Capítulo 1

Antes de.

¿Antes de qué? De cualquier cosa; porque siempre habría demasiadas luces.


Mamá no estaba, nunca lo estuvo. Como un foco intermitente, a veces en el día. Nunca durante la noche. Porque como todos los humanos, tenía prioridades, y Harry, no era una de ellas.

Era de noche, y el ventilador de su habitación hacía demasiado ruido. Y por mucho que quisiera apagarlo; no podía, o moriría del calor.

Tenía 11 años y aún no era lo suficientemente alto como para alcanzarlo. El rizado siempre había tenido un instinto curioso, siempre buscando una solución para las cosas. No buscando un “¿Por qué?” sino un “¿Cómo?”

Sabía que el ventilador sonaba porque uno de sus tornillos estaba por soltarse. Así que solo se necesitaba un pequeño ajuste.

Corrió hasta la bodega de herramientas de su casa, y tomó una escalera plegable de metal, una que apenas era  capaz de cargar, y la llevó a su habitación.

Su padre tenía el sueño pesado; tanto que no escuchó la escalera siendo arrastrada.

—¿Qué se supone que haces? Es media noche, duérmete ya.

—No puedo, ese ruido me molesta.

Aaron bufó.—Papá dijo que lo haría después. Vamos, Duérmete.

El más pequeño de los dos bajó la cabeza.—Dijo eso hace una semana…—Triste. El adolescente torció el gesto.

—Voy a revisarlo, pero prométeme que cuando termine volverás a dormir. Mañana tienes clases.

—Lo haré, lo haré.

No apagó el ventilador antes de subirse al primer escalón, no calculó la distancia. Y el tornillo que estaba por soltarse, finalmente lo hizo.

Se lanzó hacia atrás para intentar librarse; pero su pie se quedó atorado en la escalera. Y una de las aspas que se había zafado de su lugar cortó un espacio cerca de su cuello.

La tenue luz de la lámpara de noche que iluminaba el lugar, alumbró perfectamente su silueta cayendo y las pequeñas gotas de sangre que volaron una a una hasta convertirse en un mar.

Aún consciente, comenzó a toser inútilmente. La sangre brotaba  desde la herida de su cuello y de su boca; Sin saber qué hacer, se movió hasta el cuerpo de su hermano mayor, e intentó atar una manta a su cuello para contener la sangre.

Sin hacer ruido, sin alterarse visiblemente, sin gritar. Sólo tratando de pensar con lógica; no era muy expresivo, pero en algún momento se asustó, y comenzó a llorar en silencio, al notar que no podía hacer nada; porque estaba completamente manchado de rojo y Aaron, había dejado de moverse.

En la mañana, su padre se movió hasta su habitación para despertar a Harry, entró; pero no esperaba encontrar ese tipo de escena, con su hijo mayor muerto de ojos abiertos, y al menor acomodado contra su cuerpo ensangrentado.

Aaron no llegó al día de su graduación.

Nunca cumplió 18, no le confesó su amor a la chica que se sentaba frente a él en historia y jamás se convirtió en el médico que soñó ser.

Y Harry, comenzó a ser fiel a cada uno de esos “Lo haré”.

—Estás pálido, ¿Seguro que te sientes bien?— Harry estaba parado en el primer piso del hospital, cerca de la puerta principal, charlando con la recepcionista.

—Estoy bien, lo juro.

—Has estado aquí más de lo que corresponde tu turno, estoy comenzando a creer que eres adicto al trabajo o que quizás, estás escondiéndote de algo.

—Leah , por favor. Alucinas, nada de lo que dices tiene sentido.—Reprochó a su amiga sin dejar de ver a la puerta.

—O tal vez, estés esperando alguien.—Divertida, aparentando no saber sobre la situación de rizado.—¿Ya viste en la sala de espera? Suele sentarse allí a leer o a hacer tareas.

—Me ofendes, mujer. Te he dicho que no estoy esperando a nadie.

—Claro, claro. No diré nada.— Extendió un billete al otro.— Ya que estás allí, sin oficio alguno, ve a la cafetería y cómprame algo rico para desayunar, Se un amor, Quieres. Y de paso, compra algo para ti también, no has comido nada bien estos días.

Aceptando el dinero.—¿Qué crees que soy, tu secretaria?

