①⑥

« Harry »
Miré a Candy mientras ella se terminaba su café, sonriendo como un idiota por lo guapa que era cuando bebía. Bueno... siempre era guapa. Pero cuando bebía, fruncía los labios como si fuera a besar y, por lo tanto, estaba más guapa aún. Su mirada se cruzó con la mía y suspiró, bajando la taza que contenía el humeante café.

— Harry, deja de mirarme así.
— ¿Así cómo? – pregunté sonriendo lateralmente y dando un trago a mi mocca.
— ¡Como si fueras un acosador!
— No, no. No confundamos las cosas. Ya no soy un acosador – aclaré –, ahora tú me dejas entrar a tu casa. No tengo que colarme por la ventana.
— Estás muy mal de la cabeza. Mucho, en serio – dijo, negando.
— Oye, pero el truco de colarme por la ventana me sirvió para dormir contigo – sonreí, alzando las cejas y moviéndolas.
— Me diste demasiada pena ese día, Harry.
— Soy experto en ligar por pena.
— Eso es muy triste...
— ¿Lo ves? – sonreí – Ya te estoy conquistando.
— Idiota – murmuró, bajando la mirada mientras reía levemente.
— ¿Puedo cogerte la mano? – pregunté, mirándola a los ojos.
— ¿Por qué?
— Por nada en especial. Simplemente me gusta tocarte, y como sé que no me dejarás tocarte una teta, con la mano me conformo.
— ¿Ves como eres idiota? – arqueó una ceja.
— ¿Pero puedo cogerte la mano o no?
— Sí, bueno... vale, no sé. ¡Ay, Harry! – tartamudeó nerviosa.

Reí levemente, agarrando su mano por encima de la mesa. Ella se sonrojó y bajó la mirada, a la par que mis dedos se enlazaban suavemente con los suyos. Seguí bebiendo lo poco que quedaba de mi mocca y, cuando acabé, dejé la taza vacía sobre la mesa. Candy rió levemente y ladeó un poco la cabeza, mirándome divertida.

— ¿Qué pasa?
— Te has llenado de la espuma de la leche... – dijo, señalando hacia un pequeño bigote de espuma que había quedado sobre mi labio superior.
— Límpiamelo con un beso, ¿no? – sugerí, con una sonrisa coqueta.
— Por muy coqueto que te pongas, no estás sexy con un bigote de leche, Harry – rió, cogiendo una servilleta.
— ¡Pero...! – me quejé mientras ella me limpiaba con la servilleta de papel – ¿Y mi beso?
— Nada de besos.
— Pero... yo quiero un beso. ¿Uno chiquitito? – pedí, haciendo un puchero.
— Que no, Harry – susurró avergonzada –. Que nos pueden ver.
— ¿Y qué si nos ven? ¿Te da vergüenza estar conmigo?
— No, no es eso, pero...
— ¿Te da vergüenza ser mi novia?
— ¡Ni siquiera soy tu novia!
— Todavía – sonreí –. Venga, no te hagas la dura. Sé que quieres ese beso tanto como yo. 
— Pero...
— Venga, muñeca... Solo es un beso... Tienes que ir acostumbrándote, porque cuando seas mi novia te besaré todo el tiempo, en todos lados, para que todos vean que salgo con la mujer más maravillosa y preciosa del universo... – susurré, acercándome a ella.

Candy apartó su rostro, aún más sonrojada que antes, pero yo reí y, con mi mano libre, agarré su mentón y la acerqué hacia mis labios. Ella, al contrario de lo que pensaba, no se alejó. Simplemente se quedó quieta hasta que mis labios alcanzaron los suyos para poder empezar a besarla. Sonreí al sentir sus tímidos labios moverse junto a los míos en un ritmo tan suave y lento que parecía que solo fueran caricias y no un beso. 

Pero a pesar de ser tan suave, a pesar de no ser casi ni un beso, solo con eso me hacía sentir mucho más que ninguna otra chica con ningún otro beso había conseguido hacer antes. Y eso solo me hacía quererla más. Sonreí como un idiota sobre sus labios mientras me separaba poco a poco. Ella rió levemente al verme y cogió una servilleta.

