Verde
El laboratorio del profesor Oak no era lo que había pensado, era un sitio pequeño. Aunque los encargados del lugar llevaban bata blanca, estos parecían perezosos cuando fueron a abrirle la puerta.
—¿Y tú qué quieres?
—Perdón. Estoy buscando al profesor Ok. Mi madre me dijo que viniera aquí.
—¿La señora Cátsup?
—La misma.
—La conozco, gran mujer —a Rojo no le gustó la sonrisa que se le formó en la cara—. Llegas tarde. Debiste de estar aquí hace una hora. Niño, aprender a ser más responsable.
—Lo lamento. Me disculparé también con el profesor.
—Pues aún no ha llegado.
—¿También llegó tarde?
—Sí, pero pasa todo el tiempo, no le recrimines. Su nieto está allá adentro.
—¿Nieto? Creí que era más joven —De pronto se le ocurrió—. ¿El profesor tiene una nieta aparte, cierto?
—Eso creo. ¿Entras o qué?
—Bueno, quizá esté por llegar.
Para ser un laboratorio, por dentro a Rojo se le figuró más una biblioteca. Había más estantes de libros que instrumentos químicos, o máquinas complejas, salvo por la computadora del fondo.
—¿Qué dice que se estudia aquí?
—Los pokémons, niño —contestó una mujer con aire aburrido—. El doctor Oak es una eminencia en el mundo de los pokémons.
—Nunca había escuchado hablar de él.
—¿No? ¿Pues qué clase de cosas te enseñan en la escuela?
—Matemáticas, química, historia...
—Bla, bla, bla. Bien niño. Ahora aprenderás cosas útiles. Tú espera al profesor.
—Si los pokémons son algo así como animales, ¿no debería ser su laboratorio un poco más complejo y con mucho más espacio?
—Tiene lo necesario.
—Si es una eminencia en la materia, ¿por qué nunca supimos de él en la escuela? ¿No debería estar instalado en un mejor lugar del mundo? ¿Quizá cerca de donde comentan está algo así como una zona safari? ¿De dónde saca el capital para financiar sus investigaciones? ¿Por qué necesita la ayuda de niños de diez años si es un hombre adulto adentrado en la materia?
—¡Ya está bien! Tú entra y haz silencio.
Comprendió que quizá estaba extralimitando la paciencia de la encargada. Al fondo se encontró con un niño de su edad de cabello castaño. Le vio cierto parecido con Azul, la niña que conoció en la tarde.
—¿Tú también vienes por un Pokémon?
El niño alzó la mirada con cierto engreimiento.
—Tú debes de ser Rojo. Mi abuelo me ha hablado de ti.
—¿En serio? ¿Qué te ha dicho?
—No mucho. Sólo que eres el hermanito molesto de su nueva conquista o algo así. Soy Verde Oak.
—Debe de haber un malentendido. Soy hijo único.
—Tal vez la chica le mintió. Da lo mismo.
—¿En serio te llamas Verde? ¿Es que nadie es capaz aquí de dar nombres decentes a sus hijos?
—¡Oye, más respeto! Mi padre se llamaba Verde, para que te enteres.
—Lo lamento, ¿murió?
—Ni idea, nunca lo conocí.
—Al menos sabes su nombre. ¿Tu abuelo tardará?
—No lo sé. Vine cuando dijo que tenía un pokémon para mí. ¿No es sensacional? Es una suerte tener un abuelo en el mundo de los pokémons
—Ya veo, a ti si te entusiasma eso de viajar tú solo por el mundo con uno de esos animalejos.
Verde se desconcertó.
—¿Qué quieres decir con eso de viajar por todo el mundo solo?
Ahora fue Rojo el que se mostró incómodo.
—¿Exactamente qué fue lo que te dijo tu abuelo.
—No mucho. Sólo que me tenía una sorpresa junto con mi pokémon. Imagino que me dejará la casa junto con mi hermana para nosotros solos. Trajo un par de maletas anoche, así que creo partirá de viaje.
—¿Y metió sus cosas ahí dentro?
—Supongo. Mi hermana se quedó a ayudarle a empacar mientras a mí me mandó a pasar la noche con un amigo. ¿Por qué lo dices?
No quiso contestarle. Ciertamente ese muchacho iba a experimentar una sorpresa demasiado desagradable.
—¿Azul no te ha dicho nada acerca de ese viaje?
—¿De dónde conoces tú a mi hermana?
—Ah... sólo es una conocida de vista.
