El X-Buster


30 de mayo, 21XX,Arcadia, la ciudad blanca...

Tal como Cain pudo comprobarlo rápidamente, ningún nuevo tipo de robot, mucho menos uno tan avanzado como el que encontraron, no podía ser liberado en el mundo de inmediato.

- Necesito recordárselo, Cain, que ninguno de nosotros debería tener este robot en su posesión. – le dijo Sho Fujiwara al hombre mayor. – Si el consejo llega a saber UNA sola palabra de esto, por pequeña que sea, entonces...

- Sí, estoy al tanto. – le dijo Cain al experto en robótica. Sabía bien lo que les sucedería a ambos, y probablemente al resto del equipo de excavación, si la existencia de X salía a la luz antes de tiempo.

Desde el descubrimiento de la (presumiblemente) creación final del Dr. Light, Cain convenció a todos de guardar silencio por el momento. Cain simplemente declaró que la expedición había sido un fracaso. Ciertamente eso implicaba una pérdida de tiempo y dinero, pero Fujiwara ofreció una propuesta al equipo.

...

- Si podemos poner a buen uso a esta máquina, podríamos cambiar al mundo. ¡Y todos y cada uno de ustedes habrían contribuido a ello!

...

Cain sabía que el japonés esperaba que escuchase a sus palabras, pero su preocupación estaba más en las consecuencias de tener a ese robot en su custodia sin alertar al consejo. Y el hecho de que Fujiwara sobornó a todos para mantenerse en silencio tampoco hacía quedar muy bien a ninguno de los dos.

- Bueno, ¿cuánto más necesita hacer para ti? – cuestionó el paleobotánico a Fujiwara. – Me refiero a ¿cuántas pruebas más tiene que hacer?

Como Fujiwara le había explicado a Cain si querían tener éxito en esta empresa, ya que técnicamente ESTABAN rompiendo la ley con el solo hecho de tenerlo en su posesión. Ni siquiera importaría si lo hubieran fabricado ellos mismos. Ambos sabían que su inteligencia artificial era mucho más avanzada que la de cualquier mecaniloide, y eso por sí solo bastaría para echar abajo toda la operación.

¿Cómo rayos se había metido en este enredo? Había salido en busca de probar una teoría sobre vida vegetal antigua, y ahora aquí estaba, ¡cometiendo actividades ilegales con un robot avanzado del cual no sabía casi nada! Aun así, no pudo evitar preguntarse algo. – Si descubren que X es una creación del Dr. Light, seguro que esa información jugaría a su favor, ¿verdad?

- Tal vez. – le dijo Fujiwara a Cain. – Pero incluso entonces, sería preservado en un museo en alguna parte. De cualquier manera, nunca tendríamos la oportunidad de ver a dónde podría llevarnos este robot. Si podemos presentar estas pruebas al consejo, y evidencias sólidas de sus interacciones con mecaniloides y humanos, entonces no tendrán más opción que aceptar mi propuesta.

- "¿No es un poco pronto para tener tanta confianza?" – pensó el hombre mayor, pero no lo dijo en voz alta. Le gustase o no, ahora estaba demasiado metido en ello. Si cualquier detalle de esto salía a la luz pública, tanto él como Fujiwara estarían acabados. Aunque fuese solo un rumor que se esparciera, el consejo lo investigaría, ¿y entonces qué? Había demasiado que quería decirle al científico, preguntas que necesitaban respuestas, pero sabía que no las conseguiría. No todavía al menos.

- Hablando de eso, ¿en dónde está él ahora? – preguntó Cain.

Fujiwara desvió la mirada de su trabajo. – ¿Hm? Oh, se refiere a DLN-

- Mega Man X. – lo interrumpió Cain. – Aunque tenga un número serial, también tiene un título.

- Bien, lo llamaré como usted quiera. Eso no es importante para mí. – le dijo el asiático. – ¡Ah! Eso me recuerda, lo necesito para otra prueba física.

