{06}
❝ Una plática a esc☹ndidas❞
Se me hacía costumbre verla a escondidas aunque las advertencias de mis amigos eran claras. Y si, estaba tomando un riesgo enorme, poniendo más peso sobre mis hombros que no estaba seguro de poder aguantar, olvidando las palabras de mis padres:
Es simple, acata órdenes y ya está.
O las palabras del señor Ignacio el primer día: Sigue esas tres reglas y tú estancia aquí será agradable. Pero rompe una...Y te juro que desearás no haber nacido.
Y yo. Había roto ya sin duda, la mayor regla de todas. Pero, si me preguntaran alguna vez, no, no sentía remordimiento alguno. Nunca, jamás, me arrepentiría de haberme atrevido a hablarle a Dionora Di Marco, ella, ella hacía que esa enorme carga de culpa que llevaba en mi corazón se sintiera más ligera.
En realidad, enamorarte es lo más fácil del mundo. Desear, querer a alguien con desesperación, no en algún ámbito sexual, sino, algo más allá, algo que ni siquiera pueda tocarse, sino, sentirse. Sentir la necesidad de ver su sonrisa, ver a través de sus ojos, escuchar su voz.
Primero fueron sus ojos los que me atraparon como un ratón en una ratonera, sin escapatoria alguna, más que aceptarlo y comer el queso, luego sus gruesos labios y la sonrisa que se formaba con ellos, después su pelo, aquel mágico cabello que me volvía loco con cada movimiento que realizaba debido al aire, seguido de sus manos, que entrelazada con la mía, me quitaba la fuerza. Pero más tarde, sus ideas y manera de pensar fueron las que me mantuvieron atento, cautivándome, pero no fue hasta sentir la calidez de su corazón que comencé a desarrollar cierto sentimiento desconocido.
Sin embargo, ese día todo había sido distinto. Desde el desayuno, luego de su reunión con el rector, Nora no se había atrevido a brindarme tan siquiera una rápida mirada, se notaba angustiada, distraída, algo le pasaba y me frustraba no poder hacer nada para ayudarla.
—Las luces se apagan en dos, vendré después para corroborar que todos estén dentro de la cama—advirtió la señorita Lanese antes de dejar la habitación.
—Odio a esa vecchia (anciana)—exclamó Ithan de vuelta al baño para terminar de cepillar sus dientes.
—Lo sé, es frustrante—respondí terminando de atarme los cordones. Después, eché en los bolsillos de mi pantalón el migajón que había guardado esa mañana, estos ya estaban como rocas.
—Oye, oye, ¿A dónde crees que vas?—me interrumpió Santiago al observar mi acción—¿Planeas abandonar el cuarto otra vez? ¿Luego del toque de queda?
—Mmm si—conteste sonriendo—Básicamente estás en lo correcto.
—Oh no, se, sé qué harás—continuó entendiendo completamente la situación—Está haciendo que cometas pura estupidez.
—Ustedes salieron en mi primer día y yo recibí el castigo.
—Y lo agradezco, por eso somos amigos ahora. Pero eso fue diferente, dibujar no nos provocaría prácticamente la muerte, sólo un castigo. ¿Por que cometerías algo tan poco saggio? (Prudente)—me cuestionó con ademanes exagerados.
—Necesito hablar con ella—dije—Algo le sucedió. La noté rara desde que salió de la oficina del señor Masini.
—Hablaste con ella el día que salimos. Casi la descubren por cierto. ¿Y que me dicen del día en que casi los ven en la biblioteca? Regresaste hasta la mañana siguiente y casi te da hipotermia.
—Eso fue ya hace dos semanas Santi—conteste colocándome de nuevo el saco—Seré meticuloso.
—No sé porque lo arriesgas todo por una chica.
—Es que no es sólo una chica. Es "esa" chica.
La verdad es que ni yo sabía. De un día a otro había comenzado a hacer cosas que no podían hacerse por cualquiera, aún sin recibir nada.