—Mi sirviente.

Rió ante el comentario de su amiga. Y se alejó del puesto en donde estaba. Tarareando hasta llegar al otro ala del Hospital.

Era sábado, 4:30 A.M. y el turno de Harry había terminado hace varias horas; Pero no quería marcharse, no tenía demasiada vida fuera del hospital.

Tenía 28 años, una carrera, un sueldo estable, un buen auto, casa propia. Una buena vida.

Pero realmente no tenía ánimo para llegar a casa y escuchar la misma idiotez de todos los días. Su padre vivía con él, porque le rogó a Harry que lo cuidase para no tener que ir a un asilo para ancianos o ser internado en un clínica por sus problemas de memoria. Y el chico, que tenía un leve problema con decir “No”, aceptó.

Harry, ¿Cuándo terminarás la escuela?, Harry, ¿Cuándo terminarás la universidad? ¿Cuándo tendrás un empleo? ¿Un auto? ¿Novia? Y la más reciente, ¿Cuándo vas a casarte?

Siempre le faltaba algo. Porque simplemente, las personas nunca están conformes con las vidas ajenas.

Esperan demasiado, de algo que ni siquiera es de su incumbencia.

—Un emparedado de Pavo, sin tomate ni cebolla, Por favor. También una ensalada de zanahoria y dos Tés de manzanilla.

—Dr. styles….

—¿Qué?—Sin prestar demasiada atención.

—Esto no es un restaurante Gourmet, le ofrezco un emparedado con queso, chocolate y un poquito de lechuga, ¿Le parece?

Soltó aire pesado, decepcionado.— Lo que sea estará bien.

Llevaba una dieta bastante saludable, y aunque estaba consciente como doctor de que la carne proporcionaba nutrientes esenciales, no la comía, ni consumía nada que viniera de algún ser vivo.

¿Era difícil? Sí. Pero en pleno siglo XXI y con tantas alternativas, le era posible.

Tomó la bandeja con comida después de pagar, y se movió caminando entre las mesas. Tranquilo, buscando alguna flor entre las personas, Hasta que su pie aplastó algo.

Bajó la vista y notó la bolsa de frituras—y las mismas—que estaban destrozadas en el piso.

—Oye, pensaba comerme eso.

—Si lo pensaste tanto, ¿Por qué estaba en el piso? Se más cuidado…

Volvió su vista a la persona que le reclamaba. Mismos ojos llorosos, mismas ojeras.

—Se cayó, no fue mi culpa.

—Como sea, Deberías cuidar más tus cosas.—Sentándose lentamente en la misma mesa que él, disimulando.—Además, ¿Quién come eso como desayuno?

Harry no imponía a los demás su estilo de vida. Ni criticaba a quienes pensaban diferente, era algo que llamaba, “Enfócate en tu puta propia existencia”. Solo estaba intentando sacarle conversación.

—¿Quién come comida de conejo en la mañana?—Burló el Castaño.

—Alguien que no morirá por problemas cardíacos.—Sonrió un poco.— ¿Qué haces aquí desde tan temprano?

—Yo, casi siempre estoy aquí. Vengo en la tarde, me voy en la madrugada; pero los fines de semana técnicamente acampo aquí. Y como no administro bien el dinero, no me queda mucho, así que solo me alcanza para golosinas; pero no me quejo, está bien, supongo.

—¿Quieres un Sándwich?—Elevó las comisuras de sus labios, mostrando su forma más inofensiva, los hoyuelos.

—¿Tú no lo quieres?—Dudando. Tosió de manera sutil.

—Tiene queso, no como queso. No me gusta el queso.

—¿Por qué lo compraste, entonces?

—Era para...—(Leah) Deteniéndose a pensarlo.—Tí.—Mintiendo a conveniencia.

— Es poco creíble.—Volvió a toser.

Le observó unos momentos.—¿No tienes frío? El suéter que usas se ve bastante ligero.

—Uhm, no.—Respiró pausado.— ¿Qué te hace pensar eso? —Sin preguntarle, Harry llevó su mano hasta el pecho de Louis. Y la posó allí un momento.—Alto, ¿Qué haces?

—Respira.

Desconcertado.—¿Qué demonios te pasa?