- ¿Otra más? – Cain se sorprendió de oír esto. – ¿Ya cuántas has hecho? ¿Cuatro, cinco?

- Seis. – corrigió Fujiwara. – Pero ésta será mucho más que solo probar su fuerza o resistencia. – Se levantó de su silla. – Estoy ansioso por ver lo que puede hacer con ese Buster.

...

Lo habían mandado a salir de su habitación, de nuevo, seguramente para otra prueba, de nuevo. X había estado confinado en este lugar durante casi mes y medio, y aun así ¡Fujiwara no parecía haber terminado con él! Cierto, no era que tuviese muchas opciones, pues le habían informado de lo que podría sucederle si era descubierto demasiado pronto. Le dijeron que sería confiscado y destruido o desactivado, para nunca más volver a ver el mundo exterior. Por supuesto, siendo que eso era lo último que quería el robot azul, obedeció a todas las peticiones del doctor, aunque más parecía que fueran órdenes.

Habían escaneado su armadura, probado sus extremidades y articulaciones, analizado su CPU, y eso ni siquiera cubría las numerosas pruebas físicas y de estimulación que Fujiwara le había puesto. Pero ahora, lo que le estaban pidiendo hacer lo tomó totalmente desprevenido.

- ¿Usted quiere que yo haga qué? – preguntó X, de pie en una pequeña sala, mientras Fujiwara y Cain lo observaban desde una plataforma elevada encima de él, con un grueso cristal cubriendo la abertura.

- Quiero que apuntes y dispares con tu buster al objetivo. – respondió Fujiwara, cuya voz hacía eco por toda la pequeña cámara. – Solo está a unos metros de distancia, no hay forma de que lo falles.

Enfrente de X se encontraba un mecaniloide alrededor de su tamaño, inmóvil y listo para dispararle. – Usted... – X comenzó a darse cuenta de a lo que se refería Fujiwara. – ¿Quiere que dispare contra él?

- ¿Él? – Fujiwara estaba confuso, mirando a Cain. – ¿Por qué asumes que es un él?

Cain estaba a punto de responder, pero nunca tuvo la oportunidad, Fujiwara habló por el micrófono de nuevo:

- No va a atacarte, si es lo que te preocupa. Debería ser un simple muñeco de entrenamiento para ti.

El mecaniloide se mantuvo inmóvil enfrente del robot azul, esperando que tomara su oportunidad. Pero él no sacó su Buster.

- ¿Y bien? – El científico se quedó confundido. – Procede con la prueba. Dispara al objetivo.

X miró al mecaniloide, y luego a los dos humanos que lo observaban. – ¿Puedo hacer una pregunta?

Cain y Fujiwara se sorprendieron al escuchar esto. – Podrás hacerla cuando completes la prueba. – dijo Fujiwara. – Ahora, comienza.

- Pero...

- Inicia la prueba. – le dijo Fujiwara al robot azul en tono muy serio, aunque para Cain sonaba más a que estaba gruñendo de manera agresiva.

- Oye, espera. – El anciano dio un paso al frente. – ¿Por qué no lo dejas hablar? Después de todo, ¿cuántas pruebas ha hecho para ti a estas alturas?

- ¿Por qué iba a importar eso? – preguntó el hombre japonés, y luego se volvió de nuevo hacia X. – Comienza la prueba. Ahora.

- ¡Pero no me dijo que el objetivo era otro robot! – argumentó X.

- ¿Otra vez insistes en ponerte terco? – preguntó Fujiwara. Cain por su parte echó una mirada y vio que X se ponía nervioso. – Bien, obtendré mis resultados, sea como sea.

El hombre mayor vio que el científico presionaba un botón en un dispositivo de control remoto que acababa de sacar del bolsillo de su bata de laboratorio. Antes que Cain pudiese preguntar a lo que se refería con eso, vio que el mecaniloide se lanzaba bruscamente contra X, tacleándolo y derribándolo contra el suelo.

