Compañeros
Desde que el día comenzó, muchas extraordinarias situaciones le habían sucedido a Rojo, aquél niño de diez años quien comenzaba su viaje pokémon tras elegir un charmander. De regreso por la ruta uno, se había encontrado nuevamente con Azul, la nieta del profesor Oak y hermana Verde, el rival de toda la vida de Rojo a quien igualmente tenía poco de conocer. El niño estaba confundido de verla de nuevo, por lo que le preguntó de una vez por todas, ¿qué hacía ahí?
—Maldito, realmente dejó transcurrir casi dos semanas antes de retomar la historia.
¿Quieres que sean otras dos tan pronto?
—¡Digo! Azul, ¿qué haces aquí?
La niña se encogió de hombros mientras su bulbasaur se acercaba a ella, pendiente de los movimientos del charmander, cuya frente tenía la marca donde le había golpeado cuando intentó atacar a la niña, no se le veía precisamente de buen humor.
—En resumidas cuentas, creo que intentar pagarte por haberme limpiado la cocina. Pienso acompañarte en tu viaje pokémon.
Rojo y Charmander se miraron confusos antes de volver a prestarle atención.
—Ya, en serio, ¿qué es lo que quieres?
—Ya te lo dije. Admito que me porté algo... esquiva contigo. Pero oye, que me pongo nerviosa cuando conozco por primera vez a alguien, especialmente alguien tan guapo, tierno y acomedido como tú.
Le guiñó un ojo, normalmente podía salirse muchas veces con la suya haciendo eso con otras personas, sin embargo Rojo ya a estas alturas le conocía el truco.
—Realmente no quieres quedarte a vivir sola con tu abuelo ahora que corrió a tu hermano, ¿no es así?
Gimió molesta.
—¿Tu querrías? No conoces a mi abuelo. Tiene unas mañas detestables, le da por embriagarse y desatendernos. Desde que llegamos al pueblo, casi todas las tareas de la casa me las ha encargado únicamente a mí, sin que él se moleste en levantar ningún maldito dedo.
Sintió pena por ella, sonaba una situación semejante a la que vivió por años en su propio hogar con su madre, quien nunca fue muy a su pesar, lo que se dice la imagen de la responsabilidad. Imaginó que detrás de su fachada de malcriada, Azul después de todo quizá era más madura de lo que pensó.
—Lo que hizo tu abuelo contigo está mal —tras dudarlo unos segundos, le puso una mano sobre el hombro. La niña le sonrió conmovida—. ¿Qué hiciste entonces?
—Obvio, le encasqueté todos y cada uno de los quehaceres a Verde —la soltó, ahora Rojo lo entendía todo y sintió más pena por el otro idiota—. Pero él ya se va, de loca que me quedo sin nadie que ahora me cubra.
El niño suspiró mientras la pasaba de largo.
—Pues lo siento, pero ese no es mi problema.
—¡No seas así! Te estoy dando la oportunidad de convivir con una atractiva chica durante todo tu viaje, ¿qué más puedes pedirle a la vida?
—Le pediría regresar a mi casa, a mi habitación. ¡Cosa que no puedo desde que mi madre me corrió gracias a tu abuelo! ¡Ahora mi habitación debe ser en estos momentos una sala de billar!
—Pues lo siento, sin embargo no culpes a mi abuelo porque tu madre necesitara peones para su... espera. ¿Mesa de billar? ¿Tu habitación?
De pronto Rojo se puso nervioso. Ya había llegado a cierta conclusión desde la mañana. ¿Qué había dicho Oak cuando discutió con sus nietos? Algo acerca de que su mujer lo corrió debido a un incidente en el que lo descubrió todo. El chiquillo comenzó a caminar más aprisa, cuando sintió algo semejante a un látigo envolverlo por la cintura y tirarlo contra el suelo al arrastrarlo de regreso al claro.
—¡Charmander, ayúdame!
Justo cuando el bulbasaur de Azul trepó a su espalda tras sujetarlo bien, la lagartija abrió su boca corriendo hacia su entrenador. Cuando Rojo creyó que tenía la ventaja siendo su pokémon un tipo fuego contra un tipo planta, la mandíbula del charmander se cerró a los lados de su cabeza.
—¿Es en serio, Charmander? ¡Ya se te olvidó el golpe que esa lechuga con patas te dio en la cara!
Quizá lo había hecho, pero gracias a que Rojo se lo recordó, Charmander lo dejó en paz expeliendo de su boca una flama contra Bulbasaur. El pokémon planta retrocedió asustado liberando a Rojo y escondiéndose detrás de Azul. Justo cuando el chico iba a levantarse, fue derribado nuevamente al suelo cuando la niña se lanzó contra él sentándose en su espalda.
—¡Ahora lo entiendo! ¡Fue culpa de tu madre!
Vaya que estaba molesta. A Rojo no se le ocurría ninguna excusa.
—Tal vez si sea en parte mi problema, lo reconozco, ¿Ok? Pero dime, ¿acaso tu abuelo es un Santo?
—¡Ya te dije que mi apellido es Oak y no! ¡Fue culpa de los dos! ¡Lo mires cómo lo mires, de cierta manera me la debes!
Charmander quería llegar a Bulbasaur, algo que no conseguiría con su entrenadora protegiéndolo. Cansándose de esperar alguna instrucción de Rojo, quien actuaba como si se hubiese olvidado de él, se hizo para atrás listo para proyectar otra flama, esta vez contra la entrenadora del Bulbasaur. Rojo lo notó justo antes de lanzar su ataque.
—¡Quítate!
