Única parte.
Un primer sorbo de un café recién servido; uno de esos caros, por solo un estampado blanco que adornaba su superficie, y estaba dispuesto a pagar en ese lujoso lugar. Era amargo al igual que la expresión que llevaba, aunque en ese momento, no era más que una mueca que padecía de un susto que predecía. Lo tenía claro, algo pasaría, le gustara o no.
Sostenía con temor el recipiente de aquel líquido al cuál era adicto, mientras trataba de no quemarse en un simple descuido por la culpa de labios tiritones. Ya bastaba con el cansancio abrazando su espalda y hombros; prácticamente, parecía un zombi si no fuera por su ruidosa y lenta respiración atormentando el ambiente.
Estaba apartado de otras mesas del local, solo su existencia y su editor observándolo con ojos capaces de hacerle correr de terror. En sus manos entregaba con temor y con sus ojos siendo un lio, su manuscrito. Había trabajado días enteros, hasta noches de desvelo había dado para terminarlo, pero sabía que algún error encontraría ese perfeccionista con corbata verde. Siempre lo hacía, esos lentes que llevaba... ¿acaso tenían algo especial? Se preguntaba cada vez que se encontraban; la duda plácidamente se acomodó en su cabeza desde que se conocieron.
Con rapidez el contrario sostuvo el conjunto de hojas entre sus toscas manos, inspeccionando cada línea puesta en ellas.
— Ichimatsu-san... —Por fin hablo luego de unos minutos, luego de dar una vista rápida cada parte y cosa que aparecía ahí; dio un suspiro, arrugo su ceño y miro sin ánimos a su carga—. ¿Qué es esto? —interrogo.
— ¿Qué no ves? El manuscrito que me pediste para una historia corta de este mes, —respondió tratando de no dejarse llevar por sus nervios—. ¿Hay algo malo en él...?
El editor le miro como si no creyera del todo sus palabras, cruzo sus brazos y le basto solo trenzar sus miradas para hacerle saber que no estaba satisfecho, en lo absoluto, estaba decepcionado—. No puedo creer que me entregues algo de tan baja calidad. —Tomo un poco de su té que desprendía un dulce aroma que inundaba su nariz, y volvió abrir su boca buscando las palabras para describir su sentir—. ¿En serio? Una protagonista que no hace más que desesperar, y que ese es su supuesto encanto; ¿esa es tu mejor idea? La chica no hace nada más que llorar, ni siquiera se puede simpatizar con ella o creer que en verdad ama al chico, cuando no hace nada para estar con él. Solo cinco palabras resumen esta historia: una fastidiosa chica con suerte.
Ichimatsu se limitó a ver el blanco suelo del lugar, tratando que el corazón no se cayera del pecho por el peso de los pedazos que ahora era. Abrazo sus piernas buscando consuelo propio que no le daría el enojado hombre que lo acompañaba. Las palabras que actuaban como agujas en su cabeza, solo causaban un dolor más en su lista de problemas. Daba igual si eso mostraba su falta de modales al estar en esa posición.
Dolía saber que todo su esfuerzo, solo daba como fruto algo mediocre que el creyó perfecto.
—Ichimatsu-san, no es hora de que abrace sus piernas —reclamo.
—Cállate Pajamatsu, ya acabaste conmigo—. Respondió sin mirarle, pero de mala gana le hizo señas un tanto despectivas—. Je... yo sabía que era basura incapaz de algo, pero ahora supongo que no puedo hacer otra cosa que producir dióxido de carbono —concluyo para sí mismo.
— ¡No es hora de que se ponga en ese contexto! ¡Y ya le dije que esa no es forma de referirse a su editor! —No se contuvo, y en su arrebato golpeo la cabeza del otro con el propio manuscrito, y regreso a su asiento—. Solo dije que la protagonista es mediocre, pero el chico es pasable, solo necesita unos detalles y cambiar a la chica. Eso bastara.
— ¿En serio, Choromatsu? —Asomo su cabeza lentamente, realmente no le importaba el golpe, ya correspondía a algo común de ellos—. Si me mientes, te juro que te perseguiré hasta muerto, nunca te soltare y estaré maldiciendo toda tu vida sin importar si tienes familia—; murmuro bajo, como si recitara una maldición.
