Introducción

Sábado, las ocho de la mañana, día frío en la ciudad de Londres. Decidí ir a caminar un rato hacia el Hyde Park, aunque, ya no era el mismo parque de hace años atrás. Todavía conservaba las bancas donde uno podía sentarse y ver el vacío de lo que una vez fue el Lago Serpiente, ahora es solo un viejo charco con unas pocas gotas de agua, suficiente para dar de beber a las aves que sobrevuelan el lugar.

Ya cerca del parque por Marbie Arch. Se vino a mi memoria aquellos relatos que mis abuelos me contaban, los festivales que allí se hacían, yo solo era un niño cuando ellos relataban sus experiencias en este hermoso lugar, con lágrimas en sus ojos y añorando aquellos viejos años, que por desgracia de nosotros, ya solo quedaba en las memorias de los ancianos, lo que una vez fue llamado "El primer mundo".

Después de las explosiones en varias plantas nucleares alrededor de Europa, toda esa radiación había traído consecuencias desastrosas para nuestra humanidad. Con el paso de los años, un virus se esparció dejando terribles consecuencias.

Ya dentro del parque, sentado en la escasa hierba y recostado de un viejo árbol sin hojas, saco un libro, tapa negra pero desgastada, hojas dobladas y con un olor a baúl, de esos que se tienen en los áticos para guardar objetos, pero que al final son lo que hacen ser quien es uno.

El libro no tiene nombre, Lo tengo desde hace unos diez años atrás y me gusta leerlo de vez en cuando, para recordar que a pesar de la catástrofe ocurrida en Chernóbil y Fukushima, posteriormente de los ataques a los seres que salieron por consecuencia de los daños ocasionados en el ambiente, se podía llegar a entender lo que les sucedía y en vez de exterminarlos como la miserable ONU o lo que quedaba de ella lo hicieron, se podía buscar una cura, una solución para el resto de la humanidad afectada.

Nunca más vamos a llegar a ser los mismos desde que salió el primer infectado, ¡Ah! nosotros los humanos y nuestras ganas de creerse los únicos en el universo, que podemos alterar el orden de las cosas. Jugar a ser Dios cuando no sabemos si quiera solucionar un conflicto entre un par de niños que quieren un pedazo de pastel.

Ya con mi emparedado en la mano y un poco de agua, me dispongo a leer una vez más el libro.

He aquí la historia de John Matic. 

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