O [olvido]
Desperte agitada mientras sudaba frío. Ví todo oscuro a mi alrededor y pude sentir el olor a humedad en mis fosas nasales.
Me deshice de las sábanas que me cubrían con desesperación como si fueran una camisa de fuerza que me asfixiaba, provocando que me cayera de la cama.
Tengo miedo. ¿Dónde estoy? ¿Quién me encerró? ¿Shigaraki me atrapó de nuevo? ¿Estoy en su habitación?
Mi cabeza se inundó de preguntas y me hizo sentir aún más aterrada cuando, prácticamente sabiendo donde se hallaba la puerta, tiro del pomo de ésta solo para comprobar que está cerrada. Tiene seguro.
—No. ¡No! —Traté con más fuerza pero éste no cedía—. ¡Déjame salir! ¡No me puedes tenerme aquí por siempre! ¡Sácame de aquí! —Golpeé la puerta con fuerza.
No busqué otra salida porque sabía que no la había. Mi antiguo hermano tenía clavadas tablas en su única pequeña ventana. No busqué la luz, porque a él le gustaba la oscuridad; no valía la pena intentar buscar otra salida, ya que él siempre bloqueaba todas para que no huyera de su lado.
—¡Tomura, sácame! ¡Nunca seré tuya de esta manera! —Aumenté la fuerza de mis gritos exigiendo ser escuchada, y al parecer funcionó porque escuché pasos correr en el pasillo.
No perdí el tiempo, ante el sonido de alguien acercándose me puse a un costado de la puerta con la almohada preparada para asfixiar a quien fuera que atravesará la puerta.
La puerta sonó al retirar el seguro. Entonces la salida se abrió y la luz intensa del pasillo me hizo entre cerrar los ojos y ver una silueta un poco más alta que yo.
Sin pensar, salte a él con la almohada en su rostro y mis rodillas en sus muñecas.
—¡Muérete! ¡Muere, demonio! —Grite con furia.
—¡Xiao! —Escuche a alguien exclamar totalmente descompuesto en su voz.
—¡Amor! —Una voz más se une a la anterior. Es entonces en qué volteé a ver para que la nueva realidad en la que vivía me golpeara causando que un fuerte mareo me embargara.
Ví debajo de mí, donde no había un hombre, sino una mujer luchando por escapar de mí.
Lo olvide por completo. Cada despertar en esa habitación era como si regresara a aquel lugar que se suponía que era mi hogar pero resultaba ser un infierno. Mi cerebro aún no procesaba que ya estaba a salvo, que nadie me causaría ningún daño y que no volvería a ver a ese diablo.
—¡Déjala! —Me tomó de mis brazos que ya había aflojado y me arrojó al suelo donde me inmovilizó poniéndome boca abajo y jalando mi brazo derecho hacia atrás.
—¡Cariño! —La voz de un hombre mayor exclamó con suma preocupación mientras alguien tosía con fuerza intentando recuperar el aire robado.
—¡Sueltame! ¡Sueltame! —Repetía mientras me sacudía con ímpetu, desesperada por librarme de esas personas.
¿Quienes eran? ¿Qué querían? ¿Por qué me encerraron? Sino estaba en la guarida, ¿entonces dónde?
—¡Maldita, deja de moverte y escúchame! —El varon sentado en mi espalda me sacudió el brazo, como amenaza de quebrarlo, yo chille de dolor. —Maldicion. Si te mueves así solo te dañaras. —Se quejo con cierta rabia y aflojó un poco su agarre. Enseguida sentí como el aliento cálido de él pego en mi oreja—. Eres Xiao Lii; tienes 16 años. Estás en casa de los Bakugō, a salvo conmigo. —creí que finalizó con eso; y entonces murmuró aún más bajo—: y yo no dejaré que nadie te dañe. —Hablo con repentina calma y yo sentí como mi respiración se regulaba poco a poco, así como el agarre en mi brazo se fue soltando hasta levantarse de encima mío y agacharse a un lado de donde yo estaba tirada.
Procese todo; mi cabeza comenzó a rememorar todos los sucesos desde que te conocí, cuando te ví en televisión por primera vez hasta el beso con el que pactaste protegerme por siempre.
Regrese a aquel día cuando al besarme en el hospital me desvanecí en tus brazos tras finalizar el contacto entre nuestros labios. Los doctores dijeron que fue al bajar cualquier modo de alerta que mi cuerpo había activado tuve una baja de tensión, esto se debió también a que me sobre exigí al expulsar toda esa niebla para protegernos, por lo que había caído deshidratada. Tras una hora con suero y despertar a los 36 minutos inconciente rechacé cualquier estudio.
