por un rato más.

– ¿Por qué? – preguntó Roll.

- ¿Por qué qué? – respondió Chameleon. – ¿Por qué estamos haciendo esto? ¿Por qué el Comandante Sigma decidió iniciar una campaña contra la humanidad? – Volteó a ver a Chiyo. – ¿Por qué decidió convertir a su papito querido en una brocheta?

La humana no dijo nada, pero se aferró con fuerza a su pistola prototipo. Chameleon volvió a dirigir su atención hacia Roll.

– ¿No escuchaste lo que dijo el Comandante? ¡Dijo que estamos creando un nuevo mundo! – Otra vez miró a Chiyo. – ¡Un mundo donde ustedes ya no estarán en la cima...!

Lanzó otra ronda de proyectiles de su cola, sonriendo al ver que la médica volvía a recibir los disparos por la humana. La reploide cayó al suelo, echando chispas de las áreas donde los lásers la golpearon.

– ¡Basta! – gritó Chiyo. – ¡Ya recibió suficiente!

– ¿Es que no te preocupas al menos un poco por tu propia vida? Además, tu padre siempre decía que nunca te gustó mucho su trabajo, ¿no es verdad? – cuestionó Sting Chameleon.

Chiyo se quedó en silencio, y sus ojos oscuros se fijaron en la reploide médica dañada. Aunque no hubiera sangre, la humana podía ver que la forma de vida robótica también era capaz de sentir dolor. El reptil se rio.

– Oh, confía en mí. Si supieras lo que se avecina, querrías que acabe con tu existencia aquí y ahora. – Se giró hacia las otras tres reploides presentes, y caminó hacia Roll. – Pero ustedes no tienen por qué compartir su mismo destino. Les diré qué, si vienen conmigo, veremos si Sigma está interesado en tener otra mascota. Ese viejo no vivirá para siempre, después de todo.

Los ojos verde-azulados de Roll se ensancharon. – ¿Estás hablando del Dr. Cain? – Chameleon no le respondió, pero su silencio era toda la respuesta que necesitaba. – ¡¿En dónde está?!

– En unas pocas horas, será uno de los pocos humanos que quedarán con vida. – dijo Chameleon, y luego señaló a Trinity. – Incluso aunque logres abrir el camino hacia el subterráneo.

Fue entonces que hizo su movimiento. Con un grito de "¡YAH!" agitó su cola en dirección de la navegadora, pero en lugar de atravesar a la reploide, golpeó la máquina en la que estaba trabajando. El monitor fue atravesado, rompiendo en pedazos la pantalla, y la imagen presentada desapareció.

Y entonces, agarró a la androide pelirrosa, pero alguien se interpuso. Ai saltó fuera de su silla y se lanzó hacia Trinity, alejándola de Chameleon.

– ¡Hey, niña! ¡Pásame aquella pistola! – le gritó a Chiyo, señalando el arma que yacía al lado del Hunter muerto.

Chiyo la agarró y la lanzó, pero la cola bífida del reptil la alejó. Ante esto, le lanzó su prototipo a Ai Ai, dejando a Chameleon perplejo de lo que era. Había asumido que sólo se trataba de un juguete.

– ¿Qué es esta cosa? – preguntó la navegadora rubia.

– ¡Sólo jala el gatillo! – respondió Chiyo.

Chameleon miró a Ai, que hizo lo que le dijeron, pero en lugar de un rayo láser, un pico afilado salió disparado. Esto confundió al reploide reptiliano, pero al parecer hizo su trabajo al atravesarle el hombro. Sin embargo, no hizo más que causar daño superficial, ya que, aunque el pico había dado en el blanco Ai no se encontraba lo suficientemente cerca para tener efecto. En respuesta, Chameleon apuntó con su cola a la todavía sentada Trinity. Ai agarró a la reploide pelirroja, y ambas cayeron al suelo, haciendo que la cola golpeara el área donde Trinity estaba trabajando.

