Miedo a los ríos
Unos chapoteos y risas se escuchaban en el exterior de la biblioteca de Alchemist, cerca de las plantaciones de arroz.
Algunos autores habían decidido ir a refrescarse al río del exterior aprovechando que era un día caluroso, por lo que se encontraban o bien jugando con los más jóvenes o charlando alegremente mientras se mojaban los pies.
Dicho río era algo ancho, y sus aguas se movían tanto por los movimientos de la gente como por el desplazamiento del caudal. El fondo se podía apreciar desde la superficie, ya que, si bien no era superficial, la parte superior no estaba a más de dos metros de la inferior.
Dazai, sin embargo, observaba a sus amigos y compañeros desde una cierta distancia, algo lejos de la orilla del río.
—¡Eh, chico melocotón!—Chūya sacó los pies del agua y se giró para mirar a Dazai—. ¿Por qué no te acercas un poco? ¡Estás tan lejos que no podemos hablar bien contigo!
El de cabellos rojizos frunció los labios y se acercó un poco tras dejar su capa y cinto con un libro en el sitio en el que anteriormente se encontraba.
—¿No te estás asfixiando de calor?—preguntó Chūya mientras seguía girado, debido a que Dazai seguía sin acercarse mucho.
—No, a decir verdad—mintió. El escritor se aflojó el nudo de la corbata y se subió las mangas de la camisa antes de desabrocharse algunos botones.
Chūya frunció el ceño, pero suspiró antes de decir al mismo tiempo que volvía a mirar al frente:
—Lo que tú digas, gallina—Chūya asumía que Dazai era un cobarde por no atreverse a poner un pie en el río, pero lo dejó estar y metió de nuevo sus extremidades inferiores antes de moverlas, creando algunos círculos en el agua.
Dan, que estaba en la orilla de enfrente, alzó la cabeza, viendo cómo su amigo no apartaba la vista de las aguas del río.
—Ah, Dazai, estás aquí—el escritor sacó los pies del agua y se puso en pie, con la intención de cruzar el río a través de las piedras que había por el medio para ir donde su amigo—. Voy contigo, que seguro que no quieres estar aquí y así te puedo hacer compañía en otra parte.
—Ah, Dan, no hace falta. Si con no acercarme al agua, tengo suficiente—respondió Dazai con una sonrisa despreocupada, tratando de calmar a su amigo.
Aquella frase desconcertó a Chūya, que volvió a alzar la cabeza hacia el pelirrojo, quien, al parecer, se había acercado un poco más a la orilla; quizá para hablar mejor con Dan.
—¿Seguro?—Dan no parecía muy convencido, por lo que había comenzado a caminar por las piedras en dirección a Dazai.
—Sí, sí. Estoy bi...—el pelirrojo no pudo terminar la frase, ya que sintió cómo alguien lo empujaba.
Chūya giró su cabeza al escuchar las palabras ahogadas de su compañero únicamente para ver cómo éste caía muy cerca suyo. Después, un gran chapoteo se escuchó, dando a entender que había caído al río.
—¡Dazai!—exclamó Dan al ver caer a su amigo.
Ango no perdió el tiempo y se metió por completo en el agua, sacando rápidamente a Dazai del fondo pasados unos segundos. El escritor rodeó los hombros del pelirrojo con uno de sus brazos, y lo arrastró consigo a la orilla.
—El agua no es tan profunda, ¿por qué vais a por él? Si seguro que sabe nadar—dijo Chūya a media voz; algo no le cuadraba.
—No es por la profundidad del río:es por el río mismo—contestó Oda antes de dirigirse hacia donde estaba Dazai con la intención de colocarle su capa sobre los hombros.
Chūya frunció el ceño al no entender eso, pero cuando Ango sacó a Dazai del agua y Oda le colocó su capa sobre los hombros, pudo ver el rostro de su compañero, causando que abriera los ojos como platos.
El rostro de Dazai estaba desfigurado por el miedo. No pestañeaba, tenía los ojos bien abiertos; sus fosas nasales estaban dilatadas, pues trataban de aspirar la mayor cantidad de aire junto a su boca, que se encontraba entreabierta; su cuerpo temblaba, pero no debido al frío, y sus cuerdas vocales intentaban formular palabras que sólo lograban salir en forma de jadeos.
