2.- Vista al pasado
Tino seguía reflexionando en lo ocurrido: el secuestro de la princesa, la repentina transformación del dragón y la acusación de la criatura hacia él. No tenía ningún sentido.
Por suerte, la princesa no hizo ninguna pregunta cuando dos personas salieron de la cueva del dragón en lugar de una. Por si acaso, el ojivioleta se inventó la rápida excusa de que el otro era en realidad uno de sus colegas quien había acudido en su ayuda. Berwald no hizo nada por desmentirlo y afortunadamente Lili tampoco lo cuestionó, de modo que hasta ese punto todo pareció ir bien. Al menos así fue hasta que llegaron al castillo.
Obviamente, el príncipe Vash no iba a ser tan fácil de engañar, y de hecho ya sospechaba que algo raro ocurría. Si se llegaba a conocer la verdad, la reputación de Tino como caballero quedaría arruinada. Incluso podría pensarse que fue él quien mandó secuestrar a la princesa para así quedar como un héroe al salvarla. Tenía definitivamente un grave problema que esperaba ser capaz de resolver pronto.
Fulminó con la mirada al rubio responsable de su desgracia. Primero debía conseguir unas cuantas respuestas.
-Creo que tú y yo tenemos una plática pendiente.
-No.
-¿No?-repitió algo más enfadado.
-Tienes que regresarme mi corazón. Entonces me iré.
-Lo haría si pudiera, en verdad que sí-suspiró exasperado. Lo cierto es que era como hablarle a la pared-Pero no puedo hacerlo porque no tengo tu corazón, no te he robado nada, no me culpes por algo que no hice.
-Nadie más pudo haberlo hecho- lo rebatió sin dudarlo.
-¿Por eso secuestraste a la princesa?-el más alto asintió-¿Tienes idea del daño que pudiste ocasionar...y el problema en el que estoy metido por tu culpa?
-No lo habría hecho si no me hubieras robado.
-¡No te robé...!-se interrumpió de golpe, recordando dónde estaban y se obligó a bajar la voz, todavía preocupado que pudieran oírlos, a pesar de las precauciones que tomó- No te robé nada, ¿cuántas veces quieres que te lo repita?
Para ese punto Tino ya comenzaba a impacientarse, y le irritaba más saber que el dragón, Berwald (si es que ese era su nombre real), estaba tan tranquilo y calmado. ¿Es que acaso era incapaz de mostrar algún tipo de emoción?
-No lo recuerdas-dijo a manera de afirmación-No me recuerdas-pronunció después en tono de acusación.
Ante lo último, el ojivioleta arqueó una ceja. Por un momento le pareció percibir algo de resentimiento en la voz del otro, aunque lo descartó de inmediato, porque desde su punto de vista, no existía ninguna razón para ello.
-No te ofendas, pero he peleado con muchos dragones-hizo una pausa para buscar en su memoria sin ningún resultado- Nunca con uno que tomara forma humana, así que puedes estar seguro que si te hubiera visto antes, definitivamente te recordaría.
Hubo una pausa que le pareció eterna. No podía determinar si lo había hecho enfadar, dado que el rostro de Berwald era una máscara perfecta de fría inexpresividad. Por precaución, llevó discretamente su mano hacia su cinturón, donde llevaba una daga de la que por si acaso, nunca se separaba.
-Creciste.
Aquel comentario lo tomó completamente por sorpresa.
-¿Qué?...Pero, cómo...
Por primera vez en todo ese tiempo, Berwald se mostró emocionado. O quizás pudo ser la imaginación de Tino lo que le hizo creer ver como el más alto se relajaba y en sus ojos aparecía un brillo inusual.
-¿Fuiste tú?-consiguió preguntarle luego de reflexionarlo cuidadosamente unos instantes-El primer dragón contra el que pelee...
Berwald asintió sin decir nada y Tino también guardó completo silencio. Su mente voló a aquella época dónde no era más que un niño decidido a llevar a cabo una hazaña imposible, o bien a morir en el intento.
