El Porno como Desexualización del Sexo

"Hola mi amor, ¿Cómo estás?, ¿Estás viendo porno solo, en serio?" Es un mensaje que muchos conocimos a través de un comercial de la plataforma CAMSTER en la popular página XVIDEOS; muchos de nosotros teníamos la mano en nuestros genitales la primera vez que lo escuchamos, y algunos otros tuvieron que oírlo una cantidad innumerable de veces al complacerse, como un recordatorio de que, efectivamente, estaban viendo porno solos, independientemente de lo que ello significaba. Selena Adams no estuvo presente con nosotros en ninguna de las ocasiones en las que nos señaló lo que estábamos haciendo, lo cual resulta digno de ser analizado, puesto que en su mensaje, dicho con un tono de voz que podría interpretarse entre la lástima y la burla, nos invitaba a navegar por una plataforma en la que, si bien también estaríamos viendo porno solos, lo haríamos con una actriz que estuviera en vivo tras la pantalla, dispuesta a cumplir nuestros caprichos y fantasías por la cantidad de dinero adecuada, pues para ello habría que competir con el resto de internautas que estuvieran conectados en la sesión; dicha actriz también podría incluso pasar a una sesión privada con nosotros si estábamos dispuestos a pagar mejor que nadie: ¿qué más se puede pedir? ¿Hay algo mejor que esto? 


Volviendo al tema inicial, debemos señalar que, salvo en casos puntuales, se puede afirmar que la respuesta es afirmativa: vemos porno solos, nos excitamos solos, nos masturbamos solos y terminamos el acto en soledad, incluso tan solos como nos sea posible. Conforme, en palabras de Zygmunt Bauman: "el Lebenswelt de los jóvenes se trasplanta, de manera gradual pero constante, desde el mundo desconectado hasta el mundo conectado." (Bauman, 2014, p. 49), las no tan nuevas tecnologías de la información intervienen en todos los diversos ámbitos de la vida, esto sucede cada vez más en el conjunto de las poblaciones con independencia de la generación a la que pertenezcan, y representa, a pesar de lo mucho que se ha normalizado la irrupción del mundo digital en nuestra cotidianidad, un evento sin precedentes que afecta hasta lo más hondo de la condición humana misma; hoy en día una gran parte de la población no saldría de su casa sin un portal en el bolsillo, uno que llamamos smartphone, o simplemente celular, y es una puerta siempre abierta a un entorno nunca antes visto que se ha vuelto casi omnipresente en nuestras vidas, un mundo nuevo que visitamos constantemente a lo largo del día y por las más distintas razones. En lo anterior radica la importancia capital de no tomar a la ligera la sentencia de Byung-Chul Han según la cuál: "El orden terreno está siendo hoy sustituido por el orden digital. Este desnaturaliza las cosas del mundo informatizándolas", fenómeno que corresponde al proceso de "Transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas" (Han, 2021, p. 13); esto viene a significar que la experiencia del mundo humano deja de estar constituida, al menos exclusivamente, por cosas, objetos físicos, estables y duraderos que nos son familiares: útiles en el sentido heideggeriano con los que los seres humanos interactúan, útiles que son manipulados mediante la actividad para satisfacer necesidades, y pasa a conformarse de información, o mejor dicho, informaciones: objetos virtuales sin existencia física, efímeros y fugaces, que se suceden de forma instantánea y en ocasiones simultánea en un torrente interminable de estímulos sin concreción alguna o finalidad más allá de mantener el mayor tiempo posible la atención de los individuos en la pantalla. Esto no significa que estemos siendo absorbidos por una suerte de matrix, viviendo una realidad simulada que existe solamente en unos y ceros, ese no es el caso, al menos por ahora; significa que se ha dado, y se sigue dando, un cambio en nuestra realidad misma, la realidad que día a día vivimos, pues hoy nuestra existencia se ve dividida entre dos mundos superpuestos en los que entramos y salimos, transitando de uno hacia otro, o incluso habitamos al mismo tiempo. Para Martin Heidegger el ser humano es Dasein, lo que puede traducirse como ser-ahí o estar-ahí, lo que significa que somos existentes; el “ahí” del ser que es “ahí” es el mundo, y el mundo que cada Dasein habita, su mundo, es su mundo circundante, su entorno próximo, conformado por cosas que se entienden como útiles (como el martillo, la mesa o el lápiz) y se definen por la utilidad que podemos darles en nuestra vida cotidiana (Heidegger, 2021). De acuerdo con Han: "El análisis heideggeriano del Dasein en Ser y Tiempo requiere una revisión que tenga en cuenta la informatización del mundo. El ser en el mundo de Heidegger consiste en manejar cosas que están (...) para usarlas con las manos. (...) El Dasein accede al mundo circundante por medio de las manos. Su mundo es una esfera de cosas. Pero hoy se habla de una infoesfera." (Han 2021, p. 15), la infoesfera es hoy nuestro segundo mundo, el mundo digital al que accedemos a través de los dedos y que está poblado por no-cosas, unidades de información que no se asemejan al útil heideggeriano que empleamos con nuestras manos para vivir; la no-cosa no es tangible, aunque sí controlable a través de nuestros dedos, y su duración resulta fugaz, es sólo luz momentánea, un destello que ilumina nuestra mirada por pocos instantes, dependiendo del carácter específico de la no-cosa con la que interactuemos; nosotros no pretendemos realizar un análisis minucioso de todas las diferentes no-cosas, ni siquiera en aspectos generales, pues esto desborda nuestro propósito. Más bien nos vamos a centrar en las no-cosas particulares que conforman nuestra experiencia de la infoesfera al momento de ver porno para masturbarnos, pero después llegaremos ahí; antes de eso, para poder dimensionar las implicaciones que tiene la fragmentación del mundo circundante cotidiano en general, y especialmente en cuanto al porno en particular, para la condición humana, debemos comenzar por señalar determinados aspectos de nuestra naturaleza que hoy se ven enfrentados a éste nuevo ambiente que acapara cada vez más nuestra atención y consume una fracción cada vez mayor de nuestro tiempo. 

A menos que seamos negacionistas de la ciencia moderna, hemos de aceptar que el ser humano ha de ser entendido, primero, esencialmente como animal, una forma de materia viva que tiende a procurar su supervivencia y reproducción; el ser más profundo del ser humano, aquél que determina la totalidad de sus actos conforme al principio de razón suficiente de la motivación (Schopenhauer, 1998), debe entenderse por el punto anterior como deseo, pues son los diversos deseos que nos aquejan lo que nos lleva a realizar cualquier acción que llevemos a cabo, desde levantarnos por la mañana hasta comer, buscar pareja, estudiar con el fin de obtener un trabajo, o cualquier cosa que se nos ocurra, pues todas estás actividades no son más que diversas formas mediante las cuales el ser humano satisface sus deseos (necesidades, en estos casos) de procurarse nutrientes para sobrevivir y asegurar su reproducción. De este modo podemos comprender que, como sucede con el resto de formas de materia viva (animales, plantas, hongos y demás) y por más complejos que sean los diversos métodos que emplee para dicho fin, la razón última detrás de todo acto realizado por todo ente humano en particular es una tendencia general hacia la existencia, un instinto de supervivencia irracional y ciego, esto es voluntad de vivir, y como bien señala Schopenhauer: “Como la voluntad de vivir quiere la vida de una manera absoluta y en todo tiempo, se manifiesta (...) como impulso sexual.” (Schopenhauer, 2005, p. 1005); pues el ser humano es un animal que se reproduce a través del sexo, y como todos los demás animales, su único verdadero propósito objetivo, el biológico o evolutivo, es la reproducción y transmisión de sus cualidades a una generación venidera: dado que la finalidad que la voluntad de vivir persigue mecánicamente es su perpetuación a través de la totalidad de entes vivientes, su propósito esencial no es la supervivencia diferencial de los cuerpos, sino su objetivación en nuevos cuerpos a través de las generaciones, como luego demostró Darwin con la teoría de la evolución (Darwin, 2017). Debido a esto se puede realizar la afirmación de que el sexo representa el núcleo de la vida humana, razón única de su existencia, o bien, dicho de otro modo: dado que el motivo de nuestra existencia es el que dos personas hayan tenido sexo y nuestro propósito es repetir el ciclo, existimos por y para el sexo. Esto es lo que, fundamentalmente, compartimos con los animales no humanos, la finalidad biológica y el instinto en el que dicha se manifiesta, la naturaleza evolutiva que lleva a la perpetuación del organismo y de su especie, ahora bien, cuando se habla de lo propiamente humano, lo que lo distingue de toda otra forma de materia viva, pensamos en el trabajo: “un proceso que invade todo el ser del hombre y constituye su carácter específico." (Kosík, 1984, p. 217), como señala Karel Kosík, pues a diferencia del lobo que devora a su presa, la jirafa que mastica las hojas de los árboles o la planta que genera su alimento a partir de la luz del sol mediante procesos bioquímicos internos, el ser humano convierte las materias primas, los recursos naturales previamente dados, en cosas que se adapten a sus necesidades, por supuesto, a través del trabajo, un proceso por medio del cual se transforma el entorno, creando así una nueva realidad material, la realidad humana, en la que las personas, en enormes mataderos, aniquilan sistemáticamente animales que han sido criados por ellas para ser consumidos, tras lo cual la carne de estos animales pasa por un largo proceso, controlado por humanos en todas sus etapas, para que termine empaquetada en los mostradores iluminados de lugares en los que los humanos la obtienen a cambio de papel, metal o números dibujados en unos y ceros en una cuenta bancaria, que han sido obtenidos gracias a la realización de otros trabajos. Esto diferencia al ser humano de cualquier otra cosa en el universo conocido, constituye el modo específico de supervivencia del ser humano, o bien, la manifestación específica de su voluntad de vivir, que lo obliga a obrar cada día a través de los deseos que le impone.

