Capítulo 26
—¿Un ciento de rosas? ¿Hablas en serio? Eres un hijo de puta, literalmente. Es su cumpleaños.
El olor al humo de cigarro me lleno los pulmones. Abrí los ojos, respirando y sintiendo mis músculos quejarse adoloridos. Mi cuerpo entero se sentía igual que si hubiera estado toda la noche haciendo ejercicio... Suspiré. Y vaya ejercicio.
Nada de lo que habíamos utilizado para jugar esta noche se encontraba en el suelo o desordenado. Los dildos, arneses, lubricantes, cuerdas, nada estaba fuera de su lugar. En la cómoda un vaso de leche y un pan me tentaron. Mi estómago rugió.
¿Es neta Analina? ¿No te bastó con la leche de anoche?
Mi lado tragón respondió que no y me bebí la mitad de la leche de un trago. Bajo el vaso una nota roja en forma de corazón disparejo decía;
"voy a terminar cuentas de ayer. Disfruta tú desayuno y quedate en cama si así lo deseas. Pediré hamburguesas para el almuerzo".
P. D. Gracias.
La firma de Nadir se vislumbraba elegante en una esquina de la pos it.
Mi estómago se revolvió. Una señal de emergencia se activo en mi cerebro. Analina Cortés, reacciona. Esta maravillosa química va a terminar en menos de un mes cuando el tiempo del proyecto llegué a su fin. Volveré a ser la misma chica que estudia psicología para hacer algo con su vida, la que toma pastillas y ¡Mierda! ¡Llevo días sin tomar mi medicación!
Inconscientemente abrí el primer cajón de la cómoda. Nada. El cajón de encontraba vacío, sin pastilleros ni drogas. Me quedé en blanco. Sin saber que pensar ni hacer.
Afuera de la habitación, por la puerta entreabierta las voces se volvieron a escuchar.
—Volví con buenas noticias. El estúpido salió de la ciudad justo hoy en la mañana, en el cumpleaños de tu madre. ¿Podrá ser más puto?
Esa voz es de Ale.
Me envolví en la sábana y me asome por la puerta entreabierta. En el sillón Ale y Nadir estaban sentados frente a frente. Mi amigo el chico dildos locos contrarrestaba bastante con mi compañero quien traía una bata de baño negra amarrada a la cintura y su cabello húmedo pegado a la frente mientras fumaba un cigarro.
Mordí mis labios recordando que esa boca sujetaba ese cigarro con la misma delicadeza que mi cuerpo entero anoche. Sentado tan relajado la imagen de chico malo no parecía ser tan herrada.
—La deja sola como todos los años. Eso no es novedad, Ale —Nadir succiono con fuerza del cigarro y soltó una nube de humo denso.
Fuma. No sabía que él hacía eso.
—¡Deja esa puta mierda! Es veneno y lo sabes —con un tic en la ceja, Ale le arrebato de los labios el rollo de nicotina y lo lanzo al suelo, pisándolo.
Su acompañante solo observaba con sus ojos dorados como el cigarrillo se desintegraba en el suelo. Sin pereza saco otro de la cajetilla en la mesa ylo encendió. Antes de succionar dijo: — También sé que me vale una mierda morir. Lo sé y lo sabes, Ale.
Silencio. El whisky que estaba tomando Ale se hizo añicos en el suelo. Justo al lado del cigarro ya apagado.
—Odio cuánto te pones así de melancólico. No puedes controlar tus ganas de ir a verla y felicitarla, ni tú miedo de que él se entere y la que pague las consecuencias sea ella.
—Si lo sabes guarda silencio —Nadir escupió junto con humo. Ale volvió a sentarse y servirse otro whisky, parecían acostumbrados a estás escenas entre ellos.
Ambos miraron en silencio a la nada. De pronto Ale se levanto y se inclino cerca de Nadir. Casi encima de él, podría jurar que casi se sentaba sobre sus piernas.
Ahogue un gritó asombrado cuando abrió la bata y acercó su rostro al cuello y siguió bajando la tela hasta descubrir sus brazos.
Estuve tentada a gritar que se consiguiera el suyo, pero me contuve. Ni siquiera era mío. Maldita sea. Entonces lo compartiremos. La solución es un trío.
—¿No me digas que te echaste a la loca? ¿Qué tal? ¿Se pone igual de intensa en la cama? Pillin —Ale le golpeó el hombro con complicidad ya se volvió a sentar.
