⑧
« Harry »
Abrí de par en par el armario de Candy, echando un vistazo dentro. No había gran cosa. Tiré de un cajón, esperando encontrar camisetas, pero encontré ropa interior. Sonreí levemente, agarrando una de sus bragas. Eran sencillas, negras, y con algo de encaje en ellas. Ella entró poco después en la habitación, mirándome con el ceño fruncido, y lo más rápido que pude hacer para que no me viera husmeando en su ropa interior fue guardarme sus bragas en el bolsillo y cerrar rápido el cajón..
— ¿Qué parte de no toques nada no entiendes?
— El no y el nada – sonreí.
— Eres idiota, Harry... – se acercó, e intentó cerrar las puertas del armario. Pero no le dejé – Harry deja de cotillear mi ropa.
— Solo quiero ver qué puedes ponerte esta noche.
— ¡No voy a ir a tu estúpida fiesta, Harry!
— ¿Falda o vestido...? – murmuré, mirando las pocas prendas que había por ahí.
— ¡Harry, no me ignores!
— Nunca te ignoraría, princesita mía – sonreí, besando su frente –. ¿Qué prefieres, falda o vestido?
— ¡Nada!
— Oh cariño... – sonreí –, no es buena idea que vayas sin nada. Mis amigos están muy salidos.
— ¿Así como tú?
— O peor – susurré a su oído.
— Dudo que pueda ser peor – afirmó, sentándose a los pies de la cama –. ¿Puedes dejar ya mi ropa?
— Esta falda podría servir si tuvieras alguna camiseta sexy con que ponerla – dije, agarrando una falda negra –, pero solo tienes jerseys demasiado gruesos.
— Quizás es porque estamos en pleno invierno en mitad de la montaña, ¿no crees?
— Puedes ponerte la parte de arriba de la lencería que te compré.
— Sí claro, y luego hacemos una orgía con tus amigos.
— Si eso es lo que te gusta, adelante. Haré lo que sea para poder verte desnuda.
— ¡Eres un guarro! – exclamó, arrebatándome la falda y guardándola de nuevo en el armario – ¡Y no voy a ir a esa jodida fiesta!
Sonreí y abracé su cintura desde atrás, pegándola a mi cuerpo. Llevé mi boca hasta su oreja y atrapé su lóbulo entre mis dientes por un segundo, tirando levemente de él. Noté la respiración de Candy haciéndose algo más profunda mientras se tensaba entre mis brazos.
— ¿Estás segura de que no vendrás a mi fiesta? Si no vienes mañana estaré demasiado triste para moverme de la cama... y no podré venir aquí a ayudarte con tu libro.
— No me chantajees, Harry.
— No es chantaje, es un intercambio. Yo vengo a inspirarte y tu vienes a menearte. Es justo.
— Es una chorrada. No me gustan las fiestas. No voy a ir.
— Está bien, pues me vuelvo a mi casa – dije, soltando su cintura –. Llámame si cambias de opinión.
Me di la vuelta y me fui de casa de Candy, regresando a mi cabaña. Empecé a preparar todo para la fiesta aquella noche, preparando bebidas en una mesa –más que "bebidas", eran botellas de alcohol y algún refresco para aquellos que quisieran mezclarlo–, cuando, un par o tres de horas más tarde, recibí un mensaje.
“¿A qué hora es la puta fiesta? – C.”
“A las 9 ya puedes venirte. Ponte más guapa de lo que ya estás de normal. Nos vemos, princesita – H xx”
Sonreí satisfecho a la vez que guardaba mi móvil. Sabía que al final Candy acabaría cediendo. Me quería y acabaríamos juntos, casados, y con tres hijos... o cuatro quizás.
Cuando lo dejé todo preparado, con ayuda de mis amigos, me fui a la ducha. Tenía que limpiarme bien, porque estaba seguro que aquella noche Candy caería y acabaríamos haciéndolo. Al terminar de ducharme, me afeité, me puse desodorante e incluso perfume –aunque no era un perfume mío... y olía demasiado dulce, pero era mejor que nada–.
— ¡Harry sal ya del puto baño, que somos muchos! – se quejó Niall desde fuera.
