Capturando


Tiempo había pasado tras por fin haber dejado pueblo Paleta y con él sus hogares bien atrás. Para esas alturas Rojo y Azul ahora estaban por abandonar Ciudad Verde, o lo harían si no fuese por cierto inconveniente que tenían frente a ellos.

—Cómo me duele la cabeza.

El anciano que había tratado de detener la primera vez a Rojo interponiéndose en su camino, estaba sentado a un lado de su casa tomándose con dificultad una taza con café. La nieta del hombre les había ofrecido la bebida también a los chicos, pero tan responsable como siempre, Rojo la rechazó.

—Gracias, creo que soy muy joven todavía para tomar café. ¿Qué hay de ti, Azul?

—Preferiría una cerveza.

—Nada para ti, entonces.

—Que el café es mío.

—Pues sólo toma café.

La mujer les miraba divertida.

—¿Y ustedes se escaparon de casa o algo así? Lo digo porque creo que deberían pensar mejor las cosas antes de intentar fugarse juntos. Son todavía muy jóvenes. ¿Se imaginan como deben de estar sus familias en estos momentos que quizá ya se dieron cuenta que no están?

—Celebrando, seguramente —contestó Rojo mordaz—. No nos escapamos, ellos mismos nos enviaron a un viaje "pokémon" o algo así.

Aunque lo correcto sería decir que lo enviaron a él, por no decir correrlo. Azul estaba acompañándole por iniciativa propia, se podría decir que ella realmente se había escapado de casa, aunque el asunto perdía importancia cuando su abuelo había corrido de la misma a su hermano como a él lo hizo su madre. El anciano los miró con el interés y el ánimo renovado.

—Después de un café me siento mucho mejor. Permítanme que les oriente un poco en su travesía. Saben, cuando era joven era un gran y experimentado entrenador pokémon. Eso me llevó muy lejos por la vida.

"A embriagarse en la calle espantando a las personas", la perspectiva de aquél futuro no pareció hacerle mucha gracia a la pareja.

—Gracias —trató Rojo de ser educado—. Pero lo haremos por nuestra propia cuenta. En estos momentos lo mejor será seguir hasta la ciudad más cercana. Y eso es... ¿Ciudad Plateada dijiste, Azul?

—Ajá, es todo al norte —contestó desdoblando parte del mapa que llevaba en las manos.

La mujer guardaba el café.

—Cuando voy a Ciudad Plateada, tomo el sinuoso camino del bosque Verde.

Imaginaron que, si esa joven cruzaba el bosque, tal vez no era tan peligroso como lo habían sospechado tras darse cuenta a dónde los llevaba la ruta dos. El anciano por el contrario tenía una idea distinta.

—¿Y sólo tienen esos dos pokémon con ustedes para hacer su viaje? —señaló a Charmander y Bulbasaur, quienes estaban a un lado de sus respectivos entrenadores manteniendo su distancia entre los dos para no pelearse—. Será necesario que tengan más pokémon con ustedes o no avanzarán mucho. ¿Ya han capturado algún otro? —Ambos se encogieron de hombros desinteresados en el tema. Consideraban a sus respectivos compañeros lo suficientemente fuertes para protegerlos—. Entonces vengan conmigo. Voy a enseñarles a capturar pokémons. Entre más variedad tengan, con mayor facilidad podrán proseguir su viaje.

Los chicos se vieron entre sí sin estar del todo convencidos. Quizá la lección resultara didáctica. Tras despedirse de la mujer, acompañaron al viejo a un sendero en las afueras de la ciudad, justo en ruta dos.

—Lo primero que deben de hacer es andar sobre el pastito hasta que un pokémon se les cruce en el camino.

—O tal vez —sugirió Rojo— esperar hasta visualizar uno.

—Niño, que hacer eso es cansado y tomaría mucho tiempo.

—Ya vi uno —mencionó Azul señalando algo detrás del viejo—. Ni siquiera tuve que dar un paso.

Al darse la vuelta, hasta el viejo pudo notar andando perezosamente a un insecto amarillo, se trataba de un gusano cuya longitud era la mitad de su antebrazo, tenía un pincho en la cabeza. Rojo sacó la pokedéx que el profesor Oak le había dado.

—Esta cosa dice que eso es un weedle.

—Perfecto —continuó la lección—. Lo primero que tienen que hacer es debilitar al pokémon objetivo en un combate pokémon. Observen.

Tratando de ser lo más silencioso posible, el anciano se acercó al pequeño insecto poco a poco. El gusano irguió la cabeza y el hombre... le dio un pisotón. Los chicos y hasta sus pokémons hicieron una mueca de asco tras escuchar al pobre bicho crujir bajo su zapato. Enseguida sacó una pokéball que arrojó al insecto tan pronto le quitó el pie de encima. El cuerpo de la creatura se convirtió en luz y esta misma entró en la pokéball. El botón luminoso brilló sólo unos segundos hasta que se detuvo indicando la captura.