- ¡¿Qué estás haciendo?! – preguntó el hombre mayor, desconcertado ante lo que veía.

- Relájese. – dijo Fujiwara despreocupadamente. – Esto debería ser un juego de niños para él. – continuó mientras observaba la escena en curso debajo de ellos. – Asumiendo que esta vez utilice su arma.

- ¿Esta vez? – Cain no tuvo tiempo de decir más, ya que oyó un grito de dolor de X. El robot azul había sido derribado en el suelo tras recibir un gancho de derecha en toda la cara. – ¡Detente! ¡Lo estás lastimando!

- ¡Estará bien! – replicó el japonés. – Si me lo preguntan, solo estás haciéndotelo más difícil a ti mismo. – Fujiwara hablaba directo al micrófono. – Solo utiliza esa arma con la que fuiste construido, y todo habrá terminado.

El mecaniloide entonces desenfundó un blaster manual de energía y comenzó a dispararle a X. El robot azul apenas logró agacharse justo a tiempo para evitar el disparo.

- ¡¿Qué diablos estás haciendo?! – gritó Cain. – ¡Lo vas a matar!

- Ese láser no atravesará su armadura. – explicó Fujiwara, como si lo que veía fuese perfectamente normal. – No hará más que provocarle un ligero choque.

- ¡Sho, tienes que parar esto! – Cain comenzó a discutir. – ¡Es una crueldad!

- ¡Lo único es que es una pérdida de tiempo! – espetó Fujiwara. – Parece que nuestro amigo aquí necesita otro empujón más.

El mecaniloide entonces le disparó a X en el pecho, haciendo que el robot se fuera dando tumbos hacia atrás. Una dolorosa descarga de electricidad le recorrió todo el cuerpo, haciéndolo caer al suelo apoyándose con sus rodillas y manos. Luego se dio cuenta que el mecaniloide le estaba apuntando su arma para lanzarle una descarga directo al cristal rojo sobre su cabeza.

Fue entonces que, como si fuera por puro instinto, la mano derecha del robot se retrajo dentro de su antebrazo, reemplazada por el barril de su Buster. X entonces apuntó con su arma directo a la cabeza del mecaniloide y con un solo y rápido disparo, lanzó una ráfaga concentrada de plasma, atravesando el cráneo metálico del robot y saliendo por el otro lado de su cabeza. El mecaniloide inmediatamente cayó hacia un lado, haciendo espasmos mientras X se ponía de pie, y miraba lo sucedido.

- "Por fin." – pensóFujiwara, muy complacido con lo que acababa de ver. Cain, por otro lado, parecía horrorizado. Fujiwara habló directo hacia el micrófono. – De acuerdo, con eso concluye la prueba.

X lo miró con los ojos muy abiertos, y conmocionados. La puerta que sellaba la cámara entonces se abrió.

- Ya puedes marcharte.

X apenas podía creer lo que estaba oyendo. – ¿Eso fue todo? – preguntó el robot. – ¿Eso es todo en lo que puede pensar?

Una parte de él se sentía avergonzada, pero Cain estaba sorprendido de ver que el rostro juvenil del robot se contorsionaba en una expresión de shock y rabia. Pero la otra parte empezaba a sentir miedo, y con razón, del robot que estaba debajo de ellos. Acababa de alzarles la voz mientras hablaba.

- ¿Cuál es el problema? – cuestionó el asiático.

- El problema... ¡el problema es que está muerto! – le gritó X a Fujiwara, señalando al mecaniloide, que había dejado de moverse. Al menos, hasta que vio un sacudón en su pierna. Al ver esto, X corrió hacia la otra máquina, dándole la vuelta. Fue entonces que pudo ver por dónde lo había atravesado su disparo, un agujero limpio en toda la cavidad cerebral. – Él... – X empezó a tartamudear, y luego miró a Fujiwara. – No... no puedo entenderlo.

