D O S
Había decidido corresponder a ese adorable juego que tenía el pequeñito, de Brasil, según relataba. Aunque fue muy difícil hacerlo por su cuenta y en un principio le costó realizar el proceso para enviar la carta. Aunque el tiempo desde el "primer encuentro" ya había transcurrido y se encontraba transcurriendo en su vida ya como algo normal. Ya llevaban meses escribiéndose.
Generalmente, el niño albino era su cómplice desde siempre y para cada una de sus ocurrencias. Pero para esto, Donald no estaba de acuerdo con que iniciara algo que posiblemente sólo era una broma. Además de que demostró un evidente ataque de celos hacia el pelirrojo, puesto que este estaba dejando de darle atención por tener en mente a un huérfano, así lo veía el americano.
Le enviaba además de las epístolas, muchos presentes que hacían honor a su nación. Y José siempre recibía esos regalos de la manera más grata y emocionante posible. Eran su mayor tesoro.
¡Ay, todavía recuerda y conserva la primera carta departe del cautivador mexicano! Cómo los nervios y la esperanza deslumbró en sus ojos.
"-Tenemos correo para, ¿¡José!? ¿Qué? Esto no puede ser. - informó confundida la señora Cartagena.
A Nathan se le escapó el aire, jadeando, volvió la vista al niño de cabello verdecito, quién ya mantenía una risa boba en su rostro.
- ¡Te lo dije! - exclamó y saltando se dirigió hasta la dama, tomando con delicadeza un fino sobre amarillo".
Y el enterarse de dónde provenía, no entendía del todo que tan alejado se encontraba... ¿México? Algo así.
Viene a su memoria también cómo danzando, salió del edificio y corrió hacia la playa, en el mismo lugar donde había hecho navegar sin rumbo un poquito de su corazón. El problema era que no sabía que quizá lo obsequiaría por completo.
"- «Distrito Federal, México». - leyó, invocando nuevamente al suave palpitar de su corazón aflorar e interrumpir en su pacífico silencio.
Como si aquello estuviera hecho del material más delicado y fino del mundo, inició a descubrir el contenido de ese mensaje. Tenía miedo también, no sabía si su mejor amigo podría estar detrás de todo eso. Ya habían pasado más de dos semanas desde que milagrosamente embarcó a la botella con un pergamino.
Aunque él en ningún momento había demostrado ni tristeza y menos decepción. Estaba consiente de que, como le advirtieron, su chistesito podría perderse y obviamente jamás ser recibido por nadie. Volvió a la realidad y con calma, desdobló una hoja.
«¡Hola, José!» de nuevo acertando, estaba escrita en español, pero para el recién nombrado no era ningún problema. «Encontré en una de las playas más chulas de mi país querido tu botella con tu cartita. ¡Se me hace increíble el hecho de no haberse perdido!» rodó los ojos con una sonrisa «Ha menos que esto sea una broma y la dirección a donde llegue esta cosa sea de un psicótico que venga a México sólo para partirme la madre, entonces... A la chingada, la vida es un riesgo, compa».
No entendió del todo esas palabras, asumiendo que serían unos modismos del puro estilo mexicano.
«Pero déjame presentarme, yo soy Panchito Romero Miguel Junípero Francisco Quintero González».
- ¿Qué demonios? - se alarmó, más confundido que antes - Sabía que esto era una broma. - suspiró pesado y continuó su lectura.
«Y si te lo preguntas, chamaco, no, no es una broma. Ese es mi nombre, ¡Para servirte, pequeño! Aunque puedes sólo decirme Panchito».
- Bonito nombre. - masculló ya más relajado, al momento en que apartaba un mechón de cabello que estaba siendo alborotado por la brisa del mar.
«Como ya habrás leído, soy de México. Es un país re chingón y hermoso por cierto. Tengo once años y hasta cierto punto puedo comprender la situación en la que estás. Verás, yo no tengo mamá» José corrigió su postura y releyó «Murió cuando nací, por lo que sólo tengo a mi padre y no tengo hermanos. Pero, me gustaría escribirte. Si es que eres real y eres un boni... Eh, un brasileño, te adjunto también la dirección a donde podrías mandarme más cartitas y hacernos amigos. Eso sería maravilloso. Ojalá que recibas esto y no dudes en responderme.
Con cariño, Panchito RMJFQG»".
Aún tiene grabada perfectamente la sensación de el color rosado instalarse en su cara nada más de la mera alegría que le provocaba esto.
Recordé que esto existía, JAJAJAJA. Ustedes sabrán disculparme, honestamente... me he sentido demasiado mal. Aunque no creo que esto sea leído por alguien (me refiero a la historia en general, pues he estado muy ausente), decidí terminarlo pues será más terapéutico para mí.
Te mando un abrazo si lees esto. 💛
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