De acuerdo con Kosík: “El dominio sobre el deseo animal y la inserción —entre él y su satisfacción— de un término mediador que es el trabajo, (es) un proceso en el cuál el deseo animal se transforma en deseo humano y en el que tiene lugar la génesis del hombre." (Kosík, 1984, p. 220); desde ésta perspectiva, mientras que el deseo animal es deseo de consumo, necesidad de devorar y de reproducirse tanto como sea posible conforme a la naturaleza evolutiva, el deseo humano, que parte de éste último y lo desarrolla conforme a la naturaleza particular del animal humano, es el deseo de reconocimiento del otro, de realizarse a sí mismo en comunidad con sus semejantes, realización que obtiene por medio del trabajo al proyectarse e identificarse a sí mismo en el producto de su trabajo, su labor. Dicho punto de vista  reivindica la naturaleza del ser humano en tanto ser creador, de nuevo, a partir del trabajo que transforma su deseo, haciendo que pase de un deseo destructivo de consumo a un deseo creativo y transformador de producir, de éste modo, de acuerdo con el autor: “En el acto mismo de la mediación (...) de la animalidad nace lo humano y el deseo animal se transforma en deseo humanizado, deseo de deseo, es decir, de reconocimiento" (Kosík, 1984, p. 221), lo cual también señala la esencial naturaleza social humana, misma que se expresa en todo ser humano en su necesidad de vínculos duraderos y relaciones significativas; ésta distinción de lo humano permite realizar, de acuerdo con Kosík, una "división de la actividad humana en trabajo (esfera de la necesidad) y arte (esfera de la libertad)" (Kosík, 1984, p. 226), ambas son actividades creativas, sin embargo, difieren en la razón detrás de su realización: como bien señala Kosík, mientras que la primera manifiesta la voluntad de vivir en la necesidad, siendo necesaria para su satisfacción, como antes señalamos, la segunda realiza al ser humano en su deseo de reconocimiento y su necesidad de trascendencia en tanto animal metafísico (Schopenhauer, 2005), y refiere a la necesidad humana de ser reconocido por el otro, siendo éste un deseo de ser deseado por sus semejantes, de satisfacer la profunda necesidad social y relacional que ningún individuo humano puede obviar si pretende alcanzar su plenitud, una transformación del deseo que es explicada en el hecho de que, conforme a su naturaleza, todo individuo humano nace inválido y dependiente de los otros, obteniendo seguridad y satisfacción general de sus necesidades en la madre y el padre respectivamente (aunque bien puede darse a través de otros cuidadores) a los cuales busca agradar, con los cuales se identifica y a partir de los cuales se diferencia e identifica a sí mismo como existente en la progresiva formación de la estructura de su Yo consciente (Freud, 1994). Para realizar un análisis a mayor profundidad del animal humano como ente deseante y la naturaleza de ese deseo, derivado de la necesidad o expresión de la voluntad de vivir, el móvil primario del quehacer humano, la tesis de la la vida pulsional descrita por Freud puede ayudarnos a arrojar luz sobre el asunto. De acuerdo con Sigmund Freud: "La pulsión (...) actúa siempre como una fuerza constante (...) Al estímulo pulsional lo denominaremos mejor necesidad, y lo que suprime está necesidad es la satisfacción, alcanzada únicamente por una transformación adecuada de la fuente de estímulo interna." (Freud, 1993, p. 249); siguiendo al padre del psicoanálisis, vemos que la voluntad de vivir se manifiesta como acumulación constante de tensión en el organismo humano por la presencia de pulsiones que claman satisfacción, en consecuencia, la total vida anímica se presenta como la descarga de ésta energía libidinal acumulada, una concentración que se define como medida del displacer, que significa acumulación constante de la tensión por la presencia de una pulsión (necesidad, deseo) sin resolver, una tensión que resulta primero desagradable y después insoportable, y debe liberarse en la satisfacción de la pulsión asociada a la carga de displacer, la satisfacción o resolución de la pulsión se define como la consecución del placer, que es precisamente esa descarga de tensión (descarga de la libido, es decir, energía psíquica acumulada); ésta tesis continúa la larga tradición que señala que la naturaleza humana es evitar el dolor y procurar el placer y puede verse en nuestra vida cotidiana en ejemplos innumerables de fácil identificación, como cuando se presenta el hambre en un individuo, y mientras más tiempo tarde éste en saciar su hambre mayor será el desagrado, por ejemplo, sentirá dolor o malestar estomacal que afectará su estado anímico, provocando un aumento de la irritabilidad debido a la tensión que permanece sin resolverse, y sólo se liberará una vez que se de la “transofmración adecuada del estímulo interno”, en éste caso la pulsión asociada al hambre, necesidad de alimentación, a través, precisamente, del consumo de alimentos que logre saciar el hambre dando paso a la calma una vez que la tensión sea liberada; el trabajo, bajo la añadidura de la perspectiva psicoanalítica a nuestro análisis, puede ser ahora definido como la inversión de fuerza de trabajo, traducida en movimiento, orientación y descarga de energía libidinal (tensión pulsional acumulada) en la transformación del entorno con el fin de satisfacer las pulsiones, que son la base fisiológica de todo deseo, las manifestaciones de la voluntad de vivir que determina el actuar del ser humano, condicionado por el deseo que debe satisfacer en su búsqueda de evitar el sufrimiento asociado a la carencia del objeto de deseo, la tensión acumulada en la presencia de una pulsión insatisfecha. Antes de hablar del porno debemos hablar de la actividad que reemplaza, es decir, aquella asociada a la pulsión que tiene en el porno la posibilidad de una vía alternativa de satisfacción: el sexo, núcleo esencial de la vida humana y razón única (desde un punto de vista objetivo, biológico) de su existencia. Vemos que la actividad sexual se asemeja al trabajo en el sentido de que satisface las pulsiones sexuales, sin embargo, la necesidad asociada al deseo sexual humano es la tendencia evolutiva a la conservación por medio de la reproducción, la animalidad evolutivamente constituida que lleva al ser humano en su particularidad a actuar de determinada manera, así como otros animales sexuales actúan de otra manera. Sin embargo, el sexo entre seres humanos, y hoy más que nunca, no en toda ocasión tiene (de manera consciente, libre) una finalidad reproductiva, de hecho, se puede afirmar que en la mayoría de las ocasiones el sexo se realiza sin dicha finalidad básica, de modo que se realiza por el placer que conlleva la descarga de energía libidinal en la resolución de las pulsiones sexuales, sin una búsqueda de su concreción en la procreación, y más aún, empleando medios producidos por el trabajo en la realidad humana para evitar que esto ocurra; así pues, afirmamos que cuando el sexo se realiza por el simple placer, se ve suprimida su finalidad reproductiva, lo cual constituye un evento singular, único en el reino de la vida y exclusivo de lo humano: una suerte de negación de la voluntad de vivir en el acto mismo de su mayor afirmación, es decir, el sexo (Schopenhauer, 2005), que se da por medio del uso de anticonceptivos, o bien, en la realización de actos sexuales que no conllevan el riesgo de fecundación del óvulo: en dichas ocasiones, conforme a la distinción en dos esferas de la vida humana que antes analizamos en la obra de Karel Kosík, el sexo no es trabajo sino arte: corresponde a la esfera de la libertad en la que el ser humano se realiza a sí mismo, y por lo tanto, al igual que el artista auténtico y como ocurre en el trabajo, el ser humano que lleva a cabo una relación sexual en el modo de ser del arte se ve reflejado en el producto de su actividad, éste es descarga de energía libidinal por medio de la transformación, en el caso del sexo, ésta transformación se ve reflejada en el placer y el orgasmo. Ahora bien, el sexo no es un asunto individual, la realización artística a través de la relación sexual no es como la actividad del pintor que plasma su subjetividad pintando formas en su lienzo en soledad, para después mostrarla al mundo, el sexo es una actividad que se lleva a cabo con el otro, no sólo en su presencia sino en unión con éste, el tacto mutuo de sus carnes sudorosas y el contacto de diversos de sus fluidos. El componente principal del sexo es el otro, éste es, de forma obvia, su conditio sine qua non; éste es un hecho obvio que sin embargo merece ser señalado con todas las de la ley. De acuerdo con Slavoj Žižek: "Ser-humano es una actitud específica de finitud, de pasividad, de exposición vulnerable. (...) Existe una especie de exposición pasiva a una otredad opresiva que es la verdadera base del ser-humano." (Žižek, 2006, p. 164); como ya vimos, el deseo propiamente humano es el deseo de deseo, de ser deseado, es decir, del reconocimiento que obtiene en la mirada del otro que lo significa; esto expresa la naturaleza profundamente social del ser humano, por éste motivo es que el humano se realiza con el sexo no en su propia satsifacción como lo hace a través del alimento que devora satisfaciendo la pulsión que expresa su naturaleza evolutiva, su voluntad de vivir, sino que, de forma artística y creativa, se realiza en un equilibrio entre el placer individual de la satisfacción de la pulsión por medio del orgasmo, y más importante aún, en el placer del otro en tanto producto de su actividad creadora como arte; el reconocimiento del otro, de su semejante, que tanto anhela, lo obtiene en la actividad sexual creativa a través del placer que logra procurar al otro, que se realiza de la misma manera; el sexo así entendido es la máxima expresión de la intimidad y acercamiento con el otro y hacia el otro, en la exposición desnuda, pura y sin apariencias, a una otredad igualmente desnuda; desde un punto de vista dialéctico y materialista, la necesidad que todo individuo tiene del otro para realizarse y obtener significado lo lleva a una interacción tensa y difícil con la otredad, una otredad que niega al individuo en su diferencia, que se le resiste constantemente en una confrontación que ha de solucionarse por medio de la mutua actividad de ambos individuos encontrados que posibilita el acercamiento: el otro, la otra persona sexuada de carne y hueso, el otro cuerpo pulsional y deseante con otra consciencia perturbada y formada en su contexto, nos recuerda nuestra finitud, nuestro carácter esencial de necesidad, y nuestro inevitable acercamiento a éste nos revela nuestra vulnerabilidad y, en un ejercicio de humildad necesario para toda socialidad humana, nos hace ceder en tanto el otro cede para, de forma conjunta y recíproca, satisfacer las necesidades que tenemos y que no pueden realizarse sin ésta exposición pasiva a la otredad aterradora, y el sexo es la máxima expresión de esto. Pero en el porno no hay ningún otro; las nuevas generaciones que nacen y se desarrollan simultáneamente en dos mundos superpuestos, entrelazados y cada vez más indiscernibles, el de las cosas y el de las no-cosas (la infoesfera), tienen su primer acercamiento consciente a la sexualidad, núcleo esencial de la vida humana y consecuente factor de importancia capital en la formación de la subjetividad, en la infoesfera, en el porno; como señala David Ledesma, citando una investigación de Simon L. Lajeunesse acerca de la adicción a la pornografía en Estados Unidos y Canadá que data del cada vez más distante año 2009, el consumo pornográfico se ha vuelto tan cotidiano que “Los hombres jóvenes empezaban, en promedio, a mirar porno en línea desde los diez años.” (Ledesma, 2017, p. 2): nos encontramos ante el hecho de que una generación entera de personas, y a partir de ésta las venideras, tengan como primer referente de su sexualidad consciente el porno, un ámbito de las no-cosas en el que, lejos de encontrarse con el otro, con personas de carne y hueso con sus subjetividades, contemplan no-personas manifestarse de forma efímera a su consciencia a través de la pantalla, no-personas (no-otros), información que en el mundo digital reconstruye en unos y ceros imágenes de carácter sexual, contenido que busca la excitación a través de la explotación lucrativa de los instintos fundamentales (los que antes vimos) en la sucesión de no-personas que el individuo, en total soledad, elige a través de sus dedos para masturbarse absorto en el ámbito del porno, el no-sexo, dentro de la infoesdera.

