⑥④
« Harry »
Mientras yo recogía la cocina, después de desayunar, Candy fue a vestirse. Era el día de su firma de libros, y ella estaba histérica. Yo le había preparado un desayuno bien elaborado, tan orgulloso y contento por ella que quería complacerla completamente. Al ir a la habitación, ella estaba allí, mirándose frente al espejo. Sonreí, viendo su falda negra bien colocada, su camisa blanca planchada y un chaleco gris sobre ésta. Sus rizos cobrizos estaban bastante controlados, y su rostro llevaba algo de maquillaje. Se veía adorable.
— Hey, muñeca. Qué bonita estás.
— ¿Sí? – preguntó con inseguridad – ¿Estoy bien?
— Estás perfecta – sonreí, acercándome a ella –. Relájate, todo va a salir bien. Además, yo voy a estar contigo.
— Sí... si no estuvieras conmigo no sé qué sería de mí – dijo, abrazándome. Yo sonreí y la abracé de vuelta.
— Te quiero, muñequita – susurré, acariciando su espalda –. Deja que me vista, ¿sí?
Candy asintió con la cabeza y salió de la habitación, respondiendo algunos mensajes en su móvil. Yo me apresuré en vestirme ya que no quería retrasarla. Cuando terminé, fui hacia el salón, donde ella me esperaba. Al verme, sonrió y se levantó, viniendo hacia mí.
— ¿Estás lista?
— Sí, eso creo...
— No tienes que estar nerviosa, va a salir todo de maravilla. Te mereces esto.
— Gracias, amor... – susurró, acariciando mi mano.
Sonreí y enlacé mi mano con la suya y la acaricié levemente. Entonces salimos juntos de su casa y fuimos en autobús hasta Portobello. Al primer sitio donde fuimos fue a su editorial, donde nos hicieron esperar solo por un par de minutos antes de que su editor la llamara.
— ¡Buenos días! – exclamó – ¿Qué tal estás? ¿Nerviosa?
— Sí, un poco – confesó la pelirroja.
— No tienes por qué ponerte nerviosa. En serio, la gente está encandilada con tu libro. Está agotándose nada más llegar, ya vamos por la sexta edición. Si sigue así va a convertirse en uno de los best seller de este año.
— ¿Hablas en serio?
— Sí, hablo en serio. Que tiemble John Green, Candy Lovelace es la nueva autora favorita para novelas románticas – bromeó.
— Basta de exagerar, por favor... – murmuró la pelirroja.
— No exagero, tus números hasta ahora son mejores que los inicios de John Green – rió él –. Venga, vamos. Ya había bastante gente haciendo cola para tu firma.
— ¿De verdad? Oh dios mío, esto es irreal.
La cara de Candy brillaba de tal forma que yo solo podía sonreír al verla tan feliz. Pasé mi brazo por encima de sus hombros y la atraje a mí, abrazándola suavemente. Ella sonrió, abrazándome de vuelta, escondiendo su rostro en mi torso.
El editor, Candy y yo, salimos del edificio y nos pusimos a caminar por las amplias calles de Portobello. El sol estaba brillando intensamente, algo extraño en Londres. Las copas de los árboles se movían con la suave brisa, merciendo el verde de sus hojas de lado a lado. Los pájaros piaban el ritmo de su propia canción. Las acogedoras casas desprendían distintos aromas, café, tostadas, huevos, beicon, chocolate...
— Me gustaría vivir aquí – comenté distraídamente –. Esta zona es tan tranquila, y tan bonita. Me siento en una película, cuando estoy por aquí.
— Sí, es una muy buena zona. Pero bastante cara – afirmó el editor de Candy.
— Creo que es la zona más bonita de todo Londres – dijo ella, con media sonrisa.
Los tres seguimos caminando, en silencio, por aquella zona. Cuando llegamos a una puerta metálica, situada entre las puertas de dos edificios, el hombre picó repetidamente y unos segundos después una mujer abrió desde dentro. Ésta saludó al hombre por su nombre y luego miró hacia mi chica.
— Un placer conocerte, Candy. Soy June Greyfool – la saludó, extendiéndole la mano –. Estoy muy contenta de que tu firma de libros sea en mi librería.
— Muchas gracias, June – dijo ella, sacudiendo su mano.
— Ahora entiendo tú libro – dijo al verme –. Supongo que serás el Edward en la vida real, ¿no?
— Harry, encantado – sonreí.
— Un placer – dijo June –. Venid, pasad por aquí. La gente ya está esperando.
