«Primer nefasto día»
11/09/10
—¡Adrián despierta o llegarás tarde! —su padre alza la voz aporreando la puerta de manera efusiva intentando despertar al joven.
—Una hora más... —responde moviéndose entre las sábanas.
—Ni una hora más, te levantas ya o llegarás tarde al instituto —esta vez es su madre entrando al cuarto y subiendo la persiana.
—¿Mamá qué hora es? —pregunta frotándose los ojos con los puños cerrados.
—Las siete y veintiséis. Así que jovencito, ya te estás arreglando para marcharte —responde ella peinando a su hijo el cual tiene un montón de remolinos por el pelo.
—Vale mamá, pero sal de la habitación que estoy en calzoncillos —Adrián señala la puerta. Su madre suelta una risa al tiempo que se levanta para salir.
—Hijo no tienes nada que yo no haya visto, te limpiaba el culo cuando eras un bebe —enfatiza saliendo por la puerta al tiempo que la junta. Adrián se tapa los oídos no queriendo escuchar lo que dice su madre, le hace pasar vergüenza.
Se levanta de la cama pegando un bote, abre los cajones de su cómoda y saca la ropa necesaria. Se viste y agarra las mochilas, primero la del instituto y después la del fútbol. Visualiza a su padre y a su madre sentados en la mesa desayunando. Mira el reloj de pared y observa la hora, las siete y cincuenta. Si no sale ya de casa no llegará a tiempo a su primer día de instituto.
—Mamá, papá, me marcho —avisa pasando rápidamente por la cocina y agarrando un par de galletas que hay en el tarro.
—¿No desayunas nada? —pregunta su padre alzando la vista del periódico.
—No, no tengo tiempo —explica Adrián saliendo por la puerta, mostrándole el par de galletas para que sepa que no se va con el estómago vacío. Comienza a correr por las calles intentando llegar a tiempo aunque cuando ve la entrada del instituto sus esperanzas se van al garete. La verja medio cerrada indica que todos los alumnos ya están en sus clases. Suspira y observa las listas, 4°E por lo menos no le toca con su novia, piensa sintiendo un peso menos encima. A veces Susana puede llegar a ser muy pesada e incluso cargante.
Avanza por los pasillos a toda prisa hasta que un joven se le cruza preguntándole dónde se encuentra la clase de 4°E, decide responderle con un simple "SÍ" y tirar de él. En este momento no le parece que lo más indicado sea una presentación, sino llegar a clase.
Cuando llegan a clase toca a la puerta para después soltar la mano del joven, lo hace todo en automático. Toma asiento con sus amigos al fondo de la clase mientras que el otro joven se posiciona delante con Iris. Algo en el joven llama su atención, tal vez sea por la extraña situación en la que se han conocido o por la belleza inexplicable del joven. Adrián lo observa durante un momento mientras sus amigos le hablan. Sus ojos color miel se cierran cada vez que pestañea, su cabello rojizo hace juego con las pecas que adornan su nariz, pero lo más increíble de ellas es que apenas son visibles desde la lejanía. El propio Adrián tiene y son de color marrón oscuro, tirando a casi negro, sin embargo las del otro joven son solo visibles cuando la luz les da de forma directa.
—¿Adrián me estás escuchando? —pregunta uno de sus compañeros pasando una mano por delante de su rostro.
—Sí, sí. ¿Qué decías? —pregunta él algo confundido volviendo a la realidad, ladea un poco la cabeza.
—¿Qué si esta tarde hay entrenamiento? —repite el joven apoyándose sobre las dos patas traseras de su silla.
—Claro Carlos —Adrián señala su mochila de entrenamiento. Carlos asiente y comienzan a prestar atención a la clase ignorando la discusión que ocurre delante entre Rebeca y Andrea.
Tras un par de horas de clase observa cómo el joven extraño comienza a hablar con Iris, se siente aliviado pues ve que tiene a alguien con quien hablar.
Da la hora del patio así que todos salen. Caminando con toda la tropa llegan hasta sus bancos del almuerzo.
—Amor, hola —Susana salta del banco regalándole un corto beso, como de costumbre.