Éste cambio en la experiencia humana del mundo lleva la sentencia: "Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación." (Debord, 1998, p. 3) mucho más lejos de lo que Debord pudo imaginar; para Guy Debord, la alienación de la que habló Hegel, que luego fue retomada por Marx (y constituye la desposesión del trabajador al que se le arrebata el producto de su trabajo –el medio de su realización en la actividad creativa– por medio de la plusvalía, la conversión del valor producido en la labor del trabajador en beneficio para el capitalista, dueño o propietario de los medios necesarios para la producción de dicho valor a través del trabajo en la creación de mercancías, los bienes susceptibles de satisfacer necesidades o deseos), ha ido mucho más allá en el desarrollo posterior del modo de producción capitalista. Desde el punto de vista del autor, ya desde 1967 se vive en una sociedad del espectáculo; el espectáculo es la acumulación de capital (riqueza, valor, mercancías) convertido en imágenes, una nueva forma de éste capital basado en apariencias, una consecuencia del desarrollo del capitalismo conforme a la abundancia de mercancías y un modo que supera el fetichismo de las mismas, es la incentivación del consumo desmedido de aquellos productos y servicios que deben ser consumidos para el buen funcionamiento de la economía, las nuevas lógicas y relaciones de la sociedad del espectáculo aíslan al individuo y lo vuelven productivo incluso en su tiempo libre, que ha de emplear en el consumo de mercancías (Debord, 1998); el espectáculo promulga y extiende la pasividad de los seres humanos, suprime su actividad y convierte la vida en representaciones que no son vividas directamente, en imágenes que sólo son consumidas, volviendo al ser humano espectador, y no actuante; el consumismo alienado, de acuerdo con Debord, ha absorbido ya la totalidad de la vida humana en comunidad, convirtiéndose en deber, postulándose desde todas partes como la única alternativa, la única posibilidad o vía de satisfacción y realización del espectador pasivo y aislado; la irrupción de la infoesfera en la experiencia vital humana, décadas después de la publicación de la obra de Debord, conlleva la absorción de éste nuevo individuo en tanto espectador pasivo en un mundo digital de no-cosas, información fugaz e intangible que suplanta las cosas, los objetos de la realidad externa con los que el ser humano ha de interactuar para su desarrollo y realización, los útiles que ha de emplear para su satisfacción y formación, y también los otros a los que se ha de acercar para obtener la satisfacción de sus necesidades propiamente humanas; otros que se van convirtiendo en masas de espectadores pasivos, inmersos y absortos en la irrealidad de un mundo intangible al que constantemente se accede a través de dispositivos y tecnologías cada vez más indiscernibles de los seres humanos mismos que las emplean (como ocurrió con la ropa que los seres humanos usan, la mayoría de seres humanos que van a percibimos a lo largo de la vida, siempre estamos vestidos, y así pasamos la mayor parte del tiempo); la infoesfera permea todo lo real y, como señaló Han, lo informatiza; el nuevo mundo circundante de las no-cosas amplía cada vez más su presencia en la experiencia cotidiana, y en éste sentido supera el espectáculo que anunció Debord; el porno, el ámbito del mundo de las no-cosas en la infoesfera que se conforma de no-personas, suplanta la presencia real y efectiva del otro de carne y hueso, ya no hay ninguna subjetividad alterna con la que se deba lidiar, ante la cual se tenga que ceder para pactar acuerdos de beneficio recíproco en la mutua satisfacción, ya no hay quien nos realice en el placer que le procuramos para obtener reconocimiento, ni tampoco nadie que busque nuestro reconocimiento al satisfacernos. En el porno sólo nuestros genitales nos son a la mano para procurarnos satisfacción instantánea y sin antelación, sin esfuerzo ni dedicación, sin verdadera actividad; el porno es no-sexo, es pasividad y mecanismo de aislamiento en el que, en total soledad, el otro ha sido anulado incluso en la fantasía del otro que solía ser el motor de excitación en la masturbación; el otro ya no está presente ni siquiera ahí, no necesitamos realizar siquiera el mínimo esfuerzo de imaginar y pensar, ya no hay creatividad ni siquiera en el ámbito psicológico a la hora de masturbarse, en la infoesfera, el porno nos llena la vista de no-personas irreales, fugaces, insignificantes y sucesivas que hacen todo el trabajo estimulando nuestros mecanismos de recompensa (del cerebro) mientras nos masturbamos; así, el porno consolida la "suplantación de lo real por los signos de lo real" (Baudrillard, 1978, p. 7) en la hiperrealidad que anunció Baudillard, pero que ha sido igualmente superada por un mundo digital que lleva a un extremo que radicaliza "el carácter mortífero de las imágenes, asesinas de lo real, asesinas de su propio modelo" (Baudrillard, 1978, p. 13); la obra de Jean Baudrillard advierte y anuncia el paso de la sociedad del espectáculo a la hiperrealidad, momento a partir del cual la representación que reemplaza lo directamente vivio de antaño, las imágenes o signos de lo real de la experiencia cotidiana que conforma nuestra vida, anula, aniquila y suplanta o reemplaza la realidad efectiva y tangible; la hiperrealidad es una simulación que imposibilita lo real, que lleva el fetichismo de la mercancía radicalizado en el espectáculo al punto en el que el modelo, es decir, la imágen o representación, es anterior al hecho real (Baudrillard, 1978); a partir de lo hiperreal es imposible discernir la realidad efectiva del simulacro o de sus imágenes, dichas imágenes han suplantado los hechos o cosas que representan; sólo queda representación. Aquí es cuando finalmente transitamos a la infoesfera; en la era de las no-cosas que anuncia Han, el simulacro ha pasado efectivamente a ser el mundo en el que el ser humano habita y la experiencia de su vida cotidiana, sin todavía anular por completo el mundo tangible, pero desplazando la experiencia humana cada vez más de éste; cada vez más seres humanos invierten una gran parte de su tiempo cada día (o incluso la mayoría) absortos en el mundo de las no cosas, máxima culminación de los dispositivos de dominación capitalistas que proliferan la inactividad, la pasividad y el aislamiento; antes la televisión no se podía llevar en el bolsillo fuera de casa, hoy el smartphone reclama hasta el último instante de nuestro tiempo que no sea de extrema necesidad invertir en el mundo de las cosas, en el trabajo (para comprar el smartphone más nuevo y pagar todos los servicios de streaming, el internet y la luz) o los estudios (aunque cada vez gana más terreno en éste ámbito); la infoesfera nos mantiene pasivos con el entretenimiento ilimitada y vacío que obtenemos a través del consumo de las no-cosas que se suceden como estímulos de información pura que consumismos con la mirada, los oídos y los dedos, consumo que aniquila nuestra capacidad de atención y nos vuelve apáticos ante los hechos reales en la sobreinformación, y conforme la sentencia de la hiperrealidad a partir de la cual todo es simulacro y es imposible acceder a la verdad en el torrente caótico de información contraria, difusa y dudosa. Como señala Sayak Valencia, ésta nueva realidad [in]humana representa la culminación de "un desplazamiento de las categorías humanistas hacia categorías hedonistas que conlleva un giro en la concepción y aprehensión de la realidad" (Valencia, 2022, p. 76), que es consecuente con el desarrollo tardío del modo de producción capitalista en la constitución de la sociedad de consumidores, éstos espectadores pasivos y aislados que ahora habitan un mundo en el que el imperativo moral obligatorio para asegurar la permanencia en dicho mundo es la búsqueda desenfrenada de placer instantáneo y constante, estimulación sin fin y consumo desmedido, porque aquí, en la infoesfera y fuera de ella –en su extraña y anticuada fuente tangible, ese lugar raro en el que hay cosas que siguen ahí por más que intentes cambiarlas con tus dedos– todo se trata de consumo; de acuerdo con Ledesma: “La pornografía en línea estaba tan extendida que, tan sólo en 2006, la industria encargada de su producción generó 97 mil millones de dólares.” (Ledesma, 2017, p. 2), un dato que 16 años después en el año 2022 seguramente habrá quedado corto, y esto es algo que no podemos dejar de señalar; el consumo pornográfico y sus consecuencias, como todo lo demás que se presenta en la infoesfera, y también en el mundo de las cosas siempre que se nos quiere vender algo en la etapa actual de desarrollo del capitalismo, se da con el fin de generar beneficios económicos para particulares y de un sistema de explotación que utiliza el sufrimiento de la mayoría para el goce superfluo y grosero de una minoría, obteniendo beneficios económicos así sea en detrimento de la salud de las personas y del tejido social. Como señala acertadamente Preciado: "La nueva economía-mundo no funciona sin (...) la difusión global de imágenes pornográficas" (Preciado, 2008, pp. 31-32), que resulta crucial en la última transformación del desarrollo del modo de producción capitalista, esto que Preciado llama en su obra “capitalismo farmacopornográfico” (Preciado, 2008), un estadío en el que ya estamos en una realidad distópica “cyberpunk”, viviendo bajo el imperativo del consumo desmedido y pasivo de bienes y servicios y en una búsqueda individual, interminable y vacía, de satisfacción continua y sin esfuerzo. No nos ocuparemos aquí de lo que corresponde a lo “fármaco” en la propuesta de Preciado, pero sí nos enfrentaremos a las consecuencias de un capitalismo porno.