—Pues más te vale no estar viéndola mucho —Verde meditó un poco—. Pues no me dijo nada. Ahora que recuerdo, sólo me dijo por la mañana cuando fui a verla que tuviese suerte y me abrazó. Fue extraño, como si pensara que no nos fuéramos a ver en mucho tiempo. Pero bueno, siempre ha sido algo rara. ¿Dices que vas a hacer un viaje por todo el mundo tú solo con el pokémon que te de mi abuelo?
—Aparentemente.
—Pues que tonto eres. Se ve que sólo eres un niño como yo. Hay que ser muy idiota para hacer un viaje así sin ayuda. ¿Cómo es que a tu madre se le ocurrió hacerte semejante barbaridad? ¿Es que no te quieren en tu casa?
—Tanto como a ti, colega —estaba molesto, había perdido los ánimos de intentar advertirle—. Sabes, te concedo la razón, creo que esto es una estupidez. Si viene tu abuelo me lo saludas de mi parte... y le dices que le llame a mi madre, no preguntes por qué, él comprenderá, lamentablemente yo comienzo a hacerlo. Me voy de aquí.
—¿Y a dónde vas?
—Tengo una tía y un primo en Johto, tal vez encuentre la forma de llegar hasta allá por mis medios y quedarme con ellos. Nos vemos.
—Como quieras, nos olemos luego.
Rojo se desconcertó. Levantó el brazo y se olió la axila. Genial, tampoco le habían dado la oportunidad de tomar un baño.
Nadie le impidió salir del dichoso laboratorio. Los empleados se limitaban a caminar por ahí hojeando algún libro sin ningún propósito funcional aparente.
Ya afuera estiró los brazos al aire libre. Aspiró profundo pensando en dar su siguiente paso: Ciudad Carmín. Le aterraba la idea de ir caminando hasta ahí él sólo, pero dudaba contar con el apoyo de su madre. En ese sitio había un puerto donde algún barco podría llevarlo a otra región.
La salida del pueblo estaba muy cerca de ahí; la entrada que daba la bienvenida a Pueblo Paleta le daba la despedida cuando de pronto, en cuanto puso el primer pie...
—¡Oye, espera!
El niño saltó hacia atrás aterrado. Un hombre de cabello encanecido lo asustó apareciendo de repente de entre los arbustos. Llevaba una bata de laboratorio cubierta de tierra y lodo, algunos cortes y arañazos tanto en la ropa como en la cara, se tambaleaba al caminar. Rojo intentó escapar, pero el hombre lo tomó de la muñeca con un fuerte agarre lastimándolo, luego acercó su rostro al suyo haciéndole una advertencia.
—¿Qué estabas pensando, criatura? ¡Hic! No puedes salir a la hierba donde están los... ¡Hic! Pokémon salvajes, necesitas uno para tu protección. Yo lo sé. Ven... ¡hic! Conmigo.
De la única persona de quien buscaba protegerse era de ese viejo, su aliento le recordaba al de su madre cuando a veces regresaba por las noches los fines de semana, en realidad su comportamiento era semejante también, eso no era bueno.
—¡Suélteme! ¡Gritaré para que venga la policía!
—La policía me la... ¡hic! Tú en calma, vente conmigo a un lugarcito. Te va a gustar lo que voy a darte. Si sé bien que lo quieres. ¡Hic!
—¡Socorro!
El viejo realmente era fuerte, sin embargo el miedo de Rojo se fue transformando en confusión cuando fue llevado casi a rastras hasta el laboratorio nuevamente.
—¿Qué me dijo que vamos a hacer en este sitio?
—A darte tu... ¡Hic! Pokémon. ¿Pues qué otra cosa podría darte? —bizquea tratando de abrir la puerta con dificultad—. ¿Es que tu apellido no es Cátsup?
—Ah... sí. ¿Usted es el profesor Ok?
—Ok, estoy bien —bizquea los ojos tratando de concentrarse, el esfuerzo parecía producirle dolor—. Sí, soy el profesor Oak. No hagas tanto escándalo que me duele la cabeza.
—¿Lo siento? —Después de semejante susto le parecía extraño el tener que disculparse—. ¿Qué decía de salir a la hierba?
—Sí, idiota. Hay pokémons salvajes que podrían salirte al paso, es peligroso.
—No, no es verdad.
—Que sí. Estos niños de hoy en día piensan que lo saben todo. ¿Imaginas que hubiera pasado si te adentrabas en la hierba?
—Pues nada. Ya lo he hecho antes. La escuela queda en ciudad Verde. Siempre me iba caminando diario todas las mañanas de ida y de regreso por la ruta uno. No niego que de pronto aparecían algunos rattatas y pidgeys, ¿pero qué tienen de peligroso unas crías de pájaro y ratas? De hecho cuando me veían pasar, escapaban asustados.
El humor del profesor parecía empeorar.
—Bueno, ¿quieres un pokémon, o no?
