①③

« Candice »
Harry simplemente me sujetó entre sus brazos durante mucho rato. Menos del que me habría gustado, pero sinceramente estuvimos mucho rato. Pero me sentía bien así. Él mismo me movió para hacer que quedara de lado a él, sentada sobre sus piernas. Recostó mi cabeza en su torso y me acurrucó entre sus fuertes brazos mientras besaba mi cabello una y otra vez. Yo escondí mi cara en la curva donde su cuello y su hombro se fusionaban, dejando que su olor tan particular y dulce fuera el que se ocupara de calmarme. 

— Candy, ¿estás bien? – preguntó, rompiendo el silencio creado.
— Sí... estoy bien – murmuré, separándome un poco –. Lo siento.
— No te disculpes, me encanta abrazarte – sonrió a la vez que besaba mi frente –. ¿Quieres hablar de algo, muñeca? No me gusta verte mal... – ronroneó, acariciando mi mejilla.
— No, no estoy mal, Harry – sonreí levemente –. En serio, estoy bien. No pasa nada – afirmé, aunque no era del todo cierto.
— Está bien – sonrió él, besando mi frente –. Debería irme a mi casa... – murmuró.
— ¿Qué? ¿Por qué?
— Mis amigos ya van a volverse, tendré que ir a despedirme de ellos.
— ¿Sí te quedarás hasta el domingo?
— No quiero dejarte solita en medio del bosque. Jack el destripador podría venir a por ti.
— Oh vaya, gracias, Harry. Ahora me siento mucho más segura – bromeé.
— No te precupes, aquí me tienes para defenderte ante todo.
— Que caballero – sonreí, acariciando su mejilla –. Ve con tus amigos – añadí, moviéndome para salir de encima de sus piernas.
— En cuanto se vayan, vuelvo y te cocino una deliciosa cena. No quiero que quemes la cocina.
— Llevo unos años viviendo sola y nunca ha pasado nada... grave – me quejé, cruzándome de brazos.
— Aún.
— Idiota.
— Hasta luego, muñeca.
— Hasta luego, Harry – sonreí, agradecida de que fuera tan... Harry.

Él se acercó y, simplemente, besó mi frente. Haciéndome desear que me besara en los labios, pero quizás no era muy buena idea. No otra vez. Le sonreí antes de que él se pusiera su abrigo y saliera de casa, yéndose hacia la suya. Yo me acurruqué en el sofá, mirando hacia mi anticuado móvil, tendido sobre la mesa. Hice un puchero al recordar la llamada que había tenido con mi madre.

« — ¡Hola mamá! – exclamé, contenta de que por una vez fuera ella la que llamara.
— Hola, Candice – respondió, tan secamente como siempre –. Oye, no compres nada para cocinar en Navidad, ¿sí?
— ¿Por qué? ¿Cocinarás tú? – pregunté con emoción.
— No. Lo siento. A tu padre y a mí nos ha surgido un imprevisto y no podremos ir a visitarte.
— ¿Qué? Pero... mamá... Prometiste que vendríais todos.
— Ya te he dicho que lo siento, Candice – respondió con aburrimiento –. No puedo cambiarlo. No podremos viajar para verte.
— ¿Ni siquiera Max?
— No, Maxinne tampoco podrá ir – agregó –. Ahora tengo que colgar, Candice. Adiós.
— Adiós mam... – antes de dejarme terminar de despedirme, ya había colgado. »

Realmente, no sabía en qué estaba pensando cuando realmente creí que pasaría una Navidad junto a mi família. Desde que me había mudado a Londres, ellos apenas habían querido saber nada de mí. Había sido realmenete una ingenua al creer que viajarían hasta Londres para verme y pasar unos días conmigo. Ni siquiera mi hermana quería verme. 

Me levanté del sofá, queriendo hacer algo para distraer mi mente, así que decidí ir a darme una ducha, aprovechando que Harry no estaba ahí. Caminé hacia el cuarto de baño y encendí el agua caliente, dejando el móvil con la música encendida sobre el mueble junto a la ducha. Me despojé de la ropa y entré entre la nube de vapor que se había formado. 

Uno de los mayores placeres del mundo, sin duda, era el darse duchas calientes en días fríos de invierno. ¿Habría alguien en el mundo que no le gustara hacer eso? Podría jurar que no. Aquella ducha me tomó bastante tiempo, ya que se estaba tan bien ahí que no quería ni imaginarme el frío al salir de ahí, pero cuando oí la música interrumpirse, para empezar a sonar mi tono de llamada, me apresuré en apagar el agua y ponerme un grueso albornoz negro que colgaba del toallero para salir de la ducha y atender la llamada.