La mujer nos dejó entrar en la librería. Ésta tenía una mesa en el centro, con una silla. Tras ello, había un gran cartel de la portada del libro de Candy. La puerta principal de la librería todavía estaba cerrada, y, al ser de cristal, dejaba ver a la gente que se amontonaba tras ésta, esperando a que Candice llegara para conseguir una firma de ella en sus libros.
June llevó a Candy hacia la mesa, y le pidió que se sentara. Ella lo hizo, colocando dos mechones de su cabello tras sus orejas. Yo sonreí, parándome tras ella y haciendo un masaje suave sobre sus hombros. La vi cerrar los ojos y sonreír levemente. Entonces June se acercó con algunas botellas de agua y unos cuantos bolígrafos, dejándolo todo sobre la mesa.
— Bien, ya voy a abrir la puerta – explicó –. Ahora traeré una silla para que Harry pueda estar por aquí, ¿está bien?
— Sí, por favor – pidió Candy, queriendo que estuviera a su lado. Yo sonreí por ello.
— La firma acabará sobre las dos del medio día – siguió contando –. Esperemos que nadie se quede sin poder entrar.
— Eso espero. Es mucho rato, no creo que haya gente a la que no le de tiempo... – Candy se encogió de hombros.
— Bien. No te entretengas mucho con las personas, ¿sí? Tienes que ir por faena, que sino la cola no avanzará y la gente se impacientará.
— Claro, lo entiendo.
— Vale, pues entonces voy a abrir ya.
June le dedicó una sonrisa a Candy y se fue a abrir la puerta de cristal. Yo agarré la mano de Candy, viendo como mi pequeña muñequita no dejaba de temblar. Sonreí enternecido por lo nerviosa que estaba, pero yo me sentía tan seguro de que aquella escena iba a repetirse tanto que se terminaría acostumbrando.
La gente empezó a avanzar hacia el interior de la librería, en orden, y siguiendo unas cuerdas que marcaban la dirección para que la gente no fuera a su libre albedrío. La primera en llegar a la mesa fue una chica joven, que miró hacia Candy emocionada, comentándole lo bueno que era su libro.
— ¿Va a haber una segunda parte? – preguntó, mientras Candy le firmaba el libro.
— Definitivamente, una segunda por lo menos – afirmó, girándose para mirarme y sonreír.
— ¡Él es igual que Edward! ¿Inspiraste el libro en él?
— Sí... el libro lo inspiré en él – sonrió la pelirroja –. Aquí tienes, Linda – dijo, devolviéndole el libro a la chica –. Me alegro mucho de que te haya gustado.
— Gracias por haber escrito algo así. Después de leerlo es que... te quedas... distinto. Me encanta. Hablas de los sentimientos de una manera que no he visto nunca en ningún otro autor.
— Oh vaya... gracias – balbuceó la chica, con las mejillas sonrojadas.
— Harry, aquí tienes tu silla – dijo June, acercándose.
— Muchas gracias, June.
Me senté junto a Candy y puse mi mano sobre su pierna para que sintiera mi apoyo. Ella siguió firmando y conversando rápidamente con la gente que se iba acercando a ella. Muchos me reconocieron como "el chico del libro". Yo solo sonreía, dejando que fuera ella la que hablara. Me gustaba ver como todo aquello estaba ayudándola con su enfermedad, y como le costaba menos hablar con la gente cuando tenían aquel punto en común, que era su libro.
Entonces yo me quedé embelesado, mirando hacia ella. Estaba tan seguro de que Candice era la mujer de mi vida. Era como si estuviera hecha única y específicamente para mí. Me sentía de una manera que no sabía ni siquiera que era posible. Era como si mi corazón latiera más fuerte cuando estaba con ella, y el mundo de repente se hacía más bonito. Como si estando junto a ella el sol brillara más fuerte, las nubes desaparecieran, los pájaros cantaran una conocida sinfonía y todo fuera mejor. Como si las guerras no existieran, ni las lágrimas, ni nada malo. Con ella alrededor, todo parecía ser bonito, bueno y eterno.