—Listo. Así es como se hace. ¿Alguna duda?

Ambos chicos levantaron la mano. El anciano le dio primero la palabra a Azul.

—¡Dijo debilitarlo, no matarlo!

—Tecnicismos. Estoy seguro que todavía respiraba, de lo contrario no hubiera podido capturarlo. ¿Qué hay de ti, chico?

—¿No se supone que debió debilitarlo en un combate con otro pokémon?

—Normalmente, pero como no tengo más pokémon tuve que usar lo que estaba a mi alcance. Niña, veo que tienes otra pregunta, ¿cuál es?

—¿Sigue ebrio?

—Sólo un poco, tuve que tomar un poco más de alcohol para curarme la resaca. Esperaba más interés y curiosidad por su parte, como por ejemplo que me preguntaran dónde podrían conseguir pokéballs para capturar pokémons. ¿Quieren saber dónde?

—Honestamente...

—En la tienda de allá. No son muy caras, pero sólo tienen las estándares. Supongo que es mejor que nada. De verdad les recomiendo que consigan unas cuantas y tengan más pokémons para su protección. Son muy útiles. Creo que me quedé sin pokéballs. Más tarde irá por unas cuantas.

Una vez que el tipo se marchó, los muchachos en lugar de continuar su viaje sopesaron la recomendación del hombre, realmente estaban considerándola. Bulbasaur y Charmander eran fuertes, pero quizá no serían suficientes para garantizar su seguridad.

—Llevo algo de dinero —comentó la niña—, ¿cómo andas tú?

—Tengo un poco. Si no son muy caras las dichosas pokéballs podremos permitirnos conseguir algunas. Aunque me preocupa cómo conseguir dinero después si nos quedamos en el camino sin efectivo.

—Mi abuelo dice que si peleamos con otros entrenadores, o mejor dicho, si peleamos a nuestros pokémons con los suyos, se puede conseguir dinero... o perderlo.

—¿Algo así como peleas clandestinas?

—Sí, pero sin lo clandestino. Todo es completamente legal por alguna razón. Hasta existen sitios oficiales donde puedes pelear con profesionales.

—Entiendo, son Coliseos o Arenas de combate.

—En realidad los llaman gimnasios, aunque uno no va a hacer ejercicio o a entrenarse, sino a pelear con los pókemons de los dueños.

—Eso es... extraño. Ahora que lo mencionas, había escuchado de un gimnasio en Ciudad Verde. Nunca me acerqué porque con la escuela y eso, no estaba muy interesado en suscribirme a uno de esos sitios para ejercitarme, además alguien me contó que raramente lo veían abierto, también que sus miembros en lugar de leotardos o ropa de deporte, iban con monos de trabajo negros y gorras.

—Eso es nuevo, no sabía de gimnasios con un estándar de uniformes.

—Lo que sea, apenas estamos empezando. No creo que podamos enfrentar a Charmander o Bulbasaur con los del dueño de ese sitio.

—Los dueños se llaman líderes.

—Vaya ego que tienen. Mejor vamos por las pokéballs primero.

———

Un par de horas después de hacer un breve regreso a Ciudad Verde, estaban de vuelta camino hacia el bosque Verde. Las pokéballs para su fortuna no habían sido realmente muy costosas, aunque ahora con ellas, no estaban muy seguros de utilizarlas correctamente. El tutorial de aquél sujeto no había sido precisamente de mucho apoyo.

—Bien, Rojo. ¿Entonces buscamos pokémon o nos vamos directamente al bosque verde para llegar a Ciudad Plateada?

El muchacho había esperado que ella lo guiara. Por un lado, era un poco mayor que él y parecía más segura de sus pasos, además que por su abuelo tenía ciertos conocimientos del tema de los pokémons. Por el otro admitía se sentía genial que la niña considerara sus ideas y lo siguiera.

—Vamos derecho al bosque. Sortearemos los obstáculos conforme se vayan presentado.

—Que idea tan mala. Sígueme a ese claro. Creo que vi a algunos pokémons por ahí. Vamos, date prisa que te dejo atrás y no querrás eso.

Sin esperarlo, Azul se adelantó con Bulbasaur, Rojo suspiró. Charmander abrió sus fauces y parecía prepararse para lanzar su ascuas por la espalda a la niña, de no ser porque Rojo lo detuvo.

—¡No te atrevas! Sé que es irritante, pero es nuestra acompañante y tenemos que soportarla. Los dos sabemos lo que significa tolerar a quien no nos respeta o no nos agrada.