—La verdad es que no.
—Pues que pena. Ya le prometí a tu madre darte uno por...
—En realidad no quiero saberlo. Está bien, deme lo que tenga que darme y déjeme ir.
—Pues entra ya.
Dentro de las instalaciones, los empleados del profesor agitaron la mano al verle pasar, sin mostrar mucho interés en su presencia. Verde estaba al fondo, examinando en la mesa de su abuelo un extraño aparato rojo del tamaño de un cuaderno pequeño, sentado frente a la computadora.
—¿Pero qué te pasó, abuelo? —se levantó de golpe al comprobar el estado en que el viejo se encontraba— ¿Acaban de llegar? Azul y yo los esperábamos desde anoche. ¿La abuela ya está en casa?
—Que va. Si ya lo descubrió todo desde ayer. Dijo algo de necesitar tiempo para pensar las cosas.
—Este... ¿Qué? ¿La abuela no vino contigo?
—Ya volverá, ni quién la necesite. Más vale que tu hermana sepa cocinar algo que si no se va enseñando. ¿Y tú qué haces aquí?
—Llevo toda la mañana esperándote. Dijiste que tenías un pokémon para mí.
—¡Ah, es verdad! Bueno, más espacio en la nueva casa para mí.
—¿Y eso que significa?
—Nada. Acércate y tú también.
Le hizo una seña a Rojo. El niño se acercó vacilante. El profesor tenía claramente resaca. Intentó calcular su edad sin mucho éxito. Quizá sesenta años. Eso era más del doble de la edad de su madre. Trató de no pensar en ello. Oak parpadeaba mucho, parecía confundido.
—¿Y tú que eres?
—¿Perdone? ¡Ah! Creí que mi madre le había mencionado... ¡digo! Mi nombre es Rojo, profesor.
—¿Eres un niño o una niña?
Incluso Verde sintió vergüenza ajena.
—Abuelo, creo que es claro lo que es —vio al muchacho con pena y Rojo suspiró intentando no darle importancia—. Claramente se nota que es una niña.
—¡Oye, tú! ¡No lo confundas más de lo que está!
—Bueno, ya tranquilos —intentó calmarlos Oak—. Se ve feo que un niño se ande peleando con una niña.
—¡Soy hombre!
—¿En serio? Pues no suenas nada varonil.
—No vine a que me criticara, ¿sabe?
Oak agitó la mano restando importancia al asunto. Lo mejor era terminar deprisa. Necesitaba relajarse tras tantas emociones las últimas horas. Tal vez le hiciera más tarde una visita a la madre del chico.
—Bueno, perdón. ¿Está bien? Como te decía allá afuera, hoy te daré un pokémon a ti y a... Vaya, se me olvidó su nombre. ¿Cómo se llama?
—¿Abuelo? ¿Te encuentras bien? ¿Cómo se te pudo olvidar mi nombre?
—Lo siento, hijo. Es la edad. ¡Hic!
Rojo cerró los ojos al sentir casi de lleno el aliento del profesor, conteniéndose de decirle que en realidad no era la edad, sino la botella de ron que debió tomarse anoche. Por un momento hasta a él se le olvidó el nombre del chico.
—Perdón señor, creo que se me olvidó su nombre también.
—¿Cómo se te puede olvidar el nombre de tu rival de toda la vida?
—No lo sé. ¿Cómo se le puede olvidar a usted el nombre de su nieto? Además no es el rival de mi vida. Apenas nos conocimos hace menos de una hora.
—Pues lo va a ser a partir de ahora. ¡Ya recordé! Azul, acércate aquí.
Su nieto le aclaró irritado:
—Soy Verde, abuelo. Azul es mi hermana.
—Mejor, no me gusta el verde. Ahora denme un minuto.
Por el intercomunicador llamó a uno de sus asistentes. Este llegó dejando una bandeja sobre el escritorio. En la misma había tres esferas del tamaño de un puño con un botón en el centro. La mitad de las formas era roja, y la otra blanca.
—Éstas son pokéballs, y cada uno tiene un pokémon en su interior. Tipo fuego, agua y planta. Ahora escoge uno, Rojo.
—Oye abuelo, ¿y yo qué? ¿Por ser tu nieto no deberías darme a elegir primero?
—Tranquilo Verde, te daré uno más tarde. Rojo, date prisa.
El niño se sintió inseguro. El fuego era definitivamente algo peligroso. El agua estaba bien, siempre y cuando no involucrara nadar, ya que no sabía hacerlo. No estaba seguro si debía elegir el tipo planta, pues no sabía nada acerca de las plantas. Suspiró y esperando no cometer un error, tomó la pokéball.
—Elijo este.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top