—¿Qué pasa pequeña? ¿Vendrás esta tarde a verme entrenar? —pregunta él pasando su brazo por encima del hombro de la joven.
—Claro, como siempre —ella se deja llevar por él—. Además después del entrenamiento me gustaría hablar contigo de algo —finalizan sentándose junto al equipo de fútbol.
Durante el recreo los alumnos del instituto se dedican a cotillear sobre los demás, por un lado los Frikis y Emos; estos se juntaban en un solo grupo, luego los normales; estos abarcaban los que sacan notas normales y bajas, en penúltimo lugar tenemos al equipo de baloncesto formado por: Miriam la capitana, Andrea Gómez, Iris, Andrea Molina, Cristina, Claudia y Sheila aunque la última integrante siempre se encuentra lesionada o enferma, pero no por eso deja de ser una pieza crucial para el equipo, por último tenemos al equipo de fútbol: Adrián, Carlos, José, Antonio, Maiquel, Pablo, Óscar y Salvador y a sus cinco "animadoras" o a si las llaman el resto de alumnos: Susana la manda más ella resalta por sí misma además es la que más atención reclama, Rebeca la segunda al mando y fiel amiga de Susi, luego vienen Alejandra, Carla y Astrid, "soldados rasos" según las demás personas.
Las "animadoras" y los futbolistas eran dos grupos diferenciados, pero hace casi un año cuando Susana y Adrián comenzaron a salir ambos se unieron, y desde entonces han ido surgiendo los demás amoríos. Para Adrián todo ha pasado demasiado rápido.
La sirena suena y todos vuelven a sus respectivas clases, Adrián acompaña a Susana hasta su aula y después se marcha a la suya. Al entrar se encuentra con el joven extraño sentado hablando con Andrea Gómez e Iris. Va a su mesa y espera la llegada del profesor mientras habla con sus amigos.
—Bueno chicos hoy daremos los monosílabos así que sacar libros y libretas. —La profesora entra dejando su bolso sobre el escritorio.
El joven extraño rápidamente saca todo lo necesario para la clase mientras que Adrián solo atina a sacar la libreta, se ha dejado el libro en casa con las prisas.
Tras terminar las clases los alumnos sin extraescolares se marchan a casa, en cambio los equipos deportivos aprovechan y dejan sus mochilas en el gimnasio.
Adrián vuelve a su casa encontrándola vacía como de costumbre, su padre es arquitecto y su madre diseñadora de interiores, así que trabajan juntos uno construye el edificio y el otro lo decora por dentro, ambos suelen traerse trabajo a casa, algo que ya es una costumbre aunque para Adrián es un poco cargante pues apenas pasa tiempo con ellos, aun así está feliz sabe que sus padres se conocieron en el trabajo y desde entonces ya no se ha vuelto a separar.
Sus padres trabajaban en diferentes empresas sin embargo estas se juntaron en un proyecto, el diseño interior que hizo Marta, la madre de Adrián, fue denegado por Charles el supervisor de los arquitectos, ya que decía que no pegaba con la fachada. Marta indignada fue hasta sus oficinas y allí encontró a Kristian un joven arquitecto (aprendiz de Charles) en prácticas ambos comenzaron a discutir hasta qué seguridad fue a separarlos, dos semanas después se encontraban en la misma sala de juntas debatiendo si el hotel debía de tener una decoración más "antigua o moderna". Tras una larga disputa se decidió que sería "moderno", al salir de la sala Marta se topó con Kristian, y por lo que sabe Adrián gracias a ellos ocurrió tal que así el encuentro:
—Ves como al final sería "moderno" —dijo la mujer reprochándole. El hombre en respuesta se giró y la encaró, sin dar crédito a lo que acababa de escuchar.
—¿Perdona?, no era yo el que quería que tuviera un estilo "antiguo", tú eras la que lo quería —atacó el hombre en defensa.
—Eso es mentira —replicó ella, y así comenzó otra discusión hasta que Jess una amiga de Marta y diseñadora profesional llegó.
—¿Qué les pasa a ustedes dos? —preguntó acercándose mientras cruzaba los brazos sobre su abdomen.
