El rey del trueno con puños veloces
– Ai. – habló X, de pie en frente de una puerta sellada. – He llegado hasta el nivel más bajo del edificio.
– Entonces debes estar cerca de donde se ubica el generador. – replicó la navegadora rubia. – Si podemos acceder a él, podremos devolver la energía a la ciudad y al cuartel general. Ya no tendremos que depender de la energía de reserva.
– Mayor razón para continuar, ¿correcto? – preguntó X.
– Exacto. Mira no te enfoques en con quién te encuentres. – le advirtió Ai. – Sólo enfócate en el objetivo de tus misiones.
X suspiró. – Lo haré. X fuera.
Y con eso, se aproximó a la puerta, con la intención de buscar una forma de entrar. Pero de pronto, frente a él, los paneles se separaron, revelando una oscura cámara al otro lado de la entrada. Tras unos momentos, X dio algunos pasos adentro, permitiendo que sus receptores se ajustaran a la oscuridad y en busca de cualquier señal de vida.
Por lo que alcanzó a ver, el generador estaba situado en el centro de la cámara, con centenares de fuertes cables y alambres que alimentaban a la ciudad, dándole poder a la planta. Si podían acceder a este lugar, la energía de la ciudad sería restaurada. Por supuesto, eso significaba que primero tendría que encargarse de quienquiera que fuese el responsable de esto para empezar.
– ¿Hm? Oh, estás aquí. – X escuchó una voz a poca distancia, colgando del techo. La figura formaba una silueta en la oscuridad, pero había varios diodos y luces encendidas a su alrededor, revelando al reploide ante el Hunter que estaba abajo. – Supongo que tengo trabajo por hacer.
La enorme silueta se soltó de los cables y se dejó caer, aterrizando en el suelo con un fuerte impacto que sacudió a X ligeramente. Las luces se encendieron totalmente, revelando al culpable tras la errática actividad en la planta de energía.
– ¡¿Spark Mandrill?!
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En las calles de Abel City...
– Trinity, ¿cuál es la posición actual de los mecaniloides? – preguntó Zero, con la mano en su unidad auditiva blanca.
– Actualmente se encuentran en Sector 19 al oeste. – respondió la navegadora. – Y se están aproximando rápido.
– Maldición. – Zero resopló entre dientes. – ¿Y qué hay de los humanos? ¿Cuál es su posición?
– Todavía continúan moviéndose hacia el faro, y creo que está muy claro cuáles son sus intenciones. – Zero asintió sombríamente. Todavía recordaba las palabras de Sigma en relación a los que intentaran buscar ayuda del exterior. – No sé si su intento de llegar al mundo exterior contaría en los ojos de Sigma, pero no quisiera averiguarlo.
– Ni yo tampoco. – Miró hacia el frente, oyendo a los otros Hunters de su escuadrón aproximándose desde atrás, habiéndolo ya alcanzado. – Intenta contactar a Firefly por mí, ¿quieres? Puede que necesite algo de apoyo.
– ¿Apoyo? – cuestionó Trinity. – ¿Qué quieres decir?
– Sólo contáctalo. – ordenó Zero. – Dile que se dirija al mismo sector luego de que lleve a la hija de Fujiwara.
– Sí, señor. Trinity fuera. – respondió la reploide pelirrosa, poniendo fin a la conversación.
– ¡Señor! – lo llamó un Hunter desde atrás. – ¿Tenemos información sobre a dónde se dirige el enemigo?
– Los mecaniloides se dirigen hacia el mismo lugar donde están los humanos. – respondió el rubio. – Y tengo la sensación de que estarán esperando que vayamos por ellos. Están siguiendo muy de cerca al grupo de humanos, pero se mantienen detrás, como si intentaran hacer que vayan a esa locación específica.
– ¿Así que los están guiando intencionalmente hacia allá? – preguntó otro Hunter a su comandante.
– O asegurándose que los humanos no puedan irse una vez que lleguen allá. – dijo Zero, con sus ojos azules fijos al frente. – Iré adelante. Cúbranme desde atrás, pero no se enfrenten a los mecaniloides. Déjenme eso a mí.
– Espere, ¿irá usted solo? – preguntó el Hunter. – Pero, ¡pero señor...!
– Voy a estar bien, Firefly no tardará mucho en unirse a mí. – aseguró Zero al otro reploide. – ¡Sígannos de cerca, pero no se enfrenten al enemigo!
– ¡Señor, espere!
