3.- Una nueva misión
El resto de la fiesta transcurrió de una manera mucho menos accidentada, para tranquilidad del caballero.
Inexplicablemente, Berwald obedeció al pie de la letra las indicaciones de Tino y en todo momento procuró mantenerse cerca del otro rubio, siempre guardando silencio y tratando de no ser notado, lo que no era necesariamente fácil. Para algunas de las damas ahí presentes podía más la curiosidad que el temor inspirado por su apariencia y se esforzaban en vano por entablar alguna conversación con el atractivo pero intimidante desconocido.
-¿De dónde eres?
-¿Eres un caballero?
-¿Tú también ayudaste en el rescate?
-¿Eres soltero?
Pero no les respondía, en cambio Tino se encargaba de hacerlo, justificando el silencio de su asistente con que era muy tímido y reservado y que prefería mantener su vida privada como tal. Además de que el rubio más alto estaba más entretenido en jugar a acercar y alejar diversos objetos de su rostro, examinándolos con cuidado entrecerrando los ojos, como si tuviera dificultades para visualizarlos.
Cuando el evento terminó, el caballero se apresuró a agradecer al príncipe, despedirse de la princesa y partió junto con su asistente a la habitación que les habían asignado.
A pesar de sentirse agotado, apenas y pudo dormir. Por una parte, estaba demasiado ocupado vigilando al dragón con forma humana que descansaba plácidamente en la cama al lado de la suya, ya que si bien le prohibió salir del cuarto durante la noche, Berwald no siempre le hacía caso y no quería arriesgarse a tener otro incidente como el de la pulsera en el baile. Por otra, porque no dejaba de pensar en cómo resolver aquel problema.
Tuvo que resignarse a que no lo dejaría en paz hasta que le hubiera devuelto su corazón, lo que fuera que eso significara. No tenía ningún sentido. Hasta donde sabía, era imposible robarle algo así a un dragón, al menos mientras estuviera vivo. Quizás para algún mago o hechicero podría ser posible, pero Tino nunca demostró tener ninguna habilidad especial en términos de magia, de modo que descartó esa posibilidad casi de inmediato.
Además, no sabía a quién recurrir. De consultarlo con sus colegas la solución que estos le darían sería simplemente cazar al dragón, lo cual realmente no le representaría ninguna dificultad, pero hacer algo así, por más que Berwald le hiciera perder la paciencia...y pusiera en riesgo su reputación, no se sentía del todo bien. Supuso que lo mejor sería conseguir más detalles y sobre todo marcharse lo más rápido posible.
Originalmente planeó excusarse diciendo que debía regresar a la sede del gremio de caballeros tras haber terminado su misión de manera muy urgente, lo que al final no fue necesario. Por la mañana se sorprendió al recibir un mensaje justamente del lugar que pensaba usar como pretexto.
La carta no contenía muchos detalles, sólo le apremiaba a reportarse lo más pronto posible y que al acudir se le informaría sobre su nueva misión. Aquello no hizo más que preocuparlo, debía ser algo realmente serio para convocarlo de esa forma. Sin embargo, alguien no lo veía así.
-Lo prometiste-reclamó Berwald en cuanto el ojivioleta le comunicó que la búsqueda de su corazón tendría que esperar.
-Lo sé, lo sé. No me lo recuerdes-por alguna extraña razón se sentía culpable, casi como si le hubiera mentido, lo cual no era el caso-Siempre cumplo mis promesas, pero esto también es importante y no puedo dejarlo pasar, de verdad no puedo.
Se vio obligado a evitarlo cuando el otro lo contempló en silencio. Estaba consciente que la noticia lo enfadaría, pero fue más que eso, lucía completamente abatido y muy dolido. El sentimiento de incomodidad del caballero se hizo más fuerte.
-No sabes cómo es...-dijo señalándose el pecho-No me gusta, estoy incompleto. Me lastima.
Tino admitió para sí que nunca pensó en cómo debía sentirse Berwald. Desde el principio, el rubio más alto no fue sino una molestia, incluso llegó a pensar que sus acciones fueran para desquitarse, pero ahora que lo escuchaba abiertamente, comprendió su desesperación.
-Lo lamento mucho-dio un paso hacia él con cautela, temiendo provocarlo-Si lo que te ocurre realmente fue por algo que hice, voy a hacer todo lo posible por remediarlo-le habló de manera suave y calmada, tono nunca empleado hacia él desde que se encontraron. Por primera vez dejó de percibirlo como una amenaza y en cambio lo vio como una criatura herida y confundida, alguien que necesitaba ayuda-Lo juro por mi honor de caballero, tendrás tu corazón de vuelta, sólo te pido que esperes un poco más-le extendió la mano en señal conciliadora-Por favor, confía en mí.
