«Una invitación»

15/09/10

Matt salía de la biblioteca siete minutos antes de que tocará la sirena, caminando por los pasillos alguien comenzó a seguirlo y tras girar una esquina se paró esperando a que la persona la doblara. Iba a plantarle cara hasta que vio que se trataba de Abel, el joven lo miró con seriedad mientras Matt fruncía los labios, ese joven iba a conseguir que su corazón se saliera de su pecho si seguía asustándolo de esa manera.

—Te invito a almorzar. ¿Quieres? —preguntó Abel. Automáticamente​ Matt relajó su rostro, ¿en serio quería invitarlo a almorzar?

—¿Por? —inquirió Matt con otra pregunta, era extraño que alguien que recién conocía le invitará a algo.

—Por lo de ayer —Matt se relaja aún más, tras una pausa añadió—, me lo pasé muy bien fastidiándote.

El joven rápidamente recuperó la dureza en el rostro, ahora sí pensaba que le estaba tomando el pelo.

—Venga no tengo todo el día. ¿Qué dices? —volvió a preguntar mientras lo atosigaba.

—Te va a costar caro —respondió Matt. Si se va a vengar, que al menos sea a lo grande o en este caso a lo caro.

Y así es como los dos jóvenes han terminado en la cafetería.

Educadamente Abel deja pasar primero a Matt mientras le aguanta la puerta, el joven aún con desconfianza entra y observa a los chicos del equipo de fútbol.

Adrián lo observa y simplemente alza un poco la mano a modo de saludo. Su rostro arrugado le indica a Matt que algo anda mal, con Adrián, ¿el qué?, un enigma para su mente.

—¿Qué quieres? ¿Un refresco, agua, zumo? ¿Un bocadillo, patatas, golosinas? Lo que quieras, en serio —pregunta Abel poniéndose en su campo de visión evitando así que continúe vislumbrando a Adrián. Matt mueve la cabeza y dirige su mirada hacia Abel, sus ojos negros escondían pequeños puntos verdes casi imperceptibles a simple vista, Matt los observa durante un momento, pero Abel interviene su observación—. ¿Qué quieres? —vuelve a preguntar.

El joven suspira exhausto.

—Tomaré una Coca-Cola. ¿Si es de su sumo gusto pagarla? —responde Matt haciéndose el fino, le encantaba ver la cara de la gente cuando habla de manera refinada y antigua. Para muchos es difícil entender el significado de algunas palabras que él utilizaba y utiliza eventualmente.

—Me temo señor que si es de mi sumo gusto rentarla. Por mi gusto no hay problema —replica Abel, observa como Matt alza una ceja. ¿Impresionado, Matt? Claro que sí, poca gente le sigue el juego cuando comienza a hablar así, e incluso algunas veces su madre se ha perdido cuando su hijo se pone a conversar con ella de esa manera. Abel lo ha sorprendido gratamente, deslumbrándolo con su palabrería exquisita—. ¿Sorprendido? —pregunta finalmente tras observar al joven por unos segundos, Matt simplemente agacha la cabeza indicando un sí.

Abel se cuela entre la avalancha de personas que se congregan alrededor del mostrador, Matt intenta verlo, pero se le hace meramente imposible. El joven es muy raro, pero le cae bien, no mucho, aunque sí lo suficiente como para estar a su lado. Mira en la dirección que se encuentra Adrián y lo observa tumbado sobre la mesa con los brazos cruzados.

Abel intenta conseguir su almuerzo y el de Matt, la larga cola le da igual lo único que quiere es colarse entre las personas y llegar lo antes posible. Sabe que le espera alejado de la multitud, todos son agobiantes, ahí unos contra otros en un espacio muy reducido. Matt espera paciente, pero tarda demasiado así que se sienta en una silla.

—Me aburro —Adrián se sienta al lado de Matt, este gira y lo observa—. ¿Quién es ese pavo? —pregunta señalando a la gran mole de personas que se mueve lentamente.

—¿Con el que he venido? —pregunta al ver la cola. Adrián asiente—. Es Abel un amigo. —No sabe si decirle amigo al joven, apenas lo conoce.

—Que viejo. ¿No? —insiste Adrián, es exactamente lo mismo que pensó Matt cuando conoció a qué curso iba.

—Solo tiene dieciocho —responde no muy seguro, podría tener diecisiete o diecinueve, pero dieciocho le parece la edad indicada edad.

—Viejo —dice seco Adrián riéndose del joven que no se encuentra presente.

—Por lo menos es agradable. —Adrián mira por un momento a Matt, ¿debería de sentirse atacado? Porque no lo hace.

—Lo que tú digas, y yo soy muy agradable —habla Adrián levantándose de la mesa y marchándose. Matt lo observa sin decir nada, que infantil, se va para tener la última palabra.

—Ten —dice Abel entregándole su refresco.

—Gracias —Matt agarra y abre la lata.

—Parece que va a comenzar a llover otra vez —comenta Abel cuando se sienta al lado de Matt intentando comenzar una conversación, el ambiente seco deja mucho que desear.