– ¡Los veré después!
Con eso, Zero salió a toda prisa, dejando a los otros Hunters atrás. Desde arriba, las nubes comenzaban a acumularse, conjurando relámpagos en medio del vapor, con un ligero rocío que empezaba a caer, antes de evolucionar en un fuerte diluvio.
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Planta de energía...
X se mantuvo de pie frente al primate mecánico, sintiendo dolor en su núcleo al encontrarse de nuevo enfrentándose a un individuo familiar que alguna vez fue su camarada y aliado.
– Mandrill. – dijo el reploide azul. – No te entiendo, ¿por qué razón decidiste seguir a Sigma?
El simio de cara ornamentada parecía no haberse inmutado por la pregunta, mucho menos por el dolor en el rostro de X al descubrir que había sido él quien causaba todo el alboroto.
– No, así no fue como Sigma lo describió. – replicó. – Estoy tomando la oportunidad que me ha presentado.
– ¿Oportunidad? – cuestionó X. – ¿Qué oportunidad es esa? ¿Robarte toda la reserva de energía de la ciudad para utilizarla tú solo?
– No es sólo eso. – respondió Mandrill. – Es mucho más. La planta de energía es un lugar donde puedo alimentarme tanto como quiera de la energía que recorre este lugar. – Mandrill señaló hacia el masivo generador en la cámara, al techo cubierto de gruesos cables y alambres que cargaban electricidad de entrada y salida de la enorme máquina. – Pero no se trata de llevarme la electricidad, sino de enviar un mensaje.
– ¿Mensaje? – X no entendía.
Mandrill se quedó callado unos momentos, como si contemplase lo que iba a decir a continuación. Aunque fuese una maravilla mecánica avanzada, el "cerebro "del mono no era exactamente muy brillante.
– ¿Crees que el Comandante Sigma está loco, X?
X apretó los labios. – Lo que hace está mal, y va en contra de las leyes que nos establecieron. Ambos, humanos y reploides por igual, están sufriendo por culpa de sus acciones.
– Pero X, ¿no crees que los humanos trajeron esto sobre sí mismos?
El reploide azul se quedó congelado. – ¿Q-qué?
– Piénsalo. – dijo Mandrill. – ¿No es verdad que esos sacos de carne se la pasan dándonos ordenes? Nos encierran en pequeñas jaulas, nos establecen roles predeterminados, ¿y esperan que nosotros simplemente lo aceptemos? ¿Nunca te has sentido así? Porque yo sí, me he sentido así desde que fui creado.
Los ojos verdes de X se ensancharon. – ¿A qué te refieres?
– Mírame, X. – dijo Spark Mandrill, presentándose ante el reploide más pequeño. – Mi cuerpo fue diseñado para utilizar energía, especialmente electricidad. El Dr. Cain y Fujiwara me hicieron como soy para utilizar y aprovechar esa energía. – Su expresión neutral se transformaron en ira, y el primate rechinó sus dientes afilados en un intenso ceño fruncido. – Pero entonces, Fujiwara estableció un limitador de la energía que puedo absorber y utilizar, para que no me volviera lo que el Consejo llamaría un "riesgo". – Apretó sus puños. – ¿Pero por qué? ¿Por qué deberían colocarnos límites? ¿Por qué tenemos que obedecer todo lo que quieren los humanos? ¿Qué les debemos? – Miró a X con los ojos en rendijas. – ¿Acaso tu creador no es culpable de lo mismo?
– No te atrevas a hablar así del Dr. Light. – le dijo X, ofendido por la falta de respeto hacia su creador.
– Pero es verdad, ¿o no? – cuestionó Mandrill. – Por todo lo que hablaba de paz, y aun así te dio ese buster, ¿o no?
El simio señaló hacia el arma de X, que estaba desenfundada y lista para disparar. Para su disgusto de tener que dispararlo en primer lugar.
– Enfréntalo, a ti también te encerraron en una caja, igual que el resto de nosotros. – dijo Mandrill. – ¿Por qué piensas en dejar que te sigan dando órdenes?
– ¿El hecho de que nos hayan creado no es suficiente? – argumentó X. – Los humanos nos dieron la vida, no estaríamos aquí si no fuera por ellos. Ni tú ni yo existiríamos de no ser por las manos de los humanos que nos diseñaron y construyeron.
– Entonces, le debemos todo a los humanos. ¿Eso es lo que estás diciendo? – cuestionó Mandrill. X hizo una pausa por un momento.