El dragón guardó silencio, claramente receloso de sus palabras. Lo cierto era que él tampoco se esperaba las cosas pasaran de esa forma. Creía que Tino sólo tenía que devolverle lo robado y ya, pero al parecer el proceso para recuperar su corazón sería mucho más complejo. Además, en ese tiempo pudo darse cuenta de un detalle importante, algo que ocurría únicamente cuando estaba cerca del caballero y que terminó por convencerlo de que lo mejor era seguir junto a él.
-Está bien-asintió al fin, imitando el gesto del otro por instinto.
El ojivioleta suspiró aliviado. Era la primera vez que tenían una conversación en forma sin discutir ni impacientarse, un cambio bastante agradable. Tal vez Berwald no era tan malo después de todo.
Unos golpes en la puerta le hicieron volver a la realidad y de inmediato se apresuró a abrirla, sorprendiéndose al ver que se trataba de la princesa.
-¿Puedo ayudarla en algo, alteza?-le preguntó invitándola a entrar.
-Mi hermano me dijo debían irse y quería despedirme.
-Sí, recibí un llamado de... ¡No hagas eso!-exclamó cuando el más alto se interpuso entre él y Lili en actitud protectora. La princesa se limitó a sonreír divertida, y Tino se retractó de su pensamiento anterior, definitivamente no le agradaban los dragones.
-La verdad es que también esperaba hablar contigo sobre lo que discutimos ayer-admitió, entregándole un sobre al ojivioleta-En ocasiones, cuando mi hermano tiene dudas sobre algunos asuntos, suele dirigirse a esta persona. Es un hechicero y un adivino muy confiable y pensé que quizás podría ayudarlos.
Al abrirlo, se encontró con un pequeño mapa y una carta dirigida al mencionado mago en la cual la princesa le pedía que por favor los auxiliara.
-Él es alguien muy sabio, sólo...también es un poco...especial-advirtió vagamente-Por favor no se dejen llevar por la primera impresión.
-No lo haremos, muchas gracias, alteza-le agradeció son sinceridad, para después llamar a su asistente-¿No crees que tal vez deberías disculparte?
-¿Por qué?-preguntó alzando una ceja.
-¿Aún no lo entiendes?-exclamó sin ocultar su exasperación-La atacaste y secuestraste, la pusiste en peligro-explicó en un susurro.
-Hice lo que debía, eso fue todo, no pasó nada-alegó sin comprender la causa de su molestia.
Tino pretendía continuar con su reclamo, pero la suave risa de la princesa lo interrumpió.
-Lo siento, pero es bueno ver que se llevan bien-su comentario ocasionó que el caballero se sonrojara, en cambio el más alto mantuvo su inexpresividad habitual. Lili se dirigió a Berwald-De verdad espero que encuentres lo que estás buscando, les deseo buena suerte a ambos.
***
La sede del gremio al que Tino pertenecía se encontraba a cuatro días de viaje, por lo que una vez que terminaron los preparativos correspondientes partieron sin más demora. O al menos esa fue la intención, pero de nueva cuenta surgió otro inconveniente.
-¡Diamante Asesino, basta!
El ojivioleta tiraba de las riendas en un esfuerzo por que su fiel corcel se acercara, pero éste se negaba a moverse.
Los caballos usados durante las cacerías y otras misiones peligrosas eran entrenados meticulosamente para ser capaces de reaccionar de manera adecuada y no retroceder ante tales situaciones, pero Diamante Asesino se rehusaba a exponerse a lo que consideraba una amenaza así como así, por más que se lo ordenaran, puesto que percibía claramente lo que se ocultaba tras la apariencia humana del acompañante de su amo.
-Comprendo que tengas miedo, pero no pasará nada-quiso tranquilizarlo-Es inofensivo, ¿Ves?-para demostrar su punto tomó de la mano al dragón, quien se sorprendió por el gesto.
Sin embargo, no fue suficiente para convencerlo. El caballo blanco relinchó y con un brusco movimiento de cabeza consiguió que su dueño soltara las riendas, dejándolo libre para galopar lejos del peligro.
Tino dejó escapar una exclamación cargada de frustración. Sabía que viajar con Diamante Asesino así sería difícil sino es que imposible. Pero recorrer todo el trayecto a pie les llevaría aún más tiempo.