—Sí, sí, sí —resoplo con fastidio—. Ahora anota lo que te diré, yo te ayudare a ordenar mejor tus ideas. —De su bolso negro, que eran típicos de gente de oficina y que parecía muy pesado; saco un marcador rojo y empezó a marcar diálogos y escenas—. Tienes muchas escenas que no aportan nada a la historia, piensa bien como inicia y desarrolla todo. La chica va a secundaría, está enamorada de un joven que trabaja en una florería; y se enamora de él porque recogió la horquilla que se le cayó... —Se quedó callado, ahí estaba el mayor contratiempo en la historia—. Creo que aquí hay un problema, no puede enamorarse solo por eso.
— ¿Por qué no lo haría?, el amor a primera vista es muy normal ¿no?
—No es más que simple atracción física, un gustar, no un amar, para muchos y me incluyo. Los shojos, son más que solo un chico o una chica guapa que encanta a todos, ellos son perfectos por sus personalidades que terminan ganando sobre sus apariencias. De nada te sirve tener un buen diseño de personaje, si su personalidad termina por ser un asco.
—Entiendo, no puede ser por algo tan simple como eso... —Sostuvo su barbilla pensando en alguna idea, sin embargo, todas no llegaban a encajar con lo que el buscaba—. Uhm... no se me ocurre nada más. ¿Qué puede suceder en una simple florería? Solo hay flores y ancianos, nada interesante.
—Muy mal, debes investigar un poco mejor, estoy seguro que te llevaras una gran sorpresa si buscaras un poco más. —Cerro sus ojos un momento, y al abrirlos parecía orgulloso de su idea; anoto en el reverso de una de las hojas una dirección—. Ve a esta florería, y pregunta por rosas azules.
Lo dudo un segundo, esas rosas no se encontrarían en cualquier local. ¿A dónde pensaba mandarlo?
— ¿Rosas azules?
—Solo hazme caso, y deja de ser tan terco, tú eres el único que perderá si no publicas otro trabajo decente; pero me agradan tus historias, y es la primera vez que te quedas estancado. No puedo culparte, luego de que acabaras tú primer trabajo, no es raro que llegues a un punto muerto.
—Tsk... —había acertado completamente, pero, ¿era necesario decirlo?—; odio que tengas razón en estas cosas... —Tomo sus pocas pertenencias, y observo su café sin terminar—. Espérame, volveré. —Aseguro con una mirada hostil que demostraba que no bromeaba, ni por un solo instante.
—Estaré aquí trabajando, no me iré. —Le hizo una leve señal de que podía retirarse, y se centró en los papeles sobre la mesa con una pequeña sonrisa. Al estar seguro que ese hombre de pelo desordenado ya no estaba, murmuro: —tal vez te ayude más de la cuenta.
Camino siguiendo al pie de la letra aquella dirección escrita, no quedaba muy lejos para su suerte. Veía como la gente pasaba totalmente de él, sosteniendo sus vidas por sus propios medios al compás que se dirigían a direcciones que ignoraba. Era interesante ver como todos ellos cruzaron la misma calle, o tal vez más veces de lo que creían, y aun así, sus destinos eran ser completamente desconocidos; nada menos. Estaban conectados de una forma insignificante, pero de todas maneras compartían una conexión que no les importaba, o mejor dicho, no conocían. Y él era parte del enorme mundo de conexiones del cual nunca podría escapar, que lo mantenía sujeto a su gusto en contra de su voluntad.
¿Qué tontería estaba pensando ahora? No tenía tiempo para ello. Seguir el camino trazado, solo ese era su objetivo, paso por paso, solo para conseguir esa rosa.
Cada vez se encontraba en partes que ni el mismo conocía de la ciudad. Asustado de donde estaba destinado a ir, llego a un callejón; de seguro Choromatsu lo quería muerto para enviarlo ahí. Al fondo de este, se lograba ver un cartel con flores. ¿Sería ese? Eso deseaba y al mismo tiempo no.
—Creí que sería... ¿estético?, ¿llamativo? Pero se ve completamente arruinado. —Ventanas tapadas con tablas viejas, y sin ni una sola flor a la vista; podía creer con solo eso que realmente estaba abandonado, sin dueño aparente—. Bueno, eso no importa. —terminaría rápido ese pedido y volvería. Solo eso debía hacer.