Y con eso, salió de la cámara y echó a correr sin decir ni una palabra más.

- Más le vale estar agradecido. – gruñó Fujiwara. – Acaba de obtener su privilegio de ir a otra parte en esta habitación. – Luego escuchó cómo se abría la puerta, y miró confuso a su acompañante. – ¿Cain? ¿A dónde cree que...?

El anciano cerró la puerta con un portazo violento, dejando a Fujiwara a solas en la pequeña área encima de la cámara.

...

Salió corriendo. No sabía a dónde iba, mucho menos a dónde podría ir, pero corrió. Necesitaba alejarse de esa sala, de ese mecaniloide tendido muerto en el suelo. No quería volver a su "cuarto", y sabía que no podía abandonar el laboratorio o podría ser visto potencialmente.

Finalmente, luego de frenar su carrera sin rumbo, el robot azul se apoyó contra una pared, deslizándose hacia el suelo. Miró su brazo derecho, deslizando su mano dentro de su antebrazo para reemplazarla de nuevo con el Buster.

- "¿Por qué?" – pensó X. ¿Por qué estaba tan empeñado Fujiwara en obligarlo a poner a prueba esta parte de sí mismo? ¿Y por qué hizo que ese mecaniloide lo atacara?

Y mejor aún todavía, ¿por qué tuvo él que dispararle?

- Allí estás. – X de pronto escuchó una voz. Levantó la mirada para ver, para su gran alivio, que solo era el Dr. Cain. – ¿Te encuentras bien?

X frunció el cejo. – ¡¿Usted qué cree?! – le gritó, y el humano se sorprendió por su reacción. Tan rápido como lo dijo, sin embargo, se arrepintió de haber alzado la voz. – Lo siento. Yo... no debería desquitarme con usted.

- Estás en shock. ¿Cómo si no ibas a reaccionar? – le dijo el humano al robot, sorprendido de sí mismo por decir esas cosas. A una máquina. – ¿Es ésta la primera vez que Fujiwara te obligó a hacer esto?

- No realmente. – respondió X. Parecía algo reacio a hablar; casi como si fuese a meterse en problemas por ello. O más bien, en problemas con Fujiwara. – Quiero decir, es natural que quieran ver de lo que... bueno, estoy hecho, en cierto sentido. – continuó. – ¡Oh! ¡No es que tenga problemas con las pruebas! Son muy simples de completar, después de todo.

- Relájate. – le aseguró Cain, colocando una mano sobre el hombro de X. – No vas a volver a la cuarentena si es lo que te preocupa. – X parecía haberse calmado un poco al escuchar esto, aunque todavía se notaba claramente intranquilo. El anciano humano dudaba que el robot quisiera discutir lo que acababa de pasar, pero de pronto, escuchó a X hablarle.

- No fue mi intención matarlo.

- ¿Qué? – preguntó Cain. – ¿El mecaniloide?

X asintió tras un momento de silencio. – Empezó a atacarme de repente. ¡Solo quería que se alejara! ¡No fue mi intención dispararle a la cabeza!

- Lo sé, lo sé. – le aseguró Cain al robot. Con cada vez que los dos interactuaban, el humano se sorprendía más y más de lo que salía de la boca de este robot. – Planeo hablar muy seriamente con Fujiwara después, así que no te preocupes por eso. – X pareció tener miedo al oír eso. – Esto es algo que he querido hablar con él. El único con quien Fujiwara debería enfadarse soy yo.

X miró hacia el suelo, inseguro. – ¿Lo promete?

- Lo prometo. – le dijo Cain. Entonces pensó en algo. Algo que había querido preguntarle desde que le alertaron que el robot había salido de la cuarentena. – Por cierto, no creo haber visto tu cuarto todavía.

X volvió su atención de nuevo a Cain. – Oh sí, mi cuarto. – Se levantó del suelo. – Pero... no es muy interesante.