— ¿Sí?
— Candy, ¿por qué no me abres la puerta? ¿Te ha pasado algo? – reconocí la inconfundible voz de Harry al otro lado de la línea.
— Uhm no... Dame un segundo, ahora voy a abrirte.
— Vale. Y no vuelvas a asustarme de esta forma.

Reí levemente mientras colgaba la llamada y caminé hacia la puerta mientras sacudía mi cabello, buscando que éste se secara. Abrí la gruesa puerta de madera y vi como Harry sonreía, aunque su sonrisa se borró de inmediato y su mirada se quedó fija en mi pecho.

— ¿Harry? – esperé un momento, pero no hubo contestación alguna – ¡Harry! – exclamé, dando una palmada frente a su cara.
— Oh... perdón – sonrió, subiendo su mirada hasta mis ojos –. ¿Cómo se te ocurre abrirme así? ¿Estabas duchándote?
— Sí.
— ¿Por qué no me has esperado?
— Ni de broma me voy a duchar contigo, guarro.
— No sabes lo que nos divertiríamos si nos ducháramos juntos... – sonrió, abrazando mi cintura.
— Creo que me lo puedo imaginar, y no suena muy divertido para mí – reí, apartándole –. Deja que vaya a vestirme.
— Solo si voy contigo.
— Ni lo sueñes.
— ¿Tengo que repetirte que protagonizas todos y cada uno de mis sueños húmedos todas las noches?
— Eso es tan asqueroso, Harry.
— Es sexy.
— Es asqueroso – me mantuve en mi opinión –. Ahora suéltame.
— Dame un besito.
— No quiero, quiero vestirme. Tengo frío.
— Dame un besito o pasa frío, tú misma.
— ¡Harry! – me quejé.
— Venga, uno chiquitito.
— Uno solo, ¿eh?

Harry reforzó su agarre alrededor de mi cintura mientras se acercaba a mí a besarme. Sus ojos ya iban cerrándose y sus labios frunciéndose, haciéndole ver como un pez. Un pez guapo, pero un pez al fin y al cabo, así que antes de que empezara a besarme, no pude evitar echarme a reír, apartándome hacia atrás.

— ¿Qué te pasa, loca?
— ¡Pones cara de pez cuando vas a besar! 
— ¿Qué dices? Pongo cara de sexy.
— Pones cara de pez... en serio. Pareces un besugo.
— ¡Candy! – se quejó.
— ¡Perdón! ¡Pero no pongas esa cara! – reí.
— ¡Es mi cara!
— ¿¡Tienes cara de besugo!?
— Pues sí, eso parece.
— ¡Harry! – reí.
— Venga, dame un beso, no te vas a librar de ello aunque yo tenga cara de besugo.
— Vale, vale...

Cerré los ojos para no ver la graciosa cara que Harry ponía cuando estaba a punto de besarme, y esperé a que el contacto entre sus labios y los míos se hiciera. Contacto que no tardó mucho en llegar. Sonreí levemente, dejando que sus labios rozaran los míos en un suave beso.

— Ya tienes tu beso, ahora suéltame.
— Quiero un beso de verdad.

Sin dejarme replicarle, su lengua empezó a abrirse paso entre mis labios, subiendo el beso de tono hacia el siguiente nivel. Noté como su mano derecha empezaba a descender por mi cintura, con un objetivo claro: mi culo. Así que agarré su muñeca y rompí el beso.

— Harry – amenacé, frunciendo el ceño.
— Perdón, me pone mucho saber que no llevas nada debajo de eso – señaló mi atuendo.
— A ti todo te pone mucho.
— En ti sí – asintió, sin darle importancia.
— Vale, pero ahora necesito vestirme. ¿Crees que podrás esperarme cinco minutos tranquilito en el salón sin hacer ninguna travesura?
— ¿Por qué me hablas como si fuera un niño de cinco años?
— Porque a veces te comportas como si fueras un niño de cinco años.
— ¿Podré encender la tele?
— Sí – acepté, besando su mejilla.
— Mira, muero de amor.
— ¿Muero de amor? – carcajeé – Pareces una chica adolescente.
— Por ti muero de amor – me sacó la lengua, soltando al fin mi cintura.
— Ahora voy al salón, Harriet.
— Suena bien, ¿eh? – sonrió lateralmente, en tono de broma.

Negué con la cabeza, caminando hacia mi habitación y cerrando la puerta después de entrar, sin fiarme de Harry, ya que no me extrañaría nada si me hubiera seguido e hubiera intentado espiarme a través de la puerta. Dejé el albornoz sobre la cama y me puse primero de todo unas bragas para luego ir al armario y coger un pantalón largo de pijama y una camiseta ancha de manga corta, que solía ser de mi padre, pero se la había robado tiempo atrás. Me la puse, quedándome ésta casi tan larga como un vestido, pero sin duda era la forma de estar más cómoda. 