Freud hace un gran énfasis en la necesidad de "distinguir dos grupos de (...) pulsiones primarias: el de las pulsiones del yo o de conservación y el de las pulsiones sexuales." (Freud, 1993, p. 254); de acuerdo con el autor, las pulsiones sexuales son pulsiones de vida que buscan la prolongación a través de la transformación, el crecimiento y desarrollo, es decir, como antes vimos, voluntad de vivir, tendencia fundamental hacia la prevalencia, instinto natural de supervivencia y reproducción, el Eros de la fertilidad del que ya hablaban los griegos (Diálogos, 2017), sin embargo, las pulsiones del yo son pulsiones de muerte, "una fuerza repetitiva y demoníaca" (Dessal, 2014, pp. 13-14), componente psíquico primario y natural que explica la agresión y tanto las tendencias destructivas hacia la realidad externa como las tendencias autodestructivas, son pulsiones que buscan la regresión del organismo al estado inorgánico o inerte previo a la aparición de la vida, esto a través de su concreción en la muerte; las pulsiones sexuales, las pulsiones de vida, explican la sociabilidad, la colaboración, la compasión y el amor, entre otros aspectos constructivos de la naturaleza humana, mientras que las pulsiones de muerte explican el odio, la aniquilación, el asesinato, la tortura y la crueldad, entre otros aspectos, formas y manifestaciones de los instintos destructuvos que se presentan en la naturaleza humana y se expresan en función del contexto específico, manifestaciones que se viven como demostraciones de conductas antisociales o psicopáticas. Como bien señala el padre del psicoanálisis: "uno de los grupos de pulsiones se precipita hacia adelante para alcanzar, lo antes posible, el fin último de la vida, y el otro retrocede, al llegar a un determinado lugar de dicho camino, para volverlo a emprender de nuevo desde un punto anterior y prolongar así la duración." (Freud, 1993, p. 309), desde la perspectiva clásica del psicoanálisis ya se deja de manifiesto el carácter ambivalente de la existencia humana, un hecho que ya había sido estudiado o reflexionado desde distintos puntos de vista a lo largo de la tradición filosófica, y nos muestra la naturaleza de la subjetividad humana, su vida anímica o estructura psíquica como lucha dialéctica entre fuerzas antepuestas, unas de las cuales busca la preservación y la expansión de la vida y la otra su rápida aniquilación como respuesta al carácter displacentero de un entorno, un Otro, que proporciona estímulos que causan respuestas de acumulación de tensiones; en éste punto, la perspectiva freudiana toma como punto de partida la tendencia general del ser humano a escapar del sufrimiento o el dolor (displacer) y buscar evitarlo y procurarse el placer (satisfacción de la pulsión); Freud explica éste aspecto esencial de todo ser humano a través de la distinción de lo que llama principio del placer del principio de la realidad (Freud, 1995), siendo el primero la tendencia innata a evitar el displacer y procurar la satisfacción de las pulsiones a como dé lugar, y la segunda una forma especializada, o bien, adaptada de la primera, supeditada a sus designios, y que lejos de oponerse a su punto de partida, asegura la satisfacción del principio del placer, sin embargo, tomando en cuenta las limitantes y los condicionamientos del entorno específico, es decir: si el principio del placer quiere tener sexo, sin importar donde o cuando, con la persona elegida de forma inconsciente como objeto de deseo, el principio de la realidad quiere casarse, asegurando la satisfacción sexual y, de paso, la protección de la futura descendencia a través de la crianza, que asegura a su vez la prevalencia de los genes en una generación posterior, objetivo único de toda forma de materia viva en un sentido evolutivo. Conforme al principio del placer, vemos que la existencia misma de los seres vivos, la irrupción en un universo inerte y estéril de lo orgánico, a partir de la síntesis química de elementos de menor complejidad en las condiciones adecuadas, genera formas de materia con estructuras mucho más precarias y susceptibles de cambio y transformación; la vida en el universo resulta incapaz de permanecer estable frente a la hostilidad del ambiente y por ello la evolución biológica por selección natural acumulativa (Darwin, 2017) entra en vigor con la aparición misma de los primeros seres vivos, que son rápidamente aniquilados tras reproducirse; de acuerdo con Freud, la pulsión de muerte nace con la aparición misma de la vida como respuesta a la acumulación violenta de tensión frente a las exigencias del ambiente (Freud, 1995), es una tendencia fundamental con un carácter regresivo, una suerte de macabra nostalgia por el estado inerte previo a la aparición de la precaria y tensa vida, el gran error trágico en este universo absurdo que significó el advenimiento del sufrimiento sin sentido y sin remedio de la existencia; la pulsión de muerte significa que la realidad, así como nuestra experiencia vital de la misma, es siempre perturbadora, es ésta otredad opresiva (Žižek, 2006) que nos supera, nos desborda y nos obliga a progresar y crecer, adaptarnos; significa que la tendencia fundamental de evitar el displacer, es decir, la acumulación constante de tensión en el organismo, y buscar el máximo placer de la calma absoluta, la satisfacción plena, es una búsqueda de la perpetua paz de la nada, una nada que, en su carácter absoluto, ya nunca podrá producir tensiones o necesidades irresueltas e insatisfacciones sin remedio, o la necesidad de reprimir o suprimir instintos e impulsos fundamentales. Afortunadamente, según explica Freud, ambos tipos de pulsiones primarias se encuentran necesariamente ligadas, de modo que ninguna se manifiesta en estado puro, lo que vendría a significar, por ejemplo, que siempre hay odio en el amor, y siempre hay amor en el odio; en esta dialéctica entre Eros (pulsión sexual o de vida) y Thánatos (pulsión del Yo o de muerte) se produce un equilibrio que Freud denomina estado de intrincación, las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte se enredan y entrecruzan de tal manera que las primeras logran suprimir las tendencias destructivas de las segundas estableciendo vías alternativas para su satisfacción (Dessal, 2014); mediante la sublimación (Freud, 1995), en la que la pulsión se satisface a través de la descarga libidinal en una actividad diferente de la que conforma su objeto, transformando la fuente interna de estimulación, así como a través de otros procesos anímicos. 