Rápidamente, Dan alzó a Dazai y se lo llevó de allí seguido del resto de amigos de Dazai, que transportaban el calzado de Dan y el suyo propio y las pertenencias de Dazai.
Chūya sólo observó cómo se alejaban, con unas cuantas dudas en su mente.
*
Dazai se encontraba en su habitación, concretamente, sentado sobre su cama.
Sus amigos lo habían dejado allí tras decretar que probablemente no sería bueno que se diera una ducha en esas condiciones, por lo que simplemente extendieron toallas por el colchón para sentar allí a Dazai para después llenar cubos con agua caliente y mojarlas para rodear al escritor y que entrara en calor. Ango sugirió que le prepararan algo para comer y que, de paso, fueran a por algunas mantas para Dazai. Dicho y hecho, los tres se dividieron las tareas para tardar la menor cantidad de tiempo posible. Aunque eso sí, prohibieron al propio Ango que fuera él el que preparase la comida.
Volviendo con Dazai, éste seguía en un pequeño estado de shock, estando igual o peor que cuando había caído al agua.
Había entrado en el río. Como aquella vez.
Las aguas estaban turbulentas y altas. Como aquella vez.
El latido de su corazón en sus oídos impedía que escuchara nada más. Como aquella vez.
Tenía frío y estaba calado. Como aquella vez.
El aire faltaba en su cuerpo y le provocaba mareos. Como aquella vez en el río Tama.
La ansiedad comenzó a recorrer su cuerpo de nuevo, y sus manos se aferraron a sus brazos desnudos, clavando las uñas sobre la superficie de éstos. Su mirada estaba fija en un punto indefinido, con sus pupilas temblando y desenfocando todo a su alrededor. El miedo se había apoderado de él en el preciso instante en el que cayó al agua:su alrededor se había vuelto más oscuro, y el río parecía que no tenía fondo. Ese miedo había paralizado sus extremidades, por lo que le fue imposible moverse para salir a la superficie, y de no ser por Ango, no hubiera salido del agua.
Sus uñas se clavaron aún más en su carne y su respiración se volvió más irregular, terminando por generarle un pequeño mareo. Los objetos de su habitación comenzaron a difuminarse y a fundirse con el papel azulado de las paredes, dándole un aspecto más oscuro.
Dazai trató de gritar por auxilio, pero ni una sola palabra salió de sus labios resecos. Sólo jadeos o ruidos roncos.
De pronto, el pelirrojo notó algo sobre sus hombros antes de sentir que algo se hundía en el colchón de la cama, frente a él. Seguidamente, y aunque su visión estaba borrosa y teñida de oscuridad, pudo apreciar una silueta de alguien que pronto lo tomó de los hombros.
Dazai no podía escuchar nada, puesto que aún sentía sus latidos en sus oídos, pero asumió que la persona frente a él lo estaba llamando por la situación. El escritor frunció el ceño y los labios mientras, de forma involuntaria, las lágrimas comenzaban a emborronar aún más su visión.
La persona frente a él se acercó más y lo abrazó, haciendo que ocultara su rostro en su pecho. Aquello sorprendió a Dazai, y más cuando por fin pudo reconocer a la persona gracias a su olor a sake y tinta. El escritor trató de articular el nombre de su compañero, pero sólo logró que otro ruido ronco saliera de sus labios.
El pelirrojo pronto notó unas caricias en el pelo y en la espalda, lo que poco a poco, lograba que su corazón dejara de latir con tanta fuerza en sus oídos, pudiendo así escuchar tres únicas palabras:
—Tranquilo. Estoy aquí.
Dazai ahogó un sollozo antes de cerrar los ojos y aferrarse al cuerpo contrario, dejando que las lágrimas cayeran libremente por sus mejillas.
Estaba en su dormitorio, no en un río. No se estaba hundiendo en un río. No estaba cometiendo suicidio con su amante en un río, estaba en su dormitorio, abrazado a uno de sus compañeros. No estaba rodeado de agua turbulentas, estaba rodeado por los brazos de Chūya.
Ambos escritores permanecieron en silencio y abrazados durante unos minutos. Ninguno de los dos dijo nada, no queriendo arruinar ese bonito momento entre ambos.
—Chūya...—logró articular Dazai tras esos minutos—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a ver cómo estabas—respondió el rubio—. Tenías cara de haber visto a un muerto.
Dazai frunció los labios y abrió los ojos para mirar a su compañero.