No tenía caso gastar en mí, solo había sido por estrés y nada más, o eso creía. Los Bakugō, al no ser mis tutores no pudieron convencer al doctor de hacerme análisis al yo haberlos rechazado.
Entonces la policía llegó a interrogarme debido a todo el caos que causamos en la vía pública.
Ya me habías comentado rápidamente y con discreción apenas pudiste lo que les habías dicho a los oficiales, lo cual me puso en un aprieto grande: que mi hermanastro me agredía, y que en esa tarde habías llegado a verme fue que él te atacó con intención asesina.
—No se preocupen, estaré bien. —Tranquilice a tus padres que no querían dejarme ir sola a la estación de policía, pero tampoco podían dejarte solo en el hospital mientras terminaban de darte de alta.
En silencio me subí a la patrulla y así seguí hasta que me dejaron un café humeante frente a mi una vez que estaba sentada frente al escritorio de la oficial de policía.
—¿Qué tal, Xiao Lii? Me llamo Akazaka Milo. Oí que te desmayaste en el hospital, así que, si te sientes mal en cualquier momento, avísame y paramos. Hay un paramédico aquí que puede brindarte ayuda si lo necesita. —La señora joven fue muy amable y hasta cálida, sin embargo yo no pude confesar nada más allá de que Shigaraki me agredía físicamente desde hacía varios años.
Le inventé una historia sin detalles, obviamente ocultando que era hija adoptiva de All for One, que mi hermanastro era uno de los villanos más buscados, que yo forme parte de su liga un tiempo y por supuesto, que había sido violada múltiples veces y lastimada.
Ella no se creyó todo lo que le decía, sobre todo cuando, en sus propias palabras me cuestionaba si "estaba segura que eso era todo, o si ocultaba algo más grave que me habían hecho."
—En ese caso, ¿por qué atacó a tu novio con el fin de asesinarlo? ¿O fue tu novio el que comenzó la pelea cuando lo vio porque le tenía odio guardado?
Trague saliva y apreté mi falda en mis manos. Lo había pintado suave sin darme cuenta de que al omitir tantos detalles ahora tú parecías el loco.
—É-él.. claro que le tenía odio, pues recién se enteró de su existencia y de la relación que teníamos.
—Espera, ¿de quien hablas ahora?
—De mi hermano.
—¿Hermano o hermanastro? Aquí todo se puede tomar literal, entonces se específica.
—Mi hermanastro. Mi hermanastro le tenía odio irracional a Katsuki porque yo había estado saliendo con él muchas veces.
—¿Entonces estaba celoso?
¿Shigaraki celoso? ¿De verdad el podía sentir algo así? ¿Qué acaso los celos no venían del sentimiento de amor? No, lo que ese hombre sentía no era amor, sino obsesión y un fuerte sentido de posesión.
—No lo sé. Nunca lo termine de entender, creo que por eso me odiaba tanto.
—Aun así, eso no justifica la violencia. —Escribio en su computador, y prosiguió—. Entonces, dado a qué veo que todavía no tienes la confianza suficiente para terminar de hablar, solo queda preguntar, ¿desea instaurar la demanda?
Y llegados a ese momento fue que todo comenzó a volverse borroso y denso en mi cabeza. Quizá quería olvidar lo que dije y la estúpida decisión que tome con la oficial.
Llegué a mi departamento solo para encontrarme con las pocas cosas que habían sido mías completamente destrozadas, con mi ropa regada en el pasillo y con una foto mía clavada con un cuchillo de toga tachada de rojo. Mi corazón se encogió al notar que yo estaba con una sonrisa boba en la imágen mientras te veía.
Giren nos había estado siguiendo hacía bastante tiempo pero yo no lo percibí debido a que mis emociones y sentidos siempre estaban volando cuando estabas conmigo.
Fue entonces que entendí que ya no podría volver a aquel lugar nunca más. Aterrada, saque lo que pude de aquel cuarto, recogí avergonzada mi ropa poniéndola en una maleta.
Todas mis cosas dieron en dos maletas solamente. Sonreí irónica al ver qué mi vida se resumía en esas pequeñas valijas y que no tenía realmente nada a lo que aferrarme ya que siempre supe que nada me pertenecería. Incluso la ropa que llevaba no era mía.
