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« Harry »
— Bicarbonato, bicarbonato... – murmuré, buscando en el armario de la despensa – ¿No tienen bicarbonato en esta casa? – me quejé yo solo, frunciendo la nariz – ¡Ahá, bicarbonato! – exclamé contento, al ver un botecito de bicarbonato.

Agarré el bote de bicarbonato y volví a la cocina. Encendí la vitrocerámica, a fuego bajo, para que la sartén fuera calentándose, mientras echaba una cucharadita de bicarbonato en la masa que estaba preparando. Luego la batí bien, terminando de mezclarlo todo, y que la masa quedase bien uniforme.

Cuando la sartén ya estuvo caliente, la unté con un poquito de mantequilla. Entonces, eché un poco de la masa y empecé a cocinar los pancakes. Cuando terminé, los puse todos en un plato bastante grande y lo dejé en el centro de la mesa de madera redonda que había en el fondo. Luego puse una olla con agua y otra más pequeña, dentro de la otra, para fundir chocolate al baño maría.

— Hmm... ¿Harry? – oí una voz somnolienta, en el marco de la puerta. Yo me giré y vi a mi pelirroja, chiquitita, medio dormida, con sus rizos desordenados y los ojos aguados de bostezar – ¿Qué haces?

— El desayuno – sonreí –. Buenos días, mi amor.

— Buenos días, cielo... – susurró, poniendose de puntillas cuando me acerqué a ella, para darle un piquito – Huele tan bien – sonrió, aspirando el olor que desprendía la cocina.

— No tan bien como tú... – sonreí yo, agarrando su cintura y hundiendo mi rostro en su cuello y oliendo su aroma tan particular como dulce.

— Harry... – se rió, sintiendo cosquillas e intentando apartarme.

Reí yo también y me separé, para seguir preparando el desayuno. Candy me ofreció su ayuda, pero le dije que no hacía falta, así que se fue a sentarse. Yo regresé a remover el chocolate, pero como no se había deshecho del todo, empecé a cortar la fruta que había cogido. Unas fresas, un par de plátanos, unas frambuesas y unos arándonos, mezclándolos todos en un bol. Por último, mezclé azucar y agua, en una sartén con el fuego muy caliente, para hacer caramelo casero.

— ¡Buenos días! – exclamó una voz chillona, e inconfundible: Max – ¡Qué hambre tengo y qué bien huele eso! – dijo a la vez que entraba en la cocina, pasando la mano por encima de su barriga –  ¿Qué estás preparando?

— Pancakes – respondí, sirviendo el caramelo líquido, el chocolate deshecho y la fruta cortada en diferentes boles y llevándolos a la mesa.

— ¿Cómo te has despertado tan temprano, con lo que te gusta dormir? – le preguntó Max a su hermana, dándole un beso en la frente. Al parecer se había levantado de buen humor.

— He notado que Harry no estaba en la cama. Ahora me cuesta dormir si no es con él.

— Aow, qué bonito... – rió Max, sentándose junto a su hermana – seguro que dentro de poco estamos todos en Londres para tu boda.

— No creo. El matrimonio me parece algo obsoleto. No necesito firmar unos papeles para demostrarle a Harry que quiero estar con él.

— ¿No quieres casarte nunca? – pregunté, sirviendo varios cafés.

— Si no os casáis, no podéis vivir juntos – interrumpió Iris, apareciendo de repente junto a Patrick.

— Buenos días, mamá – gruñó Candy, frunciendo el ceño.

— ¿Es él quien está preparando el desayuno? – contempló, con asco en sus palabras – Deberías ser tú la que cocinaras, Candice. Para eso estamos las mujeres. ¿También te limpia la casa?

— Perdón, señora. Pero me encanta cocinar – dije tranquilamente –. Y adoro cocinar para su hija. Además está el hecho de que ella trabaja, y yo no, por lo que no me importaría cocinarle siempre o limpiar, para que cuando ella llegara a casa, pudiera descansar.

— Escribir no es un trabajo, es un pasatiempo. Y la cocina está hecha para las mujeres.

— ¿Perdón? Candice tiene un talento increíble, y está ganándose la vida gracias a lo que escribe... creo que de eso, precisamente, trata un trabajo, ¿no? Debería abrir un poco su mente y darse cuenta de la maravillosa persona que tiene por hija, que a parte de ser encantadora y buena; es trabajadora y realmente valiente para salir de aquí y luchar por conseguir su sueño. ¿Que no es buena para la cocina? Bueno, no se puede ser bueno en todo. No creo que realmente eso sea un problema. Igual que tampoco creo que haya cosas "para hombres" y cosas "para mujeres" – seguí tranquilo, haciendo comillas en el aire –, eso está realmente en el pasado. Hoy en día los hombres pueden ocuparse de la casa y las mujeres ser el sustento económico de la familia, y no veo dónde está el problema. Usted se ve que es una mujer carismática y fuerte... ¿y debe reprimirse en su casa, solo limpiando y cocinando? Creo que usted vale más que eso, y debería tomar el ejemplo de Candice y abrir sus alas para empezar a volar. Dicho esto... ¿quiere pancakes?