– S-sí. – respondió. – Ellos son físicamente más débiles que nosotros, así que estamos obligados a protegerlos del peligro.
– Los humanos dependen de ti para resolver un problema que causaron ellos mismos. – argumentó en contra el primate robótico. – Si son demasiado débiles para hacerlo por su cuenta, no vale la pena protegerlos. Sigma dice que ni siquiera merecen vivir.
Los ojos verdes de X se ensancharon por el shock. Cierto, había visto a Sigma hacer muchas cosas en los últimos días, incluso horas, pero seguía siendo perturbador escuchar semejantes palabras de alguien que una vez fue un defensor de la humanidad y el orden.
– Los humanos quisieron matarte, ¿o no? – continuó Mandrill. – O sino, querrían encerrarte, igual que al Thunder Slimer.
El Thunder Slimer. Incluso ahora, pese a que trataba de concentrarse, X no pudo evitar sentir una punzada de culpa cuando Mandrill pronunció el nombre del mecaniloide. – Es cierto, sí. Pero eso fue porque tenían miedo. Una vez que se dieron cuenta que no era una amenaza, me dejaron vivir entre ellos como un igual.
– ¡¿Igual?! – Mandrill soltó una carcajada. – ¡Ja! ¡Eso fue lo que dijo Sigma que es la gran mentira!
X retrocedió. – ¿La gran mentira?
– Ellos hablan de cómo las Tres Leyes fueron hechas para mantener la paz entre nosotros y los humanos, ¡pero eso es una tontería! ¡En tu mundo, no seríamos nada más que esclavos para aquellos que son más débiles que nosotros! ¡Ellos piensan que pueden usarnos y abusarnos porque están más arriba en jerarquía que nosotros, en un sistema de castas que ellos desarrollaron! ¡Diablos, ellos son quienes deciden quién es un Maverick o no, y también cuándo y cómo debemos morir!
– Mandrill, yo... – X comenzó a hablar, pero se encontró incapaz de responder.
Mandrill se calmó, pero todavía tenía otra pregunta más. – Entonces, con todo eso, ¿no has considerado, después de todo esto, que tal vez Sigma tiene razón, y que tú te equivocas?
X se encontró incapaz de responder.
– Debo admitir que a mí no me gusta mucho pensar las cosas. – le dijo el simio mecánico a su oponente, preparándose para adoptar una postura de combate. – Tal vez podamos resolver nuestras diferencias en batalla.
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Calles de Abel City...
– ¡Firefly, responde! ¿Me copias?
El Hunter verde salió de su estupor luego de haber escuchado el recuento de la historia de Kenichi al oír la voz de la navegadora. – Aquí estoy, Trinity. ¿Qué sucede? – preguntó el motociclista.
– Zero solicita apoyo en el Sector 19 al oeste. – explicó Trinity. – ¿Cuál es tu situación actual?
– En este momento me encuentro lidiando con dos humanos escapados. – respondió, con los ojos fijos en Kenichi y Chiyo, mientras la lluvia comenzaba a empaparles la ropa. – La buena noticia es que encontramos a A-1 con vida, e intacto. – agregó, observando al reploide con orejas de conejo.
– ¡Espera, ¿qué?!
Una voz familiar de pronto se hizo notar por el comunicador. El motociclista de armadura verde reconoció a la dueña inmediatamente, pero no dijo más, pues la dueña pareció haber recuperado el control de sí misma.
Trinity continuó hablando. – Bien entonces, ¿cuál es su condición?
– Está perfectamente bien. No tiene un solo rasguño encima. – reportó Firefly, y luego se fijó en una de las "orejas" en el casco del pequeño navegador. – En su mayor parte, al menos. Pero está en condiciones de caminar sin problemas.
– Qué bueno. – dijo Trinity. – Tráelo de regreso al cuartel general, y luego reúnete con Zero. Confío en que podrás llegar allá a tiempo, ¿correcto?
– No hay necesidad de eso. – dijo A-1, conectándose con Trinity a través de su propio comunicador. – No percibo ninguna señal de mecaniloides o reploides cerca. Soy perfectamente capaz de llevar a los dos niños a un lugar seguro.
Chiyo cruzó los brazos. – Sólo me faltan unos meses para graduarme, ¿sabes?
– De acuerdo entonces. – dijo Firefly, dirigiendo su atención a Trinity. – ¿Qué tal suena eso?