¿A dónde iría? ¿Cómo viviría? ¿Acaso me vería obligada a volver a Shigaraki?
Camine rumbo al parque de siempre, dónde tanto tiempo me brindaste tu ayuda y que yo sentí que desaproveche, pues al final del día, termine indefensa.
La noche comenzó a entrar yo seguía ahí totalmente perdida.
Aún me sentía adolorida por todas partes. Mi espíritu estaba aplastado y sentía que la desesperación me embargaba al notar como el sol bajaba y la luna comenzaba a resplandecer con más fuerza.
¿Acudir a ti? No me atrevía tras haber sido la causante de tus heridas y de que ahora tú vida también corriera peligro. Si bien me habías llamado "novia", no me sentía aún con el derecho de pedirte refugio.
Sople mi aliento tibio en mis manos entumidas mientras veía como las personas caminaban a un hogar donde estarían seguros, a dónde pertenecían, dónde podrían encontrar un sentido de vida. Sin embargo yo estaba con hambre, agotada y con un fuerte sueño que me quería hacer recostarme en la banca donde estaba y dormir para ya no despertar jamás. Así que eso hice.
Use una mochila como almohada y la otra la abrace con fuerza para que nadie me la robara. Cerré los ojos, y para mí sorpresa no tarde en caer dormida.
Y no supe más hasta oír unas voces preocupadas irse acercando.
Creí estar soñando, pues tú me tomaste en tus firmes brazos con algo de dificultad mientras le dabas órdenes a alguien más.
—Pero que estúpida, como siempre. —Me regañaste con preocupación mientras me acunabas en tus brazos en el asiento trasero de un vehículo que ni siquiera reconocí, solo sabía que nos estábamos moviendo.
Tu calor me hizo sentir como volvía a la vida y dejaba de temblar por el frío que había calado mis huesos y músculos, dificultando poder moverme.
Esa noche paso como un destello, como escenas inconclusas de un fotograma.
Aquella mañana amanecí contigo abrazándome con fuerza en el sofá de una sala desconocida y con mucha iluminación natural. A pesar de que el lugar resultaba relajante y sereno, yo tense todo mi cuerpo como reflejo automático ante el contacto físico sorpresivo.
—¿Dónde? —Por fin pude mover mi cuerpo a voluntad mientras mi visión de adaptaba al ambiente, no obstante, no te reconocí esa mañana, fue el primer amanecer a tu lado, el primero en ser difícil de tantos en más—. ¡Ah! —Aterrada y sin saber que sucedía te empuje y yo caí de la comodidad de los cojines.
—¿Q-que ocurre? —Aun algo adormilado despertaste solo para toparte con mis ojos perdidos e impregnados de miedo—. ¿Que haces ahí abajo, pulga? Regresa aquí si no quieres que te pate el trasero.
"—Te gusta que te golpee, ¿verdad?—"
Un flashback me golpeó haciéndome soltar lágrimas enseguida y gritar con fuerza: —¡N-no me toques, porfavor! ¡No quiero, no me gusta! —Cubri mi cuerpo y rostro con ambos brazos mientras retrocedía con mis pies empujando mi cuerpo para alejarme de la "amenaza".
—¡Hey! ¿¡Que rayos te pasa!? —Te ofendiste.
Y ahí descubriste que con gritos e insultos no conseguirás hacerme volver en sí, pues intente huir de tu casa esa mañana; solo tus padres lograron hacerme entender que ocurría tras algunos destrozos. Por alguna razón en mi afectada cabeza, cada despertar mi cerebro parecía no reconocer donde o con quién estaba. Nadie se imaginaba que estaba comenzando a padecer amnesia disociativa.
—Lo lamentó. Yo no debería estar aquí. Lo siento tanto. Veré pagarles por todo lo de hoy. —Me incliné avergonzada cuando regrese en mí tras un té relajante—. Gracias y perdón. —Me levanté de la mesa donde me sentaron para explicarme que tú te preocupaste la noche anterior al ver qué no respondía a ninguno de los mensajes que enviabas. Así que decidiste irme a buscar pero solo encontraste el departamento desvalijado, como si lo hubiera robado. Por suerte había traído conmigo la fotografía, así que eso no lo viste, pero lo que sí, fue suficiente para que llamaras alertado a tus papás para que te ayudarán.
—Espera, ¿qué harás? —Exclamo la señora Bakugō al verme acercarme al sofá donde estaban mis cosas a un lado, dónde habíamos dormido juntos momentos atrás abrazados.porque me sentiste demasiado helada y no quisiste despegarte de mí.