Iris tensó su rostro y alzó un poco la barbilla, tratando de mirarme con superioridad, pero Patrick empezó a hablar antes de que ella pudiera pensar una respuesta a los fuertes argumentos que yo le había dado.

— ¡Claro que nos gustaría! Tienen muy buena pinta – sonrió, agarrando el plato de pancakes y sirviéndose un par, poniéndole también a Iris.

Sonreí a mi suegro, viendo como luego se ponía un poco de caramelo y unas frutas sobre éste, antes de darles un bocado.

— Hm, está muy rico. Gracias por el desayuno, Harry.

— No hay nada que agradecer – sonreí, sentándome junto a Candy.

La pelirroja me sonrió y agarró mi mano bajo la mesa. Yo me acerqué a dar un suave y casto beso en su mejilla. Entonces, le serví a ella unos cuantos pancakes, y otros para mí, pasándole después el plato a Max.

— ¿Has hecho tú el caramelo? – observó Iris, después de probarlo.

— Sí.

— Es complicado que el caramelo quede tan bien... pero está muy bueno – me alagó, aún hablando con orgullo. Pero era un gran paso.

— Me costó bastante aprender a que me quedara bien – afirmé.

Iris no dijo nada más, solo asintió levemente con la cabeza y siguió desayunando. Entonces Max decidió que ya era hora de hablar sobre ella.

— ¡Esta tarde me caso! – exclamó, como si nadie supiera sobre ello – Estoy nerviosa. ¿Y si me caigo cuando esté entrando a la iglesia? Todos se reirán de mí.

— ¿Cómo te vas a caer, Max? – rió Candy.

— Entre los zapatos de tacón y el vestido con no sé cuántos metros de cola y tul... podría caerme.

— No vas a caerte, no seas tan pesimista – le dijo la pelirroja.

— ¿Tú me dices que no sea tan pesimista? – se burló Max.

Max y Candy siguieron discutiendo por un rato si la pequeña se caería o no al entrar. Al final, como la morena era tan testaruda, Candy acabó aceptando que Max se caería estrepitosamente en medio del pasillo y todos los presentes se reirían de ella, por lo que su hermana replicó, preguntándole cómo podía decirle algo tan malo.

Cuando terminaron de discutirse, y de desayunar, todos nos levantamos. Max y Candy me ayudaron a recoger la mesa, poniéndolo todo en el lavavajillas. Luego fuimos hacia el cuarto de Candy de nuevo. Ella se dejó caer sobre la cama y sonrió, dando un suspiro.

— A mamá le estás empezando a gustar.

— ¿Ah sí?

— Es fácil conquistarla por el estómago – dijo, mirándome –. Ven a que nos mimemos un ratito antes de arreglarnos, ¿te parece bien?

— Me parece perfecto – sonreí, yendo a la cama junto a ella.

Me estiré a su lado, mirando hacia ella. Subí levemente la camiseta de su pijama para poder colar mi mano en su espalda y acariciarla muy suavemente, sintiendo su piel de porcelana estremecerse ante mi toque. Lentamente, me acerqué a sus labios. Me había sorprendido a mí mismo, ya que aquella necesidad tan imperiosa de tener sexo con Candy había desaparecido. Obviamente si ella se sentía lista, yo estaría encantado de hacerle el amor. Pero era algo que había pasado a segundo plano. Solo aquellos momentos, en que podía acariciarla y besar sus tiernos labios, eran más que suficientes para mí.

— Te adoro, muñeca... – susurré a su oído, a la vez que mi mano acariciaba su brazo.

— No te imaginas cuánto te quiero, Harry... – dijo ella, abrazando mi cintura y hundiendo su rostro en mi pecho – eres todo lo que podría haber pedido. Soy la mujer más afortunada del universo.

— Y yo el hombre con más suerte – sonreí, acercándola más a mí –. Hacemos buena pareja.

— La mejor... – rió ella, levemente – abrázame más fuerte... – pidió.

Yo, encantado con la petición, enredé mis brazos alrededor de su cintura y la atraje con más fuerza hacia mi cuerpo. Sus manos subieron de mi espalda a mi cabello, donde empezó a juguetear con los largos mechones rizados que iba alcanzando. Yo me mantuve en su pequeña espalda, acariciando su adictiva piel, como si no hubiera nada más en el mundo que pudiera hacer, a parte de acariciarla.