Cuando tenía doce años, su madre, su única familia, enfermó gravemente. Su padre había muerto hacía tiempo y él y su madre hacían lo que podían para mantenerse trabajando en sus pequeñas tierras. El dinero y la comida escaseaban, era una época difícil y todos los médicos y curanderos llegaron a la conclusión que esa era una enfermedad incurable. Pero quedaba una pequeña posibilidad.
La sangre de dragón poseía propiedades medicinales increíbles. Se decía que era capaz de curar cualquier padecimiento, incluso devolver la salud a aquellos que estuvieran al borde de la muerte, siempre y cuando pudiera conseguirse y eso era extremadamente complicado. Nunca ningún dragón había sangrado voluntariamente por un humano, por lo que la única forma para obtener la cura milagrosa, era enfrentándolo. Los caballeros eran los únicos con la suficiente preparación como para poder hacerlo y tener éxito, pero sus servicios tenían un precio, un precio que Tino no era capaz de pagar.
Desesperado y sin tener a nadie a quién recurrir, se las ingenió para robar la espada de uno de aquellos guerreros y partió decidido a pelear una batalla dónde lo tenía todo en contra. De eso hacían ya diez años y no sólo logró sobrevivir, sino que además obtuvo la sangre de dragón necesaria para salvar a su madre.
Contempló a Berwald. Así que él era ese dragón. Sin embargo, aún no comprendía a qué se refería cuando lo acusaba de robarle el corazón.
Tino se visualizó a sí mismo como un niño bajo de estatura, más bien débil y escuálido, que sostenía con dificultad aquella gran espada. Su expresión era fiera, lo que contrastaba enormemente con los temblores de terror que le sacudían todo el cuerpo. Sin ninguna duda era una presa fácil. La bestia no tenía más que lanzarse sobre él y se lo tragaría de un solo bocado sin el menor problema.
-No hiciste el menor intento por atacarme-comentó en un hilo de voz, que sin embargo el otro pudo oír perfectamente-Pudiste haberme matado.
-Tenía curiosidad-respondió con calma-Me buscabas a mí, no a mis tesoros. Además, me hablaste.
Fue entonces que el ojivioleta recordó la inmensa cantidad de oro, gemas y otros tantos objetos de igual o mayor en la cueva del dragón. Montañas y más montañas de cientos de riquezas llenaban todo el lugar. Ciertamente, habrían tentado a cualquiera; bastaba tomar un puñado de aquello para volverse increíblemente rico. Pero Tino lo ignoró por completo, su objetivo era muy diferente.
-Necesitaba tu sangre para salvar a mi madre- sintió cómo el corazón le latía más aprisa por alguna razón. Berwald se mantuvo en silencio -Lo demás no era importante.
Así se lo había hecho saber en ese momento años atrás, explicándole su complicada situación y el porqué de sus acciones, y suplicándole que lo ayudara aunque no estaba seguro de si la criatura podía entenderlo. En ese entonces había estado tan asustado, asestando golpes a diestra y siniestra esperando que alguno diera en su objetivo. Y en cierta forma, tuvo éxito.
Cuando el dragón intentó sujetarlo entre sus garras, consiguió herirlo justo en los ojos, dándole apenas el tiempo necesario para hundir la punta de la espada en el pecho de la criatura e impregnar la hoja con su sangre.
-Supongo que debería darte las gracias por no devorarme-dejó escapar una risita corta y un tanto forzada cargada de nerviosismo, para después ponerse serio-Aún cuando te ataqué y te herí, me dejaste ir... ¿Por qué?
Le tomó años de entrenamiento comprender lo afortunado que fue en esa ocasión. Sí, pudo haber cegado al dragón por pura suerte, pero la bestia aún disponía de sus otros sentidos, sin mencionar su poder para lanzar fuego y la habilidad natural de volar. Los dragones eran criaturas orgullosas en exceso, de ninguna manera un simple humano, un chiquillo insignificante como lo fue él en ese entonces habría podido escapar tras cometer la grave afrenta de lastimar a uno, especialmente a uno tan grande y majestuoso como lo era Berwald. Dejarlo libre no le acarreaba ningún tipo de beneficio, ¿entonces por qué? ¿Por qué dejar escapar a una presa tan fácil de atrapar?