—Ya cause suficiente revuelo aquí hoy. De verdad lo lamento, señores... mucho.
Me dirigí a la puerta pero me detuviste.
—¿Eres idiota? ¿A dónde irás si no tienes a nadie? —Hablaste con una sonrisa que a mí me pareció de burla; en ese momento no comprendí que en realidad no sabías cómo expresar tu miedo a perderme.
—Yo lo resolveré. Te lo prometo. —Zanje y me solté de tu agarre que se aflojó ante mis palabras.
Salí apresurada de tu hogar. No me seguiste, y agradecí eso mentalmente, pues sentía esa constante sensación de que Shigaraki saldría de algún sitio y me llevaría con él de nuevo. Si no estabas conmigo entonces no correrías peligro. Eso me era suficiente para no ser egoísta y extrañar tanto tu compañía durante ese día.
El único lugar que me quedaba como opción era regresar al horrible orfanato donde viví mi infancia. Con el poco dinero que me quedaba en mi caja secreta que logré rescatar mi antigua vivienda compré un boleto para viajar a aquel pueblo a dos horas de la ciudad para lo que planeaba volviera a ser mi refugio.
Durante el trayecto solo podía pensar en ti, ¿Cómo estarías? ¿Molesto, enfurecido, odiandome? ¿O quizá extrañandome tanto como yo a ti? Sea como sea, tu saliste por un momento de mi cabeza cuando llegue a mi lugar de destino.
—N-no puede ser. —Me derrumbe ante el escenario que tenía frente a mí.
Se encontraba completamente abandonado y destruido ese antiguo e imponente edificio. Nunca lo restauraron tras el incendió en el que fui de las pocas sobrevivientes.
—¡Se-señora! —Me levanté tropezando para ir tras una anciana que paso con su bastón con cierta lentitud. Ella se volteo y me analizo de pies a cabeza con cierta desconfianza.
—¿Te conozco?
—No. Perdón, ¿pero sabe que pasó con el orfanato? ¿Por qué nunca lo restauraron? —Quise averiguar más de mi pasado con cierto miedo a la respuesta.
—¿Por qué? ¿Tenías a alguien aquí?
—N-no, yo crecí aquí.
—Oh, pequeña. —Exclamo con lástima la anciana y se animó a colocar su mano en mi hombro, como preparándome para la noticia—. Hubo un incendio hace varios años, por desgracia no hubo sobrevivientes.
Mi sangre se heló y seguramente quede pálida, ya que la anciana mostró su preocupación por mi estado.
—¿Qué? —Fue lo único que alcance a pronunciar débilmente.
—La policía nunca llego a determinar porque ocurrió, así que simplemente lo dejaron como un ataque terrorista. —Note como miro las ruinas con pesar—. Es una verdadera lástima. Había muchos niños con dones peculiares ahí dentro pero ninguno sobrevivió. Algunos cuerpos ni siquiera fueron hallados.
Nadie sabe que yo sobreviví. Entonces, para ellos, yo nunca existí aquí. Pensé con cierto dolor en el pecho.
Tras recuperarme un poco con un dulce que me ofreció, decidí que era hora de comer y después pensar que haría ya que mi plan A estaba arruinado.
Recordé que cuando en el bus que me trajo ví en la entrada del pueblo un pequeño restaurante de comida casera. Una casita con su propio huerto a un lado y con alambrada de rombos. Una casita hogareña que despedía el olor exquisito a comida.
Entre, pedí el plato más barato y me senté a esperar mi comida mientras veía por la ventana de la casa-restaurant.
Era un lugar pacífico, mucha calma, mucha quietud. Y por un momento no me pareció mal lugar para vivir y esconderme.
—Aqui tienes. —Un plato humeante de fideos con tofu fue dejado delante mío. Recordé el guiso que alguna vez preparaste para mí y el cual disfrute como si fuera la primera comida en toda mi vida. Hasta ese momento todo me sabía desabrido, insípido o simplemente para nada especial, hasta que llegaste tú y me preparaste algo tan cálido que resultó un abrazo al corazón.
—Gracias. —Sonreí al ver qué mi dinero fue sabiamente invertido, la comida se veía bien. Tomé los palillos en mis dedos y me dispuse a tomar el primer bocado, pero algo no me dejaba comer tranquila—. Ehm, ¿se me olvida algo más? —Pregunte algo incómoda ante la insistente mirada del jovencito a un lado mío.