Esto resultó ser precisamente lo que necesitaban.

El procesador central había resultado dañado, pero junto con eso se desbloquearon todos los medios posibles de escape.

– ¡Muévanse! – gritó Ai al ver esto.

Todos quienes todavía seguían funcionando corrieron hacia el elevador, aunque Roll tuvo que recoger a Chiyo antes de marcharse. El grupo de dos navegadoras, una mucama y una humana se metió al elevador, pero Ai de inmediato volvió a salir.

– ¿Qué estás haciendo? – cuestionó Trinity.

– ¡Chameleon ya sabe a dónde vamos, así que nos seguirá! – dijo la reploide de armadura roja. – Alguien tendrá que quedarse atrás para ocuparse de él. Sin mencionar abrir los caminos hacia el refugio. – Miró a Chiyo, y suspiró. – Lo siento, pero necesitaré esto. Te prometo que te lo devolveré.

– Pero Ai... – quiso protestar Trinity, pero la puerta del elevador se cerró, llevándose a las otras tres hacia arriba mientras Ai se quedaba atrás.

La navegadora cerró los ojos y se giró para encarar a Chameleon. Apuntó el arma prototipo hacia el lagarto verde y murmuró: – Tú eres un modelo más avanzado que yo. Por favor cuida de A-1.

Base de misiles, 2:30 pm...

– ¿Por qué no simplemente lo haces?

X se giró para ver a A-1 de pie detrás de él. – Se supone que deberías estar colocando bloqueos para interrumpir la señal que lanzará los misiles, ¿o no? – cuestionó el Hunter azul. Desde que Zero y Firefly se habían ido, X se había asignado a sí mismo vigilar el exterior, mientras el pequeño navegador trabajaba adentro.

– Voy tan rápido como puedo. – dijo A-1. – Pero puedo notar que tú no deseas estar aquí.

– No se trata de eso. – dijo X. – Zero tiene razón; alguien tiene que estar aquí para asegurarse de que los misiles no puedan ser lanzados.

– Yo nunca dije que no iban a ser lanzados. – replicó A-1. – Dije que podría interferir y bloquear la señal, pero tendré que prepararme para ello, ya que dudo que el Comandante se detenga después de un solo intento.

– No. – X negó con la cabeza. – No es nuestro Comandante. Ya no.

A-1 miró hacia el suelo, y sus orejas cayeron hacia adelante ligeramente. – Sí, tienes razón. Pero si es así, por eso mismo tú, de todos los reploides, deberías estar allá afuera. – argumentó el pequeño navegador. – Sigma los mantuvo a ti y a Zero vivos por una razón, ¿sabes?

– ¿Para poder reclutarnos? – dijo X, aunque ya sabía la respuesta.

– Exacto. – A-1 asintió. – Y es la misma razón por la que dejó salir a Vile. Probablemente quiere a aquellos que son capaces de volverse Mavericks a voluntad.

– ¿Mavericks a voluntad? – cuestionó X. – Es lo que no entiendo. ¿Qué razón tendría alguien para volverse Maverick por voluntad propia?

– Acorde a lo que dijo Sigma, muchas. Aunque tú y Zero sean sus enemigos en este momento, él los quiere vivos porque ve algo en ustedes dos. – respondió A-1, y luego señaló a X. – Especialmente en ti.

X se puso a reflexionar en esto, recordando todo lo que había sucedido hasta ese punto. En efecto, no había razón lógica para que Sigma quisiera mantenerlo vivo. Con Zero, podía entenderlo, si bien que el Hunter rojo jamás se uniría a la causa de Sigma, y X todavía se sentía inmensamente culpable por ese breve momento de duda. Si hubiese actuado, ¿podría haber prevenido todo esto?

Al pensar en ello, X se dio cuenta que Sigma tenía razón. – "Me puso a prueba, y la fallé."