Lentamente se asustó, y aunque no lo admitiera estaba curioso de lo que encontraría dentro, era justamente eso que le hacía olvidar su miedo. Toco suavemente la puerta, y hasta llamo con timidez, mas, nadie le respondió. Solo silencio se le fue devuelto, ¿realmente estaba alguien atendiendo ahí? Si existía, que mal servicio daba; y estaba dispuesto a dar mil quejas a ese alguien.
Sus manos se dirigieron a desordenar su caótica cabellera, y se sumergió en sus pensamientos: —. «Sigo sin entender por qué me mando aquí... ¿acaso no sabía que estaba abandonado? No, el no cometería ese tipo de error» —pensaba tratando de hallar sentido, aunque tal vez no lo tenía—. « ¿Debería abrir?».
Podría hacer eso, pero sabía que no era una de sus mejores ideas. ¿Qué pasaba si realmente no había nadie?, ¿o llegaba a molestar a un dueño gruñón?, ¿y qué si estaba abandonado? No le gustaba ninguna de las posibilidades que su cabeza le entregaba, todas desataban finales desastrosos que su cabeza se encargaba de recrear.
Una sola oportunidad más, solo esta y se iría. Ya se estaba cabreando—. ¿Está abierto? ¡Aló! —Si ser bueno no funcionaba, debía tratar de otra manera—. ¡Si hay alguien responda ahora, demonios! ¡Solo deme una maldita rosa azul y yo —ante sus ojos la puerta se abrió, y la silueta de un desconocido se plantó en sus retinas— me iré!
Pestañeo aturdido, no sabía exactamente el por qué. Ese personaje solo salió de la nada, interrumpiendo sus gritos y haciéndole callar sin hacer algo; la vergüenza pronto se le subió a la cara, que patético se veía seguramente. Se preocupó de analizar de pies a cabeza al individuo. Lo primero que pudo notar, fueron pétalos azulados adornando el castaño pelo de él, rodeaban toda su cabeza como una corona improvisada por un infante; le daba una apariencia que no era para espantarse. Siguió hasta que diviso sus ojos de color almendra, que por un segundo sospecho de mar; como le veía era lo único intimidante, claramente se mostraba molesto y cansado, la peor combinación en una persona. La fórmula perfecta para los problemas, según lo que aprendió con la vida adulta, y de el mismo. Luego solo restaba su vestimenta, un delantal azulado, que al igual que su cabeza estaba repleta de restos de flores y tenía escrito: "Flower Akatsuka". Así que debía ser un trabajador de ahí, y único por lo que veía.
No se movía ni un milímetro del mismo sitio, situado en la puerta como estatua, ese joven solo busco con sus ojos la persona frente a él y sonrió dulcemente con algo de nerviosismo, contrarrestando por completo la idea inicial que tenía Ichimatsu. Y no importaba realmente, la molestia quedaba a regañadientes y exigía una explicación, no una boba sonrisa plagada del pánico de un niñato. Lo admitía, no lo negaba para nada, su mal humor en ese momento era para asustar hasta al mismísimo diablo.
— ¿Tienes rosas azules? —consulto intentado no insultarlo, y sin darle tiempo para que el empezara con su palabrería para dar excusas debido a su atraso—; rápido niño, no estoy muy contento que digamos.
— ¿Rosas azules...? —exclamo consternado, entre tanto sacaba los pétalos sobre el—, ¿está seguro de eso, mister?
—Muy seguro, solo véndeme unas pocas. Ya me quiero largar de este basurero. —Sin mala intención en realidad, soltó su hiriente naturaleza que le daría un inconveniente, que de seguro, no podría entender.
Su rostro que se mostraba relajado, se tensó al escuchar el insulto. Cerro su boca tratando de contener las blasfemias que rondaban por su cabeza; finalmente la abrió para darle una respuesta digna de el—. Mister, lamento decirle que no hay rosas azules aquí. —Respondió con respeto, pero una pizca de desagrado se oía entre líneas—. Good bye —dijo y cerró con una forzada sonrisa la puerta, que dejo retumbando su sonido en el resto del callejón.