Está claro que el sexo, en un contexto amoroso y seguro de búsqueda de placer recíproco, como arte libre y realización, obedece las pulsiones de vida, buscando la perpetuación de la vida en el placer y el encuentro con el otro, fortaleciendo los vínculos sociales del sujeto en relaciones íntimas y consensuadas; la pulsión sexual se expresa aquí de forma creativa y productiva conforme a la naturaleza propiamente humana que hemos estudiado, se explora la amplia gama de posibilidades en la satisfacción a través de la estimulación de los puntos erógenos en las partes involucradas en la actividad sexual, se busca el reconocimiento del otro y se le reconoce en la satisfacción; en éste encuentro y exposición vulnerable se debe confiar, el sexo es una suerte de salto de fe kierkegardiano (Kierkegaard, 2013) en la que las innumerables posibilidades angustiantes se suprimen a través de la actividad por la profunda necesidad y el deseo, y es por eso que en el sexo aquí descrito (y no en otras formas de sexo que no cumplen con las exigencias de la esfera de la libertad que es el arte) es un factor de enorme importancia en la realización individual y en la sociabilidad; en el encuentro sexual entre amantes hay intimidad, las exigencias civilizatorias del pudor y la verguenza quedan anuladas por la confianza y la seguridad asociada al amor auténtico entre personas libres, la represión que la cultura instituye sobre el individuo como su punto de partida y de la vida civilizada (Freud, 2016) no está presente en el sexo artístico y creativo, las fantasías expresadas en la forma de fetiches diversos sólo se encuentran limitados por la voluntad del otro involucrado, así como los de éste se limitan en el otro, mediante el acuerdo, de forma libre y segura, los individuos en el sexo se realizan y exploran su propio placer más allá del bien y del mal instituidos por el discurso dominante en el contexto social y cultural, no sólo se trata del encuentro más íntimo y auténtico con la otredad alterna, sino también del sujeto con su mismidad en la autoconsciencia, es el encuentro de los sujetos con su deseo, encuentro inevitable y necesario para su auto-reconocimiento y la aceptación del núcleo esencial que constituye sus subjetividades en su particularidad, diferencia e identidad. En el porno, el sujeto no se encuentra con su deseo, es tentado y estimulado por una estética que lo precede y lo supera. Como señala Zygmunt Bauman: "El amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas sino en el impulso a participar de la construcción de esas cosas. (...) En todo amor hay por lo menos dos seres y cada uno de ellos es la gran incógnita de la ecuación del otro." (Bauman, 2010, p. 21), en el porno está todo siempre ya hecho y terminado, no hay realización por medio de la actividad creativa, pues no hay un otro que pueda reconocernos al satisfacerlo, sólo hay no-otro, no-personas en no-situaciones, el porno es la vacuidad de la relación sexual, es imágen y mera representación que aniquila la realidad al informatizarla y nos convierte en espectadores pasivos que sólo se satisfacen a sí mismos por medio de la estimulación de nuestros genitales a la mano, la fantasía no es espontánea e íntima, es previamente diseñada e impuesta en la percepción del sujeto y en su aparato psíquico, desbordado por los estímulos constantes y flotantes que carecen por entero, para él, de referentes tangibles, estables o duraderos; el porno no opone resistencia, no existen barreras que se deban franquear para que el sujeto se encuentre con su deseo en la exposición al otro, no hay obstáculos que se deban superar para alcanzar la satisfacción del placer en la descarga libidinal como consecuencia final de la actividad, el porno nos seduce y nos mantiene inmóviles, pero con la mano en los genitales, inundados por estímulos que desbordan la química cerebral en la que emerge la persona como proceso inmanente de pensamiento y búsqueda de placer; el porno es representación, performance que pone en acto un guión, se constituye por signos de lo real que han encubierto y aniquilado su referente real, las no-personas en el porno no son como nosotros (en la mayoría de los casos), cirugías estéticas de diversas índoles, así como prácticas tan bizarras como el blanqueamiento de la región genital (obviamente rasurada minuciosamente) y consumo de fármacos para aumentar el rendimiento o palear las consecuencias del dolor que se presenta en prácticas sexuales que en la realidad no resultan placenteras sino peligrosas, y esto sólo es lo que conforma lo tangible en la escena que se reproduce y representa para el consumo del espectador atónito, al menos en lo que respecta a las más grandes (y quizá “serias”) productoras de contenido pornográfico; si el sexo casual, o aún más, la relación sexual como servicio en la prostitución, dejan de lado el importante factor del amor, la confianza y la intimidad con el otro, así como la realización del deseo propiamente humano de reconocimiento de ésta otredad, en el porno ya no está presente nada de lo que caracteriza al sexo como actividad, ya no hay esfuerzo alguno o encuentro con la fantasía propia más allá de lo que el ámbito pornográfico de la infoesfera te presenta a través de algorítmos que recopilan información de “tus preferencias”, el porno aniquila el sexo, su referente perdido en la informatización, el molde que es suprimido en sus imágenes y signos, el porno es espectáculo exacerbado que devora la existencia misma del sujeto en su cotidiana experiencia viva del mundo, lo absorbe en la representación irreal. Es así como, en la contemporaneidad, una era caracterizada por la hiper-individualización a través de los mecanismos de seducción de la sociedad de consumo, pensadores como Gilles Lipovetsky señalan la "Inflación erótica actual y de lo porno" como una manifestación de "el sexo-máquina que disuelve las relaciones de seducción en una orgía repetitiva y sin misterio." (Lipovetsky, 2020, p. 29); hoy la infoesfera, y el ámbito de lo porno en particular, resulta en mera concatenación constante de estímulos virtuales en flujo incesante, que termina por devenir en ausencia total de asombro, en una indiferencia que deja al individuo absorto en la repetición que se disfraza bajo la sucesión de novedades efímeras y fugaces en la pantalla que secuestra su sentido de la vista, es el máximo mecanismo de la pasividad, la individualización y la impotencia, y con ello reemplaza, al aniquilarlo, el núcleo esencial de la vida humana, el sexo. En el análisis de la seducción retornamos al ámbito de la infoesfera; de acuerdo con Lipovetsky, la seducción: "es ella la que construye nuestro mundo y lo remodela según un proceso sistemático de personalización qué consiste esencialmente en multiplicar y diversificar la oferta, en proponer más para que uno decida más, en substituir la sujeción uniforme por la libre elección, la homogeneidad por la pluralidad, la austeridad por la realización de los deseos." (Lipovetsky 2020, 19); la infoesfera, habitada por innumerables no-cosas que compiten por atención, es la seducción en estado puro, seducción hiperreal en la que la publicidad deja de estar presente como elemento del fondo de acontecimientos que conforma nuestra experiencia mundana para pasar a ser el mundo mismo que habitamos, un proceso perpetuo de "engagement" disperso y flotante en entornos virtuales que se suceden de manera estimulante, el reinado del marketing, encarnado en unos y ceros infinitos, imágenes coloridas sin fin y sonidos rimbombantes, mensajes que apelan a ser escuchados por nuestro inconsciente mismo, alterando su lenguaje y su discurso, generando en nosotros deseo de consumir por consumir, voluntad de comprar; pasamos de "ser-ahí" (Dasein) que es en el mundo con los otros (Heidegger, 2021) a "ser-para-el-consumo" (Valencia, 2022, p. 142). La seducción es el mecanismo esencial del capitalismo tardío contemporáneo en las sociedades de consumidores, el discurso hegemónico, la ideología dominante si nos remitimos al marxismo, es únicamente una, pero se halla constituida por una multiplicidad de discursos multiformes, una pluralidad dispersa de pequeñas invitaciones, de innumerables intentos de seducción que disfrazan el fondo único de sus formas, el consumo capitalista y el consumismo como deber, como modo de vida que reemplaza la honradez y el honor, la entrega y devoción a Dios o el Estado, el proyecto emancipatorio de la humanidad que yace aniquilado; la seducción siempre tiene un mismo objetivo, incentivar el consumo en todas sus formas y en todos los ámbitos, pero se especializa a través de las artes del engaño (marketing, mercadotecnia) en propaganda capitalista (publicidad) dirigida a sectores poblacionales (nichos de mercado) cada vez más específicos a través de los mecanismos más complejos, empleando las tecnologías más novedosas. Desde hace décadas la experiencia mundana del sujeto se halla cada vez más poblada por ésta propaganda del sistema, éstas referencias que lo refieren al consumo y buscan incentivar y acrecentar su deseo, anuncios, pancartas y demás que ocupan porciones cada vez más significativas de los paisajes urbanos, luego la televisión como eje central del entretenimiento, con anuncios televisivos que invadían hasta el último segundo de la experiencia humana, sin embargo, en la división del mundo circundante en dos mundos superpuestos se ha radicalizado éste proceso. La infoesfera es seducción en estado puro, la seducción siempre es información, como en cualquier forma de publicidad en diferentes ámbitos, la infoesfera es pura información, informaciones que buscan ser consumidas de manera inmediata y cuyo propósito es, a su vez, incentivar el deseo y el consumo en el acto-pasivo mismo de su consumo; en la infoesfera todo nos seduce, y al momento de ser absorbidos por ella como ocurre cada vez más, las diversas formas de la seducción de la propaganda consumista deja de conformar parte inevitable de nuestra experiencia del mundo circundante para convertirse en el mundo mismo que habitamos. 