— ¿Qué pasa ahora?
— Te he manchado con el gloss.
— ¿Para qué te maquillas? Con lo bonita que eres.
— No me he maquillado apenas nada, solo gloss y rímel, Harry – rió, limpiando mis labios.
— No lo necesitas, eres preciosa, esos ojos no necesitan nada de maquillaje para verse bonitos. Brillan con luz propia.
— Dios mío... para ya, por favor – murmuró sonrojada, yo reí levemente. Me encantaba cómo se avergonzaba.
— ¿Ya has terminado, muñeca?
— Sí.
— ¿Te parece si vamos a dar un paseo?
— ¿Con este frío? – preguntó, haciendo un puchero.
— Puedo abrazarte para darte calor – sugerí, inocentemente.

Ella rió levemente, y negó con la cabeza a la vez que yo le hacía un gesto a la camarera para que nos trajera la cuenta. Ésta la trajo, dejándolo con un platito sobre la mesa. Yo dejé un billete y algunas monedas, incluyendo la propina, y me levanté junto a Candy para salir del lugar. Nada más cruzar la puerta y salir a la fría calle, pasé mi brazo por encima de los hombros de Candy. Me encantaba que fuera tan bajita porque podía hacer eso muy fácilmente.

— Eres muy alto – dijo, acurrucándose a mi lado.
— Eres muy baja – la corregí.
— Tonto.
— Me encantas – reí –. Eres tan bonita, Candy... – sonreí, antes de besar su mejilla.

Candy solo sonrió avergonzada y siguió caminando a mi lado. Me encantaba el frío y me encantaba estar con Candy, así que aquel momento no podía ser más perfecto. Bueno, en realidad sí. Mejoró cuando se puso a nevar suavemente. Candy miró hacia el cielo, sonriendo como si fuera una niña pequeña, tanto que se le iluminaron los ojos, haciendo que mi corazón empezara a palpitar con tanta fuerza que parecía que fuera a saltar de mi pecho en cualquier momento.

— Dios mío... – murmuré, absorto en su rostro.
— ¡Está nevando! – comentó alegremente – ¡Amo la nieve!

Yo no pude decir nada más, Candy me tenía embelesado. Así que solo me detuve en mitad de la calle, agarré sus mejillas, y la atraje hacia mí para empezar a besarla, entregándole todo en aquel beso. Era muy apresurado, ¿y qué? Estaba completamente loco por Candy. Podría haber asegurado que era el amor de mi vida. Ella, algo sorprendida, primero se quedó quieta, luego, poco a poco, a un ritmo casi agonizante, empezó a seguir mi beso. 

Sus labios sobre los míos me hacían comprender el significado de "Paraiso". Cuanto más la besaba, más quería hacerlo. Era como una especie de droga de la que no quería desintoxicarme nunca. Poder besar a Candy era el mayor regalo que Dios me había dado. Candy rodeó mi cintura con sus brazos, poniéndose de puntillas para alcanzarme mejor. Yo sonreí como un bobo y la acerqué aún más a mí, sin soltar sus mejillas un solo instante. No quería terminar ese beso. No quería tener que separarme de ella. Pero tuve que hacerlo para que ambos tomásemos aire.

— ¿Y este beso...? – preguntó, riendo levemente, en un susurro, sobre mis labios.
— No he podido resistirlo...
— ¿Por qué?
— Te ves tan preciosa cuando sonríes... Creo que iluminas el mundo entero con tu sonrisa.
— Harry... – murmuró sonrojada.
— Doy gracias al cielo porque Gemma te vendiera ese libro. Porque encontraras la carta y porque seas tan buena para querer devolverla. Doy gracias a Dios por ponerte en mi vida. Nunca podré agradecer lo suficiente por haberte conocido.
— Harry, basta ya... – dijo, nerviosa. 
— Ven aquí...

Solté sus mejillas para atraerla hacia mi cuerpo y abrazarla, atrayéndola a mi cuerpo lo máximo posible. Ella pasó sus brazos por dentro de mi abrigo, acurrucándose, y apoyando su cabeza en mi torso, devolviéndome el abrazo sin pensárselo dos veces. Sonreí al darme cuenta de que mi cercanía ya no la incomodaba. Eso era un gran avance.

— Das los mejores abrazos del mundo – susurró, sin separarse de mí.
— Eres la persona más abrazable del mundo – le dije yo, besando su frente.
— Eres un sol, Harry.
— Y tú una belleza, Candy.
— Gracias.
— ¿Por qué?
— Por todo.
— No he hecho nada, muñeca.
— Sí, has hecho mucho más de lo que crees. Y en serio, gracias.
— Si tú lo dices... – sonreí – de todas formas, ha sido un placer.