No podía creer que me hubiese enamorado de tal manera. Siempre había pensado que encontraría una chica, que me gustaría más que las demás, y que terminaría casado con ella, teniendo un par de hijos para intentar mantener unido un matrimonio que día a día se iría haciendo pedazos, y que terminaría divorciándome de ella, y yéndome a vivir a Las Vegas, de prostituta en prostituta y de casino en casino. Pero Candy había roto aquel esquema. Yo quería vivir cada uno de los días que me quedaban junto a ella. Todos ellos. Quería amanecer a su lado y ver como fruncía la nariz cuando intentaba despertarla. Quería ver cómo sonreía cuando la abrazaba. Quería estar siempre con ella. Casarme en algún paisaje insólito, los dos solos, sin nadie más que la persona que lo oficiara. No quería hacer nada ostentoso, ni quería presumir de ella ante nadie. Lo único que quería era verla a ella vestida de novia, entregándose a mí. No necesitaba ni siquiera que fuera una boda de verdad. Solo quería oírla decir "Sí, quiero", mirándome a los ojos y sonriendo de aquella manera tan tímida y adorable.
Un par de horas después de haber empezado la firma, vi como Candy tenía cara de cansancio, así que me puse de pie, haciendo que ella se girara a mirarme. Yo sonreí y me agaché a besar su mejilla, rebuscando en mi bolsillo para asegurarme de llevar dinero.
— Voy a comprarte un café, muñeca. Estás cansada.
— ¿En serio? Te lo agradecería muchísimo.
— ¿Quieres que te traiga también algo de comer?
— No, solo el café está bien, Harry – sonrió ella –. Muchas gracias.
— No es nada, amor. No me eches mucho de menos.
— Eso es imposible – rió, antes de mandarme un beso mientras yo me alejaba.
Fui hacia la puerta trasera y de ahí caminé rápido entre las bonitas calles del lugar, yendo directo hacia la cafetería favorita de Candy. Sonreí al entrar, ya que el olor a café me recordaba a ella. Era algo que no podía evitar relacionar. Aquello y el olor a leña ardiendo en una chimenea, como la que había en su cabaña cuando habíamos pasado la semana juntos en la montaña.
Luke estaba tras la barra, junto a Eric, mi antiguo jefe. Aquel que intentó ligarme. Yo les saludé ambos con la mano y me acerqué, mirando la repostería que tenían aquel día, decidiendo que yo sí tomaría algo de comer, ya que tenía hambre.
— Buenos días – dije, cuando fue mi turno.
— ¡Harry, cuánto tiempo! – exclamó Eric – ¿Qué haces por aquí?
— Mi chica tiene una firma de libros en una librería de aquí cerca, y he venido a por un café para ella – sonreí, sonando tan orgulloso como estaba de ella.
— Oh... ¿tu chica? – dijo algo confuso – Bueno, me alegro mucho de que vaya bien.
— ¿Un café para Candy? – habló Luke, ya girándose hacia la máquina.
— Sí, y un mocha para mí – pedí.
— ¿Está yéndole muy bien, no? – comentó, mientras hacía ambos cafés.
— Sí, la verdad es que sí. Su libro está teniendo mucho éxito – afirmé –. Aunque bueno... era obvio que lo tendría. Es muy bueno...
— De hecho lo es – asintió él, sirviendo ambos cafés en unos vasos de cartón –. Ya me lo he leído, y es muy bueno. Me gustaría ir a verla pero no me da tiempo con el horario que tengo hoy.
— Yo le doy recuerdos de tu parte – afirmé –. Ponme un croissant también, por favor.
— Claro.
Luke puso el croissant en un envoltorio de papel y me lo tendió todo. Yo le agradecí y le di el dinero antes de despedirme y caminar de vuelta a la librería. Cuando pasé por allí al lado, viendo la larga cola que sobresalía del establecimiento, vi al hombre que había al final de la fila. Éste me daba mala espina. Tenía el libro sujetado contra su pecho, y no dejaba de intentar mirar hacia dentro. Su mirada era extraña, y me hacía desconfiar de él. Por lo que quería asegurarme de que cuando ese hombre consiguiera entrar, que sería un buen rato después, yo estuviera al lado de Candy. Quizás era algún psicópata loco por ella, o algo así. Lo único que sabía era que no debía dejar que se acercara demasiado a mi muñeca, debía protegerla.
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Holiii
Éste es el penúltimo capítulo de la historia oops bue, además estará también el epílogo, o sea que quedan dos partes más. Btw si queréis pasar por la historia de Niall y Belle, se llama Camden town y ya está en mi perfil, podéis leerla si os apetece idk tiene algunos adelantos y empezaré a publicarla pronto
Btw, ¿qué os ha parecido el capítulo de hoy? ¿No es Harry adorable? Yo me mato o sea quiero un novio como él. ¿Qué creéis del tipo que le ha dado mala espina? ¿Será solo un lector más o pasará algo? hm
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