Incluso aunque mantenía una sonrisa en su rostro, Cain sentía que la sangre comenzaba a hervirle. – Seré yo quien juzgue eso. – Luego le hizo un gesto a X para que lo guiase.

El robot azul captó el mensaje y comenzó a caminar hacia donde lo habían hecho instalarse en el laboratorio del científico japonés.

- "Oh sí." – pensó Cain. – "Él y yo vamos a tener una charla muy, MUY larga."

Más tarde...

- Sigo sin entender cuál es el problema. – dijo Sho Fujiwara, imperturbable ante lo que estaba diciendo Cain. – En mi opinión, ese robot debería estar agradecido que lo tenemos aquí, con ese embargo mundial sobre las inteligencias artificiales después de todo.

Cain cruzó los brazos. – Y es esa clase de acercamiento el que lo hace que quiera alejarse de nosotros y esconderse. – le dijo al científico. – Lo has tenido aquí encerrado, obligándolo a que haga prueba tras prueba sin descanso, ¡¿y te preguntas por qué ese robot está reacio incluso a hablarte?!

Fujiwara también cruzó sus propios brazos. – ¿Y cómo sabe usted esto?

- Porque hablo con él, Sho. A diferencia de ti. – le dijo Cain al otro humano. – Mira, ¡el punto es que no puedes seguir tratándolo así! ¡Todo ese espectáculo de soltarle al mecaniloide para que lo atacara fue demasiado! ¡Ya me dijo directamente que no quiere volver a usar ese buster nunca más!

- ¡Bueno, más le vale acostumbrarse! – espetó Fujiwara. – ¡O de lo contrario VOLVERÁ a la cuarentena!

- ¡No puedes exigirle u obligarlo a que haga lo que tú quieres! – gritó el hombre mayor.

- ¿Y por qué no? – cuestionó el asiático. – Éstas son las pruebas estándar para cualquier nuevo modelo de máquina que vaya a salir al mundo. – explicó. – "Especialmente en el mercado." – pensó para sí mismo antes de volver a hablar en voz alta. – Si no lleva a cabo estas pruebas, entonces nunca verá una vida fuera de este laboratorio. Y eso si tenemos la suerte de que nadie se vaya de lengua y diga una palabra.

- Entonces ¿no puedes encontrar una manera que no involucre... lo que le obligaste a hacer antes? – cuestionó Cain.

- Yo no lo obligué a hacer nada. – explicó Fujiwara. – Él se rehusó a participar en la prueba, así que tuve que darle un pequeño empujón.

- ¿Y eso involucraba matar a ese mecaniloide? – Cain no podía creerlo, ¡no iba a ninguna parte con este hombre!

Pero fue entonces que Fujiwara se levantó de su asiento y se aproximó al anciano, mirándolo fijamente a los ojos. – Tenía la sospecha de que usted se pondría difícil. Usualmente, alguien lo hace.

Cain se sintió confundido, y también algo intimidado. – ¿Y eso por qué? – preguntó, esperando no provocar más al otro hombre.

- Alguien siempre siente demasiado apego por estas cosas. – dijo Fujiwara. – Ni ese mecaniloide, ni tampoco ese robot, ninguno de los dos está técnicamente vivo. Nunca lo han estado. Usted se está proyectando en ellos, así que se engaña a sí mismo creyendo que tienen voluntad propia.

Cain guardó silencio por un breve momento. – Pero... las notas de Light. Él decía que...

- Y ese fue su mayor defecto. – lo interrumpió Fujiwara. – El hombre era un científico brillante, pero también un tonto emocional.

Cain apenas podía creer lo que acababa de oír. De todos los hombres que conocía en el campo de la robótica, nadie se había atrevido a hablar de semejante manera del Dr. Thomas Light.

- Construyó a esta máquina X, presumiblemente para que imitase el comportamiento y reacciones de un humano ordinario. Su meta era construir un robot que, fuera de sus proporciones y el hecho de ser totalmente mecánico, fuese un ser capaz de compartir el mismo don que a los robots les fue denegado por tanto tiempo.