— ¿Eh...? —Proceso lo sucedido por un minuto, hasta que se dio cuenta del enojo que emanaba de el—. ¡Hey! ¡Abre maldita sea, y dame unas rosas azules!, ¡sé que tienes, los pétalos en tu cabeza son la prueba! —Comenzó a golpear furioso la puerta, gritando sin freno alguno. De todas formas, nadie pasaba por ahí, nadie podía impedírselo.
—Lo sentimos, pero no le vendemos nada a gente como usted. —respondió fuerte y claro, además de disgustado—. Por favor no vuelva nunca más —tras eso, el sonido de un seguro se escuchó. Ese joven había cerrado la puerta por completo.
— ¡Desgraciado, solo dame una rosa y me iré con gusto de este maldito lugar! —grito, pero nuevamente como al principio solo el silencio apareció—. ¡No me ignores!
Pero sus últimas palabras no fueron tomadas en cuenta, al contrario, solo incito al contrario a hacer atención nula de su presencia.
« ¿Qué le pasa a este tipo? ¡No le pasara nada por venderme una maldita rosa! Pero, ¿qué hare? No puedo volver con las manos vacías... ¡Mierda, ni siquiera sé que hice mal! Por eso odio hablar con la gente, son un problema». —Se decía dentro de su cabeza, entre tanto tomaba asiento en la puerta. ¿Cuánto tendría que esperar en ese rígido suelo? Su ansiedad aumentaría dramática sin que pudiera evitarlo, siempre le sucedía en ese tipo de situaciones. Odiaba, realmente odiaba esa situación que su editor te había metido; pero ni una queja podría plantarle al volver, no estaba en la posición de dejar caer su descontento.
Jugo con sus dedos, no sabía que más hacer, solo esperaría... sí, eso haría. No se arriesgaría a otro regaño, ya bastaba con uno por ese día y no quería ver esa boca triangular reprochándole. De ese modo se instaló, intentado creer que al final la fortuna le sonreiría.
La incomodidad del suelo y el contacto con la puerta al sentarse, eran abrumadoras para su cuerpo poco ejercitado, pero no desistiría; le darían esa condenada flor. No importaban las horas que pasaran, era bastante terco como Choromatsu decía, y en especial cuando ya no era solo un asunto laboral; desde el momento que le negaron su petición, esto era personal. Quería dedicarle un poco de sus dulces palabras a ese grosero, con alguien debía descargarse.
Pausadamente su visión se iba cortando; sus ojos cansados observaban con esmero la llegada del carmín apoderándose del vasto cielo. El sol se esfumaba de poco a poco, sin prisa, para cederle su lugar a la luna. Ella cumpliría su papel, iluminaría a todos con su cálida luz, y a comparación de él, sería vista por completo y alabada por belleza, junto las estrellas sus fieles acompañantes, le brindarían un escenario el cual gozar. Ichimatsu ya anhelaba la llegada de noche, sin contar por un pequeño detalle que lo arruinaba todo. Seguía sin conseguir que ese chico le vendiera una mísera rosa. En todo ese largo lapso, ni una sola mirada o sonido salió desde el interior de la florería.
Reviso su teléfono, debía hacerle saber a su editor que posiblemente no volvería, aunque ya fuera muy tarde para decirle. Pero el infortunio no paraba al parecer, no lo dejaba en paz. Estaba sin batería.
—Debes estar bromeando... Ni siquiera sé cuánto tiempo he pasado aquí. —Apretó sus puños, sentía como su paciencia se iba desmoronando, ya ni sabía si su tren había partido sin él o todavía era capaz de alcanzarlo. Juzgando por lo que le decía el cielo, era más probable la primera opción—. Ah... Supongo que caminare, pero antes de irme; —tomo todo el aire que sus pulmones permitieron, y se paró inclinando un poco su postura hacía atrás y lo dejo salir en un grito: — ¡Volveré desgraciado!, ¡no creas que olvidare esto, tú pagaras por ello!
La puerta una vez más se abrió, sorprendido, no se percató cuando una mano lo arrastro al interior del local, con una fuerza que el carecía totalmente; sentía aun el tacto sobre él, evitando que escapara de algún modo. Levanto su mirar encontrando el culpable de su dolor de espalda y trasero.
