CAPÍTULO 9: "Solo somos seres humanos"
Frida, estaba de regreso.
¡Y a la hora! De hecho llegó muy puntual a su primer día de regreso.
Vestida para impresionar con su impecable traje blanco de falda corta, pero no demasiado y sus tacones rojos a juego con su bolso se presentó con una gigantesca sonrisa en el rostro, incluso llegó unos minutos antes que Danielle. Estaba emocionada, quería verla y enterarse de todo lo que ocurrió mientras no estuvo en la oficina, Dani, no le contó mucho, de hecho apenas y hablaban.
-Buenos días
Canturreó Danielle, de buen humor como siempre, mientras salía del ascensor y miraba en dirección a Frida.
-¡Dani! ¡Estoy tan feliz de verte! –chilló corriendo a abrazarla con fuerza.
-Baja la voz... -la calmó nerviosa-. El señor Allen, ha estado llegando primero –murmuró en voz baja mirando hacia la gran puerta del despacho.
-Rayos... -suspira soltándola de su abrazo.
-Descuida –le sonríe.
-Hoy tenemos que almorzar juntas, tienes que ponerme al día con todo lo que ha pasado aquí
Anuncia mientras cuelga su chaqueta y bolso asegurándose que entendiera que quería saberlo TODO.
-Estoy segura que no me necesitas para eso –se burla Danielle, divertida.
-¡Dani, insisto!
-Tengo que ver las actividades del señor Allen, antes –suspira preparándose para otro día difícil.
-De acuerdo ¿Qué hago? ¿Voy a su oficina y todo eso? –pregunta Frida, algo nerviosa por volver a ver al jefe.
-Sí, tu rutina de antes, supongo –se encoge de hombros, no había recibido instrucciones al respecto.
-De acuerdo. Papeleo y luego café
-Ve
Y en menos de 5 minutos la tranquila y linda mañana acabó. Danielle, ni siquiera se había quitado la chaqueta cuando Frida, salió prácticamente corriendo y con cara de espanto del despacho del señor Allen.
-Dijo que..., no ¡ladró como un maldito perro! –se quejó algo asustada con la frente arrugada y una mano sobre el pecho.
-Frida ¿qué dijo? ¿Qué hiciste?
Preguntó mientras se terminaba de quitar la chaqueta y la colgaba en su lugar.
-No hice nada ¡lo prometo!
-¿Qué dijo?
-Que solo tú tenías permitido entrar en su despacho..., y que me largara de su vista.
-Demonios..., este hombre es definitivamente "especial"..., si no fuera tan atractivo... -suspira armándose de paciencia para enfrentarlo.
-Dani, eres la única que lo soporta, todos temen a lo que pueda salir de su boca y yo no sé cómo lo haces para pararte ante él, y no temblar ante esa mirada de demonio necesitado de un buen maldito exorcismo.
-Necesito el trabajo, además no encuentro que sea tan terrible ¡Y no! No lo estoy defendiendo -le advierte a Frida, quien ya tenía una burlona sonrisa en el rostro-. No conoces a mi mamá...
-Por tu expresión creo que no quiero hacerlo
-Frida –intenta no reír, tiene razón, nadie debería sufrir el castigo de conocer a su madre.
-Oye creo que el señor Allen, durmió en el sofá, está todo oscuro, ni siquiera lo vi al entrar
-Mierda ¿lo despertaste?
-Encendí la luz –se encoge de hombros.
-Demonios..., debí quedarme en la cama hoy –lloriquea Danielle
-Voy a montar la sala de descanso –le anuncia Frida, antes de alejarse.
-Ve y luego te encargas de la correspondencia
-Sí señora –le guiña entusiasmada por estar de regreso.
-¡DANIELLE!
Un verdadero rugido fue lo que se escuchó desde el despacho y el cual hizo temblar todo el piso. O al menos eso parecía. Nicholas, estaba realmente de malas y a Danielle, sinceramente le asustaba tener que entrar en esa cueva endemoniada.
Tomando una larga bocanada de aire Danielle, se acercó a su escritorio y tomó su libreta y lápiz para luego dirigirse al centro de la tormenta...