-¿Qué se supone que haga ahora?-se lamentó en voz alta.
Pensó que tal vez debería ir solo hasta el gremio, pero no quería dejar a Berwald sin supervisión, quién sabe lo que pudiera hacer en su estado. Podría secuestra a otra princesa, o tal vez algo incluso más drástico con tal de llamar su atención y garantizar que no olvidara su promesa.
-Podemos ir volando-sugirió el más alto, quien hasta entonces se había mantenido al margen.
-No sé si estés enterado, pero los humanos no podemos volar-rebatió sarcásticamente.
-Yo si puedo-conforme hablaba la temperatura a su alrededor se iba incrementando.
-¡No!-le gritó mientras se apresuraba a sujetarlo por los hombros, logrando que se detuviera-Quiero decir, es una buena idea, pero no aquí.
Aún se encontraban dentro de los límites del castillo y era muy probable que alguien los descubriera.
Otra vez fue requerida la ayuda de la princesa Lili. La joven se comprometió a cuidar de Diamante Asesino, el cual estaría a salvo en los establos del palacio hasta que su dueño pudiera ir a buscarlo. Para los demás la explicación sería que el caballo debía reponerse luego de la misión de rescate y no debía viajar hasta que se hubiera recuperado del todo.
Con eso, parecía que el problema quedaba resuelto, pero Tino se negaba a confiarse. Dudaba que Berwald le permitiera usarlo como medio de transporte así como así. Los dragones nunca ofrecían sus habilidades a menos que fueran controlados por alguien más poderoso, o bien a cambio de algo. De modo que cuando se encontraron lo suficientemente alejados, optó por ser directo.
-¿Me dejarás volar contigo, sólo así?-preguntó cauteloso, pero el otro guardó silencio.
Todavía esperaba una respuesta cuando se percató del cambio en el ambiente. Sucedió demasiado rápido. Hubo una súbita explosión de calor. El ojivioleta cerró los ojos y levantó un brazo para protegerse, retrocediendo de un salto. Cuando los abrió, al cabo de unos instantes, unas estelas de humo rodeaban aún el cuerpo de la criatura recién aparecida. Dónde antes se encontrara un simple humano, ahora se alzaba un majestuoso dragón.
Tino instintivamente asumió una posición de lucha y empuño su espada, antes de darse cuenta que si bien la bestia no le quitaba la vista de encima, tampoco no mostraba señales de querer atacarlo. Fue invadido de nuevo por una sensación de dejavú.
-Ven.
Se sobresaltó cuando el dragón desplegó sus alas y lo llamó, volviendo a la realidad y repitiéndose que el dragón...que Berwald era de confianza y no le haría daño.
Se aproximó con lentitud, guardando antes su arma y observándolo con detenimiento. Venciendo su desconfianza habitual, acercó su mano a la cabeza de la criatura, quien la inclinó para que fuera más fácil el contacto.
Era la primera vez que el caballero acariciaba a uno de los seres a los que daba caza. No era del todo desagradable; la piel se sentía algo áspera y rugosa, pero también muy cálida. Había sido enseñado a respetarlos como adversarios poderosos y formidables, pero hasta ese momento pudo de verdad admirarlos. Especialmente cuando notó su reflejo en los ojos de Berwald, increíblemente claros y puros, de ese bello color azul.
-Qué hermoso-expresó en voz alta sin poder evitarlo.
Sin embargo, la magia de aquel sentimiento se desvaneció al tratar de subir en él para continuar con el viaje.
-Creciste, aunque no tanto.
-Cállate-se sonrojó ante su comentario-Para tu información, nunca he tenido este problema con Diamante Asesino-se justificó refiriéndose a la dificultad que representó montarlo, y obviando que su fiel corcel tuviera apenas un tercio del tamaño del otro.
-Yo soy mejor que un caballo-replicó ofendido y para demostrar su punto se lazó a volar, alzándose del suelo con un fuerte movimiento de sus alas.
Tino gritó y se aferró como pudo al cuello del dragón para no caer. Pasaron unos cuantos minutos para que se animara a abrir los ojos. Su temor se desvaneció para convertirse en asombro. Sentir el viento en su rostro y su cabello... atravesar el cielo y las nubes sin ningún inconveniente, todo eso le producía una libertad absoluta que nunca antes había experimentado.