– Ve. – escuchó el Hunter azul decir a A-1. – Los otros en la ciudad te necesitan más.

No era que X tuviera reservas sobre ir, pero al mismo tiempo... – Zero nos dijo que nos quedáramos aquí, ¿recuerdas?

– Sí, ¿pero acaso es tu superior? ¿Crees que te dijo que te quedaras aquí porque está enfadado contigo? – preguntó A-1. X evitó la mirada, pero era obvio que no era por eso. – Si así fuera, no le importaría a dónde vas. Pero te dijo explícitamente que esperaras aquí. – A-1 sonrió. – No quiere que estés cerca de donde ocurrirá el peligro.

Los ojos de X se ensancharon. Sí, pensándolo ahora, tenía mucho más sentido.

– Ve. Todas las amenazas en la base ya están controladas. Yo estaré bien.

X asintió, girándose para ver Abel City en la distancia. El Hunter azul sabía que lo necesitaban en otra parte a pesar de las órdenes de Zero y su preocupación por la seguridad de A-1.

– Espera. – dijo X. – ¡Las Ride Chasers!

– Oh, sí. – dijo A-1 al darse cuenta. – Creo que tendrás que ir a pie.

Por mucho que odiara aceptarlo, X sabía que no había otra forma de llegar a la ciudad. – ¿Seguro que estarás bien? – preguntó.

– ¡Sí, sí! ¡Sólo vete, cada momento cuenta!

– Claro. – Y con eso, X echó a correr, alejándose cada vez más de A-1.

El navegador observó cómo el Hunter azul se hacía más y más pequeño a medida que se alejaba. – Necesitará tu ayuda. Y aunque no quieras admitirlo, ya sabes que todos necesitaremos de ti.

Cuartel general de Abel City...

El elevador finalmente se detuvo, y los tres ocupantes desembarcaron luego de su paseo.

– De acuerdo. – dijo Trinity. – La salida de emergencia más cercana no está demasiado kejos de aquí. ¡Síganme!

– ¡Espera! – dijo Chiyo alzando la voz. – ¡¿Qué pasará con la otra chica?!

– ¿La otra chica? ¿Te refieres a Ai? – preguntó Trinity. Fue entonces que Chiyo se dio cuenta que se estaba dirigiendo a Ai en términos humanos. – Ya no podemos hacer nada respecto a tu herramienta en este momento. Tenemos que...

– ¡No, no me refería a eso! – protestó Chiyo. – Ella todavía está allá abajo, y...

– ¡Y no hay nada que podamos hacer al respecto! – interrumpió Trinity, cuyo semblante usualmente calmado finalmente se quebró ante todo lo que sucedía. – En este momento, no tenemos garantías de nada. Ustedes dos todavía tienen suerte de estar vivas. Y por desgracia... – suspiró – ...ahora es cada quién por su cuenta.

– Pero... – Chiyo trató de discutir, pero terminó por aceptar que sería inútil.

Trinity llevó a Roll y a su protegida humana a través de los corredores del piso, intentando moverse con ligereza pero rápido. Después de un rato de estar escurriéndose fuera de la vista, Roll finalmente decidió hablar. – Ai dijo algo acerca de un refugio. ¿Qué era?

– ¿No sabes lo que es un refugio? – preguntó Trinity.

– Por supuesto que sé lo que es un refugio. – espetó Roll, sintiéndose algo insultada. – Lo que estoy preguntando es cómo concierne a la ciudad.

– En esencia, es un lugar de emergencia diseñado para soportar un ataque masivo. – explicó Trinity. – Como el que Sigma está planeando llevar a cabo al atardecer.

Roll se mordió el labio. – ¿Pueden detenerlo?

Trinity sacudió su cabeza. – Aunque fuera posible, dudo mucho que hiciera algún bien. Lo más importante ahora es dirigir a la población bajo tierra. – Miró atrás a Roll y Chiyo, y luego hacia el pasillo por donde estaban bajando. – Este no es un lugar seguro para ustedes, pero no puedo garantizarles lo que encontrarán afuera.