Cogí el albornoz y lo llevé hacia el baño, dejándolo en el toallero para que se secara y después fui hacia el salón. Harry estaba en el sofá, sentado con las piernas sobre la mesa, viendo algún programa tonto de MTV. Me senté a su lado y él sonrió, mirándome, hasta que de nuevo su sonrisa se borró y su mirada se quedó fija en mi pecho.

— Harry... – bufé, rodando los ojos – ¡Harry! – exclamé nuevamente palmeando frente a su cara.
— ¿No llevas sujetador?
— Nunca llevo sujetador en casa.
— Me cago en mi vida, Candy... – susurró, mordiéndose el labio.
— ¡Harry, no tengo tetas! – bufé, cubriéndolas con mis brazos.
— Son pequeñitas pero perfectas...
— Y una mierda perfectas, con esas manos tan grandes que tienes, podrías cogerlas las dos con una sola mano.
— ¿Lo probamos? – sugirió con una sonrisa coqueta.
— ¿Estás tonto? – reí.
— No perdía nada por intentarlo – se encogió de hombros, alzando la manta para cubrirme a mi también con ella –. Pero terminaré tocándolas, lo sé.

Negué con la cabeza, riendo levemente, mientras él pasaba su brazo por encima de mis hombros para acercarme a él yo sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro. Sentí sus labios dejando un suave beso en mi frente y me acurruqué más contra él. Él sonrió, acariciando mi brazo. Yo agarré el suyo para abrazarlo. 

— Parecemos una pareja.
— No lo somos.
— Todavía – me recordó.
— Como sea.
— Eres tan preciosa, Candy... – se quejó, abrazándome más fuerte.
— Mierda, Harry... – me quejé – que me aplastas.
— Uy, perdón – rió, soltándome un poco –. ¿Por qué no te sientas encima mío? Así seguro que no te aplasto.
— No, gracias.
— Vengaaa – pidió, haciendo un puchero.
— ¡Que no!
— Pues te pongo yo – se encogió de hombros –. No es como si pesaras mucho.

Harry, sin ningún problema, me cogió por la cintura y me sentó sobre sus piernas, de frente a él. Yo fruncí el ceño, golpeando su hombro, tratando de moverme para salir de encima suyo, pero sus brazos envolvieron mi cintura para no dejarme moverme.

— Harry.
— Quédate aquí... Los dos estamos cómodos.
— ¡Déjame bajarme!
— ¡No la tengo dura, no tienes por qué estar incómoda!
— ¡Harry, por favor!
— Venga, muñeca... – sonrió, acercándose un poco a mis labios.

Negué con la cabeza, echándome algo hacia atrás, pero él no desisitió y siguió acercándose hasta que sus labios estuvieron encima de los míos. Reí levemente, cerrando los ojos y dejándome llevar, porque Harry, a pesar de poner cara de besugo cuando iba a besar, luego lo hacía realmente bien. Harry sonrió al notar que le seguía el beso en vez de apartarme. Una de sus manos subió hasta mi mejilla, acariciándola suavemente con su pulgar.

Harry se movió levemente hasta dejarme estirada boca arriba en el sofá, poniéndose encima mío. Su cuerpo se colocó entre mis piernas mientras él agarraba éstas para que le rodeara la cintura. Luego se agachó, apoyando su peso sobre uno de sus brazos, colocado junto a mi cabeza. Sus dientes atraparon lentamente mi labio inferior y lo mantuvo retenido por un momento, mientras su lengua jugaba con él. No pude evitar soltar un pequeño jadeo al notarlo.

— Y-ya te estás pasando, Harry... – murmuré sin separarme.
— Shh... no voy a hacer nada más.
— ¿Seguro?
— Seguro, solo voy a besarte.

_______________________
Hola a todas, muñecaaaaaaaaas ♡
¿Cómo estáis? Ay estoy muy cansada, ashdfjsasjdgf. Quiero irme a dormir pero es temprano pero quiero dormir socorro, todo mal va en la vida. AYYYYYYYYY.

¿Qué os ha parecido el capítulo de hoy? hasdjfasdfk, Harry es tan tonto. En serio, me dan ganas de apretujarle las mejillas adhsfjakf. ¿Creéis que se controlará y "sólo la besará" o pasará a algo más? if u know what i mean, jej.

→ capítulo dedicado a TheLittleMoment

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top

Tags: #harrystyles