El chico aun lleno de pétalos, lo soltó descuidadamente, y con solo sus ojos, ya le estaba amenazando sin necesidad de palabras—. ¿Puede dejar de hacer un alboroto? Es molesto. —Tenía el ceño fruncido, y su mirada era afilada. Ahora cruzaba sus brazos, molesto por obvias razones que la cabeza de Ichimatsu no tomaba en cuenta—. ¿Puede decirme porque sigue aquí, mister?
Sus ojos no le permitieron contestar, el paraíso de flores dentro de ese lugar era simplemente maravilloso, y lo absorbió por completo. Su vista y olfato se deleitaban, y llegaba a creer que estaba dentro de un sueño, un gran sueño. Podía ver todo tipo de flores: rosas, claveles, girasoles, begonias, gardenias, lilas, margaritas, pensamientos, narcisos, y otras más de las cuales desconocía su nombre. Todas con aromas que le regalaban un sentimiento de paz y armonía consigo mismo.
Existían pocos muebles; una sola mesa vieja de madera, que era opacada por los arreglos florales, y diversos estantes de la misma talla que estaban repletos de maceteros con plantas que ni él conocía. Pero lo repetía, ahí las únicas protagonistas eran ellas, y nada más.
—Mister —le llamo la atención—. Lo volveré a preguntar, ¿por qué sigue aquí?
—Que hermoso... —las palabras se escaparon de sus pensamientos, y dijo: — parece sacado de un libro.
El contrario no pudo evitar que una sonrisa alegre se desbordara de sus labios. Le invadía la emoción de que alguien pensara similar a el—. ¡¿No es verdad?! ¡Las flores son tan hermosas que parecen hermosas joyas!, ¡además...! —Tapo su boca con sus manos, y tocio; tratando de encubrir su emoción anterior—. ¿Qué hace aquí? —hablo con voz grave.
Ya había bajado de la nube al percibir ese tono, y recordó en solo instante su razón de seguir ahí. La cólera por segunda vez, o posiblemente tercera vez, se apodero de su cuerpo—. ¡Solo quiero una rosa azul, niñato! — ¿Qué había sucedido con su tranquilidad? Tan solo la guardo en su recuerdo.
—Lamento volver a decirle que no está disponible.
— ¡Ah! ¿Ahora qué le diré a Choromatsu? Me va a regañar y me vigilar para que trabaje... —Por nada del mundo deseaba volver con las manos vacías, ya sentía el frio de la mirada del editor juzgándolo y diciendo: "ni siquiera puedes comprar una flor". ¡No! Cada parte de su cuerpo se negaba, sería ahogado con las quejas y no podría dormir otra noche... Ahora en su mente, escapar no parecía una alocada idea. Llegaba al punto que se le olvido que no lo estaba pensando, sino, expresando abiertamente.
— ¿Choromatsu-san? ¿Choromatsu Kamiya? ¿Lo conoces? —El capricho de saberlo se manifestó en su pregunta, al punto que su hostilidad se esfumo, y una pequeña chispa amigable se notó en sus pupilas.
—Eso no te importa. Pero si me vendes una condena rosa, lo pensare.
—Mister, la verdad es que aunque te la venda, no piensas decirme ¿no es así? —Vio como desvió la mirada evitando cualquier contacto visual—. Y no lo niega siquiera.
— ¡No me iré de aquí sin esa rosa! — ¿Cómo descubrió su plan en tan poco tiempo? Se cuestionaba.
—Uhm... Pero ¿a dónde va ir? No parecer ser conocedor de esta zona.
— ¿P-por qué me dices eso?
El joven sonrió con maldad y ladeo su cabeza—. Porque el último tren ya se fue.
Ichimatsu sin darle vuelta al asunto, se hizo bolita, ya daba igual que ese niño se burlara de él. No podía creerlo, ¿tanto lo amaba la desgracia? Ya no podía volver a su hogar, y estaba en un lugar desconocido, con alguien que claramente no estaba hecho para ser su amigo.
—Tú... —suspiro. Luego se arrepentiría—. Puedes quedarte hoy aquí. Pero no tengo mucho que ofrecerte.
— ¿Por qué me estas ayudando...?