Éste es precisamente el panorama que se encuentra en la pornografía, como vemos, un ámbito enorme, sumamente lucrativo (aunque no precisamente para la mayoría de sus consumidores) y, por consiguiente importante dentro de la infoesfera, como vimos, el reino de la información, las no-cosas: un cúmulo interminable de contenido de carácter sexual para el consumo instantáneo y vacío en un torrente potencialmente infinito de estímulos virtuales, seducción en su sentido más gráfico y literal. Sin ánimos de realizar una suerte de fenomenología del porno –que probablemente resultaría muy incómoda para el lector y para mí– podemos señalar y corroborar vivencialmente que, en las diversas páginas de contenido pornográfico en la web, lo que encontramos son innumerables cuadros de contenido pornográfico móvil o estático en el que, a través de nuestros dedos, desplazamos nuestra vista en la elección de uno de ellos para llevar a cabo la masturbación porno, nos desplazamos de uno a otro constantemente en la sucesión de no-cosas que corresponden a no-personas, no es siquiera comparable a la elección de un pedazo de carne en el mercado, es más un modo exacerbado del cambiar de canal constantemente en la televisión bajo el influjo de un aburrimiento inmanente a la repetición y la apatía que se produce gradualmente frente a la sobre-estimulación de los sentidos; en el mundo tangible que nos circunda y que habitamos, nos desplazamos y sólo a través de ese desplazamiento en el espacio observamos de manera gradual el cambio en el ambiente que significa la captación de diferentes estímulos conforme a sus fuentes específicas, como en un parque, en el centro de la ciudad, una universidad o cualquier otro lugar; cuando se habita el ámbito público, las personas conforman parte de ese ambiente que influye en el sujeto y en todas ellas existe la posibilidad de una interacción que se ramifica en innumerables posibilidades como formas de dicha interacción, de dicho enfrentamiento a la otredad. Nos relacionamos anímicamente con el mundo y actuamos conforme a nuestros objetivos, si estamos en un lugar determinado tenemos algo que hacer, pero en la infoesfera, el desplazamiento es estático, se mueven nuestros dedos para guiar nuestra mirada en la multiplicidad de no-cosas que nos seducen, en el porno el ambiente que provee los estímulos que determinan el estado anímico del sujeto se conforma de ilimitadas imágenes, informaciones que representan actos sexuales, muchos de ellos irreales, no en el sentido de imposibles, pues efectivamente se llevan a cabo antes de ser representados, sino en el sentido de que personas reales de carne y hueso, fuera del ámbito de la industria pornográfica, no sólo son incapaces de llevarlas a cabo, sino que, de hacerlo, lejos de disfrutarlo experimentarían un inmenso malestar, dolor o incomodidad. Las no-personas del porno carecen de subjetividad, son objetos de seducción que han de ser consumidos como información instantánea, las personas que efectivamente hacen lo representado interpretan siempre un papel en el que –dejando de lado el llamado porno “amateur” o los “caseros”– incluso los gemidos son fundamentalmente falsos; Han señala que: "No es posible detenerse en la información. Tiene un intervalo de actualidad muy reducido. Vive del estímulo que es la sorpresa. Ya por su fugacidad desestabiliza la vida, reclama hoy permanentemente nuestra atención. El tsunami de información arrastra al propio sistema cognitivo en su agitación. Las informaciones no son unidades estables. Carecen de la firmeza del ser." (Han, 2021, p. 14); éste nuevo entorno digital, específicamente en lo que se refiere al porno, elimina por completo el modo de relacionarse con el mundo específicamente humano, el trabajo, la actividad creativa como transformación, la acción como descarga libidinal y la búsqueda de reconocimiento, de éste modo se vive una regresión al deseo animal; el sujeto inmerso en la infoesfera, al llevar a cabo la masturbación porno, sólo consume, interpelado por la seducción en su forma más radical, ni siquiera consume como el depredador que devora a su presa, se estimula a sí mismo en la quietud mientras desplaza con sus dedos las no-cosas que lo seducen en la pantalla, que arrojan estímulos fuertes a sus sentidos y desequilibran su bioquímica cerebral; el porno representa un modo de consumo que se realiza en la quietud absoluta y la inactividad, no se necesita acudir a ningún lugar para consumir porno, sólo se requiere soledad, los dedos y las manos, no se debe trabajar para acceder al contenido pornográfico, éste se presenta gratuito en grandes cantidades, aunque claro, busca seducir al individuo para que éste pague contenido exclusivo al que gratuitamente no puede acceder; el porno sepulta la naturaleza propiamente humana de creatividad y sociabilidad, de cooperación y realización en la actividad y la producción, anula incluso el carácter activo de la destrucción que conlleva el mero consumo en la satisfacción del deseo consumista, que como bien como señala Bauman: “es el anhelo de consumir, de absorber, devorar, ingerir y digerir, de aniquilar" (Bauman, 2010, p. 25); en el porno devoramos imágenes con los sentidos, consumimos representaciones sin referente material al cual recurrir, el deseo de consumo que ha instituido el capitalismo en sus innovaciones más recientes, construyendo un mundo de pura seducción en información constituida por no-cosas, por imágenes, es el deseo en tanto negación absoluta, negación de sí mismo, puesto que busca consumir, aniquilando el objeto de su consumo para su satisfacción, y a través de esto, destruirse a sí mismo al satisfacerse, ésta es la naturaleza del deseo animal, como ocurre con el león que devora a su presa para saciar su hambre, pero aquí se atenúa al mínimo posible la actividad, aniquilando así toda posibilidad de realización, en tanto que dicha ineludiblemente conlleva esfuerzo.

En el consumo pornográfico masturbatorio se anula por completo la otredad, deja de existir la exposición al otro y así desaparece la posibilidad de realizar el deseo de reconocimiento, anula así la naturaleza artística y creadora del sexo; el porno informatiza el sexo desnaturalizándolo, es seducción pura en una concatenación de imágenes y signos que aniquilan el sexo real y efectivo, le arrebata así su carácter pulsional de vida, aquel componente erótico de acercamiento, cooperación y búsqueda de reconocimiento, el amor; el consumo pornográfico es autoerótico, aquí el individuo se repliega en sí mismo y con esto marca una nueva era, como anuncia Lipovetsky: "Don Juan ha muerto; una nueva figura, mucho más inquietante, se yergue, Narciso, subyugado por sí mismo en su cápsula de cristal." (Lipovetsky, 2020, p. 33); la masturbación pornográfica como inmersión solitaria del sujeto en el mundo de las no-cosas manifiesta de la forma más radical lo que Lipovetsky identifica como el advenimiento hegemónico (en el mundo occidental) de la estructura narcisista de la personalidad, un nuevo modo de ser característico que responde a la era del consumo posmoderna. y como vemos, se perfecciona en la infoesfera; narciso se encuentra absolutamente vuelto hacia sí mismo, sin consideración por lo ajeno, lo otro que puede presentarse como cúmulo de objetos disponibles para ser usados en su propia satisfacción, o bien, como una molestia. Narciso no es feliz, no se mira en el espejo enamorado de sí mismo aunque eso busque proyectar como máscara frente a la triste verdad que oculta bajo los filtros que adornan su foto en instagram, más bien es tremendamente severo consigo mismo, inmerso en la angustia insoportable y constante de una autoexigencia demencial, completamente irreal; Lipovetsky habló de una suerte de “imperativo de celebridad”, la nueva manifestación del superyó freudiano (Freud, 1995), es decir, de la conciencia moral o el ideal del yo, aquella parte del sujeto que le hace aspirar a determinadas cosas y comportarse de cierta manera conforme a lo que a través de su vida ha entendido, por imposición del otro (el mundo exterior) como lo buenos, lo malo y lo deseable; según Lipovetsky, éste imperativo impone al individuo la aspiración hacia el “éxito que, de no realizarse, desencadena una crítica implacable contra el Yo” (Lipovetsky 2020, p. 73). El autor describe ésta situación aún en la era del entretenimiento dominado por los canales de televisión por cable y el cine; Narciso, cualquier individuo real de carne y hueso, el ser humano “normal” que se encuentra representado como un “1” en todas las estadísticas tanto de los estudios de mercado como de los censos de gobierno, se identificaba con los “casos de éxito”, las celebridades a las que observaba en el televisor, escuchando sus entrevistas y fantaseado con sus “vidas soñadas”, enterándose en revistas acerca de chismes sobre sus vidas y poniéndose triste por el hecho de no tener millones de dólares ni ser alabado por millones de idiotas anónimos como las celebridades que idolatraba; hoy prevalece el imperativo de celebridad en gran medida, sin embargo, el “éxito” a través de los ejemplos de fama, dinero e influencia se ha diversificado con el surgimiento del segundo mundo en la infoesfera; nos encontramos, en las mismas circunstancias –misma basura con diferente basurero–, bajo un imperativo de influencer, aspirando a ser como aquellos que son idolatrados y reconocidos por millones gracias a grabar videos en sus habitaciones haciendo cualquier cosa y que pueden generar cuantiosas ganancias, ambos imperativos prevalecen y entristecen a narciso, la mayoría de los sujetos narcisistas que son incapaces, por innumerables motivos, de tener “éxito” de influencer o celebridad, el narciso que en su autoexigencia desmedida se castiga a sí mismo, castigo ejercido a su mente por la estructura psíquica del superyó, ese que ahora le reprocha ser un "don nadie" a sus "larguísimos" 20 años que no ha hecho nada “importante” con su vida porque no tiene talento y no se esfuerza lo suficiente como sí lo hacen las celebridades, los influencers o también los grandes empresarios. El resultado, como ya señalaba Lipovetsky, es que: “Al activar el desarrollo de ambiciones desmesuradas y al hacer imposible su realización, la sociedad narcisista favorece la denigración y el desprecio de uno mismo (...) El narcisismo se nutre antes del odio del Yo que de su admiración” (Lipovetsky 2020, p. 73); en el narcisismo que individualiza a las personas degenerando el tejido social, imponiendo a individuos cada vez más solitarios e impotentes exigencias poco realistas en imperativos de éxito y, fundamentalmente, de consumo desmedido, se encuentra probablemente una de las claves de la depresión que caracteriza las sociedades contemporáneas; en éste carácter de autodesprecio del narciso y en la severidad de sus ideales fantasiosos, traducido en agresión, podemos ver la acumulación de libido narcisista en la formación de la estructura de la personalidad narcisista como manifestación de las pulsiones del yo, esto es, pulsiones de muerte o Thanatos.

