{03}

La  Chica de ls ojos de
Otoño


        Una ruidosa carcajada sale de mi boca haciendo que ambos se unan a mi. Santiago Heredia, el castaño alto de ojos miel era el mayor por sólo cinco minutos con dieciséis años, poseía un carácter maduro y un tanto racional a diferencia de su hermano Ithan, ese rubio de ojos café oscuro tenía un humor bastante, ¿Cómo decirlo? Bastante fresco, pero era bastante inteligente. Sin embargo, con excepción de las pecas, los dientes  y el color de ojos, ambos eran simplemente dos replicas exactamente iguales. Desde la fisonomía fina de su cara, hasta el delgado, moreno y larguiducho cuerpo, pues seguramente estaban a pocos centímetros de un metro con ochenta.

Los gemelos Heredia eran de Puebla, un bello estado dentro de México, sus padres en ese entonces eran dueños de un viñedo y eran una familia muy respetada por el pueblo en el que vivían. Sin embargo, cuando este terminó en llamas por un descuido debido al alcohol, sus padres decidieron que debían dejarlo todo y los mandaron a Venecia donde la familia de su padre aguardaba por su llegada. Los dos al poco tiempo se dedicaron a ser carteristas cuando su situación económica bajo drásticamente después de que su abuelo se jubilará y enfermase, eso les permitió llevar una "buena" vida, hasta que un policía los atrapó con las manos en la masa en el puente de los suspiros. Fueron procesados y luego encerrados aquí.

—Cuando nosotros llegamos el director Masini tenía toda la cholla calva—exclamó Ithan sosteniendo su estómago para contener la risa—Yo creo que ahora usa peluquín.

—Bueno ya, no sigas o podrán escucharte—le interrumpió Santiago tomando asiento en una de las mesas vacías.

—Mi parte favorita siempre es el almuerzo—me susurró el rubio.

—¿Por qué?

— ¿Por que será? El niño es un pervertido—me contestó Santi arqueando una ceja.

—¿Acaso no has prestado atención Jungkook? El único momento del día en que hacemos al menos contacto visual con las mujeres es durante el almuerzo—explicó el menor.

—Ellas ni siquiera saben qué existes hermanito, supéralo y simplemente come—le calló el castaño.

—La comida de hoy es incluso más horrible que la de ayer—se quejó observando el plato al frente suyo—¿Sólo observa esta catástrofe amigo? El haggis con coliflor, es una pésima idea. Extraño mucho la pasta que hacía mi abuela o el mole poblano de mi mamá.

—Jamás he probado un haggis, ¿Qué es?—pregunte.

—Es un estómago de oveja. Claramente, no lo recomiendo.

—¿Siempre sirven esta clase de comida?

—Por lo general comemos lo que es el riñón de vaca, el ñoquis, o mondongo que son partes del estómago de la vaca guisadas, no hay que hablar mucho sobre él, es simplemente un asco. También la morcilla, esta hecho de sangre coagulada. Una vez sirvieron espagueti, no estaba tan mal, pero eso es comúnmente en navidad—me respondió Santiago dándole un sorbo a su vaso con agua—Es cuando el director nos visita y evalúa, el es quien mantiene contacto directo con el juez.

—Entiendo—susurre tratando de cortar aquel estómago en mi plato. Pero simplemente las nauseas terminaron invadiéndome así que eleve la vista para calmar las arcadas.

Fue el momento exacto en que la vi.
Desde la primera vez supe que todo sería diferente. Ella tenía la sonrisa de lado y el corto cabello dorado perfectamente peinado, el fleco casi a la mitad de la frente  y adornado con un broche de diamantes en forma de mariposa. Y sus ojos. Una mirada intensa, severa y penetrante, sus ojos mostraban cansancio y al verlos, mi mente comenzo a hacerce preguntas que probablemente nunca tendrian respuesta. ¿Qué podría esperar si solamente eramos dos simples desconocidos?

Pero hubo algo en sus ojos que simplemente me atrapo y no me permitió huir. No sabia si esa era la manera de expresar lo que sentía, debido a que sus ojos eran la ventana de su alma, o la forma en que sus labios me murmuraron un simple ''Hola'' mientras sujetaba "La búsqueda del tesoro" de Andrea Camilleri, pegada a su pecho. Desde esa primera vez, sabia que era diferente, sabia que tenia algo que ninguna otra persona tenia. Aunque no supiese que.
Su boca era grande, y muy toscos los labios; pero en el conjunto de la fisonomía había una clara expresión de atrevimiento, y en su mirada profunda la penetración, indiferencia y el miedo. Pude ver el miedo en sus ojos.

—¿Quién es ella?—salió de mi boca casi en un susurro.

Ambos chicos se giraron para descubrir a quien me estaba refiriendo, luego intercambiaron miradas confidentes.

—Olvídalo amigo, no te lo voy a decir—me respondió Santi burlesco.

—¿Qué? ¿Por qué no?—le cuestione con el entrecejo fruncido.

—Créeme Jungkook, él sabe que es por tu bien—me respondió Ithan tomando mi hombro—Debemos cuidarte de los problemas innecesarios.

