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Escaneando el paisaje se dio cuenta de dos cosas:
1.-Los atardeceres desde la plaza principal del parque de Yokohama realmente lucían hermosos.
2.-El estar con Kunikida en un lugar que normalmente era concurrido por gente y ahora por motivos desconocidos estaba vacío, en medio de un silencio no incómodo, pero si extraño no le daba buena espina.

-¿Vas a preguntar ya, o debo esperar más? Creo que sabes perfectamente que el tiempo tiene un papel coercible en mi vida- soltó Kunikida de repente, metiendo prisa a su cuestionamiento.

-Ranpo-san... No.- quería una respuesta sincera, preguntaría entonces de la misma manera.- Dazai-san es muy irresponsable, bromista y parece desinteresado por cualquier cosa que implique trabajar o esforzarse de más.- comenzó notando una pequeña incredulidad en el rostro contrario- Kunikida-san es todo lo contrario. Todo lo tiene cuantificado, tiene ideales y un proyecto de vida increíblemente estricto y detallado.- pausó un momento, no quería que su pregunta sonara tan tonta como parecía- Comprendo que sus habilidades juntas son una ventaja en combate y por ello trabajen juntos. Pero, si sólo son unidos por eso, no habría razón para intentar obligarlo a cumplir con responsabilidades banales cómo presentar informes... Al fin y al cabo, siendo responsable o no, si no cumple con los criterios para permitir el cumplimiento de sus ideales perfectos, Kunikida-san lo ignoraría como a todas las cosas ajenas a su vida, cómo cuando nos conocimos.
Pero no lo has hecho con él.
Intentas a diario y en vano hacerlo responsable de sus deberes, sabiendo mejor que nadie que no te hará caso al final del día.
Él rompe con tu hegemonía.
Entonces, ¿Porqué? ¿Porqué a pesar de todo eso no lo sueltas de la mano?

En cuanto dijo lo último se avergonzó.
¿Había sonado muy entrometido? ¿Debería disculpase?
Pero realmente quería saber la respuesta.
Alzó la mirada un poco para ver la expresión del otro. Su rostro estaba serio, sus ojos no se veían por el reflejo del sol sobre sus lentes.

Esa mirada le drenó toda la seguridad reunida.

-Somos compañeros- soltó el rubio, rompiendo el silencio y exaltando al albino en el proceso.- La razón es esa: somos compañeros- el tono con el que lo afirmaba daba la sensación de que buscaba convencerse a él mismo de esa realidad.

-¿Kunikida-san?

-Hay algo que debes tener claro Atsushi.- lo miro a los ojos, sin dar indicios de broma o vacilación- Dazai puede parecer todo lo que describiste, incluso vociferaría un millón de defectos más, que ya incluí en mi libreta. Pero lo cierto es.... no es nada de eso.

-¿Que esta...?

-Está muerto en vida. Mira sus ojos. Puedes pensar que un idealista tan estricto como yo no distinga o ignore a todo aquel que no tenga nada relacionado a mis fines futuros... De hecho, tal vez si sea algo así pero, eso no implica que no note la clara brecha de diferencia entre Dazai y las demás personas.- suspiró pesadamente- supongo que aunque me moleste, le agarré cierta estima a ese vagabundo vendado.

-Entonces, ¿Es usted un padre buscando que su retoño camine por el camino correcto para lograr una vida feliz?- preguntó Atsushi con los ojos brillando con inocencia.

-¡QUÉ LOS CIELOS ME SALVEN DE DICHA DESGRACIA!

-Ah, ¿Me he equivocado?

-Mocoso... Debes pensar con cuidado las cosas antes de soltarlas al aire así como así.
Un día me provocarás un infarto- susurró lo último con precaución, más para si mismo que para el otro.- Respecto a lo último... No lo diría tan tranquilamente, ni de esa forma, pero en parte tienes razón.

-¿En parte?

-Eso dije.

-¿A qué se–

-¿Dijiste que Ranpo-san te envió, no?

-¿Eh? Si..

-Bueno, ya sabes mi versión. Eso debería ser suficiente.- Kunikida se levantó de la banqueta dispuesto a irse.

-E-espere, ¡Kunikida-san!

-Ahh,- suspiró nuevamente, revisó su reloj- falta poco- musitó para voltear apenas el rostro y contestar al albino:- Eres un detective ahora ¿No?, Es momento de que descubras porque el pasado de Dazai sigue siendo uno de los misterios más grandes de la agencia.

Atsushi lo vió voltear e irse de nueva cuenta dejándolo con una necesidad más grande de entender lo que pasaba ahí.



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Habían pasado un par de días.