- ¿Y eso sería?

- Libertad. – respondió Fujiwara. – La libertad de controlar sus propias vidas, de tomar sus propias decisiones, de elegir el curso de su propio destino y su camino en la vida.

Cain se tomó un momento para procesarlo. ¿Era esto lo que Light intentaba hacer? Por lo que había visto en X, se dio cuenta de que, efectivamente, había visto un robot hacer cosas que no habían sido vistas durante décadas, ¡tal vez incluso durante un siglo entero! Bueno, al menos hasta la muerte del Dr. Light. La inteligencia artificial de X estaba muy por encima de cualquier mecaniloide. De hecho, Cain se dio cuenta entonces de que, pese a ser una masa de metal y circuitos, el robot azul parecía más hombre que máquina.

- Todo es una ilusión, por supuesto. – continuó Fujiwara, descartando totalmente lo que Light había logrado. – Aunque ellos y otros humanos puedan creer que es real. Al final del día, Mega Man X es solo eso. Su título y su creador solo importan al punto que probablemente sería preservado como un artefacto antiguo. O, en el caso de que complete estas pruebas, ayudará a atraer una nueva oleada de máquinas que podría cambiar al mundo. – El japonés cruzó sus brazos. – Y usted está dispuesto a echar todo esto a la basura, ¿sólo porque piensa que estoy siendo demasiado duro con un robot?

Cain estaba en silencio, sabiendo bien que Fujiwara no se iba a retractar. Ahora, era tiempo de sugerir una idea propia. – Entonces... tal vez yo debería llevarlo a otra parte.

...

Una vez más, se encontraba confinado en su cuarto. Bueno, tal vez confinado no fuese el término apropiado, ya que ni Cain ni Fujiwara le habían ordenado quedarse allí, pero tenía la sensación de que sería mejor no salir. Especialmente si luego tenía que hacer otra "prueba" de nuevo.

Al principio, X no tenía nada en su cuarto, pero había solicitado tener un lugar donde dormir. Fujiwara simplemente le dijo que apagara sus sistemas para quedar en estasis, pero el robot azul le mostró que no era tan simple como eso. Aunque fuese una máquina, sentía la necesidad de acostarse y descansar. Por qué razón, no lo sabía, pero lo quería a pesar de todo.

Eventualmente, le dieron una litera sencilla, que soportaba su peso (aunque él solo pesaba unos 57 kilogramos, o 120 libras), pero no mucho más. Fue Cain el que sugirió que necesitaba algo más que una simple cama. Fujiwara no parecía realmente interesada, pero Cain sugirió que podría ver a X procesando cosas como literatura e información. El científico argumentó que Light, el Doctor, ya debería haberle programado esas cosas por default, así que no tendría mucho sentido. Parecía más interesado en ver lo que X podía hacer por él que en recolectar datos.

El robot azul ya había sido advertido que, si abandonaba el laboratorio, bien podría ser capturado o incluso asesinado. Acorde con Fujiwara, su sola existencia podría ser vista como algo que rompía las leyes.

- ¿Por qué? – le había preguntado X cuando habían comenzado las pruebas, sin entender.

Fujiwara se giró hacia él antes de irse para analizar lo que había recopilado sobre el DLN. – Porque, según el consejo, o más bien en general, algo como tú no se supone que deba existir.

La puerta entonces se cerró, dejand solas y contemplando sus palabras. E incluso ahora, seguía haciéndolo. ¿Él no debía existir? ¿Qué significaba eso? Light... el Doctor... lo había creado, así que debía tener un propósito para su existencia, ¿verdad? Retrajo su mano dentro de su brazo, reemplazándola por el cañón de su Buster. El Doctor también le había entregado esta arma, ¿así que seguramente era para utilizarla? ¿Había sido construido con ese propósito?