—No necesito que me cuiden de ellos—les conteste firme—Se cómo cuidarme solo, lo garantizo. Así que respóndanme.

—Bien—espetó el mayor, siendo rápido de convencer—Dionora Di Marco. Amiga de Renata Carreto, las dos chicas con más tiempo aquí en el internado. ¿Feliz?

Dionora—murmuré regresándome a mirarle.

—Pero así como la ves, antes no era tan perfecta—interrumpió esta vez Ithan.

—¿Por qué está aquí?

—Dicen que está loca—respondió—Estuvo encerrada en una clínica para gente con trastornos mentales.

—¿Cómo llegó a ese lugar?

—Nadie lo sabe con exactitud, y yo no sé lo voy a preguntar—me respondió el rubio llevándose una porción de comida a la boca.

—Bueno, tal vez yo lo haga—dije seguro de mí mismo.

—Bueno, tal vez no deberías hacerlo—hablo el castaño.

—¿Por qué no?

—Porque Guido le echó el ojo desde que llegó—mencionó Ithan—Es un cobarde, pero cuando él y su grupito se juntan, sabes que estás en problemas.

—Y porque es su favorita—explicó Santi mirando al rector Masini—Ya te tiene en la mira con lo de anoche Gotti, si te acercas, no va a perdonarte nunca.

—Pero si no lo hago, tal vez yo nunca me perdone.

No entiendan mal. Todas las chicas de ese lugar eran bonitas a su manera, no me malinterpreten. Pero ella, ella era sin duda la más hermosa y sobresaliente de todas. Y tenía la esperanza de que, si nuestras miradas seguían unidas durante unos cuantos segundos más, ella sabría leer mi expresión, sabría cuánto ya le quería. Pero luego el momento pasó, y la chica volvió a su lejanía.


Podía observar por aquella pequeñita rendija de la puerta, como ciertas personas caminaban por aquel pasillo, me había propuesto hablar con aquella chica y por ello mi ingenioso plan, era mantenerme escondido en el armario de utilería a la espera de que el grupo de las mujeres pasara por ahí después de su ducha nocturna. En teoría debía estar ya en el ático cumpliendo mi castigo, pero esa mirada seguía tan presente en mi cabeza como una fotografía. No podía simplemente dejarlo todo así como estaba pese a haber recibido las advertencias de mis dos nuevos amigos.

Repentinamente voces se escucharon en eco inundando el corredor, pude observar a su institutriz al inicio de la fila con la cabeza en alto y la espalda para nada encorvada, las chicas pasaban mientras mi mirada la buscaba, y cuando está logro encontrarla, abrí la puerta sigilosamente rápido, tomé su mano y la adentré al lugar conmigo tapando su boca.
Su mirar detonaba sorpresa y terror, pero al verme, la tensión simplemente desapareció, esta fue reemplazada por mezcolanza.

—Voy a descubrir tu boca—susurre sin cortar aquel cruce de miradas—Pero promete que no harás ruido.

En un movimiento lento ella asintió, y yo fui despegando mi mano de sus voluptuosos labios hasta dejarlos completamente libres.

—¿Qué crees que estás haciendo?—espeto en un susurro, brindándome un fuerte golpe, seguido de otro con su libro—Si nos encuentran van a...

—¿Castigarme?—le interrumpí cubriéndome divertido—Ya estoy castigado.

—No subestimes al señor Masini—continuo mirándome de mala manera—¿Qué quieres? ¿Y porque me arrastraste repentinamente aquí? Pudiste ser descubierto.

—Soy Jungkook—me presente ignorando cualquier queja o regaño de su parte.

—Sé quién eres. Todos hablan del heredero de los Gotti y del señor Jeon.

—Todos hablan de ti y de lo loca que estás—decidí responder ante su intento de golpe bajo.

—Yo no estoy loca.

—Eso no fue lo que escuché.

Repentinamente una sonrisa se arqueó en sus sensuales belfos, y eso me hizo sonreír a mi también.

—Si me disculpas, debo ir a dormir o sospecharan. Yo saldré primero y luego de cinco minutos lo harás tú.

—Espera...—le frene tomándole de la muñeca antes de que pudiese girar la perilla—Volveremos a hablar ¿Verdad?

—Eso depende.

—¿Depende de que?

—Depende de la urgencia del asunto. Descansa Jungkook—respondió saliendo del pequeño cuarto.

—¡Nora!—le llame saliendo detrás de ella.

Ella me volteo a ver incrédula ante el volumen de mi voz y paranoica observo hacia todos lados en busca de alguna profesora.

—¡Estás loco!—pude leer en sus labios.

—Definitivamente vas a tener que volver a hablar conmigo—le dije con seguridad—Si es que quieres recuperarlo.

Entonces le mostré aquel broche de mariposa, al instante y cómo un efecto involuntario llevó su mano hasta su cabello para corroborar que en efecto, no lo tenía.

—Hasta mañana—murmuré caminando satisfecho.

Definitivamente haría lo que fuese necesario para hablar con ella otra vez.

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