— Os jodéis. Es mi casa.
— ¡Solo date prisa, pesado!
Reí por lo enfadado que estaba. ¿Qué más le daba a él ducharse o no? No tenía que hacer nada con Candy. Cuando acabé del baño, Niall me echó de ahí casi a patadas. Miré la hora. No debía quedar mucho para que Candy llegara.
Me senté en el sofá, esperándola impaciente. Empezó a llegar gente, entrando libremente porque la puerta estaba abierta. Saludé a alguno de ellos, sin prestarles demasiada atención. Cuando de pronto, ella entró. Miró alrededor, algo desconcertada. Llevaba la falda negra que yo le había sugerido. Pero arriba no llevaba el corsé de la lencería, sino que llevaba un jersey beige, muy sencillo, algo corto, y puesto por encima de la falda de vuelo. Estaba preciosa. Su mirada se encontró con la mía y caminó rápidamente hacia mí.
— Hey... – murmuró algo intimidada – Hay mucha gente, ¿no?
— Aún queda gente por llegar, más los que están arriba arreglándose.
— Vale, esto no ha sido una buena idea... – negó, caminando a la puerta de nuevo, pero yo agarré su muñeca.
— Hey, ¿por qué no, princesita? ¿Estás bien?
— Deja de llamarme así – gruñó entre dientes.
— Estás preciosa, ¿sabes? – dije abrazando su cintura y acercándola a mí – Aunque no sea lencería, este jersey te sienta muy bien – susurré en su oído.
— Deja de decir tonterías – bufó, apartándome –, es solo un jersey normal y corriente.
— Nada en ti es normal y corriente.
Candy frunció el ceño y bajó la mirada. Pero no se separó de mí, lo que me parecía bastante raro. Pero aproveché el momento. La acerqué más a mi cuerpo y apoyó su cabeza en mi torso, sin devolverme el abrazo pero dejando que la abrazara yo. Y me encantaba sentirla entre mis brazos. Subí una de mis manos por su espalda hasta poder acariciar aquellos sedosos rizos pelirrojos.
— Uhm... – murmuró, separándose de mí – tengo hambre, iré a coger algo de comer – dijo, señalando la mesa donde estaba la comida.
— Iré contigo – sonreí.
Agarré su mano, viendo como ella ponía los ojos en blanco por mi acción. Caminé junto a ella hacia la mesa y Candy echó un vistazo en ella, haciendo una mueca después, y dándose la vuelta.
— ¿No vas a comer nada? Pensaba que tenías hambre.
— No hay nada que me guste.
— ¿Eres de esas ultra sanas que no comen guarradas?
— No te importa lo más mínimo lo que coma.
— Claro que me importa, tengo que saber qué puedo hacer y qué no cuando te cocine, cariño – susurré, besando su frente. Ella se apartó.
— Deja de tratarme como si fuera tu novia, Harry. No lo soy.
— Todavía.
— Ni todavía ni lo seré nunca, Harry – suspiró –. ¿No puede entrarte en esa cabeza de una vez que no quiero nada contigo?
— Si no quisieras nada conmigo no estarías aquí.
— Estoy aquí porque, no sé por qué mierda, te necesito para inspirarme.
— Me necesitas... – sonreí – qué bonito.
— Harry, ¿puedes escuchar las frases enteras y no lo que te de la gana?
— No... me distraigo mirándote las tetas.
— ¡Harry! – me riñó – ¡Ni siquiera tengo tetas!
— Son pequeñitas, pero suficiente... – sonreí, intentando agarrar una de ellas, pero Candy me dio un fuerte manotazo.
— Ni se te ocurra volver a intentarlo.
— Tenía que hacerlo... les tengo muchas ganas.
— ¡Por dios, Harry, son tan pequeñas que a veces hasta los sujetadores más pequeños me van grandes! ¡No puedes tenerles ganas!
— Pues sí les tengo... y muchas... – gruñí, abrazando su cintura.
— Harry... – susurró.
— ¿Sí, cariño...?
— ¿Por qué llevas perfume de mujer?
— ¿De mujer?