En efecto, ni Roll ni Chiyo sabían lo que les esperaba en las calles de la ciudad, pero presentían que también tendría sus peligros. – ¿Y qué vas a hacer tú? – preguntó la reploide rubia.

– Necesito llegar a la Torre de Telecomunicaciones y dirigir a la población hacia las entradas del refugio. – respondió Trinity. – Tienes que llevarte a la hija de Fujiwara y dirigirte a una de ellas.

– Eso es gracioso. – dijo una voz de repente, y antes que nadie pudiera decir nada, Roll sintió que le tiraban del tobillo y la alzaban del suelo. – ¡Considerando que no es mucho mejor afuera que aquí dentro!

Una larga cola verde se volvió visible, enrollada alrededor de la pierna de Roll. En ese momento, Boomerang Kuwanger y Spark Mandrill aparecieron desde ambas esquinas, rodeándolas a las tres.

– ¡Corran! – gritó Roll. – ¡Váyanse de aquí las dos!

– Pero... – Chiyo comenzó a protestar, pero sintió cómo Trinity le agarraba de la muñeca. – ¡Roll!

No hubo tiempo para quejarse, ya que la arrastraron dejando atrás a la reploide rubia, en las garras de tres figuras cuyas intenciones no eran sino malvadas.

En la Base de Misiles...

Tratar de detener lo que venía, era mucho más fácil decirlo que hacerlo. Y aunque A-1 no podía culpar a X, Zero o Firefly, ninguno de ellos parecía entender lo que había que hacer para detener los misiles. Para empezar, aunque podría insertar un firewall para bloquear la orden de lanzamiento, no había garantía de qué tan efectivo podría ser. Después de todo, nadie sabía precisamente cómo Sigma iba a lanzar los misiles, dejándolo sin más que hacer que teorizar cada escenario que tendría que contrarrestar. Ciertamente podría hacer bloqueos o colocar interferencias para cualquier señal entrante, pero tendría que estar listo en ese preciso segundo para ocuparse de él.

Pero, a pesar de los esfuerzos de todos los demás, sospechaba que, de una manera u otra, todos esos misiles serían lanzados eventualmente.

De repente, el navegador sintió una enorme sombra cerniéndose sobre él. Antes de girarse, escuchó una voz susurrarle en el audio receptor. – ¿Qué hay de nuevo, pequeño conejito?

A-1 reconoció la voz de inmediato. No tuvo oportunidad de darse la vuelta antes de que Vile lo agarrara del casco y lo levantara del suelo. Los ojos azules del navegador se giraron para ver un par de ojos rojos perforándolo con la mirada. – ¡T-tú! – exclamó A-1 empezando a forcejear. – ¡¿Cómo... qué estás haciendo aquí?!

– ¿Dónde están? – preguntó Vile al reploide más pequeño.

– ¿Q-qué...? – A-1 no pudo decir ni una palabra más antes que le estrellaran la cara contra el monitor, dejando una gran grieta por el impacto. – ¡Ah!

– ¡Dime dónde están! – exigió Vile de nuevo. – ¡Y ni te molestes en hacerte el tonto conmigo, sabes bien de quiénes estoy hablando!

– ¡E-ellos no están aquí! – dijo A-1, haciendo que Vile lo presionara con más fuerza detrás de su cabeza.

– ¿Cuándo se fueron? – cuestionó Vile.

– ¿Por qué te importa? – espetó A-1.

– Respuesta equivocada, pequeña mierda. – gruñó el ex-Hunter con armadura. Agarró a A-1 por sus satélites ("orejas") y comenzó a jalar hacia arriba, poniendo a prueba la resistencia de los cables y cordones hasta el límite. – ¡¿Dónde están?! ¡¿A dónde se fueron?!