Pero...ella valía la pena. Valía la pena de cualquier consecuencia.
Así que, aún con la mirada de desaprobación de mis amigos, espere a que todos se durmieran y así no ganar personas que pudieran delatarme. Salí de la habitación haciendo el menor ruido posible después de acomodar mi almohada debajo de la colcha y así simular que estaba durmiendo sobre el viejo colchón, un truco algo viejo y barato, pero al menos ganaría tiempo con ello.
Camine por el largo y oscuro pasillo que me conducía a las escaleras, con cuidado, me quite los zapatos para quedar sólo con mis calcetines, baje escalón por escalón de puntillas hasta llegar a la puerta que abría paso al patio principal.
Necesaria y obligatoriamente debía cruzar el patio si quería llegar al edificio donde se encontraban las chicas, para ello necesitaba ser aún más cuidadoso, pues principalmente el patio se encontraba vigilado por los guardias.
Inhale profundo armándome de valor, miré hacia ambos lados para corroborar que no hubiese nadie, para finalmente correr hasta donde estaría a salvo. Exhale el aire contenido.
Ya más tranquilo, me puse nuevamente los zapatos y conté los ventanales en busca del quinto, ese era el balcón junto a un gran árbol sin hojas que daba paso a su habitación.
Deslice una de mis manos dentro del bolsillo para sacar un pedazo de migajón, y lo aventé para golpear en el vidrio. Nada. Tomé otro, volví a golpear. Aún ninguna respuesta. Tomé otro pedazo, y antes de poder aventarlo, el ruido del ventanal abriéndose me detuvo. Mis labios esbozaron una sonrisa cuando mis ojos pudieron observar a aquella chica con su camisón blanco ya puesto y el pelo alborotado.
—Jungkook—soltó abriendo los ojos como disco de vinilo—¡Enserio has perdido la cabeza! ¿Qué haces ahí abajo?—espetó asustada en un susurro.
—Necesitaba hablarte. Saber cómo estabas.
—Podías esperar hasta mañana.
—Podía, pero no quiero esperar hasta mañana. Faltan unas doce horas para eso, es mucho tiempo—respondí admirándola desde abajo.
—Oh mio Dio—murmuró sin poder ocultar la sonrisa que adornaba su rostro—Parado ahí, al pie de este mísero balcón, pareces un caballero brindándole serenata a la mujer que ama—dijo burlesca.
—¿Serenata? ¿Quieres una serenata? Habérmelo dicho antes— dije siguiéndole el juego.
—No, Jeon—exclamó agitando las manos divertida en forma de negación.
Me aclare la garganta. Me coloqué firme. Cerré mis ojos.
—Tú...¡Tú eres la única razón por que no puedo estar contigo!.
—¿Qué? ¿De que hablas Jeon?
—Habló de que...te lo dije Sophia, te dije que ese inepto té hace daño, pero decidiste no escucharme.
—Es que Jungkook, lo amo y él me ama—exclamó la rubia dejando que las gotas abandonan sus ojos.
—No, no lo hace—espeté tragándome el nudo que se formaba en mi garganta—Yo te amo, él te utiliza, y tú dependes de él. Es diferente. Y...y ya me canse.
—No, no puedes hacerme esto. Eres mi mejor amigo en todo el mundo.
—Y tú la mía, pero sólo me buscas cuando las cosas se ponen difíciles para ti, y eso me es agotador. ¡Quiero lo mejor para ti!Siempre querré lo mejor para ti, porque siento algo por ti. Pero me lastimas, y ahora...; necesito dejarte ir.
Finalice dándole la espalda para comenzar a caminar.
—¡No! ¡Jungkook!—gritó abrazándome por detrás, deteniendo mi paso—No puedo hacerlo sin ti.
—Lo siento Sophie. Por ahora me es difícil tan siquiera mirarte.
Abruptamente, abrí los ojos sacudiéndome ese recuerdo de la cabeza.