Era como tres o cuatro años más joven que yo y me veía con curiosidad con sus brillantes ojos ámbar.
—Mamá tiene curiosidad, ¿vienes de visita o estás de paso? —Lanzo la pregunta sin pena mientras abrazaba la charola.
—¡Hana! —Lo regaño una mujer desde la cocina donde se asomo corriendo la cortina que dividía el comedor de tres mesitas y la cocina.
Unos trabajadores que comían en el sitio se rieron divertidos por el muchachito.
—Jaja, ambas cosas. —Sonreí agusta por su compañía.
—¿Familia? —La dueña y mamá del jovencito se acercó.
¿Alguna vez considere familia a quienes por un plato de comida y un techo donde refugiarme me maltrataban?
—No. Solo quería ver qué era del lugar donde nací.
—Entonces si era familia. —Aseguro la mujer.
—No lo creo. Solo me daban comida pero nunca cariño. Los años que viví allá fue un infierno. —Note como el humo de mi plato dejaba de salir denso, por lo que deduje que se estaba enfriando rápidamente, aún así, quería seguir platicando con ellos.
—Que horror. ¿Con qué familia fue? —Pregunto preocupada.
—No creo que los conozca. —Tome del vaso de agua para aclarar mi garganta.
—Aqui todos conocen a todos, extranjera. —Hablo el pequeño rellenando mi vaso apenas lo deje en la mesa nuevamente.
—Hana, no le digas así a la muchacha. Tiene nombre, ¿cómo te llamas? —Me vio con amabilidad.
Si les decía mi verdadero nombre, ¿alguien seria capaz de recordarme? Después de todo, no es que me pasará encerrada en aquél lugar donde me dejaron cuando tenía cuatro meses de nacida. De repente me daba mis escapadas para recorrer el pueblo aún teniendo cinco años solamente.
Por un momento me sentí segura. Entonces dije: —Nazu. Mi nombre es Nazu. —Sonreí después de mucho tiempo; por un segundo me sentí libre.
Entonces una llamada entro a mi celular.
—¿Eh? ¿Ya hay cobertura? —Pregunto uno de los trabajadores que comían ahí, y que al parecer estaban atentos a la charla.
—¡Que suerte! —El pequeño Hana se fue corriendo seguramente a su habitación.
—Jaja, perdonalo. Normalmente no hay señal aquí, entonces cuando llega, aprovecha a conectarse un rato para jugar online.
—No se preocupe. —.Respondí sin darle mucha importancia a lo que decía, ya que estaba más concentrada en el nombre que marcaba la pantalla.
—¿No vas a contestar? —Me miro con desconcierto.
—No lo sé. —Aprete mis labios y fruncí mi ceño con muchas dudas.
¿Hacía cuando me estabas buscando? La llamada se perdió y en seguida me cayeron un montón de mensajes y notificaciones de llamadas perdidas.
Otra llamada hizo volver a sonar mi celular.
—Al parecer te buscan con insistencia. —Dijo la mujer levantándose del tatami—. Deberías aprovechar, no siempre hay la oportunidad de que haya conexión con el exterior. —Sus labios se curvearon con amabilidad—. Te dejo o tú comida se pondrá más fría. Si quieres la puedo volver a calentar. Solo avísame.
—Gracias. —La vi marcharse y deseé ser tan amable y calida como ella algún día.
Regrese mi mirada al celular y decidí contestar está vez.
"—No siempre hay la oportunidad de que haya conexión con el exterior—"
—¿¡Dónde rayos te metiste!? ¿¡Estás loca!? ¡Todavía no estás recuperada del todo, tonta! ¡Si al menos encontraste donde resguardarte avisa, estúpida! ¿¡Tienes idea de lo preocupado que me tenías desde que te fuiste!? —Tus gritos me recibieron sin que me dieras oportunidad un simple "hola".
—Katsuki. —Te llame con los ojos llorosos y mi voz algo débil.
—¿Eh? ¿Qué te pasa? ¿Esta herida? ¿Ocurrió algo? —En seguida te cambio el tono de voz.
—Te extraño Katsuki. —Las lágrimas gotearon en la mesa de madera—. No podría estar lejos de ti aunque quisiera. Tú eres mi lugar seguro y el único al que puedo volver. —Confesé entre lágrimas.
—Jaja, sabía que no podrías vivir sin mí... Y sin mi casa, por lo visto. —Murmuraste eso último—. Pero ya dime dónde te fuiste a meter, pulga.