Me separé unos solos centímetros de ella, para acariciar suavemente su mejilla, viéndola sonreír de nuevo. Me agaché un poco para dejar un pequeño beso sobre su nariz y me separé para seguir caminando junto a ella. La nieve cada vez era más fuerte, acompañándose de un fuerte viento. Cada vez más fuerte, tanto que empujaba a la pequeña Candy hacia atrás. Yo reí levemente, ayudándola a avanzar, hasta que la llevé bajo un puente para cubrirnos de la nieve y del viento.

— Ha arreciado mucho – dijo, mirando hacia fuera.
— Estamos muy lejos del coche – contemplé –. Cuando se calme un poco, volveremos para ahí.
— ¿Y vamos a quedarnos aquí? – preguntó, haciendo un puchero.
— A no ser que quieras caminar bajo la tormenta de nieve... sí, esperaremos aquí.
— Pero hace frío – se quejó.
— ¿No te gustaba el frío? – reí.
— Sí, pero no para estar parada debajo de un puente.
— Ven...

Tomé su mano y la acerqué a mí para abrazarla de nuevo, y así darle algo de calor. Ella volvió a pasar sus brazos por dentro de mi abrigo, para cobijarse con la cálida tela de éste. Apoyó su cabeza en mi pecho mientras yo jugaba levemente con sus traviesos rizos pelirrojos.

— ¿Así mejor?
— Sí, algo.
— Pues a mí me está dando un calor... – bromeé.
— Eres un guarro.
— Solo quiero hacerte el amor, no es tan malo.
— ¡Deja de decir cosas así! – se quejó, golpeando mi hombro.
— Debes ser una fiera en la cama – imaginé –. Y yo soy una bestia, así que será increíble. 
— ¡Harry, para! – bufó, dejando de abrazarme.
— Es que te tengo unas ganas, muñeca... – sonreí, agarrando su cintura para que no pudiera alejarse – No puedes ni imaginártelo.
— Suéltame, tonto – dijo, como si fuera una niña pequeña, yo solo sonreí.
— Me encanta cuando haces eso.
— ¿El qué?
— Hablar como si fueras pequeña. Es adorable a la par que sexy.
— ¡Harry!
— Me hace sentir como en Lolita.
— ¡Harry! – repitió.
— ¿Puedo ser tu papi?
— ¡Harry! – ya gritó, antes de empezar a reír – Eres idiota.
— No llames idiota a papi, o te pegará.
— Oh por dios – rodó los ojos –. Cada día me asombra más tu retraso mental.
— Súbete la falda, voy a darte unos azotes para que aprendas a respetar a papi.
— ¡Ni siquiera llevo falda! – carcajeó.
— ¿Eso significa que si llevaras falda te la levantarías y me dejarías que te azotara? – sonreí, arqueando las cejas.
— ¡Claro que no!
— Sabes que sí.
— No gracias, no me gusta que me peguen.
— Eso es porque aún no te he pegado yo.
— Harry, deja de decir tonterías. Esas cosas de "daddy" son vomitivas – contempló.
— Lo sé, me dan tericia. ¿Cómo puede alguien de doce querer sexo con alguien de treinta y cinco o la inversa? 
— Eso es pederastia.
— Y asqueroso – añadí, besando su frente –. Yo a los doce años seguía pensando que las niñas eran solo unas masas de piojos y vestidos rosas.
— ¿En serio? – carcajeó.
— Nah, mentira, a los doce ya me había hecho algunas pajas – me encogí de hombros –. Pero la cuestión no es esa.
— ¡Eres un salido!
— Un día serás tú la que me hagas pajas, y no podrás llamarme así nunca más.
— ¡Ni lo sueñes!
— ¿Tengo que repetirte lo que siempre digo cuando me dices eso?
— No, gracias.
— En serio... te haré disfrutar tanto en la cama que una vez lo pruebes, no querrás parar nunca.

____________________
Hola a todas, preciosas <3<3<3
Ay, estoy harta de la vida. Que día más aburrido oh god. Es que mi ordenador se rompió y y y y y y pues no puedo hacer nADA puto todo. Y solo tengo ordenador cuando puedo robárselo a Noelia un rato y pues asco de todo. Me muero de asco.

¿Qué os ha parecido el capítulo? En serio, cada vez shippeo más a Handy. Me doy feels a mí misma y es muy doloroso, ¿sabéis? Yo no quiero tener feels :''''''( y y y ¿creéis que Harry tiene razón y hará disfrutar a Candy en la cama? Ay me meo. Bebito tonto.

→ capítulo dedicado a queenofhappiness_

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top

Tags: #harrystyles