—Es que... pareces un gato callejero, y me daría pena dejarte afuera. —No tuvo problemas en decirle exactamente lo que pensaba, pero oculto algo para él; aunque la verdad perforara como fecha a su desafortunado invitado—. Don't worry, hoy dormirás en mi cama little kitty. —Tomo sus manos en contra de su voluntad, y lo guío en dirección de unas escaleras, que se escondían en el fondo.
— ¡Me llamo Ichimatsu Fukuyama!, ¡no little kitty! —Defendió su nombre; primero muerto a que llevar ese apodo tan vergonzoso.
Paro en seco en uno de los escalones, y lo miro fijamente—. Un gusto, soy Karamatsu Nakamura. —Los labios formaron una pequeña risita afable, acompañada de un leve rubor. Y aunque sus cejas destacaran más que todo, de alguna forma solo se vieron como un encanto extra, uno muy bello.
Por un segundo el aire se le corto, y su estómago actuaba de forma extraña. ¿Qué diablos le pasaba? Solo era resultado de su caótico día, exacto, todo era por su culpa. De otra forma... no sabría a que culpar.
A pesar de no conseguir lo que deseaba en un principio, Fukuyama, entendió cuan equivocado estaba. No llego un viejo a atenderlo, no era un lugar con una apariencia deslumbrante desde afuera; y su único trabajador aparente, era desagradable, pero no malvado. Una extraña mezcla para interactuar, aunque debía admitir que poseía cierta gracia que se desvanecía en cuanto abría la maldita boca. Todo lo que creyó, era errado y se destrozaba entre miradas que daba al lugar, y a él. Debía admitirlo, si le hubiera dado la rosa sin problema, nunca se percataría de su error y no avanzaría. Sin embargo, esperaba que Karamatsu cediera y le vendiera aunque fuera solo una rosa. Aunque fuera la más demacrada, aunque fuera la menos agraciada, aunque su aroma no fuera tan evidente como las de las otras, el... la cuidaría mientras estuviera bajo su cuidado, le daría un amor que solo dudaría su corta vida. Un amor que no le daría a ningún ser humano, y que le permitiría dibujar su siguiente trabajo. Ya tenía la idea de su siguiente obra, algo sencillo y complicado de plasmar a la vez; una joven oficinista se enamoró de un joven que trabaja en una florería, pero lo que no sabe, es que él tiene una vida tan efímera como las plantas que el tanto ama. Ah... Sonaba mejor en su cabeza sin duda. Aún faltaba desarrollarla, pero servía.
—Es aquí —señalo Karamatsu. Era una pequeña habitación con su nombre en la entrada; este decorado con flores de todos los tonos de azul posibles—. Puedes ocupar mi cama, y cuando despiertes me buscas abajo ¿yes? —Le explicó indeciso de abrir o no la puerta a su refugio. Después de todo el seguía siendo un desconocido—. Solo para confirmar, respóndeme si en verdad conoces a Choromatsu-san.
Ichimatsu estaba ya cansado de oír ese nombre que solo le causaba escalofríos, y un mal humor se abría paso a su boca, pero, ese chico le estaba ayudando, no le costaría nada decirle; pero aún le desagradaba la idea—. Si lo conozco, es mi editor.
— ¿Eres el vago depresivo que siempre dice que le da problemas...?
Nuevo motivo por el cual no le agradaba hablar de él este día; ahora dudaba si se llevaban bien o mal, aunque le daría una pequeña lección en su ausencia.
—Es un friend mío, aunque últimamente solamente me llama para quejarse y beber.
—Primero, deja de ocupar pequeñas palabras en inglés cuando hablas; me dan ganas de cerrarte la boca. Segundo, te diré un pequeño secreto; él prefiere que lo llame Pajamatsu, ya sabes, por cariño.
— ¿Pajamatsu...?
¿Acaso no había entendido? Que chico más idiota—. Por esto, — con sus manos hizo un evidente gesto de lo que se refería; que fue frenado al instante por un sonrojado Karamatsu.
— ¡S-si entiendo a lo que te referías! Solo que no entendía porque él tenía ese apodo. —Admitió con timidez—. Aunque...
— ¿Te daba la sensación de que lo era? —Había acertado, la boca cerrada de forma abrupta de él lo dejaba claro.