Días inexorablemente hartuosos.

Se hallaba terminando con el papeleo encargado por Kunikida para llevarlo a su entrega con un funcionario del gobierno con el que la agencia había tratado por temas de asociación conjunta. No era nada extraño, ni siquiera complicado.

Pero mentiría si dijera que se sentía en condiciones de hacer el trabajo.                                        Normalmente era Kunikida o Yosano los que se encargaban de eso, ¿Porque ahora que su mente se encontraba aturdida lo mandaban a esto?

A pesar de sus quejas internas, cumplió con lo señalado; el lugar escogido era un edificio abandonado, sin embargo parecía limpio y ordenado.

-"Extraño"-pensó. Se encaminó a la salida, empezaba a anochecer.

-A-tsu-shi-kuuun~

Ya era suficiente la ansiedad que le causaba  el simple hecho de hallarse perdido entre los cuestionamientos alrededor del misterio que lo abarcaba ahora.
Ese susurró sólo atinó a erizarle la piel y ponerlo a la defensiva, encarando al castaño que lo había sacado de sus pensamientos.

-Da-Dazai- san- intentó relajarse, para continuar con nerviosismo- me pegó un buen susto. ¿Qué hace aquí?

Dazai hizo un puchero, ignorando la segunda pregunta.

-¿Acabas de llamarme feo?

-¡No! Me refería a que me descolocó su llamado tan repentino...

-¿Oh? Estabas pensando en el amor de tu vida.- No era pregunta. Fue una afirmación juguetona que tenía por objeto el nerviosismo del albino que se sonrojó violentamente.

-Noooo, sólo era... Bueno, nada importante.

Su expresión seria diluyó la expresión burlona del mayor.

-Vamos a caminar, Atsushi-kun.

El más joven lo siguió cabizbajo, seguía algo perdido.

-¿Ha ocurrido algo Interesante últimamente?- El castaño empezó con una conversación simple, Atsushi sintió una extraña sensación de precaución.

-No, digo ¡si!, Bueno, tal vez...  En todo caso, no es nada de que preocuparse- por alguna razón se sentía decaído, una bruma peligrosa era lo que su instinto le avisaba que los rodeaba.- ¿Usted ha hecho algo interesante en estos días?

-Mmm, tal vez.- sonrió de vuelta.

Atsushi guardó silencio, esperando que el otro continuara pero no lo hizo.

-¿Tal vez?

-Así es, ¿Quieres saber?

Por alguna razón, sentía como si estuviera a punto de firmar un trato con un demonio.
Algo le decía que si contestaba afirmativamente pasaría algo no necesariamente bueno.

El castaño sonrió de vuelta,- Estoy pensando en visitar a un antiguo compañero.

-¿Antiguo compañero? ¿Dazai-san tiene algo así?

-¿Qué quiso decir Atsushi-kun con eso?- preguntó con fingida indignación, desempeñando un papel melodramático que sólo él podía hacer- ¿Acaso me crees tan insensible como para no querer recordar viejos tiempos con un buen amigo?

-¿Ahhh? ¡No!- se apresuró a corregir agitando las manos en su nerviosismo- más bien, me sorprende que Dazai-san catalogue a alguien con tanta estima como para querer pasar un tiempo grato con él.

-No se si debería tomar eso como halago o como insulto...- se quejo por lo bajo

-¿Podría... saber como es? ¡No es por otra cosa! Solo, me trae curiosidad qué clase de persona podría ser- sentía un ligero retortijón en el estómago, de esos que te provocan los malos presentimientos.

Dazai reprimió una risita y susurro: "recuerda que la curiosidad mato al gato", a pesar de que usó un tono increíblemente bajo estuvo seguro de que Atsushi lo escucho cuando este se tensó en un comienzo para luego relajar su postura. 

Dazai prosiguió tranquilo.

- Bien, te contare.- comenzó a caminar por las calles a un ritmo lento al que Atsushi no tardó en adaptarse. - Este compañero mío es algo complicado de tratar.

- ¿Por qué lo dice?

-Bueno, tiene poca paciencia, un pésimo sentido de la moda y demasiado mal genio "para un cuerpo tan pequeño". Se reservó lo último para sí mismo.

-"¿Porque todos los que lo orillan a trabajar llevan esa descripción?"- pensó Atsushi. Suspiro.- Bueno, suena a una buena persona.- Esperaba una réplica por parte del castaño quejándose de que no apoyara su punto de vista, mas lo que recibió fue una contradicción sorprendente.

-Si. Supongo que lo fue.

Por un momento distinguió un pequeño matiz de tristeza en los ojos chocolate, tan efímero que creyó que lo había imaginado.