La oficina estaba a oscuras, a excepción de la sección que iluminaba el escritorio, el sistema de cortinas solo consiguió levantarse en ese sector antes de Frida, lo detuviera por órdenes del jefe... Nerviosa porque no sabía dónde se encontraba su jefe, Danielle, entró de la espaciosa habitación, dio un par de pasos procurando no hacer sonar sus tacones pero entonces la puerta se cerró con fuerza y un gritito de susto se le escapó por el ruido del portazo.
-¡Señor Allen! Que susto me dio –soltó sin aliento llevándose la mano al pecho para sostener su corazón.
-¿Por qué dejaste que esa mujer entrara en mi oficina? –espetó con voz ronca.
-Ella..., ella solo hacía su antigua rutina señor.
-Tú y yo vamos a hablar –la señaló con el dedo de esa manera amenazante que te advierte que estás en problemas.
Impresionada por lo desarreglado que estaba y con esa ira en su mirada no supo que decir, por primera vez desde que trabaja para Nicholas, Danielle, no sabía qué decirle. El hombre estaba hecho un desastre, la ropa toda arrugada, cabello alborotado, tremendas ojeras, verdaderas bolsas negras que destacaban con su mirada vidriosa..., pero aun así era impactante el atractivo salvaje que desprendía, seguía intacto y mucho más tentador.
-No te quedes ahí congelada ¿no vas a decir nada? –estaba furioso.
-Señor...
Intenta decir algo, pero no para de analizar la escena y lo cansado y tal vez preocupado que está..., y lo molesto, sobre todo molesto e intimidante.
-¿Va..., va todo bien? –susurra nerviosa.
-Sí ¡Va todo de maravilla! -bramó con amargura alzando la voz con ese tono tan desagradable de niño rico.
-Discúlpeme, no quería sonar impertinente y hacer preguntas de más... -se apresuró a decir antes que su enojo siguiera creciendo...
Y de pronto se sintió fuera de lugar, como una entrometida, así que sin alargar más el incómodo momento se giró con la intención de darle la privacidad que sabía que necesitaba, pero antes que pudiera siquiera tocar la manilla de la puerta, la mano de Nicholas, voló sujetándola del antebrazo con brusquedad, llamando completamente su atención, y es que la mirada que le lanzó Nicholas, cargada de desesperación no dicha explicó su estado actual sin necesitar palabras.
-De acuerdo.
Danielle, solo asintió pensativa y observó a intervalos entre Nicholas y todo a su alrededor con más calma, desde otro punto de vista y menos nerviosa. Le tomó unos minutos pero decidió tomar la iniciativa y captó el mensaje que él, necesitaba que entendiera.
-Si desea que me encargue de hoy en delante de supervisar que su oficina esté completamente acondicionada para su uso entonces lo haré con gusto señor -suspiró-. Ahora si me lo permite, voy a comunicarme con la señora Wilson, y luego me ausentaré por una hora para traerle un traje limpio.
Con los ojos abiertos ante la sorpresa de las intenciones de Danielle, de querer ayudarlo, de cuidar de él y su imagen en la empresa, solo asintió levemente de acuerdo con lo que escuchaba, estaba algo aturdido, esta sí era la chica que tenía respuesta para todo.
La que le gustaba...
-Y si me lo permite..., nuevamente, pediré que le preparen su cappuccino y yo misma se lo traigo en unos instantes.
Volvió a asentir mecánicamente, estaba hipnotizado con su determinación.
-De acuerdo señor Allen, tome asiento donde se sienta más cómodo tomando su café, ya regreso.
Con una suavidad que a Nicholas, le pareció algo agridulce, dejó que Danielle, desenroscara los dedos de su mano que aún mantenía apretando aquel delicado antebrazo para poder retirarse.
Estaba sorprendido. En estado de shock.
¿Por qué ella estaba siendo tan amable si él, solo la regaña y la gritonea?
¡Alucinado! Así se sentía por la buena disposición de esta chica para ayudar a quien lo necesitara, y aunque ese alguien fuera él mismo, un hombre que no necesita de nadie para manejar su vida. No dejó de observar la puerta por la que se había marchado Danielle.