– Considerando que estamos... muy cortos de personal, no tenemos muchas opciones. – respondió la navegadora pelirrosa a ambos, Firefly y A-1. – Y francamente, le serías de mucha más utilidad a Zero.
– Entonces, supongo que eso lo decide. – dijo el reploide naranja más pequeño, girando la mirada hacia Kenichi y Chiyo. – Parece que ustedes dos tendrán que venir conmigo de vuelta a nuestro cuartel de emergencia.
– ¿Qué? – protestó la chica de pelo oscuro. – Pero...
– Saliste para buscarlo a él, ¿verdad? – A-1 señaló al niño de overol verde. – Ahora no tienes que preocuparte sólo por ti misma. Él también necesita protección.
Los ojos cafés de Chiyo se giraron hacia Kenichi, cuya mano sujetaba fuertemente la de A-1, y mantenía la cabeza gacha. Aunque ya habían pasado varios días, la muerte de Fumiko había sido difícil de asimilar. Miró al reploide con aspecto de niño, y luego al motociclista de armadura verde.
– Tienes razón. – suspiró. Aunque no le gustaba sentirse de nuevo en una posición que la dejaba impotente e indefensa, llevar a Kenichi a un lugar seguro era más importante. Además, aunque no se arrepentía de su decisión de salir a buscar al chico y a su hermana, eso no la absolvía de su culpa por potencialmente haber preocupado a Roll.
– De acuerdo, entonces ya está decidido. – dijo Firefly. El grupo salió del espacio confinado entre los edificios, y el motociclista se dirigió hacia su Ride Chaser. – Me voy para ayudar al Comandante con esos mecaniloides.
– ¡Espera! – lo llamó Chiyo. El reploide estaba a punto de arrancar cuando la oyó gritarle. Se detuvo por un momento, y vio a la humana aproximándose, con el uniforme empapándosele bajo la lluvia. – Toma, llévate esto.
Le presentó al Hunter su prototipo. Firefly la miró confuso. – Esto fue lo que Ai utilizó contra Chameleon, ¿verdad?
Chiyo asintió. – Lo admito, no es un buster, pero puede que sea útil en tus manos.
Firefly cogió la pistola, cargada con una enorme espina y la examinó. Ciertamente no era un buster, pero si ayudó a Ai a mantenerse viva hasta que él llegó, tal vez valdría la pena llevársela después de todo.
– Bien. – dijo mientras deslizaba el prototipo en una pequeña funda que emergía de su espalda. No quedaba a la medida con exactitud, pero sería suficiente. – A-1, ¿seguro que vas a estar bien?
– Positivo. – replicó el pequeño navegador. – No detecto señales en las cercanías. El camino hacia el cuartel general es completamente seguro.
– De acuerdo. Lo dejaré en tus manos. – Firefly comenzó a acelerar el motor para arrancar a su motocicleta. – ¡Ten cuidado!
Y con eso, salió a toda velocidad, dejando a los dos humanos y a su camarada reploide para dirigirse hacia la locación de su comandante, esperando que el inminente conflicto con los mecaniloides no fuese tan arriesgado, aunque fuese sólo por el hecho de que esos dos niños estaban involucrados.
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Planta de energía...
Un poderoso puño voló de frente, con los dedos muy apretados mientras apuntaba al objetivo frente a él. X apenas esquivó el enorme y poderoso brazo que colisionó contra la pared a la altura donde antes estaba su cabeza. La pared cedió ante la fuerza de Mandrill, dejando un cráter bastante por el impacto en la superficie lisa de la estructura.
– ¿Por qué me esquivas? – cuestionó el simio mecánico a su reacio oponente. – ¿O estás tan inmerso en tus dudas que no puedes pensar con claridad?
X se preparó y le disparó a su antiguo camarada. El disparó impactó a Mandrill, haciendo que el Maverick de cara pintada se agarrara el abdomen, con una mueca de dolor. X sabía que la oleada de culpa repentina que lo invadió no le haría ningún bien, pero también sabía que no podía dejarse vencer. Volvió a dispararle a Mandrill, aunque esta vez, a una sorprendente velocidad, el antiguo Hunter cargó de frente, colisionando su enorme puño contra X y enviando al reploide azul a estrellarse contra la pared a varios metros por encima del suelo. Una vez que cayó, Mandrill tomó ventaja de su aturdimiento para conectarle un feroz uppercut que mandó a X hacia el techo, haciendo que su cuerpo se enredara entre los gruesos y largos cables conectados al generador de la cámara. El cuerpo más pequeño del Hunter azul estaba atrapado entre resortes de metal plateado y alambres que se habían soltado, pero que mantenían conexión con la masiva fuente de poder a la cual proveían energía.