La lagartija seseó por lo bajo entendiendo la indirecta. Rojo pensó que lo mejor sería dejar que su pokémon se adelantara, no fuera a ser que el ascuas se lo lanzara a él.

No muy lejos de donde estaban, dos pequeños pokémons pastaban tranquilamente. Parecía pequeños cerdos, pero sus orejas eran largas, sus hocicos proyectaban sus dientes delanteros, el morado tenía un cuerno sobre la base de su frente, a diferencia del otro de color más claro, sin embargo ambos tenían pinchos sobre su espalda. Desde detrás de unos arbustos, los muchachos los observaban con cautela. Rojo ya había consultado la pokedéx.

—Son Nidorans. Un macho y una hembra.

—Pues quiero a la hembra. Ese cuerno la hace ver fuerte.

—No. Tú quédate con el otro —le contestó llegando a la misma conclusión que ella, pero examinando la información del pokedéx—. Además, de hecho ese es el macho. Sólo los machos tienen esa cosa que a las hembras les falta; si lo tienen, es que son hombres, si les falta, son mujeres.

Azul le dedicó una mirada nerviosa. Rojo casi suelta la pokedéx al suelo sonrojándose al comprender desde otra perspectiva sus propias palabras.

—¡Hablo de su cuerno!

—Sí, ya se —entrecerró los ojos recorriendo con su dedo su mejilla dulcificando su voz—. Dime Rojito, ¿Qué es lo que tú tienes como niño que a mí me falta como niña? ¿Tú también tienes un "cuernito" oculto por ahí?

—Eh... yo —su rostro debía verse como una remolacha—. No voy a jugar a esto.

—¿Por qué? ¿Te pone nervioso que me interesen los cuernitos?

—¡Por favor, basta! Voy a alejarme de ti ahora.

—¿Y eso? ¿No te gusta mi compañía? Tal vez hubieras preferido la compañía de alguien que tenga un "cuernito". Quizá deseabas la compañía de mi hermano. Eso es lo que te gusta, ¿no?

—¡Por supuesto que no! ¡No me gustan los "cuernos"!

—¡Perfecto! Entonces el macho es mío, ¡gracias Rojo! ¡Bulbasaur, tráeme al nidoran cornudo!

Adelantándosele a Charmander, Bulbasaur corrió hacia el nidoran macho, expulsando las lianas de su cuerpo. El Pokémon no lo vio venir, de pronto estaba enredado en ellas y siendo cargado para ser azotado violentamente contra el pasto. El otro nidoran trató de embestir a Bulbasaur, pero fue detenido tras recibir una bola de fuego justo de lleno, cortesía de Charmander, quien a tiempo había recibido la instrucción de Rojo para atacarlo.

—Concéntrate en la otra nidoran, amigo. No dejes que se acerque a Bulbasaur y al otro.

Pese a sus intentos de forcejeo para librarse de las lianas, el nidoran morado no podía zafarse del agarre de Bulbasaur, el que le estrellaba la cara en el suelo continuamente tampoco le resultaba de ayuda. Abajo la compañera del Pokémon finalmente había caído derrotada y lastimada a causa de las quemaduras que los ascuas de Charmander le provocaron.

—Déjala, Charmander. ¡Ya la tenemos!

Su Pokémon obedeció. Algo agitado dejó de expulsar sus llamas. Relamiéndose el hocico, corrió hacia su presa, sólo para que en el momento de que estuviese al alcance de sus colmillos, Rojo lanzara una pokéball encerrándola en su interior. Su compañero gruñó y tomó la pokéball tratando de morderla y lastimándose los dientes por lo rígida que resultaba. Rojo se acercó molesto para quitársela del hocico.

—Nunca dije que sería tu almuerzo.

Charmander lanzó frustrado una dentada al aire alejándose sobre la hierba. El chico suspiró y miró a su compañera de viaje. La niña continuaba dándole órdenes a Bulbasaur de azotar al nidoran.

—¿Quieres que te ayude con eso?

—No es necesario, ya lo tengo —se concentró de nuevo en el combate—. Bulbasaur, suéltalo.

Desde una altura considerable, su Pokémon soltó al nidoran y éste cayó pesadamente contra el suelo lleno de magulladuras y lanzando quejidos, lo siguiente que le pegó en el rostro fue la pokéball de Azul. Sólo bastaron unos segundos antes de que la captura resultara exitosa. La niña entusiasmada se volvió hacia Rojo burlona pegando un salto.

—¡En tu cara! ¡Las mujeres mandan! ¡Tengo al chico, tengo al chico! Ahora es mío y no le quedará otra opción de hacer todo lo que le digo porque me convertí desde ahora en su dueña y ama —recoge entonces la pokéball—. Y mira, también capturé a un nidoran.