El más alto se le acercó, lo que de inmediato hizo que Tino se pusiera en alerta, pero lo único que hizo fue mirarlo directamente a los ojos. El caballero sintió un escalofrío, no seguro de cómo interpretar aquella reacción. Para cuando Berwald pareció dispuesto a hablar, fueron interrumpidos por unos golpes en la puerta. Se trataba de Roderich, el consejero del príncipe Vash.
-¿Está todo en orden?-preguntó cortésmente, presintiendo que había interrumpido algo importante.
-Todo está bien- intervino rápidamente el caballero, sonriendo de manera un tanto forzada y dándole una rápida mirada de advertencia al otro rubio para que evitara hacer algún comentario imprudente.
-Sólo quería informarles que el banquete está listo, por instrucción de la princesa, vendrán sirvientes para ayudarlos a alistarse a ambos.
-¿Ambos?-repitió confundido y temeroso el ojivioleta, señalándose primero a él y después a Berwald, quien imitó el mismo ademán, aunque el otro no se dio cuenta de eso.
-Dado que es tu asistente y colaboró en el rescate, su alteza la princesa Lili, imaginó que sería bueno que estuviera presente en el banquete para agradecerle también-explicó tranquilamente Roderich- ¿Acaso hay algún problema?
Preocupado porque que una negativa pudiera verse demasiado sospechosa y que además contrariara a la princesa, Tino se obligó a asegurar una vez más que todo estaba perfectamente bien y que tanto Berwald como él estaban emocionados y asistirían al banquete sin falta. De cualquier manera, antes de que la celebración real iniciara, optó por tener una rápida conversación con su "asistente", esperando convencerlo de comportarse de manera apropiada y que se abstuviera de llamar la atención. Lástima que el dragón, ahora humano, se negó rotundamente a tomar en cuenta sus recomendaciones.
-No creo que entiendas lo que puede pasar si te...si nos descubren-corrigió a último momento de mala gana. Por más que quisiera negarse a aceptarlo, tenía que aceptar que también él estaba en problemas.
-Eso no interesa, sólo quiero mi corazón-repuso obstinadamente y el otro de nuevo sintió el impulso de gritar.
Al parecer eran necesarias medidas drásticas.
-Mira, si la gente se da cuenta de que eres...de lo que eres realmente-bajó la voz en esa frase-Los dos seremos apresados y nunca recuperarás tu corazón.
Berwald lo miró en silencio, meditando cuidadosamente sus palabras
-Sólo tengo que destruir el castillo.
-¡No!-exclamó, ocasionando que algunos sirvientes que llevaban la comida para la fiesta se detuvieran a mirarlos. El ojivioleta se obligó a disimular lo ocurrido-Es que... no puedes bailar con la princesa... puedo hablar con ella para convencerla si así lo deseas...-habló lo primero que se le vino a la mente, esperando a que los espectadores dejaran de prestarles atención y siguieran con su trabajo-No puedes hacer eso.
-Si puedo-insistió el dragón.
Tino una vez más pensó en lo frustrante que era tratar de lidiar con alguien...algo que carecía de lógica y sentido común humanos. Definitivamente era mil veces más fácil pelear con dragones que razonar con ellos.
-¿Está todo bien?
El caballero se vio obligado a fingir que no había ningún problema ante el consejero del príncipe.
-Sólo estábamos conversando-explicó rápidamente.
-Me enviaron a informarles que el banquete está por empezar-contempló fugazmente al más alto por unos segundos, para al final dirigirse al caballero- Por favor vengan conmigo.