—Hablo en serio, idiota. —Me quejé limpiando mis lágrimas con un pañuelo que Hana me extendió con una sonrisa de consuelo, había regresado con esa tierna sonrisa al oírme sollozar—. No me importa tu casa. Si yo quiero puedo dormir bajo un puente. —Me defendí y oí algo similar a una risa divertida e incrédula—. Pero no puedo estar un maldito día sin saber que estás bien y a salvo.
—Entonces dime dónde fuiste a esconderte, pulga escurridiza.
—¡Que grosero! —Exclamo Hana descontento que seguía a mi lado y no me había dado cuenta.
—¿Eh? ¿Quien está contigo?
—Un amiguito que hice. —Acaricie los cabellos rizados peliblancos del muchachito que resultaba adorable.
—¿Amiguito? ¿Qué "amiguito"? — Enfureciste de nuevo—. ¡Oye, niño! —Si creía que no podías alzar más la voz estaba equivocada, tuve que despegar mi oído de la bocina donde se oía todo como si tuviera altavoz— ¡Esa chica que tienes en frente tiene un novio que la va a ir a buscar, y más te vale ya no estar ahí cuando llegue!
—Oye, Bakugō.
—¿Qué?
—Eres tierno e infantil siendo celoso. —Sonreí levemente limpiando la última lágrima en caer—. Perdona, Hana. —Me disculpe apenada con voz baja.
—Seguro él es más infantil que yo. —Fue lo último que me dijo antes de marcharse a la cocina donde su mamá lo llamaba.
—¡¿Eh?! ¡¿Que fue lo que dijo?!
—Que eres un bebé, jajaja. —Contrario a lo que creí, guardaste silencio al otro lado de la línea—. ¿Aló? ¿Bakugō? —Nada—. ¿¿Holaa?? ¿En qué piensas?
—Estupideces.
—¿Estupideces? Jaja. —Rei avergonzada por lo que estaba por decir, pero sino lo decía ahora, ¿cuando? Por un momento sentí control de la situación, me sentí con confianza, ésto quizá porque no te tenía enfrente—. ¿Cómo por ejemplo... que tú eres mi bebé?
—¡Cá-cállate, no seas cursi! —No pude evitar sentirme feliz ante tu voz temblorosa al darte cuenta que fuiste muy obvio en tu pensar, o quizá, al darnos cuenta que ya te conocía un poco mejor para atinar a tu sospechosa cabezita—. Ahora dime dónde rayos huiste.
—Bueno... Ehm.. ¿lejos?
—Define lejos en lugar de andar con rodeos, pulga.
—¿Có-cómo a dos ho-horas de la ciudad?
—¿¡Qué!?
Los minutos pasaron. Mi platillo quedó frío poco a poco. El restaurante casero se fue vaciando. Vi gente ir y venir, pero yo me quedé en el mismo sitio jugando con los fideos sin darme cuenta.
Mi cabeza solo estaba contigo. Si eras capaz de venir a buscarme a tan lejos de tu hogar, ¿a qué más estabas dispuesto por mi? ¿Te sería de ahí en adelante una carga? ¿Valía la pena hacer tanto por una huérfana profanada?
—Si juegas así con mi comida para hacer tiempo hasta que te vengan a buscar y no te eche de aquí, pues me siento insultada. —La dueña regreso con sus manos en su cintura.
—¿Qué? No, no, perdón, no quería ser descortés con su comida, es solo que realmente tengo tanto en la cabeza que siento que el apetito se me fue— "igual que todos estos últimos días".
—Mmm, perdona si te incómodo con lo siguiente, pero al verte llegar con maletas, ojeras y esa expresión de estar sola, no puedo evitar preguntarte si todo tiene que ver con esa personas que te maltrataron.
No despegue miirada del plato que tenía enfrente, y por fin le di un bocado al platillo que estaba ya frío, en busca de una excusa para no hablar.
—A veces hablar con un extraño puede ser de mucha ayuda. —Sentia su insistencia latiendo.
Trague el bocado que tenía y hablé: —Me arrancaron de un infierno para llevarme a otro, y ahora que se me presenta poder tener una vida "normal" —Hice comillas con mis dedos—, siento que no la merezco. Y pues... Realmente vine aquí huyendo de quién quiere darme cierta estabilidad emocional y mental. —Suspiren rendida y talle mi rostro frenéticamente—. Soy un desastre, ¿no es así?