— Sí, el perfume que llevas es de mujer.
— Oh... no sé. Es que quería ponerme guapo para ti, y ponerme desodorante y esas cosas. Pero no tenía perfume. Así que he cogido uno que había en el baño.
— Pues creo que ese es el perfume que usa mi madre... o mi abuela – dijo rodando los ojos y separándose de mí.
— ¿Quieres beber algo? – dije sonrojado, queriendo cambiar de tema.
— Sí, está bien... – murmuró, asintiendo con la cabeza – pero me iré pronto de aquí, que lo sepas.
— Te irás cuando yo quiera que te vayas, ¿no? – susurré, acariciando su espalda.
— Eres un hijo de puta.
— No, mamá es un encanto – sonreí –. Está deseando conocerte. ¿Quieres venir a comer con ella cuando volvamos a la ciudad?
— Ni de broma.
— Oh, a Anne le pondrá triste oír eso.
Caminé con Candy hacia donde había una mesa llena de vasos de plástico, botellas de alcohol, algunos refrescos y hielo. Cogí dos vasos y les puse hielo, ella miró la mesa y rodó los ojos al verme coger la botella de vodka y servir en uno de los dos vasos.
— ¿Tú qué querrás, princesa?
— Iré a la cocina a por agua.
— ¿Agua? – arqueé una ceja – ¡Oh venga, estás en una fiesta!
— Una fiesta a la que he venido obligada.
— Pero ya que has venido... prueba algo de esto... ¿no? – dije, señalando las botellas de alcohol.
— Harry, yo no bebo.
— ¿Por qué no?
— Porque no me gusta el alcohol, no me gusta la resaca, no me gusta el dolor de cabeza...
— Bueno, pero una copa no te hará nada malo.
— ¡Que no!
— Bebe al menos coca cola.
— No me gusta.
— ¿Hay algo que te guste? – reí, caminando hacia la cocina.
— Sí, una taza de café estando sola en el sofá de mi cabaña, junto a la chimenea.
— Suena romántico, podemos hacerlo mañana por la noche.
— Sola, Harry. ¿No has oído esa parte?
— No, oigo solo lo que quiero – sonreí.
Alejados de todo el follón que había en el salón, estábamos solos en la cocina. Me acerqué a un mueble y cogí una botella de agua para servir un vaso con ella. Se lo acerqué a Candy que bebió un poco y caminó hacia la puerta.
— Eres tan bonita, Candy – dije, simplemente observándola desde atrás.
— Harry... – susurró sin girarse a mirarme, simplemente negando con la cabeza.
— Tengo tantas ganas de abrazarte, y besarte... y ver cómo sonríes. Cuando sonrías seguro que todo el mundo se detiene para poder contemplarte, entiendo que no lo hagas a menudo. Pero eres tan... – suspiré – ni siquiera tengo palabras para poder definirte como mereces. Eres lo mejor que le ha podido pasar al mundo. Si hubieras vivido en la época de esos pintores y escultores, seguro que serías la musa de todos y cada uno de ellos. Porque tu rostro es el más bonito que ha habido o habrá jamás sobre este mundo. Y tu cabello... dios mío, cada vez que lo mueves me haces delirar.
— Harry... – susurró nuevamente, esa vez si se giró hacia mí, caminando para acercarse.
— No me calles ahora. No puedo callarme todo lo que me haces sentir solo por regalarme una mirada con esos ojos tan profundos. ¿Sabes lo que daría porque esos ojos me vieran de la misma manera que te veo yo a ti? Eres perfecta y cuando te des cuenta de ello tendré que hacer algo por celebrarlo, porque no puede ser que, siendo como eres, creas que vales tan poco... porque no es así. Eres hermosa, y me da igual si tienes las tetas pequeñas o apenas tienes culo, me gustas como eres. Te deseo tal y como eres.
Candy me abrazó con fuerza, escondiendo su rostro en mi cuello. Yo sonreí, abrazándola de vuelta, sin dejar que se separara de mí ni un instante. Quería poder abrazarla por mucho más rato. Quizás me había pasado de cursi, y había exagerado un poco. Pero sabía que aquella era la manera de conquistar a Candy. Subí una de mis manos hasta su cabeza y acaricié su pelo, suavemente, de arriba a abajo.
