Letras que se tocan

Mientras la maestra dictaba la teoría de un tema del que no tengo presente varios detalles, me acomodé en mi asiento para evitar quedarme dormido.

El viento que se colaba del exterior sumado al poco interés por aprender sobre aquello, parecían estar de acuerdo para hacerme cerrar lo ojos.

Los intervalos entre cada pestañeo se agradaban a enormes pasos, y cuando por fin sentí que lograría descansar por un rato, un toque sobre mi mejilla me hizo reaccionar.

Lo primero que hice fue poner los ojos sobre la maestra, ella no se había dado cuenta de mi estado somnoliento. Escuché algunas risas de en frente, rodé mis ojos hasta que chocaron de lleno con tus orbes castaños oscuros. Parecían madera de pino, el cejo levemente fruncido, pero tus labios dibujaban la silueta de una sonrisa.

No te duermas —me ordenaste antes de que cambiaras de asiento detrás de mi sin que la profesora replicara en lo absoluto—. Es enserio.

Luche contra mi cerebro y recogí mi bolígrafo que se había resbalado de mis manos. Me tallé los ojos con fuerza e hice mi mayor esfuerzo para ingerir aquellos conocimientos.

Pensé que eso sería todo, hasta que decidiste que tú eras quien acabaría con todo. Cada tantos minutos, deslizabas las yemas de tus dedos sobre mi cuello. La sensación de hormigueo invadía todo mi sistema haciéndome temblar y reclamarte con la mirada.

De alguna manera nadie parecía notarnos. O eso es lo que yo creía.

Revisé mi muñeca en busca de mi reloj, luego recordé que tú lo tenías.

Pásame tu mano —me sorprendía que incluso con 17 años seguías sin querer aprender la hora con números romanos.

Estire la palma de mi mano para experimentar el tacto de tu suave piel. Incliné mi cabeza para ver la hora, solo 15 minutos para el descanso. Sin embargo escuché tu diminuta risa por lo que busqué la razón en tus ojos.

Estabas sonriendo esta vez de manera completa, tus dientes brillantes y perfectos me recibieron, a la par que entrelazaste nuestros dedos como danza folclórica, dejándome aprisionada mi mano izquierda.

Con la mínima fuerza intenté liberarme, pero te rehusabas a dejarme ir. Así pasaron infinitos segundos, hasta que por fin la campana que indicaba cambió de clases resonó por toda la academia.

Mi dedos acompañaban mi titubeo cual barco que es sacudido por una enorme ola en medio del océano.

Nuestros compañeros dejaron sus asientos hasta dejarnos a nosotros dos solos. A pesar de que escuché que varios de ellos me llamaron hice caso omiso a todo ello.

Mi mente divagaba en otro plano completamente distinto a este. Tu belleza a este punto ya me había transportado a otro mundo.

Hasta que, repentinamente rompiste el contacto. El anhelo de retomar tu mano casi me impulsa a una estupidez.  Escuché como abrías mi maleta, seleccionaste algo que al principio no alcancé a ver. Te levantaste tan rápido como el viento y moviste tu asiento hasta estar a mi lado.

En tus delicadas manos yacía un libro que nos acercó de la manera que yo menos pude imaginar.

Lo abriste y las páginas pasaron de principio hasta que el movimiento de tu pulgar detuvo todo de un tajante toque. Te acercaste lo suficiente para que nuestros hombros se tocaran y te seguí el paso juntando esta vez nuestras cabezas.

—¿Leemos...? —un vago <<s-si>> recibiste como respuesta—. Igual no te iba a dejar ir...

Entonces supe, que nuestra aventura en letras había comenzado...

















¿FIN?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top