Y la sorpresa continuó cuando solo 5 minutos más tarde ella regresó con una bandeja cargada con su café preferido y un sándwich de miga tostado con jamón ahumado.
¿Cómo sabía que le gustaba así?
Danielle, ignoró la intensidad con que la estaba observando y acomodó la bandeja frente al sofá en el que aparentemente había pasado gran parte de la noche y sin mencionar una sola palabra lo dejó a solas para que desayunara tranquilo.
Soltando el aire que inconscientemente estaba conteniendo caminó hasta su escritorio para hacerle una llamada a la señora Wilson, y anunciarle que iría a recoger un traje y los artículos de aseo del señor Allen. Una vez acabó con la llamada tomó su chaqueta, acomodó su bolso y caminó de regreso a la entrada.
-¿Cómo ya te vas?
La voz de pánico que escuchó provenir del escritorio de Frida, detuvo a Danielle, de llegar hasta el ascensor antes que las puertas se cerraran.
-Necesito hacer un recado ¿sucede algo Frida? –preguntó girándose hacia ella.
-No quiero quedarme sola con el señor Allen –susurró nerviosa.
-Oye ni una sola palabra de lo que viste o él sabrá que has sido tú y volverás a quedarte sin trabajo.
-Mantendré mi bocota cerrada jefa –bromea con un tono algo burlón.
-Ya cierra el pico, tonta –suspira intentando no sonreír.
-Lo siento
-Nadie pasa esas puertas -señala las puertas del despacho de Nicholas-. Toma nota de los recados, el señor Allen, está muy ocupado.
-¡Anotado! –anuncia Frida, dispuesta a tener un buen primer día de regreso.
-Hay una reunión a las 10am, por favor llama y cancélala, no re programes, cancela y discúlpate con cortesía –le advierte sabiendo lo bruta que era para ese tipo de tareas.
-Listo –asiente.
-Bien, intentaré regresar en una hora –suspira antes de encaminarse nuevamente hasta el ascensor.
A toda prisa se encaminó hasta la magnífica casa del jefe. En taxi, por supuesto. En transporte público habría tenido que tomar al menos dos buses distintos y caminar muchísimo hacia el barrio exclusivo con bastante terreno entre cada casa.
Desde la entrada principal, Danielle, sacó su celular y le marcó al teléfono de la casa, sabía que la señora Wilson, es la única que lo atiende. Enseguida le abrió el portón eléctrico para que entrara y caminara gasta la entrada principal. Parecía toda una travesía el conseguir llegar a la casa.
Cuando al fin divisó la gloriosa entrada y a la señora Wilson, esperándola con aquella sonrisa amable, suspiró recobrando el aliento.
-Buenos días señora Wilson –le sonrió con alegría.
-Danielle, quita el "señora", por favor
-Ay, lo siento, es la costumbre –se disculpa con una media sonrisa.
-¿El señor Nicholas, se encuentra bien? Anoche no llegó a dormir
Preguntó Patricia, preocupada.
-Él..., sí, se encuentra bien..., aunque creo que durmió en la oficina..., se quedó trabajando hasta tarde, creo que la diferencia horaria debe haberle jugado una mala pasada –comenta Danielle, sintiéndose cómoda.
-Qué alivio, Nicholas, es igual o más tenaz que su abuelo.
-Nunca lo conocí, pero debe ser un gran tipo
Recibiendo solo una media sonrisa de la carismática ama de llaves Danielle, le recordó el motivo que la llevaba hasta aquella casa.
-Creo que sería bueno llevar dos cambios de ropa, en caso que vuelva a suceder ¿no crees Patricia? –sugiere intentando no sonar descortés al estar apresurándola.
-Esa es una buena idea, pero ya, entremos de una vez. Te prepararé una taza de té, mientras preparo todo ¿de acuerdo?
-Gracias, es muy amable de su parte –le sonríe Danielle, con cortesía.
-Cuidas bien de Nicholas, tiene paciencia señorita.
-Solo somos seres humanos, tenemos nuestros momentos buenos y malos –se encoge de hombros con una media sonrisa.
En breve Patricia, la guió hasta la cocina, le preparó una taza de té y le sirvió galletas recién horneadas, y la dejó a solas para poder ir a preparar los trajes del señor Allen.