—No, stanotte amore. Non ho più pensato a te—comencé con una voz grave—Ho aperto gli occhi. Per guardare intorno a me. E intorno a me. Girava il mondo come sempre.
—Jungkook...—murmuró cubriendo su rostro para ocultar el carmesí en sus mejillas.
—Gira, il mondo gira. Nello spazio senza fine—continúe sin importar que ella siguiera nombrándome— Con gli amori appena nati. Con gli amori gi finiti. Con la gioia e col dolore. Della gente come me.
—De verdad, van a descubrirnos.
—Un mondo—eleve la voz haciendo que negará acompañada de una risa—Soltanto adesso, io ti guardo. Nel tuo silenzio io mi perdo. E sono niente accanto a te.
—¡Gotti!
—¡Nora! Dionora—se escuchó desde el interior del cuarto haciendo que me callara al instante—¿Con quien estás hablando?
De la nada, una chica con el cabello negro hasta la cintura, salió observándonos a ambos con sorpresa. Y pude reconocerla rápido.
—Yo...puedo explicarlo—susurro Nora.
—¡Santa merda!— espetó ahogando un grito—¿Qué hace el aquí? ¿Qué haces aquí, coño?—me cuestionó y luego volvió a mirar a Dionora—¿Por que está aquí? Si los descubren los colgarán.
—No me ayuda mucho el hecho de que casi lo estés gritando—le reclamo la chica.
—Perdón—murmuró cubriendo su boca al instante.
—Espera ahí. Bajaré contigo en un momento—hablo Nora entrando nuevamente a la habitación y llevándose a Renata consigo.
Unos cuantos y largos minutos pasaron hasta que una gran cuerda elaborada con sábanas amarradas punta con punta colgó desde el balcón hasta el suelo.
Respirando profundamente para armarse de valor, colocó sus dos manos sobre el barandal, cruzó primero su pie derecho en busca de algún soporte, luego el izquierdo para quedar completamente del otro lado.
—Aquí voy—espetó tomando con fuerza las sábanas.
Con mucho cuidado, fue bajando mientras yo la seguía con la mirada, y cuando estuvo cerca del final, bajo la pierna en busca del suelo, sin embargo, antes de siquiera tocarlo, su mano terminó resbalando, obligándola a caer. Y antes de cualquier tipo de accidente, me apresuré a ella para sujetarla.
—Por un momento me visualicé en el suelo—susurro tomando su pecho, este subía y bajaba velozmente.
—Yo no iba a permitirlo.
—Tú me haces cometer locuras—respondió separándose de mi.
—Si puedo hacerte sonreír con estas locuras incluso estando encerrados aquí. Entonces te haré cometer todas las locuras posibles.
—¿Es cierto lo que dice la canción?
—¿Qué cosa? ¿Qué eres mi mundo metafóricamente? Porque si entendiste eso, si, eres todo un mundo nuevo por explorar para mi, metafóricamente.
—Cantas hermoso—dijo dándome la espalda—Tienes una voz serena. ¿Qué quieres hacer cuando salgas de aquí?
—Mmm—divague acercándome a ella con pasos cortos—Quiero...cantar frente a cien personas, por una vez en mi vida.
—Bueno...—alargó girándose para mirarme—Sólo faltaría conseguir noventa y nueve, porque ya tienes a una espectadora asegurada.
Repentinamente, aquella linda sonrisa se desvaneció por completo. Dejando que su rostro se tornara completamente serio, automáticamente mi entrecejo se frunció, sin tener tanto el control sobre mí mismo, lleve una de mis manos hasta su mejilla. Ella bajo la mirada unos segundos, luego, me miro de vuelta dejando que esos ojos azules brillaran con más intensidad debido a la luz de la luna.
—¿Qué sucede?—cuestione serenamente—Te miro preocupada.
—Necesitamos terminar con todo lo que sea esto—soltó y me cayó como una roca en la cabeza.
—¿Qué? Pero recién acabo de cantarte al pie de un balcón.