—D-de todas formas, ya no te molestare más, ve a dormir. —Ya iba alejándose de ese hombre que le recordaba a esos gatos negros que solía ver. Y ese mismo sostuvo una parte de su delantal desde atrás.
—Dime la verdad, ¿por qué me dejas quedarme?
No se dio la vuelta ver qué cara tenía, ya sabía la respuesta. Cerró sus ojos, y respondió: —Por qué ningún amigo de Choromatsu es malo. Ahora ve a dormir, good nigth Fukuyama-san. —Y dejo solo al desconfiado mangaka, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Tsk... Kusomatsu, te quedaría mejor.
Después, hizo algo que no había logrado hacer en días, dormir y solo dormir; ¿podía ser debido al aroma relajante de las flores? De ser así, estaba en una profunda deuda con ellas, le ayudaron rápidamente y sin dañarlo; no como las pastillas que a diario debía consumir para caer rendido a la almohada.
Cerró sus ojos sin problema, y con gusto se acomodó en esa cama que ni se molestó en ver, como toda la habitación en sí.
Entre la oscuridad de su sueño, el nacer de una elegante joven dio el brote de luz, y con ello, un barrio común y corriente. Ella paseaba por este, con su traje negro de oficio y con un maletín en mano, tarareando una vieja canción que una radio emitía, con ojeras que opaca su figura.
Un joven qué era idéntico a Karamatsu la detuvo. Él, al verla tan cansada le ofreció una rosa azul y le sonrió, sin embargo, fue ignorado cruelmente y herido por la indiferencia de ella. La chica volvió a los segundos con su cabello cubriendo su rostro, y recibió la flor, con algo de vergüenza mezclada con molestia. Y al tratar de hablar para decir simplemente: gracias... el sueño acabo.
Actualmente con baba cayendo de su boca, Ichimatsu despertó con los ojos abiertos de par en par, y sus cejas fruncidas. Ese sueño, definitivamente debía dibujarlo. Busco su bolso desesperado, y al hallarlo tirado en el suelo, se lanzó a dibujar en los espacios en blanco. Cada detalle fresco lo ponía sin falta en sus bosquejos, cada sensación que la protagonista de sus sueños estaba materializada en sus líneas, y aunque esa odiosa sonrisa del trabajador de la florería estaba ahí, no dañaría su humor para dibujar.
— ¡Good mornig, little kitty! ¡Mira quién llego! —La llegada de repente, no fue una molestia, fue más que eso. Debajo de su pie, estaban las hojas en que trabajaba su invitado. Era indiscutible la razón de la furia que tenía—. Oh...
—Ichimatsu, no se ocurra gritarle o insultarlo —intervino Choromatsu antes de que empezara, lo que él consideraba un berrinche—. No fue su intención.
— ¿Qué haces aquí Pajamatsu? —No sabía si estar más molesto por la intrusión de su editor, o que el maldito pie de Kusomatsu siguiera donde mismo. Debía calmarse, por ahora—. Verdad que eres amigo de Kusomatsu... Pero, ¿sabes? Me importa una mierda. ¡Sin o con mala intención, lo hizo, da igual que lo digas!
—I-i'm sorry... —Se ocultaba detrás del hombre con lentes, esperando de alguna sobrevivir de los ojos sedientos de verlo hecho un desastre.
— ¡Si tanto lo sientes, deja tu mugroso...! —Sus labios se cerraron de una vez, al ver frente que frente de él se hallaba una pequeña rosa azul; la mano temblaba ligeramente al sostenerla, pero ahí estaba, diciéndole que la recibiera—. ¿Me la estás dando...?
—No puede ser... se calmó —susurro sorprendido Choromatsu, era testigo de algo que nunca creyó ver, no sin la violencia que solía usar.
—Sí, acéptala como una disculpa de mi parte. Esas hojas deben ser muy importantes para ti y yo las pise... —Se dignó de mirar apenado, la furia contra él, pero, encontró algo inesperado; ante sus ojos, Ichimatsu había adoptado la forma de un gato emocionado pero que intentaba disimular, aunque era inútil—. Realmente eres un... —no, no lo arruinaría.
Sus dedos se movían de forma extraña, hasta que en un movimiento rápido sostuvo la rosa, mostrando su torpeza al olvidar sus espinas. Sin embargo, ya no había ninguna ahí. Acaso, ¿se tomó la molestia de ese detalle?