—No. Solo eres una niña herida y rota por lo que veo. Y si no sanas tus miedos y traumas, nunca te sentirás feliz aunque estés al otro lado del mundo.
Esas palabras me golpearon como una bofetada.
—Entonces... ¿que debería hacer? —La mire fijamente esperando una guía de su parte.
—Déjate sanar y ayudar por quienes te buscan.
A los cuarenta minutos de esa conversación se detuvo un carro frente al restaurante. Alguien bajo del vehículo dando un portazo y se acercó a dónde yo estaba sentada viendo el plato de comida vacío frente a mi.
—Realmente veniste. —Hable volteando a ver con una sonrisa avergonzada.
—¿Por qué aquí? ¿Por qué no a un lugar más cercano, o a un albergue? ¿Cómo rayos acabaste acá? Dime la verdad, ¿querías huir de mí? —Me interrogaste angustiado y molesto, frunciendo el ceño con confusión al notarme serena.
Te sonreí con cariño y me levanté, sintiendo mis piernas entumidas. Me acerque y tome tus manos que se estremecieron ante mi tacto.
—Nací aquí, Bakugō. El orfanato donde me crié estaba en este pueblo. —Abriste tus ojos con sorpresa—. Solo es una simple visita, Katsu. —Te abrace, al principio con cierto temor al rechazo, pero me estrechaste con fuerza de una manera protectora, llevando una de tus manos a mi nuca mientras me susurrabas:
—No vuelvas a dejarme así de confundido. No te atrevas, ¿oíste? O te reviento la cara cuando te encuentre.
—Jaja, lo tomare en cuenta. —Estando en tus brazos me sentía segura, como si todos mis problemas pudieran desvanecerse al sentir tus brazos en mi cuerpo no queriendo que me marché.
Y así es como llegamos al momento donde casi asfixió a la señora Bakugō con una almohada. Ellos solo quisieron ser amables, pero cada amanecer era un reto.
Acordamos que, para controlar mi histeria sería buena idea poner seguro a la puerta y sellar la ventana de la habitación de huéspedes en el primer piso. Así, al despertarme, tú irías temprano a hablarme a través de la la madera que impedía mi escape. Me dirías quien era y donde estaba, y como un detalle de tu parte, siempre me asegurarías que estaría a mi lado para que nadie me hiciera daño.
Y aunque algunas mañanas tal método funcionó, en otras madrugadas me despertaba perdida en mi soledad, y eran esas las que resultaban en mí destrozando la habitación para intentar salir. Era en esos amaneceres cuando me llegaba la lucidez tarde, y entonces quería desaparecer de sus vidas para no perjudicarles más. Sin embargo tú nunca me dejaste hacerlo.
No obstante, en el amanecer número 14 que transcurri en tu casa después de casi matar a tu mamá, ellos me sentaron a hablar a solas mientras tú te acababas de ir a la escuela, pues yo había dejado de ir con un justificante de ausencia que me habían conseguido. Durante todos mis días en esa casa, había ayudado en gran parte en las labores domésticas a pesar de que tus padres me decían que debía descansar, yo cocinaba y limpiaba para agradecerles y pagarles por su hospitalidad, así que durante ese tiempo los había conocido mejor y hasta me había empezando a encariñar con ellos.
—Y bien, ¿de que me querían hablar? —Estaba sentada con la mirada baja y muerta de miedo por dentro.
No quería ni pensar en que concepto me tendrían ahora aquellos señores tan amables que me hospedaban. ¿Me verían ahora como un peligro para ti? ¿Pensaban decirme que dejara de ser tu novia loca? Me estaba preparando mentalmente para lo peor e ideando donde podría buscar refugio en caso de que me retiraran de sus vidas, lo cual para mí sería comprensible tras el atentado que había ocurrido horas atrás.
—Veras, sabemos que has pasado muchas situaciones terribles. Agresión desde tu infancia y otros problemas graves... —Comenzo a hablar el señor Bakugō, pero de repente no sabía cómo continuar, poniéndome más tensa aún.
Su esposa espero un momento, queriendo ver si su marido podría seguir o no para así ella tomar la palabra. Entonces él la vio pidiendo ayuda y ella asintió.
—No entendimos porque no quisiste los estudios médicos, eso es algo importante después de sobre explotar tu quirk, pero lo dejamos pasar. Pero debes entender que el que despiertes perdida y muy desorientada siempre no es normal. Aún para quienes han sufrido abusos, hay un límite para "normalidad" después de si rescate.