—No vi a un muerto:me sentí como uno.
Chūya alzó una ceja, confundido, por lo que Dazai se separó de Chūya, aunque sin dejar ir la capa de su compañero.
—¿Sabes cómo terminó mi vida?—preguntó el pelirrojo.
—Fallecí antes que tú, y una vez aquí no me molesté en averiguarlo, a decir verdad—dijo el rubio con total sinceridad—. Aunque creo que oí decir a uno de tus amigos que te suicidaste.
—Sí—Dazai agachó la mirada, mirando su regazo—. Me suicidé con mi amante lanzándome a las aguas del río Tama, que tiene aguas muy turbulentas. Yo estaba conforme con ese suicidio, y no me eché atrás en ningún momento, pero debo confesar que al entrar al río y comenzar a ser agitado por las aguas, me agobié. No podía ver nada, estaba todo oscuro, y el miedo se apoderó de mí. Todo estaba borroso, estaba siendo golpeado por todas partes de forma que el aire no entraba en mi cuerpo, y... Y...—el escritor sintió de nuevo que le faltaba el aire y que su visión se tornaba de nuevo borrosa.
—Eh, eh, eh—Chūya lo tomó de las mejillas, haciendo que lo mirara—. No hables, no pienses en ello. Mente en blanco, cuenta hasta diez y trata de regular tu respiración.
Dazai se fijó en los orbes rubíes de su compañero antes de dejar de respirar. Después, comenzó a contar hasta diez para sus adentros, y con cada número impar, inspiraba, para después expirar con cada numero par.
—Gracias—suspiró el pelirrojo una vez se hubo calmado de nuevo. El pelirrojo agachó la cabeza y llevó una de sus manos a una de las de su compañero rubio.
Chūya frunció los labios antes de decir:
—Vamos, que lo que querías decir es que te acojonaste al principio, ¿no?
—Básicamente. Cuando el aire faltó, dejé de sentir miedo—contestó Dazai—. Y ahora que estoy aquí en la biblioteca, había olvidado ese miedo hasta que Alchemist hizo aparecer los campos de cultivo y el río. Oda lo notó, por lo que al final le expliqué a él, Dan y Ango lo que me ocurría.
—Y hoy, cuando te han empujado sin querer, has vuelto a vivir ese trauma, ¿cierto?—preguntó Chūya.
El rubio suspiró y acarició una de las mejillas húmedas del pelirrojo.
—Debe ser horrible—susurró antes de bajar las manos, pero sin soltar la mano del contrario
—Lo es—susurró Dazai a modo de respuesta.
Ambos volvieron a quedarse en silencio un rato, o al menos, hasta que a Dazai se le ocurrió preguntar:
—Oye, ¿y por qué querías saber cómo estaba?
Chūya se sonrojó antes de soltarse del agarre de Dazai y mirar a otro lado.
—Te basta con que lo haya hecho, idiota flor de melocotón.
Dazai sonrió antes de pinchar una de las mejillas sonrosadas de Chūya y decir:
—¡Aw, Chūya se preocupa por mí!
El rubio apartó de un manotazo la mano del contrario y se puso en pie mientras musitaba:
—Yo no sé para qué hago las cosas.
Cuando el rubio se dirigió a la puerta del dormitorio para salir, Dazai lo llamó:
—Chūya—el mencionado se dio la vuelta, únicamente para ver cómo el pelirrojo se aferraba a la manta que le había colocado anteriormente sobre los hombros—. Gracias por preocuparte por mí.
El rubio apartó de nuevo la mirada y respondió:
—S-Sí, como sea. Anda, descansa un rato.
Una vez Chūya hubo salido del dormitorio, se llevó una mano al pecho y frunció los labios mientras que llevaba su mano libre a la zona inferior de su rostro.
«Joderrrr, ¡qué mono!», pensó; quizá también lo dijo en voz alta.
Chūya se palmeó brevemente el rostro antes de suspirar y alejarse de allí, sin fijarse en que Dan, Ango y Oda se encontraban no muy lejos.
—Me pregunto qué habrá pasado ahí dentro—susurró Ango, pensativo.
-MGGBBRAE
Wiii, 2000 palabras :D
Bueno, hoy es el día en el que IRL Dazai murió, así que aquí os traigo un shot relacionado a su suicidio. Y obviamente, debía ser de BTA.
Espero os guste <3
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