Desde allí, X miró hacia abajo débilmente, notando como las manos de color marfil de Mandrill producían unas brillantes chispas de energía violeta en sus palmas. El Hunter azul atrapado arriba todavía estaba recuperando el sentido, ya que el puñetazo de Mandrill había dejado sus componentes visuales desenfocados. Pero las luces brillantes que vio le alertaron que su amigo-ahora-enemigo tenía algo más en reserva para él. Y dudaba que fuese algo que beneficiara a su condición actual.
– M-Mandrill... – dijo con voz ahogada. – Yo... no... quiero...
– Lo sé. Para ser honesto, yo tampoco quiero esto. – confesó Mandrill.
X se quedó en shock. – ¿Qu-qué?
Mandrill todavía tenía electricidad saliéndole de las manos, pero no liberó el ataque. Todavía no, de cualquier manera. – Lo admito, eres un pelmazo y un aguafiestas, pero... realmente nunca te he odiado, X. – dijo a su antiguo amigo. – Penguin... dijo que estaba muy decepcionado de que no te unieras a nosotros, como dijo Fujiwara que probablemente no lo harías. Por lo que escuché, tú fuiste uno de los pocos reploides que no se burlaba de él.
X se quedó en silencio. La muerte de Chill Penguin seguía fresca en su mente. Junto con la de Marth.
– Pero, lo que diga Sigma, tiene que hacerse. – concluyó Mandrill, levantando sus manos. – No me gustan las peleas largas, así que haré esto lo más rápido posible.
Entonces, estampó sus manos sobre el suelo, liberando la energía de su Electric Spark y haciendo que viajara por las paredes y el techo, recorriendo a través de los resortes de plata hasta que la electricidad llegó hasta su objetivo.
Y el resultado fue que todo se puso blanco para X, y que sus entrañas comenzaban a arder de adentro hacia afuera con la corriente.
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Calles de Abel City...
¡Por fin, después de tanto buscar, los había encontrado!
Desde arriba, Zero observó a la pequeña aglomeración de mecaniloides, desde los Gun Volts hasta Bomb Bees y Crushers, Ball de Vouxs, y Jammingers. Parecía no haber reploides o Mavericks a su alrededor, por lo que el Hunter rubio asumió que no habría otras amenazas excepto los mecaniloides. Con eso en mente, disparó desde arriba al Gun Volt que iba al centro, atravesando sus circuitos internos con una ráfaga de plasma, antes de dejar un enorme agujero humeante en su pecho. Incapaz de sostenerse más, la máquina azul cayó al suelo, alertando al resto de que no estaban solos.
Pero, para cuando vino la realización, ya era demasiado tarde para ellos. Zero saltó sobre ellos, e inmediatamente se puso a trabajar.
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Planta de energía...
Las manchas blancas finalmente comenzaban a disiparse, pero sus sentidos seguían revueltos, y sus entrañas se sentían como si se hubieran carbonizado.
– Es... es muy poderoso... – musitó X quedamente, observando a Mandril debajo de él. – Unos cuantos golpes más así... y estaré frito.
– ¡Estás demasiado callado! – gritó el simio mecánico, atrayendo la atención de X. – Seguro que todavía no estás muerto.
– M-Mandrill... – tartamudeó X. – Tú...
– ¿Yo qué? – cuestionó Mandrill. – ¿No puedo hacer esto? ¿No tengo que pelear? ¿Tengo una oportunidad de volver a servir a esos humanos?
X permaneció en silencio. Todo eso era cierto, y sí, deseaba poder decirle todo eso a Spark Mandrill, Pero a pesar de sí mismo, sabía que no le haría ningún bien. Tenía que salir de allí antes de que su antiguo compañero lo electrocutase hasta la muerte. Pero ¿cómo podría pelear contra el enorme ex-Hunter si no podía liberarse? Mejor todavía, ¿qué táctica podría usar X contra él? Y más aún, ¿sería capaz de acabar con Mandrill, si llegaba a eso?