—Es peligroso Gotti, crees saber lo que sientes pero eso no es amor, el sentimiento pasará mañana, o el jueves, quizá un domingo.
—Oye. ¿Qué pasó con que era suficiente para ti? ¿Mentiste?
—No. No mentiría con algo así, me alegra haberte conocido. Es sólo que, no sé puede, no puedo, tú no vas conmigo. No merezco que me trates así.
—Oye, ¿De qué hablas?—susurre cortando su repentino discurso de poca valoración—No creas que me engañaras con la fachada de que no correspondes lo que sea que yo siento. Quiero la verdad.
—Es que no lo enti...
—La verdad, Nora—interrumpí.
—Tengo que salir de aquí Gotti—me dijo entre dientes.
—Y lo harás, tu padre vendrá, irás a casa y...
—No, no me entiendes—interrumpió dejando que el pavor y la histeria la consumieran—Ahora, tengo que irme ya. No tengo más tiempo.
—¿De qué hablas?—pregunte sin comprender absolutamente nada acerca de su comportamiento.
—Gotti...—insistió con angustia.
—Bueno, bueno. Encontraré una alternativa, nosotros encontraremos la salida, y nos iremos de aquí—dije con el propósito de hacerla sentir mejor—Empezaremos de nuevo, yo tomaré el lugar de papá, vendrás conmigo a recorrer todo el mundo. Estaremos bien, descuida.
—Lo prometes—susurro con la esperanza a flor de piel.
—Lo prometo. Voy a sacarte de aquí—murmuré tomándole de ambas mejillas. Juntando frente con frente—Ahora debo irme.
—Espera—interrumpió tomando mi muñeca.
Observó mis ojos por unos cuantos segundos, después, lentamente se colocó de puntillas depositando sus labios sobre los míos. Y ese rocé se volvió un corto beso, un beso causante de que las rodillas me temblaran, la boca se me secara y mi corazón volcara.
—Mi primer beso, siempre va a pertenecerte—susurro.
Y bien pude tomarlo como un momento demasiado romántico que marcaría de por vida mi vida amorosa en la adolescencia, pero no fue así, porque no se sintió como un comienzo, aquel momento se había sentido como una triste despedida.
Porque, en ese entonces no estaba consciente.
Consciente de que algunas promesas, se hicieron para romperse.
Traducción canción: Il Mondo; Jimmy Fontana.
No, stanotte amore. Non ho più pensato a te.
(No. Esta noche mi amor, no he pensado en ti).
Ho aperto gli occhi. Per guardare intorno a me.
(He abierto los ojos para mirar a mi alrededor).
E intorno a me. Girava il mondo come sempre.
(Y a mi alrededor giraba el mundo como siempre).
Gira, il mondo gira.
(Gira, el mundo gira).
Nello spazio senza fine.
(En el espacio sin fin).
Con gli amori appena nati.
(Con los amores apenas nacidos).
Con gli amori gi finiti.
(Con los amores ya terminados).
Con la gioia e col dolore. Della gente come me.
(Con la alegria y el dolor. De la gente como yo).
Un mondo
(Oh mundo).
Soltanto adesso, io ti guardo.
(Solamente ahora yo te miro).
Nel tuo silenzio io mi perdo.
(En tu silencio yo me pierdo).
E sono niente accanto a te.
(Y no soy nada junto a ti).
También hay otra versión que es de Il Voló , igual es hermosa.
Por esta noche no quiero sentir así
Quisiera amarte pero no te tengo aquí
Y es mi ilusión que aún te espera como siempre
Gira, el mundo gira
En las calles en la gente
Corazones que se encuentran
Corazones que se pierden
Alegrías y dolores de la gente como yo
El mundo no sabe cuanto yo te amo
Y en tu recuerdo yo me pierdo
Cuando te pienso junto a mí
El mundo no se detiene ni un momento
La noche sabe que eres mía
Y ese día vendrá
El mundo no se detiene ni un momento
La noche sabe que eres mía
Y ese día vendrá
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
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