– ¡A-Ah! ¡Basta! – gritó A-1, sólo para sentir que Vile jalaba con más fuerza. – ¡Te dije que no están aquí!

– ¡Ya lo sé! – gritó Vile. – ¡¿Dónde están ahora?!

– ¡Zero-ah! ¡Zero se fue con Firefly a la ciudad! – respondió A-1.

– ¡¿Y X?! – cuestionó Vile, diciendo el nombre del Hunter con una intensidad muy perturbadora, a comparación de Zero.

– ¡Te perdiste de encontrarlo! – gritó A-1.

– ¡¿Qué?!

– ¡Se acaba de ir! – Vile soltó su agarre en A-1, dejándolo caer sobre el teclado y luego que se desplomara en el suelo. Comenzó a inspeccionar el daño, y vio que su satélite izquierdo había sido arrancado de su sitio, cayendo frente a él.

– ¿Hace cuánto? – preguntó Vile.

– Justo ahora. Se fue... ¡ay! – A-1 gimió mientras trataba de ponerse la oreja en su lugar. – Se acaba de ir hace apenas un momento.

– ¿En qué dirección?

– Abel City. – dijo el Navigator. – Pero si no lo viste, supongo que sólo llegaste un poco demasiado tarde.

La verdad, X se había marchado hacía mucho más que eso, así que estaba bien fuera del alcance de Vile. Ese era el único consuelo que el pequeño reploide podría tener en su situación actual.

Vile se quedó callado por un momento, mirando al monitor, mostrando el sistema de lanzamiento de los misiles. – ¿Hm? ¿Qué has estado haciendo, orejón? ¿Tratando de evitar que caigan? – A-1 no le respondió, pero se echó atrás cuando Vile se le acercó. – Fuiste tú el que los dejó salir, ¿verdad? Dame una sola razón para no meterte una bala justo en medio de los ojos.

Colocó su cañón de hombro sobre la frente del navegador. Pero a pesar de su predicamento, el navegador asintió, mirando desafiante a su agresor. – ¿Qué clase de razón?

– Cualquier razón, no tiene por qué ser una buena. – dijo Vile. – Simplemente tengo curiosidad por lo que sacarás.

Fue entonces, sin embargo, que Vile oyó un mensaje entrante. Gruñendo de fastidio, le dio la espalda a A-1 y respondió.

– ¿Sí, qué pasa? – A-1 no perdió un instante para buscar un lugar donde esconderse cuando Vile le dio la espalda, pero continuó escuchando la conversación, especialmente cuando Vile gritó. – Espera, ¡¿qué cosa?! ¡¿Están dónde?! ¡¿Él está dónde?!

Cuartel general de Abel City...

– ¡No podemos dejarla! – argumentó Chiyo, pero Trinity continuó corriendo.

– ¡Miles de personas en esta ciudad necesitan encontrar refugio, y alguien tiene que dirigirlas! – replicó Trinity, sin dejar de avanzar. – Una vez que llegue a donde necesito ir, serás escoltada al refugio para tu protección.

– Pero Roll...

– ¡Es inútil! – le respondió Trinity a la humana. Finalmente encontraron un lugar relativamente seguro, así que la navegadora pelirrosa se detuvo, permitiéndole a Chiyo recuperar el aliento. – Es desafortunado, pero esto ya ha progresado más allá de combatir una amenaza normal. – Suspiró suavemente, al recordar en su procesador las imágenes de Ai y Blu. – Ahora es sólo cuestión de mantenernos con vida.

– Entonces ¿por qué te esfuerzas tanto en asegurarte de que me encuentro bien? – preguntó Chiyo.

– Las leyes, por supuesto. – respondió Trinity. – Eres humana; naturalmente, tu vida tiene prioridad.

– ¿A costa de las de los demás?

Trinity no habló por un momento. – Desafortunadamente. No es que tenga nada en contra tuya ni de tu especie, pero sin importar lo que suceda, la población humana debe permanecer en la mayoría para sobrevivir. – dijo la reploide.