X pensó en todo esto y más, pero en su contemplación, recordó a las figuras congeladas con las que se topó al recorrer el dominio de Chill Penguin. Específicamente al Hunter fallecido, Marth. Cuando él y los demás, al igual que el propio X, estuvieron confinados en las celdas heladas que Penguin construyó para ellos, el reploide recordó cómo sus sistemas inmediatamente comentaban a trabajar para mantener a sus componentes internos calientes. La superficie helada de cristal de la jaula aprisionadora parecía hacer esa tarea una batalla perdida, pero dejó a X pensando. Dado que el arma de Penguin ahora técnicamente era suya (aunque no le agradase la idea de apropiarse del arma de un amigo muerto), el reploide azul se preguntó si podría tal vez usar la misma táctica contra Mandrill.
El problema era, ¿cómo se iba a bajar de aquí para ponerla a prueba?
– Ya he desperdiciado mucha energía contigo. – dijo Mandrill, claramente aburriéndose de la pelea en curso. – Hora de ponerle fin a esto.
Tal vez, pensó X, si podía soltar los cables, o incluso romperlos, quizás tendría una oportunidad. Por supuesto, eso lo dejaría en cómo hacerlo exactamente. De nuevo, X volvió a pensar en Chill Penguin, el frío intolerable, la electricidad en sus circuitos gradualmente disminuyendo hasta ser poco más que un ligero shock a sus sistemas.
Electricidad... sí. ¡Sí, eso era!
Spark Mandrill se preparó para atacar, y X lanzó un disparo hacia los resortes que lo rodeaban. Pero en lugar de que su Buster los atravesara y potencialmente lo electrocutara todavía más, eligió congelarlos. El Shotgun Ice enfrió el interior de los cables de plata, solidificando gradualmente todo lo que el disparo tocó, hasta que X se encontró envuelto en poco más que unas ataduras congeladas. Ataduras que se debilitaron por el frío, permitiéndole al reploide azul liberarse sacudiéndolas hasta romperlas. Aunque esto tuvo la infortunada consecuencia de cortar la energía del generador, y por ende de toda la planta de energía.
– ¡¿Qué has hecho?! – gritó Mandrill, claramente aterrado.
– Cortar tu suministro. – respondió X, habiendo aterrizado en el suelo. – Ahora, tendrás que usar tus propias reservas, igual que todos los demás.
Mandrill gruñó, pero sonrió mientras su cuerpo se iluminaba, presentando sus diodos en colores vibrantes.
– Tengo más que suficiente para encargarme de ti. – Se echó hacia atrás, preparando su puño. – ¡Y te lo demostraré ahora mismo!
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Calles de Abel City...
Ante la imagen de su camarada cayendo de rodillas y luego desplomándose en el suelo, los mecaniloides tomaron conciencia de que no estaban solos. Esto fue confirmado cuando su agresor saltó desde lo alto y les disparó, esta vez logrando destruir a un Crusher antes que pudiera liberar el arma que le daba su nombre en contra del Hunter rubio.
Al darse cuenta de que estaban bajo ataque, los mecaniloides se movieron hacia Zero como un grupo colectivo, planeando atacarlo todos juntos a la vez. Aunque su IA no era tan avanzada como las de los reploides, o incluso de los robots primitivos, los mecaniloides tenían suficiente capacidad de lógica y deducción para entender que un solo reploide estaba enfrentándose a varios de ellos. Lo superaban en número, y por ende, podían abrumarlo y superarlo entre todos con su fuerza combinada.
Otro Gun Volt decidió hacer su movimiento contra Zero, disparando misiles en su dirección. El reploide rubio esquivó la oleada de proyectiles justo a tiempo, y las explosiones destruyeron un poste de luz justo detrás de él. El Gun Volt intentó atacar de nuevo, con la intención de soltar una descarga eléctrica, pero antes de poder hacerlo al abrir sus puertos, Zero saltó y se puso a quemarropa frente al enorme mecaniloide, descargando su buster dentro de la abertura de la otra máquina. El plasma atravesó el cuerpo en la misma zona donde estaban sus armas, causando una reacción en cadena que Zero tuvo que evitar saltando hacia atrás, antes que el Gun Volt estallara en pocos segundos.
Habiéndose deshecho de los miembros más grandes del grupo, el Hunter de armadura roja observó al resto de sus oponentes, cuyos receptores ópticos fríos y sin emociones se enfocaron en él al instante. Todos se movieron al unísono, para atacar.
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Planta de energía...
Saltando por encima de X, Spark Mandrill se dirigió a tratar de reparar los cables congelados que conectaban con el generador. Cierto, tenía poder más que suficiente para encargarse de X, pero cualquier corte de suministros podría causarle problemas. Tendría que reservar lo que tenía, ¿y para qué hacer eso cuando tenía un suministro constante frente a él?
