Chingar o ser chingado

Hace unos días, en uno de los capítulos de "Entrevistas singulares a escritores valientes", Fox, siempre tan culto y refinado, exclamó, "¡Hijo de la chingada!". Esto dio pie a que algunos lectores que no son mexicanos se preguntaran, ¿pero qué es "la chingada" en primer lugar? Pues bien, es algo más importante de lo que muchos creerían. Ya lo dijo Octavio Paz en El laberinto de la soledad:

"Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa."

En México, el significado de la palabra "chingar" es amplio. Es una voz mágica que puede variar según la entonación que se le dé. Es decir, esta palabra que pareciera insignificante —y que en cierto punto lo es— define el matiz de nuestras relaciones y nuestra sociedad en general. Una sociedad profundamente machista. 

Hay una gran diferencia entre ser un "chingón" y un "chingado". El chingón es el fuerte, el que vive según sus reglas sin importarle "chingar" a los demás. El "chingado" es el débil,  lo pasivo, lo abierto, opuesto a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. 

Octavio decía:

"Para un mexicano, el ideal de la "hombría" es no "rajarse" nunca. Los que se "abren" son cobardes. Para nosotros, contrariamente a lo que ocurre en otros pueblos, abrirse es una debilidad, una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, agacharse, pero no "rajarse", esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad. El "rajado" es de poco fiar, un traidor, un hombre de dudosa fidelidad, que cuenta los secretos y es incapaz de enfrentar los peligros como se debe. Las mujeres son seres inferiores porque, al entregarse, se abren. Su inferioridad radica en su sexo, en su "rajada", herida que jamás cicatriza."

El machismo en el mundo seguirá vigente mientras esté impregnado en las palabras. Decirle a alguien que es un "hijo de puta", es un insulto en el sentido de que una puta está por debajo de cualquiera en la sociedad. Esa mujer, que se vende por voluntad propia, es peor que un asesino, un ladrón o un narcotraficante. Nadie va por ahí insultándote con un "hijo de asesino". Puede que te llegue a importar si tu padre esta enfrentando cargos por homicidio, pero si te lo dicen por decir, seguro te reirás y seguirás con tu vida. Pero mucho cuidado si te dicen "hijo de puta". Aunque tu madre sea la más recatada de todas, esa simple palabra puede herirte en lo profundo. ¿En lo profundo de qué? Pues de tu machismo. 

En México no es distinto. La "chingada" es la pasividad pura, inerme ante el exterior. La relación entre el chingón y la chingada es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia de la otra. La idea de violación rige oscuramente todos los significados. Ser "hijo de la chingada" es ser el hijo de una mujer que ha sido violada, que ha sido abierta a la fuerza, que  ha ido —dos veces— contra el ideal del mexicano que es "no rajarse". ¿Por qué dos veces? Una, por ser mujer, porque su naturaleza ya está rajada. La segunda, por dejarse rajar otra vez, por aquel que se la chingó.  

"Te la chingaste", significa "te la cogiste", tuvieron relaciones, y de nuevo denota el machismo del acto sexual. No se chingaron mutuamente, porque eso no existe, sino que "te la chingaste". Tú, el chingón, el macho, el que no se raja, eres el único que puede "chingar" algo. Porque si chingas, ganas, porque "chingarse unos tacos", denota devorar, hacer tuyo a nivel extremo. ¿Qué pasa si sacaste mala nota en el examen? Pues "te chingaste", atentaste contra ti mismo. Pero si alguien te robó, si te sacaron las llantas del coche, entonces "te chingaron". Obsérvese la connotación de lo humillante del asunto, pues te vieron la cara de tonto, eres el culpable de lo que te sucedió. 

Cuando andas "en chinga" significa que andas rápido, apresurado, que el tiempo te apremia, el tiempo viola tu derecho a esperar. Pero si cambiamos la "a" por la "o", por ejemplo, si amamos "un chingo", significa que amamos demasiado, que nos hemos entregado en cuerpo y alma a la otra persona. Que hemos "violado" nuestra soledad. 

En una sociedad de "chingones" usar el verbo es casi un arte. Entre amigos hablarán de a cuántas se han chingado y entre amigas cuántas "chingaderas" les han dicho para "chingárselas". Aquí "chingaderas" significa las "tonterías" que tienen la capacidad de "chingar". Y "chingárselas", será cogérselas. Las entrañas de nuestra sociedad machista se unifican sobre este verbo dicho en el día tantas veces que es imposible contarlas. 

Para acabar, vayámonos a la Chingada, a ese espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas, gastadas. País que no está en ninguna parte, inmenso y vacío. La Chingada es eso mismo, una palabra hueca. No quiere decir nada. Es la nada.

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