—Dije, Respira. Hazlo ya.—Confundido, inhaló aire, de forma corta. Rápidamente exhaló.—Hazlo de nuevo, toma tanto aire como puedas y mantenlo.—Su respiración era corta. Y Harry aprovechó para llevar su otra mano junto a la primera presionando el área de sus pulmones.

—¿Cuándo fue tu último ataque?

—¿Mi qué?—Fingiendo demencia.

Harry rodó los ojos.—Eres asmático, ¿A qué tipo de ataque crees que me refiero? Nuclear, supongo.

—Yo...—Sin intentar negar algo ya obvio.—Fue hace una semana.

—¿Dónde?

—En la escuela, pero tenía mi inhalador. No fue nada grave.

—Que siga pasando a tu edad es grave. ¿Cuántos años tienes? ¿19, 20?

—17.

Sigue en la escuela, Harry. ¿Qué te hizo pensar que era mayor de edad? Eres 10 años mayor, estás enfermo y viejo.—¿Alguna vez te han nebulizado?

—Hace un par de años que no. No salgo mucho al exterior, ni me expongo tanto al frío o polvo.

—Eso explica por qué respiras con apnea y tu pecho silba. Es de madrugada, niño. Hace frío, recaerás de nuevo. Sería bueno que fueras a casa a descansar.

—¿Por qué cada vez que nos vemos quieres que vaya mi casa, tanto te molesta que esté aquí?

—No es eso, pero se nota que necesitas dormir. Y usar algo que te abrigue realmente.

—Es fin de semana, me quedaré cuanto quiera.

Buscando otra salida. Notando la aversión que el niño mostraba por su propia residencia.— ¿Qué te parece si descansas un rato en mi oficina? Tengo mantas y cosas que uso cuando tampoco quiero volver a mi casa, como hoy. ¿Aceptas?

Lo pensó.—Está bien. — No necesitaba que Harry le indicara qué hacer. Tomó el sándwich que le había ofrecido y lo guardó dentro de su mochila. Limpió la mesa de frituras, y por último volvió a hablar.—Te sigo.

No, necesitaba órdenes de alguien más; Pero sí necesitaba dormir.

El otro tomó el resto de su ensalada, y el vaso de chocolate para su amiga. Y Juntos comenzaron a caminar.

Pasados cinco minutos, llegaron. —”Dr. Harry Styles, Médico general.”  Con que ese es tu nombre. Wow, tienes tu propia placa en la puerta y todo. Debes ser importante.

Introdujo la llave en el Picaporte de la puerta.—9 años en la universidad y varias otras cosas me hacen importante.—Abrió.

—Oye, Harry, tienes los ojos de tu madre.—Soltó de la nada. Mientras se movía por la oficina hasta llegar al sofá y sentarse.

—¿Perdón?

—Ya sabés, por Harry Potter.—Comenzó a reír Con fuerza, mientras que él, no entendía el chiste.

—Ah, nunca leí ese libro. Ni he visto ninguna de esas películas.

—¿Es en serio? Que falta de cultura la tuya, Potter.

—Lo es.— Se movió hasta su escritorio, y de la última gaveta, sacó una manta de animalitos, y una pequeña almohada.—Toma, puedes acomodarte allí en donde estás.—Fingiendo no prestarle atención, se dedicó a organizar algunos papeles en su escritorio.

Louis puso la pequeña almohada detrás de su cabeza, y extendió la colcha. Al notar que esta no le cubría completamente, se acurrucó, encogiendo sus piernas y juntando ambos brazos. —Despiértame cuando tengas que irte.—Dijo, pero el otro no le respondió.

El sonido de su respiración silbante era notorio en la silenciosa habitación. Y Harry no podía ignorarla, sabía que era una mala señal.

El asma usualmente desaparece después de los 12 o 13 años, que es cuando se inicia la pubertad; pero en casos de adultos o adolescentes que no superaban la enfermedad solía convertirse en un tropiezo para su vida diaria.

Se dice es imposible prevenir un ataque, sin embargo, todas las cosas tienen una razón lógica. La exposición al frío, la mala alimentación, el estrés. Días o incluso horas antes de padecer uno, algunas personas solían experimentar mareos, dolores de cabeza e incluso desmayarse por la falta de oxígeno que llega a su cuerpo.