La imagen de ese mecaniloide seguía apareciendo en su cabeza, y X la sacudió inmediatamente. No, no volvería a usar esta cosa. Nunca más. Se había jurado a sí mismo que no lo haría.

De repente, oyó el ruido de la puerta, percibiendo movimiento mientras se abría para quienquiera que estuviese afuera. X se sorprendió, asumiendo que Cain habría cerrado la puerta desde afuera. ¿Acaso podría haber salido todo este tiempo?

El robot azul no tuvo mucho tiempo para pensarlo, ya que de pronto sintió que algo se frotaba contra sus piernas.

X miró hacia abajo para encontrarse, de todas las cosas, con una pequeña bola de pelos blanco con patas, que lo miraba con unos enormes ojos marrones. Una lengua rosa y sorprendentemente larga colgaba de la boca de la criatura, jadeando como si hubiese corrido por un largo tiempo.

X estaba confundido. ¿Un perro? ¿Cómo se había metido aquí un perro?

- ¡Patarche! – llamó una vocecita chillona. – ¡Patarche! ¡¿Dónde estás?! – El sonido de pasos que se acercaban alertó a X que alguien se acercaba. - ¡Patarche! ¡Pata-!

Poco después, una pequeña niña se detuvo en el umbral de la puerta, viendo al pequeño cachorro blanco.

- ¡Patarche! – La niña corrió hacia el interior de la habitación para recoger al cachorro, pero entonces, se dio cuenta que el canino no era el único que estaba allí.

...

- Oh, ¿en serio? – cuestionó Fujiwara. – ¿Y a dónde pensaría llevárselo? ¿Con quién?

- Sería muy fácil. – replicó Cain. – No eres el único experto en el mundo. En el momento en que cualquiera escuche que es una creación de Light, al menos sabrían cómo tratarlo de manera decente.

El científico no se sintió intimidado en lo más mínimo. – "¿Crees que sabes cómo jugar este juego? Piénsalo de nuevo, anciano." – De acuerdo. – le dijo. – Lléveselo.

- ¿Qué dices? – preguntó Cain, confuso.

- Ya me oyó. – respondió Fujiwara. – Llévese a X con alguien más. Trate de encontrar una forma de llevarlo allí. Y supongamos que lo logre. Supongamos que usted pueda llevar a X con alguien que tenga la mitad de mis credenciales y éxito. ¿Pero quién le dice que tendrá la oportunidad de intentarlo?

El humano mayor palideció. – ¿Qué estás diciendo?

Una ligera sonrisa apareció en el rostro del asiático. – Estoy diciendo, que usted está atrapado conmigo. Usted y el robot. – le dijo a Cain, y el hombre mayor había caído directo en su trampa. – Tenga en mente que la existencia de X ni siquiera ha sido reportada ante el consejo. Eso ya de por sí es una ofensa, especialmente considerando el nivel de inteligencia artificial de este robot. Incluso los mecaniloides programados para manejar tareas complejas palidecen en comparación con él. –

Cain presentía que aún no terminaba. Un escalofrío recorrió la espalda del paleobotánico.

– Pero al consejo no le va a importar. Van a irrumpir aquí dentro y se llevarán hasta la última pieza de información que haya recopilado, junto con ese robot, y luego lo encerrarán.

Cain apretó los labios con rabia. – No serías capaz...

- Y eso no es todo. – continuó Fujiwara. – Cualquiera cuyo nombre esté involucrado en esto se le arruinará su vida por completo. Recuerda que todos prometimos que no diríamos nada, ¿verdad? ¿Y eso no fue su idea, Cain?

- Yo... solo estaba tratando de...

- Ahora todos estamos juntos en esto. – explicó el experto en robótica. – Y yo podría alertar al consejo en cualquier momento sobre lo que está pasando. Llévese a ese robot con alguien más, y tal vez podría filtrar accidentalmente cualquier información. – le gruñó. – No crea ni por un segundo que no me los voy a llevar a usted y a todos los demás conmigo. Si yo me hundo, TODOS nos hundimos. Y usted sabe bien que no hay nada que pueda hacer para detenerme.