-¡Esto es genial!-exclamó lleno de gozo. La criatura se giró la cabeza rápidamente para mirarlo, de estar en su forma humana, quizás hasta le habría sonreído.
El ojivioleta rió entusiasmado. Definitivamente podría acostumbrarse a esa forma de viajar, si bien estaba seguro esa sería la única vez. De hecho, nunca creyó tener la oportunidad de volar con un dragón de una manera tan pacífica. Se esforzó por reprimir la incomodidad en su pecho. Tenía mil ideas en la mente, todas relacionadas con Berwald. Por una parte, seguía enfadado con él por todos los problemas en que se vio involucrado por su culpa, pero sin su ayuda nunca habría podido experimentar esa grandiosa experiencia y siendo honesto, esperaba no fuera la última.
Dado que en el lugar al que iban abundaban los caballeros como Tino, llegar directamente les fue imposible. Tuvieron que hacer escala en un bosque algo alejado del pueblo, lo que no importó mucho, puesto que de todo el tiempo de viaje, apenas emplearon medio día para llegar ahí.
Tras asegurarse que era terreno seguro, Berwald recuperó su forma humana y entonces Tino aprovechó para hablarle.
-Sobre lo de antes, yo...-dudaba como sacar el tema, pero decidió ser directo-¿Qué quieres a cambio? No me pidas tu corazón porque no se cómo devolvértelo, además te prometí que después de reportarme, te ayudaría.
Para su sorpresa, el dragón le respondió negando con la cabeza, gesto recientemente aprendido y que por lo que entendía, era utilizado como negación.
-Sólo quería comprobar algo-explicó tranquilo para total desconcierto del ojivioleta.
Aunque se moría de curiosidad por saber a qué se refería, otros asuntos más urgentes clamaban por su atención.
Recorrieron el resto del camino a pie, y al entrar al pueblo, el caballero fue sorprendido nuevamente al notar el asombro de su acompañante. Desde que lo conocía, siempre se mostró bastante inexpresivo.
-¿Esto es un nido?
-¿Nido?-repitió confundido.
-Hay muchos humanos-observó lo obvio.
-Es un pueblo, aquí es donde vivimos-le señaló rápidamente las casas y edificios conforme avanzaban.
Cuando llegaron al cuartel general de los caballeros, Tino se apresuró en darle recomendaciones a Berwald.
-Por favor, escúchame bien-comenzó a decirle en voz clara, esperando transmitirle su sentimiento de urgencia-Este lugar está lleno de personas que podrían descubrirte y no dudarían en atacarte, debes ser muy cuidadoso, ¿entiendes?
El dragón esperó un poco antes de asentir.
-Yo sé que no eres peligroso-lo tomó de la mano-pero ellos no van a tomarse la molestia de comprobarlo-y honestamente, hasta hace algunos días, él tampoco lo hubiera hecho, pero borró ese pensamiento para mitigar su culpa por ello-No importa lo que veas o escuches, espérame y no te muevas. ¿Está bien?
Berwald asintió solemne una vez más y Tino suspiró aliviado y le dirigió una pequeña sonrisa. De haberle prestado más atención, podría haber notado como el más alto se sonrojaba.
***
El gremio estaba lleno de gente y con mucha actividad como de costumbre. El ojivioleta saludó rápidamente a algunos de sus conocidos antes de dirigirse a la sala principal dónde se anunciaban las misiones y otras notificaciones importantes. Preocupado por Berwald, deseó con todas sus fuerzas el comunicado no demorara demasiado, aunque se vio obligado a disimular al encontrarse en compañía de sus colegas. Divisó a un hombre rubio y a otro de cabello negro que conversaban tranquilamente y de inmediato se dirigió a ellos. Ambos se mostraron extrañados por su presencia.
-¿Tino?-lo llamó el rubio de cejas pobladas, que además era su superior, al ser un caballero de más experiencia-¿No estabas en una misión? Te esperábamos hasta dentro de un par de días.
-Hola, Arthur-saludó esforzándose por no lucir demasiado nervioso-Digamos que terminé antes de lo previsto-explicó de manera vaga, y después se enfocó en el pelinegro, buscando evadir el tema-Tanto tiempo sin verte, Kiku.
-Que agradable tenerlo de vuelta, joven Tino -respondió con una reverencia.
-No hace falta ser tan formal-le recordó apenado-A fin de cuentas, somos compañeros.
-Me temo que no es posible, ya que usted es mi superior-se justificó.
-Supongo que puedes verlo así...-dejó escapar una risita incómoda-Aunque sólo tengo un año más de experiencia que tú.