—Que divertido, Azul —celebró Rojo su chiste aplaudiendo irónico con expresión mustia.

Bulbasaur parecía estar riéndose también de Rojo, ganándose con ello una caricia de su entrenadora sobre su cabeza. Azul de pronto pareció percatarse de algo y miró en varias direcciones preocupado.

—Espera, ¿dónde está Charmander?

El chillido de un pájaro en las cercanías los estremeció a ambos. Corrieron hacia la procedencia encontrándose con un desagradable espectáculo. Muerto de miedo contra una roca estaba un rattata, tenía la marca de un picotazo en el brazo, el pequeño ratón observaba a un charmander colgado de la pata de un pidgey que aleteaba incesantemente sin poder con el peso de la lagartija, ni con el dolor que le ocasionaba. Rojo sacó otra pokéball y la arrojó contra ambos. El ave desesperada por librarse del Pokémon, no opuso ninguna resistencia permitiéndose ser capturado. Charmander cayó al suelo de pie, sonriendo con algunas plumas en el hocico.

—Bien hecho, amigo. Veo que intentaste salvar a ese pobre rattata de ese pájaro.

El Pokémon ratón agitado y en estado de shock, observó con miedo y con fatal resignación a la lagartija roja corriendo hacia él con las fauces bien abiertas, de pronto lo que charmander tenía entre sus fauces era una pokéball que casi se le atora en la garganta, de no ser porque consiguió expulsarla a tiempo. Con algo de asco por las babas que tenía, Azul la recogió limpiándola por la espalda en la playera de Rojo, el cual saltó alejándose de ella indignado.

—¡Qué crees que haces!

—Charmander no intentaba ayudarlo, sólo quería robarse la presa de ese pidgey, hasta darse cuenta que el pájaro sería un bocado mayor. En serio, ¿qué problema tiene tu Pokémon?

—A mí que me dices, tu abuelo me lo dio.

Ambos observaron las dos pokéballs que tenían cada uno en sus manos. Ciertamente la compra había valido la pena y aún les quedaban unas cuantas más.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó la niña.

—Regresar a la ciudad para ir al centro Pokémon, tenemos que pedir que curen a nuestras capturas. Heridas no nos sirven de nada, luego nos iremos por fin hacia el bosque verde.

Ella se mostró de acuerdo y sin objetar nada, siguió al chico y su Pokémon junto al suyo. Charmander seguía rumiando por lo bajo, por lo que cautelosamente Bulbasaur se le acercó para darle unas palmaditas ligeras con una de sus lianas, siempre procurando mantener la distancia. Azul tuvo que admitir que la escena resultaba tierna, en especial porque Charmander no rechazó el gesto, sino por el contrario suspiró con resignación. Al caminar se dio cuenta que como de costumbre, mantenía cierta distancia entre Rojo, aunque por vez primera, éste iba adelante.

—¿No vas a pedirme que te entregue el nidoran que atrapé?

—Lo capturaste tú. Es tuyo, ¿realmente quieres intercambiarlo por la nidoran con la que me quedé?

—En realidad, no. Sólo creí que te enojarías por adelantarme a quitártelo.

Rojo se encogió de hombros.

—Es tu forma de ser, ya la estoy aceptando. No pasa nada, tengo también un nidoran de todas formas además de un pájaro. ¿Quieres al pidgey también?

La verdad era que sí. Prefería tener un ave a un ratón, el cual sólo capturó para salvarlo de ser el almuerzo de Charmander. Rojo la miró expectante mientras caminaban, la niña entendió que si de verdad se lo pedía, seguramente él se lo entregaría así de fácil, incluso sin necesidad de un intercambio. ¿Realmente se tomó tan en serio la broma que dijo acerca de que él le pertenecía?

—No, está bien. Me quedaré con el rattata.

—¿Realmente no te gustan los pájaros? —Rojo sonrió fingiendo estar sorprendido y decepcionado—. Yo que creía que de verdad estabas interesada en mi pajarito.

—Bueno, si me gustaría tenerlo. Me gustan los pájaros y no es que no quiera el tuyo, pero creo que sería justo... —de pronto lo entendió y su rostro se encendió como un tomate— ¡Oye!

Rojo tuvo que acelerar el paso cuando Azul intentó írsele encima, pese a la pelea en la que volvió a meterse con ella, por primera vez el chico estaba sonriendo. Mientras lo perseguía para darle una tunda (algo que conseguiría al llegar a los límites del pueblo), la chica que no recordaba haberlo visto antes reír de forma tan sincera, reconoció que al hacerlo, el chico tomaba un aire agradable.

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