-Quiero mostrarte algo, Atsushi.- era la primera vez que lo veia asi de serio. La primera vez que lo llamaba por su nombre sin el riquitin juguetón. Quizás eso mismo fue lo que lo hizo obedecer al deseo de Dazai.

Caminaron por unos minutos, minutos que de alguna manera le parecieron increíblemente largos, como si se hubiera sumido en el silencio y en el ambiente frío, sin darle cabida a la realidad por unos instantes.

Cuando reaccionó luego de que Dazai se detuvo, lo primero que alcanzo a distinguir era que estaban enfrente de un edificio, algo viejo y descuidado por fuera, pero con un aura misteriosa que de cierta forma atraía su atención. Estaban cerca del mar, el sonido de las olas y la fría brisa marina lo confirmaron. Lejos de los edificios que siendo ya de noche, iluminaban con luces artificiales la solemne ciudad portuaria.

El castaño entro como si nada, parecía todo menos incómodo o nervioso. Todo lo contrario al albino que sintió esa bruma fría apoderarse de él nuevamente, sin embargo no podía con la curiosidad desbordante que lo acosaba.

Pronto se vio siguiéndolo hacia el interior del establecimiento, el ambiente se tornó frío ¿Eso siquiera era posible? 

Le sorprendió el orden del lugar. Era espacioso, con algunos muebles, poca iluminación e incluso un par de macetas; a pesar de estar claramente abandonado la limpieza no lo justificaba ¿Acaso Dazai...?

Una pintura colgada en medio de la pared que parecía pertenecer a  la sala, el único accesorio entre los desnudos y humildes muros, atrapó su mirada. 

Un cielo destellante, partido a la mitad. Una parte iluminada por el sol y la otra un manto estrellado que absorbía los últimos rayos de luz cálida. Perduraban los rojos y los azules. Un escenario cautivador que por razones desconocidas, lo hizo sentirse expuesto.

Un mismo sentimiento que no hizo más que crecer dentro de él cuando comenzaron a subir por las escaleras hasta llegar a lo que sería la azotea.

Una sola sensación de confusión oscurecida por el miedo que lo inundaba.

Despertó de su ensoñación al escuchar nuevamente la voz del castaño; más que dirigirse a él, parecía delirar consigo mismo.

-"De nuestro gran amor, mi amor

Yo quiero ser un solo ser, un ser contigo

Te quiero ver en el querer para soñar"

Lo vio avanzar con pasos airosos hacia al borde, como si quisiera abrazar el paisaje que se presentaba ante ellos.

-"Compañeros en el bien y el mal

Ni los años nos podrán pesar

Amorcito, corazón, serás mi amor."

El castaño soltó una risa acompasante que parecía más un suspiro. Volteo la mirada hacia Atsushi y esbozo una sonrisa burlona.

-¿Que sucede Atsushi? ¿Acaso estás asustado?- cerró los ojos sin deshacer su sonrisa- La vista es linda, tan brillante y benevolente con quienes la admiran. Seria una pena desperdiciarla ¿No lo crees?

Algo no estaba bien.
La mirada del castaño ostentaba burla. Ya estaba acostumbrado a eso, pero lo ponía alerta el brillo opaco de sus ojos.

"eso no implica que no note la clara brecha de diferencia entre Dazai y las demás personas."

Claro.

Ahora entendía.

La sonrisa de Dazai lo decía todo, la actitud de Kunikida se lo repetía, el comportamiento ajeno de la agencia se lo gritaba.

Algo no estaba bien con Dazai, pero no eso no quería decir que fuese malo.

Nadie podía detenerlo, nadie podría entenderlo.

Ya no hay esperanza.
Hay pruebas por todos lados.

Eso estaba bien.

Solo debían seguir con lo suyo, no tenia caso intentar salvarlo. Ese no era un papel que les correspondiese, a ninguno de ellos.

Ese era Dazai, el verdadero.

Ahora podía diferenciarlo de sus múltiples mascaras.

Lo comprendió cuando lo vio adentrarse en la oscuridad, abrazando el frió de la noche con una sonrisa en los labios, sin que el hiciera nada por evitarlo. 

Había descifrado el misterio, había dado con la razón del porqué.

Sonrió.

-Buenas noches, Dazai-san. Espero encuentre el descanso que buscaba.

Porque cuando te cansas,
pero te cansas de verdad.
No amenazas más.
No avisas, no ruegas.
No esperas,
No corres, no persigues,
No miras,
No te interesas más y te detienes.
Cierras el libro, apagas la luz,
bajas el telón y punto final.

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