Chiyo estuvo a punto de volver a hablar, pero de repente se dio cuenta que no estaban solos. La figura que venía pisoteando hacia ellos se hizo notar, dejando salir una ligera llama de su trompa.

– Así que aquí es donde estabas. – dijo Flame Mammoth mientras fijaba sus receptores ópticos en Trinity, y luego dirigió su atención hacia Chiyo. – Me sorprende que no hayas dejado atrás a la bolsa de carne. Seguro debe estar siendo un mayor lastre que esa reploide con la que estaba antes.

Los ojos de la adolescente se ensancharon ante la terrible comprensión de las palabras. – ¡¿Qué diablos hiciste con ella?! – exigió saber, aunque fue algo que se le salió en el calor del momento.

– Yo no la vi, pero lo que sea que le suceda ¡seguro que será mejor de lo que te pasará a ti! – De inmediato soltó un chorro de fuego de su trompa, enviando el calor abrasante en dirección hacia Chiyo.

Trinity saltó y empujó a la humana al suelo justo a tiempo, con lo que las llamas pasaron de largo encima de sus cabezas. Luego, la navegadora trató de huir con la humana, pero la mano de Mammoth atrapó a Chiyo por la garganta, alzándola del suelo.

– ¡No! ¡No puedes hacerlo! – le gritó Trinity a Mammoth. – Las leyes...

– ¡Ya no se aplican más! – bramó el elefante plateado, acompañándolo con una especie de sonido de trompeta. – Y hablando de aplicar...

Empezó entonces a apretar su agarre en el cuello de su cautiva. Los ojos cafés de Chiyo se abrieron al máximo, y su grito ahogado rápidamente se transformó en una serie de sonidos de arcadas. La humana comenzó a apretar con sus dedos la mano de metal que la sujetaba, sin hacer otra cosa que rasgar la superficie en vano, a la vez que sus piernas se agitaban y pataleaban salvajemente. Empezó a arderle el pecho, y su visión comenzó a oscurecerse. También empezaba a dejar de escuchar, y el rápido latido de su corazón hacía eco dentro de su cabeza. Y entonces, finalmente, comenzó a perder la sensibilidad en sus extremidades; su cerebro no sentía ni dolor ni euforia de placer.

En vez de eso, sólo sentía vacío y frío.

De repente, la sensación de las baldosas del piso en su espalda comenzó a despertar de nuevo sus sentidos dormidos; Chiyo inmediatamente cogió algunas bocanadas de aire al darse cuenta que volvía a respirar de nuevo. Su visión seguía algo borrosa, pero ahora podía ver que Flame Mammoth se había puesto de espaldas a ella, mirando en la dirección contraria. Por lo que pudo ver, el hombro del elefante había sido dañado por una pistola de plasma, misma que un Hunter verde estaba empuñando mientras se colocaba entre Mammoth y Trinity.

– ¿Qué diablos estás haciendo aquí? – preguntó Flame Mammoth. – ¿Vienes a ver a tu novia?

Firefly entrecerró los ojos de la rabia. – ¿Dónde está Ai? – exigió saber, mientras le daba a Trinity la oportunidad de escapar.

Sorprendentemente para el Hunter verde, no persiguió a la navegadora cuando huyó de la escena. – ¿Vas a dejarla ir así nada más? – cuestionó Chiyo, aunque no era como que quisiera que el elefante persiguiera a la navegadora.

– Lo creas o no, Sigma quiere que la mayoría de los humanos que hay aquí sobrevivan. – respondió Mammoth.

– ¿Qué dices? – Firefly también estaba confundido.

– ¿Por qué crees que les dio la advertencia tan temprano? Todavía les quedan algunas horas antes que los misiles caigan sobre ustedes.