Sentía como si cada vez que la tenía tan cerca, mi pecho se ensanchara y mi corazón ocupara mucho más espacio, y latía más rápido, más fuerte... más intenso. Candy había puesto en orden mi mundo. Antes de que ella apareciera, no lo sabía, pero yo estaba perdido. No sabía qué rumbo tomar, hacia dónde ir. Estaba estancado. Sin embargo, de su mano, empecé a avanzar, y con paso firme, hacia el futuro. Tenía más que claro que yo quería pasar mi vida junto a ella. Candy me hacía mejor. No es que antes fuera una mala persona, sin embargo... quizás no era nada. Y ella me hacía querer mejorar. 

— Me gusta abrazarte de este modo y escuchar como late tu corazón... – susurró – pero si sigues apretándome tanto quizás me termines ahogando.

— Ay, perdón... – murmuré, aflojando el agarre de inmediato – nunca me doy cuenta de que con lo pequeñita que eres no puedo abrazarte tan fuerte.

— Me gusta que me abraces fuerte, pero no tanto – rió ella, dándome un besito en la nariz.

— ¡Candy! – chilló su hermana desde fuera, golpeando la puerta repetidamente – ¡Candy, Candy! ¡Ábreme!

— ¿Qué quieres, Max? – respondió la pelirroja, dejando de abrazarme y sentándose mirando hacia la puerta – Entra.

— Ay, no quería entrar por si estabais haciendo cosas cochinas – dijo la morena, abriendo la puerta. Llevaba el pelo mojado y un albornoz. Probablemente en otro momento me habría quedado mirándola como un estúpido, pero es que en mi mente ya no había sitio para ninguna que no fuera Candy –. ¿Estabais haciendo cosas cochinas?

— No, Max – negó Candy –. ¿Qué quieres?

— Que me ayudes a arreglarme.

— ¿Yo?

— Eres mi hermana, quiero que seas tú la que me ayudes a arreglarme para mi boda... – dijo, haciendo un puchero.

— Bueno... está bien – asintió Candy, poniéndose de pie –. Pero sabes que no soy una proeza ni peinando ni maquillando ni nada.

— Entre las dos creo que podremos hacer algo decente – rió la morena, agarrando el brazo de su hermana cuando ésta llegó a la puerta.

— Nos vemos luego, amor – dijo hacia mí. Yo le sonreí y asentí.

— Claro. Nos vemos luego, muñeca.

Le mandé un beso, por lo que ella sonrió, antes de que su hermana empezara a tirar de su brazo para llevársela a su habitación para poder empezar a arreglarse. Yo decidí que también debería empezar, por lo que me puse de pie para ir a ducharme y luego afeitar los cuatro pelos que adornaban mi mandíbula, cuando vi a Iris entrando en el cuarto, por lo que aclaré mi garganta incómodamente.

— Candice acaba de irse a ayudar a Maxinne – dije, usando los nombres completos de sus hijas, como había oído que ella hacía.

— Lo sé, quiero hablar contigo.

— Oh, está bien... – acepté, rascándome la nuca.

— Realmente quieres a Candice... ¿verdad?

— Sí. Candice es todo para mí. Llevamos poco tiempo saliendo, pero aún así... sé que ella es la indicada.

— Es muy importante para mí que mis hijas estén con buenas personas. Ya hemos tenido bastante con que Candice decidiera marcharse de aquí e irse a Londres. Y que además decidiera ser escritora. No queremos que ahora desperdicie su vida con un hombre que no la merece, como su anterior novio.

— Nunca heriría a Candice – negué con la cabeza –. He hecho tonterías, y la he hecho llorar. Pero me cortaría las manos antes de volver a hacerlo. Pienso cuidarla, mimarla y protegerla tanto como pueda por el resto de mi vida – afirmé, con la voz segura. 

— Bueno... mientras así sea, bienvenido a la familia.

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VERY VERY IMPORTANTE

CHICAS, FELIZ AÑO. COMO "REGALO" DE NAVIDAD Y DE 2016 Y DE TODO.... CHAN CHAN CHAN... ¡YA HE EMPEZADO A PUBLICAR LA SEGUNDA PARTE DE ESTA SAGA! Se llama "Camden Town" y es la historia de Niall y Belle. Podéis encontrarla en mi perfil <3 ay, tengo muchas ganas de que leáis esta historia, de verdad. Espero que vayáis a verla y que os guste tanto como os está gustando Portobello <3

btw, ¿qué os ha parecido el capítulo? No sé yo me mato o algo xd ¿por qué no existen los chicos como Harry? de verdad es que la vida es tan cruel ;-; pero bue. Al menos Iris empieza a aceptarle, ¡por fin! A ver si no la caga jjjjj

¿Cómo habéis entrado el año? Yo hoy me he roto la uña del pie y estoy que no puedo ni caminar, duele mucho. Muy bonito todo:) ay que dolor


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