De éste modo la masturbación pornográfica manifiesta una de las formas en las que el fenómeno que Freud designa como desintrincación pulsional puede darse de forma simple y común, proceso que representa el "desprendimiento de la pulsión de muerte que, liberada de sus marcos de contención, puede imponerse hasta el extremo de la autodestrucción." (Dessal, 2014, p. 14); el sujeto narcisista en las sociedades de consumidores, interpelado por la seducción constante que anula y suprime la naturaleza esencial del ser humano en tanto ser creador y productivo, sociable y colaborativo, esto especialmente en su inmersión en la infoesfera, seducción pura en información continua que se presenta como concatenación de no-cosas que seducen en tanto objetos de consumo inmediato, instantáneo y efímero, anulando así incluso la actividad que caracteriza el deseo de consumo en tanto elemento destructivo, y de manera radical en ámbitos como el que corresponde al porno como satisfacción autoerótica por medio de un consumo aniquilador e individualizador de no-personas; el porno resulta ser un mecanismo de atomización social sumamente poderoso en el contexto actual de sociedad narcisista, es decir, aísla a los individuos reforzando su narcisismo en una inmersión solitaria de autoconsumo; al suprimir la sociabilidad atenúa y aniquila la fuerza fundamental de la pulsión de vida, la pulsión sexual que lleva a la unión y colaboración con el otro, que conforma el fundamento de la sociabilidad y la vida civilizada en común; de éste modo el porno es uno de los mecanismos de individuación, de fabricación de sujetos narcisistas, pasivos y solitarios, impotentes y vueltos sobre sí mismos en un egoísmo voraz, incentivado por el imperativo consumista y la imposición de los ideales del éxito capitalista bajo figuras como la celebridad, el gran empresario y el influencer. En sí mismo, el porno ofrece vías alternativas para la satisfacción de las pulsiones sexuales, posibilitando la sublimación de las tendencias sociales de acercamiento al otro en una actividad pasiva, individualizada y narcisista en la que Narciso se satisface a sí mismo con sus genitales a la mano, excitado por las no-personas infinitas (en tanto que a nadie le alcanza la vida para ver todo el contenido pornográfico disponible y creciente) que consume con la mirada y desplaza con sus dedos, inmerso en la infoesfera. Al dejar de existir la necesidad apremiante de acercamiento al otro que constituye el deseo sexual, Narciso ya no debe hacer acuerdos y concesiones, ya no le resulta necesario enfrentarse al otro en tanto sujeto, persona de carne y hueso portadora de una subjetividad alterna que se le resiste, que lo reta y desafía, y en el cual busca el reconocimiento a través del placer en su exposición pasiva y vulnerable, actividad que resulta análoga en su contraparte, que, en su experiencia particular, se ve en la necesidad de vivir lo mismo que su otro; esto constituye la esencia del amor mismo entendido como formación de relaciones significativas a través de la construcción, por medio de trabajo arduo y angustioso, de vínculos estables y duraderos que resultan verdaderamente satisfactorios en tanto únicamente éstos realizan al ser humano en su particular deseo de ser deseado; conforme al principio del placer, Narciso tenderá naturalmente a elegir la vía más sencilla y rápida para la satisfacción de sus pulsiones sexuales, ahora que existe un segundo mundo, una infoesfera de pura seducción, Narciso se ve finalmente capaz de satisfacer su deseo sexual liberando la tensión generada en la acumulación de libido pulsional en su organismo una y otra vez mediante la masturbación porno; por supuesto, se sentirá vacío e insatisfecho como se suele sentir, pero no debe preocuparse por eso, pues podrá repetir el acto tantas veces sea necesario de manera ilimitada, el catálogo de no-personas seductoras y listas para ser simplemente consumidas sin la necesidad de esfuerzo creativo alguno o concesión no se acabará jamás, y Narciso seguirá consumiendo desenfrenadamente con sus genitales a la mano. 

Si antes se habló de cosificación, comenzando por la noción de fetichismo de la mercancía en Marx, quien reconoció que bajo el modo capitalista de producción los seres humanos comienzan a comportarse los unos hacia los otros como si se estuvieran relacionando con cosas (Marx, 2000), no sujetos sino objetos, específicamente bajo la forma de mercancía en tanto cosa a utilizar para satisfacerse, cosa para ser consumida (consumo de la energía o fuerza de trabajo en la generación de beneficio egoísta), y posteriormente se empleó el término para referirse, en general, a la actitud de una persona que al relacionarse con otra no la trata como a una persona sino, precisamente, como a una cosa que puede usar, y específicamente en cuanto al fenómeno social correspondiente a la concepción de las mujeres como cosas, objetos que pueden y deben ser utilizadas como simples medios para la satisfacción sexual de los hombres, que las valoran (reconocen, significan, simbolizan) en base a su aspecto estético por encima de sus cualidades intelectuales o su personalidad, hoy debemos hablar de la informatización; si la cosificación de la persona le arrebata su subjetividad y particularidad y la adscribe simbólicamente al mundo humano como cosa, como producto valorado en base a sus atributos físico-fisiológicos y que ha de ser usado para la satisfacción de otros como quien se rasca la espalda con un rascaespaldas, la informatización le arrebata a la persona de carne y hueso su carácter mismo de persona al adscribirla en la infoesfera, segundo mundo humano y ámbito de la seducción pura, como no-persona, una no-cosa que representa a una persona como estímulo fugaz a ser consumido; ya no se trata ni siquiera de una cosa, de un objeto físico capaz de oponer resistencia, de hacerse valer y exigir ser escuchado, ya no se trata de carne hablante que puede resistirse a su cosificación, de persona de carne y hueso capaz de reafirmar su subjetividad y denunciar la injusticia a la que se ve sujeta: la no-persona le arrebata a la persona su carne, es pura información, es imágen muerta en tanto reproduce lo vivo y activo como inerte y pasivo, toda posibilidad de afirmación o resistencia queda anulada en el porno, el sujeto narciso lo consume pasivamente y sin reflexión alguna, la no-persona jamás lo juzgará, es pura seducción que le hará sentir que es Dios mismo manipulando su propio mundo de signos que mueve a su antojo a través de sus todopoderosos dedos, seleccionando uno y otro sin compromiso ni consecuencias tangibles externas más allá de su propio deterioro, su propia autodestrucción en tanto, lento pero seguro, libera la pulsión de muerte en su aparato anímico, sucumbe a la desintrincación pulsional.

Lipovetsky advirtió que: "La seducción es destrucción cool de lo social por un proceso de aislamiento que se administra ya no por la fuerza bruta o la cuadrícula reglamentaria sino por el hedonismo, la información y la responsabilización." (Lipovetsky, 2020, p. 24); resulta claro que el mundo de las no-cosas seduce a los individuos por separado mediante el torrente interminable de estímulos con el que inunda su actividad anímica sin parar, el advenimiento de la infoesfera y su expansión acelerada hacia todos los ámbitos de la cotidianidad es el producto final, en constante perfeccionamiento y desarrollo, de la lógica capitalista de individuación con el fin de incentivar el consumismo, necesario para satisfacer la demanda de crecimiento económico ilimitado del modo de producción capitalista; Narciso se siente vacío y, obediente como cerdo que es dirigido sin resistencia al matadero, hace caso de la propaganda capitalista a la que toda su vida es expuesto y pretende llenar ese vacío a través del consumo cada vez mayor de productos y servicios, imperativo que resulta especialmente agobiante, frustrante y cruel considerando la ausencia de movilidad social y de oportunidades para acrecentar el poder adquisitivo a la que se ven enfrentadas millones de personas, de ahí la severidad de una instancia moral (superyoica) que en apariencia resulta extremadamente permisiva, imponiendo básicamente como único fundamento moral la satisfacción continua e irreflexiva de los deseos, claro está, comprando muchas cosas y no-cosas, siempre más y más, sin pensar en parar por nada en el mundo. 