— ¿Puedo besarte? – susurré, sin dejar de abrazarla.
— No.
— Lo suponía...
Simplemente nos quedamos abrazándonos por un buen rato, hasta que ella se decidió a separarse. Vi como sus ojos estaban algo rojos, cosa que me preocupó. La miré fijamente, acariciando su mejilla y acercándome a su rostro, sin intención de besarla, solo de saber si estaba bien. Pero ella bajó la mirada.
— Candy...
— Estoy bien.
— No lo estás....
— Solo vamos a esa estúpida fiesta, ¿sí?
— Está bien... como quieras.
Pasé mi mano por encima de los hombros de Candy y fuimos juntos de nuevo al salón, que ya estaba completamente lleno de gente. Noté como ella se echaba algo hacia atrás, pero yo la empujé suavemente para que siguiera caminando. Nos metimos en medio del follón de gente y vi como Candy se acercaba más a mí. Sonreí, contento de que lo hiciera. La gente con la que nos cruzábamos empezó a saludarme y chocarme la mano, pidiéndome que les presentara a "mi chica". Yo presentaba a Candy aunque ella ni siquiera prestaba atención, ya que estaba mirando a todos lados.
— Candy, ¿qué te pasa? – pregunté a su oído, ya que la música estaba demasiado fuerte – Estás temblando, ¿tienes frío?
— Vámonos de aquí, por favor... – rogó con la voz ahogada.
— C-claro... deja que vaya a por una chaqueta.
— ¡Harry necesito salir de aquí! ¡Ahora! – exclamó con los ojos aguados.
— Está bien, vamos...
Vi como su respiración estaba acelerada y llevaba la cabeza agachada pero miraba a todos lados con nerviosismo. Quizás había visto a alguien que conocía –un puto ex novio, por ejemplo– y eso le ponía nerviosa. Caminamos fuera de la casa y nos paramos a varios metros de la puerta donde la música ya se oía menos y la gente no llegaba.
— Hey, cariño, ¿estás bien? – pregunté preocupado.
— Lo siento, no podía seguir ahí dentro – se disculpó.
— Está bien – sonreí, acariciando su mejilla –, no te disculpes. ¿Quieres que te acompañe a casa?
Ella solo asintió con la cabeza efusivamente. Yo sonreí con ternura, al verla asustada. Enlacé mi mano con la suya y empecé a caminar hacia su casa. Candy fue en silencio, caminando junto a mí, sin soltar mi mano. No parecía tener ganas de hablar, así que no la presioné, y también mantuve silencio. Cuando llegamos a la puerta de su casa, se detuvo frente al porche.
— Gracias por acompañarme.
— Son solo unos metros – sonreí.
— Siento haberte sacado de tu fiesta...
— Prefiero estar contigo.
— ¿Vendrás mañana?
— En cuanto me levante.
— Gracias, Harry – susurró, besando mi mejilla. Yo sonreí ampliamente y me despedí con la mano antes de que ella entrara en su casa.
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Hola a todas, bonitas ♡
Ay, ya tenía ganas de que fuera domingo para volver a subir capítulo de este fanfic, no sé, me gusta mucho, en serio ashdfkdsajf ¿a vosotras qué os parece? ¿Os gusta? Ya vi en el anterior capítulo que ya van habiendo más comentarios ♡ Prometo que si sigue así, cuando termine happily, subiré Portobello más días en semana :3
¿Qué os ha parecido el capítulo? Ahajsdfjsdkfk ¿No creéis que Harry es la cosa más dulce y chantajista del mundo? Ay le amo ashdfjsfk ¿Por qué creéis que Candy se ha puesto así en la fiesta? ¿Harry beberá y hará alguna tontería? ¡No os perdáis las respuestas a todas estas preguntas en el siguiente episodio! Perdón, tengo complejo de mujer de televisión o algo idk.
pd: ¿qué os parece la nueva portada? La he cambiado para que sean todas las de la saga parecidas ♡
→ capítulo dedicado a lxrryqueenx
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