***
Roderich los condujo al gran salón mientras les explicaba el protocolo que Tino conocía de memoria:
Primero entrarían el príncipe y la princesa, ocupando sus tronos correspondientes, después serían llamados el caballero y su leal asistente, a los cuales les serían dirigidas unas palabras de agradecimiento por parte del príncipe Vash (cuyo discurso fue revisado por su consejero, quien se encargó de eliminar la frase "pudiste haber sido más rápido en el rescate" que no dejaba de repetirse a lo largo del mismo) y les serían entregados presentes simbólicos elegidos por la princesa persona, quien finalmente concedería a su caballero salvador un baile.
El ojivioleta decidió hacer un último intento.
-Por última vez, por favor, escúchame-pidió, prácticamente suplicó y no era para menos, su trabajo y toda su reputación estaban en juego-Haz lo mismo que yo, no pueden descubrir qué eres realmente, nos meteríamos en problemas...sería peligroso si se enteraran...y no, destruir el castillo no es una opción-se anticipó a lo que seguramente diría-Necesito que trates de ser lo más humano posible sólo por esta noche y te prometo que haré cuanto esté de mi parte para que recuperes tu corazón.
Berwald se limitó a mirarlo en silencio, pero para cuando finalmente se decidió a hablar fueron convocados ante los príncipes.
Tino, cumpliendo con la costumbre, realizó una respetuosa reverencia y experimentó un inmenso alivio cuando de reojo notó que Berwald lo imitaba.
Bajo otras circunstancias habría encontrado muy divertido el discurso de Vash, con Roderich a su lado tosiendo cada vez que escuchaba una frase que consideraba inapropiada y descortés e inmediatamente después corrigiéndola por otra más diplomática, y la princesa cubriéndose la boca con la mano para disimular una sonrisa. Su preocupación por lo que pudiera realizar su acompañante era demasiada, pero pronto regresó a la realidad cuando la jovencita rubia se acercó a ellos.
-Me gustaría concederles estos regalos en compensación por haberme salvado-dijo solemne, entregándoles un pequeño cofre de madera bellamente decorado a cada uno-No es la gran cosa, pero les ruego que por favor lo acepten.
El dragón con forma humana miro el suyo confundido, dudando que hacer con él, menos mal Tino se dio cuenta y le mostró como abrirlo. Dentro se encontraba una piedra preciosa: un magnífico rubí con forma de corazón. Los dos se mostraron sorprendidos, pero por diferentes razones. Uno por lo hermoso de aquella joya y el otro por el simbolismo oculto del regalo.
Su oportunidad para preguntarle no tardó en llegar. De pronto se escuchó música, señal de que el baile entre la princesa y el caballero había llegado.
-Necesito hablar con usted de lo ocurrido-susurró discretamente y la joven asintió, como si ya se lo esperara-¿Berwald te...le contó algo?
-Tuvimos suficiente tiempo para conversar. Lo que hizo no fue correcto, pero le recuerdo que nadie salió herido-respondió en el mismo tono quedo-En verdad nunca hubo ningún peligro, admito que sí me asusté, aunque él me prometió dejarme libre de cualquier manera si no encontraba a quién buscaba.
Tino tenía algunas dificultades para seguir el ritmo de la música y conversar sin ser descubierto, especialmente cuando ni Vash ni Berwald dejaban de vigilarlo celosamente. Aún tenía demasiadas dudas. Le resultaba increíble que la princesa confiara en las palabras de un dragón sin ningún problema, si bien decidió dejar eso de lado y enfocarse en otro punto más importante.
-¿Era a mí a quién buscaba? ¿Le dijo por qué motivo?-quiso saber sin darse cuenta que alguien se acercaba hacia ellos.
Antes que Lili pudiera responder, la música cesó de pronto. El ojivioleta se sintió aterrado al percatarse que quien los había interrumpido era Berwald. Lo que era peor, el resto de los asistentes contemplaban la escena claramente perplejos.
-Suficiente-sentenció severo, ajeno a los cuchicheos y murmullos que su imprevista acción ocasionó.
-Te dije que esperaras-lo reprendió, ideando algún modo que le permitiera arreglar la situación.