Nadir se le quedó viendo avergonzado sin saber que decir. Tanto él cómo yo nos dirigimos la vista a los rasguños y mordidas en todo su torso. Cualquiera podría decir que fue atacado por una bestia salvaje.
Se acomodo la bata con rapidez y dejo el cigarro en la mesa.
—¿Por qué quieres saber? —Nadir apagó con fuerza su cigarro en la mesa.
—Bueno, está buena. Probar un poco no estaría ma...
No fue capaz de terminar. Un golpe sordo en la mesa lo detuvo de seguir hablando.
—No, Ale, me temo que esta vez te vas a quedar con las ganas. Ella no es como las chicas fáciles que les lavas el cerebro cada fin de semana. Lina es especial; tiene un alma excepcional, una vibra fuerte y un corazón fuerte. Es bonita y sus expresiones son lindas.
Nadir se rió al recordar algo. La forma en que lo hizo posiblemente es algo ridículo que me sucedió.
—Y un culo grande y tetas chupables. Ya dime. ¿Es buena en la cama? —Ale hizo señas sugestivas con sus manos.
—La mejor —mordió sus labios y sonrió recordando —. Pero tienes prohibido tocarla.
Advirtió con seriedad.
Ale alzó las manos con inocencia.
—No tocó a la mujer de mi amigo, tranqui.
—¡¿Su qué?!
—¡¿Mi qué?!
Ambos gritamos al mismo tiempo. Salí bruscamente de la habitación, pisando la sábana y cayendo junto con esta al suelo. Los tres nos quedamos quietos. El aire golpeaba frío y escalofriante en mi espalda.
Ale chiflo y en automático me levanté. Cubrí mi pecho con la sábana.
Dios, ¿Qué más había falta? ¿Qué me orine un perro?
Esperen...
—¿Aquí no hay perros verdad?
—No —ambos respondieron desconcertados.
Suspiré. Qué bueno que no hay perros aquí porque con la suerte que me cargó seguramente si acabaría orinada.
Aliviada me senté en el sofá en medio de ellos. Iba a beber un sorbo de whisky pero Ale me lo apartó.
—No, no, no señorita. La última vez casi muero.
—Morimos —Nadir estuvo de acuerdo y lo guardo junto con los cigarros. Cómo si ahí no ocurriera nada.
De pronto el celular de Ale sonó.
—¿Ya están listas las 100 flores? Eso fue rápido, bajo en un momento por ellas —colgó.
Cierto. Hace rato hablaban de ello. Ignore la mirada de los chicos sobre mi figura bajo la sábana y su incomodidad. ¿Por qué son tan tontos? ¿Por qué no se dan cuenta que estoy haciendo lo posible para que olvidemos lo que escuche y que fue a hurtadillas?
—¿Flores?
—Son para mí madre. Hoy cumple años —como si necesitará excusarse —. Ale, llévalas a la entrada de siempre, por favor.
—¿No se las llevarás tú?
Lo señale. Ale que ya iba a medio camino, se detuvo a ver nuestra conversación.
—No. No soy bienvenido ya que es raro que una mujer de cuarenta reciba rosas y visita de un joven. Sólo le causaría problemas —hizo el ademán de llevarse un cigarro a la boca, pero al no tener nada bajo la mano con frustración.
En realidad, él quería verla.
—Vaya lío. Pues vámonos.
Me levanté dispuesta a seguir a Ale. Nadir me tomo de la muñeca deteniéndome.
—¿A dónde vas?
—Querrás preguntar a dónde vamos. Hay que entregar unas flores. Yo sé cómo entrar sin que se enteren.
Sonreí con complicidad. Su casa no era tan compleja como parecía.
—Aun no me has dicho porque entraste.
—¿Eso importa? Vámonos —me apresure intentando escapar. Pise la sábana y está volvió a caer, dejándome desnuda. Otra vez. Nadir que venía tras de mi, reaccionó y me tapo empujandome a la habitación.
—Hablaremos de eso en el camino. Cambiate. Te esperamos abajo.
Asentí. Vi como se fueron y cerré el puño victoriosa. ¡Si! Iré a ver a la mamá de Nadir, tengo unas charlas pendientes con ella. Hoy le abriré los ojos.
¡Holi! Tengo sueño. Son las 4 de la madrugada y yo sin dormir. Pero dije hoy escribo por qué si. Y aquí me tienen.
Gracias por acompañarnos. Les mando besos y abrazos 💋😽 (✷‿✷)
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