Guardaron silencio y yo no podía ocultar mi expresión de que no entendía que me querían decir.
—Creemos, exceptuando a Katsuki, que deberías tomar terapias o ir a dónde el psiquiatra.
No sé porque rayos me sorprendió aquello, era algo obvio, y aún así me provocó un revoltijo en el estómago, últimamente cualquier emoción me causaba eso.
—¿Psiquiatra? —Alguien más me robo las palabras de la boca y las puso en duda primero.
—Hijo—. Tú papá se levantó nervioso de su lugar al verte en la entrada de la cocina con la mochila en el suelo.
—¿Qué haces aquí? Se te hace tarde para la escuela, ya vete. —Te dijo tu madre.
—Xiao no necesita psiquiatra, ella no está loca. —Terminaste de entrar a la cocina con molestia en tu voz.
—Deja a los adultos tratar este tema, ¿si? — Defendio la mujer rubia con los brazos cruzados.
—Katsuki, por favor ve a la escuela.—Pidio tu padre.
—No. Si me voy le harán creer que esta loca, y no, Xiao no lo está, solo esta herida.
—Y por eso precisamente necesita ayuda. —La señora de la casa alzó un poco más la voz.
—¡No! ¡Ella me necesita a mí! —Protestaste.
—Bakugo, tranquilo —Te tome de la muñeca, pues ya estabas a mi lado.
—¡No me digas que me tranquilice si te están insultando!
—¡No, no lo hacemos! —La mujer espetó firme.
—¡Claro que sí! ¡Por eso decidieron decírselo cuando yo no estuviera! ¿Pues que creen? El desayuno de Xiao que olvide me trajo de vuelta, ¡y no creo que fuera una coincidencia que yo los escuchará!
—Hijo, cálmate. —Tu papá se acercó intentando tomarte del brazo pero te arrebaste con enfado.
—¡Esto no les incumbe!
—¡Sí lo hace! ¡Es nuestra casa! —Tu mamá se enfureció finalmente y se levantó de golpe, aporreando ambas manos en la mesa.
—Vamos a mi habitación ahora. —Me tomaste la muñeca con brusquedad y me hablaste hacía ti.
—Espera. —Intente frenarte pero estabas furioso por lo que no me hiciste caso—Bakugo, aguarda.
—No la obligues, Katsuki. —La voz del señor Bakugō se torno firme y demandante al ver cómo ignorabas mi petición.
—¡Callense! ¡Ninguno sabe lo que ella quiere!
—¿¡Y según tú qué es lo que quiere!? —La mujer salió de detrás de la mesa y se acercó a pasos grandes hasta ti para impedir tu paso al segundo piso.
—¡A mí! —Gritaste y tus padres no pudieron hacer nada más que verte con cierta lástima.
—Katsuki, ella no es ningún objeto que esté destinado a adorarte o algo así.
—Tu padre tiene razón. Ella necesita curarse.
—¡Se que siempre le digo loca o tonta, pero en realidad solo necesita tiempo y alguien que la apoye! ¿¡Por qué no entienden eso, maldición!? —Apretaste tu agarre y yo me queje levemente, captando tu atención—. Perdón, se me olvidó que te había lastimado cuando te saque de encima en la noche. —Me dijiste cambiando drásticamente tu tonoe voz a uno que había observado que solo usabas conmigo.
—Katsuki. —Te llame y me miraste a los ojos con tristeza. Ambos sabíamos que no estaba bien, y que tus padres tenían razón, pero parecía que a fuerzas queríamos ser tercos.
Yo no quería ir, pues eso implicaba decir absolutamente toda la verdad, pero lo que no entendí era porque no querías que fuera.
—Estaras bien. Esos locos solo te presionaran para que digas cosas que no quieres. —Tu mano se deslizó a la mía y en tus ojos había una chispa de cariño y preocupación.
Nunca me imaginé que tú me dedicarías una mirada así.
—Te acompañare a la escuela. Vamos. —Me solté para ir a recoger tu mochila y volver a tu lado—. Muchas gracias por su interés en mí bienestar. —Hice una reverencia a tus padres—. Permítanme salir un momento, por favor.
Se miraron pensativos, y la mujer no parecía querer darme permiso por como miraba a su esposo.
—Ve. Pero no tardes, y danos una respuesta cuando regreses. —Autorizo el varón.
—Ella puede hacer lo que quiera. —Y con eso me volviste a agarrar la mano para sacarme de ahí.
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