Pero, para su conmoción, todo había sido reducido a poco más que trozos de objetos cristalizados e inertes, imposibles de reparar. ¡No podía reconectar los alambres en este estado! ¡Su acceso a la energía ilimitada había sido cortado!
Y entonces, sintió un enfermizo escalofrío recorrerle su espina mecánica. El escalofrío se volvió literal, ya que todo su cuerpo empezaba a enfriarse.
– ¿Qué demo...? – Se giró lentamente para ver que su espalda estaba siendo cubierta lentamente en cristales de hielo. Desde abajo, X se quedó de pie, con el buster apuntando tras haber disparado. Pero a diferencia del plasma anterior, este estaba compuesto de nitrógeno concentrado y varios otros químicos. Mandrill reconoció el arma al instante.
– Esa es... el arma de Penguin... ¡¿acaso tú...?! – empezó a tartamudear, soldando su agarre de los cables del techo. Se las arregló para aterrizar de pie, pero no fue exactamente un aterrizaje limpio. – ¡¿Cómo pudiste?! – Hizo una breve pausa. – Entonces, es verdad. Realmente ERES como el Mega Man original, utilizas las armas de tus enemigos como si fueran tuyas.
X se quedó tieso, pero mantuvo su aplomo al responder. – Penguin no era mi enemigo. Y tú tampoco tienes por qué serlo.
– Bueno, así es como están las cosas. – dijo el antiguo Hunter de armadura dorada y café, en tono neutral. Pero había cierto deje de melancolía en ella. – Fujiwara dijo que, de una forma u otra, algunos de nuestros chips caerían en tus manos. Supongo que es verdad, la supervivencia del más fuerte se aplica a todos los seres vivientes, incluso nosotros.
X se mordió el labio. Vio que los movimientos de Mandrill empezaban a entorpecerse, ya que el hielo claramente afectaba sus circuitos.
– Mandrill, te lo advierto por tu propio bien. – le dijo, con el buster listo para disparar de nuevo, pero él quería hacer todo menos eso. – Ríndete ahora, así puedes ayudarnos en nuestros esfuerzos contra Sigma.
– Así que ¿no crees que sea imposible razonar con él? – cuestionó Mandrill, con sus sistemas esforzándose por mantener el calor. Casi se sentía como si el hielo continuara expandiéndose, ¿pero cpómo era eso posible? ¿Este era el poder del chip del arma de Chill Penguin? – ¿Planeas probar uno de tus discursos con él?
– Yo... – X desvió su mirada por un momento. Para ser honesto, deseaba hacerlo. Deseaba poder conversar con Sigma, aunque fuese sólo para conseguir respuestas a las preguntas que todavía ardían en su mente.
¿Por qué hizo todo esto? ¿Por qué mató a Fujiwara? ¿Por qué secuestró al Dr. Cain? Mejor todavía, ¿era él realmente quien estaba haciendo todo esto? ¿Acaso tal vez, sólo tal vez, era obra de algo más? ¿Un virus? ¿La causa de los Mavericks era un virus? ¿O era simplemente circunstancial? De cualquier manera, X quería saberlo. Tenía que saberlo.
– Yo... quiero hablar con él, si es posible.
Spark Mandrill se quedó en silencio ante las palabras de su antiguo amigo.
– Entonces, ya sabes lo que tienes que hacer. – Y con un poderoso y único rugido, la sala se iluminó momentáneamente en cuanto Mandrill se liberó del hielo que lentamente aprisionaba su cuerpo. – Pero primero, ¡tendrás que averiguar dónde estoy!
Y entonces, se lanzó de frente, con su puño dirigido hacia el intruso que había invadido su área ocupada.
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Calles de Abel City...
¡¿A dónde se habría ido Zero?!
Firefly continuaba conduciendo a toda velocidad por las calles vacías en su Ride Chaser, tratando de divisar cualquier señal de su comandante. Aún tenía en su posesión el arma prototipo de Chiyo, pero se debatía sobre si debió o no molestarse en quitársela. Por más que fuese hija de Fujiwara, eso no se traducía en tener su conocimiento.
Cierto, él no se esperaba que ella fuese capaz de construir un instrumento capaz de perforar la cavidad cerebral de una forma de vida mecánica, pero era claro que todavía necesitaba pulirse extensivamente. No estaba ni de cerca al nivel de su padre todavía.