-Para alguien como yo, quien aún tiene mucho por aprender, un año de diferencia es invaluable.
El ojivioleta quiso continuar alegando, pero acabó por resignarse. De verdad le agradaba Kiku, era uno de los caballeros más capaces e inteligentes con los que contaban, pero esa formalidad suya a veces lo ponía nervioso. Todavía le era difícil acostumbrarse a ese trato poco común.
-Entonces...-miró rápidamente a su alrededor-¿Nosotros dos somos los únicos?
-No, los que estaban desocupados partieron tan pronto se les explicó lo ocurrido-aclaró Arthur en tono serio, lo cual no hizo más que aumentar la curiosidad de Tino-Pero supongo que puedo informarles a ustedes para no perder más tiempo-hizo un ademán para que ocuparan sus lugares correspondientes-Hace unas semanas...
-...si hubieras pedido indicaciones-dijo alguien afuera de la sala, tras lo cual se escuchó una risa estruendosa.
Arthur estrujó los papeles que traía consigo, seguramente reportes del misterioso suceso, visiblemente molesto, adivinando quién o mejor dicho quienes habían llegado. La puerta se abrió de golpe para dar paso a dos rubios de lentes, ambos prácticamente idénticos en el físico si bien la diferencia de personalidad se hacía evidente, puesto que uno lucía avergonzado por la escandalosa entrada y el otro reía despreocupado, ajeno a las miradas asesinas que le lanzaba su superior por interrumpirlo.
-Un héroe siempre puede encontrar su camino por su cuenta, Mattie... ¡Hey! ¡Hola, Arthur!-lo saludó como si nada.
Alfred y Matthew, hermanos gemelos, ambos caballeros y prácticamente iguales en apariencia. Alfred poseía una considerable fuerza física, además de una gran valentía y habilidad natural con las armas. Matthew por otra parte, era considerado como más prudente, no tan fuerte como su hermano, pero si era un formidable estratega y poseía una gran técnica con la espada. Juntos formaban un extraordinario equipo y compensaban perfectamente los puntos débiles del otro, pero también tenían sus desacuerdos.
-Sólo siéntate y guarda silencio, Alfred-ordenó enfadado el recién llegado-Toma asiento por favor, Matthew-se dirigió más suave al otro gemelo, después tosió para aclararse la garganta y recuperar su aire de severidad-Cómo les iba diciendo, antes de que me interrumpieran...-dirigió el reclamo al rubio responsable-Hace unas semanas recibimos un reporte dónde se nos informaba del ataque a un pueblo por parte de un dragón...
-Cómo si eso fuera alguna novedad...
-Baja los pies de la mesa-reprendió a Alfred y después lanzó una mirada de recriminación a Tino, quien se esforzaba por contener la risa. Kiku, a su lado, lucía tan apenado como si el regaño hubiera sido para él, pero el ojivioleta no pudo evitarlo.
Tino sabía perfectamente lo mucho que Alfred se esforzaba por llamar la atención de Arthur. De hecho, todos en el gremio hablaban de eso. Que Alfred parecía sentir algo por Arthur, era un secreto a voces. Si bien el mayor no se daba cuenta en lo absoluto y peor aún, parecía que el propio Alfred ignoraba el porqué se comportaba de esa forma. ¿Cuán distraído podía ser alguien para no notar sus propios sentimientos? Al final dejó esas reflexiones para otro momento, no quería perderse más de la plática, así que trató de enfocarse lo más posible.
-Recibimos el reporte del ataque de un dragón, curiosamente, no se presentó ningún deceso, únicamente algunos heridos y considerables daños materiales...sin embargo, esta vez sucedió algo único que nunca antes había ocurrido...
Kiku se mantuvo serio y meditando en silencio. Matthew se giró a su hermano y le comentó algo, Alfred simplemente rodó los ojos, todavía sin comprender la causa de tanta alarma. Tino compartía su pensamiento, pero cuando Arthur siguió hablando, su sonrisa se desvaneció de golpe. Por un momento sintió casi como si su corazón fuera a detenerse.
-De acuerdo a numerosos testigos, antes de atacar... el dragón tenía forma humana.
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NOTAS FINALES:
*Dun dun duuuun*
Ahora no hay mucho que agregar. Ya con esto se empieza a mover la historia oficialmente. ¿Quién será el dragón referido al final? ¿Y quién será el hechicero?
Si leyeron hasta aquí, muchas gracias!!!!!
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