La niña cayó de espaldas cuando el chico con todas sus fuerzas se incorporó protegiéndola de que se quemara, recibiendo de lleno la pequeña llamarada de su pokémon justo en la cara.
—¡Que me quemo!
El muchacho corrió golpeándose el rostro unos momentos hasta aplacar el fuego, salvo por unos cuantos cabellos chamuscados, no parecía tener nada más.
—¡Mira lo que me hiciste, Charmander! En todo caso no debiste intervenir. Pudiste lastimar a Azul.
La niña había retrocedido poniendo a Bulbasaur frente a ella por si Rojo perdía nuevamente el control de su pokémon. Charmander le mostró a su entrenador los colmillos y sintiéndose ofendido le dio la espalda. El chico ladeó cansado la cabeza antes de volver a dirigirse a Azul.
—Perdón. ¿No te lastimé cuando te aventé?
—Pues... no.
Tarde se le ocurrió lo conveniente de haber fingido un golpe para acrecentar la culpabilidad del chico, en todo caso estaba impresionada porque Rojo no sólo consiguiera derribarla, sino que lo hiciese por protegerla.
—Mira, lamento que mi madre y tu abuelo... ¡Ni siquiera puedo decirlo! Pero yo no tuve nada que ver con eso. Perdóname, por favor.
La chiquilla salió de su aturdimiento al tiempo que trataba de salir del campo de visión del charmander.
—Está bien. Te perdono.
—¿En serio?
—Sólo si me acompañas a Ciudad Fucsia.
—¿De nuevo con eso?
—Oye, que me da cosa ir sin compañía. Mi abuelo no me dejará partir tan fácilmente sabiendo que se quedará solo. Mi abuela vive ahí y no tengo a nadie más con quién marcharme hacia allá.
—¿Qué hay de Verde?
—Quiero a mi hermano, pero con lo torpe que es y ese carácter que se carga, el viaje se volvería muy pesado.
—Quizá, pero con él ya tienes práctica para que haga lo que tú quieras.
—Puedo empezar a enseñarte algunos trucos ahora a ti.
—Adiós, Azul.
—¡Estaba jugando! Lo cierto es que me lo debes. Admítelo. Además ya no tienes casa, ¿Qué tienes que perder si tienes un poco de compañía? ¿Es que me dirás que con tu charmander te basta?
El aludido le mostró los colmillos a la niña al no ser bien recibida su insinuación, Bulbasaur le lanzó un gruñido de advertencia. Mientras tanto, Rojo tuvo que reconocer lo triste que sería andar él solo con un pokémon que no le respetaba; aunque Azul tampoco lo hacía, al menos podría conversar de vez en cuando con ella.
—Está bien. Pero te advierto que no pienso ir a ciudad Fucsia. En Ciudad Carmín trataré de buscar un ferry que me lleve a Johto, de ahí en adelante sigues tú sola.
—Me parece bien. Entonces estaremos juntos por ahora.
Se estrecharon las manos en señal de paz. Mientras Rojo un tanto sonrojado pensaba que tal vez podría llevarse bien con Azul durante un tiempo, en particular ahora que finalmente lograron ponerse de acuerdo en algo, la niña comenzaba a idear un plan para que una vez en Ciudad Carmín consiguiera convencerlo de seguir el viaje hasta la casa de su abuela. Charmander y Bulbasaur no dejaban de lanzarse miradas amenazantes el uno al otro.
—Ustedes dos tendrán que llevarse bien —les advirtió Azul—. No olviden que ahora somos compañeros.
Aunque Bulbasaur no parecía muy conforme, restregó su frente contra la pierna de Azul mostrando su conformidad. Charmander suspiró dejando salir humo de su nariz, luego resignado se acercó a la pierna de Rojo... y se la mordió. Azul arqueó una ceja preocupada, aunque el chico actuaba con indiferencia y resignación.
—¿Estás bien? ¿No te duele?
—Un poco, pero creo que es su forma de decirme que está de acuerdo. ¡Ya suéltame, tú!
—Bien. ¿Entonces a dónde vamos ahora? ¿Ruta dos?
—No, de regreso a Ciudad Paleta.
—¡Qué cosa! Pero si es de ahí de donde se supone que nos estamos marchando.
—No pude salir a ruta dos. Un tipo me impidió el paso y le prometí a su nieta que le llevaría un poco de café de mi casa.
Finalmente tras sacudirse la pierna durante unos segundos, consiguió que Charmander le soltara. Azul trataba de desentrañar la lógica del problema.
—¿Por qué simplemente no compraste café en Ciudad Verde?
—No llevo mucho dinero, además en esa "ciudad" no venden nada que no sea para estas porquerías de animales.
—Eso no tiene sentido.
—Lo sé, gracias por notarlo.
El que Azul fuese capaz de ver la ridiculez del asunto le devolvió un poco el optimismo.
—¿Crees que tu madre te dejará tomar algo de café?
—Eso espero. No creo que me lo quieran vender siendo un niño. ¿Te lo venderían a ti?
—También soy una niña.
—¿Me repites como conseguiste que te vendieran cigarrillos?
—¿Por qué? ¿Ahora sí quieres uno?
—Olvídalo. Además no sé qué sea lo que tu abuelo nos va a entregar a Verde y a mí. Si es dinero, no le voy a decir que no, aunque realmente nunca le ayudé a llevar sus cosas.
Conociendo al viejo, Azul dudaba que les fuera a pagar con efectivo algo a cualquiera de los dos, sin embargo terminó animando a Rojo en regresar.
—Tal vez se trate de algo que nos sea útil a ambos.Cuando estemos ahí, ve al laboratorio, yo me encargaré del café.
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