-Dijiste que hiciera lo mismo que tú-señaló el dragón, mirándolo primero a él y después a la princesa.
-¿Quieres bailar?-cuestionó incrédulo sin ocultar su sorpresa, la cual se convirtió en confusión cuando el otro lo jaló, apartándolo de la joven y asumiendo la misma posición de baile que momento atrás el caballero hubiera tenido con ella.
Tino palideció y se quedó paralizado sin saber cómo reaccionar. Decir que aquello fue inesperado era poco. Ni siquiera se atrevió a mirar a su alrededor, preocupado por lo que el príncipe pudiera estar pensando en esos momentos. ¿Cómo reaccionar ante lo que estaba pasando? ¿Debería reprenderlo, disculparse con los príncipes o sólo salir corriendo? Sin embargo, justo cuando estaba a punto de llevar a cabo la última opción, Lili decidió intervenir.
-Si se trata de bailar con quien deseemos...-comenzó a decir, poco a poco atrayendo la atención de todos en el salón-Roderich, ¿te importaría acompañarme?-ofreció su mano al de lentes, quien se encontraba justo al lado de un muy contrariado y ofendido Vash.
-Sería un honor, Alteza-respondió aceptando su invitación y suspirando resignado ante la expresión indignada del príncipe.
Los músicos volvieron a tocar y el resto de los invitados, motivados por la acción de la joven, se unieron a las parejas en la pista, olvidando al menos de momento lo ocurrido. Todos, excepto Tino.
-Pensé que teníamos un acuerdo-lo reprendió nuevamente, si bien en medio de su enfado fue capaz de notar lo bien que Berwald era capaz de seguir el vals y que contemplaba de reojo a las parejas a su alrededor, casi como buscando tomarlas de referencia.
-Dijiste que no debía hacer nada sospechoso-corrigió, viendo como Roderich hacía girar graciosamente a la princesa e imitándolo de manera un poco más torpe con Tino y haciéndolo chocar con otra pareja, para total bochorno del otro-Esto no es sospechoso, es bailar.
El ojivioleta se mordió la lengua. Lo que menos quería era volver a llamar la atención. Divisando que Vash se encontraba bailando con su hermanita, optó tomar la oportunidad para hacer una retirada momentánea y conversar nuevamente con su asistente, para lo cual lo tomó de la mano en un acto reflejo, guiándolo hasta el balcón, esperando que nadie los interrumpiera.
-Necesitamos aclarar un par de cosas-le habló lo más claro y tranquilo que le era posible-Tienes que dejar de hacer eso, eres humano ahora, no puedes sólo... ¡Deja de ignorarme!-lo sujetó por los hombros al percatarse que no le hacía ningún caso, puesto que el más alto parecía demasiado ocupado viendo su mano.
En respuesta, Berwald lo observó fijamente aunque sin cambiar su expresión, por lo que Tino no pudo precisar si lo había enfadado, pero esa mirada bastó para recordarle con quién... con qué estaba tratando realmente. Sintió un escalofrío, pero nunca agachó la cabeza ni retrocedió, esforzándose por mantenerse firme.
-Tú quieres tu corazón y yo quiero regresar a mi vida normal-enumeró los deseos de ambos de manera pausada, pero clara-Si seguimos así no llegaremos a ninguna parte, ¿me comprendes?-el dragón asintió en silencio-Bien, si queremos lograrlo, entonce tenemos que trabajar juntos. Eso quiere decir que si yo te ayudo, tú...-lo soltó al fin para después señalarlo- Debes poner de tu parte y evitar hacer cosas que llamen demasiado la atención y te pongan en evidencia.
-¿El baile?-cuestionó el dragón, interviniendo por primera vez en la práctica.
-El baile, correcto-lo felicitó por su deducción. Por un momento pareció que Berwald tenía la intención de decir algo más, pero el ojivioleta se apresuró a continuar, aprovechando que habían alcanzado un cierto nivel de entendimiento- Trata de no hablar a menos que yo te lo indique, recuerda que se supone que eres mi asistente. No puedes mencionar, ni siquiera insinuar que eres...que no eres humano y... ¿Qué es eso?