—Sí —responde simplemente no ve cómo continuar la conversación.

—¿Qué haces esta tarde? —pregunta Abel dándole un pequeño golpe al hombro de Matt.

—He quedado con un amigo para entrenar, y también veré el entrenamiento de las chicas en el campo de baloncesto —responde este mientras da un sorbo a su refresco.

—¿Y después de eso qué haces? —vuelve a preguntar el joven insistentemente, se nota que quiere tener relación con Matt.

—Luego es demasiado tarde así que me voy a la cama —ríe Matt mirando al otro quien vira sus ojos.

—Pero si es viernes. ¿No puedes quedar hasta tarde? —pregunta Abel observando al otro joven, ya tiene dieciséis años debería de poder hacer lo que quiera. ¿No?

—No sé, podría preguntarle a mi madre —murmura Matt mirando la lata—. Pero ella es la que manda —finaliza rodando el objeto sobre su vértice.

—Bueno si te deja avísame —dice Abel levantándose.

—¿Cómo te aviso? —inquiere Matt alzando una ceja.

Abel parece decaer con sus luces. Abel quien tenía intención de marcharse dejando a Matt con las palabras en la boca se gira y lo observa, ha cometido el error de olvidarse y no darle su número a Matt.

—Búscame en la tienda de comestibles del otro día —responde Abel chuleando por su rápido razonamiento.

Matt lo mira con mala cara, las pocas luces que le quedaban se fueron por el váter.

—Vale —habla Matt tras ver que el chico no baja su ego.

Abel sale de la cafetería alzando el mentón a modo de despedida. Matt mira la lata, pero qué cosa más rara. Desvía la mirada a la ventana y observa como Abel lo mira antes de entrar en el edificio de bachillerato, le saluda con la mano y le devuelve el saludo. La sirena ha sonado y él apenas la ha escuchado, es el único que queda en la cafetería sentado.


Matt camina hasta el aula de Tecnología, toma asiento a la espera de que la profesora llegue.

—Has tardado —resalta Andrea Gómez lo evidente.

—No me digas —menciona el sarcástico, desde que ha conocido a las jóvenes a comenzando a ser más divertido y abierto, diciendo lo que piensa sin filtro alguno.

—No eres su madre —réplica Iris entrando por la puerta.

La profesora llega y se ponen a dar clase. Algo no muy divertido; engranajes, cintas, motores, pilas. Demasiado complejo, pero aun así Matt presta toda su atención.

Adrián de vez en cuando le observa pues aún continúa impresionado por su gran capacidad de atención.

La clase termina con un trabajo gráfico para el fin de semana; planificar la creación de un coche a motor con faros. Para Matt pan comido, para Adrián misión imposible. Todos marchan a clase para dar con José Manuel, Inglés.

—Ahora Inglés, creo que voy a dormir —avisa Andrea G. poniendo los brazos detrás de su cabeza.

—No te has depilado —dice Luz al ver las axilas de Andrea. Gómez en respuesta baja los brazos y fulmina con la mirada a la joven.

—Es libre de depilarse si quiere —respalda Iris.

—Los chicos no os depiláis. ¿Por qué? Vuestras axilas dan repelús —pregunta Andrea Gómez intentando ver las axilas de Matt.

Este al ver su acción aprieta los brazos contra sus costados.

—No lo sé, nunca lo he hecho —responde el joven entrando por la puerta.

Los alumnos se sientan en sus sitios y esperan al tutor.

—Deberías intentarlo alguna vez con cera —dice Luz sonriendo, algo muy inusual en ella.

—¿Duele? —pregunta Matt con precaución.

—Al principio molesta, pero con el tiempo lo ignoras —responde Andrea G. mirando al joven.

Las chicas saben que duele, aunque prefieren seguirle el juego Luz.

—Ahh... ¿Las chicas por qué os depiláis? —pregunta ahora él, siempre lo vio como algo extraño.

—Para no tener pelos, eso te hace más bonita —responde Iris con un cierto tono de desagrado.

—No todas se depilan, hay algunas que les da igual lo que piensen de ellas —reafirma Luz.

—No entiendo eso último, ¿a qué te refieres? —pregunta Matt confundido.

—Algunas personas critican a otras si no se depilan —responde Andrea G. alzando otra vez los brazos.

—Eso es algo estúpido debería de ser voluntario —dice el joven indignado.

—Tú lo has dicho debería, al principio te dices que lo haces por ti, pero luego si lo piensas bien te das cuenta de que lo haces para agradar a los demás. Es algo extraño, hay algunas que simplemente les gusta tener la piel suave —finaliza Iris con algo de angustia, simplemente siente que la depilación se ha convertido en algo normal en su día a día.

Matt se reacomoda en su asiento mirando al frente, solo le quedan dos clases, Inglés y Música, después ya solo tendrá que entrenar con las chicas y Adrián, y finalmente ir a buscar a Abel.

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