Sabía que la respiración del chico sonaba de esa forma, porque la mucosa dentro de sus pulmones estaba a punto de terminar de terminar de sellar las vías respiratorias.

Pero no estaba seguro, sólo tenía que observar sus reacciones. Y tal vez, aplazar un ataque.

Notó que el chocolate de su amiga aún estaba caliente. Lo tomó, y sin hacer ruido salió de la oficina para dárselo.

—¿Y mi comida?—Acusadora.

—No existe.

—¿Qué hiciste ahora?

—Nada, nada. Sólo se la di a quien le iría mejor, a ti ni te hace falta. Además, te traje este chocolate medio caliente en compensación.

—Graci...Alto, ¿¡Estabas diciéndome “Gorda”!?—Se puso de pie soltando la dona que ya había salido a comprar.

Antes de que Harry pudiera contestar, otra voz le habló.

—¡Dr. Styles!—Uno de los internos que estaba a su cargo corría hacía él.

¿Cuál es la diferencia entre un residente y un interno?
El primero es un Médico ya recibido que decidió especializarse y el segundo aún es un estudiante.

—¿Stephen?—Se suponía que su turno había terminado hace varias horas, ¿Para qué estaba buscándole?

—¿Puede venir?—Rogó el muchacho.—Y …ese no es mi nombre.

Asintió con una leve tusa, despidiéndose de su amiga, le siguió. Ahora tendría una excusa para estar en el hospital.

—¿Qué sucede, Stephen?—El otro le vio de reojo.—Bien, bien. ¿Qué sucede, Hunnie?—Dijo, le encantaba molestarle. Llamándole de diversas formas, entre ellas, abreviaturas tontas para su nombre.

Al ser su superior no podía golpearlo, así que sé limitaba a ignorar.—A La paciente del 6B le realizaron esta mañana el USE.

—¿Podemos extirpar la parte dañada, cierto?—Tendía a ser demasiado optimista con sus pacientes.

—Está en etapa M1, Señor.

Se detuvo.—¿Qué? ¿Sabes lo qué es eso? Era tratable hace una semana.

—Se extendió. No está solo en su estómago, sino en otros órganos, el esófago. Está subiendo, parece...una plaga.

—Una plaga... Entiendo, vamos a tratarla cuanto podamos. Re-evalúala, por favor. Yo te veré en un rato.—Quitó de las manos del otro la carpeta con los datos de la mujer. Y caminó en dirección contraria dejándolo solo.

Tal vez, la parte más dura de su trabajo no era ver morir a las personas. Sino saber que lo harían. Cuando algo es repentino, duele en el instante, porque es como si algo impactara en ti de repente; pero cuando sabes que ocurrirá, te quema por dentro, por un largo largo tiempo hasta que ocurre, destruyéndote.

Impotencia, le dicen.

La mujer tenía su apellido de casada.—Tomlinson.—Suspiró, sabiendo quien era la persona que estaba consumiéndose por ella.

De vuelta en su oficina, se alarmó.

Louis estaba sentado en el sofá, tosiendo. Con el rostro hinchado, luchando por respirar, sin conseguirlo.

Veloz, se movió hasta él para intentar ayudarle.

Buscó la mochila del castaño, y luego en ella el inhalador que dijo portar. Sin tiempo y sin encontrarlo. Lo alzó en brazos para sacarle de allí.

Su rostro empezaba alivie morado, y estaba rígido a causa de la falta de oxígeno. No podía permitir que se desmayara.

Terminó llevándolo al área de emergencias del hospital para que le nebulizaran.

Y se quedó junto él, mientras otro de sus compañeros le atendía.

Entonces dedujo ¿Por qué parecía estar tan apegado a su madre?

Simplemente. Porque el niño, la necesitaba.


Antes de.

¿Antes de qué? De que sea muy tarde.






Hola.

Espero que les haya gustado el primer capítulo. Sé que me tardé en subirlo, pero aquí está. Prometo actualizar con más frecuencia. (:

Por cierto, leí comentarios en FB donde decían que esta historia era una copia de “Pequeño y Dulce Bebé” yo, personalmente nunca la he leído; así que no sé si tienen similitud alguna. Espero que no sea un problema. :’v

Manténganse con vida. J.S.

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