De pronto se dio cuenta que algo brillaba en la muñeca del más alto, quien orgulloso le mostró una preciosa pulsera de oro puro con amatistas, misma que Tino podría jurar nunca haberla visto antes.
-¿De dónde sacaste eso?-preguntó temeroso anticipando la respuesta.
Berwald indicó con toda calma el interior del salón, específicamente la pista de baile donde aún se congregaban numerosas parejas.
-La robaste-más que una pregunta, era una afirmación.
-Es mía, brilla y es bonita-repuso el dragón contemplando la joya, y el otro no pudo resistir el impulso de darse una fuerte palmada en la frente.
-La robaste-repitió en un susurro tras comprobar que seguían solos-¿Tienes idea del problema que puedes ocasionar? Vas a devolverla ahora.
-Es mía, mí botín-insistió tercamente, apartando la mano cuando el ojivioleta hizo el ademán de arrebatarle la pulsera-Yo me la gané, es mía.
En ese punto, Tino decidió que habían sido suficientes negociaciones. Hastiado y cansado, se le lanzó encima con intención de arrancarle la joya. Lo inesperado de tal acción tomó desprevenido a Berwald, además de molestarlo, pero igualmente reaccionó demasiado tarde.
De pronto ambos se encontraron forcejeando en el suelo. Era sólo cuestión de tiempo para que el ruido de la pelea atrajera a alguien del interior y peor aún, el caballero sentía una intensa ola de calor proveniente del rubio más alto que se hacía más fuerte con cada momento transcurrido, como si estuviera a punto de estallar en llamas, una peligrosa y probable señal de que la criatura seguramente trataba de recuperar su forma original.
La mente de Tino trabajaba a toda velocidad buscando idear alguna manera sobre cómo impedir el inevitable desastre, cuando un sonido le hizo alzar la mirada. Justo ahí se encontraba el consejero del príncipe, observándolos con expresión seria y desaprobatoria.
-Lamento interrumpir, pero no me parece muy apropiado que los invitados de honor desaparezcan de su propio festejo-los reprendió acomodándose los lentes.
El ojivioleta se percató de su posición: él sobre el otro y ambos con la ropa y el cabello desordenados...era más que obvio lo que Roderich pensó estaban haciendo.
-¡No es lo que parece!-exclamó poniéndose de pie de un salto, para después contemplar a su asistente, comprobando aliviado que el calor intenso en el ambiente había desaparecido.
-No soy nadie para criticar-continuó hablando el castaño, pasando por alto sus excusas-Comprendo que después de su misión ustedes quieran...pasar algún tiempo a solas...-tanto él como Tino se ruborizaron. Berwald mientras tanto, aún quería recuperar la pulsera que le habían quitado y se movió rápidamente hacia él otro rubio extendiendo un brazo para sujetarlo sin éxito y con tal mala suerte, que fue nuevamente malinterpretado-Pero me permito recordarles que este no es un lugar apropiado para...ese tipo de actividades, por lo que debo insistirles regresen a la fiesta.
El ojivioleta se disculpó otra vez y tras entregarle la joya a Roderich (argumentando que la encontró tirada), regresó al salón prácticamente arrastrando a Berwald detrás de él, quien seguía sin comprender por qué le habían arrebatado aquel objeto tan bonito. Sin embargo, bastó una sola mirada de advertencia por parte de Tino para que olvidara aquello, lo que convenció todavía más al dragón que era ese pequeño humano el ladrón que tenía su corazón.
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NOTAS FINALES:
Segundo capítulo arriba y esta vez más largo. Con suerte lograré mantener más o menos esta misma extensión.
Ya se muestra más o menos para dónde va la historia. Hay un poco del pasado de Tino y de lo que pasó entre él y Berwald entonces, pero se irá viendo un poco más en futuros capítulos.
Si leyeron hasta aquí, muchas gracias!!!
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