—Que este hombre de aquí dice que "yo" apoyaba el estilo "antiguo" sin embargo tú y yo sabemos que eso es mentira, todo el departamento de arquitectos apoyaba el estilo "antiguo", no nosotras las diseñadoras —explico Marta señalando a Kris.
—Te equivocas, el único que apoyaba el estilo "antiguo" era Charles. —Le corrigió su compañera. Marta abre levemente la boca procesando la información.
—Creo que alguien me debe una disculpa —Kristian alzo una ceja.
—Pude ser... —Marta fingió una sonrisa, al tiempo que se avergonzaba.
Tras ese día ambos comenzaron a juntarse hasta el día de hoy.
Adrián rebusca en la nevera y encuentra macarrones, siempre le dejan la comida echa, algo que agradece sin pega alguna. Mientras come ve la tele entreteniéndose. Sabe que vive una vida, pero a veces siente que es vacía e incompleta, finge querer a alguien sin quererlo de verdad, continuamente se pregunta si eso es lo correcto o si solo es un acto de maldad e inmadurez. Suspira y vuelve a comer, odia tener tiempo libre, le da momentos para pensar... demasiado.
Como siempre se esfuerza para llegar a tiempo al entrenamiento aunque es en vano, cuando llega se encuentra a sus compañeros entrenando, entra al gimnasio y se cambia rápidamente poniéndose sus botas de fútbol y sus calzas, y por último su muñequera de la suerte. Entra en el campo de entrenamiento y comienza a estirar junto a los demás.
—Ya creí que Carlos lideraría el entrenamiento de hoy —comenta Salvador mientras calienta su tobillo izquierdo.
—Qué graciosos, pero yo nunca falto —ríe Adrián irónicamente haciendo una mueca graciosa.
—Venga dejar de discutir —suspira Pablo abriéndose de piernas.
—No discutimos, solo hablamos. Ves por esos pequeños detalles no eres el capitán del equipo —le recuerda Adrián poniéndose a su lado.
—Tú siempre tan animoso —Pablo rueda los ojos.
—Lo sé —Adrián enseña los dientes en una horrible sonrisa.
El pitido del entrenador hace que todos se junten formando un círculo.
—Hoy, primero haremos pases y después daréis tres vueltas al campo, luego jugaréis un pequeño partido entre vosotros y finalmente el enfriamiento —Kevin explica la rutina, a tiempo que gira su portafolios señalando lo dicho.
Adrián se pone con Pablo y comienzan a hacerse pases entre ellos.
—¿Oye habéis visto a las chicas del equipo de baloncesto? Están entrenando en el campo de al lado y hay un chico con ellas —Pablo aparece, pero detrás de ellos, señalando al joven que Adrián reconoce como el extraño joven nuevo.
—Sí, parece que el nuevo está con ellas — Adrián sin dejar de chutar el balón.
—¿Conoces al chico ese? —inquiere Maiquel señalando al joven que en la lejanía parece del tamaño de una hormiga.
—Es Matt, nuestro nuevo compañero de clase —Carlos se señala a sí mismo, a Antonio, Óscar y Adrián. El último se gira sorprendido a descubrir el nombre del contrario, piensa que le pega, suena exótico como sus pecas.
—Ah es verdad el pavo que ha entrado hoy con Adrián —dice Óscar haciendo memoria.
—Exactamente —Adrián vuelve a conectarse a la conversación, sin dejar de mirar al joven. Matt lanza la pelota y hace un mate dejando a Adrián algo sorprendido.
—¿Oye y las chicas? —pregunta Maiquel cambiando de tema.
—¿Las chicas han venido? —Adrián gira la cabeza hacia las gradas.
—No, parece que como está nublado han decidido no venir —Carlos chutando un balón aprovechando el despiste de sus compañeros, marca gol.
—Maldito —Antonio golpea suavemente la espalda de Carlos.
—Susana me prometió venir... —susurra Adrián olvidando por un instante el mundo alrededor— Y también quería decirme algo —finaliza aun mirando fijamente las gradas.
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