Sola en la inmensidad de esa majestuosa cocina de inmaculada limpieza, llena de todo tipo de artefactos de pastelería que para cualquier persona sería el paraíso (una que supiera cocinar, claro) no dejaba de observar cada detalle tan perfectamente cuidado..., aunque en realidad se sentía algo intimidada por el estilo de vida tan distinto al suyo... Definitivamente él no trabajaba para vivir...
-¿Todo bien por aquí?
Preguntó Patricia, al notarla tan pensativa. Se sentía inquieta, quería decirle lo que sucedía, pero no sabía que tan leal era Danielle. Aunque ya llevaba trabajando 5 meses para Nicholas y había hecho varios recados "particulares" para él...
-Claro, estas galletas están deliciosas, Patricia –sacude levemente su cabeza espantando sus pensamientos.
-Dani..., yo no sé si me corresponda decirte esto pero... -comenzó a decir dejando los trajes enfundados sobre la barra de mármol.
-No, si no es necesario que lo sepa entonces no lo digas.
-Eres una buena chica, y muy linda
-Gracias... -murmura incómoda con su intensa mirada.
-El abuelo de Nicholas, falleció anoche –suelta con un suspiro.
-Oh..., entonces es por eso... -susurra en voz baja, comprendiendo el estado en que se encontraba su jefe esa mañana.
-Fue por la madrugada –continúa.
-¿Conocía al señor..., Allen? –preguntó para cambiar un poco de tema.
-Sí, adoraba a Nicholas, como si fuera su hijo, le enseñó mucho de lo que sabe.
-Eso explica su..., "insistencia" en que todo esté perfecto siempre –ladea los labios en una pequeña sonrisa al recordar sus manías por la limpieza.
-Es serio, pero es un buen hombre.
-Es pesadito, lo sé –le lanza una mirada juguetona.
-Niña –la regaña intentando no reír.
-Solo digo lo que veo, porque si le dijera lo que pienso me prendería fuego aquí mismo –bromea.
-Danielle, que no te escuche decir esas cosas
-No se preocupe que ya se las he dicho y sigo viva –ríe divertida.
-Eso es porque eres una mujercita hermosa, debe saber apreciar tus encantos
-¡Agg! No ponga ideas tan retorcidas en mi cabeza ¡es temprano aun! –finge disgusto mientras se levanta del taburete.
-Eres graciosa niña, pero ya, acaba tu té, voy a envolver unas galletitas para que te lleves –anuncia desplazándose por la cocina.
-No es necesario
-Claro que sí, además tienes tiempo, el auto está listo
-¿Qué auto? –alza una ceja confundida.
-El chofer de la casa, no voy a dejar que te vayas con un taxista cualquiera, esas cosas ya no son seguras, menos para una señorita.
Sin saber que decir por las intenciones de la ama de llaves de su jefe de querer cuidarla, guardó silencio y la observó meter galletas en un sobre de papel.
Esa mañana Nicholas, no salió de su oficina en todo el día, ni siquiera para almorzar. Envió a Danielle, a sus compromisos y fue a la única que le permitió el ingreso a su despacho. Estaba concentrado en un proyecto con un asiático, así que tenía todo el día para preparar su presentación ya que la diferencia horaria estaba a su favor, 12 horas de diferencia.
-¿Señor Allen?
Lo llamó Danielle, desde la puerta del despacho. Estuvo llamando por la línea privada pero el parecía no reaccionar al sonido.
-Ross –suelta sin despegar los ojos de la mirada o los dedos del teclado.
-Solo quería saber si necesita algo antes que me vaya a casa
-¿Irte? –gruñó levantando la mirada unos segundos, solo para darse cuenta que ya había anochecido.
-Sí, son casi las 9 de la noche.
-No, puedo arreglármelas, vete a casa.
-Buenas noches señor
-Toma dinero de la caja chica, no te vayas en autobús..., es tarde.
-Gracias...
Sorprendida por aquella muestra de humanidad, cerró la puerta con cuidado y se dirigió a su escritorio, llamó a recepción para pedirle al guardia que le consiguiera un taxi y enseguida se marchó a casa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top