– ¿Por qué? – cuestionó Firefly. – ¿Por qué declaran la guerra a la humanidad, y luego la dejan buscar refugio?

Aunque no tenía una boca visible, tanto Firefly como Chiyo tenían la sensación de que el elefante habría estado sonriendo en ese momento. – Sus planes van mucho más allá de bombardear una ciudad, ¿sabes? De hecho... – miró a Chiyo – ... tú habrías estado mucho mejor si este tarado de aquí no me hubiera interrumpido cuando quería triturarte el cuello. Especialmente con lo que vendrá para los que queden.

– Entonces dime, ¿por qué tuvo que asesinarlo?

Mammoth se quedó perplejo ante la pregunta de Chiyo, pero tras pensarlo un rato, pudo deducir de lo que estaba hablando. – Huh, y yo aquí creyendo que odiabas al doctor. – Cruzó los brazos y soltó una carcajada cruel. – Me pareció que él tenía esa impresión de ti.

– ¡No es tan simple como eso! – argumentó Chiyo. – No lo odiaba... ¡NO LO ODIO!

– Pero tampoco te agrada. – dijo el elefante. – De nuevo, él probablemente habría sido mucho más útil que tú. No vales ni de prisionera.

– De vuelta a mi pregunta. – intervino Firefly, buscando desviar la atención de Mammoth lejos de Chiyo – ¿Dónde está Ai?

– No lo sé. – dijo Mammoth en respuesta a la pregunta de Firefly. – ¿Por qué no les preguntas a Kuwanger y Mandrill? Seguro que ellos la habrán visto por allí. O tal vez... – hizo una pausa mientras miraba a Chiyo – ... ella la haya visto.

Firefly se guardó sus comentarios respecto a él, pero todavía estaba buscando sacarle información al reploide de armadura roja.

– ¿Ai? No conozco a ninguna... – Chiyo hizo una pausa, recordando a la otra rubia aparte de Roll. La que se llevó su prototipo.

– ¿Oh? ¿Qué sucede? ¿Acaso pasó algo? – preguntó Mammoth burlonamente. Chiyo no le respondió. – Bueno, como sea, si sabes lo que es bueno para ti, ¡mejor te quedas quietecita y dejas que pase lo que tiene que pasar!

Estuvo a punto de producir otro ataque de Fire Wave, pero fue detenido por Firefly, que le disparó al elefante en el brazo donde tenía el arma. – ¡Corre! ¡Busca una salida! – le ordenó a Chiyo.

Chiyo se puso de pie, pero se quedó paralizada en ese punto por un segundo o dos, mientras veía a Firefly pelear contra Mammoth. – ¿Pero qué hay de...?

– ¡No hay tiempo! ¡Vete!

Chiyo se puso de pie, pero todavía no era totalmente capaz de marcharse. No podía hacer nada, pero ¡tampoco quería ver morir a más personas!

– "Un momento, ¿personas? No, ellos no son..."

Aunque ninguno de ellos era humano, los seres mecánicos a su alrededor estaban muriendo a pesar de todo. La luz desapareciendo de los ojos de la reploide de pelo azul cuando sus sistemas murieron vino a su mente. Y como no eran humanos, las tres leyes dictaban que la vida de ella estaba por encima de las de ellos.

Hasta ese momento, la humana no se había detenido a pensar dos veces en ello.

– ¡Vete!

Por mucho que odiara admitirlo, Chiyo sabía que esta podría ser la única oportunidad que tendría de salir con vida de aquí. Así, con la conciencia pesándole por la culpa, la humana de cabello oscuro echó a correr y no se detuvo para mirar atrás.

Siguió corriendo y corriendo con poco o ningún sentido de dirección, pero viendo como le habló el Hunter verde, parecía que debía haber alguna salida en alguna parte. No tenía idea de en qué piso se encontraba, pero no podía dejar que eso la detuviera. ¡Tenía que salir al mundo exterior!

Esta historia continuará...

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