—Supongo que puedes vivir un poco más. —admitió como un regalo que le daba, aunque, exactamente al contrario de su intención, causo un temblor dentro del joven.
El editor respiro aliviado; su problemático gato ya guardaba sus garras. Ahora se encargaría de hacerlo reflexionar—. Me sorprende tu poca cortesía, aun cuando él te dejo quedarte en su casa, siendo que fuiste un dolor en la espalda.
—P-pero tú me ibas a regañar si no la conseguía... —respondió como un niño, tratando de evitar el hecho de que en realidad era su culpa.
Por su parte el más joven de todos, estaba empeñado en recoger las hojas tiradas en el suelo. Con cuidado las limpiaba como podía, y daba un pequeño vistazo aprovechando el instante. Realmente dibujaba bien Ichimatsu, y eso que solo eran unos bocetos rápidos con materiales básicos. Pero no era solamente lo dibujos que llamaban su atención, la historia por lo poco que leyó, se notaba interesante y capaz de cautivar su jovial corazón. Con esa excusa en su cabeza, decidió tomar la oportunidad que tenía al discutir esos dos. Leyó todo, hasta el último borrón que se lograba divisar, algo ahí provocaba un extraño sentimiento... Uno de los personajes era inexplicablemente similar a ¿él? Por no decir igual.
Súbitamente el blanco de sus mejillas se transformó en un rojizo brillante, y apretaba el conjunto de hojas contra su pecho que parecía un tambor descoordinado, entre tanto, sentía florecer algo en su estómago. Se sentía alagado, al mismo tiempo inquieto e impaciente por saber él porque de su aparición en esos dibujos. ¿Era normal esa agrupación de sentimientos justamente en ese momento? Desconocía la respuesta, estaba muy lejos de saberla, y de todas maneras... algo le decía que solo el creador de su remolino interior, sería capaz de responder; y no solo eso. ¿Qué horrible enfermedad atormentaba al enamorado de la protagonista?, ¿ella sería capaz de preguntarle?, ¿podrían superarlo...? Esas dudas se acumulaban en su lista.
—Hey, Ichimatsu-san; ¿puedo saber el final de tu historia?
Se sobresaltó al escuchar esa simple pregunta; la negaría obviamente, después de todo, aun no tenía un final—. El final es igual que el comienzo, con un rosa azul. — ¿Ah? ¿Qué dijo? Esas palabras salieron libremente como el agua, sin planearlo o pensarlo, solo escaparon de una parte desconocida de su mente.
«Esto... suena de algún modo ¿comprometedor? », —opino para sí mismo, Kamiya—; «estos idiotas ¿se habrán dado cuenta...? Lo dudo. Como sea, tengo el presentimiento que esta historia será algo más que solo un simple relato. Velare por ustedes, ya que parece que estarán bastante tiempo unidos».
El tiempo fluyo por si solo y aquel hombre que había planeado todo se marchó, con la satisfacción de que algo bueno le esperaba a esos dos. Al salir vio en la entrada una rosa de tono azulino en un florero violeta, y al mismo tiempo se escuchaba dos voces disfrutando de la compañía de las flores, que los oían silenciosamente igual que él. Eran testigos de la verdadera historia que comenzaba desde ese día.
Fin
¡Eso es todo! Esta historia está dedicada para dedinsai con mucho cariño. Realmente espero que te haya gustado, y por favor perdóname si ves alguna falta de ortografía si se me ha pasado. Tu santa esta media ciega. ;;
Me gustaría agradecerte junto a la persona encargada del SantaMatsu, por darme la oportunidad de hacer este regalo para ti, ademas que me pareció una agradable experiencia. En un principio dudaba si era capaz de escribir algo bueno, por eso pase bastante tiempo revisando la historia y escribiendo hasta que me quede conforme con el resultado, y un final que diera un algo para pensar en tu fantasía. La portada da una pista.
Y obviamente te quiero desear una de las mejores navidades, ojala mi regalo haya sido de tu agrado, y gracias, escribir esto fue realmente entretenido y deseo que lo sientas lo mismo al leerlo. Bueno, ya me callo. ;w; ¡Feliz navidad, mi querida victima! Te lo desea un fruto seco pascuero.
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