Cain se quedó totalmente en silencio, con los ojos muy abiertos ante no solo la terrible comprensión, sino también ante la completa insensibilidad de Fujiwara. Por mucho que lo odiara, y que odiara al otro hombre en ese momento, sabía que el asiático tenía razón. No había nada que pudiera hacer. Y si no fuese por sentido de auto-preservación, sería por el miedo de que encerraran a X.

- ¡Sr. Fujiwara! – La puerta hacia los cuarteles de Fujiwara se abrió de golpe, y una mujer de piel bronceada con cabello castaño amarrado en un moño entró corriendo. – ¡Ah, gracias al cielo que todavía sigue aquí!

- ¿Qué significa esto, Cecilia? – preguntó el asiático, irritado por la interrupción.

- ¡Es su hija! – respondió la mujer, Cecilia. – ¡Se escapó!

- ¿Se escapó? ¿A dónde? – cuestionó inmediatamente Fujiwara. – ¿Está en el laboratorio?

- Sí, aún sigue aquí. – confirmó Cecilia. – Quería venir a verlo a usted, pero Patarche...

- ¿Patarche? ¿Quién es Patarche? – El hombre japonés no tenía idea de lo que estaba hablando la ama de llaves. – ¡Lo que sea! ¡Solo encuéntrala!

...

En el momento en que ella dio un paso al frente, X dio un paso atrás. La niña era muy pequeña, probablemente alrededor de cuatro o cinco años, de descendencia asiática. Tenía ojos cafés y su cabello era completamente negro, amarrado en una media coleta con un listón rojo. Traía puesto un vestido rojo, con una camiseta blanca de cuello de tortuga, medias hasta la rodilla blancas, y zapatos rojos con hebilla.

- ¿Quién eres tú? – preguntó la niña, y luego miró hacia el cañón de su Buster. – ¿Qué es eso?

X miró su brazo con horror. – ¡Maldición! – dijo en voz alta, sin pensarlo. – ¡Oh, no es nada! – agregó escondiendo su brazo derecho detrás de la espalda.

La niña pareció no verse afectada en absoluto por su maldición. Por lo calmada que estaba, X asumió que tal vez ya habría escuchado palabras similares en alguna ocasión.

- ¿Eres uno de los nuevos mecaniloides de papá? – preguntó la niña, dando la vuelta alrededor de X y estudiándolo, mientras el cachorro blanco la seguía. – Pareces más una persona. – Luego miró el tamaño de sus pantorrillas y antebrazos. – Bueno, más o menos.

X levantó una ceja. – ¿Qué significa eso?

La niña lo ignoró por completo, mirando alrededor del pequeño espacio que servía como cuartel de residencia para X. – ¿Este es tu cuarto? Se ve aburrido.

Bueno, en eso X estaba muy de acuerdo.

- Entonces, ¿qué se supone que eres? – le preguntó. – No eres un mecaniloide.

- Bueno, no. No lo soy. – respondió X.

- ¿Cuál es tu nombre? – preguntó la niña, claramente llevando el ritmo de la conversación.

- X. – le dijo él.

Ella esperó, como si quisiera oír más, pero vio que el robot no tenía más para decirle. – ¿Eso es todo? ¿Tu nombre es una sola letra?

Era muy directa, eso tenía que concedérselo. – Bueno, de hecho, en realidad es una variable.

- ¿Variable? – cuestionó la niña. – Entonces, ¿tu nombre puede significar cualquier cosa?

X pensó por un momento. – Huh... sí, supongo que sí. – La niña se quedó mirándolo, como si tratara de analizar cada rasgo suyo. – Entonces... ¿cómo te llamas?

- Chiyo. Chiyo Fujiwara. – respondió la pequeña. Luego señaló a su perrito. – Y él es Patarche."

Esta historia continuará...

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