En la infoesfera, y específicamente en el ámbito de las no-cosas que corresponde al porno como informatización del sexo, finalmente Narciso resulta capaz de aislarse radicalmente de los otros, anulando así su ser social y suprimiendo su particularidad en tanto ser humano cuya naturaleza es creativa, y más allá de esto, es invitado constantemente a hacerlo mediante una seducción cada vez más personalizada y específica por medio de las redes algorítmicas que dominan su experiencia en la infoesfera; la condición de ensimismamiento de Narciso en la era de las no-cosas, que radicaliza la inmersión del sujeto en sí mismo y su aislamiento radical de toda otredad tangible, puede ser comprendido mediante el concepto de “interioridad” que Heidegger menciona en su obra capital, en la cual “un ente extenso está encerrado por los límites extensos de algo extenso” (Heidegger 2021, 116), en éste caso, el Dasein (humano, sujeto, hoy bajo la estructura de la personalidad de Narciso) ya no se encuentra en la mundanidad del mundo circundante, sino en sí mismo, en su propia extensión, es decir, en su propia subjetividad limitada, sesgada por prejuicios e individualizada, en la que se relega de la exterioridad, única fuerza que lleva al desarrollo y crecimiento personal en la adaptación por medio de la actividad creativa y en la formación de nuevos comportamientos e ideas; negando al otro, Narciso se ve estancado, relegado en sí mismo se suprimen sus vías de auténtica realización, Narciso se enferma y, a falta de una sólida realidad externa a la cual enfrentarse en la actividad creativa, se enfrente a sí mismo y se destruye, sucumbiente al poder destructivo de Thanatos en las pulsiones del Yo. Como reconoce Bauman en su análisis de la fragilidad que caracteriza a las relaciones humanas de nuestra era: "en una cultura de consumo como la nuestra, (...) La promesa de aprender el arte de amar es la promesa (...) de lograr experiencia en el amor como si se tratara de cualquier otra mercancía. Seduce y atrae (...) Porque supone deseo sin espera, esfuerzo sin sudor y resultados sin esfuerzo." (Bauman, 2010, p. 22), de modo que la realización humana a través de la actividad libidinal creativa en el trabajo y el arte se ve casi completamente ausente, limitada y aprisionada, superada por las tendencias conservadoras de la pulsión de muerte que lleva a la aniquilación.

Han señala la importancia del mundo de las cosas-útiles heideggeriano en tanto el ser humano se realiza en su interacción con éste mundo sólido y efectivo, a través de la resistencia que las cosas mismas oponen a la actividad humana como utilización de las mismas para la satisfacción de sus fines, manifiesta en su vida pulsional, y de manera mucho más radical, esto ocurre en el enfrentamiento a la otredad, una alteridad que representa un límite fundamental y freno a los impulsos del sujeto que, de poder hacer, como hoy lo hace, se satisface sin reparo ni consideración alguna por lo ajeno o externo; sólo en la exposición al otro, a los otros, ese mundo exterior poblado por sujetos alternos, personas de carne y hueso ante los cuales el sujeto se ve superado y obligado a perfeccionarse en el desarrollo personal y la creación de modos de satisfacerse a través de acuerdos y colaboración, sólo ante el otro en cuya mirada el individuo particular entiende el único modo posible de realizarse en su necesidad esencialmente social de reconocimiento, el individuo forma parte activa de la comunidad que le da sentido, en la que se valoriza y da sentido a su vida a través de vínculos significativos, duraderos y estables con otras personas en las que reconoce a sus iguales; según hemos visto, nos valorizamos a nosotros mismos en nuestros actos en tanto que debemos esforzarnos para conseguir nuestras metas, en tanto empleamos fuerza de trabajo en la transformación del entorno para nuestras necesidades, es decir, utilizamos el útil que nos está a la mano en la descarga libidinal, y no lo hacemos en soledad, sino con el otro, por el otro y también para el otro, que a su vez nos retribuye, y más esencialmente en el otro humano, que nos realiza en la posibilidad de realizarlo al mismo tiempo; el individuo sólo tiene sentido y significado arrojado al “Das Man” (Heidegger, 2021), el uno heideggeriano, la otredad que se conforma no de cosas, no de útiles, sino de otros Dasein; el sentido o modo de ser del Dasein –el lector, yo o cualquiera que éste sea– es el cuidado, mediante lo que Heidegger llama la cura, el Dasein cuida de lo que ama, se cura del otro, y sólo en el cuidado se realiza, pues se relaciona con el mundo de la familiaridad que habita de forma anímica, a través de las emociones que se suscitan en su psique conforme a lo externo. Freud reconoce perfectamente lo anterior en su descripción de la perentoriedad de la pulsión, un: "Factor motor (...) La suma de fuerza o la cantidad de exigencia de trabajo que representa. Este carácter perentorio es una cualidad general de las pulsiones, incluso constituye la esencia de las mismas. Cada pulsión es una magnitud de actividad." (Freud, 1993, p. 252); sólo podemos satisfacer nuestras pulsiones a través de la actividad que descargue con la magnitud de esfuerzo o fuerza de trabajo adecuada la concentración de energía libidinal asociada a la pulsión que aumenta la tensión en nuestro aparato anímico, sólo así logramos la descarga que constituye el paso del displacer al placer, como ocurre en el sexo, que además de satisfacer nuestros instintos e impulsos animales, los mandatos de nuestra voluntad de vivir irracional, tiene el potencial de realizarnos en tanto seres creativos y sociales que buscan su reconocimiento en el otro y en el producto de su actividad creadora. 

En la masturbación pornográfica, como ya vimos, ésta perentoriedad es reducida al mínimo, pues sólo se realiza como actividad en tanto consumo destructivo, instantáneo y fugaz que aboga por la primacía de las pulsiones del yo en el Narciso, realizando una regresión animal que anula incluso la actividad animal de consumo, constituyendo un deseo tanático, un deseo que anula lo más esencial del carácter específico del ser humano como ser creador, destruyendo así su naturaleza social, dejando frustrado y sin satisfacer el natural anhelo de reconocimiento del otro. Concluimos pues que, mientras que el sexo es Eros, realización humana a través de la satisfacción de las pulsiones de vida en la actividad creativa y libre como arte, la masturbación pornográfica es Thanatos, máxima realización de la estructura narcisista de la personalidad como acumulación de la libido narcicista en las pulsiones de muerte, provocando el ensimismamiento del individuo en su interioridad, la anulación de la otredad. El mayor peligro que radica en la inmersión cotidiana de la masturbación porno como consumo y deseo tanático desde edades tempranas es que nos encontramos aquí ante: "El triunfo de Thánatos sobre Eros" como consecuencia, como señala Gustavo Dessal, de "la degradación líquida del amor (...) un grave síntoma de nuestra época, en que la acción corrosiva del discurso neoliberal encuentra cada vez menos obstáculos para convertirnos a cada uno de nosotros en mercancía." (Dessal, 2014, p. 15). La masturbación porno, desintrincando la pulsión de muerte en su anulación del Otro a través de la interioridad narcisista, abre la caja de Pandora: en su modo característico de informatización en tanto mecanismo capitalista de individuación e incentivación del consumismo, desexualiza el sexo eliminando al otro de la ecuación; en ella, Narciso se satisface a sí mismo dejándose absorver por la infoesfera, el reino de las no-cosas, en el que sustituye su interacción con el otro por el consumo instantáneo y efímero de un catálogo interminable de no-personas. Por lo tanto, entendemos la desexualización como el vaciamiento de la esencia misma del sexo, como exposicón y actividad (ser) con el otro , que deja de éste un cascarón vacío, convirtiendo así el sexo como arte libre y creador en consumo destructivo (tanático) e individualizado que lleva a su extremo el narcisismo que deriva de las condiciones materiales de una sociedad posmoderna de consumidores que atomiza la sociedad a través de la seducción, que se expresa de forma pura en el segundo mundo cotidiano, el de no-cosas, vaciando así a la sociedad misma de su carácter social; la masturbación porno constribuye de manera sumamente negativa y creciente a la precarización de las relaciones y los vínculos humanos, resulta clave como instrumento de individualización, atomización personal por medio del reforzamiento de las tendencias narcicistas de la sociedad de consumidores, poniendo en peligro así el núcleo esencial de la socialidad y la civilización humana misma, en consecuencia, acrecienta el cuadro psicopatológico que caracteriza nuestros tiempos, en los que "la depresión es (...) la dolencia psicológica más común" (Bauman, 2014, p. 21); el resultado de la individuación del sujeto narcisista seducido por medio de mecanismos capitalistas como el porno es el carácter depresivo de la sociedad actual, agravado por distintos ámbitos de la infoesfera que aumentan la soledad y el aislamiento, la creciente adicción a la pornografía es un excelente ejemplo de esto.








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