Aunque, se parecía a su padre de varias maneras.
Independientemente de eso, Firefly continuó buscando a su comandante, preguntándose qué tan lejos habría ido, y si habría alcanzado a los mecaniloides o a los humanos. Y entonces, más adelante, escuchó ruidos de combate, metal chocando contra metal, y varios miembros del enemigo atacando a la vez.
¿Acaso Zero estaba en problemas? Como fuese, el Hunter verde sabía que tenía que llegar rápido, para evitar que Zero o los humanos se vieran en mayor peligro.
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Planta de energía...
Un puñetazo colisionó contra su pecho y lo empujó hacia atrás. X intentaba recuperar la visión para encontrar a Mandrill mientras sus sistemas se recalibraban tras el impacto. Mandrill había decidido usar el apagón a su favor para golpear a X por toda la sala, y la velocidad de reacción del reploide azul no era suficiente para esquivar los golpes. Finalmente, con un uppercut muy certero, X salió volando por los aires y aterrizó en el suelo con un golpe seco.
– Parece que esto es todo. – dijo el simio robótico despreocupadamente. – Oh bueno. No eras un tipo tan malo, X. Creo que tal vez sí te voy a extrañar.
Empezó a cargar para utilizar su Electric Spark, pero cuando estaba a punto de soltar su ataque, sus brazos recibieron impacto de dos balas del Shotgun Ice. Los químicos congelaron sus extremidades, dejándolas rígidas e imposibles de moverse. Dio un paso al frente, pero sus piernas también fueron atacadas. Los disparos congelaron sus articulaciones inferiores. X no se detuvo, sino que siguió disparando sin detenerse hasta que todo el cuerpo de Mandrill quedó encasillado en cristales de hielo.
X suspiró al ver a Mandrill congelado, y tras algunos momentos, parecía que sería el final de todo.
Pero cuando X estuvo a punto de contactar a Ai para reportar los resultados de su misión, y alertarle de las reparaciones que tenían que hacer al generador, empezó a sonar un sonido de crujidos por toda la cámara. Provenía desde el cuerpo congelado de Mandrill.
Y con un atronador bramido, Spark Mandrill se las arregló para liberarse, emitiendo energía desde su masivo cuerpo. Pero para sorpresa de X, no lo atacó.
No podía. Liberarse del hielo fue todo lo que el enorme primate pudo hacer antes de desplomarse en el suelo, sosteniéndose con las manos y rodillas.
– Tú... lo que dijo Sigma sobre ti era cierto. – dijo Mandrill. – Yo... no pensé que lo vería con mis propios ojos...
– Mandrill... – dijo X, pero Mandrill continuó.
– Pero... ya... no sé ni qué pensar. Quiero decir, decidí seguir a Sigma porque era fuerte. Pero... tú también has demostrado ser fuerte. Así que... – bajó su cabeza – ... ¿a quién debo seguir?
X lo observó con empatía. Luego extendió su mano. – Si me lo permites, puedo ayudarte con eso.
– ¿Estás seguro? – cuestionó Mandrill. – Si tengo razón, Sigma dice que probablemente tú seas el más confundido de todos nosotros.
– ¿A qué te refieres? – preguntó X.
– No estás seguro de nada, ¿verdad? – inquirió el simio. – Robots, reploides... incluso mecaniloides... es igual para los humanos. Y tal vez para todos nosotros.
X estuvo a punto de preguntar más a fondo, pero antes que Mandrill pudiese hablar aún más, una silueta se manifestó detrás de él en la oscuridad. Apenas era visible, pero allí estaba. Estaba tomando forma de manera consistente, y cuando X se dio cuenta de quién era, sus ojos verdes se ensancharon.
– ¡Mandrill! ¡Cuidado!
Spark Mandrill se giró confuso, pero para cuando lo hizo, fue demasiado tarde. Cinco disparos consecutivos atravesaron el pecho del simio, golpeando de lleno su núcleo y causando una pequeña explosión. Con eso y su energía ya agotada, Mandrill finalmente se desplomó en el suelo, inmóvil e inactivo.
X se quedó boquiabierto ante lo que vio, una vez que tuvo la imagen completa de la figura que estaba parada frente a él. Era sólo una imagen, pero a quien estaba proyectando era muy claro. Aunque a pesar de la familiaridad, mucho había cambiado en él desde la última vez que X lo había visto.
– ¡¿S-Sigma?!
Esta historia continuará...
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